Voilà

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Voilà Amanda Woo

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Voilà Amanda Woo


Quisiera dejar primero establecido que la presente obra es una ficción, cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia.

Voilá

© Amanda Woo, 2020 ©Fotografías: Eddy Gamboa ©Ilustraciones: Vecteezy.com y @marii_fr en Freepik.com Proyecto de Grado de Artes Plásticas Tutores: Sylvia Suarez y Oscar Moreno Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano Bogotá, Colombia. 2020


En memoria de Adele, Antonia y Gertrudis.



Gracias familia por su apoyo y amor incondicional.



Quiero sacarlo, mi cuerpo me pide que lo haga; mostrar mis males, ser grotesca, real, humana, cuerpo, sin temor por lo que llevo dentro.



… La pequeña era inteligente y callada - demasiado para su edad. Ya la abuela había contado a los vecinos que no le gustaba el excesivo juicio de su nieta: «¡No tiene más que cuatro años! Preferiría tener que pegarle por alocada». Una mañana, mientras comían, la abuela se levantó a ver quién llamaba, y cuando volvió halló a su nieta de pie, apretándose las manos sobre el vientre. Enseguida vio en el suelo el cuchillo de cocina ensangrentado. Corrió desesperada, le apartó las manos y los intestinos cayeron. A las ocho del otro día vivía aún, pero no quería hablar. La noche anterior había respondido que estaba cansada de vivir; fue lo único que se pudo obtener de ella. No se había quejado un solo momento. Estaba perfectamente tranquila. No tenía fiebre ninguna. A las diez se volvió a la pared y poco después murió...

Historias Inmorales Horacio Quiroga 1907



Indice

Prefacio: El temblor

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I

Status Quo

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II Platos Rotos

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III Los comensales

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EpĂ­logo: La medusa

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Datos biogrĂĄficos

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P R E F A C I O

El temblor Eran las siete y media de la mañana de un sábado, todo estaba en silencio, sólo se escuchaba el arrullo de la mañana desde mi cama. Las almohadas me abrazaban y me hacían sentir la persona más dichosa en ese momento. Mi capacidad para dormir era inigualable, podía dormir todas las noches sin ningún problema. Mi momento favorito del día era terminar todo por la noche para irme a la cama. Si dormir fuera un deporte yo me entrenaba para hacerlo como una bebé. En los primero segundos de conciencia antes de levantarse, cuando la mente está ligera y descubre el placer de la mañana en un nuevo día, las aves pararon de cantar. El viento que entraba por las ventanas se detuvo y del piso llegó un murmullo que subía por las paredes. Me alarmé por el cambio brusco y empecé a oír como la madera rechinaba mientras se movía mi cama. El pesado librero que tenía a mi lado se mecía y todos los muebles a mi alrededor iban sonando y crujiendo como una ola que está a punto de reventar. Dije: - ¡un temblor! Poniendo mi cuerpo en alerta. Me levanté cuando sentí la fuerza violenta que me sacaba de las sábanas para buscar mis sandalias de inmediato y huir de aquel encuentro. Me recuerdo oír el chillido del vidrio de las persianas cuando chocaban contra su marco metálico, era un estruendo de tono agudo que me envolvía. Corrí para buscar la puerta. Salí al patio trasero de la casa, los segundos se sintieron como horas, miraba como las cosas se movían de un lado a otro a mi alrededor. No tuve tiempo de sacar nada, me sentí a salvo con estar fuera de ese cuarto y pensar que todo iba a terminar pronto. Me paré en el centro del jardín, mareada con una calma aparente, pero la verdad era que miraba como el móvil de conchitas que mis papás me habían regalado en unas vacaciones a los once años, se convirtió en una medusa amenazadora con sus tentáculos nadando por el aire. Pensaba: - ¿cuándo va a parar el mal momento?

