#VivasNosQueremos

vivas nos queremos paulino ramos construcciรณn social de las masculinidades

vivas nos queremos paulino ramos #Vivasnosqueremos es el lema que se viene usando en Quito cada 25 de Noviembre en la marcha frente a las violencias machistas. Es un lema, nacido en Argentina, que por obvio, se hace potente y necesario: las mujeres quieren dejar de morir de manos de la violencia patriarcal, mostrando así componentes de resistencia y afirmación en la supervivencia frente a los hombres.

Tal como nos mostró Joel Audí en su clase magistral sobre el trabajo con hombres que maltratan, parece más que evidente que la violencia es patrimonio casi exclusivo de los hombres; ya sea como ejecutores o como receptores de la misma. Sin embargo, este tipo de datos no nos puede llevar a menospreciar la violencia que es ejercida hacia mujeres y otros cuerpos feminizados. No podemos obviar las particularidades de la violencia machista, por ejemplo teniendo en cuenta que un porcentaje alto de los feminicios y la violencia por género, se da en entornos familiares a la víctima.

Más bien las reflexiones de Audí nos deben invitar a pensar que la violencia machista es un síntoma más de lo que Rita Segato (2017) focaliza en una sociedad cada vez más violenta. La norteamericana bell hooks (2004) también nos hace explicita esta necesidad de no entender la violencia machista como un problema de hombres hacia mujeres, sino más bien como un entramado complejo de participaciones en una cultura violenta y cambiante. En la siguiente infografía se muestra el trabajo del Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador en su mapeo de los feminicios por regiones. Como anuncian en su leyenda, la violencia machista tiene más culpables que los propios victimarios; siendo el estado y la sociedad tan complices como los hombres concretos que la ejercen. No está explicito en el mapa si estos datos también cuentan con personas con cuerpos feminizados, pero cualquier muerte a una mujer trans, da cuenta de una complejidad no binaria en relación a estas expresiones de violencia.

La diversidad que rompe lo binario Este año la marcha acogía una celebración específica: el 20 aniversario de la despenalización de la homosexualidad en el Ecuador. Formando el tercero de los bloques de la marcha, un amplio conjunto de seres diversos plagaba la caminata de colores, cuerpos y formas que rompían con la concepción binaria del género. Este bloque ponía sobre la mesa una cuestión que parece relevante al entender la violencia de género, y es que la violencia machista no sólo arremete contra las mujeres, sino que lo hace contra aquellos cuerpos e identidades que son feminizados desde las concepciones hegemónicas del género y la sexualidad (Cabezas y Berná 2013). Gayle Rubin (1986) ya nos planteó hace unos años la necesidad de incorporar a nuestros análisis una perspectiva unificada sobre el género y la diversidad sexual.

También Judith Butler (1993) nos hace este llamado en sus primeras obras, en este caso, al desnaturalizar el sexo binario e incorporar el planteamiento de una heterosexualidad obligatoria en la construcción de los géneros. De ese modo, el bloque diverso nos hace problematizar la violencia de género, no como el resultante de un control de hombres sobre mujeres, sino una violencia que se ejerce a unos cuerpos con características feminizadas, en pos de una vigilancia biopolítica de los cuerpos (Cabezas y Berná 2013).

Dadas estas presencias en la marcha, hay un punto que me parece interesante añadir. A las críticas que nos ofrece Oscar Guasch (2006)

sobre la imagen vaciada de contenido y consumista en la que se ha convertido el movimiento gay hegemónico, podemos también sumarle las voces que nos hablan de la configuración masculinista del mismo. En cierto modo, el movimiento gay ha capitalizado la lucha por la diversidad sexual, sin que podamos dejar de reconocer el corte blanco, occidental, masculino e individualista con el que se sigue representado. Por esto Guasch (2006) ve que se está perdiendo disidencia y subversión con la entrada de “lo gay” en sociedades periféricas.

De forma inevitable, veo un fondo común entre estas críticas y las que presentan otras dos lecturas. De un lado, lo que bell hooks (2004) nos plantea sobre el aumento de la participación en una cultura supremacista, blanca y violenta por parte de los hombres negros que luchan por derechos civiles. De otro lado, lo que la socióloga La Furcia (2016) analiza en relación a la complejidad en la que se construyen las identidades, entendiéndolas como un proceso histórico de ensamblaje que se relaciona con un “entramado de la matriz colonial del poder”. Es decir, la masculinización de los movimientos sublaternos para cristalizar sus formas de participación política. ¿A dónde quiero llegar con estas cuestiones?

La presencia de los grupos de diversidad sexual en la marcha, nos habla de la particularidad del proceso de construcción de una agenda sobre derechos sexuales en el Ecuador, que difiere en cierto modo de lo gay hegemónico. En el caso ecuatoriano, las caras más visibles de la lucha han sido en gran medida las personas transexuales.

Además, no ha sido raro que éstas y las mujeres lesbianas hayan convergido más con movimientos feministas que con movimientos LGTBi.

