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Escuela de Ciencias Sociales, Artes y Humanidades de la UNAD

Seminario comunicación y desarrollo: enfoques actuales en Colombia

Diálogo con la UNAD desde conceptos y experiencias de la comunicación en la educación Daniel Prieto Castillo Mendoza, noviembre de 2011

Introducción Este material ha sido construido en dos partes. En la primera se propone una revisión de experiencias en las que ha participado el autor, en el campo de la comunicación y la educación, con especial énfasis en lo vivido y aprendido en los últimos quince años. En la segunda se incluye un diálogo con puntos fundamentales del documento de la UNAD Proyecto Académico Pedagógico Solidario, versión 3.0, Bogotá, agosto 4 de 2011, siempre en el marco de la comunicación y la educación.

Primera parte: itinerarios Mediar las tecnologías En las conversaciones que tuvimos cuando fue preparado el Seminario, se habló de la necesidad de dialogar en torno a lo que venimos viviendo en estos primeros años del siglo. Reflexioné mucho sobre ello y encontré un primer acercamiento a la década, siempre desde mi experiencia personal: un libro que 1


escribí en 1995 publicado en 1997 en Bogotá, dentro una colección organizada por el ICFES y la Universidad Javeriana, Mediación pedagógica de las tecnologías aplicadas a la enseñanza universitaria. La propuesta que hice se cerraba con una reflexión sobre la madurez pedagógica: “Entiendo por madurez pedagógica el dominio del contenido y la capacidad de utilizar en la promoción y el acompañamiento del aprendizaje los más ricos recursos de comunicación propios de una relación educativa. La madurez pedagógica pasa por la capacidad discursiva, por la producción de textos adecuados a nuestros interlocutores, por el uso de las tecnologías con la soltura de quien se ha apropiado de un recurso tan ágil como la propia mano, por la creación de un ambiente pedagógico en el cual se fomenten la creatividad individual y grupal, por la orientación para trabajar en el contexto, por la libertad necesaria como para que el estudiante pueda incorporar su propio ser, su propia historia, su propia experiencia al proceso. Todo ello dentro de la pasión por la ciencia y por el conocimiento. Y todo ello enmarcado en una concepción del hombre y de la vida que dé sostén a las metodologías de relación con el otro.” Ese texto fue un punto de llegada, que no de partida. Iniciamos el camino en tal dirección con Francisco Gutiérrez Pérez en 1987, en un proceso educativo en las universidades Rafael Landívar y San Carlos, en Guatemala, que nos permitió escribir La mediación pedagógica, apuntes para una educación a distancia alternativa, en 1991, y Mediación pedagógica para la educación popular, en 1994. Caracterizábamos entonces, y lo seguimos haciendo, la mediación pedagógica como la promoción y el acompañamiento del aprendizaje. Pero 1987 tampoco fue un punto de partida, porque nos sostenía una tradición iniciada en la década del 50, con el nacimiento en México del ILCE, con mención directa de la comunicación educativa. Se sucedieron luego educación para los medios, educación para la comunicación, lectura crítica, pedagogía de la comunicación, comunicación y educación, con una fuerte presencia hoy de la expresión educomunicación. A partir de los materiales referidos a mediación pedagógica, temática y práctica que no he abandonado, opté por la siguiente combinación: la comunicación en la educación. La preposición juega allí un papel crucial, hablamos de la comunicación desde el interior de la educación. Publiqué un libro, hacia 1998, con ese nombre, estructurado en instancias de aprendizaje cuya primera versión habíamos trabajado con Francisco Gutiérrez. Los estudiantes pueden aprender en la educación formal de seis instancias: con la institución, con el educador, con el grupo, con los medios, materiales y tecnologías, con el contexto y consigo mismos. En cada una de ellas juega un papel decisivo lo comunicacional. El libro las analiza precisamente desde esa mirada. Mediar en la docencia universitaria