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Terminó todo con un silencio profundo sin haberlo planeado, sentía una pesadez en el cuerpo y mi corazón acelerado que retumbaba en mi pecho hizo que respirara profundo. Fue un momento agobiante que duró más en mi cuerpo que su verdadero tiempo. Ya pasaron casi diez años desde que ese día me marcó. Fue un antes y un después de la historia de la niña a la mujer que hoy escribe este texto. El miedo que pasó mí cuerpo y me dejó como una pared escombrosa me paralizó; no hablé, callé, me escondí y me avergoncé de las distintas pinturas que habitan en capas sobre de mi piel. Aún así, resistí y lo viví. Pensaba que mi historia me hacía víctima pero la verdad es que me convertí en sobreviviente. No perdí mi casa, ni mi familia o mi poder, conté con la suerte de pocas. Pero quedó en mí la herida por donde se escurren los malos recuerdos y esas ansías maniaticas de expulsar secreciones nefastas. El tiempo ha sido el que me ha devuelto el entendimiento, que me sostengo sobre pies muy firmes y mi carácter por más sencillo que pueda parecer es sólido como el concreto de una casa. El día siguiente quise hablar con mi familia sobre lo que había sucedido esa mañana. En el silencio cordial y cotidiano de la mesa inicié la conversación con una voz tímida y pequeña, tenía temor que mis padres no creyeran lo que me había sucedido, pensé mil veces en lo que podrían responderme pero ante todo no quería sobresaltar a mi mamá con la noticia. Los nervios me atacaron al tratar de expresar mis sensaciones, los toscos e inarticulados primeros sonidos que brotaban de mi garganta me asustaban, quería correr de esa mesa porque no sabía si podía soportar la bomba que estaba apunto de explotar. Me sostuve de mi hermana mayor, mi cómplice inquebrantable desde que tengo memoria, ella me escuchaba con su mirada discreta porque supo de estos estremecimientos en los secretos que le contaban sus amigas, sabía de lo que estaba hablando y me creyó cuando hablé lo que me había pasado. Mi mamá al entender por dónde iba la conversación empezó a distraerse, y me interrumpió constantemente cambiando de tema mientras preparaba un té de manzanilla con tilo, hasta que logró sentarse y un mar de lágrimas invadieron sus ojos sin yo poder prever qué había sucedido en su mente que la llevó al piso. Fuimos sus hijas la que le dieron fuerza para que se calmara.

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En cambió mi papá continuó con su cena ausente a lo que se decía, estaba más interesado en acabar pronto de comer para levantarse de la mesa que ser capaz de vernos a los ojos y abrazar a las mujeres de cuerpo titilante. Me sentí tan sola al terminar de hablar que no sabía si hacía lo correcto o nunca debí haberlo hecho. Sufrimos juntas el estallido de mis palabras, estas se retuvieron de huecos entre nuestros cuerpos, mientras nos abrazamos y bailábamos juntas para poder olvidar. Me convertí en una criatura altamente domesticada y con los instintos naturales adormecidos, me refugié como la loba que se esconde a lamer sus heridas para sanar. Los días siguientes después de mi entrevista fueron peor, personas que no conocía, a las cuales no fuí capaz de guardar memoria de sus rostros por el shock que pasaba, me preguntaban juzgando cada detalle de ese vago recuerdo que ya había sucedido hace varios días. Respondía a estas mujeres de vocabulario legal y amenazante con cautela, para que no tomaran una impresión distinta de mí acontecimiento en sus cuadernos. No he sido la única quién ha sufrido un temblor, pero aún así, me sentía como la excepcional desdichada que cada vez prefería quedarse callada antes de dar razones a los otros para que hablaran de algo que no vivieron. Mi familia me apoyó hasta donde pudo, hasta donde sus fuerzas le permitieron, luego, después de tantas otras comidas que tuvimos juntos donde se hablaba de temas triviales durante cuarenta y cinco minutos, se les olvidó que en un momento hubo un quiebre en mi espíritu, en mi cuerpo y en mi sueño. Yo regresé a mi cuarto por días a llorar, transcurría entre mis responsabilidades pero durante la noche no quería dormir en mi horario habitual, mi cuerpo se ponía alerta en horas de la madrugada, vigilante a los movimientos, a los ruidos de afuera y buscaba la presencia de cualquier monstruo que pudiera atacar mi leve tranquilidad. Esperaba el amanecer quieta y solitaria para poder cerrar mis párpados y descansar en la seguridad que sabe traer el sol por la mañana.

