ESPAÑOL


PRESENTACIÓN
Este material es una ayuda para vivir unidos como Red Mundial de Oración del Papa un camino hacia el Corazón de nuestra misión, que es la persona de Jesús.
Ayudados por la experiencia espiritual de Santa Margarita María Alacoque y San Claudio de La Colombiere expresada en sus memorias, y orientados por la Carta Encíclica Dilexit Nos, volvemos a recorrer juntos El Camino del Corazón como un verdadero peregrinar hacia la fuente de nuestra esperanza.
Cada etapa de este itinerario espiritual en nueve pasos, al que se añade una estación inicial y un momento de cosecha, busca “movilizarnos” contra la globalización de la indiferencia.
Podemos recorrerlo de un modo personal o, como en realidad fue pensado originalmente, para vivirlo de forma comunitaria, sea a los pies del Via Crucis en un templo, sea por las calles de la ciudad, sea en días o encuentros diferentes o vivido como un auténtico Via Cordis en nuestros centros y grupos.
Nos unimos desde todos los rincones del mundo en un solo Corazón como verdaderos peregrinos de esperanza para cerrar en este Año Jubilar de la Iglesia, la conmemoración de los 350 años de las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús.
DISPONERME
Iniciamos El Camino del Corazón disponiéndonos a dejar que el Señor nos encuentre por el camino. Él quiere hoy, hacernos sentir su presencia, su amor y su llamada a vivir según el estilo de su Corazón. Las llamadas se configuran en la calidad de las respuestas que damos a ellas, y hoy es una nueva oportunidad para responder en el encuentro con el Señor.
No vamos solos, lo hacemos con Él y en comunidad.
¿Qué es disponernos? Es ante todo una actitud interior. Una disposición interior para acoger los sentimientos de Jesús y forjar en nosotros su estilo de vida. Es el resultado de una relación íntima y personal con Él, cultivada por la meditación de su Palabra y la práctica de la relectura espiritual, los sacramentos y la vida comunitaria.
Dejamos resonar estas palabras en nuestro corazón dichas por el Señor a Santa Margarita María: “Entonces me pidió mi corazón, que le supliqué que tomara, lo cual hizo, y lo puso dentro de su propio corazón” (cfr. Memorias, 53). Así como con amor se reveló a ella y, ella acogió su llamado, hoy el Señor quiere comunicarse contigo.
Piensa que Dios está presente y esto te lo dice a ti. “A pesar de todo eso, llevaré a Israel al desierto, y allí, con mucho cariño, haré que se vuelva a enamorar de mí. Le devolveré sus viñas, y convertiré su desgracia en gran bendición. Volverá a
responderme como cuando era joven, como cuando salió de Egipto. Israel, Israel, yo volveré a casarme contigo y serás mi esposa para siempre. Cuando tú seas mi esposa, realmente llegarás a conocerme; seré fiel para ti un esposo fiel, sincero y lleno de amor”. (Os 2, 16-17.20-22).
¿De qué te habla el Señor en este momento?, ¿Hay cosas en tu vida por las que necesito que el Señor me conquiste de nuevo?
Siente en el corazón, que el Señor habla de conquistarte, de amor, de desposarte para siempre...
¡Recuerda! El Señor tomará de ti lo que le ofrezcas para la transformación y no hará nada sin tu consentimiento. Disponte a este recorrido con ánimo y libertad.
Dejemos que nuestra vida sea transformada por el Corazón del Señor, que abre un camino en el nuestro.
“El Corazón de Cristo, que simboliza su centro personal, desde donde brota su amor por nosotros, es el núcleo viviente del primer anuncio. Allí está el origen de nuestra fe, el manantial que mantiene vivas las convicciones cristianas” (Dilexit Nos 32), y donde este camino comienza y termina…
EN EL PRINCIPIO, EL AMOR
El Camino del Corazón en su primer paso nos invita a reconocer cuán amados somos. El amor es el fundamento de nuestra vida, piedra en la que se apoya el edificio de nuestra existencia, pues fuimos creados por amor, para ser amados y amar. “El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y nos envió a su Hijo” (1 Jn 4,10).
