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El tiro por la culata
a acusaciones y de a poco la innombrable pandemia se evaporó para darle paso a males peores: a la división, al juego protagónico y mediático como si un país fuera una feria de quinta categoría, donde todos vamos asumiendo el derecho de expresarnos del vecino como nos venga en gana y no medir las consecuencias.
Nuestros gobernantes deben mirarse el espejo: los que están, los que ya no están, los que aspiran a estar, todos deben tener un pañito aseado, no maquillarse, pasarlo por el vidrio y confrontar lo que es su reflejo y luego, ahí sí, enfocarse dentro de esas realidades a dirigir, no a estropear, parar y como lo escribíamos al inicio, no tirar al traste lo que se ha edificado, lo que se ha conseguido.
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Una pandemia es verdad, nos abrió los ojos. Nos enseñó a valorar, a amar, a perdonar, a luchar, a continuar, más no a doblegarnos.
Con la fe intacta, con el respeto como orientación primordial, sigamos saliendo adelante y con la plena convicción de que, tiempos mejores vendrán.
La aparente uniformidad relacionada con ciertos aspectos ideológicos, lejos de incorporar acuerdos programáticos, enseña el grado de corrupción e insolencia de la clase política tradicional y de aquellos que en la actualidad se hacen nombrar ‘las nuevas caras del congreso’. Este falso flete carece de originalidad, puesto que pusieron en práctica los esquemas de negociación de coimas traicionando a los votantes por un plato de lentejas. Ellos son los culpables de ensuciar, aún más, la dignidad del poder legislativo. De ningún modo, hay motivo para andar regocijándose con las mieles del triunfo electoral que, a todas luces, no fue avasallador como ahora llueven alborotos.
El llamado Pacto Histórico recurre a la nociva politiquería, a los lugares comunes y a posicionar afirmaciones sin ningún grado de sustento probable, debido a que no cuenta con la representación mayoritaria ni el favor popular. Los primeros treinta días del mandato de Petro han producido el más alto grado de incertidumbre de las últimas tres décadas; gracias a los vaivenes y a los constantes desaciertos de un supuesto cambio sin norte ni organización.
El espejo retrovisor sirve a medida que unas personas descubren el truco de escupir para arriba y hablar por demás; a tal punto que la fuerza de los acontecimientos demuestra las equivocaciones y la frenética idea de lanzarse al vacío de poner en marcha políticas en contra de la estabilidad económica, el deber ser de un gobierno democrático y el sustento constitucional de las propuestas que atentan contra las libertades de distinta índole.
Es elemental no confundir la pericia de un tegua con el conocimiento de la dirección y el manejo del país. Petro es muy bueno para lo malo y pésimo para ejecutar el noble propósito del bienestar integral de la nación. Durante treinta años lanzó dardos envenenados, delinquió, amenazó la estabilidad institucional, incentivó las asonadas, cuestionó los acuerdos políticos, pactó con el narcotráfico, acusó al gobierno de turno de ser el culpable de las matanzas y de la aniquilación de los líderes sociales; calificó de inaudito el alza de la gasolina y la falta de control de la inflación; fustigó la independencia de la Junta del Banco de la República y las directrices sobre el control de la devaluación del peso frente al dólar; diseñó el adoctrinamiento de los dirigentes sindicales y movilizó a los jóvenes con la intención de destruir el Estado de derecho; invitó a la desobediencia civil y a la oposición cuatrera; rotuló la conjeturada violación de los derechos humanos de los disidentes de las Farc y ensalzó el régimen venezolano; amenazó con expropiar y estimuló la invasión de predios de la empresas azucareras; promovió el odio y la lucha de clases; descalificó la emergencia sanitaria a causa del COVID y el plan de vacunación; entre un sinfín de comportamientos intransigentes e inhumanos que, hoy, pretende tapar la boca a base de disculpas retóricas.
En el ámbito de las hipótesis de trabajo, el presidente Gustavo Petro, elaboró anticipadamente el modelo sistemático de actuación pública con miras disponer de su propia guardia de corps; es decir, un cuerpo parlamentario robusto conformado por áulicos de varias tendencias; y una unidad armada posiblemente suplida por exguerrilleros, exparamilitares, miembros de organizaciones armadas, sicarios y delincuentes de desiguales especies, dispuestos a actuar al estilo de los colectivos venezolanos, con tal de defender los nuevos privilegios y las sabrosas subvenciones que ofrece el actual gobierno. Otra posible trampa de lo que él llama ‘paz total’. ¡Ojo! Que el tiro le puede salir por la culata.
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