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Fernando es, además, un fanático de crear ambientes agradables y, sobre todo, de generar estancias “habitables”. “¿Qué gana uno con crear un espacio bellísimo y que sólo sea para ver y no tocar?”, cuestiona. A su juicio, lo interesante de crear un ambiente es hacer una mezcla de elementos, tanto ornamentales como mobiliarios, y que el resultado sea agradable visualmente; que la decoración se vea utilizable, confortable, con mucho color.

Coleccionista empedernido En una primera instancia identificados, y posteriormente importados y coleccionados, los elementos de manufactura mexicana, europea, hindú y, por supuesto criolla, “invaden” todos los rincones del hogar de Leo. Las esferas talladas en piedra, las caras solares mexicanas, los muebles de mimbre, las antigüedades… Todo, absolutamente todo, contribuye con la funcionalidad y la estética de cada estancia. Para él, el uso adecuado de la paleta cromática junto a la acertada mezcla de texturas, ornamentos y objetos mobiliarios son las piezas claves a la hora de armar el rompecabezas de decorar una casa. De hecho, bajo la aplicación de estos preceptos ambientó esta residencia que “con el tiempo ha ido adquiriendo más carácter”. Aun bajando por las escaleras que conducen de la terraza al segundo nivel de la casa se siguen apreciando los detalles y se vislumbra al fondo un espectacular cuadro indígena (de México) y una serie de elementos como lámparas de “El artístico”, candelabros y columnas mexicanas.

¡A todo color! Elementos peculiares como bateas, escobas de guano, vasijas, hamacas y hasta arreglos frutales diseminados en algunas áreas de este hogar se conjugan armónicamente para transmitir la calidez que proporciona vivir en el trópico. Tal y como estila Fernando Leo en todos sus diseños, aquí impera la decoración “vivible”, confortable y dotada de mucho color.

Ya en la segunda altura están ubicados la cocina, el comedor, una pequeña sala de estar, y un deck de madera dispuesto frente a la Cordillera Central. “Cuando diseñé la cocina, instalé en ella una mesa de madera con tope de granito, que utilizo como desayunador; aunque, mi propósito original era amasar harina sobre ésta, todavía no he horneado la primera barra de pan”, comenta entre carcajadas Fernando Leo. Él siempre quiso que su cocina fuese abierta, que luciese y se sintiese cómoda; ésa fue su idea principal. Dos fregaderos de color rojo (de Carabela); un práctico bebedero que trajo consigo desde Estados Unidos (y que le acompaña donde quiera que va); una antigua tetera para preparar tisanas, y curiosos utensilios de cocina (de procedencia chilena y mexicana, en su mayoría) son algunos de los artilugios de los que se ha rodeado para dotar de mayor comodidad a su “departamento de humo y grasa”. Y ni qué decir de los arreglos florales y frutales, a cargo del propio diseñador y provenientes de su jardín y conuco, respectivamente. Estos son más que omnipresentes en todos los rincones de su hogar, y le dan un inusitado toque de calidez y de vivacidad a los espacios. Al internarse en la sala de estar, una columna mexicana divide dicha estancia de la cocina. Al lado de esa columna, hay una puerta ovalada de madera que el diseñador Fernando Leo cortó por la mitad y colocó en forma de “M”. La idea era crear una especie de división que separase e integrase, a la vez, ese gran salón. Pasa a la página 65


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