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MIXMAG AE GROUP
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Blackworks cumple seis años y lo celebramos con una revista que es tanto un retrato como una declaración. No estamos hablando solo de un festival, sino de un movimiento que ha transformado la forma en que entendemos el techno. Lo que nació en Madrid como una apuesta arriesgada hoy resuena en los clubs y festivales más exigentes del planeta. Blackworks no se limita a programar artistas, ha creado un lenguaje propio: sonido, estética, comunidad.
Este número está dedicado a quienes han hecho posible que ese lenguaje se convierta en un símbolo internacional. Desde Dani, su fundador, que encendió la chispa inicial, hasta los equipos creativos y de producción que levantan cada escenario con precisión quirúrgica. Están también los residentes y los DJs que han hecho del booth de Blackworks un altar de intensidad; nombres que hoy son referencia global, pero que aquí se sienten en casa. Y por supuesto, el público: esa comunidad feroz que ha convertido cada noche en un rito colectivo.
Seis años después, Blackworks es más que una promotora o un sello. Es un ecosistema que incluye moda, arte, experiencias inmersivas y una visión clara de futuro. Esta revista no es un simple repaso: es un mapa de lo que se ha construido y una ventana hacia lo que viene. Porque si algo ha demostrado Blackworks en este tiempo, es que su historia apenas está comenzando.
Sergio Niño Editor in Chief, Mixmag AE Group

P6. HISTORIA DE BLACKWORKS
P14. FATIMA HAJJI
P16. MOMENTOS CLAVE Y RETOS
P20. FRAN BALSA & SALLY HURST
P23. EL ADN CREATIVO DE BLACKWORKS
P26. HÉCTOR OAKS
P28. BLACKWORKS RECORDS
P32. DJ FANTASM
P36. BLACKWORKS LAB
P40. LUCIID
P42. NINA TILLBERG & ANDREA MACÍAS
P45. BLACK WORKS: LA NUEVA ERA


AUTHOR: SERGIO NIÑO PHOTOGRAPHY: @GUILLEGS
La música electrónica nunca se limitó a ser entretenimiento. Es un ecosistema que conecta a comunidades, ciudades y generaciones enteras. En medio de la saturación digital, el dancefloor sigue siendo un espacio de resistencia, donde lo que importa no es la moda del momento sino la intensidad de la experiencia compartida. Desde esa mirada nace esta revista: un espacio para pensar y documentar la cultura electrónica con la profundidad y el respeto que merece.
Hoy, Latinoamérica y Europa laten en paralelo, unidas por un circuito cada vez más sólido de artistas, promotores y colectivos que entienden la fiesta como movimiento cultural. El club y el festival son territorios de identidad, política emocional y creación de comunidad.
En ese mapa, Blackworks se ha consolidado como un fenómeno. Nacido en Madrid en 2019, el proyecto construyó su identidad sobre crudeza estética, sonido intenso y una comunidad que lo reconoce como algo más que una marca de eventos. En seis años, pasó de ser un acto de rebeldía local a convertirse en una referencia global, sin perder la esencia que lo vio nacer.



El sexto aniversario de Blackworks no es solo una celebración; es un statement. Demuestra que un proyecto puede crecer sin diluirse, que la autenticidad no está reñida con la expansión y que la comunidad siempre reconoce cuando una propuesta es genuina.
Por eso esta edición especial está dedicada a Blackworks. Porque contar su historia es entender las tensiones y sueños de la electrónica contemporánea: el deseo de comunidad, la necesidad de evolución y la fuerza de un movimiento que sigue escribiendo sus propias reglas.
Más allá de cualquier rol profesional, Daniel Novoa, “Dexphase”, es ante todo un raver convertido en líder cultural. Su perspectiva no nace de la oficina ni del DJ Booth, sino del dancefloor. Esa sinceridad absoluta al mirar la escena, sin filtros ni poses, es quizás lo que le da tanto magnetismo a Blackworks.
En nuestra conversación recuerda los orígenes con la claridad de quien estuvo al pie del cañón: una escena madrileña repetitiva, la intuición de que el público pedía algo distinto y la decisión de arriesgarse. El primer evento, caótico e intenso, fue el verdadero nacimiento de un movimiento.
MADRID 2019: CUANDO EL DESENCANTO SE CONVIERTE EN MOVIMIENTO
En 2019, la escena madrileña atravesaba un punto muerto. Las noches parecían repetirse en un loop interminable, sin alma ni riesgo. Fue entonces cuando un raver decidió dar un paso al frente. Daniel Novoa, lo recuerda con claridad:
“Yo era un raver más, apasionado de la música, que veía una escena repetitiva y sin alma. Entendí que la gente quería algo distinto. Y pensé: si nadie lo hace, lo haré yo. Fue un impulso de rebeldía, pero también de confianza en que conocía al público porque era parte de él”.
Ese gesto, a medio camino entre el hartazgo y la visión, marcó el nacimiento de Blackworks; no era una fiesta más, desde el primer momento se concibió como un movimiento cultural, un espacio donde la comunidad pudiera reconocerse y romper con lo establecido. Novoa lo explica sin rodeos:
Blackworks nunca quiso ser una simple fiesta. Desde el inicio se concibió como un espacio de comunidad, con una estética y un sonido inconfundibles.

Viajes, influencias internacionales y un círculo creativo sólido delinearon un universo que hoy habla un lenguaje oscuro, contundente y global.
“Siempre lo vi como un movimiento. Desde el principio quise que fuera algo más grande que una fiesta: un espacio de comunidad, un nuevo estándar, algo que rompiera esquemas”.
El debut fue cualquier cosa menos perfecto. Hubo caos, nervios, incertidumbre. Pero en medio de la intensidad apareció una certeza: aquello tenía otro peso, otra energía, otra promesa.
“Fue caótico, intenso, emocionante. Recuerdo los nervios, la incertidumbre… y un momento en la noche en el que supe que esto era mucho más que una fiesta. Ahí nació Blackworks de verdad”.
Con ese primer fuego, lo que había empezado como una rebeldía individual se transformó en un lenguaje colectivo.
Blackworks se consolidó desde el principio como un código compartido entre quienes buscaban algo distinto. Y esa chispa, encendida en Madrid en 2019, sigue alimentando un movimiento que hoy no da tregua.


