IMPACTO PERDIENDO EL ESTILO

Los sábados son especiales en la ciudad de Sidney para los miembros de la alta sociedad, ya que acostumbran ir a Rosehill Gardens, donde además de ver y apostar en las carreras de caballos, pueden convivir con gente de su clase, aunque de repente saquen el cobre, como estos que acabaron como en el barrio.

>>LUGAR AUSTRALIA / FOTO: AVAX.NEWS no quisiera encontrármela en una rebaja. y se supone que esta es la gente bien, la bien portada.

En tiempos más sencillos, en los que uno se moría a los 25 años, el acto del cortejo a una hembra para encontrar una pareja sexual era fácil; debías ser el más fuerte para tener a la que quisieras, ni siquiera había que hablarles bonito, sólo mostrar al jaguar muerto con tus propias manos y todas caían a tus pies con ganas de que les hicieras todos los hijos que quisieras y mandaras.

Luego se inventó la rueda y el lenguaje y todo valió madres porque no sólo había que demostrar que eras el más apto para el apareamiento, sino también una persona comprensiva, tierna y cariñosa, además de buen provedor para el hogar, lo cual está bien porque las relaciones humanas también evolucionaron hasta lo que son hoy en día.

En el mundo moderno no se puede ser un cavernícola y muchos podrían ser ese eslabón perdido entre el homo sapiens y el homo brutus, ese que piensa que todavía se puede conseguir una

pareja a punta de garrotazos y que las mujeres todavía caen rendidas ante demostraciones de macho, cual si todavía camináramos en cuatro patas.

El acoso a una mujer es producto de esa involución masculina

Es la falta de recursos y civilidad para lograr una conexión en el mundo moderno, la demostración de que muchos hombres no están hechos para tener una relación con una mujer, pues no entienden la complejidad de esos seres, que a final de cuentas siempre han tenido las riendas de la civilización en sus manos. Cierto, estamos en una época crítica, en la que las mujeres son conscientes del peligro en el que viven constantemente porque los hombres no pueden reprimir sus deseos primitivos de aparearse sin preguntar, porque eso no se puede evitar, sino simplemente encausar de una manera más creativa y para muchos es algo imposible.

En el juego de la seducción moderna importan mucho las formas y la sutileza

No es lo mismo preguntarle a una morra dónde vive su ginecólogo para irle a oler los dedos, que decirle que te gustaría ser borracho para verla doble... ambos son burdos, pero en uno hay mayor posibilidad de obtener una sonrisa y en otro una madriza.

Un arrimón en el metro, una mirada lasciva en la calle y un piropo insultante son signos inequívocos de que el macho en cuestión no tiene las armas para aproximarse a la hembra, de que es un ser poco evolucionado y, por tanto, el candidato más débil en la baraja de posibles opciones para el acto amatorio.

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