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Justine había muerto; ella descansaba y yo seguía vivo. La sangre fluía libremente por mis venas, pero un insoportable peso de desesperación y remordimiento, que nadie podía aliviar, me oprimía el corazón. El sueño huía de mis ojos; yo vagaba como un espíritu maligno, pues había cometido acciones indenciablemente horribles, y estaba convencido que aún cometería más, muchas más. Sin embargo, mi corazón rebosaba de benevolencia y amor por la virtud. Había empezado la vida henchido de buenos propósitos, y ansiaba que llegase el momento de llevarlos a la práctica y hacerme útil a mis semejantes. Ahora, todo se había venido abajo; en vez de la serenidad de conciencia que me permitiría mirar el pasado con satisfacción y extraer de él la promesa de nuevas esperanzas, me sentía atenazado por el remordimiento y el sentimiento de culpa, que me arrastraban a un infierno de torturas imposible de describir con palabras. Frankenstein Mary Shelley 1823


I

Status Quo La joven esposa de Barba Azul cayó fácilmente en el cuento de la obediencia hacia el esposo y esta nunca se hubiera dado cuenta que dormía con un asesino, hasta que sus hermanas, la motivaron a descubrir qué escondía él detrás de la puerta con llave. Según la Doctora Clarissa Pinolka Estés analista junguiana y de post-trauma, escritora de La Mujeres que Corren con Lobos, son “las enseñanzas iniciales a ser amables las que inducen a las mujeres pasar por alto sus intuiciones, se les enseña deliberadamente a someterse al depredador” (Estés, 1992). Desde pequeña se nos enseña a no ser “atrevidas” ante lo que cause curiosidad o duda, a seguir la voz de mando en silencio, aún cuando tengamos miedo, y poco a poco vamos escuchando a los otros con propiedad sobre nuestro cuerpo, perdiendo de esta manera la conexión con el juicio interior. Son muy pocas las abuelas o madres que dan la oportunidad a las niñas de ser preguntonas, observadoras, a desarrollar un pensamiento crítico o decir no cuando no se quiere complacer a otro. Nosotras “tenemos que reconstruir nuestra perspicacia y cautela. Tenemos que aprender a virar” (Estés,1992, pág. 231). Luego, de adolescentes las mujeres seguimos siendo jóvenes que escuchamos voces ajenas para encajar en una sociedad que impone estereotipos de cuerpos alienados y mentes dominadas por un sistema. Crecemos creyendo que nuestro cuerpo se debe de esconder para ciertas ocasiones y poder agradar, o por lo contrario, debe de ser provocador para el deseo del hombre y causar envidia entre las mujeres. La soberanía amable e intuitiva del cuerpo femenino no está presente como una posibilidad, porque no se enseña a escuchar al instinto, sino más bien se nos instruye desde muy pequeñas a obedecer y ser sumisas, se instauran los atropellos del patriarcado que discriminan los cuerpos.

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En el patriarcado las normas se basan en una doble moral para obtener control y poder, es un sistema político, social y económico donde los hombres tienen privilegios que las mujeres no pueden alcanzar por ser consideras el sexo débil, impidiendo así su constitución como sujeto político. Las niñas pasan primero por la autoridad de un padre, más tarde su sucesión es desempeñada por el marido; con legitimación en el matrimonio y este asume la posición de jefe de familia. Adicionalmente las estructuras económicas y religiosas a las que una pueda estar sometida, repiten estas jerarquías de superioridad y vigilancia sobre el cuerpo de la mujer sin causar conflicto social, este sistema es una construcción histórica donde los hombres establecen ventajas sobre las mujeres. La familia es una de las instituciones básicas de este orden social, es desde aquí donde se aprenden las normas, e irónicamente como en el enigma de que si es el huevo nace de la gallina o si es la gallina quien pone al huevo, así se sostienen las costumbres machistas entre la calle y la casa. El patriarcado se establece en instituciones públicas y privadas y oprime a las mujeres de forma individual como colectiva. Por ejemplo, en las familias tradicionales latinoamericanas hablar sobre la sexulidad de una mujer está muy mal visto, es humillante y debe mantenerse reprimida para evitar perjudicar a todo el clan frente a la sociedad. Mientras que a los varones, se les alienta a ser machos como un símbolo de dignidad y valor dentro de su colectivo. En el cuerpo, enfrentarse a estas normas con conciencia de liberación es una tensión que electriza cada pelo, como una recarga que enciende el pecho y garganta, dando voltajes de furia contra todo porque uno pasa tanto tiempo en silencio, permitiendo barrabasadas con la vida de una, destruyéndose hasta convertirse en una persona tóxica. Podemos ser réplica del papá abusivo o de la madre violentada que se escondió entre los manteles de su cocina con pocillos de tinto y azúcar para disimular la opresión. Estas normas pasan debajo de nuestras comidas afectando todas las relaciones, son ataduras que se ocultan para hacer las pláticas amenas y ser amables, así continúa la maldita educación de agradar socialmente y encubrir el abuso. Son pocas las que se levantan de la mesa y gritan a toda voz lo que no quieren para su vida y cambian su historia, por ella y por las demás.