El verdadero punto de inflexión llegaría poco después. Cuando Blackworks aterrizó en Boiler Room y más tarde conquistó IFEMA, la magnitud del fenómeno quedó clara. Pero fue el público quien terminó de confirmar la dimensión del movimiento.
“Lo sentí en Boiler Room, lo confirmé en IFEMA… y lo terminé de entender con el público: ver cómo la gente repetía en todos los eventos, cómo llenábamos salas sin necesidad de anunciar line up, cómo nuestra comunidad creció hasta convertirse en familia. Ahí supe que esto era real”.
Seis años después, Daniel Novoa sigue navegando entre el crecimiento y la autenticidad, con la mirada puesta en un Blackworks que trascienda el formato festival y se consolide como un movimiento cultural capaz de marcar a toda una generación.
Él mismo condensa esa evolución en seis palabras que definen dos etapas.
“Entonces: rebeldía, comunidad, pasión. Ahora: ambición, evolución, movimiento”.
Una síntesis que funciona como línea de tiempo y manifiesto a la vez, revelando cómo un impulso nacido desde el underground madrileño se transformó en un proyecto con ambición global sin perder su ADN original.
Lo que distingue a Blackworks no es solo la propuesta estética o el sonido, sino la relación con su comunidad.
“Buscan intensidad, comunidad y autenticidad. Quieren vivir algo que les marque, que no sea una fiesta más. Cuando vuelven a casa quieren sentir que han vivido una experiencia que se queda en la memoria. La frase que más escucho es: ‘Esta gente sabe lo que queremos, ¿cuándo es la próxima?’. Esa confianza ciega es lo que nos hace únicos”.
El vínculo con el público es el verdadero combustible del movimiento.
La identidad de Blackworks es tan visual como sonora. Novoa lo describe sin fórmulas de marketing, desde la intuición personal:
“Siempre me he guiado por mis gustos personales: crudeza, oscuridad, fuerza. Me rodeé de los mejores creativos y viajé mucho para inspirarme. Fue un proceso orgánico, pero con una intención clara: transmitir intensidad y autenticidad. Hoy la gente reconoce Blackworks al instante por esa estética y por ese sonido”.
El resultado es un lenguaje inconfundible que ha logrado mantenerse coherente en cada edición.
El crecimiento nunca vino sin tensiones. Blackworks aprendió pronto que expandirse implica caminar en la delgada línea entre la masividad y la fidelidad al underground. Para Daniel, esa tensión no es un problema, sino parte del ADN del proyecto.



“Es un reto constante. Crecer es necesario, pero perder la esencia nunca fue una opción. Me preocupo cada día de que cada decisión, por grande que sea, siga siendo fiel a lo que nos hizo nacer: rebeldía y autenticidad”.
Esa convicción es lo que mantiene intacta la credibilidad de Blackworks incluso en su etapa de mayor exposición.
Si el pasado de Blackworks estuvo marcado por la rebeldía, su futuro apunta a una ambición global. La visión de Novoa va mucho más allá de un line up o de una pista llena.
“Me imagino un Blackworks global: con eventos en todo el mundo, concept stores y sedes en los mercados clave, una marca de moda consolidada y una comunidad que lo viva en su día a día. Quiero que trascienda, que no se quede en una noche de fiesta, sino en un movimiento cultural que marque a toda una generación”.
No se trata de escalar por escalar. Se trata de convertir la intensidad en legado, de transformar la energía de una noche en una identidad cultural capaz de marcar época. Esa es la verdadera promesa de Blackworks: crecer sin concesiones, proyectarse al futuro sin perder la esencia que lo hizo nacer.

Blackworks cumple seis años y su historia es la prueba de que la música electrónica puede ser mucho más que entretenimiento. Es rebeldía que se convierte en comunidad, estética que se convierte en lenguaje, intensidad que se convierte en identidad. Desde un sótano madrileño hasta escenarios internacionales, el proyecto de Daniel Novoa ha demostrado que crecer sin concesiones es posible.
Este aniversario no es un simple punto en el calendario, sino un recordatorio de lo que significa vivir la música con sinceridad absoluta. Blackworks se ha consolidado como un movimiento que desafía el conformismo, que habla el idioma de la autenticidad y que escribe sus propias reglas en cada edición.
En un tiempo donde muchas propuestas se diluyen en la masividad, Blackworks representa lo contrario: la confirmación de que el futuro de la electrónica pertenece a quienes se atreven a ser fieles a su esencia. La comunidad lo entiende y lo celebra, porque reconoce en cada evento un pacto implícito de confianza.
Lo que empezó como un impulso rebelde hoy late como un movimiento cultural con la fuerza de marcar a toda una generación. Seis años sin concesiones y sin tregua, seis años de historia que todavía tienen mucho por escribir.

Blackworks no es solo una marca. Es una comunidad, una familia y un movimiento vivo que ha transformado la cultura del techno desde Madrid hacia el resto del mundo. Los residentes y colaboradores cercanos son el corazón de esta historia: sus recuerdos, su caos, sus visiones de lo que hace único a Blackworks. Les hicimos una serie de preguntas directas, de esas que esperarías en una charla de backstage a las 6 de la mañana, no en una sala de juntas. Esto fue lo que nos respondieron.
“Blackworks es Sinónimo de fiestón, buen rollo y de sudar bailando por el cartelazo que siempre presentan”.
- Fatima Hajji







En el circuito electrónico no hay crecimiento sin puntos de quiebre. Blackworks está hecho de noches que funcionaron como bisagra, de riesgos asumidos a contrarreloj y de victorias que nacieron de la presión. Este artículo no es una cronología, es la radiografía de los momentos que empujaron al proyecto de Daniel Novoa a otra liga.
Aquí revisamos los hitos que moldearon el ADN del proyecto y las batallas que lo templaron. Cómo un raver convertido en líder cultural aprendió a leer la energía del dancefloor, a sostener la autenticidad mientras crecía y a convertir la intensidad en una identidad reconocida en todo el circuito global. AUTHOR:
Desde las residencias en La Riviera y Sala Groove hasta el salto de fe en La Cubierta. Desde el streaming global de Boiler Room hasta la prueba de fuego en IFEMA. Entre medias, permisos bloqueados, la cancelación del Hipódromo a 48 horas del show y la constante certeza de que no podían fallarle al crowd. Esa mentalidad se convirtió en la marca de agua de Blackworks.