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Desde 1995 dirijo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo una carrera de posgrado de Especialización en Docencia Universitaria, en modalidad a distancia, de la cual tenemos más de 1600 egresados en 15 promociones. Se trata de un sistema de estudios organizado, todo, en clave comunicacional, desde el trabajo administrativo hasta la tutoría, pasando por los materiales de estudio, las prácticas de aprendizaje, las tecnologías utilizadas y, de manera fundamental, la producción intelectual de los participantes. Nuestros aprendizajes cimentados desde entonces y prolongados hasta el presente, en lo que va del siglo: -En todo proceso educativo, sean de la edad que sean quienes participan, es necesaria la promoción y el acompañamiento del aprendizaje. Esto vale también para los adultos que realizan posgrados. -El paso del viejo paradigma a lo que venimos viviendo en el siglo XXI, no es sólo de un discurso autoritario a otro participativo, no es sólo del llamado al autoaprendizaje y al interaprendizaje; tiene como eje el abandono de la soledad de los estudiantes y de la soledad de los educadores. En soledad no crecen las palabras, no crecen los textos, no se gana en comunicación… -Superar el viejo paradigma significa el intento de dejar atrás la violencia comunicacional en las aulas, en la estructura institucional. Violencia por distancias con pretensión epistemológica, violencia en el trato a la gente, violencia por la falta de un compromiso de claridad, violencia en el abandono de las personas cuando se les niega la promoción y el acompañamiento de su aprendizaje. -La construcción de la palabra personal y grupal requiere lo más precioso de un ser humano: su tiempo. No existe el tiempo por allá, el tiempo es el nuestro, el de nuestro transcurrir, el de nuestra existencia. Cuando es negado a los docentes y a los estudiantes por la estructura institucional, cuando se lo gasta en prácticas pobres en creatividad, cuando se lo colma de mil frentes de acción que a lo único que invitan es a una carrera sin sentido, estamos negando el tiempo de la comunicación, de la reflexión, de la compañía, del diálogo, de la comprensión. Nadie aprende a la velocidad de la luz… -Nuestros colegas, nuestros alumnos, requieren ser desafiados para aprender, a esta altura del siglo hay que continuar alertando sobre el problema de la infantilización de los estudiantes. -Postulamos, y en la práctica tratamos de hacerlo siempre, la necesidad de hacer vivir a nuestros estudiante, y nosotros con ellos, experiencias pedagógicas decisivas, que caracterizamos así: “Un encuentro entre maestros, aprendices y otros miembros de la comunidad educativa y social, basado en la vivencia de prácticas (sostenidas en metodologías y conceptos) que marcan en lo profundo a cada participante, en lo intelectual, en lo emocional y en su vida toda. Nadie es el mismo luego de ese tipo de experiencias.” 3


Mediar en lo no formal Ese camino nos fue llevando naturalmente hacia las tecnologías digitales. Hacia 2007 publiqué el libro Radio Nederland Training Centre, memoria pedagógica de tres décadas, dedicado a rescatar el itinerario de esa organización conformada por un equipo de queridos amigos con el cual tuve el honor de colaborar a lo largo de años. En las relaciones de lo que llamamos en ese grupo “comunicación educativa” planteamos lo siguiente en el camino hacia lo virtual: “Treinta años de trabajo ininterrumpido en el terreno de la comunicación educativa nos permitieron reconocer una línea coherente nacida del trabajo con la radio para el desarrollo y culminada en la convergencia multimedial del universo de e-Learning. Entre ambos puntos está todo el camino recorrido a través de proyectos en distintos países de América Latina. De todo ello se derivan las siguientes consecuencias para la práctica: 1. La comunicación en la educación es demasiado importante y compleja como para dejarla librada a enfoques parciales o a iniciativas improvisadas. Principio de complejidad, entonces, y llamado a la responsabilidad por la totalidad de cada proceso educativo pensado y trabajado desde el punto de vista comunicacional. 2. La comunicación educativa no es una hermana menor de la educación formal o una línea de trabajo carente de bases teóricas y metodológicas. Por el contrario, se trata de una propuesta tan rica y fundamentada como la que sostiene (o, en muchos casos, debería sostener) a la educación formal. Una descalificación de un lado y de otro hizo mucho daño en la década del 70. El hecho de que nuestra propuesta se basara, y se base, en un compromiso de claridad, en una búsqueda constante de la interlocución, no significaba, ni significa, que no tuviéramos un sustento pedagógico. He aquí una verdadera consecuencia para la reflexión y la práctica: la educación no formal es tan seria y digna como la formal. 3. El itinerario del Proyecto desde una profunda práctica con tecnologías analógicas, nos ha permitido reconocer un problema todavía no resuelto, que expresamos así: “dime qué hiciste con las anteriores tecnologías y te diré qué harás con las nuevas”. Desde esa experiencia proponemos un principio a nuestro entender fundamental: el de la historicidad del trabajo en la comunicación educativa. Con él queremos señalar el riesgo de partir, en una región tan rica en prácticas e innovaciones pedagógicas, de las meras tecnologías sin revisar lo hecho anteriormente y sin aprender de todo ese caudal de experiencias. Todavía no se han extraído de lo vivido en la radio educativa todos los aportes que se podrían hacer a las tecnologías digitales, por poner sólo un ejemplo. 4. La comunicación educativa madura en procesos sostenidos a lo largo del tiempo. Muchas propuestas dirigidas a la población están signadas por el corto plazo: una campaña, alguna publicación, alguna reunión de trabajo, algún programa televisivo. La comunicación educativa tiene sentido en los tiempos largos, en la 4


