miguel betancourt
del silencio al color
2021
Casa de la Cultura Ecuatoriana Camilo Restrepo Guzmán Presidente Nacional
Patricio Herrera Crespo
Director de Publicaciones
Del silencio al color
© Miguel Betancourt Primera Edición–CCE–2021 ISBN: 978-9942-34-064-1 Textos: Sonia Kraemer Prólogo: Leonardo Valencia Portada: La niña Mafer, 2000, Técnica mixta sobre arpillera, 133 x 90 cm Coordinación de diagramación: Max Rompo Asistencia de diagramación: María Pilar López Spada, María Cecilia Cabrera y Alejandro Pippa Ajustes de diseño y retoque fotográfico: Santiago Ávila S. Créditos fotográficos: Frank Sánchez, Diego Granja, Iván Mejía, Ikono, Kira Tolkmitt, Imago Mundi, Vivian Bibliowicz, Carlos L. Ríos (Menda), Tristán Salas, Christoph Hirtz, Changhun Lee, Carlos Sotomayor. Miguel Betancourt www.miguelbetancourt.com @miguelartb miguel@miguelbetancourt.com
Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Dirección de Publicaciones Avs. Seis de Diciembre N16-224 y Patria Telfs.: 2 527440 Ext.:138/213 gestion.publicaciones@casadelacultura.gob.ec www.casadelacultura.gob.ec Quito-Ecuador
miguel betancourt
del silencio al color
Textos de Sonia Kraemer
presentación La Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión abraza al arte maduro y singular de Miguel Betancourt. Rinde homenaje a su vida y a su percepción pictórica que oscila entre un figurativismo abrumante que se balancea sobre el abstracto, así como el prisma geométrico y un inextricable expresionismo. Y es que nada queda igual en la pleura más íntima después de abordar su obra. Hace anomia, caos en el espíritu, para luego concitar la paz y llegar a lo que Miguel busca en sí mismo: volver al mundo de la infancia, de los sueños, de visiones fantásticas, donde se entrecruzan los hábitats ecuatoriales y su arquitectura prehispánica, colonial y moderna, sus piedras y muros, pero también los árboles, jardines, altares, personajes festivos y cotidianos, pájaros y toda forma de vida. El manejo del color es potente y armónico y su vaivén constituye una sintaxis poética. Cuarenta años de creación incesante, donde su espíritu indaga las profundidades del ser y su relación con el entorno, donde se encuentra consigo mismo en su edad primera y en la realidad onírica. Su maestría radica en crear esos universos y conseguir que los espectadores ingresen a él, para encontrar armonía y regocijo. La Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión agradece a Miguel por su entrega, por dejar al país un legado extraordinario. Es nuestro deber presentar en este libro su trayectoria en la plástica nacional y que, desde hoy, está a disposición del Ecuador y del mundo, como un tributo a su nombre, a su obra y a su vida. Camilo Restrepo Guzmán PRESIDENTE NACIONAL CCE
prólogo
P. 10
el árbol y el paisaje
P. 14
arquitectura
P. 76
personajes y postales
P. 134
virgen de quito
P. 174
ninfas y la mirada del pintor
P. 188
mnemografías
P. 210
imágenes a trasluz
P. 228
arte pictórica
P. 230
imago mundi
P. 244
biografía
P. 246
lista de obra
P. 254
En la página opuesta: Miguel Betancourt en los techos de una de las iglesias de Quito, 2009
Por Leonardo Valencia
Quisiera empezar por una línea. Cuando la línea vibra y se repite surge la primera mancha que se convierte en sombra. Toda mancha es cúmulo de líneas: primera aparición del color. En uno de los recuerdos de infancia de Miguel Betancourt hay un cúmulo de líneas: “Siempre recordé la puerta de la escuela, vieja y despintada, donde todos rayábamos y escribíamos. Éramos coautores de un palimpsesto”. Dice palimpsesto, es decir: grabado nuevamente, grabado otra vez sobre un dibujo previo, superposición sobre lo trazado. Un palimpsesto es un manuscrito inscrito dos o más veces. Un rebeldía contra la pretensión de originalidad. Hacia allá vamos, hacia el palimpsesto. * Pero yo digo una línea. Empiezo por lo más sencillo. Ya llegaremos a la dificultad conceptual del palimpsesto. Ahora quiero que vean una línea. Pienso –veo– esa alargada figura de Botticelli que Betancourt reproduce en Aparición de Venus (2010). Más allá de los significados y enigmas de sus figuraciones, Botticelli perfilaba sus figuras humanas con una delicada línea negra. Así, el cuerpo brilla remarcado, claramente delineado, pero también aislado del resto del cuadro. Betancourt invierte el proceso: solamente toma la figura de Venus, traslada el tono de piel al fondo y el cuerpo de la mujer asume una tonalidad marina, levemente verdosa, pero sobre todo las líneas torneadas del cuerpo empiezan a vibrar y entran en ella. Las manos tiemblan con unas líneas blancas, como si estuviera palpando en las yemas de los dedos el ardor del cuerpo, y el ojo derecho tiene un color rojo. ¿Qué es este vibrato? ¿Por qué aludo a un término acústico para referirme a un campo pictórico? Veo el también vertical Hombre sentado II (2009).