Para Daniel Novoa, la historia de Blackworks se explica a través de ciertos hitos que cambiaron todo. La Riviera en Madrid, la primera Cubierta de Leganés, el debut en Boiler Room, el salto a IFEMA y la internacionalización. Cada etapa fue un empujón hacia otra dimensión.
“Y la sensación de estar en París o Nueva York cerrando deals, algo que antes parecía un sueño, es otra prueba de lo lejos que hemos llegado”, recuerda.
Pero llegar a esos momentos no fue sencillo. Los inicios estuvieron marcados por trabas administrativas, falta de dinero y un escepticismo generalizado. El golpe más duro llegó con la cancelación del Hipódromo a 48 horas del evento. Mover todo a La Cubierta en tiempo récord, con pérdidas aseguradas, fue un acto de supervivencia.
“Ahí entendí que Blackworks no podía fallarle a su público. Ese carácter de nunca rendirse nos definió”.
Antes de las grandes ligas, hubo un laboratorio íntimo pero decisivo. La Riviera y Sala Groove se convirtieron en casas fundacionales, un espacio donde Blackworks pudo probar su ADN y medir su verdadero potencial.
“Fueron nuestra escuela. Eran espacios más íntimos pero con un poder increíble. Nos mostró el potencial real del proyecto y nos enseñó que teníamos algo único entre manos”.
Esos primeros capítulos, entre la crudeza de los retos y la intensidad de las victorias, fueron la base de lo que Blackworks es hoy: un movimiento forjado a golpe de riesgo, comunidad y convicción.
El verdadero salto global llegó con Boiler Room. Aquel streaming no solo enseñó a la escena internacional lo que estaba pasando en Madrid, también validó a Blackworks frente a artistas, agencias y promotores de todo el mundo. Daniel lo recuerda con claridad:
“Nos puso en el mapa global. De repente el mundo miraba a Madrid y veía a Blackworks. Pero lo más importante fue el respeto: artistas, agencias y promotores internacionales empezaron a reconocernos como un proyecto serio. Ese reconocimiento nos abrió puertas que antes parecían imposibles”.
El paso a la Cubierta de Leganés fue un movimiento arriesgado, pero necesario. Blackworks ya pedía otra escala y esa noche se convirtió en la puerta de entrada al terreno de los festivales.
“Recuerdo la sensación de riesgo absoluto. Era una locura, pero funcionó. Fue el paso decisivo hacia el mundo de los festivales y nos dio confianza para ir más allá”.
Si Leganés fue el inicio del camino festivalero, IFEMA fue la confirmación de que Blackworks podía sostenerse en la primera división de la electrónica. Novoa no esconde la presión que implicó:
“Fue la producción más exigente de nuestra historia. Días previos con números en rojo, cientos de miles de euros en juego, la presión de los permisos y de que todo podía fallar. Nadie te enseña a manejar eso. Pero cuando abres puertas y ves entrar a miles de personas, toda esa tensión se convierte en euforia. IFEMA fue la prueba de que podíamos jugar en primera división”.
A lo largo de cada etapa, la esencia de Blackworks ha permanecido intacta. Lo que ha cambiado es la escala, el lenguaje estético y la ambición del proyecto. Daniel lo explica sin rodeos:
“Nuestra esencia, intensidad, comunidad, crudeza siguen intactas. Pero con cada etapa hemos aprendido a crecer en sonido, en estética y en ambición. Al principio éramos una fiesta underground; hoy somos un movimiento con identidad propia, pero sin perder el alma”.
En un ecosistema global saturado de marcas, diferenciarse no es fácil. Para Novoa, la fuerza de Blackworks radica en un conjunto de factores que trascienden lo evidente y se sienten en el dancefloor.
“La curaduría, la producción, la comunidad… pero sobre todo la energía. Blackworks es adrenalina pura, un lugar donde sientes que estás viviendo algo único, casi como estar dentro de un videojuego. Esa intensidad es difícil de explicar, pero quien viene, lo entiende”.
El crecimiento nunca estuvo libre de riesgos y hubo instantes en los que la continuidad del proyecto pareció tambalearse. Novoa no lo oculta:
“Sí. La cancelación del Hipódromo fue un golpe muy duro. También IFEMA, cuando a pocos días seguíamos en negativo y con los permisos en el aire. Son momentos en los que piensas: ¿y si no sale? Pero ahí aprendí a gestionar la presión y a confiar en el equipo. Lo que nos sostuvo siempre fue la comunidad y esa convicción de que no podíamos fallar”.
Cada etapa ha dejado una huella, pero hay un punto que Daniel señala como el verdadero parteaguas en la historia de Blackworks.
“IFEMA, sin duda. Fue una declaración: Blackworks no era ya una promesa, era una realidad. Demostramos que en España se podía hacer un evento de techno de esa magnitud y calidad, y que podíamos estar al nivel de los grandes del mundo. Quiero que cuando se mire hacia atrás se diga que Blackworks marcó un punto de inflexión en la historia: un antes y un después en la forma de entender los eventos electrónicos”.


¿Qué significa Blackworks para ti, a nivel profesional y personal?
Para mí, Blackworks es mucho más que una marca de eventos o una promotora. A nivel profesional significa haber acompañado desde dentro el crecimiento de un proyecto que hoy es referencia del techno y hard techno en España y en Europa.
A nivel personal, significa compromiso y evolución. Es un proyecto en el que he estado muy involucrado y al que he ayudado a llegar a donde está. Representa trabajo constante y el reto de seguir innovando dentro de la escena.
¿Cómo fue tu primer contacto con el proyecto?
Fue durante la pandemia. Me impresionó muchísimo su imagen, sus vídeos… lo que transmitían era algo único en ese momento. Me impactó cómo cuidaban cada detalle y también esa comunidad tan fiel que los seguía.
¿Qué crees que hace diferente a Blackworks dentro de la escena?
Su comunidad, su entrega y todo el equipo humano que hay detrás, que cuida este proyecto como si fuera parte de su familia.
¿Hay algún show, momento o anécdota que recuerdes con cariño o intensidad?
Sí, el primer show que hicimos en Hï Ibiza. Fue realmente emocionante ver que había funcionado: en un lugar como Ibiza, donde el hard techno parecía una utopía, lograr llevar el concepto Blackworks a la isla fue increíble.

¿Cómo fue tu primer contacto con el proyecto?
Conocí Blackworks en 2019 gracias a unos amigos. Fui a su primer evento en una sala íntima en Madrid, buscando buen techno y buenas vibras. La fiesta ofreció exactamente eso, con energía positiva y una sensación inmediata de comunidad en la pista.
En aquel momento yo apenas estaba empezando mi carrera como agente y recuerdo haber conocido a Dani allí.
Creo que ninguno de los dos imaginaba que Blackworks llegaría a convertirse en una de las marcas más influyentes del movimiento de hard techno, llenando arenas y teniendo escenarios en festivales alrededor del mundo.
¿Qué crees que hace diferente a Blackworks dentro de la escena?
Puede sonar a cliché, pero para mí Blackworks es un evento creado por ravers, para ravers. Gran parte del equipo realmente escucha esta música y disfruta de este tipo de eventos, lo que les da una visión interna de qué se puede mejorar o qué puede marcar la diferencia: desde el lineup y el nivel de producción hasta el cuidado hacia los artistas.
Además, por mi experiencia, todos los artistas reciben un alto nivel de atención y respeto, tanto en el proceso de advancing como en el evento, sin importar qué tan “de moda” estén en ese momento. Eso, que no siempre sucede en la industria, significa mucho para los artistas emergentes y sus equipos.
¿Hay algún show, momento o anécdota que recuerdes con cariño o intensidad?
Después de haber estado en el primer evento de Blackworks y en muchos otros a lo largo de los años, un momento muy especial para mí fue el Blackworks Festival en IFEMA en marzo de 2025. Tenía algunos artistas de mi roster pinchando allí, incluido Luciid, con quien he crecido tanto en mi carrera como en la suya en los últimos años.
Luciid fue invitado a crear el anthem oficial del festival, que entregó de forma brillante. Verlo pincharlo en un escenario tan grande, con la pista llena, con pyro y una producción enorme, fue un momento de círculo completo para mí, que nunca olvidaré.



