Fiscalidad y gastos de gobierno en el Perú borbónico | 327
alamares de plata. Los contadores mayores de cuentas, superintendentes de las reales casas de moneda y directores generales de rentas reales en común o de la particular del tabaco y sus agregadas también podían usar el mismo uniforme, con la única diferencia de que debían llevar a lo largo de la casaca hasta la cartera diez alamares colocados a igual distancia, con una estrella en medio de cada alamar.52 Solo con el establecimiento de las intendencias en 1786 se ordenó que ningún oficial se instituyera comisario de guerra.53 Finalmente, las autoridades borbónicas se preocuparon por mejorar la eficiencia en el manejo de los libros de la contabilidad pública. En 1784, la Corona introdujo una innovación que buscó terminar con los vicios de la contabilidad tradicional de las cajas: el sistema de doble entrada. En teoría, la adopción de este procedimiento permitiría controlar de forma más expeditiva los ingresos y gastos de las cajas, de forma que se evitara el engorroso proceso de buscar los faltantes, los que, en última instancia, debían ser cubiertos por los oficiales reales (dentro de una partida especial conocida como alcances de cuentas); sin embargo, la implementación de una contabilidad de doble entrada requería del apoyo de los más antiguos y capacitados funcionarios de Hacienda, quienes desde el principio mostraron una actitud de desconfianza o franco rechazo al cambio y, más bien, optaron por boicotear la aplicación del nuevo sistema.
VI. La Hacienda colonial tardía (1787-1820) La repentina desaparición de José de Gálvez en 1787 marcó el punto final de la gran ola reformista borbónica en América. Casi inmediatamente después, la Secretaría de Indias fue subdividida en dos: una para cuestiones de Gracia y Justicia; y otra para Guerra, Comercio y Navegación. Eventualmente, ambas secretarías serían suprimidas en 1790, por lo que todos sus asuntos pasaron a las secretarías restantes.54 Nunca más las Indias tendrían un peso similar en los asuntos de Estado como para merecer la creación de una secretaría privativa. Sin el patronazgo de Gálvez, el visitador Escobedo debió abandonar el Perú en 1787, concluyendo abruptamente su misión. Casi inmediatamente, le fue repuesta al virrey su autoridad como superintendente general de Real Hacienda; en consecuencia, reasumió el mando supremo sobre todos los asuntos concernientes al erario y, de forma especial, la presidencia de la Junta Superior de Hacienda. Este cambio terminó por sepultar la independencia de los intendentes con respecto a la autoridad virreinal. 52. AGN, H3, Libro 900, 1789. 53. Martínez 1992: 146. 54. Corona y Armillas1984: 111.