pintor en metamorfosis Hay una alusión a otro artista, esta vez contemporáneo, Giacometti, con sus figuras alargadas y vibrantes, como si en su quietud no pudieran quedarse inmóviles y una tremolación las sacudiera desde adentro. Esta perspectiva móvil de desplazamientos en metamorfosis vienen desde antes, como en el gouache sobre papel de 1990, titulado Transfiguración del danzante y llega a Formas de una nereida (2004), y la amplia serie de reelaboraciones de la infanta Margarita y las meninas de Velázquez realizadas entre 2016 y 2018. * La obra de Betancourt plantea un reto propio de nuestro tiempo y que los artistas de talento desbordante problematizan con la impronta que dejó Picasso: la dificultad de unificar un estilo cuando estallan decenas de ellos. A esto se añade que Betancourt, sin rehuir a la figuración y los paisajes, no se limita a ellos, no se somete a la reproducción figurativa documental, como tampoco se rinde a un motivo único, lo que lo convierte un pintor que elude un relato único. Es decir, elude una única línea. Se apropia de todas. Las narra en simultáneo. Cuerdas de guitarra cromática. De ahí el vibrato, de ahí los límites perpetuamente en movimiento que los colores desbordan con su rebeldía viva, como si Betancourt entendiera, con esa sabiduría de los pigmentos, que cuando la pintura se perfila en figuraciones nítidas queda subyugada por una narrativa de representación. No es que las eluda ni las niegue. No se rinde a ellas. Eso permite un gozo en el color, en el movimiento, en la variedad enciclopédica de sus motivos y que exigen detenerse para sentir ese vaivén proteico, esa música que rompe límites estancos. De ahí la dificultad de recordar una imagen estática en Betancourt. Lo que imprime en la memoria
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es el movimiento del color. La dinámica de la acuarela y la tinta china, en apariencia materiales menores frente al prestigio del óleo y del acrílico, no es menor en su trabajo, y probablemente allí se encuentren algunas de sus obras maestras por esos materiales diluidos, que realzan su disolución, su dispersión, su ondulación, su abanico de aperturas que se sobreponen sobre las líneas para ponerlas en movimiento. * La línea empieza a vibrar. Escuchamos. En las obras de Betancourt los colores hablan por encima del discurso de las figuras, de las referencias, de los motivos históricos o nacionales, míticos o culturales, por encima incluso de ese recorrido de sus fuentes, que van de Velázquez a Picasso, Klee o Bacon, todos artistas que rompen la línea, sea por la trepidación de las perspectivas, por la inestabilidad estética, por la minúscula cuadratura desbordada, por las rasgaduras de la carne. El pintor nos tiene habituados a sus relecturas de la tradición pictórica de Occidente y bastará un primer vistazo a este catálogo para reconocer de inmediato los diálogos que ha entablado. No son fácilmente asibles los motivos en Betancourt. A su manera, huye del discurso, huye de una lectura única. Pintor letrado, apuesta por las riquezas de la ambigüedad. De ahí el palimpsesto, el manuscrito de capas sucesivas que pone un relato sobre otro relato hasta fundar un coro de historias que necesariamente tienen que dialogar entre sí, no tanto para dejarnos una trama y una moraleja, sino un concierto de voces. Pone a temblar los límites de las formas como si en ellos hubiera un riesgo mimético de una identificación simplificadora. El color, en cambio, libera, sacude los muros, exalta el diafragma del iris y da dignidad al ojo, en sí mismo rico en pigmentos. Enseña a leer, enseña a ver. El elusivo relato desdibujado por la coloración viva y en movimiento en Betancourt está siempre en metamorfosis. Tiene su música propia. Esta es la dignidad de la pintura que no cae en los vacíos de la abstracción ni en las dependencias unívocas de lo figurativo, pero asume la riqueza de ambos mundos. Pintura en metamorfosis. Pintor en metamorfosis. Una línea no basta para definirlo. Pero señala la transformación en movimiento.
Quito, 23 de febrero de 2021
Aparición de Venus, 2010 Hombre sentado II, 2009 Formas de una nereida, 2004
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En la página opuesta: Luz de la noche, 2004 Árbol con imagen, 2010 Tótem, 2000
El árbol es un tema recurrente, que ha mutado a través del tiempo en la obra de Betancourt. Cada uno de estos árboles representados por el artista tiene características propias; encarnan la idea del árbol, el arquetipo, pero en cada versión es otro, evoluciona, pervive como un ente vegetal que simboliza para la cosmovisión andina y prehispánica la unión de los mundos y el eje de la vida. El árbol axial comunica el cielo y el inframundo. Pone en relación lo ctónico, la madre tierra y lo uránico, lo celeste. Su crecimiento que asciende hacia el cielo encarna la verticalidad misma y también representa la evolución vital de la materia hacia el espíritu, esto puede verse claramente en Morada de los pájaros (1996) o Agua lunar I (1996). Por ello, el artista lo asocia con el ascenso a lo sagrado. Un acercamiento a la vida vegetal de esta región andina que rodea omnipresente el recuerdo y mi vida actual, no sólo como motivadora, sino también como indicadora de mi derrotero. Es esta naturaleza que con sus texturas, geometrías y colores inunda mi imaginario a través del árbol, elemento simbólico poblado siempre de aves, flores y de alusiones a esencias culturales inherentes1.
Pero el símbolo no se agota, también representa la evolución cósmica: muerte y regeneración perpetua; lo cíclico, las hojas mueren cada año y surgen nuevas. En él subsisten todos los elementos, el agua que lo alimenta, y también la savia que recorre sus ramas; la integración con la tierra a través de sus raíces, el aire que recorre sus hojas, el espacio entre ellas y el fuego que surge del frotamiento de la madera.
el árbol y el paisaje En Árbol y pájaros (1996) el cuadro es símbolo de la vida misma en evolución perpetua; se siente la frescura del viento en un espacio donde las aves fluyen y llegan silenciosamente al árbol, de verde follaje. Recuerda al poema de Jacques Prévert: A veces el pájaro llega rápido pero también le puede llevar largos años tomar la decisión No desalentarse Esperar esperar si hace falta muchos años la rapidez o la lentitud que le tome al pájaro llegar no tiene ninguna relación con el éxito del cuadro (…) esconderse detrás del árbol sin decir nada sin moverse… Cuando el pájaro llegue si llega guardar el más profundo silencio2.
