

AUn recorrido por la vida del Papa Francisco
Por: Pbro. Wilman Arley Paredes Alba, estudiante de derecho canónico en la Pontificia Universidad Lateranense (Roma)
rgentina es un país de una gran belleza, allí se pueden encontrar algunas de las montañas más altas del mundo, praderas muy extensas y cataratas majestuosas. Su capital Buenos Aires es una ciudad cosmopolita que se destaca por el estilo europeo de su arquitectura y su rica vida cultural; pero también es una ciudad de contrastes marcados donde la pobreza y la delincuencia consumen a barrios enteros.
En el siglo XX millones de habitantes llegaron a esta región en busca de una vida mejor, entre ellos se encontraba el futuro padre del Papa. Mario Bergoglio llegó desde la región piamontesa de Italia; él y su esposa se instalaron en Flores, un barrio en el que vivían muchos otros inmigrantes. Fue en este hogar donde criaron con amor a una familia de cinco hijos.
cerdote”, estas son las palabras con las que años después describiría ese momento.
Cuando sintió la llamada al sacerdocio, Bergoglio estaba graduándose de técnico químico. Poco después entró en la Compañía de Jesús, su convicción como un joven seminarista jesuita se fortaleció cuando su vida se vio amenazada por una neumonía que le provocó la pérdida de parte de uno de sus pulmones.
En 1969 fue ordenado sacerdote y el 22 de abril de 1973 tomó sus últimos votos como jesuita luego de más de 15 años de formación. Entre los años 1973 y 1979 fue el Superior Provincial de los jesuitas en Argentina. Durante estos años como Superior y luego como rector de teología y filosofía en el Colegio Máximo de San José se revelarían la per sonalidad y la capacidad de liderazgo del futuro Papa.
“cuando ya olvidamos a los hermanos que están sufriendo, ya sembramos una semilla de violencia”.
El joven Bergoglio que asistió a una escuela pública era muy amante del tango, sus pasiones predilectas fueron Carlos Gardel y Ada Falcón. Esta pasión solo tenía parangón con su amor por san Lorenzo de Almagro, el equipo de fútbol porteño que admiraba.
Una tarde, inesperadamente descubrió las semillas de la vocación religiosa, en la Basílica de San José de Flores donde sintió que Dios lo estaba buscando. Cuenta que él iba a ir a una excursión con sus amigos, pero antes de eso pasó por la iglesia a confesarse y en ese momento experimentó la llamada del Señor y no salió ya con sus amigos: “Después de la confesión sentí que algo había cambiado, ya no era el mismo. Había oído justamente como una voz, una llamada, estaba convencido de que tenía que ser sa-
En 1986, Bergoglio viajó a Alemania para profun dizar sus estudios teoló gicos y cuando regresó a Argentina fue enviado a Córdoba donde sirvió con humildad a la comunidad jesuita como confesor y director espi ritual. Nadie pensaba que él ocuparía un lugar importante en la Iglesia, pero su humil dad llamó la atención del cardenal Antonio Quarracino de Buenos Aires y el 20 de mayo de 1992 el Papa Juan Pablo II lo designó como obispo titular de la dióce sis de Oca y Auxiliar de Buenos Aires.
Cinco años después sería arzobispo y líder espiritual de la ciudad que amaba, Buenos Aires, allí él mismo atendía el teléfono, re corría las calles, viajaba
en el metro encontrándose y entendiendo lo que la gente vivía. Más de cuatro décadas después de que entró por primera vez al seminario, el entonces arzobispo fue creado cardenal por el Papa Juan Pablo II, en la Plaza de San Pedro, era el año 2001.
En ese año la economía de Argentina estaba en crisis: devaluación, altos niveles de desempleo, un gobierno derrocado, disturbios en las calles. Para el nuevo cardenal su tarea era la de proteger a los inocentes y reconfortar a los que sufrían, así lo afirmó en uno de sus discursos: “cuando ya olvidamos a los hermanos que están sufriendo, ya sembramos una semilla de violencia”.
extendió más allá de Buenos Aires. Cuando Benedicto XVI fue a Aparecida (Brasil), él estuvo a cargo de redactar uno de los documentos más importantes de la Iglesia en el nuevo mundo, el Documento de Aparecida, exponiendo en este escrito el mensaje importante de una manera sencilla y actual.
Bergoglio fue criado por su abuela materna y el gran amor que le tuvo influyó notablemente en su preocupación por el cuidado de los ancianos y los moribundos, a quienes la sociedad no debe olvidar, ni desatender. Su figura como un hombre lleno de amor y compasión por los menos privilegiados se evidenciaba en la


