La Rosa Secreta III.
DE JEFFREY HUDSO A CHARLES BASKERVILLE Tengo aquí, sobre mi mesa, el dietario de un tal John Lawrence. De momento, se trata de la única aportación al misterio que ha hecho el ilusionista del Queen Theatre, pero le aclaro que no fue él quien lo trajo sino su ayudante, una jovenzuela irlandesa que le sacó 30 libras a Darcy con el mayor desparpajo. En fin, por lo que he podido comprobar
2
hasta ahora - las hojas están desordenadas- recoge ciertos sucesos ocurridos entre finales de 1819 y principios de 1820; la letra se vuelve más apretada y confusa conforme avanza la narración y algunos pasajes han sido deliberadamente emborronados, presumo que por el mismo autor. Todo sea que al final no tenga ningún interés, aunque estoy seguro de que usted le sacará algún
provecho:
la
chica
ha
comentado que había otra persona
3
tras el manuscrito, un caballero, así que no debe carecer de valor. Le daré un buen repaso esta noche, después de cerrar, y mañana a primera hora se lo llevaré a su casa.
DE CHARLES BASKERVILLE A JEFFREY HUDSO
Conforme,
pues.
Le
espero
mañana a la hora del desayuno; le ruego encarecidamente que no se
4
retrase. Y ponga especial atenci贸n en verificar la coherencia del conjunto, ya que no puedo evitar sospechar de las j贸venes irlandesas que se dedican personalmente
a
este
tipo
de
transacciones.
DE JEFFREY HUDSO A CHARLES BASKERVILLE Me temo que voy a retrasarme; ha surgido
cierto
imprevisto
5
y
es
necesario
que
le
ponga
en
antecedentes, no sea que se le indigeste el desayuno. Cuando me vea entrar por la puerta de su casa, no me pida que le muestre los diarios de John Lawrence, porque no los tengo: me los robaron anoche. Y usted se preguntará ¿cómo ha podido ocurrir tal cosa? Sabe de sobra que un ladrón común no me hubiera causado ningún problema, por lo que puede imaginarse el cariz de este asunto. Resumo la cuestión: una
6
especie de lagarto volador entró anoche
rompiendo
una
ventana,
encontró los diarios con facilidad y se marchó por donde había venido Las cosas sucedieron de la siguiente
manera:
estaba
yo
acostado, y prácticamente dormido, cuando me despertó un ruido de vidrios rotos. Sin estar seguro de no haberlo soñado, bajé rápidamente las escaleras buscando la compañía de mi perro guardián –sí, Satán, ese estúpido
sabueso
7
que
usted
ya
conoce- y, sin perder el tiempo en vestirme, me dispuse a averiguar qué ocurría. Advertí enseguida que el sonido había sido real, y que mi fiel compañero lo había oído a la par que yo, porque después de proferir una serie de ladridos nerviosos, pasó a esconderse en lo más profundo de la habitación y no hubo manera de hacerlo salir de allí. A partir de ese momento, las cosas empezaron a no ir bien: en su feroz huída, Satán apagó la vela que yo había tenido la
8
precaución de encender, y como consideré una demora innecesaria volver a por lumbre –después lo iba a lamentar, y mucho-, seguí adelante solo y en la oscuridad más absoluta. Así pues, armado con un robusto leño que acostumbro guardar detrás de
la
puerta
del
dormitorio,
encaminé mis pies descalzos hacia el lugar de donde provenía el sonido, con el firme propósito de darles una buena ración de palos a esos mangantes. Ay, señor Baskerville
9
¡qué equivocado estaba! Guiado por un murmullo de papeles y cierto golpeteo casi imperceptible me fui acercando, muy despacio, hacia la estantería – vaya casualidad- donde había guardado los diarios de John Lawrence. Iba yo pensando en cómo aprovechar mi reducido tamaño para atacar por sorpresa cuando, en lugar de un par de cacos, me di de frente con unos ojos rojos y brillantes que me miraban con muy poca dulzura; justo en ese momento, una nube que
10
cegaba la luna desapareció dejando entrar un poco de luz a través de la ventana rota, y fue entonces cuando lo vi: una especie de lagarto, o salamandra, o pequeña alimaña cubierta de escamas de piedra, que tenía en sus manos nada más y nada menos que nuestro famoso dietario valorado en 30 libras. i que decir tiene que me esforcé por alcanzarle y probar la consistencia de mi bastón en sus lomos, pero descalzo como iba y con tan poca luz –la dichosa
11
nube había vuelto a tapar la luna--, ni vi, ni pude esquivar los vidrios rotos del suelo, que se ensañaron con las plantas de mis pies de un modo terrible. El dolor era tal que me hizo proferir
las
más
espantosas
maldiciones en mi lengua escocesa, cosa que por lo visto sobrecogió al pétreo intruso animándolo a escapar sin demora, no sin antes amarrar bien los codiciados papeles para llevarlos consigo. Sepa que hice un último
intento
desesperado
12
por
alcanzarle, pero uno ya va teniendo una edad, y en la vejez todo lo que se gana en sabiduría se pierde en agilidad; así, tuve que conformarme con vapulear el aire, mientras el alado bichejo se esfumaba delante de mis narices. Así que, bueno, vaya haciéndose a la idea de que estamos como al principio, o aún peor, porque voy a tener que inventarme algo para aplacar al joven Darcy, que es de resultas
el
más
13
perjudicado.
Y
aunque en esta nota he entrado en más detalles de lo que tenía previsto, y puede decirse que ya sabe todo cuánto puedo yo contarle, acudiré a su casa igualmente, porque estoy seguro de que querrá hacerme muchas preguntas. Saldré hacia allí en cuanto termine de asegurar la ventana rota, no vaya a ser que otro tipo de lagartos –o lagartonasacaben colándose también en la librería.
14
EXTRACTOS DEL DIARIO DE JOHN LAWRENCE. PARTE PRIMERA
20 de octubre de 1819: Yo, John Taylor Lawrence, miembro de la Sociedad de Investigaciones Mágicas, inicio la redacción de este dietario con el firme propósito de consignar y ordenar todos los sucesos que, a partir del momento presente, vayan a desarrollarse alrededor de mi gran búsqueda. Dicha búsqueda no
15
persigue otro fin que dar con el paradero de un volumen tan insólito como formidable, dado por perdido durante
cientos
de
años
y
cuya
posibilidad de existencia se revela ante mí como un portentoso regalo: el Libro de la Rosa, que seres de Otro Mundo escribieron con sus propias manos; que llegó primero hasta icolas Flamel y más tarde obró en poder del gran maestro John Dee; que no solo procede de una Esfera Desconocida, sino que promete revelar grandes y únicos
16
misterios, entre ellos el secreto del Lapis Mistico.