acumulación de experiencias, en la construcción de lazos, de vínculos permanentes.” En ese marco de la continuidad de un proyecto de educación no formal, hemos colaborado con investigaciones y participación en procesos educativos con el Movimiento los sin Techo, de Santa Fe, Argentina, organización de la cual tengo el honor de ser el editor de sus materiales. Se trata de un proyecto de más de 30 años de trabajo, en el que se combinan la tarea de construir la vivienda con proyectos de salud, de nutrición y, fundamentalmente en los últimos años, de educación sostenidas por tecnologías digitales y por una fuerte apuesta también a la presencialidad. En 2003 participé en la redacción del documento “Programa de educación satelital para la marginalidad”, en el que, también como punto de llegada del quehacer de la organización, fueron reconocidos en la práctica y planteados los siguientes puntos: 1. Principio de contextualización: reconocimiento de las condiciones socioculturales de los estudiantes que participan en el programa y constante aplicación de los contenidos y destrezas al contexto. 2. Principio de acompañamiento adulto: de manera especial el estudiante adulto marginal necesita un acompañamiento desde el Programa y de sus propios compañeros. 3. Principio de relación y aprendizaje adultos: especial atención al trato dado a los estudiantes, desde los materiales y desde las relaciones presenciales o a distancia con los educadores. 4. Principio de diálogo de saberes y experiencias: reconocimiento de los saberes y experiencias de los estudiantes, como base para la incorporación de nuevos conocimientos. 5. Principio de mediación pedagógica centrada en la vida cotidiana del estudiante adulto: el punto de partida es la vida cotidiana, pero el acto educativo busca, desde ella, avanzar hacia formas de transformación. 6. Principio de comunicación: tanto desde una buena comunicabilidad de los materiales de estudio y por parte de los educadores, como desde la capacidad de expresar lo aprendido. 7. Principio de productividad: todo aprendizaje debe concretarse en resultados válidos para la propia vida, para la superación de la condición en que se encuentra el aprendiz. 8. Principio de solidaridad: el Programa se centra en el interaprendizaje y en las relaciones de apoyo mutuo entre los participantes. La tutoría virtual En fin, en este itinerario personal que no pudo cumplirse sin grupos de seres humanos comprometidos con ideales y realidades, mencionamos la experiencia, desde mediados de la década pasada, en la tutoría e-learning, sobre todo en el Posgrado en Entornos Virtuales de Aprendizaje que impulsa Virtual Educa en países latinoamericanos y España. Vuelve otra vez lo que significan la promoción y el acompañamiento del aprendizaje. Los participantes en el curso que coordino, de Evaluación y Seguimiento de Proyectos, son todos colegas universitarios que para aprobar deben diseñar un proyecto de

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intervención con recursos digitales a fin de resolver un problema educativo. Los aprendizajes como tutor virtual: 1. La disciplina expresada en la diaria tarea de entrar a la plataforma, de revisar correos, de responder. 2. La relectura: ningún texto puede ser enviado con detalles de redacción, en esta práctica la clave de la escritura es la relectura. 3. La personalización: no hablan las profesiones encarnadas, hablamos los seres humanos desde distintas miradas, historias y contextos. 4. El buen trato, la no violencia: cada contacto requiere una disposición de ánimo sostenida en una voluntad de comunicación. 5. El interaprendizaje (preciosa expresión creada por don Simón Rodríguez): aprendemos entre todos, pero sin confiar en el foro como única herramienta. 6. El aprendizaje adulto: nos comunicamos y nos respetamos como adultos. 7. Los aportes de cada quien: de ninguna manera negamos la experiencia y los conocimientos del tutor, como tampoco los de los participantes. 8. La construcción personal en el horizonte de la construcción grupal, sin aquélla no se puede soñar con ésta. Lo que hacemos Hacia 1990 nos encontramos con Mario Kaplún en una reunión en la Universidad Nacional de la Plata, Argentina. Tuvimos el diálogo que rememoro aquí: “Mario, se cayó el muro”. “Sí, se cayó”. “¿Qué vas a hacer ahora?”. “¿Yo? Lo mismo de siempre”. En estos años de comienzos de siglo nos toca, comunicadores-educadores, hacer lo mismo de siempre: promover y acompañar aprendizajes, progresar en la madurez pedagógica, continuar con una pedagogía empecinada en la vida y en la tarea de construir solidaridad, convivencia, humanidad. Todo lo demás, como decía don Simón Rodríguez, son medios.

