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Alienación parental, una forma de maltrato infantil que destruye sus vínculos familiares

Por: Andy Hernández

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Abogada, activista social a favor de los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Titular de la Jefatura Política del Comité Ejecutivo Nacional de “Con Más México”. Tiene un posgrado en Psicología Forense y Perfilación Criminal, diplomada en Criminología y Criminalística, certificada (CONOCER) en Transparencia y Acceso a la Información Pública; conferencista internacional; Consejera General del “Frente Chiapas Vida y Familia”, corresponsal de la revista digital México Vive en Chiapas.

Un problema social de gran trascendencia que afecta a cientos de niños cada año es la violencia en todos sus tipos, una de las violencias más recurrentes, silenciosas y destructivas al entorno saludable de los niños, niñas y adolescentes en todo el país es la alienación parental. Este padecimiento ha existido siempre en la naturaleza del ser humano, como forma de expresión negativa hacia la pareja, cobrando hoy en día no sólo un nombre específico, sino todo un campo de estudio en el ámbito psicológico y judicial, por la cantidad de conflictos conyugales que llegan a tribunales.

La alienación parental es un factor de grave riesgo para lograr la sana convivencia e integración entre padres e hijos, derecho fundamental de los niños, como están plenamente establecidos en 54 artículos la Convención de los Derechos del Niño, en el cual reconoce que los niños, niñas y adolescentes son individuos con el derecho de pleno desarrollo físico, mental y social, ante esto y la necesidad de salvaguardar dichos derechos los estados partes se comprometen a ser quienes velen porque dichos derechos sean respetados y cumplidos, dejando claramente establecido y claro que sobre todos los integrantes de la familia humana, el Interés superior del niño será prioridad.

De hecho, en el Plan de acción de la Cumbre Mundial a Favor de la Infancia en 1990, los estados par-

tes establecieron que “No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño, de quien dependen la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana”.

Por ello siendo una de las prioridades para obtener una sociedad altamente desarrollada y respetuosa de los derechos humanos, darle toda la importancia y valor al sano desarrollo de los niños, niñas y adolescentes.

Pero ¿Qué es la alienación parental? La Magistrada Graciela G. Buchaman Ortega en su publicación “Alienación Parental Ensayo sobre su Trascendencia Judicial”, refiere que el síndrome de alienación parental es un trastorno caracterizado por el conjunto de síntomas que resultan del proceso por el cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos, mediante distintas estrategias, con objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor.

Como en todo desorden patológico, para diagnosticar la alienación parental es frecuente encontrar cierta sintomatología en los hijos que la padecen; también

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pueden estar presentes signos de alerta en los padres que permitirán identificarla con base en evaluaciones psicológicas, a fin de resolver lo conducente, velando por el “interés superior de la infancia”.

La separación de pareja define, pues, una situación familiar compleja, ya que constituye un proceso de transición, que muchas veces dificulta las interacciones entre los miembros de la familia. Hay matrimonios que, previo diálogo, logran finiquitar todo lo relacionado a su separación (por la vía del divorcio voluntario), aunque también existen otros que no consiguen realizar acuerdos, por lo que recurren al divorcio necesario para encontrar una solución a su conflicto legal, pero en dicha “litis” no es extraño que algunos divorcios, incluso los voluntarios, tiendan a complicarse, al grado de afectar y hasta hacer imposible mantener las relaciones paterno-materno/filiales.

El comienzo de la disputa legal marca notablemente la realidad familiar, de manera que, la forma de compartir los cuidados de los hijos y de disfrutar de ellos se convierten en pugnas por la custodia y el régimen de visitas, donde lo que se discute ni siquiera es la forma de repartir, sino la pertenencia de los hijos. En otras palabras, el concepto de “custodia” se transforma en sinónimo de propiedad y el de “régimen de convivencia” en la limitación de ese derecho.

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos en su publicación sobre la Alienación Parental refiere que la protección integral, la autonomía progresiva de los derechos de la infancia y el interés superior como derechos humanos son parte del marco teórico obligado al tratar temáticas relativas a la niñez, y la alienación parental no es la excepción. Ésta es una problemática que afecta a niñas, niños y adolescentes de manera directa, la cual hasta ahora se busca hacer visible y por supuesto sancionable por todo lo que conlleva en la destrucción psicoemocional de los menores de edad.

El simple hecho de que uno de los progenitores no cuente con la guarda y custodia de los menores no es justificante para que se emplee como un método de “castigo” por haber cometido conductas contrarias a lo establecido por el Código Civil para el Estado de Chiapas. La custodia únicamente implica que los menores no pueden estar al mismo tiempo con el padre y con lo madre, pero en ningún momento debe constituir una pérdida de la convivencia, así mismo reconoce la Alienación Parental como un tipo de la Violencia Familiar, ya que ellos definen o reconocen como violencia familiar al acto de poder u omisión intencional, dirigido a dominar, someter, controlar o agredir física, verbal, psicoemocional o sexualmente a cualquier integrante de la familia; dentro o fuera del domicilio familiar, por quien tenga o haya tenido algún parentesco, ya sea consanguíneo, por afinidad, o uniones como el matrimonio, el concubinato u otro tipo de relaciones de hecho, y que tenga por efecto causar un daño.

Así mismo reconoce directamente a la Alienación como una forma de maltrato infantil, por ello en cumpliendo con el rol de responsabilidad que estamos obligados como sociedad y Estado de prevenir y salvaguardar la vida y el buen desarrollo de los niños, niñas y adolescentes.

Por lo que yo concluyo, que el SAP es el arma perfecta de un progenitor contra el otro, usando como medio de presión o venganza con toda la intención de romper el vínculo que existe entre un padre-hijo o madre-hijo, afectando únicamente de manera directa a los niños.

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