Para llevar a buen término mi empresa, he entrado en tratos con una persona que conoce profundamente la lengua de los filósofos y su simbolismo, que ha indagado en los secretos de la Alquimia y la Sabiduría Hermética, que ha visitado lugares que yo solo conozco por los libros; esa persona es una mujer y su nombre es Lady Talbot. Se trata de una anciana, aunque vigorosa dama, por cuyas venas corre
17
la misma sangre del sabio Dee; de hecho, es portadora de un poderoso amuleto que le perteneció, y también me ha mostrado el legendario Espejo de Obsidiana, un círculo oscuro y perfecto que es capaz de reflejar mundos y lugares y gentes invisibles. Pero para ello, necesitaremos un médium, alguien con la sensibilidad adecuada, que sea capaz de conectar con la energía sobrenatural
que
desprende
superficie vacía del precioso objeto.
18
la
(Páginas emborronadas. Se ha vertido tinta sobre ellas, una sábana intermitente de sombras) 31 de octubre de 1819. Hoy se ha celebrado la primera sesión del espejo. ada podemos oír, y nada podemos ver, salvo aquello que nos transmite nuestro médium, Mary Black. En el pasado, el maestro Dee también hizo uso de estos métodos, según confirman los escritos y la propia Lady Talbot, pero debo admitir que
19
resultan decepcionantes; en cuanto a Mary Black, es una muchacha simpática y bonita, aunque muy vulgar y un tanto parlanchina. Desconozco dónde ha podido encontrarla Lady Talbot, porque no debe haber cumplido los 20 y me consta que es totalmente analfabeta. Sin embargo, parece que su sensibilidad espiritual
está
más
allá
de
su
inteligencia, y puede escuchar con nitidez las voces del otro lado del Espejo; éstas hablan constantemente en enigmas, y ella no es capaz de comprender
nada
20
de
lo
que
le
transmiten. Tengo en mi poder gran cantidad de notas que ahora mismo me dispongo a analizar y estudiar con detenimiento.
2 de noviembre de 1819. Hoy ha tenido lugar la segunda sesiĂłn; la joven Mary parece haber tomado confianza, y todo se ha sucedido mĂĄs
rĂĄpidamente
y
mejor
de
lo
esperado. PodrĂamos aventurar que el libro efectivamente existe, y que no fue destruido debido a su propia naturaleza,
21
en
parte
mística
y
por
tanto
indestructible; ahora bien, debemos conseguir que los enigmas lo sitúen en un punto geográfico concreto. Sarah, la hija de mi casera -una niña paliducha de pelo castaño- acaba de traerme, junto al té, una carta de mi familia.
Siguen escribiendo a mi
antigua dirección e ignoran que he abandonado los estudios; no sé cómo ni cuándo voy a darles la noticia, ni cual será su reacción. De momento, Ellison se
encarga
de
reenviar
mi
correspondencia, pero dudo que esta
22
situaciĂłn
pueda
mantenerse
largo
tiempo, y no puedo evitar que su futuro desenlace me angustie.
P.S. He podido observar que Sarah no sabe leer.
6 de noviembre de 1819 Hoy Lady Talbot se ha retrasado tanto, que he llegado a temer algĂşn percance, pues nunca habĂa dejado de ser extremadamente puntual a nuestra cita. Durante la espera, me he visto
23
acechado por la sibilina curiosidad de Mary, que ha aprovechado nuestra casual intimidad para formularme todo tipo
de
preguntas,
algunas
verdaderamente atrevidas. Si en un primer momento me pareci贸 vulgar, mi opini贸n sobre ella ha cambiado: su mirada es profunda y escrutadora, su mente tenaz, su voluntad inusualmente firme. Ahora la estoy recordando, tal como la vi esta tarde, con su cabello negro
torpemente
recogido
y
sus
peque帽os ojos casta帽os, brillantes y
24
astutos como los de un animalillo inquieto. Con Mary, los Seres del Espejo se encuentran cómodos y comunicativos – la Hermosa Gente, les llama ella-, y no dejan de transmitir sus bellas y crípticas palabras.
9 de noviembre de 1819 “El Libro es la mano que escribe los nombres en las últimas torres de los confines del aire.”
25
“La
Rosa
Blanca
prende
una
lágrima y huye con el viento, por la sombra del avellano hasta el País de la
iebla.” “En su corazón,
la Rosa Roja
señala el eterno círculo, y hunde una luna invisible en sus sueños de oro.” Así habla el Espejo, con opacos acertijos; en algunas frases encuentro significado, pero otras son tan oscuras que ni los emblemas de los sabios ni los escritos de los filósofos pueden servirme de guía para descifrar qué es lo que desean
transmitirnos.
26
Lady
Talbot
parece
impacientarse
por
nuestros
escasos progresos, y muestra un talante mucho menos afable y muy alejado de la amabilidad primera con la que se presentó.
En mis ratos libres –que no son muchos- he empezado a enseñar a leer a Sarah; es una actividad que me reconforta, y de algún modo me aparta del irremediable sentimiento de culpa que invade mi vida, mi ser y mis actos.
27
Primrose
Hill
es
un
lugar
particularmente silencioso a altas horas de la noche. John Daniels, sentado en la misma butaca frente a la misma chimenea encendida, escucha crepitar las hojas enmohecidas que su mentor, el caballero
extranjero,
examina
cuidadosamente. Imagina qué otras manos y qué otros ojos han recorrido esas líneas en el pasado; imagina el rostro de John Lawrence: cual sería
28
su aspecto, hace veinte años, y cual será ese mismo aspecto ahora.
28 de noviembre de 1819 Hace tres días que el Espejo ha enmudecido. Mary no consigue ver más allá de su brillante y negra superfície, y nuestra esperanza yace tan muerta como la misma obsidiana. ¿Qué hemos hecho mal? o puedo asumir que todo nuestro esfuerzo haya sido inútil.
