Pérgola de humo número 01, año 1, octubre-diciembre 2019

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PÉRGOLA DE HUMO REVISTA LITERARIA Año 1/ número 1 Octubre-diciembre 2019

Miembros del equipo editorial* Coordinadora general

Tania Rivera Responsables de selección/ poesía

Edgar Paredes Ornelas Gerardo Ronzón*

REDES SOCIALES FB @pergolaDhumo Instagram @PérgolaDeHumo Correo electrónico: pergoladehumo@hotmail.com

Los señores de Pérgola de humo queremos agradecer especialmente a Vania Montan por su apoyo en la edición de este proyecto, pues sin su ayuda esto no hubiera sido posible. También agradecemos a Arantxa Garrido por la portada, a los artistas plásticos que nos compartieron sus trabajos, a nuestros colaboradores y al Mtro. José Luis por apoyar este proyecto desde sus inicios.

Responsables de selección/narrativa

Alejandra Zuccolotto Tania Rivera Consultores externos

Evaluna Pereyra Eufrasio Daniela de la Fuente Karla Linaldi Mtro. José Luis Martínez Suárez Edición

Vania Montan Imagen de portada

Arantxa Garrido

Registrado bajo licencia Creative Commons.

<a rel=”license” href=”http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/”><img alt=”Creative Commons License” style=”border-width:0” src=”https://i.creativecommons.org/l/by-nc-sa/4.0/88x31.png” /></a><br />This work is licensed under a <a rel=”license” href=”http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/”>Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0 International License</a>. Se permite su reproducción total o parcial citando la fuente.

Dossier

Mathew Brooks Abraham Calvario Osman Fonseca Arantxa Garrido Jorge Medina Alejandro Moctezuma Adyse Ortega

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ÍNDICE

• PRESENTACIÓN • ARTÍCULOS “Traducción: Proceso de re-producción” Evaluna Pereyra Eufrasio • NARRATIVA “Luz roja” Karla Camacho Linaldi “El mundo del amor” Gabriela Herrera González “Catrina” Tania Rivera • DOSSIER “OBITUARIOS DE ARTISTAS DESESPERADOS” Comentario Alejandra Zuccolotto • POESÍA “Amé”, “Ojos de leche” Daniela de la Fuente “Dos poemas” Edgar Humberto Paredes “El rosicler de tus palmas sobre la piel serena del cierzo” Gerardo Ronzón • RESEÑA “Expedición a la esfera oscura” Lorenzo Bysshe Shelley Larenas “La ciudad reposa en torno. Palabras liminares a Ciudades aprehendidas y otros apegos. Ensayo literario joven en México” José Miguel Barajas • TRADUCCIÓN “Me encantas”, “Miedo a la poesía” Amado Peña • POÉTICA ASTRAL

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PRESENTACIÓN

«Siempre que un grupo de jóvenes escritores se juntan, quieren modificar al mundo, quieren llegar al cielo, quieren defender el infierno, y lo único que se les ocurre es fundar una revista…»

—Octavio Paz.

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l escritor francés Albert Camus dijo en su discurso de aceptación del Premio Nobel en 1957 que “indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga”. Los miembros del comité editorial de esta revista aún no saben cuál es el papel de su generación en este mundo. Por fortuna no somos tan ingenuo para creer que salvaremos al planeta con literatura --menos aún con la nuestra--, pero confiamos firmemente en que la presencia de ésta hace que el mundo sea más habitable, más luminoso. Este primer número ha sido todo un viaje, un experimento, el tránsito de unas ideas apuntadas en un café con los amigos a un trabajo serio. Evidentemente, este camino no ha estado exento de tropiezos y no pedimos misericordia por éstos; por el contrario, agradecemos la confianza que los colaboradores de esta revista han tenido en este proyecto desde sus inicios, a pesar de lo irrealizable que nos pareció por momentos. Aventurar el resultado es tarea de nuestros lectores, y estamos conscientes de que pedir que no sean duros con nosotros sería impedir el crecimiento de los neófitos escritores que componen este número en su mayoría, pero tengan presente que lo intentamos todo y eso ya nos parece un logro. Finalmente, sirvan estas líneas para reiterar la apertura de las puertas de esta publicación a todo aquel que, como nosotros, quiera modificar el mundo, llegar al cielo y defender el infierno. Los señores de Pérgola de humo.

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Alejandro Moctezuma


ARTíCULO

Traducción:

Proceso de re-producción Evaluna Pereyra Eufrasio* A mí lo que me interesa es la posibilidad de hacer reversible el proceso por el que la energía del poeta se concentra en el poema.

Salvador, Elizondo

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l diálogo debe tener una condición intrínseca al ser, sirve como un hilo forjador de lazos entre los hombres, comulgar y comunicar provienen de la misma fuente: comunicare. El diálogo no es posible sin la existencia del otro: así entender su realidad funciona para delimitar la identidad propia, definirnos por lo que no somos a través de aquello que reconocemos y desconocemos. La traducción participa en este proceso como un catalizador o un mediador para develar las particularidades de las naturalezas distintas: la traducción nos permite comulgar, comunicar. ¿Pero acaso en eso reside su esencia? Walter Benjamin en el principio de su ensayo “La tarea del traductor” problematiza la función de la traducción: pretende determinar si su valor esencial recae en su tarea de acercamiento al receptor o, por el contrario, al considerarse como una “reproducción” debe mantenerse fiel al principio del texto original. Así a lo largo del ensayo realiza una serie de discrepancias en torno a tal cuestión, las cuales sirven como soporte para mi reflexión. Determinar el principio estético de una obra literaria requiere remontarnos a las reflexiones del Círculo de Praga sobre la naturaleza de su materia prima: el lenguaje; Jakobson pone en evidencia un hecho: la conformación de las estructuras enunciativas se dará según la finalidad comunicativa dominante, es decir que el tejido de un mensaje se devela a partir de un para, que a su vez determina el cómo. Siguiendo esta línea, la literatura tiene como función predominante la función poética; ésta fija al mensaje como finalidad1 , el cómo deberá establecerse del mensaje por el mensaje mismo: el propósito es llevar al lenguaje a una sublimación, a una explosión creada a través del juego con la disposición y ordenamiento de las palabras. Conviene preguntarse entonces ¿cuál es la función comunicativa que domina en la traducción, y sobre todo en la traducción de literatura? Traducción es acercamiento, es el intento por asir y entregar una realidad ajena, traducir requiere de un principio de transformación, siempre llevando implícito en su quehacer un otro: otro sistema, otra cultura, otro receptor. Otro apenas perceptible en el acto de creación, por ende quizá convenga tacharlo de poseer una naturaleza egoísta; la diferencia esencial reside, entonces, en el origen del camino: en el por qué. Sin embargo como menciona Paz (1971), si el acto creador debe 1 Desentrañando la función estética se dilucida que el código debe manifestarse de forma poco habitual vulnerando las expectativas del destinatario en distintos niveles, es decir oscurecer la forma para causar un extrañamiento o desautomatización de la aprehensión del objeto (cf. Shklovski, 1928).

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ARTíCULO

considerarse como un camino de ida, la traducción bien puede valer como un camino de vuelta, de vuelta a la fuente: al objeto estético. Y desde ahí trasciende, tal como si fuese casi una tarea prometeíca, una vez conocida la fuente el traductor se apropia de ella, la transforma para poder entregarla. Comprensión y producción: ejes sobre los que se construye la traducción. El primero necesita de una potencia interpretativa, el segundo de una creativa. En la obra Traducción y traductología se distingue al traductor general del traductor literario: la tarea aunque en esencia no sea diferente, sí lo es la naturaleza de los aspectos que atienden. Para traducir es necesario conocer la lengua, la cultura, la época: códigos indivisibles de todo acto comunicativo; para traducir literatura se deben tomar en cuenta a los paradigmas estéticos como una serie de códigos2 adicionales cuyo desdoblamiento y traslación de un sistema a otro (de una lengua a otra), necesitan un traductor que cuente con competencias adicionales concernientes al quehacer literario: dominio de figuras retóricas, conocimiento de los valores fonéticos así como tener en cuenta su relevancia en un nivel semántico, por otra parte debe saber los subcódigos que configuran los géneros literarios. ¿Es entonces la traducción, y en específico la traducción literaria un acto comunicativo centrado en los códigos? Teorías modernas3 apuntan que esto puede ser cierto, pues mantienen que la especificidad de la traducción recae en la traslación de mensajes entre sistemas de códigos, por ello no es imposible hablar de una traducción intrasemiótica en la que la naturaleza del lenguaje emisor y receptor no es la misma. Sin embargo al reflexionar un poco más las lenguas tampoco deberían considerarse como sistemas iguales. En ese sentido hago hincapié en la importancia de una cooperación interpretativa con el texto en el momento de traducir, es decir esta tarea requiere una inmersión completa en los códigos fuente para llegar a externarlos en un sistema de naturaleza, análoga pero, distinta. Considero entonces que la función dominante sea la metalingüística pues concierne a la reflexión de los códigos, el traductor se empapa de un código ajeno y lo define a partir de otro con características análogas, es decir a través del intercambio de términos y principios configuradores: búsqueda de equivalencias, recuperación de sentido y formas.

2 “Vamos a llamar propiamente código a la regla que asocia los elementos de un s-código a los elementos de otro o más s-códigos.” (Eco, 1976) 3 cf. Traducción y traductología p. 45

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ARTíCULO

No obstante la traducción no permanece ahí, fluye hasta convertirse en un producto distinto: la metamorfosis sucede en búsqueda de una no dependencia, así se convierte en un objeto hecho a imagen y semejanza del original, aunque jamás igual, pues una vez identificados y reconstruidos los códigos ausentes para transformarlos en una materia distinta, el traductor tendrá que renunciar a la recuperación de una totalidad original, o recordando la reflexión de Walter Bejamin, el traductor deberá rescatar la esencia original. Ante esto considero prudente, añadir que no debe perderse de mira el valor “esencial” de la traducción, para ello rescato palabras de Traducción y traductología: Se traduce porque las lenguas y las culturas son diferentes; la razón de ser de la traducción es, pues, la diferencia lingüística y cultural. Se traduce para comunicar, para traspasar la barrera de incomunicación debida a esa diferencia lingüística y cultural; la traducción tiene pues una finalidad comunicativa. Se traduce para alguien que no conoce la lengua y generalmente tampoco la cultura. La traducción debe regirse por dos principios: el propio y el ajeno, ya que entre ambos determinarán su forma. Aunque Benjamin también insiste en negar el valor del contenido: “Su esencia [la de la obra literaria] no es informativa, ni es un mensaje. Sin embargo, aquella, traducción que sobre algo se propone informar no podría comunicar sino información, es decir, lo no esencial.” el sentido y la forma conforman una unidad atómica: un principio indivisible. Procurar rescatar el qué y el cómo: tarea ideal. No es fortuito contar con el término de lector ideal como aquel capaz de asir la integridad de un texto; el traductor primero deberá ser un lector ideal capaz de vislumbrar relaciones in ausentia, para después reconstruirlas con una materia prima de naturaleza distinta: la traducción se convierte en una tarea de re-construcción, re-creación, re-producción, cada re marca un acto de repetición, de intensificación, de un movimiento en sentido contrario. La traducción es una re producción: proceso llevado a cabo dos veces desde un sentido contrario; como producto también se trata de una reproducción en el sentido de copia, sin embargo se trata de una “copia” que abandona a la original para explotarse a sí misma, en especial tratándose de una traducción literaria pues deberá tomar en cuenta la función poética del original para tomar una forma análoga.

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Referencias

Jakobson, R. (1988) Lingüística y poética. Madrid, España: Cátedra.