Segunda parte: diálogo con la UNAD Pedagogía y solidaridad Me permito abrir este diálogo luego de los meses de trabajo que llevamos con el equipo responsable del diseño de la Maestría en Gestión de la Comunicación para el Desarrollo y de la lectura del Proyecto Académico Pedagógico Solidario que propone como pilares de la UNAD lo pedagógico y lo solidario. Comencemos por el segundo pilar. Veamos un acercamiento al concepto: “Podemos decir, pues, que en su significado original y académicamente riguroso la solidaridad es una relación horizontal entre personas que

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constituyen un grupo, una asociación o una comunidad, en la cual los participantes se encuentran en condiciones de igualdad. Tal relación o vínculo interpersonal se constituye como solidario en razón de la fuerza o intensidad de la cohesión mutua, que ha de ser mayor al simple reconocimiento de la común pertenencia a una colectividad. Se trata, en la solidaridad, de un vínculo especialmente comprometido, decidido, que permanece en el tiempo.”1 Hablamos, entonces, de un proyecto en el cual se vive una relación horizontal entre personas que se encuentran en condiciones de igualdad, caracterizado por una cohesión mutua, por un vínculo comprometido que busca sostenerse en el tiempo. Solidaridad en la institución y de la institución con otros actores sociales, en todos los casos la búsqueda de construcción de relaciones horizontales en el seno de grupos, asociaciones, comunidades para impulsar condiciones de igualdad, de cohesión mutua, con un eje fundamental: el vínculo especialmente comprometido. Ahora bien, la palabra solidario, con referencia al proyecto académico de la UNAD, se ubica a continuación de otra de igual peso, ya que también ella es llamada pilar; nos referimos a lo pedagógico. Las tomas de posición se multiplican en el documento: se plantea más de una vez diferenciarse de un discurso pedagógico “verticalista, autoritario e impositivo” para avanzar hacia una comunicación e interacción humanas. Lo pedagógico y lo ético se aúnan para imprimirle sentido a la relación humana y al aprendizaje autónomo. En educación a distancia se reconoce el nuevo paradigma pedagógico, con énfasis en aprendizaje autónomo y en la capacidad de aprender. Lo pedagógico se propone centrado en la responsabilidad de consolidar la democracia real, participativa, la convivencia pacífica y la formación integral de las personas. El modelo pedagógico es entendido como “El marco de orientación del trabajo académico construido sobre los fundamentos aportados por diferentes disciplinas y saberes que explora la relación entre los componentes más importantes del entorno de aprendizaje e indica cómo esta relación puede traducirse en una relación de enseñanza aprendizaje efectiva, significativa, solidaria y colaborativa”. Preciosa me resulta la afirmación “La Universidad promueve en el estudiante el logro de su mayoría de edad”, porque “… no se trata de la pedagogía de los grandes metarrelatos, sino de la construcción de la propia existencia”. Y en torno a esa palabra, el llamado constante a la práctica de la mediación pedagógica que en el texto adquiere un carácter plural (mediaciones culturales,

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Luis Razeto Migliaro,Publicado “El concepto solidaridad, etimología y significado original”, Pensamiento Crítico Latinoamericano. Conceptos Fundamentales, Volumen III, págs. 971-985. Ediciones Universidad Católica Silva Henriquez, Santiago de Chile, 2005.

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mediaciones desde lo comunicacional, mediaciones desde el curriculum, desde el bienestar social…) con una base en la educabilidad, la enseñabilidad, la comunicabilidad, la complejidad y la productividad.

Sentido y sinsentido Las dos palabras, pedagogía y solidaridad, expresan un proyecto académico, lo digo con toda fuerza, que no suele uno encontrar con facilidad en las universidades de la región. Un sentido humano en lo profundo atraviesa todo el texto y es en torno a esa temática, la del sentido, que me permito dialogar con la institución. Desde hace tiempo la problemática del sentido y el sinsentido en la educación constituye para mí una obsesión porque en ese juego lo que se juega es la existencia de quienes se involucran en las relaciones de enseñanza y aprendizaje. Como lo reconoce el documento, la universidad no tiene sólo por misión construir ciencia, en sus espacios también, y de manera fundamental, se construyen seres humanos. Desde nuestra mirada una institución transita el sinsentido cuando se vuelve abandonante, cuando excluye, cuando todo lo complica en ovillos burocráticos, cuando es incapaz de hacerse cargo de su función.2 Frente a esto, el sentido para el educador pasa por el logro personal, por el no abandonarse, por ser alguien dentro del hecho educativo, por la pasión por comunicar y por acompañar y promover el aprendizaje, por no renunciar a la creatividad ni al entusiasmo por el otro. El sinsentido acecha a través del desgaste, de las frustraciones, de las penurias económicas, de la dispersión en distintos espacios de trabajo, de la pocas oportunidades de capacitarse y actualizarse. El sentido para el estudiante pasa por la autoafirmación y la construcción de sí mismo, por el desarrollo de la propia expresión, por la capacidad de interactuar y de comunicarse con el mundo, con los demás y consigo mismo, por la apropiación de saberes, por un crecimiento sin violencia, por la alegría del aprendizaje y del sentimiento de la propia construcción. El sinsentido acecha a través de exigencias de aprendizaje carentes de significación, de situaciones esquizoides en que se vive saltando entre temas y seres sin conexión ni continuidad, del quedar librado a la propia suerte para resolver las exigencias de la institución y de los docentes, de la incapacidad de sostenerse a sí mismo y del abandono. El sentido para el discurso, los medios y las tecnologías en general pasa por la comunicabilidad, la capacidad de interlocución, el goce ligado al aprendizaje, los puentes entre lo vivido y sabido y lo por vivir y saber, el juego al máximo de las posibilidades comunicativas de cada medio, tecnología o discurso. 2