La identidad de Blackworks no se entiende solo desde el booth o el dancefloor. También está en las pantallas, en las imágenes que circulan después de cada noche, en la memoria colectiva que se construye con símbolos visuales. Un relato estético que no es accesorio, sino esencial para la consolidación del proyecto.
La crudeza, la energía y la comunidad que definen a Blackworks también se reflejan en su dimensión visual. Cada proyección, cada foto, cada retrato del crowd funciona como testimonio de un movimiento que no busca simplemente entretener, sino dejar huella. Lo visual es firma, es archivo cultural, es cicatriz compartida.
La narrativa visual de Blackworks se sostiene en tres pilares creativos: Joel, arquitecto de los visuales que convirtió la imagen en identidad; Rubén, el ojo interno que documentó la historia desde dentro; y Guille, fotógrafo internacional que aportó una mirada global. Sus relatos confirman que Blackworks no solo se escucha: también se ve, se archiva y se graba en la memoria colectiva. AUTHOR:
Joel: arquitecto de los visuales
Joel fue el primero en entender que el lenguaje audiovisual debía golpear con la misma fuerza que el sonido.
“Cuando empezamos con Blackworks intentábamos hacer un ataque visual constante y asombrar a los ravers con los contenidos más locos que encontrábamos. Con el paso del tiempo hemos ido forjando una identidad visual más exclusiva y afín a la marca”.
El reto, dice, está en la exigencia del público.
“El mayor reto es siempre pensar en el próximo año. Tenemos un público exigente y debemos mantenernos a la altura y seguir impresionando con las producciones”.
Y recuerda un momento que marcó un antes y un después:
“El primer BW Festival en la Cubierta de Leganés fue una cosa muy loca, la gente se tatuaba nuestros visuales, para nosotros marcó un antes y un después”. Ese día, los visuales dejaron de ser acompañamiento para convertirse en identidad permanente.


Rubén: el ojo interno
Rubén es el cronista visual del proyecto. No observa desde fuera, lo vive desde dentro.
“Documentar Blackworks es una experiencia única de la que me siento muy orgulloso, ya que fue la primera fiesta oficial en la que comencé siendo parte del equipo hace cuatro años, donde he crecido tanto como persona como artista”.
Su evolución como fotógrafo corrió en paralelo al crecimiento del proyecto.
“Empecé con un tipo de fotografía muy plano en el que reflejaba simplemente al artista. Continué añadiendo elementos del entorno a los retratos del DJ. Y ahora intento siempre reflejar los sentimientos del DJ pinchando, sumándole la atmósfera del venue donde se está realizando el evento. También he progresado un montón capturando a los ravers, no solo teniendo en cuenta el retrato de la persona sino también su entorno que la rodea. También siento que he mejorado un montón captando detalles de la producción y rincones en los que no todo el mundo se fija”.
Lo suyo no es solo archivo visual: es el relato íntimo de una comunidad que se reconoce en cada gesto, en cada mirada congelada bajo las luces de Blackworks.
Guille: la mirada global
Con experiencia previa en la escena internacional, Guille encontró en Blackworks un magnetismo distinto.
“Lo que realmente me llamó la atención fue la energía que se siente allí. Hay algo tan auténtico en cómo se vive la fiesta, sin filtros ni poses; todo es intenso. Blackworks tiene una identidad muy fuerte y una comunidad que realmente lo vive, y eso, como fotógrafo, me impulsa a buscar algo más. Sentí que podía conectar con eso y aportar mi perspectiva desde un lugar honesto, además me encanta la música”.

Lo que diferencia a Blackworks de otros proyectos, asegura, es su visceralidad.
“Aquí todo es más visceral. En otros eventos internacionales, a menudo todo está muy controlado, muy cuidado, incluso un poco demasiado limpio. En Blackworks, la intensidad es diferente: en la gente, en la iluminación. Hay una libertad creativa que no siempre se encuentra en otros lugares, y eso me permite ir libre y dejarme llevar por lo que sucede en el momento”.
De esa libertad nacieron imágenes que hoy son icónicas.
“La intensidad que se puede captar en el público, donde la gente olvida el móvil y disfruta de la música. A día de hoy es complicado tener un evento que no esté lleno de móviles”.
Un recordatorio de que aquí, la experiencia no se mira: se vive.
La historia visual de Blackworks es también la historia de su comunidad. Joel, Rubén y Guille no solo acompañaron el crecimiento del proyecto, lo hicieron visible, tangible y reconocible. Convirtieron la crudeza del sonido en imágenes capaces de permanecer mucho después de que se apaga el último track.
Aquí lo visual no es decorado, es código. Son símbolos que viajan, recuerdos que se tatúan, instantes que trascienden el archivo para convertirse en identidad compartida.
Lo que Blackworks ha construido en seis años es apenas el inicio de un archivo cultural en expansión. Un relato que seguirá sumando capítulos y que, como cada uno de sus eventos, promete más de lo que cualquiera se atrevería a anticipar. Quizá, al final, la estética de Blackworks no busque explicarse: solo dejar cicatrices en la memoria.




¿Qué es Blackworks para ti?
Para mí, lo que empezó como una fiesta de techno se ha convertido en un movimiento cultural muy potente. La gente que va a Blackworks se identifica con una estética, unos valores, una forma de bailar y un estilo de música dura muy particular que impulsa toda la movida.
¿Cómo fue tu primer contacto con el proyecto?
Creo que fue uno de los contactos más especiales: en plena pandemia, cuando se lanzaron a organizar una de las primeras fiestas en un momento tan complicado, buscando la manera de hacerlo legal. Desde entonces soy muy amigo de Dani y de todo el equipo.
¿Qué crees que hace que Blackworks sea diferente al resto?
El profesionalismo, el cariño, la pasión y el cuidado con el que hacen todo. Su visión estética está a un nivel altísimo para ser una marca tan joven. Además tienen un impacto cultural y una identidad propios que los hacen únicos.
¿Algún show, momento o anécdota que recuerdes con intensidad?
Sin duda, aquella noche en La Riviera en plena pandemia. Blackworks fue de los primeros en atreverse a organizar una fiesta en un momento tan difícil. La energía que vivimos esa noche fue indescriptible: sentir que volvíamos a poner música para la gente después de tanto tiempo fue algo histórico. Ese momento marcó un antes y un después, porque todos entendimos que lo que venía con Blackworks iba a ser mucho más grande que lo que habíamos vivido hasta entonces.


Blackworks Records no nació como un apéndice del festival, sino como una necesidad cultural. En 2020, cuando el mundo se detenía, el sello se abrió camino con un primer recopilatorio que ya delineaba un sonido y una identidad. Lo que parecía un gesto coyuntural terminó por consolidarse como una de las plataformas más influyentes en el hard techno global, capaz de tender puentes entre lo emergente y lo consagrado.
Cinco años después, Blackworks Records se ha convertido en un espacio donde conviven artistas en ascenso y nombres de referencia internacional, pero sobre todo en un sello que opera con una línea editorial definida: autenticidad, riesgo y visión global. Este artículo se adentra en su historia y en su presente, mostrando cómo un proyecto nacido desde la urgencia local se transformó en una etiqueta de alcance mundial. AUTHOR:
El sello fue concebido para cubrir un vacío evidente: en un país con fuerte tradición clubbing pero sin una plataforma que representara la crudeza y la intensidad del hard techno, Blackworks se posicionó como catalizador. No buscaba únicamente publicar música, sino articular una narrativa cultural propia, alineada con la experiencia del dancefloor y con la comunidad que ya se reconocía en la marca.

