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La maldición de Verónica

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Bitácora

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Luciano Fulleringer Lengua y Literatura. 2do 24ta

Esta es la historia de Verónica, la mujer que todo lo rompe. Ella nació en Quilmes, Buenos Aires, en 1991. A los cuatro años, ella tenía una pelota de básquet, a las dos horas la pelota se pinchó. Ella lloró. A los siete años, ella tuvo de regalo la muñeca que siempre deseó, se rompió a los cinco minutos por una falla en la pierna de la muñeca. Ella lloró. A los diez años, ella tuvo una pesadilla, cuando se despertó, llorando, corrió a la habitación de sus padres y durmió con ellos, abrazándolos. Ellos se separaron una semana después de esa noche. Quizá te hayas dado cuenta, queridísimo lector, queridísima lectora, que esta niña tenía una particularidad: lo que tocaba, lo rompía. Mano de bruja, le decían. Muñecas, libros, ropa, incluso una relación, la de sus papás. Esto último la marcó de por vida. A sus doce años, en su primer año en la escuela secundaria, Verónica no pudo hacer amigos. A los que se le acercaban a darle la mano, algo les pasaba. Un chico, Marcelo, dejó la escuela por problemas familiares. A Dulce le dio cáncer de tiroides. A Martín le dio un paro cardíaco. Paloma se quebró la pierna. Verónica lloraba. Verónica descubrió que tenía una maldición. Ya no solo eran objetos o relaciones, sino que, de alguna manera, está maldición evolucionó y ahora afectaba a las personas: no podía tocar a nadie. Aunque claro, sí podían tocarla a ella, pero nadie se le acercaba, le tenían miedo. Así, Verónica se veía muy antipática. No daba la mano, no daba besos, no daba abrazos. Ni siquiera a sus padres. Pero ella quería. Ella lloraba. Nadie la entendía.

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En tercer año, Verónica ya con quince años, por fin pudo tener una amiga, se llamaba Mariana. A Mariana no le importó que Verónica nunca la hubiera tocado. Ella era bastante tímida, así que se sentía incómoda si alguien se le acercaba demasiado. Por eso, a ambas las unió la soledad, aunque a partir de ese día, eran prácticamente inseparables. Verónica tenía miedo de llegar a tocar a su amiga, incluso si fuera por accidente. Resulta que un día, las dos salieron a pasar la tarde del domingo al parque. Ese día, que debería haber sido uno hermoso, a pleno sol y con la compañía de su única amiga, fue el peor en la vida de Verónica. Estaban en un puesto de algodones de azúcar. Mariana no tenía suficiente dinero para comprarse uno, así que Vero decidió compartirlo con su amiga. Todo iba muy bien, pasaron toda la tarde divirtiéndose en el parque. Pero caía la tarde y debían regresar a casa. Ya fuera del parque, Mariana se tropezó y cayó en medio de la calle, sin poderse levantar, mientras un camión venía sin control. Le pidió ayuda a su amiga y esta, sabiendo que si la tocaba iba a pasarle algo malo, quizás horrible, dudó en ayudarla. Finalmente, esa duda se diluyó, el camión se acercaba peligrosamente, y se decidió en ayudarla, rogando para que el mal sea menor. Mariana le agradece, ¡la había salvado su mejor amiga!. No puede contenerse y la besa en los labios. Sí, Mariana y Verónica se gustaban bastante, pero nunca se habían animado a confesar su amor, Verónica por su maldición, Mariana por su timidez. Pero esa vez, Mariana sintió que era la oportunidad perfecta y no podía desaprovecharlo. Verónica tuvo una ensalada de sentimientos. Por un lado, estaba feliz, era su primer beso, y había sido hermoso para ella. Sin embargo, ella sabía que el hecho de haber ayudado a su amiga, le generaría un mal a su amiga. Sabía perfectamente que, con el correr de los años, su maldición evolucionaba. El día terminó sin problema, pero Verónica lloró hasta quedarse dormida. Al comenzar el lunes, en la escuela la preceptora, Edith Bravo, se preparaba para darle una muy mala noticia a su curso. Mariana López había fallecido en un robo. Verónica rompió en llanto y, en un acto de nerviosismo, se fue corriendo del aula. No podía cargar con toda esa culpa. Fue a su casa, su madre no estaba. Llorando, se encerró en el baño. Le puso el tapón a la bañera, la llenó de agua. Se sacó la ropa. Agarró el radiograbador que solía usar mientras se bañaba para escuchar una canción. Tomó una hoja de su carpeta, una lapicera, y escribió una nota:

«Querida mamá, querido papá. Tengo una maldición. Todo lo que toco, lo rompo. No sé cuándo empezó todo esto. Pero antes no tenía importancia, eran solo objetos los que rompía. En la secundaria empezaron a ser personas, ¿tendrá que ver mi pubertad? No lo sé. Quiero decirles que los quiero mucho. Perdón por dejar de tocarlos, de darles besos y abrazos. Perdón. Pero no puedo más. Gracias por todo, pero no quiero perderlos por mi culpa, como a todos los que se me acercan. Ya no quiero sufrir». La canción había terminado. Verónica entró a la bañera, tomó el radiograbador, aún conectado y lo lanzó sin pensarlo a la bañera llena de agua. Se cortó la luz. Y la maldición de Verónica tuvo su última víctima, la misma Verónica.

La razón por la que Verónica tenía esta maldición, aun en 2021, sigue siendo un misterio. Algunos creyentes dicen que Verónica era el Diablo personificado. Otros, escépticos, piensan que todo esto fue mera casualidad. Sin embargo, nadie puede encontrar una explicación lógica. Y muchas personas temen que la maldición vuelva…

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