29
1 de diciembre de 1819 Carta de mi hermana: me anuncia que va a pasar una temporada en casa de nuestras tías y sugiere que podría visitarles en avidad, porque mi tía Augusta se encuentra ya muy delicada, y reconozco que
siempre he sido su
favorito-. Responderé afirmativamente a su propuesta, aunque todavía debo encontrar alguna razón que justifique mi presencia en Londres. Otro desvelo más, porque nuestra búsqueda sigue sin progresar lo más mínimo.
30
2 de diciembre de 1819 ¡Han vuelto! ¡El Espejo ha hablado de nuevo! O cuánto menos, Mary ha logrado experimentar otra vez uno de sus
poderosos
trances,
y
ha
pronunciado crípticos versos aunque carentes por completo de significado. Doy vueltas y más vueltas a sus palabras, y ni una sola idea, o punto de anclaje, o mínima luz, he podido hallar en ellas. Hay algo que me empuja a confiar en Mary, y estoy persuadido que nos ofrece exactamente todo aquello
31
que le es revelado. ¿Es posible que en su
ignorancia
esté
transmitiendo
el
precioso
erróneamente
mensaje?Cuando la miro a los ojos, no veo otra cosa que una inteligencia penetrante y una perturbadora y vieja sabiduría…
3 de diciembre de 1819 Mary me confiesa que los Seres del Espejo –su Hermosa Gente- están muy preocupados. ¿Qué les angustia?: ella no lo sabe con exactitud, pero al
32
parecer, sospechan que encontraremos el Libro muy pronto. ¿Cómo podrá suceder tal cosa, le pregunto? Lo ignora, pero me dice que tenga cuidado. ¿De qué?
(Páginas
arrancadas.
Pequeños
fragmentos de papel malcosidos con formas extrañas y torturadas) 15 de dicembre de 1819 Lady Talbot desea tomar alguna medida que cambie el rumbo de nuestra
33
investigación: no está completamente satisfecha con la mediación de Mary, y me ha planteado en privado cierto plan alternativo que obligaría a los Seres del Espejo
a
proporcionarnos
la
información que deseamos. Su plan –en caso que fuera factible- no me parece ni bien ni mal, pero finalmente
hemos
convenido esperar un poco más. El plazo para tomar nuevas decisiones se ha
establecido
en
las
próximas
avidades, por lo que no podré visitar a mis
tías
–fingiré
obligaciones
ineludibles; si alego estar enfermo,
34
puede que mi hermana desee venir a cuidarme-
Mientras escribo, la pequeña Sarah ha venido a traer unas camisas que su madre me ha arreglado; trazaremos juntos algunas letras antes de que se haga demasiado tarde. Desde que comenzó mi búsqueda y se iniciaron las sesiones, siento que el mundo tangible se aleja de algún modo de mí; los Seres del Espejo me parecen a menudo más reales que las gentes que deambulan por las calles de Londres. Quizás
35
nuestras pequeñas clases vespertinas sean lo único que me ancla a esta realidad palpable, y Sarah mi nexo de unión con la cordura…
John Daniels abandona la butaca y su sopor y pasea despacio sobre la alfombra turca; se acerca hasta una de las vitrinas y contempla los lomos ajados de los valiosos incunables, la elaborada
tipografía
de
algunos
tomos más modernos, el sutilmente invisible olor del papel. Se imagina a
36
él mismo dentro de veinte años – porque vuelve a pensar en John Lawrence- y contempla por el rabillo del
ojo
el
rostro
inmutable
y
aristocrático de su amigo, para el que no ha pasado el tiempo desde que emprendieron juntos aquel viaje por el Continente, la primera vez. No hace muchos años de aquello, pero Daniels no lo siente de ese modo, y se ve a sí mismo viejo y ajado como uno de esos antiguos grimorios: con el
corazón
apergaminado,
37
seco,
cargado de tinta. Mientras, su mentor se ocupa de la lectura con devota atención, y sus mejillas adquieren una tonalidad encendida, rosada, vibrante… 20 de diciembre de 1819. Hoy, Drummond
por
medio
del
señor
de Baskerville Books, he
recibido la referencia exacta de un volumen que podría ser el Libro de la Rosa. uestra gran amistad ha hecho que confíe en mí de manera absoluta y
38
me encargue la revisiĂłn del pedido. Si los astros o los poderes del mundo invisible ejercen su influencia sobre este hecho, no puedo asegurarlo, pero estoy convencido de que asĂ es, y que mi paciencia, mi fe y mi perseverancia, se verĂĄn pronto recompensadas
22 de diciembre de 1819. Parto hacia Praga de inmediato.
39
01 de enero de 1820. El frío de la ciudad es intenso, el idioma
extraño,
las
gentes
poco
hospitalarias; nada de eso me importa, porque ahora sé que las voces del espejo son las que me guían, las que me hablan en sueños por la noche y en símbolos
durante
la
mañana;
las
escucho en el lánguido murmullo de la nieve, en el agua, en los insectos... Era mi destino encontrar la sabiduría negada a muchos, solo comprensible por
mediación
de
40
sobrenaturales
maestros. Me dispongo a redactar una carta con mi hallazgo, y a estudiar detenidamente el precioso tesoro que ha llegado hasta mis manos.Jamás había visto
un
manuscrito
características:
los
de
símbolos
estas de
escritura son únicos, y las ilustraciones completamente insólitas y desconocidas –flores raras e inexistentes animales, mapas diagramas
de
mundos
imposibles,
inexplicables-:
estoy
convencido de que no hay otro igual sobre la tierra, y de que algo semejante no puede haber surgido de imaginación
41
ni mente humana, sino que ha sido trazado bajo el influjo de poderes más allá
de
nuestro
conocimiento
y
comprensión.
John Daniels sigue de pie en la biblioteca, que poco a poco ha sido tomada por la penumbra: el fuego es solo un débil rescoldo y las velas emiten una luz escasa y vacilante. Una sombra avanza hacia él: el reflejo grotesco de un reptil, una criatura lúgubre con rostro de arena.
42
Daniels posa sus ojos sobre ella, y súbitamente experimenta una mezcla de piedad y repulsión que le resulta confusa. Inquietantemente inmóvil, el ser percibe su mirada fría y gris, y comienza a retroceder muy despacio, hasta los pies de su dueño. Una vez se siente a salvo, se encarama torpemente a la mesa para situarse junto a los diarios, agita sus escamas de piedra y fija en Daniels sus ojos de rojo carbunclo.