Blackworks Records nació en un momento inesperado.
“El sello lo fundó Daniel Novoa el 7 de marzo de 2020. Desde ese momento empezó a tomar forma con su primer VA, Biological Warfare, en el que participaban varios artistas que en aquel entonces eran emergentes, y que además fueron los primeros en dar identidad al sello. Yo estaba dentro de ese recopilatorio con mi antiguo proyecto, y al ser también residente de la marca comencé a forjar una relación muy cercana con Daniel”. Recuerda Skryption.
Ese primer gesto, más experimental que estratégico, pronto se convirtió en la semilla que daría vida a un hit total.
Con la expansión de Blackworks como marca de eventos, apareció la necesidad de dar un rumbo sólido a la parte discográfica.
“Con el paso de los meses, Blackworks fue consolidándose y creciendo en la escena, y ahí fue cuando Daniel me confió el rol de Label Manager para apoyarlo en la gestión. Él sabía que por la magnitud del proyecto no podía abarcarlo todo y confió en mí sobre todo en la parte musical, porque mi vida estaba completamente centrada en la producción. Esa confianza me permitió aportar mi visión y trabajar para que el label tuviera un rumbo sólido desde sus primeros pasos”.
Más allá de la gestión, el sello respondió a un vacío real en la escena española.
“En aquel momento sentíamos que faltaba un espacio que reuniera varias cosas a la vez: dar voz a los artistas emergentes, proponer un estándar de intensidad distinto y, al mismo tiempo, construir una identidad cultural propia”.
“El panorama estaba dominado por sellos y corrientes muy consolidados, pero en España no existía todavía una plataforma que representara esa energía cruda y directa del techno con una proyección internacional. Blackworks nació precisamente para cubrir ese hueco”.
Con los años, la misión inicial se amplió. Lo que empezó como plataforma para talentos emergentes se transformó en un sello que hoy convive en la liga de los grandes, sin perder credibilidad underground.


“Hoy Blackworks Records no es solo un espacio que da oportunidades, sino un sello que se ha posicionado al nivel de los más respetados a nivel internacional. Hemos conseguido que nuestra visión llegue más lejos, involucrando a artistas de renombre y, al mismo tiempo, manteniendo nuestro compromiso con los nuevos talentos. Esa dualidad, entre la ambición global y la credibilidad underground, es lo que define la evolución del sello”.
Si algo distingue a Blackworks Records es un ADN sonoro reconocible, construido sobre energía e intensidad, pero con una capa emocional que lo diferencia de otros sellos.
“El ADN sonoro de Blackworks se basa en la energía y la intensidad, pero también en transmitir emoción. No es solo música para la pista, sino un sonido que envuelve y genera una atmósfera propia. La crudeza y la contundencia de los kicks, la fuerza de los ritmos y, al mismo tiempo, un trasfondo melódico o atmosférico que conecta con lo emocional”, explica Skryption.
Ese balance entre dureza y sensibilidad se convirtió en el sello de identidad.
“Eso es lo que hace que un track suene a Blackworks: esa mezcla de dureza y sensibilidad, que golpea fuerte pero también deja huella en lo emocional”. Una estética que se traduce también en una decisión estratégica clave: pasar de EPs a singles. “Creemos que en un solo track el artista puede expresarse por completo y dar lo mejor de sí, logrando una pieza mucho más especial y contundente que si se reparte la idea en tres cortes… un único track transmite el concepto de manera directa, mientras que con varios temas se puede diluir el mensaje”.
La autenticidad es, en última instancia, el criterio de selección.
“Cuando recibo música para el sello, siempre digo lo mismo: el track tiene que quedarse en mi cabeza y hacer que lo repita una y otra vez. No me sirve que sea simplemente una canción bien producida; necesito que tenga corazón, alma, algo que marque la diferencia”.
Para Blackworks, un track no se define solo por su técnica, sino por su capacidad de transmitir la esencia del artista.
“Esa autenticidad es lo que convierte a un lanzamiento en parte de Blackworks”.
La evolución del sello también dialoga con su entorno. Aunque Berlín sigue siendo un referente, la mirada de Blackworks está más alineada con otros territorios.
“Es cierto que Berlín marca muchas veces el pulso del techno a nivel global, pero nuestra visión es distinta: nosotros nos identificamos con el hard techno… Francia y Holanda, por ejemplo, son focos fundamentales en la evolución y consolidación del hard techno, y sentimos una conexión muy fuerte con lo que está ocurriendo allí”.
Cada track firmado no solo respondió a una línea editorial, sino que ayudó a consolidar un lenguaje compartido entre artistas y público. En esa tensión entre crudeza, emoción y autenticidad, Blackworks Records encontró su sello propio.
Al final, el sonido también se define por las personas que lo llevan a la práctica. Detrás de cada referencia hay intuiciones, apuestas y riesgos que terminaron trazando la identidad del label. Y fueron algunos artistas, emergentes en su momento, hoy referentes globales, quienes ayudaron a posicionar el nombre de Blackworks en el mapa internacional.
CURADURÍA, ARTISTAS Y LEGADO MATERIAL
En un ecosistema saturado de lanzamientos, Blackworks Records ha decidido trazar su camino a partir de un principio irrenunciable: la autenticidad. Su política de A&R no busca reproducir lo que ya circula en los charts, sino firmar música que tenga carácter, riesgo y un sello personal reconocible.
Como resume Skryption:
“Lo primero que buscamos es autenticidad. Queremos que el artista tenga una identidad propia y que su música no suene simplemente a lo que ya está de moda. La técnica importa, claro, pero no es lo principal: preferimos un tema con carácter y alma antes que uno impecablemente producido pero sin personalidad”.
Esa filosofía se refleja en algunos de los hitos recientes del sello. Rebirth, de Luciid, funcionó como un punto de inflexión, ampliando la visibilidad internacional de Blackworks y consolidando su sonido como referente dentro del hard techno. Pero el ejemplo más revelador lo aporta CARV.
“Fuimos de los primeros sellos a los que él envió su música, y nunca me voy a olvidar de estar en el coche con Daniel escuchando esas demos y decirle: este artista va a ser muy grande. Decidimos apostar por él y lanzar un EP cuando todavía no era conocido, y el tiempo lo confirmó: hoy es una referencia mundial del hard techno gracias a un sonido único”, recuerda.
El sello no solo acompaña tendencias, las anticipa. En ese diálogo entre presente y futuro, el vinilo ocupa un lugar central. Para Blackworks, no es un formato residual, sino un gesto cultural.
“Más allá de ser un simple formato físico, lo entendemos como un objeto atemporal, casi como una pieza de arte que conserva la esencia de la música. En un mundo dominado por lo digital, el vinilo mantiene vivo un ritual único: el gesto de elegirlo, de ponerlo en el plato, de escucharlo sin prisas y de coleccionarlo como algo que te acompañará toda la vida”.
La proyección hacia los próximos años se formula con claridad.
“De aquí a cinco años imagino a Blackworks Records consolidado como un sello global, con artistas de renombre y, al mismo tiempo, con una nueva generación de talentos creciendo dentro de la marca. Nuestra visión es mantener siempre ese equilibrio: ser un sello ambicioso, con impacto internacional, pero sin perder la credibilidad ni la esencia underground que nos caracteriza”.
El reto, como reconoce Skryption, es seguir innovando sin caer en fórmulas repetidas, explorando nuevos sonidos y manteniendo intacta la libertad artística.
Más que un catálogo, Blackworks Records se ha convertido en un archivo vivo de cómo el hard techno se reinventa y gana legitimidad cultural. Y esa es quizás su mayor aportación: demostrar, en palabras de su Label Manager, que
“Blackworks no solo edita música, sino que construye cultura y deja huella en la historia de este movimiento”.



