Familia Infamilia

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siempre f a m i l ii aa nunca i n f a m i l Anónimo

Colección de Poesía


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Nadie sabe para quién trabaja1 (efectos de la desaparición del arte)

Cuando uno lleva al acto alguna acción sacada de la ficción, su existencia cobra relevancia. — Anónimo

Uno de los efectos, tan indirecto como

inesperado, de la Primera Guerra Mundial fue elevar hasta la categoría de peste a la población de los halcones peregrinos. Los pichones —símbolo de paz— que viajaban largas distancias como emisarios, enviados por las patrullas aéreas para mandar mensajes bélicos, se convirtieron en el banquete de los halcones que a menudo los comían durante el almuerzo. A propósito de este fenómeno descrito por el biólogo inglés Julian Huxley, Alfonso Reyes recuerda con cierta ironía: nadie sabe para quién trabaja.2 Que la guerra desencadene efectos insospechados parece ser una realización sencilla; que las aves, ajenas a los afanes de los conflictos mundiales, hayan sido sus receptoras, invita a pensar en aquellas acciones que contienen un efecto imprevisto e incidental en el otro. Hace (no) mucho tiempo, descubrí a un artista mexicano que trabaja desde el anonimato. No lo 1 Este texto fue publicado originalmente en el desaparecido Blog de crítica de la Fundación A47-SOMA, Ciudad de México, 2016. 2 Reyes, Alfonso. La máquina de pensar y otros diálogos literarios, Felipe Garrido (Comp.) México: Asociación Nacional del libro, 1998, pp. 79-80.

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puedo constatar aún, pero presiento que seremos víctimas o beneficiarios de sus acciones sin saberlo (pichones y halcones), pues en su obra muchas veces no se sabe para quién trabaja y los gestos que recoge e inventa parten de lugares que se confunden con la vida misma. Su trabajo se sirve de la cotidianidad de la manera más sencilla, en un intento de que la vida y el arte se disuelvan hasta desdibujar el límite que los une y los separa. Y en esta firme convicción por desaparecer el arte hasta que devenga simplemente existencia, (las más de las veces) no produce nada, pues encuentra en la misma existencia el acto creativo: una negación del hacer para hallar en cualquier caso, y ante todas las circunstancias, lo estético. Creador de situaciones, unas veces invisibles, otras veces efímeras, su trabajo se disuelve en la realidad. Su práctica es difícil de categorizar, pues, además de trabajar desde el anonimato, permanece desapegado de movimientos artísticos, instituciones y mercados, manteniendo una individualidad casi fantasmal. Sus acciones se alejan del registro para luego desaparecer, buscan mezclarse con la vida: poemas escritos sobre la tierra, versos desperdigados, misivas inesperadas en busca de crear una especie de sentido compartido en la vida como algo estético. Su obra parece preguntar ¿y si las acciones artísticas o poéticas ya no tuvieran un lugar específico?, ¿si poblaran el cielo como los halcones y la vida como la guerra? ¿Si nos entendiéramos todos como personajes literarios?, ¿por qué no podría cada uno hacer de su vida una obra de arte? Su respuesta parece ser

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que la vida es ya una obra de arte y sólo hace falta la mirada, para que aquello mundano devenga en ficción y, como toda ficción, adquiera cierta relevancia: como aquellos personajes que con los gestos más simples han devenido en grandes historias; como Madame Bovary, leyendo novelas románticas, o el Coronel Aureliano Buendía, conociendo el hielo. Sus acciones parecen capturar el kairos; la espera por el momento adecuado dentro de lapsos indeterminados en donde algo importante, y también inútil, sucede. Su acción creadora corresponde a invenciones, a la observación del mundo que le permite crear ficciones cuyos protagonistas no se percatan de la realidad poética en la que serán incluidos. Historias arrojadas a la calle, sin posibilidad de saber qué pasará con ellas, esperando que su desenlace genere un eco que se distancie del acto artístico, se acerque a la estetización de lo cotidiano y vea de manera poética eso que ya está pasando. Pero su obra no se reduce al deseo de querer capturar las insignificancias del mundo; en otras palabras, es un arte que no se basa en el objeto y que busca transgredir los límites de las subjetividades. Pensar en la existencia como una especie de acción literaria que se inventa, y que puede ser contada, lejos de parámetros que definen el arte: separar aquello que pertenece a los objetos y comienza con la vida. Y en este juego vertiginoso de no saber dónde comienza y termina algo, las piezas del artista en cuestión se desenvuelven ya no como arte, sino como una mera disolución. Alguna vez me contó que en la plaza Martorell de Barcelona, donde regularmente iba a leer, siem-