43
22 de enero de 1820 El
Libro
es
de
todo
punto
incomprensible, pero el Espejo ha vuelto a enviar un mensaje
y ha
revelado la existencia de una criatura, el Hijo de los Filósofos, cuyo destino al parecer
está
ligado
al
preciado
manuscrito de tal forma que sin su ayuda no podremos descifrarlo jamás. Solo hemos conseguido dilucidar que se trata
de
alguien
muy
joven,
probablemente un niño. Solo en Londres debe haber miles, y sin embargo, Mary
44
parece
convencida
de
que
le
encontraremos sin la menor dificultad. Al terminar la sesión, Mary se ha acercado y me ha susurrado al oído: “ o te preocupes , John. La Hermosa Gente ha prometido enviar un guía, pero solo para mí. Quieren que yo lo encuentre, John”. Y se ha marchado, sin decir nada más. Más tarde, he vuelto a ver a Sarah, quien se ha alegrado verdaderamente de mi regreso a Londres. Su cálido recibimiento supone un grato consuelo
45
para mí, y espero que pronto podamos reanudar nuestras clases.
(Páginas cubiertas de tachaduras. Son un bosque furioso que impone el silencio a la palabra escrita) 9 de febrero de 1820 En la sesión de hoy, Mary ha aparecido con un espeluznante sabueso, un perro grotesco que supuestamente es “El Guía” para hallar al Hijo de los Filósofos; es una criatura horrible, de
46
aspecto antinatural, pero Mary le trata con inusitado afecto. ¿De dónde lo ha sacado? Ella se niega a decirlo. Lady Talbot
ha
tenido
un
instante
de
confusión y de duda, al igual que yo, pero viendo la fe de la joven en el extraño ser, ambos hemos coincidido en darle cuanto menos una oportunidad.
10 de febrero de 1820 Mary y yo partimos hacia el norte; la pequeña Sarah queda a cargo de
47
estos diarios, bajo promesa de no leerlos. Mi tía Augusta ha muerto.
John Daniels
no acierta a
comprender la mirada perpleja de su amigo y mentor cuando este vuelve a recorrer con el dedo la última página del diario. - ¿Y bien?- pregunta Daniels - Está incompleto
48
CARTA DE LADY MATILDA A JOHN LINNELL
Estimado señor Linnell:
Hace poco que mis hijos y yo llegamos a Londres, para la temporada de San Miguel, y espero que muy pronto sus hijas puedan venir a visitarnos y tomar
el
té
con
nosotros:
puede
considerar esta misiva una invitación formal a nuestra casa. Pero, como habrá deducido, no era necesaria una nota tan extensa para
49
formular una invitación – y sabe que siempre nos sentimos muy felices de recibir
a
encantadoras-
unas Así
señoritas pues,
tengo
tan la
intención de solicitar su impagable ayuda en un asunto para el que le considero el más capacitado de los hombres, debido a la gran confianza que usted me inspira no sólo en el terreno profesional sino también como caballero y amigo,. Por expreso deseo de mi esposo, sir Arthur, he recibido el encargo de buscar un profesor de dibujo, de probada competencia e indiscutible
50
respetabilidad. Su tarea sería doble en este caso: por un lado, perfeccionar en el dibujo
a
acuarela
a
dos
jóvenes
señoritas, mis hijas; por otro, emprender el proceso de restauración de ciertas obras de arte pertenecientes a la familia. Sus servicios se requieren por un tiempo indefinido, y deberá estar dispuesto a prestarlos tanto en Londres, mientras mis hijas se encuentren aquí, como en Alder House, donde llevará a cabo las tareas de limpieza y restauración según los deseos de sir Arthur. El sueldo será de tres guineas semanales, que incluirán
51
alojamiento y manutención desde el momento en que deba trasladarse a nuestra residencia en Yorkshire. Debo insistir, no obstante, en que la persona recomendada debe ser un caballero en todos los aspectos: de otro modo mi esposo jamás lo aprobará, y en relación con mis dos jóvenes hijas, comprenderá perfectamente que las referencias de respetabilidad se hacen más que imprescindibles. Envíe a su candidato
con
una
carta
de
recomendación suya, y mi hijo se encargará de entrevistarle en ausencia de
52
sir Arthur. Quedo en espera de sus noticias y eternamente agradecida por su amabilidad.
Cordialmente Lady M.
P.D. ¿Me permitirá una última petición?
Únicamente
para
la
satisfacción personal de una dama que se ve obligada a recibir en su casa a gentes muy selectas: intente en la medida de lo posible que se trate de un caballero moderadamente agradable y,
53
sobretodo, presentable para la buena sociedad.
EXTRACTOS DEL DIARIO DE JOHN LAWRENCE. PARTE SEGUNDA.
28 de febrero de 1820: Mary y yo hemos traído al niño desde su pequeño pueblo de Lancashire a Londres. El viaje ha sido duro a causa del clima, pero nuestra ruta ha estado
54
en todo momento fijada con suma claridad: el sabueso de Mary seguía sin vacilación un rastro sobrenatural que nos ha conducido hasta el hijo de los Filósofos. Siempre que sea él, y no se trate de un error, porque me cuesta creer que el chico sea tan importante. Solo tiene seis años, es pálido y desmedrado, y llora casi todo el tiempo; pero también es dulce y afectuoso, y me inspira cierta extraña piedad cuando me mira fijamente con sus ojos oscuros. Está muy asustado, a pesar de nuestras promesas, aunque creo que poco a
55
poco acabará acostumbrándose, al menos a mí. Ya ha empezado a cogerle cariño a Mary- e incluso ha dejado de temer
al
perro-,
pero
detesta
profundamente a Lady Talbot, con un tipo de odio completamente irracional. Espero que su cometido se resuelva pronto y podamos llevarle a un sitio mejor.
(Páginas
cortadas,
presumiblemente
por
afilado)
56
un
objeto
3 de marzo de 1820:
El libro sigue siendo indescifrable; resulta inútil que intente aplicar mis conocimientos lingüísticos, ya que es evidente que se trata de algún tipo de escritura
mística,
y
necesita
la
intervención de fuerzas ocultas para ser desvelada. Podría pedirle al señor Baskerville las señas del profesor F., pero me vería obligado a ponerle al corriente
de
todo
este
asunto
y
comprometería a Drummond, quien me
57
facilitó el libro a sus expensas. De todos modos, o existe un grave error y el pequeño que trajimos de Lancashire no es
el
Hijo
de
los
Filósofos,
o
desconocemos la envergadura de su papel con respecto al extraño volumen que adquirí en Praga; no ha habido ningún resultado positivo, y aunque le mostremos el libro una y otra vez, el niño no comprende su escritura ni es capaz de arrojar ninguna luz sobre su contenido;
así
pues,
símbolos resultan tan como antes.
