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El homenaje, “para mi generación”: María Rojo

/ roberto Ponce

Dice María Rojo que la retrospectiva-de sus cintas que le dedicará la nueva Cineteca Nacional de las Artes en su apertura es “un homenaje es muy merecido”, pero lo remite a toda su generación, tanto de directores como de actores, quienes en los sesenta y los ochenta aportaron con sus cintas un destacado cine social y fueron reconocidas internacionalmente: “El homenaje es muy merecido, ¡quién diría que no! Y en cuanto a la retrospectiva que Imcine me ha dicho van a hacer de mis películas, si tú analizas las cintas de los cineastas de mi generación, yo creo que ayudaron al cambio político social en México, creo que son de izquierda. O por lo menos, son películas diferentes que dicen una verdad y fueron reconocidas aquí y en el mundo”.

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“Van a abrir doce salas de lo que era el Pedro Armendáriz y te juro que no sé más, ni quiénes son los nombres a las doce salas, pero sé que a mí me van a poner un nombre en una y habrá otras que llevarán nombre de directores, actores y actrices”.

La actriz confirma que el homenaje a su trayectoria -que coincide con su aniversario de nacimiento- fue propuesto por la Secretaría de Cultura, el Instituto Nacional de Cinematografía (IMCINE) y la Cineteca Nacional, si bien añade: “No sé más, yo creo que quieren que sea sorpresa. No conozco las salas y no sé si nada más yo voy a tener un nombre en las salas, creo que nomás yo porque nada más han anunciado una retrospectiva con las películas mías con las películas de los años sesentas y setentas, y ya luego van a abrir otras cinetecas en la ciudad que van a tener 12 salas hasta que termine el sexenio.

“El mero 15 de agosto es el día del cine aquí en México y mi cumpleaños. Entonces como festejo me imagino que rendirán homenaje a cineastas tan importantes de los sesentas y setentas que desgraciadamente se nos fueron en estos últimos tres años, como Felipe (Cazals), (Jorge) Fons y Jaime (Humberto Hermosillo). Y a mí también porque, claro, yo trabajé con ellos”.

“A mí me enviaron la invitación, muy amablemente me enviaron una carta y es lo único que sé, me imagino que no faltará una sala a Jaime Humberto Hermosillo, una sala Fons o una sala de directores vivos como Ripstein, los mejores de esa generación que cambió el cine mexicano, y en este homenaje los actores y actrices tenemos mucho que ver, creo. Fue una época maravillosa para el cine social con grandes actores, sí, fue la época importante de mi vida cuando más trabajé como actriz, si bien empecé desde niña y ahí me quedé”.

Para abundar: “Van a pasar una semana con mis películas. Mira, me parece que representa mucho para el patrimonio cultural cinematográfico de México la generación de cineastas creadores y actores que marcaron el cambio luego del cine clásico llamado el cine de oro que se venía haciendo. Fueron películas significativas que llevaron a México a ganar premios, como “Canoa”.

“Siento que, por la razón que tú quieras, es un homenaje que empieza conmigo, quizás porque yo empecé con Cazals. Supongo que además harán una semana para otras actrices y actores con quienes tuve el honor de filmar. Pero creo que será también como una sorpresa inaugurar esas salas con sus nombres”.

Ríe cuando se le sugiere que el homenaje sea por su cumpleaños: “¡N’ombre, cómo crees, esto es mera coincidencia! Desde hace años el Día del Cine para la cinematografía mexicana es el 15 de agosto, hay mucha gente que sabe que es mi cumpleaños pero nadie determinó que en ese día me hicieran el homenaje. No es por mí, hasta me da pena que digan eso. Es el día de las Marías y así me llamo, no están celebrando mi cumpleaños, por favor. Ni lo pienses. Están celebrando el cine. Con esto se abre la primera de tres cinetecas, lo anunció así la Secretaría de Cultura”.

- ¿Cómo se siente María Rojo a estas alturas del partido?

- Normal, trabajando. Tengo mis nietos, mi familia, estoy bien de salud… Me da mucho gusto el homenaje por toda la comunidad fílmica, porque en estos tres últimos años se murieron tremendos directores que cambiaron la cinematografía nacional y con quienes yo trabajé. Yo me saqué la lotería con ellos, independientemente de que me hayan reconocido en todo el mundo. Lo que perdió en estos últimos años el cine mexicano como patrimonio es para que se le hiciera a esa generación, a la que yo pertenezco, un homenaje. Hay actrices maravillosas a quienes les seguirán haciendo homenajes…”.