Sigo en estos puntos mi texto “La pedagogía universitaria”, incluido en el volumen cuatro de los libros base de la Carrera de Posgrado de Especialización en Docencia Universitaria, a la cual se hizo referencia al comienzo de este escrito.

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El sinsentido acecha a través de la fragmentación constante, de la falta de conexión entre los materiales, de la incapacidad de construir el propio texto, del facilismo, del comentario de comentarios sin llegar nunca a una fuente vigorosa. Pero sentido y sinsentido, no aparecen en la educación cual ejércitos enfrentados; ambos se encuentran por doquier en cualquiera de las instituciones educativas. Constituyen una constante permanente y no es posible desterrar uno por el otro. Hay momentos en que el primero crece con fuerza y compromete a un grupo fundador para salir adelante con un precioso proyecto educativo. Y hay otros en que se derrumban los diques que contienen el sinsentido y éste termina por enseñorearse por todas partes. Hablamos de una pedagogía del sentido. Pedagogía del sentido en el horizonte de una utopía. Una pedagogía capaz de trabajar con lo que tenemos y no con lo que quisiéramos imponerle a la educación. Serena, entonces, no lanzada a destruir con la crítica para no construir nada sobre las ruinas. De ninguna manera acrítica, pero tampoco enferma de crítica paralizante, de descalificación en masa de todo lo existente. De ninguna manera acientífica, pero tampoco ahogada en conceptos que uno no aplicará jamás. Una Pedagogía centrada en seres humanos y en el proceso de construir humanidad y de construirse. Nuestra utopía es así de simple: humanizar la educación con lo más hermoso que ha dado el ser humano: su libertad, su comunicación, su capacidad de sentir al otro, su expresión, su reflexión sobre los hechos pasados y presentes, su posibilidad de pensar futuro, su confianza, su alegría de vivir, su poesía. No me aparto con todo esto de las líneas fundamentales del documento de la UNAD. Ejemplos abundan: “reconstrucción de las comunidades humanas por la globalización de la conciencia solidaria y del espíritu comunitario”, el poder restaurador de los valores en lo que significan la calidad profesional y humana, la cualificación de los estudiantes, el respeto, la creatividad, la actitud crítica, el trabajo; educación para todos en cualquier lugar y momento de la vida, excelencia institucional, libertad de acción, de culto, de pensamiento; generar mejores condiciones de vida a las poblaciones vulnerables. La pedagogía se ocupa del sentido del hecho educativo, de comprenderlo y de promoverlo. Y no valen para ello los apresuramientos ni los atajos. El sentido no se improvisa, ni se predica, ni se desarrolla a través de algún taller. Es el fruto de una constante e intensa relación con uno mismo, plasmada en documentos, en materiales en los cuales leerse, en reflexiones sobre modos de actuar y de percibir, y de una también intensa relación con los demás, expresada en espacios en los que se vive un constante ejercicio de confianza, de fe en la palabra y en las intenciones del otro. Pedagogía y comunicación

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Imposible pensar, llevar a la práctica una propuesta pedagógica semejante sin una constante alusión a la comunicación. En el documento de la UNAD aflora una y otra vez este concepto y esta forma de vida que nos reúnen en el Seminario.