EPor: Mons. Óscar Urbina Ortega, arzobispo emérito de Villavicencio.
l Papa Francisco visitó tierras colombianas en el año 2017, desde el día 6 al 10 de septiembre en un recorrido cuya lema fue “Demos el primer paso”, que pretendía expresar que debemos ser los primeros para amar, tender puentes y crear fraternidad. Una vez llegado al Aeropuerto Militar Catam en Bogotá, expresó que venía siguiendo las huellas de sus recordados predecesores, San Pablo VI y San Juan Pablo II.
En la mañana del jueves 7 de septiembre visitó a las autoridades civiles presididas por el Presidente de la República, Juan Manuel Santos Calderón, invitados especiales y una gran multitud de gente que le esperaba con mucho anhelo de recibir su bendición. Al dirigirse a los presentes, el Papa tomó las palabras del escudo “Libertad y Orden” para expresar que es necesario valorar la libertad y proteger la ley, además de manifestar que su visita se presenta como un aliciente y un aporte que allane el camino hacia la reconciliación y la paz.
Una vez llegado a la puerta de la Catedral Primada de Colombia, lo acogió el alcalde de Bogotá y le entregó las llaves de la ciudad, para luego ingresar a este bello tempo en el que fue acogido por el Cardenal Rubén Salazar Gómez, el Capítulo Metropolitano y un grupo de fieles que estaban junto al lienzo de la Virgen de Chiquinquirá, traída desde el santuario. Allí dijo a los presentes que Dios renovó el rostro de su madre

VISITA DEL PAPA A COLOMBIA

para que siga iluminando la Iglesia.
Posteriormente, en la plaza de Bolívar abarrotada de jóvenes de todo el país, les expresó, desde el balcón del Palacio Arzobispal, que ellos son los que estimulan los grandes desafíos, los jóvenes son la esperanza de Colombia. Luego, en el mismo lugar se encontró con los obispos del país para insistir en dar el primer paso, el mismo que Dios dio luego de una larga preparación en el Antiguo Testamento, y ese paso que es Jesús es irreversible, es una brújula que no les conviene perderse. Continuó diciendo que “La oración en la vida del obispo es la sabia vital que pasa por la vid sin la cual el sarmiento se marchita, las heridas de la diaria batalla con Dios los hará capaces de curar. Les recomiendo vigilar, no solo personal sino colegialmente, dóciles al Espíritu Santo sobre este permanente punto de partida”… “Siento el deber de animarlos, sean libres para anunciar la palabra reconciliación, de los labios de ustedes pastores legítimos, Colombia debe ser interpelada, no se sirvan de un concepto de hombre, sino la persona humana, amada por Dios y encarnada en Jesucristo. Les pido serenidad y creer en la humildad de la semilla de Dios, fiarse de la potencia escondida en la levadura”.
Ese mismo día, se dirigió a la Nunciatura Apostólica para reunirse con el comité directivo del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y compartirles que “solo una Iglesia esposa, madre y sierva que renuncia a la pretensión de controlar lo que no es su obra, puede permanecer con Jesús aun cuando su nido y su resguardo es
la cruz”… “La esperanza de América Latina pasa por el corazón, la mente y los brazos de los laicos, si queremos servir hagámoslo con pasión, la de un joven enamorado, o la de un anciano sabio que transforme las ideas en utopías viables, como Toribio de Mogrovejo que, desde los 24 años de episcopado, 18 los dedicó a los pueblos de su Diócesis”.
El día jueves terminó en el parque Simón Bolívar, con la celebración de la Sagrada Eucaristía en la que se proclamó el Evangelio de la pesca, donde Jesús le pide a Pedro navegar mar adentro. Allí expresó que “echar las redes entraña responsabilidad, en Bogotá y en Colombia peregrina una inmensa comunidad que está llamada a convertirse en una red vigorosa que congregue a todos en la unidad, trabajando en la defensa y el cuidado de la vida humana, particularmente cuando es más frágil y vulnerable”.
Al día siguiente, viernes 8 de septiembre, llegó hasta Villavicencio, en el día de la Natividad de la Virgen y en la celebración de la Santa Misa en el