“Mi divino Corazón está tan apasionado de amor por los hombres…” (cfr. Santa Margarita María Alacoque, Cartas y Escritos Espirituales, Primera Gran Revelación, 27 diciembre de 1673). A sí el Señor revelaba su amor por todos en una de las apariciones en este lugar…
Cada uno de nosotros puede tomar un tiempo hoy para entrar en su corazón preguntarse… ¿Qué ponemos detrás de la palabra Amor? ¿Qué significa en nuestra vida concreta que somos amados? ¿Dónde y de qué manera percibimos el amor en nuestras vidas? El amor es una experiencia concreta en personas, circunstancias, momentos, encuentros…
El Amor es una realidad siempre presente, no es algo circunstancial. Amor es la realidad de Dios, Amor que es comunión, Amor que se nos revela en Jesucristo que nos amó hasta donde no se puede amar más, hasta el extremo de dar la vida, de darla por amor, gratuitamente, sin pedir nada a cambio.
El Papa Francisco nos recuerda que: “El costado traspasado es al mismo tiempo la sede del amor, un amor que Dios declaró a su pueblo con tantas palabras diferentes que vale la pena recordar: «Eres de gran precio a mis ojos, […] eres valioso, y yo te amo» (Is 43,4). «¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero, aunque ella te olvide, yo no te olvidaré! Yo te llevo grabada en las palmas de mis manos» (Is 49,15-16)” (DN 99).
El amor es esencialmente darse y donarse. Una fuerza constantemente creadora que da vida a nuestra realidad a cada momento, en tantas personas, momentos, circunstancias, detalles concretos que a diario se nos regalan… El aire, el sol, los seres que amamos, la salud poca o mucha, nuestro cuerpo, nuestras capacidades… El Señor nos ama de manera concreta, en lo que vivimos cada día. No es un amor genérico o teórico, es encarnado en lo que vivimos diariamente. Es un amor real y gratuito.
Reconocerlo nos abre, por un lado, a agradecer por tanto don inmerecido, y por el otro a responder con amor por tanto amor recibido, amando a otros y a nuestra concreta realidad, dándonos gratuitamente.
Podemos acoger esta invitación y preguntarnos: ¿Dónde y cómo se me ha hecho presente el amor de Dios hoy? ¿En qué momentos me he sentido amado por el Señor a través de lo que he vivido? ¿Qué deseo agradecer y dar cómo respuesta a tanto amor gratuito recibido de Él?
EL CORAZÓN HUMANO INQUIETO Y NECESITADO
Reír, llorar, entristecerse, alegrarse, sentir inquietud o desazón, esperanza y gozo… Evitar algunos encuentros, tener ganas de avanzar en algunas decisiones, y sentir rechazo por algunos trabajos, darme cuenta de lo que me enoja y de lo que me despierta agradecimiento, amar y sentir desagrado. Todos hemos experimentado estos movimientos en nuestro corazón alguna vez
¿Soy consciente de los movimientos interiores? ¿Tomo tiempo para reconocer cómo está mi corazón? ¿Qué siento? ¿Qué deseo?
El Camino del Corazón en su Paso Dos, ‘El corazón humano inquieto y necesitado’, te invita a reconocer qué cosas mueven tu corazón, las fuerzas que lo habitan y te impulsan a actuar en un sentido o en otro. Sucede que los acontecimientos externos, todo lo que vivimos impacta en nuestro mundo interior, nos impulsa a pensar, a hacer juicios, a sentir. Y a partir de esos movimientos interiores, actuamos. La ira, el gozo, la tristeza, la alegría, la desazón no sólo quedan en nuestra interioridad, sino que mueven nuestros actos.
Santa Margarita María decía del Señor: “Me mostró las maravillas inexplicables de su puro amor y hasta qué excesos lo había llevado a amar a los hombres, de quienes no recibía más que ingratitud y desprecio” (cfr. Cartas y Escritos Espirituales). Por eso, “despertar” al corazón, reconocer los
sentimientos que lo habitan nos ayuda a reconocer qué fuerzas nos mueven y en qué sentido.
Mirar nuestro corazón es un ejercicio para encontrarnos con el Señor y con Su mirada sobre nosotros. Él nos muestra la verdad de nuestro corazón tal como Él la ve, iluminada por el perdón y ardor de su compasión.