Parto de la explicación de los colores del logo de la Universidad: azul: tecnología; amarillo: calidez, cercanía, esperanza; naranja: olas, evolución, progreso, fluir armónico… No hay una sola de esas palabras que no podamos llevar al campo de la comunicación humana. Y el logo nos conduce a la relación planteada de la siguiente manera: “Estéticocomunicativo. “Constituye el lugar de aparición de las expresiones afectivas y de mayor significación humana, como la ternura y los sistemas simbólicos e imaginativos, los cuales contribuyen en gran medida a imprimirle viveza al arraigo cultural, a la práctica pedagógica y a la formación integral mediante la comprensión de expresiones artísticas, lúdicas y recreativas del bienestar universitario.” A la hora de la propia construcción, sea de los estudiantes o de los educadores: “formación integral de la persona por medio de la acción comunicativa, el diálogo pedagógico y la investigación formativa”. La comunicabilidad entendida como la tarea, para siempre, de dinamizar la interacción dialéctica entre distintos interlocutores, dinamizar la expresión, la comunicación. En el marco de las mediaciones desde lo comunicacional: “La comunicación es un proceso social que se sustenta en la interrelación dialógica de las personas, es decir, un proceso mediado, situado e interactivo con características que sustentan el aprendizaje y que fortalecen las competencias cognitivas, las socio-afectivas y las operativas de los sujetos”. Acción comunicativa reflexiva, crítica y creativa en contextos de interacción entre tutor-estudiantes, estudiante-estudiante, tutor-tutor, redes. La docencia corresponde “a una concepción dialógica, crítica y solidaria, ubicada en el enfoque epistemológico crítico-social e interpretativo, sustentado en la acción comunicativa y en la apertura franca a otras culturas.” Todo ello en el juego de conocimiento, ética y estética (sistemas expresivos y comunicativos de la sensibilidad social y de la afectividad humana). Sujetos de comunicación: al tiempo que se autoconstruyen en la expresión creadora, contribuyen a promover e incrementar la riqueza cultural de la comunidad, aumentando con ello su propio poder y voluntad de aprender, saber y autoformarse. “La comunicación le imprime sentido a la existencia humana y cuanto más rica sea la vida, tanto más y mejor puede el ser humano comunicarse, expresar su sensibilidad, dar y compartir con los demás y enriquecer los mundos de la vida.”

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Ante tal forma de concebir lo comunicacional en el seno de la universidad, señalamos: Si la educación está a la base de nuestra humanización, si mediante ella pasamos de una bullente atmósfera de sensaciones al lenguaje articulado, a la caricia, a la mirada, al sentido y a la cultura, y si el hecho educativo es profunda, esencialmente comunicacional, en tanto somos seres de relación, siempre entre y con los otros, no podemos soñar con el sentido sin tomar en cuenta lo comunicacional. Comunicarse en el juego pasado-presente-futuro Siempre para dialogar, proponemos una línea de reflexión, presente por lo demás en el texto de la UNAD, orientada a la comunicación con pasado, el presente y el futuro. El sentido se entreteje a través de una buena comunicación con el propio pasado. Ella no se logra negándome en todo lo que he hecho, ni descalificando, ni ignorando mi experiencia, ni mis anteriores conocimientos. Muchas propuestas de transformación educativa se alzan sobre las cenizas de todo lo anterior, como si la historia de un ser o de una institución hubieran sido una cadena de errores, cuando no de desaciertos. No defiendo, por supuesto, lo indefendible. Transformar implica ir más allá de lo vivido y hecho, pero si planteamos que todo intento de innovación significa una destrucción de la propia historia, no podemos llegar demasiado lejos. Una buena comunicación con el propio pasado significa la revalorización de la historia personal e institucional, reconocerse en la memoria de las acciones individuales y grupales, en lo experimentado y acumulado no sólo en la transferencia de conocimientos, sino también en las vivencias cotidianas, en ese transformarse en la interacción. La memoria personal e institucional no es algo que se dé naturalmente. Se trata de construirla y de abrir alternativas para su construcción. A menudo nuestros establecimientos avanzan como si no tuvieran pasado, como si toda la historia no sirviera para nada a la hora de tomar decisiones o de proyectar futuro; se trata de un terrible despilfarro de la memoria, de la propia historia. Una buena comunicación con el pasado, con lo que se ha venido siendo, es el punto de partida para el autorreconocimiento, para la propia valoración. No puedo pedirle a nadie grandes empresas si previamente le he dicho que toda su vida, personal e institucional, no sirvió para nada. El sentido se entreteje a través de una buena comunicación con el presente. Y mi presente, el de cada uno de nosotros, es siempre entre seres humanos, entre otros con los cuales comparto los trabajos y los días. Hemos cultivado durante demasiado tiempo en nuestros establecimientos educativos la fragmentación y la soledad. El hecho de que algunas personas estén más o menos cercanas a diario, no significa que constituyan una comunidad humana. Utilizo este último término en el hermoso sentido de lo que es común, de lo que se comparte, de lo que florece en la interacción. Puedo 11