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Para instaurar este sistema no es necesaria la presencia de un hombre, lamentablemente las mujeres también hacemos parte del proyecto de la reproducción de las reglas del patriarcado. Bajo el poder sexista en la sociedad contemporánea, en general las mujeres creen que tienen que ser bien portadas, calladitas, bonitas, compasivas, amables, juiciosas, pasivas, no provocadoras, no discuten, ni generan conflictos …. pero eso no es cierto. Esta necedad de no ser una molestia y si productivas de forma ordenada para el sistema está tan instaurada en el imaginario colectivo cualquier defecto es señalado de indisciplina o de falta de modos de género. No comparto el delirio del romanticismo latinoamericano donde las mujeres somos siempre víctimas, donde la sociedad nos limita y utiliza a su provecho. Por ejemplo, cuando el uso de las mujeres se vuelven insignias de un estatus social, para mantener apariencias y privilegios para los hombres con chicas dóciles, que comparten los valores establecidos por la clase dominante. La barranquillera Marvel Moreno describe muy bien en sus cuentos como en la cultura Colombiana, muy similar a la de mi país, se mantiene muchísimos años después de la descolonización, el secreto y sigilo entre las familias para mostrarse dignas y pulcras en mantener el poder sobre la tierra y cuerpos. No creo en la aristocracia criolla como el ejemplo a seguir para obtener bendiciones de la vida.

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Había descubierto ya cuán injusta era la ausencia de recompensa para las amas de casas que trabajaban día y noche sin recibir el menor salario y cuya devoción se daba por sentada. Pura hipocresía, le afirmaba Beatriz a Lina: la sociedad quería tener buena conciencia ocultado el hecho de que la mitad de sus miembros podían asimilarse a los esclavos de antaño. Tres En diciembre llegan las brisas Marvel Moreno 1987



I I

Platos Rotos En casa mis padres tienen la broma, no tan en broma, porque sí se lo toman en serio, aunque nunca he visto que alguien lo cumpla, que si una persona rompe una copa debe reponerla con una caja de seis de la misma. Entonces ellos son muy atentos en cómo se usa la cristalería. Mi papá por ejemplo tiene marcado su pocillo con una cinta en el agarradero para que sepamos que ese no podemos usar, y así evitar posibles percances con él. Pero aún así se queja cuando mira que el resto de tazas están picadas, se frustra al encontrar un corte sobre la línea pintada en el perímetro de la taza. Mi mamá en cambio, colecciona, acumula platos, copas y vasos de distintos estilos para estar lista en algún evento con muchos invitados, también se molesta cuando le faltan cucharas o se rompe alguna pieza de ajuar. Entiendo lo bonito de las ceremonias y rituales donde se prepara la mesa con anticipación para recibir a invitados, en comidas especiales como los casamientos, navidad o bautizos. Las mamás se enorgullecen de presentar los puestos bellamente decorados y es un privilegio comer sobre estas vajillas adoradas que han sido guardadas con sumo cuidado para ser presentadas con elegancia, donde no está de más su ornamentación de filigranas en oro o la fineza del material importado para aumenta su valor. Al parecer tener una comida en un plato así hace memorable el acontecimiento que se vive, o intenta traer al presente al fugaz comensal para entretenerlo mientras dure la comida. Como en un sistema solar con muchos elementos de distintos tamaños que giran en orden alrededor de una gran estrella así sucede cuando nos sentamos en un mesa formal, el plato más grande sirve de sobremesa y es el núcleo de donde se dispondrá para servir. Por encima estará el plato de sopa o ensalada según como se inicie el festín, este procederá de tantas comidas