El Papa nos recuerda: “Dice la Biblia que «la Palabra de Dios es viva y eficaz […] discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hb 4,12). De esta manera nos habla de un núcleo, el corazón, que está detrás de toda apariencia, aun detrás de pensamientos superficiales que nos confunden. Los discípulos de Emaús, en su misteriosa caminata con Cristo resucitado, vivían un momento de angustia, confusión, desesperanza, desilusión. No obstante, más allá de todo eso y a pesar de todo, algo ocurría en lo más hondo: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino?» (Lc 24,32)” (DN 4).
El Paso Dos nos invita a constatar nuestra fragilidad y aprender de los caminos equivocados que tomamos, sabiendo que el Amor siempre tiene la última palabra
La verdad sobre uno mismo libera, pues nos hace transparentes ante el Señor para quien no tenemos secretos. Sintoniza con la mirada que el Señor tiene sobre ti ¿Cómo te ve el Señor? ¿Qué dice de ti?
EN UN MUNDO DESCORAZONADO
Te invito a hacer un ejercicio… Seguramente en los últimos días habrás mirado las noticias que llegan casi sin aviso a tu móvil o a la pantalla de tu computadora personal. Las redes sociales te han “bombardeado” con noticias, algunas dramáticas, atravesadas por la muerte, el miedo, la destrucción, el hambre y el conflicto. Otras en cambio más alegres y celebrativas, que muestran un rostro más humanizador de personas que llevan paz y de amor, que construyen y colaboran. Todos somos testigos de esta tensión.
Podemos imaginar que, contemplando este mundo y su realidad de vida y muerte lo que el Señor decía a Santa Margarita: “Recibo de la mayoría solo ingratitud, a través del desprecio, la irreverencia”… “¿no sabes que utilizo a los sujetos más débiles para confundir a los fuertes, que suelo mostrar mi poder más brillantemente en los más pequeños y pobres de espíritu, para que no se atribuyan nada a sí mismos?” (cfr. Cita de San Claudio La Colombière en los Escritos Espirituales).
Imaginemos a Cristo en cruz… máxima expresión de amor que la humanidad haya conocido… al mismo Dios crucificado por amor a ti y a mí, por amor a todos. Ante esta cruz te invito a recordar las noticias de tus redes sociales, las unas y las otras… contemplándolas con toda tu atención. El mundo más cercano de tus amigos y familia y, el más lejano a tu vida concreta, los conflictos, la muerte y al hambre de otros lugares.
Contempla con todos tus sentidos, la vista, la imaginación, el oído, con todo tu corazón lo que pasa en el mundo… e imagina que el Señor en cruz lo contempla contigo… y te dice: “Aquí estoy por ti y por todos; y por este mundo que sufre y gime dolores de parto” (cfr. Rm 8,19-25). Es un mundo que amo y que espera tu colaboración y la de todos los hijos de mi Padre, para que mi amor llegue a todos en medio de sus dolores, hasta la definitiva manifestación del Reino... Deja resonar en tu corazón estas palabras, como dichas para ti.
Has iniciado el Paso Tres de El Camino del Corazón, En un mundo descorazonado, que te invita a contemplar el mundo en su diversidad de realidades, descubriendo aquellas realidades que te dan vida y las que son caminos de destrucción y muerte. Somos colaboradores de la humanización del mundo o cómplices en sentido opuesto. Nuestras decisiones impactan en el mundo y nuestra falta de decisión también. ¿Cómo resuena esto en mí? ¿De qué lado tomo posición? El Señor cuenta con tu colaboración para esta misión de humanización…
Oremos junto al Papa por este mundo pidiendo al Señor… “Que derrame los tesoros de su luz y de su amor, para que nuestro mundo que sobrevive entre las guerras, los desequilibrios socioeconómicos, el consumismo y el uso antihumano de la tecnología, pueda recuperar lo más importante y necesario: el corazón” (DN 31).
EL PADRE ENVÍA A SU HIJO PARA SALVAR
Así relata San Claudio su experiencia de encuentro con el Señor: “Tú participas en todas mis tribulaciones, te haces cargo de ellas, conoces el secreto de transformarlas en mi bien, me escuchas con dulzura cuando te hablo de mis aflicciones, y nunca dejas de aliviarlas” (cfr. final de su Reflexión cristiana 39 titulada «De San Juan, el amigo de Jesucristo», en los Escritos espirituales).