El árbol representa asimismo lo uno y lo múltiple: del tronco salen las ramas; el follaje viene de la unidad. El tronco es una imagen que implica la unión de los contrarios, una especie de androginia natural: es falo y matriz de la vida. Por ejemplo, Adonis nació del árbol de Mirra según la mitología griega. Su tala representa la castración, pero, al mismo tiempo, es un símbolo femenino porque surge de la madre tierra y produce frutos; es además protector, con su sombra, como una madre, como puede percibirse en Mujer y árbol (2015). Asimismo, en la Biblia aparece considerablemente este símbolo. En el Génesis se alude al árbol de la vida y también al del conocimiento, o de la
1. Betancourt, M. Texto personal inédito para exposición en Austria, 2014. 2. Prévert, Jacques. “Retrato de un pájaro: cuatro poemas de Jacques Prévert”. Hablar de poesía, https://hablardepoesia.com.ar/2018/02/04/ retrato-de-un-pajaro-cuatro-poemas-de-jacques-prevert/
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ciencia del bien y del mal, del cual comen Adán y Eva su fruto, lo que da como consecuencia la Caída (Gén. 2, 9). En el libro de Proverbios se habla de la sabiduría comparándola a un árbol: “Ella es árbol de vida para quienes la abrazan” (3, 18). En el Nuevo Testamento representa también a Cristo: árbol de la vida que prefigura la cruz que trae consigo la redención de la humanidad. Por su parte, para el budismo, el arquetipo del árbol representa aquel llamado del Boddhi, bajo el cual se sienta el Buda Siddharta Gautama entiende la verdad y alcanza la iluminación. La naturaleza siempre está presente en las pinturas de Miguel Betancourt, y no podría ser de otro modo, ya que Ecuador es uno de los países del planeta que presenta una mayor diversidad de especies a pesar de su área tan pequeña. Hoy se les denomina hábitats megadiversos. La selva, el bosque nublado, el páramo, los volcanes, la costa, cada uno de estos rincones han sido admirados por viajeros y exploradores memorables como Humboldt. Cada ecosistema es un tejido que abarca las más disímiles especies formando una trama exquisita y compleja en delicado equilibrio. Betancourt indaga acerca de su identidad, el sincretismo de su cultura y la memoria colectiva a través de la deconstrucción del paradigma del paisaje, armonizando entre lo figurativo y lo abstracto. Muchos de estos paisajes se configuran como si estuviésemos ante la presencia de lo sagrado, un entorno mítico que convive entre la realidad y el sueño. En algunas obras emergen imágenes antropomórficas, que en ocasiones parece tratarse de ancestros, figuras míticas que habitan ese espacio intermedio entre la vida y la muerte, o seres antropozoomorfos que se enmarañan en los contextos vegetales o urbanos como presencias más allá del tiempo, espíritus inmemoriales, deidades primevas. Asoma la presencia del tótem sagrado camuflado en el paisaje como en Relieve en amarillo (1989), Árbol de máscaras I (2008) o Tótem femenino (2010). En Tallo negro (1993) y Personajes de la jungla (1996) hay, sin duda, alguna reminiscencia a la obra Wifredo Lam. Esa coexistencia del mundo objetivo y del mundo mágico crea otra dimensión en la obra que la hace muy latinoamericana, aun-
que esté cimentada en los lenguajes de las vanguardias europeas. El artista instaura una zona fronteriza entre lo real y lo imaginario, plagada de visiones alucinantes y sugerentes; esto sucede en Mujer caracol (1998), un díptico que representa una ciudad mítica que pareciera estar sostenida sobre una burbuja por una mujer o diosa que le insufla la vida y cuyos pies parecen casi escamas. Aparecen seres camuflados por doquier, como un pez pájaro o un caracol y la presencia de ojos escondidos y rostros le carga de misterio. Los colores son libres, sobre todo fluyen los tonos pastel: celeste, rosado y amarillo, una paleta muy amplia. Las montañas enmarcan muchas de sus pinturas: los Andes son el eje del Ecuador y son símbolo del centro del mundo, como se evidencia en Contrapunto con árboles y montañas (2010). Su altura, que se aproxima al cielo, se acerca a la trascendencia del espíritu, y al mismo tiempo simboliza la permanencia, firmeza e inmutabilidad. El ascenso a la montaña tiene que ver con el autoconocimiento, conducir al ser humano a la cima de su perfeccionamiento, tal como lo planteó San Juan de la Cruz cuando desarrolló la metáfora del camino de crecimiento espiritual en su libro Subida al Monte Carmelo. Representa la unión del cielo y de la tierra, imagen del centro y del templo asimilado a la montaña. Para la cosmovisión prehispánica mesoamericana la montaña es el origen de la vida, una olla llena de agua. Esta explosión de lo natural se intensifica con el color, matices vibrantes que son pura luz y aluden a la mitad del mundo, donde los rayos solares llegan incansables y perpendiculares cada día por doce horas casi exactas. Los colores intensos y contrastantes pueden recordar a Gauguin, o a los fauvistas Matisse, Derain o Duffy, sin embargo, la luz en esta parte del mundo es así de dramática, contrastante. También los colores de los textiles andinos y centroamericanos, como aquellos del Museo Ixchel del traje indígena en Guatemala han iluminado su paleta. El color rebosa los límites de la visión hasta casi enceguecernos, así que no estamos hablando de una postura teórica sobre el color, sino la autenticidad de ser intrínsecamente andino y del trópico, de vivir bajo esta luz cada día.