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como se disponga para el evento; pastas, pescados, tartas de vegetales, carnes y variedad de alimentos seguirán llegando, con un mínimo tres platos para satisfacer presuntuosamente a los invitados. Los cubiertos dispuestos a lado derecho e izquierdo del plato se encuentran en el puesto según el cual deben de ser utilizados, del más pequeño que se encuentra en exterior hasta llegar a los últimos interiores que serán para cortar las carnes. Así se dictó el esquema de la etiqueta para saber como comer y que predecir del acontecimiento si uno es comensal. Servido se mira hermoso, pero, quien piensa en las señoras que están detrás de las puertas de la cocina lavando cada plato o copa que se use para no quedar desabastecidos de cristalería, o incluso, si se pudiera servir a ocho personas sin reutilizar alguno de los utensilios quedara después con la labor de lavar ciento treinta piezas de cerámica con sumo cuidado y delicadeza. Soy una fiera hambrienta de cosas espirituales. En mi mente estaba la lluvia de cristales que caían al piso junto con cucharas y copas, éstas se rompían en muchos pedazos y me despertaba como lo hacen el sonido de truenos con relámpagos al irrumpir el conticinio de las noches oscuras. Descargué sin sentirme mal de perder una cerámica que no podía ser igual después. Provoqué el ruido, causé temor de lo que se puede anticipar con un ralmpago de un estruendo; era una lluvia tropical peligrosa que te hace buscar el resguardo para no mojarte y terminar mal. Soy la niña que rompe cosas, mi mamá me decía tripita desde pequeña por alguna razón, tengo el poder de accionar mis fuerzas hacia la destrucción. Me quedo con las piezas rotas, las cuido, las reparó, sus cicatrices son como las que yo llevo en mí. Yo no soy un objeto nítido, perfecto o impecable para adorar. Existen hendiduras que me atraviesan, accidentes que me marcaron, delimitaron mi memoria como el terremoto que causó escándalo y desastre. Me enorgullezco de estas líneas delgadas que logran mantener mis partes separadas unidas, sin dejarme caer o tumbarme. En silencio me reparo, es un proceso de sanación que ha sido lento, pero poco a poco las heridas han llegado a curar, se construye una costra, célula por célula, una lámina protectora para que todas las partes se vuelvan a unir al cuerpo. Un día voy a caminar con mi cicatriz como si fuera un collar de precioso oro que se muestra con orgullo a manera de un kintsugi japonés.

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He dejado mi espíritu ser entre las noches y lágrimas luego de un día lleno de sonrisas. He aprendido a escribir y a leer, pero me cuesta escuchar y mucho más hablar.


I I I

Los comensales Estudiar en un colegio religioso dirigido por sacerdotes y un lunes a primera hora a los niños de décimo grado se le reúne en una charla magistral para decirles que sus compañeras son unas zorras porque salieron el viernes con alumnos de último año.

Que en el último año de secundaria siete compañeras no pudieran graduarse porque salieron embarazadas de parejas mayores de edad y las familias aceptaron sus sentencias de expulsión después de diez años de inversión en educación.

Que el muchacho guapo y popular espere que entres al baño para encerrarte con él y dejarte ir hasta que le des un beso.

Que el conductor designado que lleva tu carro después de salir de la fiesta te pida que lo masturbes mientras maneja.

Que en tu trabajo se compartan fotos sin permiso de una mujer desnuda e inconsciente y sea ella la despedida.

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Que tu cuñado te diga que rico culito en confianza de familia para “alentarte” a seguir a haciendo ejercicios.

Que tu jefe en un evento empresarial mientras se da una conferencia, se acerque a ponerte el brazo por encima del hombro y te toque el pezón por arriba de la camisa, sin poder reaccionar porque todos están concentrados en el evento.

Que tu jefe te diga que está esperando cuando van a tener relaciones sexuales porque ya llevas varios meses trabajando para él.

Que un cliente te pida hacer una cita domiciliar y al terminar el trabajo te de un beso al pagarte porque esperaba más.

Que tu nuevo pretendiente se meta a tu cuarto de estudiante por las noches irrumpiendo la ventana porque la puerta está con llave y se excusa con que “no puede contenerse las ganas de verte”.

Que el hermano menor de tu novio te toque las nalgas mientras te abraza el día de tu cumpleaños aprovechando que nadie lo ve en el festejo.

Que un amigo de tus padres al verte bailando en una fiesta en una piscina, te ofrezca animar la despedida de soltero de su amigo.

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Que te emborrachen con tragos bajo la presión social en una fiesta, para poderte besar y tener sexo después sin tu consentimiento.

Que al decir que fue un abuso lo que te pasó, tu ex novio te responda: - Las mujeres dicen no al inicio y ya después quieren.