ARTíCULO

Eco, U. (2005). Tratado de semiótica general. (C Manzano trad.). México, México: De bolsillo. (Publicación original 1976)

Hurtado, A. (2001) Traducción y traductología: introducción a la traductología. Madrid, España: Cátedra Lingüística. Walter, B. (1996) “La tarea del traductor” en López, D. (Ed.) Teorías de la traducción: antología de textos. Toledo, España: Universidad de Castilla-La Mancha Paz, Octavio (1999) “Poesía de comunión y soledad” en Miscelánea Obras completas t.13. México: Círculo de Lectores/FCE. __________ (1971) Traducción: Literatura y literalidad. Barcelona, España: Tusquets Todorov, Tzvetan. (2004) Poética estructuralista, trad. Ricardo Pochtar. Buenos Aires, Argentina: Losada.

Evaluna Pereyra Eufrasio. Es estudiante de séptimo semestre de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Veracruzana.

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Admyse Ortega


Karla Camacho Linaldi* Querida Lucy,

NARRATIVA

Luz roja

A ti no te puedo mentir. Te escribo para confesarte que he vuelto a soñar con él, después de todo el tiempo que ha pasado, he vuelto a quedarme dormida pensándole y te pido que me perdones por ello, porque me ha ganado la idea (y las ganas también), de verle, aunque sólo fuese en sueños. ¡Y lo he logrado, Lucy! Lo he logrado y me arrepiento. Me arrepiento de haberle abierto la puerta de mis sueños, ahora veo cuánta razón tenías en tu última carta, porque ahora no deja de pasearse por mis pensamientos, tanto, que siento que he vuelto al principio, a ese dolor de haberle visto cruzar la puerta para dejarme y no volver. He llegado a pensar que me estoy volviendo una loca, querida Lucy,

¿será así?

Y es que imagino, que cuando él se va a la cama por las noches, en los brazos de otra mujer, es ahí cuando yo me despierto presa del insomnio; seguramente porque aún estamos conectados, ¿No es así, Lucy? Dime qué es así. Yo te juro que he seguido todos tus consejos al pie de la letra, pero ya nada parece funcionar: si bien ya no le pienso durante el día y pongo atención en mi arreglo personal, aunque me vaya a dormir temprano, ya da lo mismo, igual le pienso por las noches, entre el silencio de mi habitación y el poco confort de la cama. Su fantasma ha vuelto, Lucy. ¡Ha vuelto! Vuelve cuando le he olvidado, un poquito más con el paso de los días, y es que algo de mí siempre necesita de él por más que yo lo niegue. Ya no sé si es él alimentándose de mí, o si soy yo la que no encuentra alimento que me llene tanto o más que su recuerdo. Estoy tan segura de que Pérgola de Humo 13


NARRATIVA

su presencia ha regresado a casa; que algunas veces lo llamo y contesta. Otras, no se aparece por aquí por más que yo lo intente, así que sólo sigo con mi día: con la tienda, la casa, los niños, con todo lo que tú me has dicho. Anoche, me recosté sobre la cama y cerré los ojos, pasaron algunos minutos y me pareció que al fin pude conciliar el sueño, pero no fue así sólo he conseguido abrirle la puerta a su fantasma, que termina por colarse en la misma pesadilla de todas las noches. Él, Él ahí parado junto a la orilla de la cama, mirándome con esos ojos color miel en los que tanto disfrutaba perderme. Su cabello revuelto, su figura fuerte, más robusta, ahora me parece escalofriante y me hace pensar lo peor. Lleva una playera blanca, poco blanca, seguro se la regalé yo ¿Por qué sólo se queda ahí, Lucy? ¿Qué quiere? ¿Qué quieres? Cierro los ojos para dejar de mirarlo mirarme, y no funciona. Aún lo veo a través del cansancio de mis párpados, lo veo caminar hacia mí con los puños firmes y yo ya no quiero; ya no quiero aunque aún lo quiero, Lucy. Intenté levantarme de la cama y no podía moverme, ¿Recuerdas cómo la abuela nos contaba esas pesadillas que la hacían sentir que se le había subido un muerto al cuerpo? Pues es eso lo que yo sentí, Lucy. Es lo que yo sentí Eran como hormigas subiéndome por las piernas y caminando hasta mi cabeza. Me cubrían toda dejándome intempestiva, inconsciente, ¡Y sin poder moverme! sólo mirándolo mirarme. ¡Y sin poder abrazarle!

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¡Aun estando despierta!

¿Te lo imaginas, Lucy? Yo caminando por la avenida principal como todos los días a la misma hora. La luz roja del semáforo se ha puesto a mi favor, tengo que cruzar la calle, pero otra vez aquel ciclista se detiene a mi lado y yo lo miré esta vez, Lucy. Lo miré porque son tan parecidos, yo estaba tan segura de que era él; eran sus brazos, su cabello revuelto y su figura fuerte, más robusta.

NARRATIVA

¡Y es que me muero de ganas, Lucy! Me muero de ganas. Qué ganas de decirle que le he extrañado y decirle que... que a veces sueño con él aun estando despierta,

Sentí por fin, que después de tanto tiempo, y todo porque la luz roja del semáforo se había puesto a mi favor, lo tenía tan cerca, de nuevo cerca. Yo debí avanzar, Lucy. Debí cruzar la calle y seguir con mi camino. Ocuparme de mi vida, la tienda, la casa, los niños, todo lo que tú me has dicho. ¡Y es que tú lo has dicho! No pude. No lo hice, y otra vez ese hormigueo subiéndome por las piernas, caminando hasta mi cabeza cubriéndome toda. Yo estaba de pie, Lucy, estaba despierta. No podía moverme, no podía hablarle o abrazarle, y me moría de ganas. ¡Me moría de ganas! Qué ganas de gritarle que lo he extrañado. Me consumió la idea de quitarle la armadura de poliestireno que le cubría el rostro y de darle un beso, Lucy ¡Darle un beso! Darle un beso a un extraño, ¿te lo imaginas? Y es que a él yo le he dado un beso la primera vez que nos vimos, cuando éramos unos extraños, ¡Pero no me importó! ¡Y a él tampoco! No me hubiera importado quitarme la ropa en el semáforo, dejarlo arrancarme con los dientes el sostén y entregarme a él ahí en la tierra fría como lo hice la primera vez, pero si tan sólo pudiera estar segura de que me recibirá en sus brazos, abiertos, a flor de piel como mis jodidos sentimientos. Lo veo diciéndome que nunca debió irse, que nunca debió dejarme porque yo fui Pérgola de Humo 15


NARRATIVA

la única mujer en su vida, ¡porque sí lo fui! ¡Porque lo soy! ¿Verdad que lo soy, Lucy? ¿Verdad que sí? Pero no lo hice. Nada de eso, claro que no, no podía moverme. ¿Ahora me entiendes? ¡Ay, Lucy! Cuando ha cambiado la luz del semáforo, a su favor el ciclista se ha ido y yo me quedé ahí. No pude cruzar la calle. ¿Por qué no pude, querida Lucy? Te escribo porque tú siempre sabes que decir, y yo necesito respuestas. Con cariño siempre, -Rocío.

Karla Camacho Linaldi (Cosamaloapan, Veracruz, 4 de noviembre de 1997). Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas, Universidad Veracruzana. Practicante de teatro y dramaturgia. Exintegrante de la compañía xalapeña de artes “Akana” (2018-2019). Participó en el II Congreso Internacional de Estudios de Género y Teoría Queer (2018) con el grupo teatral “Somos Colectivo” de la Facultad de Letras Española UV. Dirigió la adaptación teatral “El alma de la casa” en el Día de las Humanidades UV (2019). Géneros de interés: narrativa ensayo, dramaturgia. Publicó algunos textos de su autoría para las revistas digitales Plumas Progresistas y Fuimos Peces (2018-2019). Facebook: KarlaLinaldi Instagram: @Karlalinaldi Twitter: @_Karlalinaldi Correo: karlacamacho2a11@hotmail.com

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Osman Fonseca


NARRATIVA

El mundo del amor Gabriela Herrera González*

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uentan las leyendas, perdidas en las arenas de tiempos tan remotos que ya pocos recuerdan que el amor tal y como lo conocemos no existe: en su lugar hay un ser que vive en una cueva en lo alto de una montaña, rodeado de un paisaje desértico y estéril, con animales ponzoñosos que emergen de la tierra y se ponen al sol para calentarse. Muchos intentan ubicarla en algún sitio de este mundo, como Europa o Asia, pero lo cierto es que el Amor habita en un plano distinto al de los humanos: podría decirse incluso que se trata de una dimensión aparte, sobrepuesta a la nuestra. Llegar allá no es posible para cualquier mortal y, en caso de intentarlo, narran las crónicas que jamás se regresa. El Amor es una criatura físicamente repugnante: calvo, de piel amarillenta y con huesos visibles ya que se encuentra en un avanzado estado de desnutrición. Sus esqueléticos brazos están plagados de cortes que el mismo se hace, al igual que sus piernas que parecen hacer un esfuerzo increíble para sujetarlo cada que se incorpora. En las muñecas, el cuello y los tobillos, porta espinas entrelazadas que le infligen más daño a cada movimiento. Pero no sólo es impactante su exterior, sino que su interior resulta todavía más complicado de explicar: se dice que hace miles de años, ocurrió un acontecimiento terrible que provocó que Amor perdiese la razón, y esa sería la respuesta de su estado actual. El origen del Amor es lo único de lo que se tiene certeza: en el principio de los tiempos, existía una mujer encerrada en el infinito. Estaba completamente sola en su inmensidad hasta que algo dentro de ella se agitó y de una explosión interna que culminó en su desaparición, surgieron cuatro figuras: eran Amor y sus hermanos. Brotaron de las entrañas de su madre como seres adultos y formados, y apenas se dedicaron una mirada antes de dar media vuelta y separarse, tomando cada quien su camino. A veces lo visitan, aunque no de forma seguida, y la mayoría de aquellas entrevistas terminan en situaciones muy desagradables. En la entrada de la cueva se percibe un hedor espantoso, un aroma capaz de pudrir el alma de cualquiera aun estando vivo: es el olor de su colección de corazones rotos, que tiene clavados en el interior. Algunos todavía laten, pero van perdiendo las fuerzas poco a poco y Amor duerme arrullado por los débiles sonidos. Amor no sabe cuántos corazones rotos posee, perdió la cuenta en los novecientos dieciséis millones seiscientos treinta y siete mil. Todos fueron obsequios de seres que se los entregaron de forma desinteresada o esperando que ocurriese algún milagro, que curase su dolor con el simple toque de sus largos dedos, cosa que desde luego no ocurrió. Amor tiene una mascota como única compañía, un gato negro al que le falta un ojo y al que alimenta con pedazos de ilusiones que llegan arrastrándose a la cueva antes de exhalar el último suspiro y morir. Cambia de mascota con regularidad: hace setenta y tres años era una polilla

