8 minute read

La hipoacusia en las personas mayores

A lo largo de toda la vida, estamos expuestos a una serie de circunstancias que tienen el potencial de afectar nuestra capacidad de oír. Por definición, la hipoacusia o pérdida auditiva, es la incapacidad parcial o total de escuchar sonidos, ya sea involucre a uno o ambos oídos.

Existen diferentes tipos de hipoacusia y a su vez, de diversa magnitud. La combinación de estas dos características de cada pérdida auditiva, supone algún grado de discapacidad y puede contar en la mayoría de los casos, con una forma de resolverla o asistirla.

Advertisement

Evaluación de la audición

Es frecuente que las personas no se den cuenta de la pérdida auditiva de leve a moderada debido a su aparición y progresión insidiosas, o porque no es evidente en ambientes silenciosos. Solo alrededor del 20 por ciento de las personas de 65 años o más con pérdida auditiva de moderada a profunda se perciben a sí mismos como discapacitados auditivos. Muchos no perciben que su pérdida auditiva justifique una intervención médica.

Un artículo de Cassarly y colaboradores estableció una serie de diez preguntas que pueden ayudar a determinar si una persona tiene una pérdida auditiva que justifica ser evaluada y eventualmente tratada. Si una persona responde «sí» a dos o más preguntas, o «a veces» a tres o más, es probable que tenga una hipoacusia que necesita evaluación y eventual intervención.

SALUD

Dr. Alejo Suárez Otorrinolaringólogo

Las preguntas se centran en situaciones en las que la persona puede tener dificultades para escuchar, comunicarse y participar en actividades sociales debido a su audición, tales como ver televisión o escuchar la radio, ir a fiestas, hablar con familiares y amigos, y visitar a amigos o vecinos

Esta simple manera de autoevaluar la situación auditiva, es una forma sencilla de hacer un despistaje que pueda derivar en una evaluación formal, para definir y tratar la hipoacusia.

Ya sea por motivación personal, sugerencia del entorno o que haya emanado de una prueba de tamizaje como la descrita previamente, una persona que precise definir su situación, deberá ser evaluada por un profesional.

Primeramente se debe recurrir al médico de referencia (médico de familia, geriatra o médico general), para que realice una mirada inicial de la situación. De ser necesario, la persona será derivada a un otorrinolaringólogo, que hará una evaluación especializada de la situación clínica, con los aspectos relevantes de su historial médico y un examen de los oídos. A partir de esto, se establecerá si es preciso realizar estudios clínicos y/o paraclínicos, para poder llegar a un diagnóstico de situación.

El primer abordaje debe establecer algunos aspectos relevantes: es un problema que afecta a un solo oído o ambos, y si fuesen ambos, en igual magnitud percibida o asimétrico; apareció en forma gradual o ha sido de inicio súbito; hay algún elemento que pueda asociarse en el tiempo como vinculado al inicio de los síntomas, como por ejemplo traumatismo, medicamentos, etc.; se asocian otros síntomas (vértigo o inestabilidad, afección de la función de los pares craneales, problemas de memoria o deterioro intelectual, etc).

Independientemente de que cada caso particular pueda requerir de diferentes estudios para el diagnóstico final, el estudio base para conocer el status auditivo de la persona, es la combinación de un audiograma tonal liminar y una logoaudiometría. La prueba es conducida por un fonoaudiólogo, en una cabina sonoamortiguada y aislada de los ruidos externos. Con este test, se evalúan dos aspectos muy vinculados, aunque distintos en lo que refiere a la función auditiva. Por un lado, el audiograma busca establecer lo que se denomina el umbral de audición. Esto es el mínimo volumen necesario para que sea percibido por la persona que está siendo evaluada. Esto se realiza para un rango de frecuencias desde 125 a 8000 Hz. El sonido es entregado al sujeto de dos formas: por vía aérea mediante auriculares y por vía ósea, mediante un vibrador. Esto último, hace llegar el sonido directo al oído interno sin pasar por el conducto auditivo externo ni el oído medio. Este dato, permite evaluar si el umbral de audición es el mismo por una u otra vía (que es lo normal) o hay una diferencia, donde por vía ósea se es mejor que por vía aérea, lo que implica un problema en la conducción del sonido en el oído externo y/o el medio. Una vez que se completa esta parte, podemos establecer que la persona tiene o no una pérdida auditiva, a partir del promedio en decibeles del umbral de audición. Si tiene una hipoacusia, permite establecer las características básicas de la misma: si esta es de conducción, neurosensorial o mixta; de grado leve, moderado, severo o profundo; si es simétrica o asimétrica.

La otra parte del estudio, la logoaudiometría, consiste en la evaluación de la capacidad de la discriminación de la palabra del sujeto en estudio. Para esto se le presenta al mismo una lista de palabras con diferentes estructuras fonéticas, con un incremento del volumen progresivo hasta que la persona logra entender y repetir adecuadamente (o no). El resultado arroja un score, que representa el porcentaje de palabras que logra comprender correctamente, a una intensidad de volumen dada. Este score, permite inferir con mejor precisión lo que le ocurre a la persona en la vida cotidiana, fundamentalmente en la capacidad de entender conversaciones.

Concluida esta etapa, se puede establecer la situación funcional auditiva del paciente y las posibles opciones terapéuticas para mejorar la misma.

Manejo terapéutico

Como primer concepto, se puede establecer que la evolución del conocimiento y la tecnología, ha logrado que se hayan incrementado, mejorado y sofisticado, las alternativas terapéuticas para resolver o asistir a las personas con pérdida auditiva.

Cada situación requiere una aproximación individualizada, de acuerdo a la evolución, pudiendo implicar un tratamiento con medicamentos, maniobras quirúrgicas o prótesis de diferente tipo.