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pre veía a una viejita darle de comer a las palomas. Casi medio centenar de ellas se juntaban para ser alimentadas; pero la congregación de las aves se desvanecía apenas un transeúnte les sorprendía, la dispersión de las palomas generaba a su vez un remolino de tierra. Un día, decidió llegar antes de que la viejita lo hiciera para escribir un poema sobre la tierra. Todo transcurrió como siempre: ella llegó y arrojó las migajas, se formó una multitud de palomas, él se levantó de la banca contigua y el remolino borró el poema que había escrito. El lugar del poema fue ocupado por las migajas. Pobres palomas. Una vez más, no saben para quién trabajan. Pero quizá en este caso no trabajan para nadie, pues su existencia no intervino el poema, sino el poema en su existencia. Un acto que de todas maneras ellas ya iban a hacer, pero que el artista utilizó como una especie de borrador, tan frágil como apresurado, para eliminar la existencia de un poema del que no se sabe nada. Su obra, que no quiere ser registrada y a veces ni siquiera pide un espectador, pertenece a un destino en donde los gestos poéticos intervienen aquello que ya estaba por suceder, como si el arte estuviera desde mucho antes destinado a existir. Como si en la decisión del artista por no crear, su no-producción cobrara una dimensión estética. Y después de la desaparición del arte, el arte de la desaparición. Alguna vez escribió un poema en diez versos, lo separó sabiendo que cada una de sus partes era independiente y que no correspondía a ningún orden específico, que podían funcionar jun-

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tas o separadas para decir algo pequeño y también algo más grande. Esparció los fragmentos a manera de telegrama, enviándolos a direcciones distintas, sin que sus receptores supieran que tenían sólo un fragmento de poema. El poema completo no existe, sino que, más bien, sus pedazos habitan un lugar desconocido. Tal vez una buena forma de estetizar la existencia sea recibir cartas inesperadas que nos saquen de la cotidianidad precisamente desde lo cotidiano: fragmentos que, una vez mandados, son imposibles de rastrear. Él tampoco sabe para quién trabaja. Pero su obra implica uno de los retos más grandes, pues el hecho de que no exista —o exista poco o sólo exista mientras sea contada o esté fragmentada y dispersa— evita que pueda ser contenida. No hay obra, sólo la vida que ya está pasando, que pasó y pasará y que busca una salida ficcional, literaria, poética. Y entonces sólo queda la anécdota, el rumor: aquello que alguna vez me contó y que ahora es para mí imposible no querer contar. Es desde esa imposibilidad que escribo esto, con una necesidad de compartir que este tipo de existencia es posible, en un intento de contagiar esa búsqueda por estetizar nuestras propias subjetividades, haciendo de ello un ejercicio de reflexión sobre nuestro ser, a la vez que ejercicio creativo. Y más allá de utilizar a palomas que desvanezcan su poema o a diez desconocidos como contenedores de un poema en pedazos, existe otra obra suya, más o menos tangible: una pila de mil sobres con la instrucción Para ser abierto en otra parte se encuentra

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en el último cuarto de una exposición. Los sobres, cuidadosamente escritos a mano, uno a uno, desaparecen para buscar preguntas lejos del museo. El espectador toma un sobre, uno escrito sólo para él, pues el contenido adquirirá matices sólo de acuerdo a cómo sea significado, dependiendo el lugar en el que se abra y de cómo sea percibido el contenido. Su trabajo seduce y juega con las expectativas del público, buscando que se realice una interpretación propia llevándola fuera de contexto; como toda lectura. Un ejercicio personal en donde las cartas contienen una interpretación que sólo es posible mientras sucede y que es tan individual como desconocida. Un día me llegó una carta. La instrucción era otra: para ser abierta por la mañana. El contenido: ‘Querida amiga: ¿Has dormido bien?’ Y así, como un libro que nos cambia la vida, como un personaje que nos devuelve a la existencia, hay que entender la vida como una literatura sin escritura o, en todo caso, como una escritura que ya estaba escrita y que sólo se vive a través de la experiencia. Una pregunta tan simple y tan llana ahora se torna imprescindible, una misiva que un día hace que se devenga en personaje fuera de la novela, a fin de que el arte no se separe jamás de su condición transformadora de la vida. Alguna otra vez me contó que vive en una búsqueda constante por encontrar el punto en que su sombra esté más cerca de él. Se pone a dar vueltas en plazas persiguiendo los movimientos del sol que lo acerquen a ese encuentro. Lo intenta en diferentes coordenadas de la Tierra, pero su objetivo final es encontrar ese momento.