Tallo texturado, 2007 Hoja de maguey, 2012
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Sendero con brumas, 2019
Nueva versión de ventana azul, 2019
La natura es un templo, 2018
El río, 2014
Tallo negro, 1993
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Llama vegetal, 1995 En la página opuesta: Jardines y cercas, 1992
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Estelas delante de un cráter, 1993
Tallos de color, 1992
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Tallo amarillo, 1994
Velero y montaña, 1994
Materia resplandeciente, 1993
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Ciudad mujer, 2015 Gótico tropical, 2019
Guápulo y persiana roja, 2014
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Anudaciones, 1985
Personajes de la jungla, 1996
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En la página opuesta: Pintura, 2003
Quito marrón, 2014
Desnudo y árboles, 1995
Reverdecimiento, 1994
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Floresta umbrosa, 1995 La región de los cholanes, 1995
Escena con viento, 2015 Rememorando a Cézanne, 2018
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El paraíso está en los Andes, 2009
Adán, 2009 Eva, 2009
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Obsidiana y lava, 2007 Inundación del rojo, 2007
Ilusión de abril, 2011 Árbol de letras, 2001
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El volcán, 2015
Contrapunto con árboles y montañas, 2010
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Árbol en la mitad del mundo, 1993
Árboles intangibles, 2007
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Bosque rosa, 1995
Otoño, 1995 Paisaje de la serranía, 1993
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Composición con helecho, 2020
Tótem verde, 1996
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Mujer y ábol, 2015
Vibración en los Andes, 1991
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Búhos empujando al crepúsculo, 1996 Árbol y pájaros, 1996 Agua lunar I, 1996 Idilio en el árbol rojo, 2009
Morada de los pájaros, 1996
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Políptico intercambiable, 2013
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Tronco azul, 2008 Ideas formadas en el fuego, 2008
Árbol rítmico, 2005
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Tótem femenino, 2010
Árbol de máscaras I, 2008
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Monte y árbol, 1994
Del monte en la ladera, 1994
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Noche y agua, 1998
Pájaros de la encina, 1995
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La Montaña y el Árbol, 2010
Árbol de guabas, 2015
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Espejo azul, 1993
Ojival, 1993
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Fondo cárdeno, 1998 Lago de fuego, 1992 Motivo oriental, 1992
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Fragmentos, 2008
Ventana roja, 1992
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Los sonidos de la puerta, 1985 Misiva en la puerta, 1985
Quipus, 1985 Nudos sobre un muro, 1985
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Paisaje caprichoso, 1987 Paisaje y surcos, 1986 Surcos en San Juan, 1991
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Amanecer y atardecer I, 2001
Amanecer y atardecer II, 2001
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Ojo de buey I (interior), 2015
Ojo de buey II (exterior), 2015
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En la página opuesta: Piedra andina, 1999
La aproximación a la arquitectura vernácula invariablemente refleja una melancolía del carácter de los pueblos andinos; las casas de adobe y la ciudad colonial con sus iglesias aparecen representadas en numerosas obras del artista. Esa luz inflexible y las tonalidades ocres que se atemperan en las evocaciones de las costumbres de un tiempo más desnudo, de instantes diáfanos que se disipan en el silencio. Las grandes residencias coloniales que encierran y enmarcan la mirada, su tipología, la casa de patio, techos y aleros de teja, los tapiales hendidos, tal como vemos en Nudos sobre un muro (1985). Por su parte, la arquitectura barroca, sus volutas, sus detalles decorativos y sinuosidades dan pie a la asociación libre con lo selvático de la naturaleza en el trópico. En Piedra y firmamento y en Secuencia para un film (ambas del 2005) representa detalles de la iglesia de la Compañía de Jesús de Quito, ícono arquitectónico barroco de la ciudad. Detalles de la fachada, el remate, los arcos, las pilastras; en la otra, aparecen detalles del interior, un boceto que altera la perspectiva de la cúpula y el retablo. Con trazo nervioso, expresionista, hace uso del gesto, casi caligráfico, experimental. Por su parte, la acuarela titulada La plaza (2020) remite a la imponente fachada de la iglesia de San Francisco de Quito erigida sobre piedras aborígenes y su gran plaza llena de gente, de ciudadanos anónimos. Este espacio de más de 8000 metros cuadrados es la más grande del centro histórico de la ciudad y solía ser el mercado en la época colonial y prehispánica, el tianguiz. Hoy también es espacio de congregación de ciudadanos en actos públicos y manifestaciones. En esta interpretación en acuarela sobre papel de arroz de colores
arquitectura vibrantes aparecen ojos en las torres, en la arquitectura, como si las piedras pudieran ser testigos de lo que allí sucede. La arquitectura puede apuntar tanto a lo monumental como a lo íntimo, como en Formas suspendidas (1991) la pequeña casa del barrio con ropa colgando por los balcones, el alero y la ventana que sugiere el espacio interior. La casa de patio que mira hacia dentro. El cielo chorrea su azul en breves gotas y al mismo tiempo el sol es la única presencia afuera de la intimidad de la casa la infancia, la reminiscencia del pasado, la nostalgia. También en Sol que pinta (1991) aparece el cielo blanco azulado, donde toda la luz de la mitad del mundo se concentra, el sol está oscuro de tanta luminiscencia y es cegador, se muestran dos casas, sus portales resguardan la intimidad de los momentos privados. Esta obra es una de las muchas versiones que interpretó Betancourt, sobre todo en acuarela, de la Callejuela de Delft de Vermeer. Un fragmento de un paisaje del pueblo se observa en Aldea (1990), atisbos de unas viviendas y un vehículo estacionado, un cartel, en una calle sin nombre y sin gente. La deconstrucción geométrica, casi cubista de la urbe en el momento nocturno desolado, y su reflejo en el agua de un añil profundo. En cambio, en Ciudad a orillas del río azul (1990) son múltiples las perspectivas de la ciudad y el río que se observan desde arriba y desde el lado, una visión multifocal. La mirada es de un realismo intelectual donde contrastan los colores: violetas, rojos y naranjas, tonos intensos que compiten entre sí. Igualmente, en el óleo Ciudad con islas (2013) también observamos la ciudad a vuelo de cóndor, desde arriba