Un encuentro que transforma la vida para siempre.
Nuestra vida está atravesada por los encuentros. Cada día cruzamos personas en el camino, otras en el trabajo, cuando vamos a la universidad, en la familia o si participamos de alguna actividad parroquial. Algunos encuentros son más significativos que otros. Algunos nos dejan huella, nos impactan y otros, tal vez, pasan más inadvertidos.
El Paso Cuatro de El Camino del Corazón, El Padre envía a su Hijo para salvar, nos ayuda a entrar en la dinámica del encuentro con Cristo, a reconocer en nuestra vida esos momentos en los que nos damos cuenta de que el Señor no nos deja solos en el mundo descorazonado, sino que se hace cercano y camina con nosotros en medio de nuestra realidad.
“Esto se manifiesta cuando le vemos actuar. Está siempre en búsqueda, cercano, constantemente abierto al encuentro. Lo contemplamos cuando se detiene a conversar con la
samaritana junto al pozo donde ella iba a buscar el agua (cfr. Jn 4,5-7)” (DN 35).
Este paso del itinerario nos invita a reconocer que el amor tiene un rostro, es “alguien”. Jesucristo, es el Amor encarnado de Dios, que está presente y actuante en la vida de cada persona, en cada realidad de este mundo.
Nos dice el Papa que: “Ese Cristo con el corazón traspasado y ardiente, es el mismo que nació en Belén por amor, es el que caminaba por Galilea sanando, acariciando, derramando misericordia, es el que nos amó hasta el fin abriendo sus brazos en la cruz. En definitiva, es el mismo que ha resucitado y vive glorioso en medio de nosotros” (DN 51).
El encuentro con Cristo transforma, sana, cura, salva.
“Ese mismo Jesús hoy espera que le des la posibilidad de iluminar tu existencia, de levantarte, de llenarte con su fuerza…” (DN 38).
Podemos culminar dejando un momento de silencio y resonando interiormente con la siguiente pregunta: ¿De qué viene a salvarte, sanarte, curarte el Señor en este tiempo?
NOS LLAMA SUS AMIGOS
San Claudio de la Colombiere, nos habla de su experiencia de amistad con Jesús: "[Jesús, Tú eres] ...mi único y verdadero amigo… Te encuentro siempre y en todas partes; nunca te alejas; y si me veo obligado a cambiar mi lugar de residencia, nunca dejo de encontrarte donde voy. Nunca te cansas de escucharme; nunca te fatigas de hacerme el bien” (cfr. “Acto de Confianza en Dios”, Escritos Espirituales). Dejo resonar estas palabras en un momento de silencio…
Dios no quiere hacer nada sin nosotros, es siempre con nosotros. Por eso, lo primero que Jesús hace es llamar a otros para estar con Él en el servicio de su misión: “Mientras caminaba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón, echando una red en el mar, porque eran pescadores. Y Jesús les dijo: Seguidme, y yo haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando al instante las redes, le siguieron” (Mc 1, 16-17).
Jesús nos invita a una amistad para la misión del Reino de su Padre, para que, haciendo propio Su estilo seamos parte de su proyecto de salvación del mundo “Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho” (Jn 15, 15).
Como nos recuerda el Papa Francisco: “Dice el Evangelio que Jesús «vino a los suyos» (Jn 1,11). Los suyos somos nosotros,
porque él no nos trata como a algo extraño. Nos considera algo propio, algo que él guarda con cuidado, con cariño. Nos trata como suyos. No significa que seamos sus esclavos, y él mismo lo niega: «Ya no los llamo servidores» (Jn 15,15). Lo que él propone es la pertenencia mutua de los amigos” (DN 34).
Sé por experiencia que el Señor ha sido fiel en mi historia todos los días, por lo que también lo será mañana. Lo que depende de mí es determinarme a seguirlo, pase lo que pase, vivir de acuerdo con su estilo de vida, y ser su amigo. Cualquier decisión está siempre sujeta a incertidumbre. Sin embargo, no hay vida que crezca sin el riesgo de una decisión.