58
los
extraños
ininteligibles
(Los
márgenes
cortados
irregulares,
son
trazados
inequívocamente por la premura o el miedo.) 10 de marzo de 1820:
Lady Talbot insiste en que el niño no solamente es el adecuado, sino que resulta imprescindible; está persuadida de
que
nuestro
procedimiento
es
erróneo y dispuesta a explorar y considerar todo tipo de posibilidades, lo
59
cual empieza a disgustarme. Mary también dice recibir mensajes positivos a favor de la autenticidad del niño, pero en ocasiones, pienso si no estará modificando únicamente
dichos con
el
mensajes propósito
de
quedarse con él, pues parece que le ha tomado verdadero afecto: los dos son muy parecidos -pequeños y morenos-, y ella lo cuida con auténtico amor maternal; mi ‘niño de las hadas’, lo llama cariñosamente, y le ha puesto el sobrenombre de ‘Bonny’, de tal modo que se ha convertido en su único
60
apelativo. A veces, canta solo para él melancólicas tonadas, que parecen gustarle
mucho,
porque
logran
apaciguarle más que cualquier otra cosa y hacerle dormir con placidez. Mary tiene una bonita voz; nunca la había oído cantar antes, y reconozco que a menudo me quedo mirándola demasiado fijamente, cuando canta. Es posible que se haya dado cuenta, pero no ha dicho ni hecho nada al respecto.
61
15 de marzo de 1840: Todo sigue igual, salvo porque el niño se encuentra más tranquilo y confiado; aún así, temo por su salud, que no es muy buena. Debería poder tomar el aire de vez en cuando, pero Lady Talbot no consiente en dejarlo salir. Sarah James, a quien le dije que se trataba de mi sobrino, ha sido muy amable y me ha traído hoy algunas cosas que pertenecieron a sus hermanos pequeños - ropas, viejos juguetes – y que esta noche le llevaré. Siento que si
62
no resuelvo pronto el significado de todo esto, puede que enferme o muera, y esa idea me atormenta y entristece por igual.
21 de marzo de 1820: ¡Les he visto! Mi excitación no tiene límites, todavía me siento aturdido, confuso,
exultante,
tembloroso;
un
cúmulo
aterrado, de
ideas,
palabras, visiones, se agolpan en mi cabeza y siento que puede llegar a estallarme… Con mis propios ojos, he
63
visto a los seres que
Mary Black
solamente puede escuchar; elegido por ellos para llevar a término la Gran Obra, para preservar su sabiduría… Pero
debo
calmarme
antes
de
continuar… Mi
espíritu
sosegado,
pero
está las
ahora
más
sobrenaturales
revelaciones no han apaciguado mis sospechas sobre Lady Talbot, sino que han
agravado
aún
más
mi
preocupación. Esa mujer está dispuesta a hacer daño al niño, sin ningún tipo de escrúpulo
ni
conciencia;
64
estoy
convencido de que los Seres del Espejo quieren evitar tanto ese daño como todo el conocimiento que ella podrá obtener a través de él; puedo discernir con claridad que no es digna de conocer el Gran Secreto, y que jamás debí aceptar su compañía. Pero ¿qué puedo hacer yo? Goza de la protección del Amuleto de su antepasado, cuyo hechizo ni siquiera Ellos mismos pueden romper. Puede que ni la muerte logre apartarla de su poderoso influjo, y jamás se desprende de él. En ocasiones he podido vislumbrarlo debajo de sus ropas: un
65
pequeño disco dorado con cuatro torres…
Aislin O’Geal no podía seguir leyendo. Aunque tampoco estaba segura de querer hacerlo: la historia era rara, no entendía muchas
palabras
pasajes
habían
y
algunos
conseguido
asustarla. Ese John Lawrence estaría loco de remate, pero había encontrado un libro que podía valer un Potosí. Si quería sacar
66
tajada
de
esto,
tendría
que
terminar de leer y averiguar dónde lo había escondido. Pero estaba oscuro; ¿cómo se le ocurrió leerlo
de
noche?
Menuda
estupidez… El último cabo de vela se había consumido por completo y no quedaba ninguno; importaba poco, porque los apandaba en el teatro, pero ahora no podía llegar al final del diario –y estaba segura de querer hacerlo-
67
Buscó en la penumbra la vieja botella y apuró su contenido de
un
trago
–hasta
eso
se
terminaba, pensó- Poco a poco, sus ojos iban acostumbrándose a la falta de luz; a lo lejos aullaba un perro, y en el callejón se oían risas y pasos. Aislin se levantó y fue directa- aunque estaba un poco mareada- al jergón donde dormía su compañera, Emma. Emma hacía la calle desde hacía mucho;
68
esa tarde había tenido trajín y ahora dormía a pierna suelta. -Emma. Emma, despierta. – dijo zarandeándola un poco. -Vete
al
infierno,
Sally
–
(Emma también la llamaba Sally) -Oye, sé que tú estas a bien con Phemie La Coja. Y que ella me puede conseguir ropa decente. Algo bonito y discreto, ya sabes-¿Ya sé? No, no sé... ¿Vas a volver a hacer de soplona? -No, qué va. Es otra cosa.
69
-¿Tan
urgente
despertarme
a
como
mitad
para noche?
Estás como un cencerro, Sally O’Geal. -Escucha, es por un buen negocio. Ya te lo contaré, y puede que tengas tu parte. -No se trata de una casa, dices. -No.
Es
algo
mejor.
Más
seguro. Con más ganacias. -¿Tiene
que
ver
papeles?
70
con
esos
-Sí. Y con un caballero. A partir de ahora, necesitaré estar más que presentable, Emmie...
GILBERT LEESON EN GROSVENOR SQUARE
Lady Matilda lee con artificial languidez
mi
recomendación; superado
los
71
carta
de
debe
haber
cuarenta,
pero
todavía conserva parte de su antigua belleza, que tuvo que ser mucha.
