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La gastronomía y el pollo a la carreta Era costumbre familiar la de agregar una porción de carne más a la hora de preparar las comidas del día. Unas familias lo acostumbraban en las tres comidas: desayuno, almuerzo y comida. Otras, con mayor frecuencia, en el almuerzo y la comida y casi todas en la última comida del día, llamada así, “la comida”. A la hora de la preparación, la mamá, la tía, la hermana o quien estuviera ese día a cargo del menester de la cocina, empezaba a destinar presa por comensal y contaba: uno, dos, tres, cuatro, cinco… papá, mamá… y la de las ánimas. La de las ánimas era la que se porcionaba pensando en el pariente o amigo cercano que habría de llegar a la hora de la comida. Entre ellos se contaban tíos, primos, nietos, abuelos, sobrinos, el pariente lejano, el que algo de parentesco tenía y los amigos de la familia, que sin ser familia era como si lo fueran: el compadre o la comadre o una vieja amistad del vecindario. En aquel tiempo, aún no muy lejano, a la hora de servir casi siempre se recibía la visita de algún pariente que llegaba a tiempo sin ser invitado o que lo estaban esperando sin que anunciara su visita. “Por aquí le guarde un bocadito, mijo” o “mijita, cómase este bocadito”, es la expresión que aún tiene eco en nuestros oídos. Si llegaba antecito de que todos estuvieran en la mesa, pues le tocaba que esperar hasta que se sirviera, y si llegaba cuando ya casi todos habían terminado, le abrían un ladito en la mesa o el mesón, porque la magia del afecto familiar tenía por costumbre estirar el tiempo, la mesa y la comida; porque donde comen dos, comen tres se oía una y otra vez. Casi siempre llegaba alguien porque las parentelas de pueblo son de por sí numerosas. La parentela incluye todos aquellos miembros que tienen uno de los dos apellidos hasta tres generaciones atrás. Haciendo la cuenta del cruce de primos y primas con dos apellidos por combinar por familia, el resultado final no es inferior al centenar. A lo anterior, súmesele que hasta CAICEDONIA, años 60, 70 y 80
La gastronomía y el pollo a la carreta