¿Me doy cuenta que alimentar la amistad con Jesús es una decisión que se alimenta de las pequeñas opciones que hago diariamente? ¿Es mi vida corriente, las pequeñas y grandes ocupaciones el campo donde cultivo mi amistad con Cristo, donde le digo: «Sí, quiero vivir mi vida con tu estilo, decidiendo en mis cosas como Tú lo harías«?
Para cerrar este paso, hagamos eco de las palabras del Papa…“Es indispensable destacar que nos relacionamos en la amistad y en la adoración con la persona de Cristo, atraídos por el amor que se representa en la imagen de su Corazón” (DN 49)
En un momento de silencio puedo renovar mi compromiso de amistad con el Señor…
HABITADOS POR CRISTO
En este momento del camino dejo que las palabras de San Claudio me interpelen sobre mi confianza en el Señor… ¿Cuán cerca se encuentra mi corazón del Corazón del Señor?... "En cuanto a mí, Dios mío, estoy tan convencido de que velas por aquellos que esperan en Ti, y que nada nos puede faltar cuando lo esperamos todo de Ti, que he resuelto vivir en adelante sin preocupación alguna y descargar todas mis inquietudes en Ti." SCC (Acto de confianza en Dios, Escritos Espirituales)
¿Cuál es la invitación del Señor? En el exceso de su amor por nosotros, Dios desea habitar en nuestros corazones. Es la sorprendente promesa que Cristo hizo a sus amigos antes de morir. Dios quiere establecer su morada en cada uno de nosotros. Como discípulo de Jesús, la parte que me toca es la de permanecer en Él, lo más cerca de su Corazón.
El Papa nos recuerda que “Aunque en las Escrituras tenemos su Palabra siempre viva y actual, a veces Jesús nos habla interiormente y nos llama para llevarnos al mejor lugar. Ese mejor lugar es su propio corazón. Nos llama para hacernos entrar allí donde podemos recuperar las fuerzas y la paz: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré» (Mt 11,28). Por eso pidió a sus discípulos: «Permanezcan en mí» (Jn 15,4)” (DN 43)
Por eso, para estar lo más cerca posible de su Corazón, es necesario meditar su palabra, verle y escucharle en los
Evangelios, morar en profunda comunión con Él, como el sarmiento y la cepa, y dejarnos transformar por Él. “Si alguien me ama, guardará mis palabras y mi padre lo amará y vendremos a él para hacer nuestra morada en el” (Jn 14, 23), dice el Señor en el Evangelio de Juan.
¿Cuánto tiempo dedico cada día a la oración para estar con Él y meditar su Palabra?
Y es que como dice el Papa: “Entrando en el Corazón de Cristo, nos sentimos amados por un corazón humano, lleno de afectos y sentimientos como los nuestros” (DN 67).
El Espíritu Santo nos ayuda a discernir lo que es realmente el Amor: el amor a los enemigos y el perdón de las ofensas. Nos conduce a lo más profundo del Corazón de Jesús. Es su intérprete.
Tomo un momento de silencio para dejar que mi corazón sintonice con el Corazón de Jesús, dejando que me hable, me haga sentir su presencia… ¿Qué cosas se van moviendo en mi corazón?
Cierro este paso recogiendo una palabra, un sentimiento, o un deseo…
DAMOS LA VIDA JUNTO A ÉL
¿Qué significa en mi vida concreta unir mi vida a Cristo, dejarme habitar por el Señor y permitirle que haga su morada en mí?
Unir la vida a Cristo nos ha de llevar a dar la vida por los demás como Él lo hizo. Dar respuesta a este amor que desea atraernos hacia él, conociendo toda la altura, la anchura y la profundidad en la Eucaristía, nos conduce a ofrecernos nosotros mismos.
El Paso Siete es una invitación a mirar nuestra disponibilidad. El Señor nos invita a darle nuestro sí generoso, como hizo María de Nazaret. No quiere salvarnos ni cambiar el mundo sin nosotros. Aun cuando nos parezca de poco valor, ofrecerle nuestra disponibilidad se hace útil a otros porque el Padre asocia ese ofrecimiento a la vida y al Corazón de su Hijo, quien se ofrece por nosotros en la cruz.