Blackworks no es solo una promotora, es un fenómeno que ha sacudido la escena electrónica con una fuerza brutal. Entre estadios repletos, visuales monumentales y una comunidad que vibra como una sola, la marca española se ha convertido en un referente global. Dentro de esa órbita, Fantasm ha encontrado un espacio donde su identidad artística florece y su relación con el público se intensifica. Con una mezcla de crudeza, sensibilidad y humor, el DJ habla de lo que significa pertenecer a la familia Blackworks, de su experiencia tocando un set all night long en España y de cómo ve esta unión personal y profesional.
¿Qué significa Blackworks para ti a nivel personal?
Personalmente, Blackworks es como un familiar picante, no nos vemos muy seguido pero cuando lo hacemos nunca sabes qué va a pasar. Lo único seguro es que será épico.
¿Y qué representa Blackworks para ti en el plano profesional?
Profesionalmente, Blackworks siempre fueron esas fiestas que miraba desde mi cuarto soñando con tocar ahí. La escenografía que montan está fuera de lo común y realmente lo dan todo, un 110 por ciento en cada detalle. Eso es algo que solo puedo respetar.
¿Cómo se sintió tocar un set all night long con Blackworks en España?
Hacer un all night long aquí era algo que debía a la comunidad española. Lo que construimos juntos es algo por lo que estoy profundamente agradecido. No hay otras personas con las que hubiera querido celebrar una noche completa hecha a mi manera que no fueran ellos.
¿Cómo sueles preparar tus sets, especialmente uno all night long?
Realmente nunca preparo los all night long, igual que con otros sets. Soy como el maestro de los sentimientos de la gente, toco lo que siento que el público está sintiendo (si eso tiene sentido). Mi plan es compartir todo lo que me gusta desde que empecé a escuchar música electrónica, así que pueden esperar siete géneros distintos, desde groove hasta hardcore y todo lo que hay en medio. Quiero contar mi historia, mi vida a través de la música, mis batallas y mis emociones. Quiero que compartamos una parte de nosotros mismos para conquistar juntos esa noche.
En tu opinión, qué hace que Blackworks se diferencie de otras fiestas o promotoras?
Creo que lo que distingue a Blackworks es primero la producción, porque eso es lo que ves antes de poner un pie en la fiesta. Son estadios enormes llenos de gente volviéndose
loca, con una entidad detrás del DJ animada por los mejores VJs que he visto en mi vida. Luego, cuando entras como artista, el cuidado es siempre de primer nivel. La organización forma parte de la fiesta, todos nos unimos y nos divertimos como una familia. Los artistas suelen llegar temprano para compartir entre ellos y conocer leyendas, y eso no lo ves en todas partes.
¿Hay algún momento o recuerdo con Blackworks que atesores más que los demás?
No puedo pensar en un solo momento. Lo que más valoro es ver cómo ha crecido la confianza entre nosotros. Les demostré de lo que era capaz y nos enamoramos mutuamente, tanto personal como profesionalmente.
Sobre su relación con Blackworks, LEV, manager de FANTASM comentó:
¿Cuál ha sido tu papel en el camino artístico y en el desarrollo de Kenzo?
Mi papel ha sido más desde la parte de atrás, pero creo que ahí es donde el apoyo real suele marcar la diferencia. Al formar parte del equipo, aportar ideas y ayudar a crear el ambiente adecuado, hemos visto a Kenzo crecer tanto como artista como persona. Es inspirador presenciar ese proceso de cerca, y también me motiva a seguir empujando. Su crecimiento demuestra lo que es posible cuando el talento y la dedicación se encuentran con el sistema de apoyo correcto.
¿Cómo describirías tu experiencia trabajando con Dani y el equipo de Blackworks, y qué los hace especiales para ti?
Trabajar con Dani siempre es un placer. Desde el primer día se siente que no estamos colaborando solo con una marca, sino con una familia. Lo que distingue a Blackworks es que siempre entregan lo mejor de lo mejor, y eso nos inspira a aspirar también al nivel más alto en todo lo que hacemos. Esa combinación de profesionalismo y espíritu familiar es lo que lo hace tan especial.





AUTHOR: SERGIO NIÑO
En el universo de Blackworks todo parte de la energía: kicks industriales, atmósferas densas, multitudes entregadas a la oscuridad. Pero esa misma intensidad encontró otra vía de escape: la moda. Así nació Blackworks Lab, una marca que no se limita a vender prendas, sino que articula un código visual para toda una comunidad.
“Más que un proyecto paralelo, Blackworks Lab nació de forma orgánica. Nuestra comunidad necesitaba una manera de expresarse más allá de la música: también a través de su estilo, su identidad y su presencia”, cuentan Carmen (Chica Atomika) y José Estrada.
Lo que empezó como un gesto natural dentro de la escena terminó consolidándose como un movimiento cultural que hoy conecta a miles de ravers de Madrid a Ciudad de México.
“La moda nunca ha sido solo merchandising. Desde el inicio evolucionó hacia algo mucho más profundo: una marca de streetwear underground con identidad propia”, afirman.
La crudeza del techno industrial, la violencia controlada del hardcore y el imaginario del sello se traducen en diseños que se viven tanto en la pista como en la calle. No es ropa: es otro canal de expresión, un espejo donde la comunidad se reconoce.