En varias de las patologías que afectan al oído externo y al medio, se puede ofrecer alternativas de tratamiento médico o quirúrgico, aunque son poco frecuentes en esta etapa de la vida. Como contrapartida, las opciones de tratamiento médico o quirúrgico, son mucho menos frecuentes en las hipoacusias de tipo neurosensorial, que son el tipo de hipoacusias más frecuentes en los adultos mayores. Una excepción a esto último, es la pérdida súbita de la audición o sordera súbita. La pérdida auditiva neurosensorial súbita idiopática se desarrolla en menos de 72 horas y suele ser unilateral. El sonido se describe como áspero y distorsionado con plenitud auditiva que lo acompaña. Afecta anualmente de cinco a 20 por cada 100 000 adultos de 40 a 60 años de edad y es menos frecuente en la tercera edad. Aproximadamente del 32 al 70 por ciento se recuperan espontáneamente, pero la pérdida auditiva neurosensorial súbita idiopática es una emergencia que requiere una pronta derivación por eso merece mencionarse en forma específica. Hasta el 16 por ciento de los pacientes que presentan pérdida auditiva neurosensorial súbita idiopática son diagnosticados posteriormente con patología significativa, que incluye enfermedades autoinmunes y afecciones neurológicas. Se recomiendan imágenes por resonancia magnética con gadolinio para todos los pacientes con hipoacusia neurosensorial súbita idiopática potencial para identificar aquellos con condiciones patológicas subyacentes graves. Los esteroides son el tratamiento estándar actual para la pérdida auditiva neurosensorial súbita idiopática, pero persisten algunas dudas a la eficacia real de los mismos. Debido al riesgo de pérdida auditiva permanente y la posibilidad de que los síntomas sean causados por otra afección grave, los pacientes que presenten síntomas que sugieran una pérdida auditiva neurosensorial súbita idiopática deben derivarse para una evaluación especializada urgente.

En la gran mayoría de las situaciones que provocan hipoacusia en las personas mayores de 65 años, la mejor opción para mejorar su situación, involucra la asistencia protésica a partir de audífonos. Conceptualmente, los audífonos presentan de la mejor manera posible el sonido, de la manera más apropiada al tipo de pérdida auditiva de cada persona. Estos se calibran de acuerdo a los datos que emanan del audiograma, más alguna medida específica que se toma. Los audífonos están disponibles en modelos retroauriculares, intrauriculares y en el canal. La elección de la ayuda está determinada predominantemente por la percepción del paciente sobre la facilidad de uso y la apariencia.

Es de destacar la percepción negativa que existe en una proporción grande de la población sobre los audífonos, basada en diferentes aspectos, algunos de ellos con una base real y otros, no. Uno de los elementos que provocan una imagen negativa, es cultural y vincula a los audífonos con un aspecto de deterioro personal asociado a la edad. Esta percepción negativa de base cultural, impide a muchas personas beneficiarse con el uso de los audífonos; cosa que no ocurre con los lentes.

También contribuye a una imagen negativa sobre los audífonos el que no tengan un buen rendimiento. Si bien la adaptación a los audífonos puede ser un poco compleja, hay elementos muy importantes a considerar cuando comenzamos con su uso. Debe tenerse en cuenta que quien finalmente nos hace conscientes de los sonidos, es la corteza cerebral auditiva y el oído es el que permite que el sonido se transforme en impulsos eléctricos (el lenguaje del cerebro). El cerebro es quien nos hace prestar atención a las cosas que considera relevantes, desestimando mucha información que no considera de interés. Una persona con hipoacusia, no recibe mucha de la información sonora a la que está expuesto, debido a su afección. Al ponerse audífonos, de golpe vuelve a percibir estos estímulos sonoros, que son «nuevos» y de interés para el cerebro, por lo que dirige su atención hacia estos, y hay momentos en que los sonidos abruman a la persona. El uso cotidiano y por tiempo prolongado de los audífonos, hace que estos sonidos que se vuelven a percibir, sean nuevamente cotidianos y no generen la molestia que provocaron inicialmente. Este elemento es un factor frecuente de abandono de los audífonos y resalta la importancia de usarlos la mayor cantidad de tiempo posible, de manera que nuestro cerebro esté mejor estimulado.

Muchas personas esperan a estar en una situación auditiva muy desfavorable para considerar el uso de audífonos, lo que trae aparejado un cerebro muy mal estimulado y por un tiempo prolongado. Esto genera cambios difíciles de revertir en muchas de las estructuras de la vía auditiva central involucradas en la audición, y provoca que se limite el beneficio que se puede esperar con el uso de audífonos. De allí la importancia de no esperar a tener una situación muy desfavorable, para considerar incorporarlos.

A pesar de muchos beneficios bien documentados, solo el 25 por ciento de los pacientes candidatos a usarlos adquieren audífonos, y hasta el 30 por ciento de ellos no los usan. La mayor motivación para el uso es la confianza del paciente en que la comunicación mejorará. La mayor barrera es la percepción de que la pérdida auditiva no amerita corrección, independientemente del nivel de pérdida. Los médicos pueden desempeñar un papel importante en la promoción el uso adecuado de los audífonos. Se debe brindar asesoramiento a los pacientes con pérdida auditiva, porque las percepciones y expectativas de los pacientes son los factores más importantes en la adquisición y el uso de audífonos.

Por último, es importante mencionar que es fundamental por parte de la persona que tiene una discapacidad auditiva, explicar al entorno y los vínculos sociales que padece la misma. Muchas veces no se hace esto, por presuponer un rechazo o incomprensión de la situación, y es muy relevante que el entorno pueda tomar acciones que faciliten a la persona con hipoacusia, poder estar lo más conectada con ellos posible.