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Lo que distingue sus obras no es más que la ausencia de ellas y se genera a partir, precisamente, de su invención: un arte sin objeto, sin registro, sin institución, sin nombre. Más allá de la posibilidad que él ve en hacer de su vida literatura, diluyendo su ejercicio artístico en lo que le sucede, busca a su vez inspirar a que la gente sea víctima de su propia existencia. Su secreto radica en ser capaz de empujar a sus pocos y selectos espectadores en una reflexión interna, para cuestionar lo que se está experimentando. Así, se puede tal vez pasar de una modalidad pasiva de la recepción de la cultura a un consumo propio y comprometido, de una participación creativa y propia. Que trabaje desde el anonimato implica la renuncia de una identidad, a trabajar desde una ausencia en donde no hay nombre ni sentido, sino acción. Es algo que deja de pertenecer, que desaparece… un espacio en donde el intercambio entre el arte y su imagen no tiene lugar, pues, en todo caso, la experiencia ya está dada: la vida misma como función creadora de mundo. Si es verdad que todos estamos dentro de un sistema del cual no podemos escapar y en el cual sólo podemos trabajar desde adentro, la práctica de este artista nos invita a ir más adentro; a que los efectos de nuestra propia existencia sean incalculables, incuantificables; a que estén prácticamente fuera del control de quien los ejerce y de que quien los mira, a fin de fragmentar y descontextualizar la existencia misma mediante el gesto estético. Quitar el énfasis de la imagen, del objeto, y llevarla a la subjetividad;

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lograr la ilusión poderosa de que es en la vida que se encuentran los actos poéticos, con el poder de devenir políticos en tanto entendamos mejor nuestro lugar en el mundo. Así, su experiencia nos lleva también a un lugar de resistencia que consiste en la invención de nuevas posibilidad de vida para ejercer modos de existencia que permitan hacer de la vida una auténtica obra de arte. Un espacio de ficción que nos libera de los roles de nuestra vida cotidiana sin liberarnos de ella, dejando nuestros estrictos roles en la sociedad. Realizar un tipo de acción que tenga como fin producir un nuevo tipo de subjetividad que nos libere del tipo de individualidad que se nos ha impuesto. Es en esta resistencia que se encuentra lo político, pues esta tarea se vuelve urgente, fundamental, a fin de generar una relación de uno para consigo mismo y entenderse entre los demás. Un espacio de ficción producida por nosotros, o contada para nosotros, en la que nuestra existencia cobra relevancia; como si los halcones pudieran leer aquellas consideraciones de Huxley y sonreír pensando en Reyes. Hay que hacer de la vida arte. Como los pichones que se disolvieron en el aire para otras especies, nosotros disolvernos en el arte hasta hacerlo desaparecer y, al mismo tiempo, convertirlo en epidemia hasta que el acto individual y simbólico nos arroje un poco a lo real, pues si algo nos enseña este desconocido es que el arte, ante cualquier situación y ante cualquier panorama, estaba ya destinado a suceder. Nadie sabe para quién trabaja. Ni los diez incautos que recibieron el poema ni las palomas desvane-

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ciendo en la tierra el otro escrito, ni la sombra ese día de tanto sol‌ pero esperemos que esos pichones que lanza sean el almuerzo de algunos otros halcones peregrinos. — Helena Lugo

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Anónimo, Untitled (Take a part of me / give it to the one you love), 2017. Arreglo floral, 40x70cm. Cortesía del artista y Ladrón Galería.