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se revela el trazado, fragmentos de los techos y de las ventanas en tonos intensos: celeste, rojo, naranja, amarillo y verde. Se percibe un toque de la rusticidad del cáñamo, esa textura agreste que contrasta absolutamente con unas palabras pegadas en collage: “Italian coffee”; la marca recortada de un costal de café italiano, la globalización dentro del color local en algún rincón de la ciudad colonial. La pintura expresiva goteada al modo del expresionismo abstracto como trazos nerviosos y breves. Una especie de laberinto se representa en Luz de luna (1998), ya que sugiere ser una ciudad amurallada en sí misma, una espiral, un mandala… evoca a la obra de Remedios Varo, denominada Tránsito en Espiral, de 1962. Esta ciudad laberíntica pareciera conducirte al centro de esa forma helicoidal donde hay un edificio, aparentemente un recinto sagrado, una iglesia con una torre. Predominan los tonos vibrantes: el rosado y el fucsia, el verde, el amarillo y el naranja. Hay fragmentos de muros defensivos almenados en el silencio de la ciudad fortificada y abandonada. Por otra parte, hay en este artista una obsesión por el estilo gótico, a pesar de que en Latinoamérica solo hallamos muestras de un neogótico, como puede verse en la Basílica del Voto Nacional, en Quito. El arco ojival tiende al cielo, los vitrales magnifican la luz y la colorean, esa espiritualidad es profundamente sensorial. En su serie Selvaojival (sic) (1992), sus obras se relacionan con el gótico europeo pero americanizado, en palabras del artista “yo lo llamo gótico americano”. La primera vez que el artista pisa Europa, en 1987, lo que más le impresiona son estas construcciones góticas que miran al cielo. Obras del s . xiii le movieron el alma, le generaron un gran impacto. Sus obras al respecto no son copias literales, ni tampoco ilustraciones, sino una interpretación muy personal del arco ojival, del juego de la luz que el rosetón gótico emana, o de los vitrales, algo que no había visto en Latinoamérica. La inmensidad y la desnudez de la estructura de esas catedrales de piedra, construidas sin cemento, ni aglutinantes y que se han mantenido en pie desde entonces. En la catedral gótica hay una estilización y una sobriedad, a diferencia del Barroco. En Noche a punto de deshacerse (1992) se observa ese juego de la luz
del vitral, la luz sacralizada, el espacio interior coloreado que da ese ambiente único que se percibe en la catedral gótica en todo su esplendor. Asimismo, destacan las construcciones prehispánicas y la presencia viva de la piedra, el material por excelencia, como puede verse en Ciudad del sol y la luna (2000). Este políptico permite al espectador rearmar cada módulo a su gusto, creando la obra y recreándola cada vez como un acertijo. Remite a las ruinas incas, a las pirámides alineadas con el cosmos, a las escaleras sin fin, a las piedras asombrosamente unidas, consolidadas como un rompecabezas colosal. Aparecen palabras: “muro entretejido, laberinto, Ingapirca”, son fragmentos de la memoria, recuerdos de postales, de cuadernos de viaje, fotos antiguas que se van enlazando con nuestras evocaciones, lo conmovedor del pasado, de la ruina. Muros indiferentes de piedras bajo el azul del cielo que lo inunda todo, un cielo nocturno, único testigo de la ruina deshabitada. El templo reposa bajo el cielo, la luna o una estrella observan los vestigios de lo que fue sagrado en el pasado y hoy solo olvido o acaso memoria. La huaca es la representación de la montaña sagrada, los muros geometrías hieráticas, es el laberinto del pasado. Aquí podemos encontrar una asociación hacia artistas como el uruguayo Joaquín Torres García o el argentino Xul Solar. En Lenguaje de agua y Río de fuego, ambas obras de 1997, también aparece representado el centro ceremonial Ingapirca (inga: inca; pirca: pared) ubicado en la provincia de Cañar. Estas ruinas son el vestigio más significativo de la cultura inca en todo el Ecuador. Destacan el muro y las ventanas trapezoidales, en una visión especular y doble, donde especialmente cambia el color, tonos fríos y cálidos, el agua y el fuego. De sus viajes para ver la arqueología de este lugar del mundo, Sudamérica, Betancourt ha desarrollado un arraigo profundo y un estremecimiento ante las ruinas de una gran cultura; construcciones de un imperio del que ahora solo quedan maravillosos vestigios que observar, como vemos en Intihuatana (1999) o en Memoria del tiempo de la osidiana (1999) que se aproximan a una visión fragmentaria de la arqueología, escaleras que conducen al cielo, y el sol omnipresente como una espiral en medio de todo.
Ciudad que flota en la memoria, 1987
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La forma escalonada, las ventanas trapezoidales de los templos, el Intihuatana para atar el sol, han sido algunos de los elementos que afloran en mis pinturas. Para el ojo sensible del observador allí puede entreverse: Machu Picchu, Sacsayhuaman, Ingapirca, templos erigidos por las manos de formidables canteros de América del Sur1.
En Visiones desde arriba II (1999) en los fragmentos de las ruinas, de los bloques de piedra en tonos que se acercan más al sepia, parecen aflorar rostros zoomórficos incrustados en las rocas como fósiles de los dioses del pasado o de los ancestros. Hace alrededor de cuarenta años, Miguel Betancourt observó un quipus en la reserva del Museo Jacinto Jijón de la Pontificia Universidad Católica, este misterioso código lo conmovió y le inspiró a crear, en 1985, una exposición titulada “Las Puertas, los Muros y los Hilos”, cuyo personaje era el tiempo y sus huellas. En Quipus (1985), nos muestra este código hecho con cuerdas y nudos, una clave para registrar asuntos contables y tributos pero que para algunos estudiosos incluso llega a ser una protoescritura que nunca llegó a ser comprendida por los conquistadores españoles. Los khipu kamayuq, administradores del Imperio Inca, eran los únicos capacitados para comprender esta complicada codificación y delegados para poder manifestar su mensaje, por lo tanto, los quipus aún guardan secretos, memorias del latir del tiempo prehispánico. Habitualmente, el artista ilustra una representación deconstruida de la perspectiva aritmética renacentista, hay claramente una transgresión del
espacio naturalista. La composición de estos paisajes urbanos se desarrolla con una fuerte geometrización y le deben mucho al cubismo analítico, particularmente a Picasso, pero también sin duda a la estructura y color de los tapices prehispánicos: las suturas de las obras en el soporte narran la síntesis de su historia en la trama y la urdimbre. Para las culturas aborígenes el mundo es un cuadrado como el Tahuantinsuyo. Yo veo el paisaje andino como un gran pañuelo dividido en recuadros geométricos. Así son los cerros, los campos, los montes. Creo que ahí está el origen de este método de composición 2.
Esta descripción de Betancourt puede reflejarse en obras como Ciudad que flota en la memoria, o Entre dos ciudades (ambas de 1987). Al mismo tiempo, otras obras apuntan un poco más hacia una desenvuelta mancha cargada de espontaneidad: He pretendido en esta serie retomar la temática arquitectónica con líneas y trazos espontáneos (…) visiones urbanas pletóricas de líneas enérgicas y texturadas, no exentas de vibración y ritmo (…) se inserta la ciudad y su modernidad, encaramándose en las alturas de los Andes, flotando entre las nubes y cielos abiertos 3.
Para algunas de estas series de pinturas inspiradas en Quito da preponderancia a las texturas y a lo matérico, al cáñamo o incluso a la utilización de algunos elementos hallados en la ciudad tales como la arena o la ceniza volcánica.
