La hora del storytelling o cómo potenciar las historias que importan
Es un mundo desigual, con desplazados, refugiados y oprimidos. Pero también con personas solidarias y em‐ páticas, dispuestas a mejorarlo. Es un mundo de com‐ plejidades globales, particularidades locales y satura‐ ción de datos. En medio —mientras lucha por salvarse a sí mismo— el storytelling asoma como una narrativa posible. El objetivo es apelar a lo mejor de la tecnología para hacer lo único que sigue importando a la hora de las noticias: saber contarlas con profesionalismo, talento y creatividad.
Un punto en el mapa. “Si sos periodista mostrame una maldita historia”. Scott Rensberger pronunció su frase ante cientos de optimistas tecnológicos en MojoCon, la conferencia sobre perio‐ dismo móvil que se celebró en Dublín el 30 de abril. Consciente del impacto que estaba generando, el reportero y fotó‐ grafo multipremiado buscaba hacer foco en medio de la tormenta. “Hay un billón y medio de personas con un celular en su bolsillo, así que hay un billón y medio de productoras”, exageró. “Pero la his‐ toria sigue siendo todo”. Si está bien hecha “afectará tu mente, tu corazón o tu billetera” sin necesidad de demasia‐ das apps, filtros ni transiciones. “Ustedes son como guías turísticos –in‐ sistía a los colegas–: van al lugar, miran qué pasa, lo entienden por partes y agru‐ pan las piezas hasta conseguir un final”. Pero incluso los clasicistas necesitan la tecnología para potenciar sus historias. Rensberger usa motores de búsqueda para identificar a sus fuentes e imagina un futuro de contenidos provistos por freelancers y disponibles en un mapa global creado por alguna corporación mediática. “Mi trabajo será un punto en ese mapa, que permitirá a las audiencias filtrar el contenido y hacer un zoom so‐ bre su comunidad”, pronostica.
Por Pablo Corso Fotos: New York Times
Los ocho pasos del storytelling. Storytelling, la palabra que asoma con fuerza en el horizonte mediático, abreva en la práctica de profesionales como Rensberger. Se trata de contar historias directas, confiables y entretenidas –a la
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manera del nuevo periodismo esta‐ dounidense– con las herramientas que el siglo XXI puso en nuestras manos. La ganadora del Pulitzer Jacqui Banaszyn‐ ski define ocho cualidades deseables: —Perfil: encontrar las personas, los lugares y los hechos que motorizan el tema. —Explicación: mostrar a los lec‐ tores por qué sucede y cómo funciona. —Tendencias: no son sólo cultu‐ rales; también abarcan el delito y la economía. —Investigación: seguir el rastro del dinero, analizar los conflictos de poder, usar los documentos disponibles. —Narración: la historia debe tener personajes, escenas y tensión. —Descripción: poner el foco en un momento, contar cómo es el día de un personaje. —Voces y puntos de vista: plas‐ mados como pregunta‐respuesta, dis‐ cusión colectiva, citas o viñetas. —Elementos visuales: la mejor manera de contar algunas historias es con fotos, gráficos o ilustraciones. Realidad virtual para un drama real. Nadie cuida sus contenidos mejor que The New York Times. En papel y en digi‐ tal, “La dama gris” procura seguir una línea de diseño denso, persistencia de lo textual y calidad innegociable. Tam‐ bién sabe que las cosas están cam‐ biando. Autoconsciente en su rol de refe‐ rente mundial, el 5 de noviembre lanzó NYT VR, una app para simular escenas
inmersivas y en 360 grados que ya se bajó más de 600 mil veces. El diario re‐ comienda enriquecer la experiencia con auriculares y el Google Cardboard, un dispositivo que se acopla al teléfono y –gracias a una sociedad con el gigante de Mountain View– ya lo distribuyó a 1,3 millones de suscriptores. “Esta nueva técnica de filmación permite una sorprendente sensación de conexión con personas cuyas vidas están lejos de las nuestras”, explicaba el editor de la revista semanal, Jake Silverstein, cuando presentaba la novedad abordando un drama que afecta a 30 millones de chicos. Para la película “The displaced” (“Los desplazados”), el medio con sede en Manhattan envió a periodistas y ex‐ pertos en realidad virtual a Ucrania, Siria y Sudán del Sur, donde siguieron a niños que escaparon de sus países por culpa de las guerras y las persecuciones. Con su combinación de recursos econó‐ micos, pericia profesional y sensibilidad narrativa, el Times hizo foco en las per‐ sonas obligadas a soportar pérdidas de‐ masiado profundas desde demasiado temprano. Así se puede seguir a Hana, una nena siria de 12 años, que se des‐ pierta a las 4 de la mañana para cose‐ char almendras y pepinos en un campo de refugiados del Líbano. “Es muy difícil, pero todavía tengo a mis amigos”, dice Oleg, un ucraniano de 11, mientras la cámara abarca la escena de un aula des‐ trozada por las bombas. La secuencia de Chuol, el niño sudanés de nueve años, lo muestra navegando en una canoa por el pantano mientras confiesa que “si pudiera, me volvería un león. Mataría a