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Los ejercicios poéticos que aquí presento son una mezcla de textos escritos por mis padres antes de mi nacimiento y por mí luego de la muerte de aquellos. Es ésta una arqueología retroprospectiva de nuestras palabras: yo nunca supe que escribían / ellos nunca pudieron leerme.

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procesión

Imagina tu tristeza más grande. Transfórmala en el rostro de un hombre.

A veces los carriles de ida y vuelta para bicicletas están pegados. Entonces es fácil mirar las caras de los conductores en el sentido contrario. Él no estaba montado en ninguna bicicleta. No le importaba la lógica. Caminaba sobre el carril y hacía de tapón para unos cinco ciclistas que iban tras de sí. Llevaba puesto un caftán azul y el rostro que imaginaste al principio. Los cinco ciclistas que le hacían sombra no podían ver, como yo, su cara. De algún modo, dependía de mí que se respetara el secreto contado por aquel caminar. Decidí pedalear apenas lo necesario para no caerme. Len tí si mo . Así, al menos por unos metros más, frente a mí, nadie en el mundo pudo superar el ritmo marcado por aquella melancolía. Me hubiera gustado tomar una fotografía de la escena, pa-ra-ti.

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él fuera en la calle yo fuera de la matriz ella fuera de la situación desde fuera todos juntos tratando de llegar a un nombre para mí todos juntos también fracasamos

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no recuerdo si pensaba en ti allá afuera no recuerdo allá afuera no recuerdo en ti no recuerdo si pensaba recuerdo que pretendía enseñarte que se quiere siempre desde la ausencia en la distancia la libertad el amor nos pertenece tu nombre soy yo

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estuve esperando a que llegara el sol para que nacieras junto a él tempranito no aguanté y naciste a media noche muy lejos de lo que se puede nombrar luz afuera antes de hablar nos comunicamos llorando

con todo el amor te lloré por tu nombre

te quería decir que no eras el único que deseaba no estar aquí

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aforismos

1. Tiene un doble significado la soledad: Ruptura con el mundo. Tentativa por crear otro. 2. en el infierno uno mismo debe prenderse fuego 3. Amor Tos Humo sĂ­ntomas que no pueden quedar en secreto. 4. Si buscas ideas creativas: sal a caminar. Los ĂĄngeles cuchichean al hombre que pasea a pie.

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5. Tuve una horrible pesadilla: todas las verdades se sabían. 6. Lo que Oruga interpreta como el fin del mundo es lo que Otro nombra Mariposa. 7. La verdad que enuncio     no tiene pasado  ni futuro: estoy gestando un poema. 8. ¿Sobrevivirá mi cuerpo al resto de mi persona?

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tantos palos que te dio la vida que no sirven para la revoluciรณn / el cambio permanente a manos de los locos que abren ventanas para sembrar luceros / tantos palos que te dio la vida para protestar (siempre) contra la muerte para fabricar papalotes y poemas papalotes-poemas palabras-viento / como la libertad de un pueblo / eres el hombre lleno de esperanza que hace nacer el nuevo mundo con tantos palos que te dio la vida

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como una madre les besaba la frente ellos devolvĂ­an el beso con sus labios cancerosos: los cocodrilos

poema no escrito sobre el beso malgastado en aquel hombre sĂłlo porque su aliento / imaginaba / olĂ­a como el de papĂĄ

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solos solos  solos solos

solos tú y yo

solos solos  solos solos

solos somos palíndromo bumerán

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/ ola /


La literatura no sirve para nada. Si el lenguaje tuviera realmente la capacidad de cambiar algo, de incidir en el mundo; entonces la escritura de una frase como ĂŠsta tendrĂ­a sentido: Ella no deberĂ­a estar muerta.

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A las cuatro y seis de la tarde el cielo estaba

despejado. Apenas si un grupo de nubecitas interrumpía el azul: un conjunto de nubes rebeldes que, aunque desgarradas por un dios bestia, se negaron a dispersarse, y así, en jirones, surcaban el cielo en parvada. Estuve mirándolas un buen rato. ¿Detrás de cuál de esas nubecitas estarías tú escondida? Caminé sin perderlas de vista, las seguí buscándote, examinándolas todas, analizando su forma, recordando la tuya. Al cabo de un rato, el viento rejego las convirtió en pangea. Tú seguías sin aparecer. Entonces, con el ánimo de un niño que juega solo a las escondidas, resolví: Quizá, ahora, también tú has venido a ser una de esas cosas que, aun amando profundamente, ya jamás podré tener.

