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Medasawa
Carmen Lucía, la persona tras ese desconcertante personaje artístico bautizado como Medasawa, se autodefine “sacerdotisa del amor. A través de mi música intento conectar con lo divino. Suelo incluir mantras en mis canciones y me gusta que mis letras se perciban como oraciones, ya sean estas recitadas en el templo o en lo más profundo de un club. Soy una devota del misterio y rindo culto a lo desconocido, a la belleza y a la feminidad”. El concepto, como el tratamiento de la imagen, desborda todo lo que tiene que ver con Medasawa, un proyecto que, en la línea de referentes internacionales como Eartheater o Sevdaliza, se convierte también en el ejemplo de una forma de entender el pop del siglo XXI. La publicación el 28 de febrero y vía Snap! Clap! Club de PORTAL, su EP de debut, viene a consolidar los primeros pasos de una carrera ambiciosa, en la que lo mejor está por venir. Tópico, sí, pero que cobra todo su significado en el caso de la aventura de Medasawa...
Su Lteme El Brazo
Por: Ángelo Néstore
El mundo de la noche, sus colores, los horarios, el volumen, sus códigos de socialización, las texturas, el sudor: con el paso del tiempo todo se había convertido en un recuerdo borroso y confuso en mi cabeza. Lo rescataba con la torpeza de quien coge un álbum de fotografías viejo y pesado y lo coloca encima de la mesa, con el mismo misterio y entusiasmo. Sin embargo, el otro día acompañé a mi pareja, la drag queen Pink Chadora, a una actuación nocturna en un pequeño bar de ambiente, donde la contrataron de medianoche a cuatro de la madrugada (imaginadme tragando saliva). Mientras ella trabajaba “haciendo micro”, lip syncs o imitando a folclóricas, yo observaba desde un rincón cómo la noche discurría de una forma alegre y distendida. Cuerpos jóvenes y menos jóvenes moviéndose al compás de la música, sonrisas, la mano hacia arriba, la copa hacia abajo: el parpadeo del estrobo registraba cada movimiento como fotografías que iban cargando aquel álbum de la memoria con escenas nuevas y ajenas, pero que se parecían tan lúcidamente a las que yo también había vivido.
Todo iba como la seda hasta que llegó ese chico: ese, al que primero contestas amablemente, al que luego dices que no quieres que te invite a nada, que estás bien. Ese chico, que no escucha, que no te quita la mirada y te pone incómodo, que te pide a cuánto le venderías la camiseta con tal de quitártela, ese que aprovecha cada ocasión para tocarte y tú te pones rígido, como una piedra, pero te ves incapaz para reaccionar. ¿En cuántas ocasiones nos ha pasado? ¿Cómo es posible que esto ocurra en un sitio seguro? ¿Cuántas veces vivimos la violencia sin tener la capacidad de reconocerla?

Sus canciones noctámbulas y sedosas no dan demasiado pie a creerlo, pero Wesley Joseph nació en Birmingham y creció unos pocos kilómetros al norte, en Walsall, en una zona del norte de Inglaterra que aún lleva con orgullo haber sido cuna de la Revolución Industrial. Sin embargo, la música de este joven con aspiraciones de cineasta y que, de la mano de Jorja Smith y un puñado de cantantes, rappers, productores y fotógrafos fundó el colectivo OG Horse, caminó desde el primer momento por otra dirección: soul, r'n'b y una elegante concepción del grime que cristaliza en Glow. Un disco de ocho temas para el sello norteamericano Secretly Canadian que se convierte en brillante muestra de la multiculturalidad sonora de la Gran Bretaña.