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NARRATIVA

parlanchina que llegaba volando y le contaba los pormenores de la vida en el mundo humano. El gato tuerto no le dirige la palabra porque su lengua fue cortada desde que nació, por lo que Amor se desentendió del exterior y convive nada más con el animal, que se comunica por medio de sonidos guturales que le provocan gracia. Lo acaricia por detrás de la oreja y al bicho no parece molestarle ser punzado por las espinas y las filosas garras del amor, tanto dolor sintió en el pasado que aquellas uñas sólo le producen sueño y termina dormido en el piso, entre ilusiones a medio comer. Las ilusiones son un buen alimento para el animal, pero muy malo para otros seres: si se nutren de ellas, lo más probable es que queden igual de delgados que Amor. En la cueva hay cosas tiradas por doquier, es imposible caminar sin pisar alguna. La mayoría son basura que Amor ha recolectado a lo largo de las eras: piedras, pedazos de metal, papeles hechos bola, fotografías en blanco y negro. Dentro de una cajita de madera cerrada con candado guarda celosamente al deseo, el cual es una nube de humo que se escapa por la rendija y sobrevuela las tierras, fecundándolas con su lluvia. Sin embargo, el deseo deja caer de vez en cuando lo que algunos conocen como lluvia ácida y en lugar de fertilizar provoca terribles desastres. Un trozo se queda en casa, obediente, pero otra huye de Amor a sabiendas de que ya no tiene fuerzas suficientes para seguirlo. Si la caja fuera abierta completamente y el deseo escapara en su totalidad, el mundo quedaría devastado y tendría que volver a empezar, y Amor ya no tiene fuerzas para reconstruirlo. La llave se encuentra perdida en algún lugar de la cueva, pero no se puede saber dónde. El gato hace su terrible ronroneo y Amor lo sigue acariciando, mirando al horizonte. En aquel lugar del infinito existe también el día y la noche, y tiene la costumbre de sentarse al borde de la cueva y esperar a que anochezca para irse a dormir, donde sueña con el tiempo remoto cuando nació del vientre reventado de su madre y conoció a sus hermanos. De pronto, se vislumbra una figura a lo lejos y Amor entorna los ojos creyendo que el paraje le muestra un espejismo, cosa extraña porque desde que vive ahí no ha sucedido nada similar. Aparta al gato y se inclina, emergiendo del umbral: la figura toma forma hasta convertirse en un cuerpo humano que se acerca caminando hacia él. Trae la ropa hecha jirones y está descalzo, sus pies han perdido toda carne y se vislumbran rojos, teñidos de sangre seca. El cabello le cubre el rostro y se acerca poco a poco a la montaña, donde se sujeta a las rocas para iniciar su ascensión. Amor baja la vista, incapaz de seguir observando ya que sabe lo que sucederá a continuación: un mal paso y el humano caerá, siendo destrozado por las piedras. Uno de los nacidos del vientre de la mujer encerrada, un ser alto que se viste con un manto oscuro y se hace llamar Muerte, irá a recoger los restos algunos días después. Le dedicará una mirada a Amor detrás de la venda que cubre sus ojos y se irá con el cadáver del visitante entre sus manos. Siempre ha sido así y siempre lo será. Amor se recuesta, cerrando los párpados para hacerse el dormido y olvidarse del forastero. El gato se acurruca a su lado y lo imita, tan sólo que él sí se duerme al poco rato, indiferente de lo que ocurre a su alrededor. La mente de Amor lo lleva a recordar tiempos antiguos, cuando descubría el mundo por él mismo, cuando se dejó guiar por unas extrañas criaturas que lo acariciaron y adornaron su desnudo cuerpo con joyas de todos los tamaños. En ese entonces todavía no lucía su forma actual, era un ser dotado de una exótica hermosura capaz de quitar el aliento con su presencia y, en cuanto estuvo listo, se presentó ante los hijos e hijas de aquellos individuos, donde fue adorado y se le rindió la debida pleitesía. La gente de Amor fue bendita entre todas las razas durante miles de años, y no hubo otra que se le comparase en evolución y belleza hasta que, escabulléndose una fría noche para no ser visto por nadie, llegó el Caos.

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Conviene hacer una pausa para hablar un poco sobre Caos: este raro individuo de mirada negra y sonrisa sardónica fue uno de los cuatro nacidos del vientre de la mujer encerrada. Se trata pues del segundo hermano de Amor luego del ciego Muerte, y es un raro espécimen de delgada figura cuyo abdomen se encuentra abierto para que cualquiera pueda observar sus órganos internos, cosa que le provoca un extraño placer. Los intestinos le cuelgan por encima de las rodillas y gusta de amarrárselos como si fueran un cinturón o una carnosa estola, para luego caminar de puntitas creyéndose un elegante caballero. Es un ser enfermo que goza de divertirse a costa de otros, la última vez que usó sus artes para entretenerse, sucedieron en todas las dimensiones eventos terribles de los que sólo se hablan en voz baja. Amor y Caos jamás pudieron llevarse bien pese a que fueron los primeros ojos que se encontraron al nacer. La gente de Caos habitaba en sitios bajos y sucios, envidiando a la raza de Amor que parecía provenir de las estrellas. Caos decidió ponerle fin a tanta rivalidad, y no se le ocurrió nada mejor que abrir la caja donde dormía el deseo y permitirle escapar. Las consecuencias no se hicieron esperar: el deseo destruyó todo lo que tocó, e incluso la misma gente de Caos se vio afectada. Amor logró apresarlo de nueva cuenta, pero era demasiado tarde. Con el último acopio de sus fuerzas, dio vida a nuevos seres que lo veían con recelo al saber el destino de sus antepasados. Ese fue el primer paso para que Amor optara por el exilio, empero, su locura empezó muchos siglos después, aunque no se sabe si Caos tuvo de nuevo que ver en ello o, más bien, es algo que únicamente sabe Amor y que jamás se atreverá a revelar. Amor mueve la cabeza de un lado a otro para olvidarse de esos pensamientos. Da media vuelta y está a punto de irse al fondo de su cueva cuando escucha tras su espalda un gemido de dolor, cosa que lo hace voltear enseguida para toparse con el visitante que momentos antes ascendía por la montaña. Lo contempla atónito, ¿cómo llegó ahí tan rápido? Amor da un paso atrás y el visitante lo imita, eso antes de caer desvanecido al suelo, donde ya no hace esfuerzo alguno por incorporarse. Amor no sabe qué hacer: si reanimarlo o lanzarlo al abismo, matarlo con sus propias manos como ha hecho con otros tantos inocentes… solamente que, en esta ocasión, sería intencional. Lo toma de los hombros con dificultad y, como sus fuerzas lo permiten, lo va jalando al interior de la cueva, colocándolo al lado de los corazones rotos con la esperanza de que el aroma lo envenene, pero el pecho moviéndose débilmente de arriba hacia abajo le muestra que su plan fracasó, que aquella criatura de carne y hueso es más fuerte de lo que pensaba: nunca nadie había sido capaz de llegar tan lejos y, mucho menos, con vida. Dudoso, acerca la diestra a su invitado para contemplar su rostro, cuando un pensamiento llega a su cabeza y lo obliga a voltear de vuelta hacia la entrada de su hogar y ponerse alerta como hacía años no lo estaba. Amor puede ya no estar en su sano juicio, pero no es estúpido: sabe perfectamente que es imposible que un humano llegue a su refugio, a menos que alguien lo ayude. Y sólo hay alguien que puede hacer algo así. Y, en efecto, ahí está, mirándolo fijamente con sus verdes pupilas: el cuarto nacido. Sostiene su moreno cuerpo con una pierna mientras mantiene la otra flexionada, elegante como una grulla. Empieza a acercarse, moviéndose entre toda la basura con gracia inaudita: pisa papeles, rompe objetos, se le encajan vidrios en las plantas de los pies que de por sí ya tiene manchadas de sangre (aunque no suya, nunca suya) y los cascabeles que porta en los tobillos tintinean. Sus largos cabellos se mueven tras él, bien sujetos en una coleta amarrada tan fuerte a su cráneo que lo hace vivir con un dolor de cabeza eterno, pero no por ello mengua su buen humor y sus ganas de hacerles la vida más complicada a sus hermanos. Se detiene de pronto y empieza a

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NARRATIVA

mover las caderas, baila con alegría haciendo que los cascabeles tintineen un poco más y Amor siente miedo, tiembla suavemente mientras se arrodilla al lado del cuerpo de su invitado y lo toma entre sus brazos, atrayéndolo hacia sí en un gesto protector. El cuarto le produce miedo, más miedo que Caos y su desagradable sentido del humor, porque entiende que a él lo mueven sus impulsos y que hace lo que hace porque así lo exige su naturaleza: en cambio, éste hace las cosas porque puede y quiere, goza con el engaño y con llevar a la destrucción a cualquiera que tiene la mala suerte de encontrárselo. Su hermano es quien habita más en el plano humano y es capaz de pasar horas, años incluso tomando en cuenta que el tiempo para él no significa nada, años acechando a su víctima, esperando paciente como el cazador a la presa. Amor se encoge en su lugar y escucha entonces al gato que gruñe con el pelo erizado antes de salir disparado de la cueva para ocultarse en cualquier otro lugar. El recién llegado sonríe al verlo pasar, al contrario del desdentado Amor, él tiene los dientes blancos y perfectamente alineados, y gusta de lucirlos cada que puede. Amor quisiera rompérselos, pero sabe que nunca será capaz. Cuarto nacido lo saluda y eleva la diestra, ofreciéndosela a pesar de que Amor no la toma. Su falta de modales no ofende al invitado, quien se acerca y se acuclilla frente a Amor y al humano que tiene entre las manos, ese que por alguna razón intenta proteger de la malicia de su hermano. El cuarto lo mira y pide que se lo entregue para seguir jugando con él un rato más (un rato que bien puede durar unos minutos o una eternidad), pero Amor permanece en silencio: preferiría que llegara Muerte, sí, que fuera su hermano ciego quien tomara entre sus manos al mortal y se lo llevara, pero no él, que disfrutará torturándolo hasta que se aburra y decida conseguirse a alguien más. Cuarto nacido intenta poner la mano encima del inconsciente, tocarlo, pero Amor se lo impide dándole un manotazo desesperado. Enseguida se siente ridículo: nunca ha sido capaz de defenderse de su hermano, pero de nueva cuenta él no se molesta y se limita a dedicarle otra luminosa sonrisa, sin hacer ningún ademán de acercarse. Observa fijo al humano, lo estudia para saber si todavía le sirve y, como la sonrisa continúa en su rostro, Amor supone que la respuesta es positiva. Cuarto nacido siempre está sonriendo, el día que no lo haga probablemente llegará el fin de todo (incluso de sus hermanos) y volverá la nada, la oscuridad eterna y tal vez, incluso, su madre regrese a habitar esa oscuridad para que la historia se repita nuevamente. Sin embargo, en ese momento la sonrisa de su hermano sigue mostrándose en todo su esplendor, por lo que Amor se aferra con mayor fuerza al humano sin importarle que sus largas uñas se le encajen en la delicada piel, a sabiendas de que ya no siente dolor tomando en cuenta sus heridas. Cuarto nacido sigue en silencio y Amor tampoco hace ruido: no se atreve, el miedo sigue dentro de él, provocando que un escalofrío le recorra la espalda. Siente de pronto como el cuerpo que sostiene entre sus manos empieza a agitarse, a arquearse y a vomitar un líquido negro y apestoso. Amor lo sostiene para que incline la cabeza y no se ahogue, ante la mirada divertida de su hermano: es claro que nada más está ahí para observar el desenlace de las cosas. Amor ruega mentalmente, suplica al humano que resista, que continúe respirando, aunque realmente no sabe por qué: ¿qué otro final le espera si está siendo sostenido por los débiles brazos del patético Amor? Ya lo ha perdido todo, únicamente le queda la vida a la que Amor le pide que se aferre. Sin embargo y, como siempre, las palabras de Amor son ignoradas y siente como el humano da un último espasmo antes de contraerse y morir. Amor lo observa en silencio, sin soltarlo, incapaz de moverse o de decir algo. Las lágrimas empiezan a escurrirle por las mejillas y la sal provoca que le arda la maltrecha piel, pero en ese momento tal dolor le resulta indiferente.