Desde
nuestra
que
comenzó
entrevista,
movimientos
han
cuidadosamente
sus estado
medidos
y
estudiados; tiene un gesto y una pose para cada situación, así que adivino que está a punto de formular una pregunta porque levanta un poco la nariz y aspira profundamente, intentando hacer
72
ver que este asunto es una terrible carga de la que quisiera librarse. Pero no dice nada. Se limita a extender su mano como si le supusiera
un
gran
esfuerzo
hacerlo, y a duras penas alcanzo a comprender que desea leer mi otra recomendaci贸n: la carta que el amable se帽or Dawson se ha molestado en redactar y que yo no consigo sacar del bolsillo.
73
Demasiado
a
menudo
movimientos resultan torpes,
mis y
nunca son elegantes. A veces pienso que es una suerte no tener que
bailar.
Poder
quedarme
sentado y limitarme a sonre铆r en las
asambleas;
he
practicado
mucho, y ahora soy capaz de mostrar una sonrisa encantadora, que casi nunca es apreciada en su justo valor por las j贸venes damas.
74
-
Excelente-
dice
por
fin
milady- Mi deseo es no retrasar más este asunto; las habilidades artísticas de una señorita nunca deben dejar de cultivarse. Pero en ausencia de mi señor esposo, mi hijo debe dar el visto bueno. - Comprendo- digo. Lady Matilda me observa con esmerada atención; me devuelve la carta, con el mismo gesto indolente, mientras examina mi
75
rostro valorando cualquier indicio que pueda revelarle algo más sobre mi carácter. Por fortuna, acaba decidiendo –lo sé porque arquea suavemente las cejas- que parezco un joven competente y formal, así que pienso que voy a superar la prueba. -En realidad, no creo que exista ninguna objeción a que usted ocupe el puesto.- dice milady, confirmando
mis
76
mejores
expectativas
-
¿Le
gustaría
conocer a mis hijas? Al fin y al cabo, estoy persuadida de que muy pronto se convertirán en sus alumnas.-
Estoy en el número 50 de Grosvenor Square y esta es la casa de sir Arthur Darcy. Intento no pensar en ello, o pensar en cuántos
Darcy
de
Yorkshire
pueden haber en Londres ahora
77
mismo, aunque la cifra resultante no me tranquilice en absoluto. No digo que me disguste, claro que no, pero no me permite estar tan sereno como deberĂa. Tampoco ayuda
que
la
dama
haya
empezado a pasearse, mientras me habla, por toda la habitaciĂłn: es una pieza agradable, decorada en tonos ocres y carmesĂ, con cierta ostentosidad en los muebles pero buen gusto en general.
78
Imagino, por su tamaño y algunos detalles
muy
femeninos
–
álbumes de moda, un costurero, una novela que hay sobre un pequeño velador-, que Milady ocupa
esta
estancia
habitualmente, y que por eso se encuentra tan deshinibida –y yo tan
cohibido-.
Las
sillas
son
pequeñas e incómodas, así que decido aprovechar la ocasión para ponerme también de pie
79
¿He
dicho
movimientos
ya
que
muchas
mis veces
resultan torpes? Creo que sí. Ahora vais a ver un buen ejemplo de ello: cuando me incorporo, el cartapacio con los dibujos cae y las hojas se esparcen sin orden por el suelo. Las recojo deprisa, claro –qué vergüenza- . Entonces ocurre, quiero decir, estoy justo en ese momento en el que todo va a empezar a salir mal. Porque de
80
entre todas las muestras que he traído,
la
única
que
no
he
recuperado es la imagen conocida como “Joven del Teatro”.
Y ahora os preguntaréis ¿cómo puedes ser tan tonto? ¿Por qué ese dibujo seguía ahí, en tu carpeta? Pues porque no quería dejarlo en el
estudio,
ni
sabía
dónde
ponerlo, y pensé... en fin, ahí está, sobre la alfombra, demasiado
81
lejos para poder alargar el brazo y cogerlo. No sé de qué está hablando Lady Matilda ahora, pero tengo que impedir que vea ese
retrato;
dada
mi
suerte,
sospecho que le resultará familiar. Si hago un movimiento brusco llamaré su atención, así que intento atraerlo hacia mí con el extremo del bastón. Sin éxito. Solo un poco más, tal vez: pero no, no es suficiente. Cuando pienso que
82
la cosa no puede ir peor, la puerta se abre y una doncella pelirroja con una cofia de lazos asoma la cabeza. No ha visto el dibujo. No entra en la habitación. Pero cierra la puerta con brío, y la corriente de aire que se crea envía la hoja más lejos aún de mi alcance. Y para colmo, Milady, cansada de dar vueltas, decide
sentarse de
nuevo. Con esto, solo me queda concluir que el azar es una fuerza
83
voluble y caprichosa, y que es inĂştil tratar de ganar a la suerte, si es que esta decide llevarte la contraria. Pasan algunos minutos, que yo interpreto
como
horas.
Estoy
ahora sentado, y mi mirada oscila entre el lejano retrato y el rostro de Milady. Un turbador silencio empieza a invadirlo todo: sube por las paredes, se enrosca en las colgaduras,
rezuma
84
de
los
espejos.
Milady
sonríe,
y
sospecho que me juzga tímido y poco hablador; al
menos
no
parece disgustarle. De repente, no sé cómo ni por qué, vuelvo a ver la cabeza pelirroja y sus correspondientes lazos. Y por supuesto, viene acompañada donaire
para
de
su
abrir
singular y
cerrar
puertas. Esta vez, sin embargo, es diferente. El azar es una fuerza
85
voluble y caprichosa, y es inútil luchar contra la suerte. Pero sucede que, en ocasiones, puedes llegar a engañarla. Me levanto, muy despacio: el retrato está junto a mis pies ahora. Con suavidad, poniendo tanto cuidado en no estropearlo –¡es tan fiel
al
original!-
como
en
mantener mi equilibrio – la cojera no me ayuda demasiado en estos casos- consigo devolverlo al lugar
86
del que nunca debió salir. Tengo el tiempo justo para inclinar la cabeza cortesmente, y decir algo asi como ‘encantado’ o ‘es un placer’. Porque ella ha entrado en la habitación.
87
EXTRACTOS DEL DIARIO DE JOHN LAWRENCE. PARTE TERCERA
25 de marzo de 1820 La sesión de hoy ha sido la última en la que Mary ha participado: Lady Talbot la ha despedido, tras enzarzarse ambas en una acalorada discusión sobre la salud del pequeño. La rebeldía que supuse a Mary se ha manifestado, y de forma más violenta de lo que imaginé; sin embargo se ha marchado
88
en silencio, sin decir una última palabra.