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Y si me quieres, quiéreme rota quiéreme con mis neurosis y ansiedades quiéreme oscura quiéreme parca quiéreme con mis asuntos y necedades quiéreme con mis historias todo es parte de lo que soy. Que la luna tiene dos caras, y para que una noche pueda brillar, su oscuridad habrá tenido que aprender a bucear y amar. Amarás mis cicatrices Reirás mis locuras Lamerás mis costuras Saborearas mis ganas Quiereme rota o no. Kintsugi El tiempo en lunas Susan H. Galvis 2019



E P I L O G O

La medusa Soy un cuerpo de agua que fluye por zonas oscuras, frías y desconocidas del océano sin obstáculos. Tengo formas infinitas porque mis fibras son como el cabello maleable e independiente que nada entre las corrientes de agua. No tengo dirección alguna ni límite porque mi cuerpo y el ambiente son lo mismo. No tengo cerebro ni corazón. Soy un estómago hecho nudos y una panza que guarda y carga su ansiedad por donde va. Comer y nadar son mis pasiones. Tengo sexo pero no necesito un compañero porque en nuestra especie ambos cumplimos las funciones de macho o hembra. Expulsar el malestar es necesario para poder fluir. Una y otra vez me contraigo para sacar fuerzas y avanzar. El agua pasa por mi y se transforma, no muere ni desaparece, sino que limpia continuamente mi interior. Sé arder cuando mi naturaleza salvaje me lo pide. Tengo fuego en mis tentáculos y si se acercan a mí puedo quemar. Descargo toxinas y marco la piel de quien me roza, si se acercan de más también puedo matar. Pido que terminen las irrespetuosas proyecciones de otras personas sobre mi cuerpo si no tengo rostro o edad. Soy inofensiva, salgo de las profundidades a buscar comida como cualquier otro ser vivo, a recibir las bondades del sol y luego regresar a mi hogar. No necesito ser acogida para encajar, si existo por mi cuenta y el único objeto que puedo distinguir es la luz brillante de la luna. En ella fijo mis instintos con placer como si fuera mi madre y la busco entre las noches para cantar.

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Meditar sana la mente, la tranquilidad es mi amiga. Encuentro la hormigueante sensaciĂłn que recorre mi cuerpo placentera, me ayuda a mantenerme transparente, limpia y reluciente. Cada bocanada de aire es energĂ­a que entra y cura mi alma. Moverse ayuda a sanar, alivio mis padecimientos con el ejercicio fĂ­sico, con el baile y el cambio de lugar constante, desaparezco y huyo si no me quiero quedar. En el movimiento encuentro la vida. Sin temor de no ser aceptada por esas etiquetas que han impuesto sobre mi cuerpo, soy una medusa hermosa nadando libre y bailando por el mar. No es necesario tocarme o acercarse para poder contemplarme. Siempre queda la advertencia de una descarga que te pueda irritar.

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Referencias Estés, C. P. (2009). Mujeres que corren con los lobos. Zeta Bolsillo. Galvis, S. (2019). En tiempo de lunas. Pangolín Ediciones.

Gamba, S., & Diz, T. (2009). Diccionario de estudios de género y feminismos. Editorial Biblos.

Moreno, M. (1987). En diciembre llegan las brisas. Plaza & Janés. Quiroga, H., & Isaza, J. (1998). Historias inmorales. Panamericana Editorial. Shelley, M. (2008). Frankestein. Vicens Vives. Fontanla, M. (2208) ¿Qué es el patriarcado?. Mujeres en Red: Periódico Feminista.



Datos biograficos ´ Amanda Alejandra Muñoz Woo nació en 1987 en Managua, Nicaragua. Cursó su primaria y secundaria en el Colegio Centroamérica de orden Jesuita. En el 2006 realizó el Ciclo Básico de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. En el 2007 se mudó a Montevideo, Uruguay donde estudió Peluquería y Maquillaje como técnico profesional. Se muda en el 2008 a Edmonton, Canadá para realizar prácticas laborales en un salón de belleza. Luego, en el 2009 regresa a su país para trabajar en su profesión, su deseo en ampliar su educación la llevó a ingresar a la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rodrigo Peñalba en el 2010. En el 2013 empieza a trabajar como peluquera en producciones audiovisuales y en el 2015 estudia Dirección de Arte y Vestuario para cine en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba. En el 2016 se muda a Colombia para realizar estudios de grado en la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano como Maestra en Artes Plásticas, forma parte del equipo de tutores de lecto escritura y del club de lectura de su biblioteca.




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