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NARRATIVA

Cuarto nacido se incorpora y se estira, haciendo que los cascabeles vuelvan a sonar. Le dedica otra sonrisa a su hermano, le dice que está feliz de haberlo visto luego de tanto tiempo y que espera visitarlo muy pronto en alguna otra ocasión. Amor continúa llorando y sus lágrimas caen sobre el rostro sucio del humano, a quien deberá lanzar al abismo para que Muerte lo recoja y le dé el descanso que merece. Alza la vista y contempla a su hermano con toda la furia de la que es capaz, quisiera tomarlo de los cabellos y tirarlo al suelo, abrirle la boca y llenársela de ilusiones muertas hasta que se ahogue, romperle los dientes para que esa sonrisa asquerosa se borre para siempre, clavarlo a la pared de corazones muertos hasta que no quede nada de él, aunque su pestilencia se extienda por toda la cueva y todos los confines del universo… no importa, está dispuesto a soportarlo con tal de vengarse. Cuarto nacido lo sabe, sabe que Amor preferiría deshacerse de él que de Caos, pero es imposible que lo haga tomando en cuenta que sus destinos estuvieron unidos al ser sus miradas las últimas que se encontraron después de salir de los restos de su madre. Todavía aferrado al cadáver, Amor empieza a gritar, a maldecir en su idioma primigenio, ese que únicamente entendía su gente y que jamás volvió a pronunciarse. Su hermano lo mira en silencio y da media vuelta, caminando hacia la salida y empezando a descender de la montaña dando volteretas, con la gracia de un bailarín. Amor encaja las uñas en el cuerpo muerto que sigue entre sus manos y al que no soltará hasta que llegue el momento, la señal de que Muerte se aproxima para llevárselo consigo. Acerca su boca a la contraria y la besa, saborea la sangre en su lengua y se percata entonces de que el humano tiene entre sus dientes el sabor de su hermano, ese veneno del mismo color que sus ojos y que usó para engatusarlo, para hacer que lo obedeciera y pudiera manipularlo a su antojo, el que ha usado siempre y seguirá utilizando porque los humanos parecen nutrirse de aquel liquido asqueroso que brota a borbotones de la garganta de cuarto nacido. Y Amor piensa que no existe nadie peor que él, que su hermano: no existe nadie peor que Esperanza.

Gabriela Herrera González. Mexicana. Actual estudiante de Lengua y Literatura Hispánicas. Ha participado en la antología Recreaciones: de la poesía al ensayo (2014) que construyó el Colectivo Literario de la ciudad de Poza Rica, Veracruz. Participaciones en la editorial Lit Ediciones, de la Ciudad de México con los cuentos Dicromacia (2014) y Resistencia (2015). Participante de la antología No voy a poder dormir esta noche (2015), organizado por la editorial colombiana La semilla amarilla.

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Arantxa Gar rido


NARRATIVA

Catrina La flor que un día cae nadie ha de levantar del suelo tú eres esa bella flor que sólo sirve pa’ enterrar a un muerto.

Los Choclok

Tania Rivera*

E

l repiqueteo de sus tacones hacía eco en la calle solitaria. Los pies le ardían y sentía en la planta una ampolla que imposibilitaba el avance. De haber podido se habría quitado los zapatos, pero ante todo está la elegancia y llegar descalza a casa no era una opción. Lo único que hizo fue acelerar el paso, a pesar del camino de terracería y el agua estancada. De repente, sintió en su cara unas perlas que resbalaban arruinando el maquillaje barato, miró al cielo donde las nubes oscuras amenazaban con derramar toda la furia de su esencia líquida. Los tacones avanzaron más aprisa hasta detenerse frente a una puerta que de día parecía exhalar fuego, aunque en realidad era el óxido que impregnaba de carmín el hierro negruzco; tocó con prisa aquella puerta. La abuela no tardaría en aparecer para recoger las ganancias de la noche, aunque esa vez Catrina no había obtenido más que una botella de tequila a medio terminar, la cual tomó en el acto. La abuela en efecto abrió la puerta con parsimonia y extendiendo la mano. Catrina negó con la cabeza dejando caer algunos cristalitos acuosos que las nubes habían depositado en su cabello. – ¿Quién es amá? Si es Chela dile que mañana le pago, si es la Catrina dile que paga o no entra. –gritó una voz masculina desde el interior de la casa. –Va a llover– fue lo único que alegó Catrina antes de que la abuela cerrara la puerta sin decir nada. Catrina con más fe de la que le gustaría admitir se quedó parada a media calle esperando que la abuela regresara a abrirle. No apareció; por el contrario puso el seguro de la puerta, cerró la ventana y apagó las luces. Cuando vio la casa en penumbras Catrina dejó de ser la voluptuosa mujer de labios carnosos y regresó a ser ese pequeño niño solitario que a escondidas se probaba los zapatos de tacón de la abuela, siempre con terror a que su padre regresara de la cantina y quisiera que lo acompañara a esas expediciones “pa´ que se le quitara lo maricón”. Sobra decir que esos episodios no sirvieron de nada. Al cumplir los quince años Catrina se apareció frente a su padre con una falda corta y unos tacones de leopardo que serían la perdición de los hombres decentes. El padre sin inmutarse pidió con la mirada una explicación a la abuela, la cual optó por encogerse de hombros. –Muy bien –dijo el padre por fin– Si vas a ser una puta más te vale traer dinero a la casa.

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– Todo con sombrerito, si te ofrecen a pelo tú le dices que nel, aunque te ofrezcan las perlas de la virgen. Si no te va a pasar como a la pendeja de Tijuana, la morrita de allá que habla medio cantadito… – entre susurros– la pobre se está quedando ciega, le ofrecieron un chingo de varo por hacer quién sabe qué y alguien le pegó un bicho, uno de esos que salen ahí abajo… N’hombre si entre más trajeados más puercos los desgraciados, No, mijita. Puta pero no pendeja… Catrina aceptó los consejos agradecida. Esa noche regresó a casa con dos mil pesos, dinero que su padre se encargó de gastar de inmediato en la cantina. A partir de allí no le fue mal, incluso desapareció la cara de asco de la abuela y el espléndido padre le compraba ropa, zapatos y maquillaje “eso sí, nomás pa`l trabajo. En la casa te pones cualquier trapo”; la abuela, por su parte se encargó de contar al vecindario que el dinero que entraba a la casa lo enviaba su nuera desde Estados Unidos. Todos fingieron tragarse el cuento, especialmente aquellos que vieron saldadas sus deudas, aunque la mayoría sabía que esa nuera tan trabajadora había muerto después de una golpiza del padre de Catrina. Sin embargo, la bonanza del negocio había desaparecido hace mucho. No porque la degradación y la lujuria hubiese escapado de la ciudad, sino porque el dinero escaseaba en todos lados. Aun así no faltaban los hombres borrachos que gritaban obscenidades desde sus carros, pero eran cada vez menos los que se detenían y ofrecían los pocos centavos de sus bolsillos por unos minutos de tregua con la soledad. Esa noche y después de asegurarse una vez más que la abuela no regresaba a abrirle, Catrina volvió a la avenida con los pies deshechos, dispuesta a aceptar cualquier propuesta que le permitiera dormir en un lugar seco. Estaba completamente sola, pues sus amigas de los inicios, ahora más maduras, se encargaban de engatusar chiquillas calientes que quisiesen vender su virtud a cambio de unos pesos; se imaginó llorando pero las lágrimas simplemente no acudieron a sus ojos, fueron los chorros de agua los que se encargaron de borrar la belleza artificial, dejando unas manchas rojas y negras que parecían flores pisoteadas. Unos minutos después, un carro blanco se detuvo frente a Catrina. La puerta se abrió y un hombre hizo señas para que subiera. A la mujer le atrajo la calidez que observó en la mirada de aquel extraño y su corazón se enterneció al mirar una puerta por fin abierta para ella. Ambos disfrutaron un rato del silencio.

NARRATIVA

Esa misma noche, su padre la llevó a la larga avenida principal, le escribió en un papelito las tarifas y dejó a Catrina ahí con su vestido dorado. Las demás mujeres observaron con recelo a la nueva chica, pero cuando se acercaron y miraron que temblaba a pesar de la brisa estival, se activó en ellas el vedado instinto maternal de sus vientres lascivos. De inmediato se apresuraron a dar consejos a la recién llegada.

– Hueles a flores muertas y tierra mojada– dijo el hombre. Catrina enrojeció sin saber si era un cumplido o una queja. – Cinco mil si haces lo que quiera esta noche. –La mujer asintió sin decir nada. Aunque después vino la censura, no sabía que podría pedir ese hombre y ya se imaginaba ciega y enferma como la pobre Tijuana pidiendo dinero afuera de su casa con los ojos huecos y sin vida. Mas era mejor cualquier incertidumbre que continuar temblando de frío en la avenida. El hombre condujo un rato, hasta que recordó que Catrina estaba mojada. Sacó un pañuelo verdoso de su saco y lo entregó a la chica. Pérgola de Humo 25


NARRATIVA

–Es lo único que tengo. –explicó con más preocupación por su carro que galantería. Catrina se secó lo mejor que pudo e intentó averiguar a dónde la llevaban. Las penumbras y el viento que arrastraban una lluvia cada vez más fina le impedían esa tarea. El hombre tarareaba una canción que Catrina no se molestó en identificar; con su mirada dibujó el rostro de aquel hombre, se detuvo bastante en grabar en su memoria cada línea, pliegue y cabello sin encontrar un gramo de perversidad en aquel semblante, aunque recordó que esos eran los peores. Estaba tan ensimismada en observar al conductor que ni siquiera se percató que se detenían. La lluvia había parado para dejar en su lugar una cortina nebulosa. Catrina abrió bien grande los ojos cuando miró la puerta de un cementerio. El hombre comenzó a caminar y ella le siguió por mera inercia. El terror que subía por sus medias de licra para instalarse en la boca del estómago le hizo olvidar el dolor de pies y los tacones que se hundían en el fango. Subieron por una pendiente hasta que el hombre señaló un pequeño prado; Catrina recordó el libro de recortes que su abuela guardaba bajo la cama en donde pegaba notas de periódico que narraban como hombres sanguinarios mataban a chicas iguales a ella. Su abuela se regodeaba sacando el libro durante la noches que Catrina no traía suficiente dinero a la casa y presagiaba las diversas formas en que la matarían. Varias noches la nieta se dejaba arrastrar por el insomnio creyendo que las historias de la abuela se cumplirían, sentía golpizas, cuchilladas y uno que otro balazo hasta que el dolor le hacía quedarse dormida. Ahora la certeza de que la abuela siempre dijo la verdad sobre el futuro de las mujeres como ella dolía más que aquellos sueños. El hombre ajeno a esos pensamientos, encendió un cigarro y se recargó en un viejo castaño cercano al prado. –Arrodíllate – exigió el hombre. Catrina hizo lo que pedía con el sabor de una bilis tan oscura como el cielo en la boca. Igual que una primeriza se había subido al auto de un cliente sin evaluar la propuesta y ni siquiera había exigido el pago por adelantado como se acostumbraba. – ¿Cómo te llamas? – preguntó el hombre expulsando lentamente el humo del cigarro. –Me dicen Catrina. –Claro, no podrían llamarte de otro modo. – El hombre rio entre dientes mientras susurraba. –Ahora reza. Catrina miró al hombre con los ojos llorosos y después al cielo, esperando que las oraciones surgieran de su boca. Finalmente negó con la cabeza, su padre siempre le había dicho que aquello que otros llaman Dios no existe para las mujeres de su clase. – ¿No rezas? Bueno, entonces llora. – De nuevo las enseñanzas de su padre acudieron a su cabeza: “los hombres no lloran”, “no seas marica” y otras frases por el estilo, acompañadas por su respectiva dosis de golpes en la espalda habían cercenado sus ojos llorosos del corazón o cualquier otro lugar de donde procedían los sentimientos. El llanto se quedaba atorado en la garganta y nunca salía. – No lloras y tampoco rezas, ¿qué sabes hacer entonces?– concluyó el hombre. Sin levantarse Catrina se quitó la parte de arriba del vestido, dejando al descubierto una piel sedosa a pesar de la multitud de marcas y cicatrices que recorrían su espalda; el hombre se acercó y con algo helado que sacó del interior de su saco dibujó el con-