1. N. de la A. Conversación personal con el artista. Septiembre, 2020. 2.Michelena, Xavier. “Las secretas razones del oficio. Conversaciones con Miguel Betancourt.” Betancourt, editado por Michelena, X. y A. Querejeta, Paradiso, 1996, p. 31. 3. Betancourt, M. Texto personal inédito para exposición en Austria, 2014.
Reminiscencia del Tomebamba, 1987
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La noche y el día, 1986
Entre dos ciudades, 1987 Quito nocturno, 1983
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Nostalgias imperiales I, 1999
Nostalgias imperiales II, 1999
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Rojo pedernal, 2000 Techos y fachadas rojas, 2016
Cielo de Quito, 2010 Quito a la luz de la luna, 2013
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Magnífico furor, 1999
La nueva ciudad de Quito, 2013
89
Interior rojo, 1996
Pórtico triunfal, 2000
91
Correspondencias, 2017 Río de fuego, 1997 Lenguaje de agua, 1997
93
Luz de luna, 1998 Formas en la ventana rosa, 1993
Ciudad a orillas del río azul, 1990
95
Desayuno al aire libre, 1993
Memoria del tiempo de la obsidiana, 1999
97
Calle de Quito, 1996
La estación, 1997
99
Formas suspendidas, 1991
Aldea, 1990
101
Interior con ventana gótica, 1988
Mila, 2015
103
Puerta 13, 1985
Atardecer en el castillo, 2014
105
Ciudad con islas, 2013
3 visiones de Quito, 2018
107
Ingrapirca y los enigmas, 2017
Mujer caracol, 1998
109
Apariencia de la montaña, 2013
Atardecer tropical, 2014
111
Silueta revolotendo en una ventana, 2019
Sol negro, sol amarillo, 1990
113
Intiwatana, 1998
Visiones desde ariba II, 1999
115
Barrio de Quito, 1996
Frente al volcán, 1999
117
Canoa, 1992 Calle pricipal y casas con ojos, 2004 Calle vacía, 2007
Símbolos mágicos, 2004
119
Paisaje en movimiento, 1984
Copa de un árbol con insectos, 2009
121
Ventana y cielo, 2019
Templo circular, 1998
123
En la página opuesta: Entrada al paraíso, 1997 Cuidad del sol y la luna, 2000 Platón, 2000
125
Exterior lila, 1989
Ciudad flotando, 1989
127
Sol que pinta, 1991
Resplandor, 1990
129
Masada, 1998
Muro apostillado, 2015
131
Barrio de San Blas, 2017
Labrado sobre piedras azules, 2017
133
personajes y postales
Esbozo, 2009 Hombre sentado I, 2009 Figura en su laberinto, 2010
La figura humana también aparece representada en la obra de Betancourt, a veces a modo de referentes míticos del pasado (Bañistas, 1996), como recopilación de esculturas de los ancestros (Pase del niño en rojos, 2020), efigies de lo femenino (Venus nace en los mares, 2020) o reinterpretaciones de famosas obras de la historia del arte (Marilyn, 2009). Las obras Transfiguración y Cangahua, ambas realizadas en el año 2011, se representan imágenes femeninas y son paráfrasis plásticas bidimensionales de las figuras cerámicas conocidas como Venus de Valdivia, es decir, esculturas pequeñas que representan a la mujer y lo femenino en diferentes facetas de la vida: la juventud, el embarazo, la lactancia y la vejez. Aparentemente datan desde 4000 años a.C. hasta 1800 a.C. Estas esculturas prehispánicas tienen un valor ritual imprescindible pues representan la fertilidad; algunos expertos creen que se enterraban en la tierra para llenarla con esta fuerza creadora o servían como pequeños amuletos para llevarse en la mano, aunque todavía siguen siendo objetos de investigación para la arqueología. Muchas de estas figuras tienen tocados o peinados que apuntan probablemente a alguna jerarquía, y los órganos sexuales están muy marcados. En Transfiguración (2011) se maneja una técnica expresionista, el chorreado de los colores blanco, negro y rojo sobre el cáñamo le da mucha vibración y energía a la pintura. Cangahua (2011) muestra la imagen de la venus pensativa, ya que la figurilla muestra su mano apoyada en la barbilla. La Diva (2010) por ejemplo, se vincula con una interpretación de la famosa serigrafía que Andy Warhol hace del retrato de Elizabeth Taylor. Eso sí, esta imagen tiene una aproximación sin duda más cubista, pero mantiene la paleta de Warhol en colores turquesa, rosado y rojo. También hace una versión de Marilyn, que alude al pop art, pero usando una técnica cercana al action painting y que sugiere la estética de las luces de neón. Los colores primarios amarillo, azul y rojo.
