8 minute read

El hombre importa, revaloremos sus capacidades

Por: Ruth Sánchez Hernández

Abogada litigante enfocada en la materia familiar, coordinadora estatal de “Iniciativa Ciudadana” en Chihuahua, conductora del programa “De Voz en Voz” que se transmite por Radio Palabra Viva. Trabaja desde hace más de ocho años con grupos de mujeres en diversas actividades y ha impartido conferencias legales enfocadas a los derechos y obligaciones familiares. Corresponsal de México VIVE en Chihuahua.

Advertisement

La sociedad en la actualidad tiene discursos incongruentes, sobre todo tratándose del papel del varón en la sociedad, ya que por un lado tenemos que según las nuevas corrientes, el no tener un aparato reproductor femenino no da autoridad para opinar sobre si un ser humano debe nacer o no nacer, sin tomar en cuenta que ese ser humano es el resultado de la unión del material genético de un hombre y de una mujer, 50% y 50%, entonces si se va a permitir que se elija sobre su vida o muerte, sin causal alguna que de lugar a poner en peligro la vida de la madre, el padre también debería poder elegir sobre todo si la justificación es “la maternidad será deseada o no será”, entonces la paternidad deberá ser deseada o no será.

Legalmente al momento en que un ser humano nace entra bajo la patria potestad de sus progenitores, si los padres están casados, se entiende que el bebé es del padre, si no se encuentran casados ambos progenitores deberán acudir ante el Registro Civil para el reconocimiento de la paternidad, estando de acuerdo la madre con el registro del bebé como hijo del progenitor. Una vez que cualquiera de éstos actos se actualizan el padre adquiere el cúmulo de facultades que derivan de la patria potestad como lo es la obligación de proporcionar alimentos al nuevo ser, los que comprenden comida, vestido, educación, esparcimiento, y todo que un ser humano requiere para su subsistencia.

Se supone que las necesidades de este nuevo ser deben ser cubiertas por ambos progenitores, en la medida de las posibilidades de cada uno, y no solo las económicas sino las emocionales, el que tenga quien lo guíe adecuadamente en su desarrollo, y lo proteja de los peligros que pudieran presentársele en transcurso de su crecimiento hasta en tanto sea autosuficiente y pueda valerse por sí mismo, lo que tratándose de un ser humano en plenitud de facultades físicas y mentales, se considera hasta que cumpla la mayoría de edad o en su caso continue estudiando una carrera, arte u oficio que le permita allegarse de sus propios medios de subsistencia, esto no puede ser ilimitado, los criterios de los Tribunales establecen que el tope para seguir sosteniendo económicamente a un hijo son los 25 años, considerando que haya estudiado una carrera larga y que en el camino haya obtenido algún tipo de complicación para concluirla, digamos por ejemplo algunas materias repetidas o cargas de materias a medias por alguna situación en particular.

Todas estas obligaciones no son solo de la madre o del padre, sino de ambos progenitores, lo reitero porque luego solemos pensar que solo el padre debe aportar el dinero mientras que la madre tiene los derechos a tomar las decisiones importantes de los hijos, cuando ambos, en partes iguales, o proporcionales, según el caso, deben encargarse del desarrollo físico y emocional de los hijos, porque ambos padres son necesarios para que todo ser humano tenga un desarrollo integral y saludable.

Ahora bien, durante años, siglos, diría yo, el padre ha sido cada vez más relegado a una simple figura de provisión económica, dejando de lado el hecho de que es el padre quien proporciona la seguridad emocional en la prole, nos referimos al autoestima, anteriormente era el padre el que transmitía el oficio a los hijos, y si vemos a las grandes mujeres de la historia, siempre hay un padre detrás impulsándoles, el que los oficios fueran transmitidos de generación en generación permitía mayor convivencia entre las generaciones y eso generaba hijos responsables en el diario desempeño con el rol que jugaban dentro de la sociedad.

La escuela, de alguna manera, comenzó a restar importancia al rol que desempeñaba el padre en la educación de los hijos, y a separar el vínculo que se forjaba en base a la educación práctica que se impartía en casa por parte del progenitor, pero la sociedad no identificó que esto fue generando que el varón fuera relegándose cada vez más al rol de simple proveedor, no se buscó involucrarlo en la crianza de los hijos de otra manera más participativa. Cuando nos dimos cuenta de la importancia del padre, ya habíamos hecho un gran abismo entre su rol dentro de la familia y la importancia de su participación en la crianza de los hijos.

