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HISTORIAS
El amante del automovilismo que se impuso a la ceguera
El perder la vista no lo amilanó en su pasión por los carros y ahora continúa manejando con un método que él mismo ha creado.
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REDACCIÓN Y FOTOS: BRYAN POMA
Pocas veces tomamos consciencia de lo indispensables que son nuestros sentidos para experimentar la vida. La idea de quedar incapacitado de ver, oir, tocar o saborear, suena tan aterradora, como ajena a la realidad.
Pacho Cantt es un aficionado del automovilismo desde su niñez. Siempre tuvo claro que quería dedicar su vida a esta adrenalínica pasión suya. El talento que poseía para manejar un auto de carreras parecía ser lo único necesario para aspirar a destacar en el mundo del automovilismo.
En marzo del 2001, Pacho acudió con su mamá al oftalmólogo, pues sentía que su visión fallaba levemente. Luego de que este lo examinó, le pidió que esperara afuera, pues el galeno quería hablar en privado con su madre. La idea que tenía, en principio, de que simplemente se le recetaría algún medicamento, rápidamente quedó descartada al regresar y observar la expresión sollozante de su progenitora. Cantt pidió a su doctor que sea directo con su diagnóstico. El hombre simplemente le dijo: “Pacho, te vas a quedar ciego. No se si en un día, una semana, un mes o un año; pero te vas a quedar ciego”.
Se le diagnosticó el síndrome de Usher. Una extraña enfermedad que genera una pérdida grave de audición y retinitis pigmentosa, un trastorno ocular que causa un deterioro paulatino de la visión. Esta situación, según él, provocó que se plantease quitarse la vida en más de una ocasión. La idea de que dejaría de ver la realidad a su alrededor le deprimía, pero el pensar que nunca más podría conducir en una pista de carreras, destruía su mente y su corazón.
En el año 2005, Pacho estaba completamente ciego y parcialmente sordo. Se vio obligado a usar unos artefactos en los oídos que le permiten compensar esta carencia de audición y le regalan la oportunidad de tener una noción sonora del mundo a su alrededor. Lamentablemente, no existen artefactos que hagan algo similar para imponerse a la ceguera.
La hija de Pacho llegó al mundo dos años después de que él perdiera el goce de verla. Tener un hijo siempre fue uno de los sueños más grandes de Cantt pero, cuando el día llegó, las lágrimas de impotencia invadieron su rostro y marcaron un momento que aún recuerda vívidamente. “El médico puso a mi hija en mis brazos. Mis lágrimas de alegría se transformaron en lágrimas de impotencia. Al fín tenía a mi hija conmigo y no la podía ver”, relata Pacho.

FUENTE DE INSPIRACIÓN
Se suele decir que las personas tenemos dos vidas, y la segunda comienza cuando nos damos cuenta que tenemos solo una. En el caso de este hombre, la llegada de su hija fue el motor que necesitaba para aspirar a sobreponerse a la “situación” que le tocó vivir.
Pacho es gerente y líder del equipo de MT Automotriz. Tanto él, como su equipo, relatan que su falta de visión ha potenciado sus demás sentidos al punto en que, a día de hoy, Cantt puede identificar el problema de un vehículo con tan solo oírlo y sentirlo. Nunca se alejó del mundo del automovilismo. La emoción que sintió un día donde él era parte del equipo de los pits (parada donde se detienen los conductores a reparar su auto en medio de una carrera) fue tan grande que le propuso a su gran amigo y colega, Piero Polar, que sea su copiloto en esta arriesgada idea de conducir estando ciego.
Su método consiste en que Piero le toca el brazo un número determinado de veces según la acción que debe realizar en la pista. Es un lenguaje aparte que solo ellos dos entienden. Un lenguaje que le permitió a Pacho volver a experimentar su mayor goce en la vida.
Cantt no se detuvo ahí. Se graduó como coach motivacional. Hoy, aparte de conquistar las pistas de carreras, inspira a propios y extraños a imponerse a las dificultades de la vida. Utiliza su ejemplo para motivar e, irónicamente, mostrar la luz al final del túnel a quienes se sienten atrapados por la impotencia.
“Hoy pienso que debemos cambiar la palabra ‘problema’, por ‘situación’. De las grandes situaciones, nacen las grandes oportunidades. Para muestra, un botón. Probablemente si yo no hubiera perdido la vista, hoy no estaría donde estoy ahora”, asegura.
Mientras narra cómo se convirtió en el primer piloto ciego del Perú-hace unos días representó al país en “El Gran Premio Internacional de los 1000km de Yahuarcocha (Ecuador)”- a sus 47 años, el brillo de sus ojos delatan la emoción que siente en esta etapa de su vida. Quizás estos no pueden darle información del mundo que lo rodea, pero siguen transmitiendo su sentir a quien le presta atención a su perdida mirada.
Decir que Pacho Cantt es un ejemplo de superación es quedarse en lo evidente. Cualquiera que conozca su historia siente culpa de haber renegado alguna vez de su vida. Pacho quizás no puede ver su sueño, pero eso ya no le importa a él, pues se conforma con vivirlo. Una dicha de la que muy pocos pueden jactarse.