135
Estela con fondo rojo, 2004
Gótico americano, 1998
137
El ojo que concibe, 1996
Figuras en el firmamento, 1990
139
Bañistas, 1996 Muchacho con pájaros, 1996
El páramo, 2011
141
Rostro florentino, 2007
Selva II, 2009
143
Selva I, 2009 En la página opuesta: Pareja, 2004
145
Tres mujeres (tríptico), 2016
147
Unidos por la naturaleza y el arte, 2020 Caras y símbolos sobre una llamarada, 2010
Andrea en Londres, 1988
149
Jugadores y tablero, 2003
El alma de una casa, 1998
151
La Diva, 2011
Marilyn, 2009
153
Reminiscencia florentina, 2003
Hombre con sombrero, 1983
155
Retrato con Flora y Fauna, 2009
Cangahua, 2011
157
Pectoral, 2000
La niña Mafer, 2000
159
Los que veneran el fuego, 2000 Cuadrilla con alas doradas, 2007
Rojo y negro, 2000
161
Mampara, 2010
Los danzantes, 2001
163
En la página opuesta: Caras invertidas, 2008 Transfiguración del danzante, 1990
165
Fiesta, 1990
Relieve amarillo, 1989 Figuras vegetales, 1988
167
En la página opuesta: Fiesta de San Juan, 1989
Danzante de Pujilí, 1990
169
Venus nace en los mares, 2020
Pase del Niño en rojos, 2020
171
Yumbos de occidente, 2000
Transfiguración, 2011
173
En la página opuesta: Entrada al centro histórico, 2019
Durante el período de la Real Audiencia de Quito (s. xvi-xix), surgió una intensa religiosidad que exhibía un claro sentido mariano y esto marcaba un carácter muy propio en todas las actividades sociales de la época. Desde los establecimientos de las misiones, los religiosos reivindicaron una postura a favor de la divulgación y el fortalecimiento del fervor hacia la Virgen María; y de las numerosas advocaciones que promovieron los clérigos, la devoción a la Inmaculada Concepción fue una de las predilectas. Para extenderla y afianzarla entre la gente, según solicitud de los frailes comitentes, los artesanos quiteños realizaron una nutrida cantidad de representaciones en pintura y en escultura1. A partir de la segunda mitad del siglo xvi, el ícono de la Inmaculada ya quedó formalmente establecido con los atributos apocalípticos: la luna, los rayos solares y las estrellas. En el siglo xviii la escuela quiteña desarrolló un sinnúmero de obras de arte, de las cuales, destaca la Virgen apocalíptica, que tuvo gran demanda tanto en Ecuador como en otras colonias. Legarda trabajó esta escultura de bulto para el Convento Máximo de San Francisco y la acabó el día 7 de diciembre de 1734 para ser ubicada en el altar mayor del retablo; no casualmente el día anterior a la celebración de la Inmaculada el 8 de diciembre. Aquí vemos a la Virgen ubicada sobre la luna con las puntas hacia arriba, pues era estructuralmente más lógico para lograr un equilibrio del punto de gravedad de la escultura. Como precedente directo de la representativa escultura de Legarda, se encuentran dos obras creadas por Miguel de Santiago: la Inmaculada del convento de San Agustín y la Virgen apocalíptica, que ya es representada como la Virgen alada. En la obra de Miguel Betancourt, la Virgen alada de Quito, símbolo y protectora de la ciudad, aparece en muchas ocasiones. La Virgen baja levemente el pie izquierdo para pisar la cabeza de la serpiente. Las manos también hacen un delicado giro, casi parece una danza, que se desplaza hacia la izquierda. Su mano derecha jala
virgen de quito de una cadena que sostiene la cabeza del reptil. Su rostro es plácido. Las alas y aureola tienen las doce estrellas. En este contexto, la Virgen apocalíptica aparece triunfante como corredentora de la humanidad y llena de poderío para conciliar la brecha entre lo divino y lo humano y para vencer la ignorancia y el mal, encarnado en la forma de una serpiente. En Vuelo y éxtasis (2013) la virgen de Legarda está pintada sobre papel de seda para ser vista a trasluz, en Virgen de Quito I, II, III (2012) son versiones más realistas o como un holograma eterno. Muchas veces aparece en el entorno geográfico y urbano, en el monte El Panecillo, como en Entrada al centro histórico (2019) la Virgen de Quito aparece como un faro en la ciudad colonial, aparecen capas y capas de viviendas de colores que nos deja transitar a nuestro ojo por una pequeña calzada, una senda cualquiera bañada de la luz equinoccial, el sol rojo intenso flagrante fluye directo sobre la calle vacía. El Panecillo es y ha sido un referente de la historia prehispánica y luego colonial de la ciudad. Desde el cerro el Corazón, Shungoloma, en la ciudad colonial bajo el cielo de un azul intenso de verano, se vislumbran algunos detalles de las casas coloniales, sus techos y aleros, las ménsulas y cornisas; predominan los colores cálidos: rojo, naranja, amarillo y rosa contrastan con el blanco azulado del ambiente. En La Virgen del Panecillo (2016), se la ve más como una marca dentro del paisaje quiteño. En Virgen y templo de Quito, (2017) aparece como símbolo de la madre protectora. María representa una cuerda tendida entre Dios y el hombre común, es el puente que permite acceder a lo sagrado. Ella es la intercesora para el género humano, y, por lo tanto, el catalizador y punto de convergencia de los elementos divino y terreno. A través de María se manifiesta la participación de toda la humanidad en la renovada comunicación con Dios y efectúa la mediación del espíritu y la carne, personificando en su ser la máxima expresión de la coincidentia oppositorum y recuperando así la plenitud de un estado no dual anterior a la Caída.
1. Pacheco, Adriana. “La Virgen Apocalíptica en la Real Audiencia de Quito: Aproximación a un Estudio Iconográfico”. Academia.edu, 2001, https://www.upo.es/depa/webdhuma/areas/arte/3cb/documentos/40f.pdf
175
Vigilantes, 2017
177
Cuidad pez, 2017
La virgen del Panecillo, 2016
179
Noche a punto de desbordarse, 1992
Celebración I, 2014
181
Vuelo y éxtasis, 2013
183
185
Virgen y templo de Quito, 2017
La Virgen del Panecillo I, 2017
187
En la página opuesta: Flor de un día, 2017
ninfas, meninas y la mirada del pintor