Jefa delegacional de Coyoacán 20002003, fue postulada para alcaldesa allí en 2018, pero no obtuvo el apoyo que necesitaba de la coalición Juntos Haremos Historia. Desde entonces se niega a hablar acerca de la 4T:

- No, no, no, de la 4T pues yo… ¿qué quieres que te diga? No, no estoy en Morena. ¿Por qué orita me preguntas de la 4T? Hace más de cinco años que yo no tengo nada que ver con la 4T, ¿verdá? ¿Qué te diré? Ni opino, ni hablo, ni digo de la 4T. “Nadie, cuando me pasó lo que me pasó, nadie dijo nada. Ahora pues yo tampoco digo nada, ¿no? Yo luché toda mi vida en la izquierda, bueno, desde el SAI (Sindicato de Actores Independientes). La izquierda en mi vida viene de mi madre, era otonista. Yo estuve en todas las luchas, estuve en la del 2 de octubre del 68, y toda esta trayectoria no tiene que ver con la 4T. Yo seguí y sigo en la izquierda todavía. Eso es todo. Pero como tú bien lo sabes, nunca estuve en Morena y no estoy en la política. A estas alturas de mi vida para lo que yo les sirviera hablar de la 4T para lo que van a hacer, orita que están hablando o luchando por ver quién queda; desde luego estoy casi segura que va a ganar Morena, como cualquier simple mortal eso es todo lo que puedo decir de la 4T”.

- ¿Qué desea para el cine nacional hoy por hoy?

- Ay, pues que a mí me da mucha ilusión porque, fíjate, estas salas sí van a tener preferencia por el cine mexicano. Cuando promulgué la ley en favor del cine, que proporcionaba un raquítico tanto por ciento si bien no había de otra para ver cine nacional en las salas, entonces no tenía la izquierda los votos para haber sacado una ley como debiera de tener el cine mexicano.

Viene De 20

“Pero orita sí la tiene, ¿no? Hace veinte años que estuve allí. La cinematografía mexicana merecía desde hace muchos muchos años una ley; pero yo ya en eso no estoy. ¡Fíjate hace cuánto que no estoy en el Senado, no soy diputada, yo no estoy en nada! Soy una gente que estoy trabajando en lo que me queda de carrera, que tengo mi vida. Desde la pandemia he perdido las mejores amistades, Se me fue (Héctor) Bonilla, las amigas se me fueron, Margarita (Isabel) a quien quería tanto, se me fue Víctor Hugo Rascón Banda… casi no me queda ni un amigo de las proporciones que tenían los que se me murieron”.

- ¿Qué recomendaría a los cinéfilos mexicanos que la admiran, María?

- Que vean cine mexicano. Que esta generación representada a partir del día 15 con las nuevas salas que se abren proyectando un mes de cine mexicano, lo apoyen, que asistan, porque son cineastas, actores y gente que dio la vida con su trabajo. Y la siguen dando, porque no estamos hablando nomás de los que se fueron, hay muchos de la misma generación que continúan. Que vayan, apoyen, bien vale en la vida -que es larga la vida- encontrar dónde estás y luchar por tu trabajo, por tu vida y por tu felicidad.

La cita es a las 18 horas en la nueva Cineteca, en Churubusco y Miramontes, donde estuviera el llamado “back lot” de los Estudios Churubusco, el Cine Pedro Almendáriz, y hasta hace poco un complejo de cines comerciales concesionado al Centro Nacional de las Artes.

Para María Rojo, el cine es su celebración de “no cumpleaños”. Y es que de niña, cada 15 de agosto, la pregunta obligada en su casa: “¿Qué quería María?”, siempre tenía la misma respuesta: “Ir a comprar zapatos con mi abuela -los que yo quisiera, dorados, no esos modelos chatos de la escuelae ir al cine”. Hoy el cine “es mi celebración, mi felicidad, la fiesta de mi vida”. Al cine, dice, le debe todo: “desde conquistas políticas hasta amores…cuando quería conquistar a alguien, pensaba: ya verá cuando me vea en la pantalla”.

La NIña INVIsIbLE María Rojo no esperó la tercera llamada para nacer: nació antes de los nueve meses. Su madre, Águeda Incháustegui, había hecho un tremendo esfuerzo por contener siquiera el parto para que su hija naciera el día de las Marías y lo logró: la niña nació a las 00:05 horas del 15 de agosto de 1943.