Luego, con la modernidad, empezó también a crecer el número de divorcios y separaciones matrimoniales, sin dejar claro que lo que fracasaba era el matrimonio, la relación de pareja, no la familia, pues las responsabilidades y derechos de los progenitores sobre los hijos debería haber continuado igual, o al menos si no hubiéramos limitando tanto la participación del padre, rezagándola solo al rubro económico.

Al momento de la separación de las parejas los roles de cuidado y provisión de los hijos se encontraría equilibrada y la mujer y el hombre entenderían y funcionarían armónicamente en sus obligaciones paternales y maternales, sin embargo, dada la realidad que enfrentamos, donde al hombre se le ve como simple proveedor, hemos ido desconociendo las demás obligaciones que tiene para con sus hijos de educación y protección, de guía y decisión, de corrección y convivencia con los hijos, considerando que éstos son propiedad de la madre, y entonces, como es la madre la que elige cuando el padre debe ver a sus hijos, a qué escuela van, en qué se destinan los rubros alimenticios del menor, pues también es la madre, y solo la madre quien debe elegir sobre si el niño vive o muere.

¿Y el padre? Si él no quiere ser padre porque ese hijo interfiere con su libre desarrollo de la personalidad ¿tiene derecho a abortarlo? Digamos jurídicamente, ya que es lógico que no podrá obligar a una mujer a que ejecute dicho acto, eso si es violentar los derechos de la mujer, pero el derecho crea ficciones jurídicas como lo son las personas morales, así que se puede idear una figura jurídica de aborto masculino, donde ante una autoridad, podría ser el juez o el notario, el varón manifiesta que no es su deseo ser padre, y que como no tiene las intenciones de entorpecer sus planes de vida responsabilizándose por la vida de un nuevo ser y la madre ha elegido tenerlo, él se libera de toda responsabilidad y derechos que pudiera tener sobre el niño.

Así de absurdo suena cuando una mujer habla de que quiere abortar, pero como hemos denigrado la figura del varón de la crianza de los hijos, nos resulta fácil sacarlo del tema de vida de los mismos. La sociedad y las leyes, las autoridades jurídicas se han esforzado en aplicar más severamente la ley en contra del varón, de prejuzgar al hombre simplemente por ser hombre; puedo dar testimonio de esto en los más de 10 años que tengo dedicándome al ejercicio del derecho familiar.

Se asume de antemano que el hombre es un irresponsable mientras que la mujer es ese ser incapaz de cometer una falta a sus obligaciones maternas, y por eso se le da el derecho moral y jurídico de elegir entre si vive o muere un hijo, y seguimos posicionando la paternidad a un simple rol económico en la vida de la prole.

El hombre no puede elegir ser padre, y si es un irresponsable por engendrar un hijo, pero sí debe pagar manutención. Pero vamos a ser congruentes: si necesito del hombre para que se engendre un hijo, si el varón aporta el 50% del material genético y por consiguiente deberá responsabilizarse del 50% de la crianza del niño y los gastos de la misma, pues tiene derecho a ser oído sobre los temas de vida o muerte de un ser humano.

Si queremos que los hombres tomen un papel más profundo y activo en la crianza de los hijos, como debe de ser, para que nuestros hijos reciban ese otro 50% que les permita desarrollarse a plenitud como seres humanos, no solo debemos darle a los hombres herramientas para ejercer correctamente la paternidad y o capacitaciones en igualdad de género, sino que debemos permitirles tomar parte en las decisiones de vida de los seres que engendran.

Ser hombre importa, el hombre importa, porque sin hombres la sociedad no habría llegado a donde llegó, sin hombres tú no estaríamos hoy vivos, no existiríamos, y sin la participación de los hombres en la vida diaria de los hijos, de las familias, solo tenemos el 50% de la fuerza, de las capacidades y herramientas para seguir desarrollándonos. Por esto debemos continuar buscando nuestros puntos de acuerdo, y negociando nuestros desacuerdos, complementando nuestras diferencias y retomando el rol del varón en la sociedad como algo valioso, importante para poder hacer de nuestras sociedades un conjunto de seres humanos en plenitud.

¡Ser hombre importa! Ahora hagamos que valga todos juntos.

This article is from: