El final de Maupassant

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EL FINAL DE MAUPASSANT

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mujeres de este mundo y de este ambiente, que no deseen tener su artista o sus artistas; y ofrecen cenas para ellos, a fin de dar a conocer en la ciudad y en la provincia las inteligencias que frecuentan su casa. Posar para el espíritu de los que no tienen pero que hacen gran ruido, o por las relaciones principescas... ¿dónde está la diferencia?» Desde 1885, estaba ciertos personajes de salón y algunos detractores. El fue uno de los miembros de la cena de los «Macabeos», ideada por la condesa P..., esa especie de Borgia, en las venas de quién las sangres de tres razas antagónicas, al menos, se mezclaban. El nombre de «Macabeos» significaba que cada uno de los invitados se consideraba muerto... de amor naturalmente. Las comidas se celebraban un día fijo y cada uno de los habituales de estos extraños ágapes había recibido de la cruel anfitriona un portaminas de oro, adornado de pedrería, grabado el nombre del titular y llevando en su extremo, tallado, el botón de las P...1 Las fantasías y las palabras escabrosas de esta temible dama eran tema de todas las conversaciones mundanas. Se encontrarán unas reseñas sobre este ambiente pintorescos en Aymeris, autobiografía, apenas sin tapujos, del señor Jacques-Emile Blanche quién, joven entonces, fue un notable « macabeo ». Las guasas, las bromas de mal gusto que pudieron ser hechas a Guy de Maupassant, en este hotel P... y en ciertos salones judíos, fueron tan numerosas como crueles para este hombre de una exacerbada sensibilidad por una predisposición hereditaria y un agotamiento general. Fue en uno de estos salones en lo que encuentra a Marie K... (nacida W...) judía rusa o polaca, la más bella mujer del momento, quién lo fatiga más que cualquier otra. ¿ Es necesario indicar que el marido de esta admirable criatura acabó loco y fue encerrado, antes que él, en la residencia de salud de Passy ?... ¡Ah! Se hizo pagar caro al infeliz gran hombre su fama de forzudo y sus excepcionales manifestaciones de virilidad. Todos y todas, o casi, lo destrozaban con una implacable ferocidad. « Hermosa secuencia, anota Léon Daudet, para un pintor como Hogarth, teniendo el sentido de la progresión hacia lo peor, que esta vida a etapas cada vez más negras, yendo del salón a la choza.2» Cuando no estaba conversando con bellas mujeres, Guy de Maupassant buscaba la compañía de los médicos. En efecto, como decía, sacrificaba al « documento humano » que triunfaba entonces en literatura – y su obra entera muestra patéticamente que él se considera a si mismo como uno de esos « documentos » - pero ¿habría tenido esta asiduidad con los científicos si la inquietud no lo hubiese devorado ya? Esta claro que esta inquietud era bien grande para preguntar al « simple estudiante de primer curso » que era entonces Léon Daudet, cuando el joven aprendía medicina y que lo frecuentaba en casa de Charcot. «... Cierta noche él me preguntó, cuenta el autor de Morticoles, sobre hidroterapia, que le fortalecía el corazón y le parecía destinada a sustituir cualquier otro remedio. Había oído hablar de un chorro helado sobre la nuca, al que no resistía ninguna neuralgia ocular. Yo debí responder perentoriamente, con una perfecta incompetencia, pero con el orgullo de ser interrogado por el pobre Guy3 .» En esta época él consideraba los médicos como unos taumaturgos. Esperaba, y es tal vez por ello, por lo que no se le cogió a tiempo. Su confianza en la hidroterapia se fundamentaba en dos causas ignoradas hasta hoy. A saber: 1º En 1887, se afirmaba en Maupassant la midriasis (dilatación anormal y persistente) de la pupila izquierda, la inmovilidad de las dos pupilas, dificultades en la digestión, la congestión de la cabeza, el reumatismo. El enfermo no soportaba la pilocarpina. Se encontraba mejor después de haber sudado. La hidroterapia le fue recomendada y ese tratamiento funcionó. El doctor Aubé, de Rouen, gracias a quién nosotros conocimos exactamente la enfermedad de la señora de Maupassant, poseía en Étretat un pabellón situado a cien metros de La Guillette. Veía a Guy frecuentemente y este último, naturalmente, interrogaba al médico como los demás, pero con más vehemencia que los otros, sobre su estado de salud. El doctor Aubé, muy informado sobre la ascendencia de su vecino y consecuentemente sobre sus predisposiciones, le respondía de buen grado. 1

De muy complicada traducción, pero por el contexto puede tratarse del clítoris (botón) de las putas (P). (N. del T.)

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Fantômes et vivants Id.

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