Ha
sido
verdaderamente
extraño.
o
sé
cómo
haremos
para
interaccionar con el Espejo si no encontramos otro médium, porque yo, por mi parte, no tengo intención de revelar a Lady Talbot que Ellos pueden comunicarse conmigo, sin objetos ni rituales. o obstante, esto no me preocupa
tanto
como
el
haberme
quedado solo, y que el futuro del niño dependa únicamente de mí.
89
27 de marzo de 1820 Mis argumentos en contra de las ideas Lady Talbot se agotan del mismo modo que se agota mi cordura: tengo la sensación de que Ellos me vigilan, constantemente, aún cuando no les veo ni les oigo. Está claro que todo cuanto nos ha sido revelado, por emblemas o por símbolos, apunta a que la única forma de acceder al conocimiento cifrado del Libro de la Rosa es, de un modo u otro, sacrificando al muchacho. ¡Si al menos no llevara el Amuleto! ¡Si
90
sólo
hubiera
algún
modo
de
arrebatárselo!
28 de marzo de 1820 He decidido abandonar, regresar a casa y olvidar mis estudios. La situación ha llegado demasiado lejos, y no existe ningún tesoro, ni en este mundo visible ni en otros invisibles, por el que esté dispuesto a perder mi alma. Renuncio a la Sabiduría que me ofrecen y renuncio a Ellos y a sus revelaciones: no pienso seguir escuchando sus voces. Asumo mi
91
cobardía, pues dejo la vida del niño en manos de esa mujer cruel, pero no puedo hacer nada más.
(Y hay también algunas hojas en blanco que esconden un mensaje silencioso, intangible, inexistente...) 05 de abril de 1820 Las voces gritan en mi mente, me empujan,
me
acosan:
pretenden
volverme loco. Hoy no he podido soportarlo más: tras varios días de
92
vacilaciones y desvelos, he tomado la determinación de buscar a Mary y confesárselo todo. Valoré confiar en Sarah, pero me hubiera tomado por loco, o quizás algo peor; de todos modos es demasiado joven, y no deseo involucrarla
en
todo
este
asunto.
Después de algunas pesquisas, he encontrado a la joven médium en una casa de Spitalfields: Mary ha escuchado impasible mi relato, y cuando he terminado –presa de una gran agitación - se ha limitado a añadir: ‘Está bien’.
ada más. Siento que empatiza con mi
93
sufrimiento, pero que este no la conmueve. Su actitud es fría, distante.
08 de abril de 1820 Están en los espejos; también en las superficies de metal, o en los charcos. Desde allí me observan, y en ocasiones, también me hablan. Temo verlos en las pupilas de los que me rodean: no puedo salir a la calle, o lavarme la cara, o afeitarme.
Están
ahí,
siempre,
acechando, y no sirve de nada intentar eludirlos; estaban ahí mucho antes que
94
nosotros, mucho antes que las redes del tiempo, que la lluvia blanca, que las estaciones o las mareas.
Sarah me ha traído un poco de pan con queso, y té, pero no he podido probarlo. Están en el té. Están en los espejos.
12 de abril de 1820 Mary Black ha venido a visitarme, inesperadamente, y el sabueso infernal la acompañaba; ambos me parecen
95
igual de misteriosos y sobrenaturales ahora. Ha traído con ella un extraño brebaje que he dudado en probar: ‘no puedo hacer nada más por ti’, ha dicho. Pero gracias a su pócima he gozado de un sueño reparador; volverá en un par de días.
14 de abril de 1820 Cuando el niño esté a salvo, desaparecerán. Lo ha prometido. Ellos se lo han prometido. Ella lo sabe, y me ayudará. Ella comprende.
96
15 de abril de 1820 Ellos siguen acosándome. Aunque huya de los espejos: se cuelan detrás de mis párpados, emergen allí, entre las sombras. Y les veo, la medicina no tiene ya efecto ninguno: están en el aire, están en todas las cosas.
(Y el silencio, que no ocupa ningún lugar; si acaso mora en los lugares que nadie mira, o en las letras que han querido ser trazadas y no han encontrado su forma)
97
17 de abril de 1820 Mary está decidida a recuperar al niño. Tiene un plan para arrebatarle el Amuleto a Lady Talbot, pero debo estar dispuesto a hacer cualquier sacrificio, incluso a destruir el Libro, si es necesario. El Libro es la única cosa que esa mujer aprecia en este mundo. Temo que Ellos se enfurezcan, y así se lo he hecho saber. Pero ella no teme nada. Mi papel consistiría únicamente en prestarle apoyo y en escapar con el pequeño en cuanto se presente la
98
ocasión: ella va a encargarse de todo. Siento que soy un hombre vil y pusilánime; debo encontrar las fuerzas necesarias
para
ayudarla,
debo
acometer este último acto de valor, aún cuando lo único de lo que me siento capaz es de huir lejos, tan lejos… Mary tiene razón: la muerte del niño pesaría sobre mi conciencia, y no existe ningún lugar donde esconderse de algo así. Escribiré una nota con mis últimas voluntades
y
nombraré
a
Sarah
improvisada albacea – me pregunto si tengo derecho: solo tiene 12 años - de
99
mi también improvisado testamento. Es muy poco lo que poseo, pero no quiero morir sin enviar un último saludo a mi familia.
Hecho. Sé que Sarah sospecha algo terrible, pero también es valiente, y ha prometido
cumplir
lealmente
mi
encargo. Sé que lo hará: todos a mi alrededor cumplen firmemente con su deber. Ahora soy yo quien debe hacer lo propio.
100
17 de abril de 1820 El niño está a salvo: pase lo que pase, no van a poder encontrarlo. Es todo tan terrible que a penas puedo escribir. Ellos se han ido. Mary ha muerto. El libro se ha salvado, en su mayor parte, y me he ocupado también de trasladarlo a un lugar secreto. Me dispongo a abandonar Londres esta misma noche: cierro este diario y lo añado a las pocas pertenencias que me permito llevar en mi viaje. El sacrificio de Mary me da fuerzas para
101
poder continuar: guardaré el recuerdo de sus bellos ojos negros en mi corazón, durante el resto de mis días. Tengo que darme prisa: he de redactar dos cartas y asegurarme que serán enviadas, antes de hacer una última cosa. Debo tener la certeza, antes de partir.
Con que un ‘lugar secreto’, se dijo Aislin O’Geal. Había perdido el
tiempo
soberanamente.