Así expresaba San Claudio su deseo de entregarse y su disponibilidad al Señor… “Sagrado Corazón de Jesús, enséñame a olvidarme perfectamente de mí mismo, pues ese es el único camino por el que puedo entrar en Ti. Ya que todo lo que haga en adelante será Tuyo, procura que no haga nada que no sea digno de Ti” (cfr. Ofrenda al Corazón Sagrado de Jesucristo, Escritos Espirituales)
Este amor que se trasluce desde este corazón “manso y humilde” de Jesús (cfr. Mt 11, 29), solo se puede entender
siguiendo el itinerario de su vida hasta el final. Jesús vivió su vida como una ofrenda eucarística. Su última comida retomaba toda su vida ofrecida y entregada por amor.
El Papa Francisco nos lo recuerda así: “Cuando san Pablo buscaba las palabras justas para explicar su relación con Cristo dijo: «Me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Esa era su mayor convicción, saberse amado. La entrega de Cristo en la cruz lo subyugaba, pero sólo tenía sentido porque había algo más grande todavía que esa entrega: «Me amó»” (DN 46).
¿Hasta dónde estamos dispuestos a vivir la vida a pleno y a entregarla por amor? ¿Cuál es la medida de nuestros compromisos y de nuestro amor? ¿Hay algo por lo que estés dispuesto a dar la vida a cambio? Toma un momento y deja que el Señor te hable al Corazón…
Vivir la vida eucarísticamente es entregarnos diariamente con abnegación, amor y alegría a lo concreto que nos toque vivir… Recemos juntos una vez más la oración de ofrecimiento para cerrar este Paso Siete…
UNA MISIÓN DE COMPASIÓN
Entrar en el itinerario humano del Señor, contemplar su vida, nos tiene que llevar a mirar el mundo con sus ojos y a actuar con sus sentimientos. Es una concreta invitación a participar de la misión de Cristo haciendo nuestra la mirada compasiva del Señor hacia todos nuestros hermanos y hermanas. Somos enviados con el Hijo, de maneras diversas, a las periferias de la existencia humana, allí donde hombres y mujeres sufren la injusticia, para contribuir a sostener y sanar a los que tienen el corazón desgarrado.
¿Cuál la invitación que el Señor te hace en este tiempo a colaborar en su misión?
Deja que las palabras dirigidas por el Señor a San Claudio resuenen en tu corazón… "En cuanto a ti, fiel siervo de mi divino Hijo, tienes una gran participación en este tesoro precioso; pues si se les da a las Hijas de la Visitación el conocerlo y distribuirlo a otros, a los Padres de tu Compañía se les reserva la tarea de dar a conocer y hacer comprender su utilidad y valor, para que las personas puedan beneficiarse de él, recibiéndolo con el respeto y la gratitud que se deben a un beneficio tan grande.” (cfr. Carta de Santa Margarita María Alacoque LXXXIX a la Madre de Saumaise en Dijon, julio de 1688, en sus Obras completas).
El Papa nos recuerda en Dilexit Nos que “no alcanzamos nuestra humanidad plena si no salimos de nosotros mismos, y
no llegamos a ser enteramente nosotros mismos si no amamos. De manera que el centro íntimo de nuestra persona, creado para el amor, sólo realizará el proyecto de Dios cuando ame. Así, el símbolo del corazón al mismo tiempo simboliza el amor” (DN 59).
Hoy el Señor nos dice nuevamente… Tengan entre ustedes los mismos sentimientos del Corazón de Jesús (cfr. Flp 2,5).
Escuchemos al Papa decirlo… “El amor a los hermanos no se fabrica, no es resultado de nuestro esfuerzo natural, sino que requiere una transformación de nuestro corazón egoísta. Entonces nace de una forma espontánea la célebre súplica: “Jesús, haz nuestro corazón semejante al tuyo”. Por esta misma razón, la invitación de san Pablo no era: “esfuércense por hacer obras buenas”. Su invitación era más precisamente: «Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús» (Flp 2,5)” (DN 168).
Terminemos dejando un espacio para resonar con estas preguntas: ¿Cuáles son los corazones heridos que el Señor te envía a curar hoy? ¿Quiénes son los tirados a la orilla del camino a quienes puedes recoger y sanar?