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NARRATIVA

torno de los inexistentes pechos de la mujer, subiendo por su garganta, pasando por la boca hasta detenerse en la nuca. Un clic y aquel hombre se quedó esperando a que Catrina suplicase por su vida. Ella permaneció imperturbable como el castaño, el hombre negó con la cabeza y le pidió que se vistiera. Acto seguido dio a la chica su dinero y se marchó. A partir de entonces, Catrina no volvió a su casa y rechazaba a todos los clientes ante el asombro de sus compañeras de la avenida y esperaba que el carro blanco apareciera. Hacían un viaje silencioso y siempre iban al mismo prado, repitiendo la escena. Catrina cada vez se desnudaba un poco más, deseando que el hombre repasara su cuerpo; él en cambio parecía gozar con la templanza de su furia primigenia. Ya no esperaba las lágrimas de la mujer ni las súplicas por su vida, ni siquiera tenía fuerzas para accionar el arma que inevitablemente terminaba su recorrido en la nuca de Catrina. Tijuana, convertida ahora en una vieja cuya sabiduría se había acentuado cuando las tinieblas eligieron sus ojos por hogar, era la única persona que conocía lo que pasaba en ese prado. Catrina nunca le contaba nada pero, en las mañanas iba a sentarse junto a la vieja; esos silencios parecían revelar mejor lo que las palabras no hubiesen alcanzado para expresar, Tijuana incluso sentía los escalofríos en la nuca y las caricias en los senos colgantes y envejecidos, y durante todo el día le seguía el olor a flores muertas y tierra mojada con lo que Catrina perfumaba la avenida. Varios meses después fue ese olor el que una noche sacó de la cantina al padre. Tanta fue la ansiedad por saber de dónde provenía el olor que se salió a trompicones e ignorando la borrachera que le nublaba la vista. Pasó frente a la casa de Tijuana creyendo que quizá esa bruja era la causante del aroma. La vieja mujer le dirigió la negrura de sus ojos mientras le decía “tú sabes de dónde viene”. El padre caminó muy a su pesar hacia la avenida en donde había llevado a su hija quince años atrás. No quería toparse con Catrina ni con los reproches que le haría por dejarla en la calle, pero continuó avanzando. Ya en la avenida el olor se hizo más potente, tanto que lo sentía ingresar a su cuerpo como si de una inyección se tratase, envenenando los fragmentos cenicientos de su alma; regresó a su casa con el olor de tumba impregnado en todos sus poros. Su madre, igual que cada noche se regocijaba en mirar los recortes que los años iban haciendo más numerosos. El padre contempló las imágenes y en cada una de las muertes percibía la pestilencia que ahora él también expulsaba. Los retratos de la muerte le recordaron a Catrina. –Ella ya está muerta –anunció la abuela – Elige la imagen que quieras. Cualquiera podría ser ella. El padre hizo caso omiso a lo dicho por su madre y salió de nuevo para encontrar el origen del olor. La ciudad le dirigió una sonrisa, retándolo con su inmensidad. Aceptó el desafío. Desde entonces el padre se dedicó por meses a caminar sin un rumbo aparente, guiado por el aroma intenso que sólo él parecía sentir. Tijuana lo veía ir y venir por todos lados, cada vez más desesperado por apagar el maldito olor a tumba. Catrina había dejado de visitarla, pero apareció un día totalmente desnuda y con un orificio parecido a un beso en la nuca. -Hazme un favor, Tijuanita. Dile a mi papá que la abuela tenía razón, que revise en los recortes, que yo soy una de esas, una de las que se va de su casa y ya no vuelve. – Y la chica se marchó con la virginidad de sus ojos intacta, pues ni siquiera ante su tumba había sido capaz de traducir las miserias de su vida al lenguaje de las lágrimas.

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NARRATIVA

[Cuento leído en el 5° Coloquio Nacional Palafoxiano de Estudiantes de Lingüística y Literatura, Puebla 2019]

Tania Viridiana Hernández Rivera (Xalapa, Ver., 1997). Estudiante de Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana. Ha publicado en las revistas digitales La Sirena Varada y Metáforas al aire. En 2017 obtuvo una mención honorífica en el 7° Concurso de Cuento Infantil y Juvenil de la Editora del Gobierno del Estado de Veracruz. Actualmente forma parte del comité editorial de Pérgola de humo.

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Abraham Calvario


DOSSIER

OBITUARIOS DE ARTISTAS DESESPERADOS [DOSSIER]

Alejandra Zuccolotto

“Tenemos el arte para no morir a causa de la verdad.” Friedrich Nietzsche

E

l presente Dossier está conformado de una serie de pinturas realizadas por artistas emergentes de la ciudad de Puebla, las cuales fueron parte de la exposición “Obituario de artistas desesperados” que se llevó a cabo el día 11 de octubre del presente año en el hotel Mesón de San Sebastián de dicha ciudad. Dicha exposición tuvo como objetivo exponer los distintos puntos de vista que tienen estos jóvenes acerca de un tema que siempre ha sido controversial dentro de nuestra sociedad: el suicido. En sus pinturas podemos apreciar las creencias y distintas perspectivas hacia el acto suicida. Es notable mencionar que actualmente el ambiente artístico está conformado por una gran comunidad que día a día va creciendo y busca la oportunidad de dar a conocer sus propuestas y visiones acerca de distintas temáticas, ya sean del orden social o personal. Cada exponente posee una visión singular del arte así como la preferencia por diversas técnicas. En palabras de Jorge Medina, artista de origen mazatleco y participante en dicha serie, la pintura es una oportunidad de reproducir y resignificar imágenes, sonidos y experiencias vitales; dentro de esta misma línea Alejandro Moctezuma se interesó por el medio artístico como un catalizador de emociones y experiencias tanto ajenas como propias. Por su parte Arantxa Garrido menciona que desarrolla su obra pictórica a partir del estudio de los colores y contrastes; su discurso está planeado alrededor de un tenebrismo moderno por medio de la iconografía contemporánea basada en la cultura popular. Dentro de esta serie se pueden encontrar diferentes elementos representativos: las calaveras, retratos y armas, las cuales pretenden dar a conocer tanto las vivencias como creencias que se tiene en torno al suicidio. Así mismo las obras dan un vistazo sobre la depresión, la cual es considerada una de las causas principales de muerte y que actualmente se han registrado niveles muy altos dentro de la sociedad. Adyse Ortega es originaria de Puebla, ella ve al suicidio como algo íntimo de reflexión constante, un escape. En sus cuadros podemos apreciar un autorretrato, en el que se ve ella recostada evocando la muerte y pensando cómo sería la muerte en ese momento mientras unas flores de cempasúchil la rodean. Si más que agregar estos jóvenes esperan ansiosos que sus pinturas sean del agrado para el lector y que ellas evoquen lo que cada uno pretende.

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Alejandro Moctezuma - Osman Fonseca

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Osman Fonseca

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Admyse Orgeta

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Osman Fonseca

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Mathew Brooks

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Osman Fonseca


DOS POEMAS POESÍA

Edgar Humberto Paredes*

LA TARDE ES UN CORRAL AMARILLENTO donde todo es posible, caverna donde busco la hondura de los márgenes frente al poder desinflamado del arbusto como estampa de muerte y de semilla. Yo presiento que a estas horas todo se dispone a nacer, que todo se piensa en la ventana y que el cuerpo ambarino del cristal se piensa y se anida en la frescura naciente, casi mortuoria, salina. Imagino también que la gente aguarda ansiosa para hacer el amor, húmeda en las horas en que escurre el apagón de oro. Mientras tanto, hago lo que puedo: miro afuera, busco palabras, recojo la memoria de la leña del viento -ardor ya flexionado-, y sé que en esta levedad del día rugen todas las bisagras inútiles y alegres. Evoco esto a medianoche, y ahora el corral es una soga, enorme y podrida, punzando el pan, la arteria y el deseo.

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POESÍA

HE CONFIRMADO LO QUE ANUNCIAS, lo que admites muy tenue: te quieren, se te acercan, destellan como ardientes anillos temblorosos que procuran ramajes de tu orilla o contornos lunáticos del rayo. Ayer te vi pasar acompañada, volcán en la mejilla grisácea de la tarde, péndulo de mar entre una roca infinita y aquel cuerpo midiéndote a un costado con la ternura temprana de la ola. A poros nítidos, risueña, tientas los guijarros negros de un caudal de pétalos vibrantes. Lo he notado: te adoran te persiguen con el sigilo trémulo del viento previo a la tormenta, y yo, de tanto amor, de tanto ver que crujes alumbrada, estoy pleno brillante como el polvo que encara la ventana en una aurora de amarillos cantos.

Edgar Humberto Paredes Ornelas (Autlán de Navarro, Jalisco, 1996) es estudiante de séptimo semestre de Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana. Ha sido presentador de La Palabra y el Hombre. Actualmente forma parte del comité editorial de Pérgola de Humo.

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Amé POESÍA

Daniela de la Fuente*

Una vez amé a una mujer que no conocía. La amé, sobre todo, porque la envidia no era suficiente. La amé a solas, entre los rayos de sol que rasgaron la superficie del agua, entre sueños roedores, en el centro del silencio, de puntillas, sin atavíos ni adornos que distrajeran de las formas de sus límites, alejada de la orilla, en la deriva. La amé a oscuras, ausente, escurridiza. La amé pez inatrapable, casi imperceptible, inaprehensible para mi cognición. La amé por un reconocimiento en la sombra, por la transfiguración de la luz en el trino de un ave. La amé porque es la única respuesta lógica ante la lluvia que cae en tierra yerma.

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POESÍA

Ojos de leche Para Alberto

Crecimos en una casa grande como el vientre de una madre, donde por las noches, verdes y gordos cantantes de ópera eran acompañados por una orquesta de camarita, y el suelo se convertía en cielo diminuto por el salpicado de estrellas que aleteaban. En la entrada de aquella casa, bajo llorosos árboles amarillos, dormían murciélagos tímidos, cuidadosos de no romper con la tranquilidad de la infancia. Por entonces el día quemaba más dulce, por las ventanas entraba el olor de los limones y algunos copos de sol; mi hermano y yo nos tirábamos al piso para ser besados por la luz y gente invisible se partía de risa escondiendo en nuestras bocas una sombra de gracia. Nuestros ojos solían estar llenos de leche y yo creía que un día nos sería descubierto el secreto de las hadas, oculto en los esqueletos de libélulas, sospechando que para las inocencias despiertas esto nunca sucedía. Nos gustaba andar descalzos y examinar orugas. Éramos investigadores de una ciencia desconocida; por eso yo preguntaba a los adultos sobre sus ceños fruncidos, espaldas jorobadas y otras cuestiones dogmáticas, mientras él, tomando apunte, reía mi falta de elegancia. Cuánta tristeza me da que hoy seamos los adultos, el antiguo objeto de estudio, a quienes preguntan por estos temas sus sobrinos. Ya nada queda en aquella casa, más que polvo de crisálidas, el eco de unas cuantas risas infantiles,

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pinturas rupestres hechas por pequeños monos y telarañas que cubren los in-usados juguetes que dejamos olvidados cuando nos fuimos.

POESÍA

Daniela Isabel De la Fuente Esquinca, nacida en Cárdenas, Tabasco, actualmente reside en Xalapa, Veracruz, donde cursa la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas, dada por la Universidad Veracruzana.