estar parado frente a un grupo de alumnos y no llegar a constituir jamás una comunidad. Lo mismo sucede en la relación institucional. Los grupos no nacen por generación espontánea. Son siempre el resultado de largos procesos, de marchas y de contramarchas, en las cuales juegan factores personales y, muy a menudo, de la institución toda y de su contexto local y nacional. La construcción de la comunidad es el primer compromiso de un educador en su aula y de una conducción institucional. Recuerdo otra vez a don Simón Rodríguez: "Estamos en el mundo para entreayudarnos y no para entredestruirnos". En esa tarea se juegan los cimientos del sentido. Imposible avanzar en ella si no se construye con los demás, si no se vive con intensidad este mundo nuestro, tan variado y complejo. El sentido se entreteje a través de una buena comunicación con el futuro. ¿Puede uno comunicarse con lo que todavía no existe? Sí, ¡y de qué modo! Aún cuando el futuro no haya llegado está ahí, como un espacio abierto o como un peso que comienza a sentirse sobre los hombros. El futuro pesa sobre el presente cuando se convierte en una amenaza, cuando lo percibo como quien ve avanzar hacia sí una avalancha incontenible. Pesa cuando lo tengo pegado a mis días como un muro que no puedo distanciar, como en el caso de quien no puede reunir hoy lo que necesitará para comer mañana o para educar y vestir a sus hijos. Pesa cuando lo gobierna una incertidumbre incontrolable, cuando se desatan desde él marejadas que nadie puede contener, y mucho menos un individuo o una institución. Pesa cuando pierde la transparencia y la luminosidad de los primeros sueños para convertirse en un denso pozo de pesadillas. Una buena comunicación con el mañana supone la reducción hasta donde sea posible de las incertidumbres. Si planteo una transformación incierta, por ideal que resulte, si no ofrezco alternativas para lograrla, si encima vengo de una descalificación de todo lo hecho y de todo el presente, no puedo pretender una buena comunicación con el futuro. La comunicación con el mañana se construye también palmo a palmo, en las relaciones, en la necesaria información, en la interacción, en la proyección de lo posible y de lo razonable, en la serenidad, en la confianza. Todo futuro es en primer lugar un acto de fe, pero a ello debemos añadir una labor constante de conocimiento y de evaluación de cada uno de los pasos que se van dando en determinada dirección. La necesidad de proyectarse como individuo y como institución es indiscutible, pero para hacerla real nos toca trabajar mucho en los cimientos del futuro.3

3 Que estas reflexiones apuntan a cuestiones por demás presentes en la sociedad, lo ilustran cinco

expresiones que he tomado de distintos contextos temporales y espaciales. Lo digo de otra forma: hay expresiones que uno no hubiera querido que brotaran de la boca de un ser humano. La primera, a cargo de aquel oficial del ejército franquista, lanzada a modo de arenga a su tropa: “¡Viva la muerte!”. La segunda, en labios de Margareth Thatcher, a modo de arenga a los guerreros del mercado: “La sociedad no existe”. La tercera, recogida en uno de nuestros heridos países latinoamericanos, en labios de un

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Insertarse en los procesos de enseñanza aprendizaje, insertarse en el hecho educativo, no significa sólo dar clases o transmitir conocimientos. Significa jugar con la condición humana en una de sus zonas más complejas, preciosas y profundas, la de la construcción del propio ser. Y no hay construcción posible sin ese juego con la temporalidad humana, sin la relación con el pasado, el presente y el futuro, sin esa comunicación con tales instancias constitutivas de nuestro ser. Lo digo con bellas palabras de don Simón Rodríguez: “La inmortalidad es una sombra indefinida de la vida que cada uno extiende hasta donde alcanzan sus esperanzas.”4 Voluntad de comunicación Por todo esto, en el diálogo que vengo proponiendo, me permito volver sobre un texto a mi entender fundamental para cualquier institución educativa. Se dice en el documento de la UNAD, 3.1, p. 145: “El componente académico pedagógico constituye la columna vertebral y el hilo conductor de la razón de ser de la Universidad, considerada no solo como una institución de educación superior de carácter público, sino como espacio específico de la cultura, con un principio propio de racionalidad y un objeto específico de estudio e investigación. En efecto, la Universidad, como Universitas tiene una vocación histórica y teórica, y está llamada a cumplir tres voluntades en forma integrada, para la humanización de la sociedad y el desarrollo humano, mediante la producción de conocimiento. Tales voluntades son: -La voluntad de formación integral de la persona humana, a través de la acción comunicativa, el diálogo esperanzado y la investigación formativa. -La voluntad de gestión, producción y socialización del saber científico, mediante la investigación, la conceptualización y la apropiación crítica de las experiencias vitales e intelectuales. -La voluntad de servicio cualificado, apelando a la validación y enriquecimiento del conocimiento que produce la Universidad y la apropiación crítica del saber incorporado en las comunidades para enriquecerlo y dinamizar su potencial productivo y cultural.” No es frecuente encontrar el término voluntad en documentos académicos, en torno a él hay una tradición de siglos que a menudo ha dado lugar a fuertes controversias. Entiendo que la Universidad propone un esfuerzo de claridad: una constante decisión de formación integral, de gestión, de servicio miembro de una lucha fratricida: “¡Toca acabar con los esperanzados!” La cuarta, en la década del 60, cuando la guerra de Vietnam: "Tuvimos que destruir la aldea para salvarla”. La quinta, propalada a todo el planeta: “El eje del mal”. No es nada casual que las expresiones más atroces broten de boca de quienes están comprometidos con la guerra. 4 Rodríguez, Simón. Luces y virtudes sociales, en Obras Completas, Caracas, Universidad Simón Rodríguez, 1975.