Su evocación es dura: “El machín de mi padre, Roberto Rojo, hizo sus cálculos, dijo que si nací a los ochos meses y no sé cuántos días no era su hija, y decidió que no me quería ni ver”. Era la niña invisible. Cuando tenía apenas dos años, su hermana mayor enfermó.

- ¡Véngame a ver a mí, doitor, véngame a ver a mí! -gritaba María desde su cuna, pero el doctor Velasco, seguido por la familia, corrió directito a ver a su hermana.

Iba siempre con una de sus maestras al teatro, y sucedió que un día la niña que hacía de Caperucita (Roja, por cierto) enfermó. Enrique Alonso, director de El teatro del pequeño mundo, iba a suspender la función de Pinocho pipa contra el lobo tragalotodo. Asombrado, observó dudando a la pequeña de siete años que había visto varias veces la obra y que se plantó a decirle: “Señor, yo me sé todo, si quiere yo hago Caperucita”.

La función fue un éxito: “Yo me acuerdo que primero Alonso como que se secreteó con los actores ordenando que ‘si no se la sabe la callan’. Cuando llega al escenario el lobo ya caracterizado y anuncia que me va a comer lloré de verdad, grité, me desgarré… Entonces todos los actores se asomaron de entre bambalinas y Enrique Alonso le dijo a la gente: ‘Ustedes no lo creerán pero esta niña no era Caperucita: hoy nació una actriz’”.

Los aplausos cayeron. Enrique Alonso se hincó ante María y enfrente del público le dijo: “Yo no le quito el papel a nadie. Pero para ti voy a escribir uno especial: Chiquirritica”.

El domingo 5 de septiembre de 1954, en el Cine Versalles, se estrenó Un viaje maravilloso (la increíble aventura de Chiquirritica), con Alicia Montoya y Enrique Alonso. Encabezaba el reparto María Rojo.

Entonces dejó de ser transparente. Y qué decir cuando salió en la tele. Todos los mexicanos la vieron. Todos. Hasta su papá. Y su abuela materna. Como acostumbra decir María: “Ya verán cuando me vean”.

TEaTro FaNTásTIco

Tenía ocho años y soñaba despierta con bailar como Shirley Temple y Deanna Durbin, cuando sonó el teléfono. Su mamá contestó y repitió, muy sorprendida, en voz alta: “¿María de Lourdes Rojo Incháustegui?”.

Era un aparato negro de esos que se usaban en los cincuenta, empotrado en la pared. María brincaba y trataba de jalar el cordón para que su mamá volteara. Su distraída mamá solo repetía: “¿Quién? ¿La niña?”. A ver si ahora sí le creía. Ella ya le había dicho que había actuado en teatro (“ay, sí, María”), que la habían llenado de aplausos (“ay, sí, María”), ya le había dicho que Enrique Alonso la llamaría para el papel de Chiquirritica (“ay, sí, María, vete a dormir”).

Pero María dejó de intentar alcanzar el cordón umbilical (del teléfono y el suyo mismo) cuando escuchó la respuesta: mire, si la pobre niña no se puede aprender la tabla de multiplicar, menos podrá aprender un personaje, además trabajo de mañana y tarde y no tengo tiempo para enseñarla y acompañarla. La convencieron ofreciendo que los mismos actores se turnarían para escoltar a María.

Eran los primeros años de la televisión, tótem moderno que nació en 1950 y que poco a poco se apoderaría de la vida del mundo, tanto que hoy en muchas casas de la clase media, tiene hasta su propia habitación: “el cuarto de la tele”.

Y llegó el “Teatro Fantástico”, teleteatro patrocinado por el “Chocolatote Express” de la fábrica de chocolates La Azteca, dedicado “a los niños, a los papás de los niños y a los papás de los papás de los niños”, según anunciaba su protagonista y creador Enrique Alonso.

En el primer capítulo María Rojo, la “Chiquirritica”, le da su jarabe al muñeco Cachirulo y éste se bebe todo el tónico hasta crecer y convertirse en el muñecote Cachirulo, héroe de “Teatro Fantástico” que a partir de ese instante haría historia en la televisión mexicana y en el que María actuó muchos papeles durante 18 años.