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POESÍA

El rosicler de tus palmas sobre la piel serena del cierzo Gerardo Ronzón*

I Aguja de los tiempos desde tu centro arrojas. Dardo, pluma clavada en cuerpo ausente: carne en viento diluida. Cuchillo, si, mas fino se empuña firmemente desde la rama más precisa y fuerte de los almendros cósmicos; a cuya forma cambio das y el hilo sostén a las membranas que recuerdan de la luz las esporas tejiendo jacarandas. Aupada, pluma eterna persigue los contornos del hálito lozano, oriental y moreno de tu pulcro y cincelado torso en movimiento. Lías nubes en el cielo de tu estuario sonámbulo. Musitando lirios, santuarios y pagodas, pachulis y jazmines. tu boca se me encuentra. Orquídea carmesí entre la multitud de negras lanzas erguidas sobre el labio de lo eterno. La luna confidente incuba en sus cavernas nuestro aliento. ¿Quién guio en aquella noche tus laderas? ¿Fue su mano, sonriente al consumarse? ¿Se introdujo en tus campos la sangre de su niebla? ¿Quién habla por nuestra boca, quién guía este instinto asustado, este hálito de humo que, esparcido, busca asir la forma de los cielos?

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Se desgaja el rosicler de tus palmas sobre la piel serena del cierzo.

POESÍA

La luz de otras mañanas me reclama otros nombres, dibuja en tu sonrisa nardos del paraíso, caléndulas y eufrasias teñidas por la sangre del recuerdo

Divinidad tangible -concreción de la lluvia, sonido de los astros, mar fraterno-, elévame en tu carne; cultiva las vainillas de lo eterno en el infértil huerto de mi sangre. Nada queda, tan solo estos besos en ausencia; un cónclave indeseado de recuerdos ungidos en la sangre del traspasado cuerpo de la noche. ¿Por qué se cerró así esta amplitud sin párpado, este estrecho entre soles? Silencio en que enclaustramos nuestras bocas. ¿Cantará nuevamente, a las puertas del alba en la víspera de nosotros, hambriento de ser, el deseo?

II Tal vez sería mejor sellar la puerta. Cerrar aquel impulso de sangre que me mueve a pulir con tristeza tu recuerdo, tal dejan de mimar rocas los ríos que los hombres enclaustran. Porque hacer el amor es afilar la obsidiana que corte la carne de la soledad. No obstante, quedo en ribera lenta atravesado por agua que murmuras. Esta agua que recorre su destino, la esperanza de ser cumplida por el mar ¿De qué alta cumbre nace, quien lidera la corona que mueve el ancho movimiento del olvido?

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POESÍA

III

Pero me encuentro aquí, unido a cantos nacidos de tu boca. Los anillos que navegan tu atmósfera futura convocados por mi palabra al murmurarte. Prefigura tu cabello las ascuas del crepúsculo cuando la marea del cosmos inunda la cuenca de la noche. Son incontables caracoles enraizados, mil veces mil hilos en sí mismos perpetuándose. Termina esta órbita improvisada y dejo el océano de tu estela para recostarme en las orillas del presente. Mi piel se tornó aljibe que almacena la luz que te circunda, tal los anillos del universo atesoran lunas y piedras. Dejé que florecieras. Lo he dejado sembrar la tierra estéril de mis días. Al pronunciar tu nombre, los ecos evocan oro. Se desgaja el color del sol y tiñe tu torso. Hay un nimbo de humo en las costillas del tiempo. Colmado de ti, lío estos versos, confundido.

Gerardo Ronzón (1997). Es estudiante de Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM.

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Jorge Medina


RESEÑAS

La ciudad reposa en torno. Palabras liminares a Ciudades aprehendidas y otros apegos. Ensayo literario joven en México. José Miguel Barajas García

La ciudad reposa en torno; la calle, con luz, se aquieta y con antorchas ornados se deslizan los carruajes. Saciados vuelven los hombres al reposo en sus moradas, sopesa algún pensativo la pérdida y la ganancia satisfecho en el hogar; ya sin vides y sin flores descansa en sus tareas el afanoso mercado, de cuerdas, lejana música se oye desde los jardines, ¿son los sones de un amante o recuerda un solitario a los perdidos amigos y la juventud ya ida?

E

stas palabras son de Hölderlin y quiero recordar con ellas otras que en otro tiempo escribí, inspiradas en Heidegger, inspirado también en la elegía Pan y vino del poeta de la torre de Tubinga. Como cuestionamiento impotente a la escritura propia me pregunté: “¿Y para qué becarios en tiempos de sicarios?”. Era 2011 y vivía en el otrora Distrito Federal. En Xalapa comenzaba a despuntar la violencia y me dolía de manera extraña saberme seguro en una ciudad que hasta entonces, en el imaginario de mi infancia en Los Tuxtlas, era tierra hostil, adonde iban a parar los niños robados y donde había que cuidarse la cartera a cada instante. En 2011 el mundo ya no era el de la infancia, yo tampoco, pero no sabía cómo conciliar la escritura de un libro de ensayos sobre Mallarmé junto con la violencia que entonces comenzaba a cercarnos. Recurro a este breve recuento para confesar con gratitud que el ensayo en los días aciagos es posible. Esta sensación me deja la lectura de Ciudades aprehendidas y otros apegos. Ensayo literario joven en México. He tenido la oportunidad de conocer a varias de las personas que han escrito en este libro. También he podido conocer sus trabajos en los días que han visitado Xalapa, quienes son de fuera, o en las ocasiones que he ido a las lecturas de aquellos que viven aquí. Conozco también a Víctor Hugo Vásquez Rentería. Esto podría no ser así y de cualquier manera el peso de la expresión literaria de estos ensayistas acabaría por producir en mí la misma empatía que me producen Roberto Arlt en la Argentina de los años treinta o César Vallejo en París durante el mis-

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RESEÑAS

mo periodo. Sin embargo, ocurre que los conozco y también los lugares de los que varios de ellos hablan me son familiares y en consecuencia, de manera personal, propios. Esto es importante porque el ensayo, como lo político, también es personal. He ahí otro mérito de las voces aquí reunidas. La Culiacán de Majo Amaral con sus tres ríos, por ejemplo, me remite a la violencia que no para, a las muertes de los prójimos y sin embargo también es una prueba de que la escritura es posible en medio del dolor. Mi padre, que es de Nayarit, estudió siete años en Culiacán. Todos los recuerdos que tiene de sus años de universitario son de ahí. Por eso Culiacán no me es tampoco ajeno y aquí también tenemos desaparecidos, periodistas asesinados y muchas preguntas que el ensayo puede ayudarnos a sobrellevar. Aquí en Xalapa vivo junto a la USBI. No hay día, tarde o madrugada en la que no escuche pasar al tren que, como dice Roberto Bolaños “no volvió a transportar ni un alma. Hoy sólo carga mercancías”. El viaje en tren es otro rumbo que con frecuencia lo imagino al sur; pero el ensayo de Roberto me hace ir a otros lugares, como El Guardagujas de Arreola que Roberto también menciona. Y así, de pronto, vuelvo a Xalapa con los ensayos de Kennia Cervantes, e imagino, intento imaginar, el recorrido de ese taxi que toma otros caminos mientras el pensamiento de quien ensaya sigue una ruta propia. Aquí también aparecen los trenes y la inseguridad que ya conozco, que no sólo está en Culiacán. También la migración, que es universal. Y volvemos a los que ya no están y que sus familias no dejan de buscar. Luego aparece la Ciudad de México en los ensayos de Debra Figueroa, quien es de Zapopan, pero persiste en mantenerse en la Ciudad Monstruo, en la Central de Abasto de la Ciudad Monstruo, y ante ese compromiso le surge la pregunta “¿Cuál es mi propósito de estar aquí? A lo que enseguida se responde “Estar aquí es mi propósito”. Luego vienen los ensayos de Génesis J. Guerrero, cuyo trabajo como el de Laura Sofía Rivero y el de Saúl Sánchez Lovera he podido conocer de cerca. Génesis, de Guadalajara, escribe desde Houston algunas de las condiciones de su exilio por circunstancias académicas. Laura Sofía, de su Tlalnepantla y Saúl de su particular sur de la colonia centro de la Ciudad de México. Estoy dando sólo geografías, el libro contiene los ensayos y de su lectura se desprende el recorrido que cada uno de nosotros pueda hacer. Veo, también con gusto a tres veracruzanos más. Genaro Hernández Mota regresa a un Martínez de la Torre que el cambio climático, pero también el irremediable paso del tiempo, ha transformado. Lo interesante es el recorrido de quien ensaya y los lugares a los que su mirada nos lleva. Abelardo López, por su parte, dice una verdad como puños: “Sobre Xalapa se escribe menos que sobre París…”, y la también poeta Nicté Toxqui viaja a Pluviosilla, que es otra forma literaria de llegar a su natal Orizaba. Diego Rodríguez Landeros, a través del libro de Karla Olvera, nos hace oír lo que él escucha cuando lee La música en un tranvía checo. De este modo, de Mazatlán llegamos a Praga, pasando por Pachuca y todo ello desde aquí, gracias a este libro que hoy presentamos y que aquí tengo en mis manos. La coedición es del Instituto Literario de Veracruz y de palabrAndante. La voz la toman los jóvenes y los reúne Víctor Hugo Vásquez Rentería. Resta dejar que estos ensayos nos sorprendan de manera grata. Puedo asegurar que no será de otro modo.

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RESEÑAS

José Miguel Barajas [García] ensayista y traductor mexicano. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas, Licenciado en Lengua Francesa y Maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana. Ha publicado en revistas literarias, libros colectivos y obras especializadas. Recibió en 2008 el Premio Nacional de Ensayo Juan Rulfo y fue becario de ensayo en la Fundación para las Letras Mexicanas flm (2010-2012).

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Lorenzo Bysshe Shelley Larenas*

RESEÑAS

Expedición a la esfera oscura

L

a esfera negra es un libro que recopila algunos cuentos escritos por Gustav Meyrink (18681932), un antiguo banquero que, tras perder su negocio a causa de una rencilla con un militar, empieza a escribir parodias mordaces del orden ideológico germánico de inicios del siglo XX, mismas que se mezclan con narraciones esotéricas que ponderan lo inefable ¡Qué confusión brota en quien se sumerge en Meyrink por primera vez?, la incomodidad aumenta si el texto de iniciación es, precisamente, el homónimo del libro. Ahí, el entorno solemne de un encuentro científico da lugar a la máxima demostración de un extraño fenómeno paranormal que concluye en un estallido mortal de parodia. Ante tal brusquedad temática cabe preguntarse si era necesaria tanta parafernalia para burlarse del nacionalismo irreflexivo que Meyrink consideraba tan deleznable, ¿no se pierde el tono hilarante al sembrar antecedentes tan serios como lo son tradición oriental y la ciencia, simplemente para sostener una simple sátira? Cierto es que lo habitual en las burlas es que consistan en degradaciones cómicas del objeto a menospreciar. La complejidad de cualquier símbolo o sujeto se disuelve al agregar la simplicidad de la caricaturización, es decir, la exageración de alguno de sus rasgos menos honorables. Parece incongruente que una broma política tenga que mezclarse con profundos elementos de la tradición oriental que culminan en reflexiones ontológicas. No obstante, la estrategia de Meyrink debió surtir efecto dado que fue atacado por periodistas como Albert Zimmermann que habló de Meyrink diciendo que “corromperá a miles y miles, justo como lo hizo Heine” (Daviau, 1996, p. 284). Merece la pena entonces acercarse a La esfera negra, que es la traducción al español de varios cuentos del también autor de El gólem, realizada por Mauricio Amster (1907-1980), que compartía con Meyrink las raíces judías y el desagrado por el nacionalismo germánico bruto (de hecho, los padres de Amster murieron en el campo de exterminio de Belzec). Hasta la fecha se sigue utilizando esta traducción como referencia para nuevas ediciones, es la obra que le presenta al mundo hispánico las narraciones breves de uno de los autores más subestimados de Europa. Es en el compendio que organiza y decora Amster donde podemos encontrar respuesta a la pregunta previamente planteada, Meyrink no solo destruye el orden germánico, para eso bastaría una sátira sin tanto contenido metafísico, sino que también formula una alternativa para nulificar los efectos eméticos del orgullo nacional. Meyrink advierte con tinta profética sobre los peligros de dejar gobernar a personas con mentes de esfera negra y al mismo tiempo propone contarle otro tipo de historias a los pueblos germánicos, unas que tengan la mínima audacia de sugerir que existir puede ser algo diferente a lo que dicta el káiser. Pérgola de Humo 49