Visita Franciscodel a
complejo ganadero Catama beatificó a dos mártires colombianos: a monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, Obispo de Arauca, y el sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, mártir de armero, como un signo y expresión de un pueblo que quiere salir del pantano de la violencia y el rencor. En la homilía dejó un llamado a la esperanza y a la reconciliación: “basta una persona buena para que haya esperanza” y “todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación será un fracaso”. Además dijo que la Santísima Virgen María “que proyecta su luz sobre nosotros, así como se irradia la mansa luz del amanecer sobre la extensa llanura colombiana como bellísimo paisaje del que Villavicencio es su puerta, supo ser transparencia de la luz de Dios y reflejo los destellos de esa luz en su casa que compartió con José y Jesús, y también en su pueblo, su nación y en esa casa común a toda la humanidad que es su creación”.
En las hora de la tarde, en el Parque Las Malocas, se dio el encuentro de para aprender a los pies del Crucificado de Bojayá la fuerza del perdón y

EL LEGADO TEOLÓGICO
“ha recibido «la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino»” (LG 5).
4. Una Iglesia en salida misionera: La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. “«Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo” (EG 24).

indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones. (14)
“Si todo nuestro cristianismo no nos lleva a la misericordia, hemos tomado el camino equivocado, porque la misericordia es la única meta verdadera de todo camino espiritual”.
5. Cuidar y proteger la Casa Común: no es solo un discurso sino volver a lo esencial de la vida. La Casa Común, el mundo la casa de todos, en donde la vida se manifiesta y existe. En la encíclica Laudato Si’, manifestó: “Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la
6. La familia participación del amor de Dios: «Jesús, que reconcilió cada cosa en sí misma, volvió a llevar el matrimonio y la familia a su forma original (cf. Mc 10,1-12). La familia y el matrimonio fueron redimidos por Cristo (cf. Ef 5,21-32), restaurados a imagen de la Santísima Trinidad, misterio del que brota todo amor verdadero. La alianza esponsal, inaugurada en la creación y revelada en la historia de la salvación, recibe la plena revelación de su significado en Cristo y en su Iglesia. De Cristo, mediante la Iglesia, el matrimonio y la familia reciben la gracia necesaria para testimoniar el amor de Dios y vivir la vida de comunión. El Evangelio de la familia atraviesa la historia del mundo, desde la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26-27) hasta el cumplimiento del misterio de la Alianza en Cristo al final de los siglos con las bodas del Cordero (cf. Ap 19,9) (AL 64).
Entre tantas cosas, el Papa Francisco en su ministerio pastoral al frente de la Iglesia, recordó con su tes-
de los demás y que no se queda encerrada. Una Iglesia que proclama con palabras sencillas el misterio de Dios.
Una Iglesia que proclama la alegría del Evangelio y a no “tener cara de Cuaresma sin Pascua”. Es decir, el cristiano tiene que renovar la esperanza -en ocasiones, tantas veces al día- porque “Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos”. El pesimismo no es cristiano. Quien se entrega a Dios por amor será fecundo.
timonio lo que está escrita en tanto libros, de ser una Iglesia pobre para los pobres, una Iglesia que comprende el misterio de Dios cuando camina con los más necesitados, una Iglesia que sale al encuentro
La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.

