La minería en el Perú en la época colonial tardía, 1700-1824 | 129
en bateas. La Memoria del virrey Gil de Taboada dio cuenta de la existencia de 122 quimbaletes en el país, hacia mediados de la década de 1790, momento de mayor actividad de la minería peruana colonial (como referencia comparativa podemos señalar que, hacia la misma época, las haciendas minerales de Potosí disponían de 71 cabezas de ingenio). Se trataba, pues, de una minería de tipo más artesanal que la de la plata, ya que carecía de una infraestructura fija que sí tenía la minería argentífera (como ingenios movidos por fuerza hidráulica circos de piedra para la amalgamación). La minería del cobre no alcanzó un desarrollo importante en el Perú, por depender para su aprovisionamiento del vecino reino de Chile, en cuya norteña provincia de Coquimbo comenzó a explotarse desde el siglo XVIII. Esta producción era exportada hacia el Perú, donde el cobre recibía diversos usos vinculados a la producción de ollas y pailas, así como a la fabricación de cañones.
V. La minería y el mercado colonial Existían campamentos mineros en casi toda la extensión del virreinato. El “Estado general” de 1799 menciona minas en operación en 33 de los 50 partidos que tenía el virreinato peruano, sin contar la intendencia de Puno. La mayor concentración ocurría en la sierra central (la intendencia de Tarma), donde laboraba casi la mitad de los nueve mil operarios mineros que registró el documento. Cada uno de estos asientos conformaba un ente dinamizador de la demanda mercantil en su región. La producción minera demandaba madera, velas de sebo, ruedas de piedra para los molinos, cueros que eran utilizados como envases para el transporte de los minerales o como bisagras en las máquinas, mulas y llamas para la operación de las “bajas” (el traslado de los minerales de las canchas de las bocaminas hasta los ingenios, ubicados por lo general en las riberas de los ríos y, por tanto, debajo de las minas), sal para el procedimiento de amalgamación, sogas, cedazos y combustible para diversas operaciones mineras y metalúrgicas. Todos estos insumos debían surtirse del entorno, puesto que las condiciones de transporte de la época habrían vuelto imposible (salvo para las mulas y llamas que, después de todo, podían moverse solas) su traslado desde puntos más lejanos que cien kilómetros. Un pasaje del Tratado del arreglo y reforma que conviene introducir en la Minería del Reyno del Perú, de 1791, ilustra adecuadamente aquel hecho en los términos de la propia época: No son los víveres solamente los que ocasionan la salida del caudal de los Minerales, haciéndolo circular y fertilizar las campañas. Se necesitan también en ellos otros muchos efectos como cáñamo para los cables de las minas, cebo, cueros, pólvora, etc. todos los cuales renglones y materias se compran al contado, deducidas de las