RESEÑAS

Al mirar hacia los líderes actuales (políticos, “artistas”, youtubers o de cualquier otra índole), se hace evidente la vigencia de las reflexiones que le subyacen a “La esfera negra”. Si la mente de estas personas notables del mundo globalizado pudiera proyectarse como sucede en el cuento, estaríamos ante la presencia de “la nada absoluta, matemática” (Meyrink, 1947), una esfera negra, un agujero que devora todo a su paso: valores, sueños, naturaleza y sociedad. Eso era lo que estaba en la cabeza de los líderes de tiempos de Meyrink y eso es lo que está en la cabeza de muchos de los que hoy fustigan a las masas. La alternativa social del banquero caído en desgracia, empero, no se limita a poner en entredicho los sueños del ejército alemán, la ciencia también entra en la conversación y es forzada a dialogar con otras formas de conocer el mundo que en aquella época estaban por perder ímpetu frente a los asombrosos avances de la tecnología. En efecto, en la imaginación de Meyrink no faltan rostros de pensadores occidentales anonadados ante el poder de los misterios de lo paranormal, lo accidental y lo extranjero. La impotencia presente en exploradores de tierras lejanas, en congresistas académicos y en otros bastiones del saber europeo podría llegar a crear la idea de que Meyrink se resiste al nuevo mundo de avances científicos, pero quizá sea más certero hablar más de unificación y menos de rechazo pues la ciencia es la heredera de los procedimientos esotéricos. Las ciencias de inicios del siglo XX, e incluso en ocasiones todavía en la actualidad, pese a los nobles esfuerzos por que sean vox populi, compartían algo con cualquier agrupación teosófica: eran una organización casi impenetrable de señores de alguna relevancia en la sociedad que comunican sus reflexiones en un argot ininteligible para el ciudadano común. Así, la esfera negra devoradora del mundo ya no sólo es una broma atrevida, sino que puede pensarse también como una señal de lo que las iniciativas, científicas y/o de otra índole, pueden llegar a provocar en su ansia por sacarle provecho a lo que no se comprende. Si todavía hay cierta reticencia a aceptar el mencionado vínculo entre las ciencias y las tradicionales disciplinas de lo incognoscible, es menester hacer notar que en la historias de Meyrink, las figuras representativas de la ciencia occidental se ven atraídas por los misterios orientales a causa de una fuerte propensión a enfrentar lo desconocido, que es la misma motivación del hombre que se vuelve rosacruz o juega a la ouija. Si permanece el escepticismo, remítase al interés que demostraban por el espiritismo los pensadores cercanos en tiempo y espacio a Meyrink, algunos incluso buscaban volverlo una disciplina científica. Por ejemplo, es conocido el encuentro entre el famoso médium norteamericano Henry Slade, el astrofísico Friedrich Zöllner y los psicofísicos Gustav Fechner, Wilhelm Wundt y Ernst Weber. En una carta de 1879, Fechner le escribe a Wundt sobre sus diferencias de opinión en cuanto a la experiencia con Slade, en ella puede verse que el espiritismo era un tema controversial entre los investigadores y no algo que se rechazara unánimemente por la comunidad científica, como ocurre hoy en día: Preferiría no discutir en absoluto contigo sobre este tema, ya que ambos estamos convencidos de que no podemos cambiar la opinión del otro sobre los asuntos en cuestión. Tú seguirás reconociendo al espiritismo como algo que no puede ser investigado, que no es factual, y yo seguiré diciendo que es factual y trataré de investigarlo (Fechner, 2001, citado por Robinson, 2010. La traducción es mía, al igual que en la cita anterior) ¡He ahí la razón por la cual Meyrink fue recibido con interés en su época y es olvidado hoy! Es que él no se hubiera imaginado que aquello que motivaba sus historias pudiese convertirse en negocio de falsos gurús ansiosos de lucrar con las mentes de juicio crí-

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Además, en su travesía espiritual, Meyrink nunca cometió el yerro metafísico por excelencia: rechazar al cuerpo como algo vil, secundario o de lo que uno debe de avergonzarse. El cuerpo es relevante ya que a través de él se lleva a cabo la voluntad del espíritu. Es por eso que los eventos extraños que suceden en sus cuentos siempre actúan por medio del cuerpo: la muerte violeta tiene notables efectos sobre la morfología humana y solo llega a ocurrir cuando alguien le da vida a través del habla, al igual que el poderoso efecto conductual de la vacuna “asnoglobina”, que adormece el espíritu reflexivo del hombre y lo vuelve un bruto afín a las armas, incluso valdría hacer mención de cómo el autor en sus cuentos varias veces recurre al cerebro y al minotauro que habita dentro de su laberinto de circunvoluciones. Es, de hecho, tal valoración corporal lo que conduce a Meyrink a entender que era fútil seguir buscando en el exterior lo que todo el tiempo ha residido en él mismo y que se hace evidente a través de sus narraciones: el yo que permanece inmutable a lo largo del espacio y del tiempo. Es por lo anterior que son castigados los personajes, como el camello pretencioso o, una vez más, el militar conformista, que adoptan una forma de ser a todas luces perjudicial para la interioridad genuina. Esto es natural, el “Yo más íntimo” que anhelaba Meyrink es el radical opuesto a la consciencia que se difumina en la identidad nacionalista: la esfera negra que acaba con toda realidad posible fuera de ella, es decir, fuera de la repetición irreflexiva del discurso de los poderes alemanes. Además, las fuerzas que pesan sobre los personajes no han de verse como apariciones extrañas por ser externas, sino como alegorías de su estado interior, reflejando sus flaquezas y puntos fuertes. Esto se hace evidente incluso en los cuentos menos fantásticos, como es el caso de “Enfermo” donde un hombre entiende vida después de ver a un pequeño jugar con unas piezas de dominó. La esfera negra es, en suma, un álbum que guarda lo que en la política desgraciadamente permanece inmutable pero también una serie de fotografías que, aunque de figura principal tienen a un soldado de seso esfumado, de fondo muestran una vereda hacia el interior de cada uno de nosotros. Así pues, en las sociedades lideradas por esferas negras es en donde es más acuciante la necesidad de preguntarnos: ¿qué nos hace auténticos más allá de lo que dictan los aparatos ideológicos ya no solo del Estado, sino también del Mercado? Meyrink encontró su respuesta en los resquicios de lo inefable, tal vez hoy es una respuesta demasiado excéntrica pero al menos tuvo la audacia de compartirla, eso es más de lo que muchos de nosotros llegaremos a hacer. El que esté libre de esfera negra, que arroje la primera piedra.

ARTíCULO

tico reblandecido...solo que en realidad Gustav Meyrink siempre tuvo esto en cuenta: Instintivamente luché contra el aturdimiento. De no haberlo hecho sería hoy, con toda probabilidad, un infortunado médium o padecería algún tipo de escisión de la conciencia, tal vez incluso locura religiosa. Pero me mantuve firme en un conocimiento valioso (en el conocimiento que constituye una piedra preciosa en la doctrina budista): ¡mantente siempre consciente! (Frank, 1981, citado por Montiel, 2012)

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ARTíCULO

Referencias

Daviau, D. G. (1996). Major Figures of Austrian Literature: The Interwar Years 1918–1938. Riverside, CA: Ariadne Press. p. 284. Die Gustav-Theodor-Fechner-Gesellschaft e.V. (2001). Gustav Theodor Fechner (1801– 1887), präsentiert aus Anlaß seines 200. Geburtstages. CD-ROM. Citado en Robinson, D. (2010) Founding fathers [version electronica]. The psychologist Vol. 23 pp. 976-977. Meyrink, G. Die Verwandlung des Blutes. En (1981) Fledermäuse, Hrsg. von E. Frank. München, Langen Müller, 203-297. Citado en Montiel, L. (2012) El rizoma oculto de la psicología profunda: Gustav Meyrink y Carl Gustav Jung. Madrid: Frenia p. 35 Meyrink, G. (1947) La esfera negra. Santiago de Chile: Zig-Zag p.16

Lorenzo Bysshe Shelley Larenas, nací en la Ciudad de México el 5 de abril de 1995. Estudio Psicología en Ciudad Universitaria (UNAM), me especializo en el área de Procesos Psicosociales y Culturales, donde se fomentan el análisis semiótico y del discurso. He publicado diversas obras en medios impresos y electrónicos, entre ellas se encuentran: Pasaje urbano (cuento) y De vuelta al sentido original (ensayo).

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Osman Fonseca


TRADUCCIÓN

Me encantas (我欢喜你) Por Amado Peña

Me encantas pues tu sabiduría es la de un ciervo y tus demás virtudes las de una oveja: estoy dispuesto a cuidar rebaños pero temo asustar sin querer al ciervo: ¿Cómo aprendiste a domar el silencio a los pies de tu boca (ese silencio de bruma)? Todos me creen pobre; ¡Ahí voy sin plumas que me adornen, sin el talento para versar pasiones! No llamaré la atención, que mi rostro sonría poco y mis ojos sean los de un idiota haré como que no te entiendo. Cuando las personas pronuncian por accidente tu nombre mi corazón tiembla, mi cuerpo suda mientras. Nadie salvo a la noche estrellada le puedo decir tu nombre. Shen Congwen

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El miedo a la poesía

E

TRADUCCIÓN

Extracto de La Vida de la Poesía, de Muriel Rukeyser

n este momento, mientras enfrentamos conflictos y panoramas mucho más grandes, queremos nuestras riquezas, los caminos de la fuerza. Consideremos nuevamente el deseo humano, su fe, los medios por los cuales la imaginación nos encamina a superarnos a nosotros mismos. Si existe el sentimiento de haber perdido algo, tal vez sea porque mucho de lo que existe aún no ha sido utilizado, hay mucho todavía por descubrir y darle un comienzo. Siempre se nos dice que todos nuestros recursos humanos deben ser utilizados, que nuestra civilización tiene como fin utilizar todo lo que está a la mano – invenciones, historias, cada pedazo de información. Pero existe un tipo de conocimiento – infinitamente valioso, más resistente al tiempo que los monumentos, heredado de generación en generación y de cualquier forma posible: que nunca debe usarse. Y eso es la poesía. Me parece que justo en este lugar nos achicamos, nos empobrecemos. Creo que desestimamos una fuente de poder, una que precisamente necesitamos. Ahora que se nos dificulta sostener por un instante en la mente los gigantescos grupos de acontecimientos y significados que ocurren todos los días, es hora de recordar otro tipo de conocimiento y de amor, uno que siempre nos ha permitido alcanzar conjuntos de emociones y correspondencias, es esa una actitud como la actitud de la ciencia y otras artes hoy en día, pero con distintiva hermosura e importancia –la actitud que tal vez dote a nuestra imaginación con las herramientas para hacer frente a nuestras vidas – la actitud de la poesía. ¿Qué tipo de ayuda podemos encontrar aquí? La poesía es, sobre todo, una aproximación a la verdad del sentimiento, y ¿de qué nos sirve esa verdad? ¿Cómo utilizar el sentimiento? ¿Cómo utilizar la verdad? No importa lo confuso que parezca el escenario de nuestra vida, no importa qué tan heridos estén quienes enfrenten ese escenario, se le puede hacer frente, podemos continuar buscando nuestra completitud. Si utilizamos las riquezas que ahora tenemos, nosotros y el mundo mismo podemos continuar como una sola plenitud. Podemos crecer a cada instante si podemos hacer que este instante coincida con nuestras vidas. Pérgola de Humo 55