EL PAPA Y LA PANDEMIA
Una imagen que queda para la historia
El 27 de marzo de 2020, el mundo contempló una escena impactante: la Plaza de San Pedro vacía, bajo la lluvia, con el Papa Francisco caminando solo por la escalinata de la basílica, antes de elevar una oración ante el Cristo de San Marcelo y el cuadro de la Virgen Salus Populi Romani. “Nadie se salva solo”, afirmó, recordando que todos estamos en la misma barca, golpeados por la tempestad del COVID-19. La bendición Urbi et Orbi fue un momento extraordinario de esperanza, seguido por millones a través de los medios de comunicación.
Desde el inicio de la crisis sanitaria, el Papa Francisco hizo un llamado a la solidaridad y la fraternidad. En sus repetidos mensajes insistía en que la Pandemia no solo era un desafío sanitario, sino también un llamado a la conversión social y económica. En su encíclica Fratelli tutti, publicada en octubre de 2020, advirtió que la crisis había revelado nuestras falsas seguridades y la fragmentación de la humanidad, destacando la necesidad de actuar juntos: “Nadie se salva solo, nos salvamos únicamente juntos, remando hacia la misma orilla”
Además, el Papa insistía en una Iglesia “en salida”, que no debía quedarse encerrada en los templos, sino salir al encuentro de los más necesitados. En ese espíritu, la Santa Sede promovía diversas iniciativas de ayuda a los afectados por la pandemia, como el Fondo de Emergencia del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y la Comisión Vaticana COVID-19. Estos esfuerzos no solo buscaban aliviar el sufrimiento inmediato, sino también propiciar la transformación de los corazones, las mentes y las estructuras hacia un nuevo modelo de desarrollo que preparara un futuro mejor para todos.
En esos días, el Papa dirigió su mirada especialmente a los enfermos, los

ancianos, los marginados y los vulnerables, señalando que la pandemia había desnudado las desigualdades sociales y económicas del mundo. En repetidas ocasiones denunció la “cultura del descarte”, evidenciada en la falta de acceso a la atención médica para muchas personas. En ese sentido, criticó la especulación con las vacunas y la falta de una distribución equitativa, llamando a una respuesta global y justa.
De otra parte, el Pontífice destacó
“Diariamente presenciamos el testimonio de valentía y sacrificio de los agentes sanitarios, ... quienes con profesionalidad, sacrificio, responsabilidad y amor por los demás ayudan a las personas afectadas por el virus”.
las enfermeras y enfermeros, quienes con profesionalidad, sacrificio, responsabilidad y amor por los demás ayudan a las personas afectadas por el virus, incluso poniendo en riesgo su propia salud. Prueba de ello es el hecho de que, desgraciadamente, un elevado número de agentes sanitarios han muerto al cumplir fielmente con su servicio”.
En varias de sus intervenciones, el Papa destacó que la pandemia debía representar un punto de inflexión para la humanidad. Subrayó que “la pandemia es una crisis; no se sale igual de ella, ni mejor ni peor”, y advirtió que el mundo no podía volver a la “normalidad” si esto significaba perpetuar la injusticia social y la degradación del medioambiente. Señaló, además, que la crisis sanitaria evidenció “la difícil situación de los pobres y la profunda desigualdad existente en el mundo. Aunque el virus no distingue entre personas, su impacto ha sido devastador, acentuando las desigualdades y la discriminación”. Ante esta realidad, el Papa hizo un llamado a no permanecer indiferentes. Asimismo, condenó el gasto en armamento en medio de una crisis sanitaria mundial, enfatizando la necesidad de priorizar la cura de la vida humana sobre los intereses económicos o políticos.
la labor del personal sanitario, a quienes definió como “santos de la puerta de al lado”, reconociendo su entrega y sacrificio. Definió la imagen de la Iglesia como un ‘hospital de campaña’. Y alentó a médicos, enfermeros y voluntarios a seguir adelante con su vocación de servicio: “Hemos redescubierto la importancia del rol del personal de enfermería, así como el de partería. Diariamente presenciamos el testimonio de valentía y sacrificio de los agentes sanitarios, en particular de
La oración del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro es, aún hoy, un símbolo de esperanza. En aquel discurso evocó la imagen evangélica de la tempestad calmada por Jesús, narrada por San Marcos (4,35-41), invitando a todo cristiano a no dejarse paralizar por el miedo y a confiar en la fuerza de la fe y la fraternidad. “Señor, no nos abandones”, suplicó el Papa en esa noche lluviosa, mientras el sonido de las campanas y las sirenas de ambulancias marcaban el ambiente de Roma. Su bendición Urbi et Orbi, generalmente reservada para la Navidad y la Pascua, ofreció indulgencia plenaria a millones de fieles confinados en sus hogares.