Se
levantó de la silla y dio unas cuantas vueltas por la habitación,
102
no
sin
reparar,
con
gran
inquietud, en el espejo que había colgado junto a la ventana. Pero estaba tan sucio que no era capaz de reflejarla ni a ella misma; difícilmente podía servir al Más Allá para manifestarse. En fin, quizás todo este lío del diario
no
era
más
argumento
de
novela
que de
un a
penique: la historia era invención de algún escritorzucho que se había
muerto
tísico
103
en
las
habitaciones
de
Parry,
hacía
veinte años. Y sin embargo, había algo inquietantemente real en ello; no en los Espíritus ni en los Amuletos, claro está, sino en el propio John Lawrence, que había perdido la chaveta y quien sabe dónde andaría ahora – si es que todavía andaba, cosa que Aíslin dudaba mucho- De alguna forma, la
providencia
había
puesto
aquellos diarios a su alcance, y también al señor Darcy, que se
104
tomaba pero que muy en serio pamplinas como esta. No era ningún crimen vender cosas a quien quería comprarlas. Dejar pasar esta oportunidad, eso sí que era un crimen. Un crimen que, fuera
como
fuese,
Sally
la
Pelirroja no estaba dispuesta a cometer.
105
DIARIO DE ELIZABETH DARCY
Londres, 03 de octubre de 1840: Esta noche, al abrir mi diario, no sabría decir con certeza si tengo poco o mucho que contar. Mi narración sería la de un día corriente,
si
no
fuera
porque
hemos conocido al nuevo profesor de dibujo. Que no es otro que el señor Gilbert Leeson, el joven con
106
quien me cruzé en aquel pequeño teatro de magos. Me
he
llevado
una
gran
sorpresa, desde luego. ¡Vaya una casualidad!
Pero
pasada
primera
impresión,
considerado
prudente
la he
no
dar
ninguna señal de reconocimiento. Las explicaciones hubieran sido muy embarazosas, y no sólo por la
prohibición
porque
de
papá,
verdaderamente
sino nos
conocimos en circunstancias muy
107
poco usuales. Ni siquiera fuimos presentados
como
es
debido,
pienso ahora. Creo que también era consciente en todo momento de la situación, porque tampoco ha dicho nada; por fortuna, he podido
intercambiar
unas
palabras con él – cuando mamá y Lou
estaban
distraídas-
y
explicarle mi comportamiento. Los dos hemos acordado conducirnos todo el tiempo como perfectos desconocidos.
108
Aparentemente, ya no tenía nada de qué preocuparme: el señor Leeson miraba nuestros dibujos y alababa el buen hacer de
Louisa;
complacida
mamá y
se
Oliver
sentía no
le
prestaba la menor atención. Yo no dibujo nada bien, y me ha dado mucha
vergüenza
tener
que
mostrar mis trabajos, pero como no ha hecho ningún comentario al respecto –parece un maestro poco severo, no como el caústico señor
109
Abbot -, mi amor propio se ha conservado
intacto.
Además,
reconozco que su aspecto mejora a la luz del día; era evidente que había puesto especial cuidado a la hora de vestirse, y lucía el cabello –que yo no recordaba que fuera tan negro- peinado hacia atrás, de manera que los rizos le caían ordenadamente sobre los hombros, dándole un aire muy formal.
110
Pero estoy desviándome de lo que realmente quiero contar: un pequeño suceso tan insólito como ciertamente comprometido. Y la cuestión es que todo hubiera salido bien si mamá, que es tan curiosa como poco tímida, no hubiera decidido comprobar por su cuenta el talento de nuestro joven profesor. Sin pedir permiso, se ha apoderado de su carpeta y ha ido, uno por uno, sacando todos los dibujos y exponiéndolos
111
sobre la mesa, hasta llegar a un elaborado retrato...¡ de mí misma ! Ahora ya no estoy segura de que me representara, pero en ese momento no tenía ninguna duda, como tampoco el resto de los presentes. En toda mi vida me había sentido más avergonzada, como
cuando
preguntado
a
mamá
le
ha
Oliver
si
no
pensaba que el parecido entre el dibujo del señor Leeson y yo no
112
era “asombroso”-
en verdad lo
era, y sigo preguntándome cuánto talento poseerá, dado que su memoria es tan prodigiosa- En cualquier caso, eso no ha sido todo: no sé de qué forma, el descubrimiento ha derivado a la feliz idea de que el señor Leeson nos haga un retrato a Louisa y a mí.
Según
mamá,
esto
va a
alegrar inmensamente a nuestro padre;
tanto,
que
Lou
y
yo
tememos que en un estallido de
113
alegría acabe cerrando la casa y haciéndonos volver de inmediato a Yorkshire, para no dejarnos salir de allí nunca más. El señor Leeson supuesto,
ha y
aceptado, hemos
hablando
de
intrascendentes
hasta
por
seguido cosas que
la
visita ha terminado. ¿Por qué habrá hecho ese dibujo? Le tenía por un joven tímido y amable, y no recuerdo haberle dado permiso para hacer
114
una cosa así. Me gustaría poder estar muy enfadada, pero no lo estoy: era un retrato muy bonito, hecho con gran delicadeza – Lou dice que siempre estoy con la boca abierta, y él ha tenido la deferencia de dibujarla cerrada, lo que es de agradecer-
Seguro
que lo hizo sin la intención de ir exhibiéndolo por ahí, porque me ha parecido que se sentía tan incómodo como yo cuando mamá lo ha encontrado. Supongo que
115
únicamente
se trataba de un
ejercicio
memorístico
importancia;
puede
sin
que
ni
siquiera pensara en mí cuando se propuso hacerlo. Como era de esperar, Louisa ha
venido
hace
un
rato
a
preguntarme si había visto antes al señor Leeson: como era de esperar, yo lo he negado todo. Pero Lou no se rinde fácilmente y estaba más que decidida a seguir hablando de él. Al parecer, le
116
encuentra muy guapo; o mejor dicho, creo que pretendía que yo dijera que era guapo, y luego utilizar mis propias palabras para fastidiarme
–como
hizo
en
primavera con el capitán Grey-. No lo ha logrado, y ha tenido que irse
a
la
cama
sin
verse
complacida. No me oirá decir nada halagüeño sobre el señor Leeson en ese sentido; al fin y al cabo, se ha tomado la libertad de
117
retratarme sin mi consentimiento. Y no voy a perdonĂĄrselo nunca.
Š Mª Carmen Pardo
118