El comienzo fue íntimo y casi ingenuo: una camiseta diseñada durante la pandemia por Dani junto a su padre, Jesús. Apenas dominaban Photoshop, pero la pieza tenía algo que iba más allá de lo técnico: contenía la semilla de un proyecto que crecería hasta convertirse en emblema.
Jesús, con su sensibilidad estética, sigue siendo hasta hoy una referencia en el ADN de la marca. “Incluso a día de hoy continúa influyendo en nuestras creaciones y lo tenemos muy presente en cada paso que damos”, recuerdan.
Definir la estética de Blackworks Lab requiere tres palabras: oscura, industrial, vanguardista.
Oscura, porque conecta con la paleta del techno y la intensidad de la noche.
Industrial, por la dureza de sus texturas y la referencia constante a lo urbano y lo mecánico.
Vanguardista, porque no se conforma con replicar lo clásico: busca reimaginarlo con diseño y moda, con un lenguaje contemporáneo que habla tanto de club culture como de calle.
Las inspiraciones que guían ese lenguaje visual son tan ricas como caóticas: arquitectura brutalista, bloques de cemento, distorsión urbana, ruido.
La música es el eje transversal: del techno noventero al metal, del punk al trap más oscuro.
En la moda, los referentes van desde Demna en Balenciaga o Virgil Abloh en Off-White hasta propuestas independientes como Named Collective. Todo convive en un imaginario que no teme mezclar caos y coherencia.
“Nuestro proceso creativo, como el de muchos artistas, puede parecer caótico al inicio, pero de esa energía desordenada siempre surgen ideas potentes”, confiesan.
Carmen y José trabajan de manera conjunta, cruzando inspiraciones y referencias, aunque también desarrollan ideas en solitario que más tarde convergen.
El resultado son colecciones que reflejan la individualidad de cada uno, pero sobre todo la fuerza de un trabajo en común.
Quien haya estado en un evento de Blackworks conoce la escena: apenas abren las puertas, decenas de ravers corren hacia el stand antes de pisar la pista.
Quieren ser los primeros en estrenar las piezas durante la noche. “El público de Blackworks siempre ha sido fiel y espera con ansiedad cada nueva colección”, aseguran.
Así, la ropa se convierte en parte del ritual rave: un objeto de deseo que marca pertenencia.
No sorprende que los drops ligados a momentos especiales: Halloween, IFEMA, noches clave, tengan un carácter casi ceremonial.
“Queremos que cada pieza sea un recuerdo de la experiencia vivida”, explican.
Cada prenda funciona como recuerdo tangible de una noche y como testimonio de haber estado allí. Moda y evento se cruzan de forma inevitable, porque ambos nacen de la misma fuente: la energía del colectivo.
En 2023 sorprendieron con SNTS, pero la visión va más allá de los DJs.
“Nos gusta colaborar con artistas porque ellos son parte esencial de lo que significa Blackworks: no existiríamos sin ellos”, aseguran.
Blackworks Lab también colabora con artistas gráficos y creadores visuales, dándoles un espacio para reinterpretar el imaginario del colectivo.
La ropa se convierte en un campo expandido, donde música, moda y arte se retroalimentan.
Ahora miran al futuro con lo que llaman New Beginnings. La marca se expande en dos direcciones: LAB, como streetwear que trasciende los eventos para vivir en la ciudad; y NIGHT CLUBS, la línea que seguirá alimentando la experiencia en la pista.
Las colecciones de 2025 y 2026 permanecen en secreto, pero prometen ampliar aún más el universo estético de Blackworks.
“Queremos crecer dentro de la escena techno y también en el mundo de la moda, consolidando un lenguaje propio en ambos universos”, resumen Carmen y José.
Más que ropa, más que fiestas, más que techno: Blackworks se ha convertido en un ecosistema donde la música, la estética y la comunidad se retroalimentan.
En un presente donde las fronteras entre club culture y streetwear son cada vez más difusas, Blackworks Lab demuestra que la moda puede ser tan contundente como un bombo a 150 bpm.




AUTHOR: SERGIO NIÑO


“Blackworks siempre me ha hecho sentir en familia. Tanto a nivel profesional como personal, siempre me he sentido entendido como artista y recibido con los brazos abiertos. Producir el anthem para su edición en IFEMA 2025 solidificó aún más mi amor por la organización. Han logrado construir una comunidad fuerte y leal a lo largo de los años, y eso se siente en cuanto entras a un evento Blackworks. Su apoyo ha sido insuperable.”


¿Cómo fue tu primer contacto con el proyecto?
Empezamos a trabajar juntos al final del periodo del COVID, en sus shows al aire libre en Madrid. Siempre sentí una gran conexión con Dani y el equipo: la comunicación ha sido muy profesional y cercana. Me impresiona cómo han crecido, desde eventos pequeños al aire libre en Madrid hasta shows en grandes arenas alrededor del mundo. Cada vez que colaboramos en un evento sé que puedo confiar en que nuestros artistas estarán bien atendidos y disfrutarán la experiencia.
¿Qué crees que hace que Blackworks sea diferente?
El equipo realmente va más allá —tanto en la producción como en la hospitalidad hacia los artistas. Han creado un ambiente único con su público y su comunidad de fans, lo que lo hace muy especial para quienes se presentan. Han conseguido crear una atmósfera íntima y familiar incluso en venues gigantes, algo muy poco común y que hace que la experiencia sea aún más significativa.

¿Qué significa Blackworks para ti, a nivel profesional y personal?
Blackworks es familia. Más que un proyecto, es un espacio donde la música se vive sin filtros. A nivel profesional es un reto constante: cuando crees que sabes las reglas del juego, cambian. Y eso me ha hecho crecer mucho. A nivel personal me ha dado una comunidad de gente con la que compartir estrés, locura y noches inolvidables.
¿Cómo fue tu primer contacto con el proyecto?
Ya seguía a Blackworks en redes desde hacía tiempo, pero fue cuando empecé a moverme en el mundo de las agencias cuando surgió la oportunidad de conocerlos y trabajar juntos. Todo era nuevo para todos, y justo por eso hubo una conexión especial: crecimos y nos profesionalizamos de la mano, paso a paso. Si mal no recuerdo, fue en la edición de Halloween cuando nos conocimos en persona, después de muchísimos mails y llamadas.
¿Qué crees que hace diferente a Blackworks dentro de la escena?
La autenticidad. Blackworks no intenta parecerse a nadie, marca su propio camino, arriesga y conecta con un público que sabe lo que quiere, y a los que no, los guía.
Cuidan hasta el más mínimo detalle, tanto hacia el público como hacia la gente que trabaja dentro. No escatiman en gastos ni en producción porque lo que prima siempre es la calidad y la experiencia que quieren ofrecer. Pero lo más importante: el equipo humano que hay detrás.
¿Hay algún show, momento o anécdota que recuerdes con cariño o intensidad?
Hay muchísimos, pero la mayoría se quedan tras bambalinas!
Si tengo que elegir uno, me quedo con la edición de Halloween: la producción visual y el sonido fueron brutales, de esas noches que se te quedan grabadas para siempre. Y también por todos los shows que aún quedan por venir…


AUTHOR: SERGIO NIÑO PHOTOGRAPHY:

Seis años después de su nacimiento en Madrid, Blackworks ya no piensa solo en su ciudad ni en España. El proyecto está en un punto decisivo: dejar de ser un fenómeno local-global para consolidarse como un movimiento cultural con proyección histórica.
La expansión no responde a la lógica de crecer por crecer. Se trata de elegir territorios estratégicos, leer el pulso de cada escena y entrar solo si se puede garantizar la experiencia Blackworks al 100%. La meta no es sumar fechas, sino mantener la credibilidad de un proyecto que nació desde el underground y hoy opera a escala internacional.
En esta conversación, Daniel Novoa proyecta el futuro inmediato y la visión a largo plazo que busca situar a Blackworks no solo en la agenda de festivales, sino en la historia de la música electrónica.
La hoja de ruta internacional de Blackworks ya está en marcha.
“Estamos en una etapa de expansión muy ilusionante. Australia está muy avanzada, tenemos eventos potentes en Alemania, estamos trabajando para volver a Estados Unidos y tenemos en el radar ciudades como Estambul, Londres, París o Lisboa, además de mercados clave en América como México, Colombia y Chile. También estamos en conversaciones para Asia y Oriente Medio. Siempre hemos querido crecer con cabeza: no se trata de estar en todas partes, sino de elegir territorios estratégicos, con demanda real y, sobre todo, con el partner adecuado. Sin el socio correcto y sin poder garantizar la experiencia Blackworks al 100%, preferimos no hacerlo”.
Cada ciudad es un laboratorio con su propio código energético. Novoa lo asume con expectación y cautela:
“Asia y Australia me ilusionan muchísimo. Cada ciudad tiene su vibra, su manera de vivir la música, y eso es lo que queremos absorber y mezclar con nuestra esencia. Los retos son grandes: la incertidumbre de cómo reacciona el público, los costes más altos, el riesgo de confiar en partners que no conoces todavía. Pero ahí está también la adrenalina de cruzar fronteras y llevar Blackworks a lugares donde nunca pensamos que llegaríamos”.


Del
underground madrileño a un ecosistema cultural global, Blackworks redefine el techno como experiencia, identidad y herencia generacional.
El núcleo de Blackworks siempre será su sonido, aunque nunca estático.
“La base siempre será el hard techno, pero no queremos encasillarnos. Estamos añadiendo nuevas capas: industrial, raw, hardgroove, influencias trance… La idea es mantener la intensidad pero evolucionar constantemente. Creo que nuestra curaduría es lo que nos diferencia: buscamos a artistas que abran caminos, que representen la crudeza y autenticidad que queremos transmitir”.
Pero no todo pasa por los lineups. Para Novoa, el reto es que cada edición funcione como una experiencia inmersiva y total:
“Queremos llevar la experiencia a otro nivel. Shows más inmersivos, corpóreos, lumínicos, activaciones interactivas, visuales futuristas… Desde que entras queremos que sientas que estás hackeando la realidad. Para mí no es solo un festival: es un viaje, una película en la que el público es protagonista. La sensación de abrir puertas en IFEMA y ver entrar a más de 15.000 personas es algo que me marcó. Superar los límites que nos auto imponemos y hacer el evento de electrónica más multitudinario de IFEMA… eso es lo que me motiva a seguir innovando”.
Más allá de la música: un ecosistema cultural
Si el sonido es la base y la experiencia es el viaje, el futuro también pasa por diversificar el terreno cultural.
“Nuestro proyecto más ambicioso ahora mismo es Blackworks Lab. Queremos que sea un espacio donde explorar la moda, el arte y la cultura visual, y dar a la gente algo que puedan vivir más allá del evento. Para nosotros, la ropa no es merchandising: es identidad, es una declaración.
También estamos explorando nuevos formatos de contenido y experiencias digitales para estar más cerca de nuestra comunidad en el día a día. En este proceso he aprendido a pensar más grande, a rodearme de un equipo fuerte y a entender que Blackworks es ya un ecosistema cultural, no solo un festival”.
Ese mismo espíritu busca expandirse hacia otros territorios artísticos.
“Blackworks siempre fue más que música. Con Blackworks Lab queremos abrirnos a la moda, al arte digital, a la cultura urbana. Queremos que nuestra estética y nuestra energía se reconozcan también en la calle, en colaboraciones con artistas, en proyectos visuales. Para mí, el reto es que Blackworks se sienta como una cultura, no solo como una fiesta”.
En medio de esta ambición global, la raíz fundacional sigue siendo intocable.
“Nunca olvidamos de dónde venimos: 2019, una fiesta hecha por ravers para ravers. Esa comunidad es intocable. Por eso vamos a seguir creando experiencias especiales para los más fieles: eventos secretos, meet & greets, sets únicos y una comunicación directa con ellos. Expandirse no significa alejarse, significa darles todavía más motivos para sentirse parte de todo esto”.
El horizonte de Daniel es claro: el futuro no se mide en fechas, sino en legado.
“Queremos consolidarnos como un movimiento global, no solo un festival. Mi visión es que Blackworks marque un nuevo estándar en la escena techno: en cómo se produce, cómo se vive y cómo se conecta con la gente. A diez años, me imagino Blackworks como una marca cultural global: eventos en todo el mundo, sedes y concept stores en los mercados clave, una línea de ropa consolidada y una comunidad que vive Blackworks en su día a día. Y más allá de eso, sueño con que en el futuro nos estudien la historia de la música y de los eventos como un movimiento clave de una generación, un antes y un después en la escena. Que Blackworks signifique legado”.
El plan 2025–2026 confirma lo que Blackworks ya es: un proyecto que juega en varias dimensiones a la vez. Festival, laboratorio, marca, comunidad. Una propuesta que no busca solo llenar sedes, sino expandir un código cultural nacido en el underground madrileño y hoy capaz de dialogar con el mundo.
El movimiento habla de cómo un colectivo de ravers se convirtió en un movimiento global, de cómo la intensidad puede transformarse en identidad, y de cómo la electrónica sigue escribiendo sus reglas en tiempo real. Lo que viene no es solo una expansión: es la construcción de un legado.
Blackworks nunca fue obra de una sola persona. Si algo explica su fuerza es la constelación de individuos que lo sostienen: DJs que arriesgan con sets sin concesiones, bookers que trazan puentes imposibles, diseñadores que convierten una idea en impacto visual y un público que entiende la fiesta como identidad. Cada uno aporta un fragmento de energía que, en conjunto, hace que el movimiento se mantenga vivo.
El staff es el esqueleto invisible que sostiene cada edición. Técnicos, productores, creativos y promotores que trabajan contrarreloj para que lo que el público percibe como magia sea posible. En Blackworks no se trata solo de cumplir con un cronograma, sino de proteger un ADN: garantizar que cada show se sienta como un acontecimiento irrepetible.
Los DJs, por su parte, son el pulso sonoro del proyecto. No se limitan a llenar horas de música, sino a encarnar la crudeza, la intensidad y la autenticidad que definen a la marca. Cada booking es una declaración, y cada set una chispa que refuerza la confianza de un público que reconoce en ellos un lenguaje compartido.
Pero ningún festival existe sin su comunidad. Los ravers son el verdadero combustible de Blackworks: quienes viajan, repiten, se entregan sin reservas y construyen, con su presencia, la sensación de familia. En un tiempo en el que la cultura de club a menudo se percibe fragmentada, Blackworks logró lo contrario: consolidar un núcleo que se reconoce en la pista y se mantiene conectado fuera de ella.
Lo que diferencia a Blackworks de otras marcas no es solo su escala ni su curaduría. Es la suma de esas fuerzas: staff que sueña con cada producción, DJs que empujan los límites, bookers que arriesgan, creativos que imaginan y una comunidad que responde con confianza ciega. Blackworks es, en última instancia, la demostración de que cuando la cultura electrónica se vive como proyecto colectivo, puede trascender cualquier frontera.