Que la marcha por la violencia de género se vea vinculada también a la conmemoración de la despenalización, da cuenta de que los nuevos sujetos de lucha están incorporando la interseccionalidad en cierta forma y que muchos hombres gays, con los que tuve la oportunidad de charlar durante ese día, entiendan la necesidad de asentarse antes en una lucha compartida por los cuerpos vulnerados que en la lucha por la identidad a raíz de la orientación sexual. A grandes rasgos es también la propuesta que nos hace Mark Justad en su artículo sobre movimientos de hombres. La presencia de este bloque nos demuestra que las diversidades sexuales pueden ser entendidas desde una perspectiva no binaria y que una parte de la disidencia sexual emerge desde el paraguas del feminismo.

Una masculinidad performada Uno de los debates clásicos dentro de los feminismos hace referencia a la separación de los espacios según género, siendo ocupado los espacios públicos por fuerzas masculinas, mientras que el papel de lo privado queda relegado a las mujeres. Está claro que esta separación está basado en supuestos dicotómicos que requieren cierta desambiguación. Sin embargo, podemos asegurar que las mujeres han sido desposeídas de las altas esferas de las políticas estatales y públicas. Kronsell (2005) nos explica que las instituciones militares son lugares de construcción de una masculinidad hegemónica y que los estados actuales han sido paridos desde una lógica militarista. No es aventurado asegurar, por tanto, que la performatividad en la vida pública responden a estos valores masculinizados en el contexto de las democracias neoliberales. Si entiendo las manifestaciones como una de esas performances políticas y por tanto, masculinista desde su origen, cabría preguntarse si las la participación de las mujeres en estas marchas forma parte de una feminización de las políticas o si bien hay una

masculinización de las mujeres que participan en las mismas. Siguiendo con la comparación, podemos asumir con el análisis de Kornsell (2005) que las mujeres que participan de eventos o instituciones que se han asumido desde una perspectiva masculina, no son cooptadas, sino que más bien proporcionan una revisión de los términos en los que se organiza la vida social a partir de dicotomías genéricas. Harían falta investigaciones más rigurosas en este sentido. Sin embargo, quiero retomar una de las apuestas teóricas que me han parecido más sugerentes durante el curso: entender la masculinidad como una construcción que, según como sea representada, puede tener ciertos potenciales transformadores. Desde esta perspectiva creo que la manifestación pone en juego un uso transformador de la masculinidad en dos sentidos.

De un lado, la presencia de hombres en este tipo de marchas nos plantea la construcción de unos cuerpos masculinizados que se basan en preceptos feministas, al menos en apariencia, por lo que representan masculinidades “útiles” en términos políticos. Que una serie de hombres apoyen estas luchas, nos está hablando de la construcción de unas masculinidades diferentes, entendiendo que hay hombres que no temen ser feminizados, independientemente de su sexualidad. Está claro que se puede problematizar esta presencia, sin embargo, que cada vez sea más numerosa la cantidad de hombres que decide ir a estas marchas, nos da a entender que la agenda política feminista incorpora a nuevos sujetos. Por otro lado, considero que la articulación de la rabia y la agresividad, asociadas tradicionalmente a valores masculinos, performados por colectivos de mujeres y cuerpos feminizados, presenta un potencial uso de la masculinidad a favor de cuestiones feministas. Las batukadas, los gritos, ser portadoras de grandes pancartas, pintadas, rebeldía, estéticas guerrilleras… dan cuenta de una performatividad asociada a valores masculinos de forma tradicional, en este caso agenciada en mujeres, lo que convierte esas formas en estratégicas y potenciales masculinidades en beneficio de la lucha feminista. Aunque el viraje conservador de las políticas públicas en los últimos años es evidente, prefiero mostrarme optimistas antes estos cambios, que aunque pequeños nos ayudan a transformar el mundo.

Bibliografía - Butler, Judith. 1993. Cuerpos que importan.

Sobre los límites materiales y discursivos del sexo.

Buenos Aires: Paidós.

- Cabezas González, Almudena y Berná Serna, David. 2013. «Cuerpos, espacios y violencias en los regímenes biopolíticos de las Modernidad. De Maricas y homosexuales habitando ¨lo femenino¨». Política y Sociedad (50)3: 771-802.

- Guasch, Oscar. 2006. Héroes, científicos, heterosexuales y gays. Los varones en perspectiva de género. Barcelona: Bellaterra.

- Hooks, Bell. 2004. We Real Cool. Black Men and Masculinity. New York and London: Routledge.

- Justad, Mark. 2000. «Women´s Studies and Men´s Studies: Friends or Foes?». The Journal of Men´s Studies (8)3: 401-406.

- Kronsell, Annica. 2005. «Gendered practices in institutions of hegemonic masculinity». International Feminist Journal of Politics (7)2: 280-298.

- La Furcia, Ángel. 2016. «Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial». Revista Colombiana de Sociología (39)1: 47-78.

- Rubin, Gayle. «El tráfico de mujeres. Notas sobre la economía política del sexo». Nueva Antropología. Volumen VIII. Nº 30, 1986: 95 - 145.

- Segato, Rita. 2017. «La violencia contra las mujeres no se resuelve con una ley más rígida» en www.radiográfica.org (http://www.radiografica.org.ar/2017/06/07/rita-segato-la-violencia-contra-las-mujeres-no-se-resuelve-con-un a-ley-mas-rigida/)

imágenes - Fotografías: Todas realizadas el 25 de Noviembre de 2017 durante la marcha Vivas nos Queremos en Quito (Ecuador).

- Infografía pag. 1: Colectivo de Geografía Crítica de Ecuador (https://geografiacriticaecuador.org)