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Nina, me paso el día pensando en ti a ratos tengo ganas de hablarte y al final solo una pregunta queda, quedita: ¿estás sorda además de muerta?

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eres tĂş son ellos siendo a travĂŠs de ti y mamĂĄ y papĂĄ y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana

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y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana y hermana‌ Lector, continĂşa diciendo “y hermanaâ€? hasta que se agote tu aliento.

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de x. para N.

N.

A

cabo de leer tus respuestas en whatsapp y me da gusto que te estés convirtiendo en una excelente médico. No sé qué es la neumonía por Jirovechi (que podría estar contrayendo ahora mismo porque hace un frío terrible donde estoy metido), ni la pseudomoa. Mi esperanza estaba puesta en que algún día comenzaras a saber más de enfermedades que tu hipocondríaco hermano. Ese día es hoy. Estoy orgulloso. Te amo. En realidad me pongo en este correo para transcribir algo que empecé hace unos días, en un cuaderno, mientras viajaba. Mis ganas de escribirte comenzaron hace días, luego de ver una de tus publicaciones en instagram. Sentí que tenía que explicarte algo. Cuando subiste la foto de aquello que nos arrebató a mamá sentí un nudo en la garganta; primero por lo terrible de ver reducido a una masa amorfa aquello que más amaba en la vida, aquello que más me amaba en su vida, y luego, y más importante, al preguntarme por qué estabas haciendo eso. ¿Qué compartías con los otros al publicar la imagen del tumor de mamá? ¿Qué buscabas extiparte al poner eso a circular por ahí? La imagen es fea. Supongo que, en alguna medida, es bueno que lograras leer el disco de la tomografía, porque así aquello deja de ser una idea

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abstracta para tornarse algo real a lo que podemos culpar de su ausencia. (¡Qué ironía!, ¿no? Cuando F. la llamaba Bola mayor estaba casi dando un diagnóstico). Supongo que ese tumor, aunque sea en imagen, te duele tanto o más de lo que pudo dolerle a ella. A mí también me lastima, los últimos meses lo sentí creciendo dentro mío, arrebatádome todas las fuerzas, reduciéndome a nada, y a mi modo también estoy trabajando en ponerlo fuera, en extirparlo, en dárselo a los otros, en dejar que lo vean, porque yo no puedo con ello... y porque ése, sabemos, fue el error de A.: imaginar que era mejor quedarse sola. A menudo siento que yo voy por el mismo camino, y me alejo, y me voy, pero quiero decirte que te tengo siempre cerquita como la preocupación más hermosa, como el asunto más frágil, del que tengo que hacerme cargo. Y quería pedirte algo, no pienses mucho en la imagen del tumor, remplázala con la de su sonrisa hueca por los dientecitos que perdió, o por la de su nariz que no heredamos, o por la de su mano con un reloj dorado que hace mucho dejó de funcionar y que ella seguía usando porque papá se lo regaló, o la de su pelo delgadísimo malcortado por mí, o por la de tu cabeza tranquila, sin preocupaciones, recostada en su gran barriga, inconsciente de que ahí escondía algo que, como bien dices, luego se convirtió en la razón por la cual “no sabemos qué hacer con nuestras vidas.” Lo cito en plural, porque, aunque parezca lo contrario, aunque tu vivas en una isla y yo en otra, hasta en eso te acompaño. Sin embargo, hay algo en lo que estoy en desacuerdo y que debo explicar. Escribes que ése es tam-