UNA RED DE ORACIÓN Y SERVICIO
Escuchemos las palabras del Papa para iniciar esta última etapa del camino…“Junto con Cristo, sobre las ruinas que nosotros dejamos en este mundo con nuestro pecado, se nos llama a construir una nueva civilización del amor. Eso es reparar como lo espera de nosotros el Corazón de Cristo. En medio del desastre que ha dejado el mal, el Corazón de Cristo ha querido necesitar nuestra colaboración para reconstruir el bien y la belleza” (DN 182).
Somos enviados a construir, a tender puentes, a hacer del mundo un lugar más humano y más fraterno donde haya lugar para todos. Pero no de cualquier modo, a la manera de Jesús, como Él lo hizo…
Nos sigue diciendo Francisco: “Esto nos invita ahora a tratar de ahondar en la dimensión comunitaria, social y misionera de toda auténtica devoción al Corazón de Cristo. Porque al mismo tiempo que el Corazón de Cristo nos lleva al Padre, nos envía a los hermanos. En los frutos de servicio, fraternidad y misión que el Corazón de Cristo produce a través de nosotros se cumple la voluntad del Padre. De este modo se cierra el círculo: «La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante» (Jn 15,8)” (DN 163).
Con la Red Mundial de la Oración del Papa entramos en una red global de millones de hermanos y hermanas que rezan y se movilizan cada mes por los desafíos de la humanidad y de la
misión de la Iglesia. Las intenciones de oración del Santo Padre abren nuestro corazón a las necesidades más urgentes y nos llevan a comprometer nuestras vidas por la justicia del Reino.
¿Cómo vives la dimensión comunitaria de esta misión de compasión? ¿Qué valor tiene para ti la comunidad y cómo haces concreta esta valoración en tu vida corriente?
Al final de este camino nos ayuda recordar lo vivido en los primeros pasos... No predicamos una doctrina sino una persona, la experiencia humanizadora de entrar en contacto con Jesucristo. Somos enviados a irradiar una “calidad de vida evangélica” que ponga a los hermanos en contacto con la fuerza humanizadora de Jesús, que los reconstruye y los vuelve a la Vida.
Vayan estas palabras de San Claudio como recomendaciones para el camino que recomienzas hoy en el final de este recorrido…“Las principales virtudes que se profesan honrar en este Corazón son: en primer lugar, un amor ardentísimo a Dios Padre… En segundo lugar, una paciencia infinita ante el mal... En tercer lugar, una compasión muy sensible por nuestras miserias y un amor inmenso…” (cfr. Ofrenda al Corazón sagrado de Jesucristo, Escritos Espirituales)
Trae a tu corazón a quienes forman parte de esta inmensa Red de Oración y pide para ellos al Corazón de Cristo estas gracias: Amor ardiente al Padre, paciencia infinita ante el mal, compasión ante las miserias…
COSECHA
Tomemos ahora un momento para recoger las gracias de este camino y agradecer al Señor por esta oportunidad de vivir una vez más El Camino a Su Corazón…
¿Qué deseo agradecer? ¿Qué deja en mi corazón este camino recorrido con el Señor y en comunidad?
Tomo un momento de silencio… recojo una palabra, una frase, una imagen que haya aparecido con fuerza en este camino y que me hablen de la presencia del Señor…
El Papa nos dice… “Sabemos que a lo largo de la historia el culto al Corazón de Cristo no se manifestó de idéntica manera, y que los aspectos desarrollados en la modernidad, relacionados con diversas experiencias espirituales, no se pueden extrapolar a las formas medievales y menos aún a las formas bíblicas donde entrevemos semillas de este culto.
No obstante, hoy la Iglesia no desprecia nada de todo lo bueno que el Espíritu Santo nos regaló a lo largo de los siglos, sabiendo que siempre será posible reconocer un significado más claro y pleno a ciertos detalles de la devoción, o comprender y desplegar nuevos aspectos de la misma” (DN 109).
Hagamos nuestras las palabras de San Claudio que el Papa nos recuerda en Dilexit Nos, rezándolas lentamente para cerrar este camino:
«Estoy tan convencido, Dios mío de que velas sobre todos los que esperan en Ti, y de que no puede faltar cosa alguna a quien aguarda de Ti todas las cosas, que he determinado vivir de ahora en adelante sin ningún cuidado, descargándome en Ti de todas mis solicitudes” (DN 126).