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cualificado; un querer transparentado, una opción sostenida por el intento de ser fiel a ella, de ponerla en práctica cada día. Me permito sugerir, para el diálogo, la reflexión sobre una voluntad de comunicación. La expresión está presente hoy en diversos ámbitos: religioso y empresarial por ejemplo, pero en el académico no figura como quisiéramos. Se trata de asumir esa constante decisión, ese querer, esa opción en dirección a reconocer y a practicar la comunicación como uno de los elementos esenciales de la universidad, ello en todos sus campos de trabajo y entre todos sus actores sociales. Hemos acumulado experiencias e información suficientes como para reconocer el sentido de esa línea de la voluntad en la academia, pero quiero llamar la atención sobre lo que sucede cuando la misma se reduce casi al mínimo, sea por desconocimiento, por falta de recursos, por adscripción a viejos discursos autoritarios o porque ha sido minada, a veces de manera sistemática, en la cotidianidad del trabajo. En las relaciones entre seres humanos, la comunicación constituye una delgada trama que puede fortalecerse a diario o bien resultar lastimada por múltiples causas. No es válido pedirle a alguien una pasión por comunicar si lo vamos desgastando en su dignidad a través de imposiciones burocráticas, de reducción de salarios, de regateos con respecto a los tiempos necesarios para cumplir con la maravillosa y compleja responsabilidad de promover y acompañar aprendizajes. Confiamos a fondo en lo que permite la comunicación entre nosotros como docentes, con y entre los estudiantes, con y entre los miembros de las comunidades, pero todo ello sin dejar de recordar que a lo comunicacional concurren todas las virtudes y todos los problemas de nuestras organizaciones académicas. Por lo tanto, una voluntad de comunicación se crea y recrea palmo a palmo, sin olvidar que está favorecida o acechada, siempre, por las condiciones propias de los contextos en los cuales nos movemos. Final En este Seminario cuya temática general se enmarca en la comunicación para el desarrollo, hemos querido proponer líneas de reflexión sostenidas por experiencias y por búsquedas en lo conceptual ateniéndonos a lo que nos viene sucediendo en los primeros años del siglo. El hecho de que la UNAD esté trabajando en un Proyecto Académico Solidario expresado con la solidez que lo hace el documento en su versión 3.0, nos ha permitido dialogar desde esas experiencias y búsquedas con una toma de posición institucional por demás clara en relación con lo que significa la educación universitaria en nuestro tiempo. Es imposible, lo muestra a fondo el documento, separar la comunicación y la educación de las propuestas orientadas al desarrollo, al cambio, a las transformaciones sociales. Desde nuestra profesión de educadorescomunicadores es muy difícil aspirar a formar parte de procesos de tamaño valor social y de tamaña responsabilidad con las manos vacías de recursos, de

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propuestas teóricas, de experiencias, de comprensión de los fenómenos sociales. Y es imposible separar el trabajo comunicacional, en el marco de una acción universitaria, de lo pedagógico y lo solidario. Hay opciones en otras direcciones, no podemos no reconocerlo, cada quien con las suyas. Pero en la elección de la UNAD, expresada en el texto con el cual hemos trabajado, lo comunicacional es consustancial con lo pedagógico y lo solidario. El horizonte de acción que propone el documento es de una gran complejidad, porque la relación educación comunicación en las instituciones y en el seno de la sociedad es compleja. Para incorporarse a tal horizonte se requiere una fuerte voluntad de comunicación que no puede separarse, jamás, de una voluntad de aprendizaje. Es eso lo que estaremos viviendo en las dos jornadas del Seminario.

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