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bién el motivo por el que me voy de viaje. Y aunque estos días lejos me han servido para lidiar con algunas de las grietas abiertas por aquél tumor, la razón por la que estoy lejos es otra. Lo cierto, para mí, es que estar lejos se ha convertido en la razón, hermanita, y eso lo decidí antes incluso de que mamá muriera. El viaje, el aislamiento, la desaparición, los he anhelado siempre. De niño fantaseaba con terminar mis días en un manicomio, o en la cárcel, o, en situaciones menos trágicas, con ser un arqueólogo que se perdía en la selva y no podía volver. Quería estar sólo, tener una relación mínima con el mundo. ¿La causa? Puede que en inicio quisiera huir de una realidad que no me gustaba y sabía inmodificable. No hablo sólo de la realidad de nuestra familia, con sus problemas y peculiaridades, sino de LA REALIDAD, así en mayúsculas, ésa de la que papá también, en su enfermedad, quería escapar, y a la que mamá renunciaba inventándose cosas que hacer, buscando gente que cuidar. La realidad no es amiga de nuestra estirpe y, para mí, eso es bueno, porque resistiendo en sus márgenes hemos obtenido más que aquellos que se rinden ante ella. Aunque duela, nuestra realidad es menos espantosa que la realidad misma. Y por eso viajo: para colocarme en una auténtica otra parte, para encontrar cosas y después perderlas, para conocer gente y luego verla desaparecer, para pensar en escribir sobre todas estas cosas y luego renunciar a esa posibilidad. Cuando viajo, cuando me ausento, cuando me vuelvo fantasma, cuando a pesar de todo eso no dejo de amarte profundamente, soy muy feliz, hermanita.

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No se trata, por decir algo, de que me guste Europa, de encuentre la vida mejor aquí que allá, donde tú estás. De hecho, los lugares que más me gustan en éste y todos los continentes son los que menos bonitos parecen, en los que menos seguro me siento, aquellos que me recuerdan a la carne viva de la vida, los que me hacen sentir que el tumor puede crecer tanto como para alcanzarme y por lo tanto me invitan a correr, rápidamente, lento, hacía otro lugar, hasta que el tumor crezca tanto que no quede opción más que arrojarse a experimentar el abismo. Pero, aunque me guste vivir así, hay algo que pesa en mi huída: tú. Hablo de pesar en un sentido literal, no sólo porque tu existencia me recuerda que yo también estoy atado a las leyes de la gravedad, sino porque, como el ancla de un barco que se avienta al mar para evitar que éste continúe su camino hacia la tormenta, tu peso y tus ataduras son una suerte de advertencia, de cuidado, para que no me arrojé ahí tan pronto. Pero también es un pesar en sentido de carga, de pena, de dolor, de un tabique que cae sobre el pecho, ante la posibilidad de que yo no devuelva tus cuidados de manera recíproca, de que no esté a la altura, de que no entiendas mis movimientos, de que no te dé lo que necesitas, de que no me digas cómo te sientes, de que no sepa siquiera cómo hacerte esa última pregunta: ¿cómo te sientes? Cuando naciste yo ya sabía lo que era pasarlo mal, y no quería lo mismo para ti, pero era también un niño que no sabía muy bien qué hacer para impedirlo. Y mira de que poco serví, unos cuantos años después, hacia el final de tu adolescencia, estabas

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ahí, solita, haciéndote ya cargo del mundo de una manera ejemplar, viviendo la vida rápido, convertida por las circunstancias en una adulta precoz... acompañada de un hermano que no para de adolescer, ambos sin saber ni cómo, ni cuándo, ni anone, hacerse de su propia vida. Papá y mamá, y muchos otros antes que ellos, murieron, probablemente, haciéndose esa misma pregunta... así que no te preocupes, no urge la respuesta. N., te amo mucho y estoy muy agradecido de tenerte al lado. Lejos o cerca: al lado. Y estoy también muy contento de que seas, para mí, y hayas sido para él y para ella, la única razón de peso de la realidad, el motivo para posponer la huída. Por eso te pido que entiendas que mi viaje, que pienso interminable, estará también marcado, siempre, por el amor que te tengo. Así que, mientras desaparezco, cuéntamelo todo sobre ti, úsame, ayúdate conmigo, enséñame a cuidarte (porque quiero ser más hermano y menos fantasma), y abrázame, fuerte, cada vez que me tengas enfrente. Con todo el amor de este mundo y de aquél en donde ellos se encuentran, x.

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Ni papá Ni mamá escriben ya con estas manos. Una vez les quité todas las palabras, las mamé las balbuceé las aprendí las robé las comí las aspiré las jugué las desperdicié las escondí las liberé las destruí hasta dejarlos calladitos tan calladitos que ni su adiós alcancé a escuchar.

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Para ser abierto por la maĂąana (2016)

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Colecciรณn Letras del Anรกhuac


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