Revista Almas, enero 2012

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Últimamente hay quienes se quejan de que es difícil el trabajo con la gente de Corea. Sin embargo, yo no he encontrado rechazo, a lo largo de mi vida en la Misión he logrado hacer muchas amistades y recibido mucho cariño, aun cuando el nacionalismo es muy fuerte. Las manifestaciones de cristianismo protestante son mayoría en este país. La religión tradicional más antigua es el budismo, pero quienes la siguen practicando son en su mayoría ancianos y los templos se han convertido más bien en atractivos turísticos. Por su parte, la Iglesia católica ha ganado una presencia importante en todos los niveles de la sociedad coreana, lo cual incluye el trabajo de Misioneros de Guadalupe. Actualmente, somos responsables de cinco parroquias en la

Diócesis de Kwangju y una en Seúl. De hecho, somos los únicos extranjeros encargados de parroquias en Corea, y aún contamos con sacerdotes jóvenes, incluso seminaristas, que llegan a colaborar en la Misión. El trabajo misionero es de por vida. Cuando me dijeron que me iba a la Misión de Corea, fui a visitar a mi madre, que estaba muy enferma, y ella me dijo: “Ya se realizó tu sueño de ser misionero y tienes que cumplir con esta tarea que escogiste. Como misionero que eres ahora, se acabó tu patria y tu familia. Nos vemos en el cielo”. Por ello, mientras la salud me lo permita, seguiré prestando mis servicios sacerdotales en Corea; tal vez cuando sienta que ya no estoy en condiciones de trabajar pensaré en volver a la patria.


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