TRADUCCIÓN

Para lograrlo, necesitamos entender nuestras riquezas y a nosotros mismos. En tiempos de sufrimiento, largas guerras, y la apertura de los panoramas, no existe riqueza alguna que podamos darnos el lujo de pasar por alto o malinterpretar. Llegados a este momento, en el que las grandes ideas religiosas se encuentran al alcance de la mano de nuevas maneras, uno entra en un ambiente de posibilidades. Y en ese clima, durante los momentos difíciles y con una idea de mundo, que todas las personas piensan en el amor. Y se vuelcan a formas íntimas del compartir. Al hablar de poesía, tengo que aclarar desde un principio que este tema no ha tenido reconocimiento dentro de la sociedad estadounidense. Sin importar qué tan comprometido se esté con la poesía, es más probable que a la mayoría de nosotros nos anteceda la sensación de estar en contra de ella. Al aproximarnos al tema, puede que encontremos más verdades si en vez de fijarnos desde el principio en la poesía en sí, volteamos la mirada hacia las resistencias para con la poesía. Cada uno de nosotros reconocerá en su propia vida esta resistencia. Los obstáculos que existen en contra de ella son firmes; ya que, tal y como ahora está organizada la vida social, no incide en nuestras vidas. Algunas de nuestras riquezas son buenos índices de todo lo demás. Existen correspondencias que incluyen tantas entidades, que incluso podríamos imbuirles nuestros propios deseos y hostilidades, nuestros juicios de valor y nuestra moralidad; nos servirían para esclarecer todas nuestras demás correspondencias. Entre ellas existen objetivos claves de nuestras actitudes como lo es el conflicto con el individuo, la bomba atómica, la negritud, los comunistas, los judíos, el “papel” de la ciencia, el “papel” del trabajo, el “papel” de las mujeres, y la poesía. Estos puntos son cruciales; nuestra época y nuestra naturaleza ha descubierto su cuestionamiento. Ahora la poesía, en este momento, se posiciona en una curiosa relación entre nuestra aceptación de la vida y nuestra forma de vivir. La resistencia a la poesía ha sido una fuerza activa en el modo de vida estadounidense a lo largo de estas guerras. La poesía como tal, no; o no parece haberlo sido. Parecería que, entre los grandes conflictos de esta cultura, el conflicto de nuestra actitud ante la poesía es evidente. No hay guardias que la vigilen. Podemos ver su expresión, y podemos ver sus efectos sobre nosotros. Podríamos ver nuestro propio conflicto y nuestra propia riqueza si miramos, ahora, a este tipo de arte, que lo han convertido – de entre todas las artes – en el menos aceptable. Cualquier persona inmiscuida en la poesía y en el amor a la poesía debe lidiar, entonces, con el odio a la poesía, y tal vez, todavía más, con la indiferencia dirigida hacia el centro. Llega como un tipo de aburrimiento, como un insulto, como la actitud tradicional de los últimos cien años que ha desdibujado el retrato del poeta a como se le conoce en esta sociedad, que, como dice Herbert Read, “no cuestiona los principios de la poesía – simplemente la trata con ignorancia, indiferencia e inconsciente crueldad.” La poesía para nosotros es extranjera, no la dejamos entrar en nuestras vidas. ¿Te acuerdas de los poemas de tu infancia – los distantes juegos y rimas iniciales que llamába-

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Pero desde la infancia, para muchos de nosotros, la poesía se ha convertido en una cuestión de disgusto. La enunciación de la poesía es una cosa: una que se enlista como una proeza de un presentador en una gran cadena televisiva con “buena voz” y “pronunciación correcta,” es la “habilidad para leer e interpretar poesía.” El otro lado de la moneda puede leerse de manera concluyente en la carta escrita hace noventa años por La señora Melville, la esposa del autor de Moby-Dick, a su madre – “Herman ha comenzado a escribir poesía. No debes decírselo a nadie, ya sabes cómo son estas cosas.” ¿Cuál es el origen de tal disgusto? Si le preguntas a tus amigos te darás cuenta de que hay pocas respuestas, repetidas por todos. Una es que el amigo no tiene tiempo para la poesía. Esta es una elección curiosa, ya que la poesía, de entre todas las artes que han existido – música, teatro, cine, escritura – es la más breve, la más compacta. O tus amigos pueden hablar acerca del aburrimiento que les genera la poesía. Si escuchas esto, continúa preguntando. Te darás cuenta de que el “aburrimiento” es una respuesta encubierta que esconde diferentes significados. Una persona te confesará que ha sido alejado para siempre por la estéril disección de los versos en la escuela, y que ahora se desilusiona al pensar un poema como una serie de construcciones. Espera mucho más de ella. Otro dirá que regresó de ver escenas de la guerra a un salón de preparatoria solo para leer “Bobolink, bobolink / Spink, spank, spink.” Un científico de primer nivel buscará, para su desesperación, un marco formal de referencia en la poesía de otra época, y se dará por vencido. Uno confesará que, no importa lo mucho que lo intente, no puede entender la poesía, en particular la escritura moderna. Es intelectual, confusa y sin música. Uno dirá que es intencionalmente oscura. Otro que no es aplicable a la situación en la que él se encuentra. Y casi cualquier hombre dirá que es amanerada: es verdad que la poesía es un arte con tendencias sexuales sospechosas.

TRADUCCIÓN

mos ritmos, las pequeñas canciones con las que te levantabas o te ibas a dormir? Así es, los recordamos.

En todas estas respuestas, nos encontramos un escabullirse continuo que es clave para todas ellas, y que es lo suficientemente fuerte como para ser más que una resistencia directa. Esta resistencia tiene la cualidad del miedo, expresa el miedo a la poesía. Trabajando con personas y poemas, he descubierto que este miedo presenta síntomas de un problema psíquico. Un poema invita, exige. ¿A qué invita? Un poema te invita a sentir. Más que eso: te invita a responder. Y mejor que eso: un poema invita una respuesta total. La respuesta es total, pero se alcanza a través de las emociones. Un buen poema se apodera de tu imaginación de manera intelectual – es decir, cuando lo alcances, también le alcanzarás en la inteligencia – pero el camino es a través de la emoción, a través de lo que llamamos sentimientos.

Amado Peña (Tuxtla Gutiérrez, 1985) es poeta y traductor. Actualmente dirige el Canon Accidental, editorial independiente especializada en traducción.

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A continuación puedes leer lo que dijo sobre lo que nos espera en estos meses.

ARIES* Esa es tu pena. Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres que no vuelven. Colócala a la altura de tus ojos y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda, o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes, o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles. Si observas al trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.

POÉTICA ASTRAL

Virgilo decía “audaces Fortuna iuvat” (La fortuna favorece a los valientes); Mahsati en cambio nos dice nuestra suerte a los no tan valientes, a los locos y a los poetas.

TAURO* No tomes muy en serio Lo que te dice la memoria. A lo mejor no hubo esa tarde. Quizá todo fue un autoengaño. La gran pasión sólo existió en tu deseo. Quién te dice que no te está contando ficciones para alargar la prórroga del fin y sugerir que todo esto tuvo al menos algún sentido. “Memoria” José Emilio Pacheco.

“Esa es tu pena” Olga Orozco

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POÉTICA ASTRAL

GÉMINIS* ya comprendo la verdad estalla en mis deseos y en mis desdichas en mis desencuentros en mis desequilibrios en mis delirios ya comprendo la verdad ahora a buscar la vida.

CÁNCER* Me quité de en medio por no estorbar, por no gritar más versos quejumbrosos. Me pasé muchos días sin escribir, sin veros, sin comer más que llanto. “Autoeutanasia sentimental” Gloria Fuentes

“Solament”e Alejandra Pizarnik

LEO*

VIRGO*

en la ruta del vuelo por mi cuarto y desde entonces soy, vivo sin alas, el ángel más pesado de la muerte. Disimulan su llanto los objetos que habitan en mi cuarto. Soy, así, comiendo soledad a la discreta; y es que tengo yo el hambre de mirarte, y el vómito de verme, cuando lloro.

[…] Me está vedado oír en tus latidos de tu paciente corazón (sagrario de dolor y clemencia), la fórmula escondida de mi propia existencia. Me está vedado, cuando te fatigas y se fatiga hasta tu mismo traje, tomarte en brazos, como quien levanta a su propia ilusión incorruptible hecha fantasma que renuncia al viaje.

“Aprender de una sombra” Ángel Fernández Arreola

“Me estás vedada tú” Ramón López Velarde

Pesa menos mi cuerpo que tu orgullo, una intacta figura yo celebro

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LIBRA*

¡Perdóname, oh amor, si no te nombro! Fuera de tu canción soy ala seca. La muerte y yo dormimos juntamente… Cantarte a ti, tan solo, me despierta.

[…] Sólo quiero vivir para buscarte, sólo temo morir antes de hallarte, sólo siento vivir cuando te llamo; y, aunque vivo ardiendo en vivo fuego, como la entera voluntad te niego no me atrevo a decirte que te amo. “Quiero decir que te amo y no lo digo” Concha Urquiza

POÉTICA ASTRAL

[…]Ser y no querer ser… esa es la divisa, la batalla que agota toda espera, encontrarse, ya el alma moribunda, que en el mísero cuerpo aún quedan fuerzas.

ESCORPIO*

“Canción amarga” Julia de Burgos

SAGITARIO* Ya no será ya no no viviremos juntos no criaré a tu hijo no coseré tu ropa no te tendré de noche no te besaré al irme nunca sabrás quién fui por qué me amaron otros. No llegaré a saber por qué ni cómo nunca ni si era de verdad lo que dijiste que era ni quién fuiste ni qué fui para ti ni cómo hubiera sido vivir juntos querernos esperarnos estar. “Ya no será” Idea Vilariño

CAPRICORNIO* He utilizado la palabra amor como un bisturí, y después he contemplado esa cicatriz verdosa que queda en lo amado y en el amante, y esa cicatriz verdosa brilla también en estas palabras, y en mi mirada también pueden sentirse los bordes carnosos y finos de esa cicatriz, de esa estrella sin fuego. “El azar de las perforaciones” José Carlos Becerra

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POÉTICA ASTRAL

ACUARIO* Cuando tengas ganas de morirte esconde la cabeza bajo la almohada y cuenta cuatro mil borregos. Quédate dos días sin comer y verás qué hermosa es la vida: carne, frijoles, pan. Quédate sin mujer: verás. Cuando tengas ganas de morirte no alborotes tanto: muérete y ya. “Cuando tengas ganas de morirte” Jaime Sabines

PISCIS* Mi edad más frágil dio comienzo, de ahora en adelante no sanaré del todo ni volveré a saber a ciencia cierta que me duele. Salud y enfermedad se funden. Las claras divisiones se acabaron las claras amistades. “Cruzando el puente” Fabio Morábito

Los señores de Pérgola de humo quieren agradecer a Daniela de la Fuente, Karla Linaldi y Evaluna Pereyra por habernos contactado con Mahsati y hacer esta sección posible.

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Pérgola de Humo Octubre - Diciembre 2019 Xalapa, Ver, México.


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