La prensa la calificaba entonces como “un milagro de intuición, sensibilidad y aptitudes histriónicas para una niña de 9 años”. Su éxito mayor vendría poco después en el papel de Rhoda (que alternaba con Angélica María), una pequeña asesina en la obra de teatro Mala semilla: “En Nueva York -dice una reseña periodística de 1956- en el tradicional Teatro de la Calle 46, Mala semilla, del famoso autor Maxwell Anderson ha batido todos los récords de taquilla de los teatros de Broadway… en México Mala semilla mejor interpretada y mejor presentada que en Nueva York ha alcanzado un triunfo mucho más grande y de mayor consistencia, pues además del éxito indiscutible de la obra como pieza teatral, ha originado un acontecimiento de esos que sólo podemos presenciar y admirar cada diez o veinte años (el nacimiento de cuatro estrellas: Rita Macedo, Angélica María, María Rojo y el director Jesús Valero)”. La misma nota describe a María como “deslumbrante actriz dramática de 9 años, quien en su maravillosa creación de Rhoda sorprende y arrebata por su arte magnífico y su temperamento, superando a las más grandes artistas dramáticas que hemos visto en muchos años”.

Cuando su madre vio Mala semilla sentada en su butaca, con su abuelita, le decía: “¡Pellízcame! ¿Esa es María? ¿La misma a la que le dices ve por esto y regresa y te contesta ‘qué me dijiste que te trajera?’. ¿La que en vez de iglesia dice ‘inglesia’ por la dislexia? ¿La que todo lo decía mal…? ¡Es que es María!”. Recuerda la actriz: “No lo podían creer…”. El exitoso debut consta en un álbum que guarda María, de grandes hojas color sepia, donde su madre pegó los recortes de crónicas, entrevistas, críticas doctas y frívolas, fotografías y autógrafos que se desbordan en elogios al personaje de la “niña candorosa con alma desalmada”. De su primer homenaje, dice un recorte del 25 de noviembre de 1955: “Suponemos que el público va a volcarse en el Teatro Fábregas el día de hoy, para hacer justicia a la adorable chamaca María Rojo, que recibirá un doble homenaje por su triunfal desempeño en el drama Mala semilla.”

En Escaparates nocturnos, un reseñista que firma como El Schubert escribe: “En el Teatro Fábregas, el viernes pasado, fue objeto de rendida pleitesía la formidable actricita María Rojo Incháustegui”.

En un pie de foto del mismo álbum se lee: “La chiquilla María Rojo ha demostrado en Mala semilla una sensibilidad, una seguridad en la escena y una como siniestra personalidad (adecuada al papel) que verla actuar es un placer”. Fausto Castillo resalta que “la chiquilla María Rojo: tiene toda la indiferencia del asesino nato para el sufrimiento ajeno y toda la feroz inquietud cuando de él se trata. La chiquilla está realmente emocionante”.

Todos coinciden: “Extraordinaria actriz niña”, “niña prodigio de las salas mexicanas”, “angelito de alas blancas que actúa extraordinariamente bien. Todo un nuevo y brillante valor”. “Me dormía diciendo: duérmete María, pues ya ni modo, si ya mañana haces el ridículo, te pasa algo o se te olvida todo, te caes o algo, te matas y ya. Nunca me maté, por supuesto”.

Destaca en el mismo álbum una crítica de Lautaro González sobre un programa de “Teatro Fantástico”: “La niña María Rojo (la extraordinaria intérprete de Mala semilla) dio su cátedra semanal de buena actuación al 99.99% de nuestras ‘estrellas’… lástima, porque su ejemplo no servirá a nadie de nada -agrega- ya que no se trata de un producto de academia alguna, sino que es otro de esos raros casos de intuición interpretativa, al margen de toda lógica pedagógica… y lástima, porque ejemplos como el suyo dan la razón a los más rígidos estetas cuando afirman que: el arte no se hace, NACE.”

Sus compañeros actores le dedican fotografías, como Alicia Montoya, hija de la venerada María Tereza: “Para María, mi lucerito de hoy, con la seguridad de que será la estrella de mañana”.

Y por fin llega a su vida el cine, cuando es invitada a actuar con Luis Aguilar, Ana Luisa Peluffo y Emma Roldán en la película de Rafael Baledón: Besos prohibidos (1956). No fue lo que uno imagina: sufrió las luces, las poco glamorosas condiciones en que se filma, y al mirarse por primera vez en la pantalla grande tuvo ese despeñamiento existencial que todos sentimos cuando nos vemos desde tantos ángulos hablar, movernos, caminar frente a la inquisitiva cámara, en vez de enfrentarnos a ese fiel rostro que nos mira solo de frente y con tanto cariño todos los días en el espejo.

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