México y varios países de África comparten un pasado que sólo una pequeña parte de la población mexicana conoce, que la mayoría de las personas africanas ignora y del que tampoco saben las comunidades afrodescendientes de otros países. Esta historia está marcada por un sinnúmero de intercambios económicos, sociales y culturales que pueden observarse en cosas tan cotidianas como un vaso de agua de jamaica; esta planta es originaria del continente africano.
La historia de las personas africanas en México se remonta al periodo virreinal, cuando en mercados, plazas, iglesias, talleres de trabajo, procesiones, fandangos o cocinas convivieron mujeres y hombres nahuas, otomíes o mayas con españoles de varias regiones, pero también, y de manera importante, con mandingos y wolofs de África occidental y bantúes* del centro de ese continente. Lenguas, costumbres, creencias y formas de vestir, curar o cocinar de distintos grupos se intercambiaron desde el siglo XVI, cuando, junto con lo españoles, comenzaron a arribar, d