La meninas de Velázquez es uno de los más famosos cuadros de la historia del arte, y también uno de los más versionados. La obra de 1656, que hasta el siglo xix fuera relativamente poco conocida, y que se titulaba hasta entonces La Familia de Felipe IV es también reinterpretada por Betancourt, dándole una nueva luz y vinculándola a un contexto andino. En la obra original aparece en el centro del cuadro la infanta Margarita, hija de los reyes Mariana de Austria y Felipe IV, escoltada por dos “meninas”, o damas jóvenes de la corte: a su izquierda se encuentra María Agustina Sarmiento de Sotomayor y a su derecha Isabel de Velasco. También aparecen dos enanos que forman parte del séquito de la familia real: Mari Bárbola y Nicolasito Pertusato, quien molesta juguetonamente con su pie al perro mastín que descansa en primer plano. Un poco más atrás, a la sombra, está la viuda Marcela de Ulloa, encargada que cuidar a las damas de la corte, quien habla con un hombre de pie. Al final, en el punto de fuga del cuadro, aparece el aposentador de la reina José Nieto Velázquez. A la izquierda, aparece el autorretrato del artista, Diego de Velázquez, pintando un gran lienzo. Y al fondo de la habitación está representado el famosos espejo que refleja los rostros de los reyes, situados fuera del cuadro, es decir, el lugar del espectador que hoy mira esta pintura y que, aparentemente, Velázquez los está retratando. El pintor español retrató varias veces a Margarita, pues estaba prometida en matrimonio con su tío Leopoldo I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y este quería ver sus retratos para saber cómo lucía su prometida. Como se mencionó anteriormente, esta obra emblemática del arte barroco español ha sido muchas veces analizada y ha generado un debate continuo por casi cuatro siglos; sobre todo es muy conocido el caso de Pablo Picasso, quien desarrolló
58 versiones del cuadro de Velásquez. Asimismo, también la han interpretado Goya, Dalí, Botero, Richard Hamilton, entre muchos otros. Es famoso el análisis de la obra que le dedicó Michel Foucault tratando el tema del surgimiento de una nueva episteme, pues la vista ya no se dirige únicamente a esa falsa ventana de Alberti, a esa ilusión de tridimensionalidad donde todo ocurre, sino que es una mirada que se sale del cuadro y nos mira a nosotros mismos: El pintor contempla (…) fija un punto invisible, pero que nosotros, los espectadores, no podemos asignar fácilmente ya que este punto somos nosotros mismos: nuestro cuerpo, nuestro rostro, nuestros ojos. Así, pues, el espectáculo que él contempla es dos veces invisible; porque no está representado en el espacio del cuadro y porque se sitúa justo en este punto ciego, en este recuadro esencial en el que nuestra mirada se sustrae a nosotros mismos en el momento en que la vemos. Y sin embargo, ¿cómo podríamos evitar ver esta invisibilidad que está bajo nuestros ojos, ya que tiene en el cuadro mismo su equivalente sensible, su figura sellada?1
Betancourt no se queda atrás cuando se apropia del tema, lo investiga y representa desde muchos ángulos; de hecho, es la primera vez que el artista se apropia y reinterpreta una obra maestra. En efecto, creó una serie de casi 60 pinturas sobre papel y lienzo, donde utiliza distintos formatos y técnicas. Todo esto formó parte de la exposición titulada “Ninfas, Meninas y la Mirada del Pintor” que se presentó en la Alianza Francesa de Quito en el año 2018. La célebre pintura es estudiada y diseccionada con nuevas miradas desde la historia, desde el Nue1 Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Siglo xxi Editores, 1968, p. 14.
189
vo Mundo, con otra luz, con un renovado fulgor, el color del trópico, su exuberancia. Meninas andinas, en un contexto arquitectónico distinto. En La infanta de visita a Quito (2016), Margarita se halla en un contexto colonial: Quito, sus balcones, la arquitectura del centro histórico, las ventanas; ella se pasea y la luz da en su rostro; la magnífica luz de la mitad del mundo, que ciega y encandila y resalta los colores. Quien no conoce el trópico, no entiende esta luz, o la entiende como un juego simbólico. En Mirada de la infanta Margarita (2016) vemos una representación abreviada del cuadro donde Betancourt resalta algunos personajes que aparecen, esta vez, en un entorno que va del rojo coral al escarlata. La visión del cuadro es una imagen especular, es decir, como si estuviera reflejada por medio de un espejo. Velázquez aparece en el lado derecho del cuadro. Igualmente, la menina María Agustina Sarmiento de Sotomayor, la cual en la obra original es la figura situada a la izquierda de la infanta, aquí aparece dispuesta a la derecha en el mismo gesto de reclinarse; la imagen de Margarita también se ve volteada. El aposentador de la reina, José Nieto Velázquez, quien se ubica en la puerta, con intención de salir o de entrar a la habitación, también aparece al revés que en el cuadro original. Todo es un reflejo inverso, excepto el propio espejo donde se ven los reyes de España: Mariana de Austria y Felipe IV, cuyo reflejo se encuentra dispuesto igual que en el cuadro original de Diego de Velázquez. Somos imagen especular del pasado, pero girada sobre sí misma. La mirada se desdobla en un espejo, se voltea el cuadro, es el reflejo del reflejo. En Salón de espejos (2017) se da un cruce de miradas, bajo una luz transfigurada como si estuvieran tras un vitral, en esta maravillosa acuarela la luz se transmuta en una atmósfera violácea azulada, como de ensueño. Ninfa con tocado del s. xvii (2018) es la reinterpretación de un detalle del retrato de Mariana de Austria cuando era joven, hecho también por Velázquez. Ella era la madre de la infanta Margarita, que tuvo con su esposo y tío, el rey Carlos IV. A pesar de que estaba destinada a casarse con su primo Baltasar Carlos, este falleció prematuramente y así le tocó contraer nupcias con quien se suponía iba a ser su suegro y quien le llevaba casi 30 años de diferencia en edad. Mariana de Austria tuvo seis embarazos desde muy joven, pero solo dos de sus hijos sobrevivieron: la infanta Margarita Teresa y
Carlos II, quien se convirtió en rey de España en 1665. A Carlos le decían “el hechizado” por su delicado estado de salud, debilidad e infertilidad, consecuentemente con él se extingue la línea sucesoria de los Habsburgo en España. En la obra de Velázquez de 1652, Mariana tiene 18 años, más adelante se la conocerá como la reina desdichada, ya que quedó viuda a los 31 años, sufrió viruela y cáncer, entre otras tragedias. Velázquez la retrató varias veces, pero en este retrato la pinta con un peinado amplio, decorado con flores rojas. Por su parte, la versión de Miguel Betancourt en vez de flores añade mariposas a su cabello. Toda ella está bañada de una fluorescencia color añil. La acuarela está cargada de una luz interna y el uso del color es muy libre al modo fauvista, por ejemplo, el rostro se construye con el propio color, aunque no es un color realista, sino de libre asociación. En el Retrato de Velázquez (2018) observamos desde una grácil ranura de visibilidad que habla sin hablar, cómo el pintor mira al pintor de otrora. Este es un expresivo y vistoso collage sobre lienzo y yute que utiliza distintos fragmentos de telas, algunas más rústicas, otras delicadas y florales de distintos tonos contrastantes: turquesa, naranja, café y violeta… la textura del yute pugna contra la pincelada veloz que dibuja en rojo los rasgos del artista español, un poco al modo cubista, donde se aprecian varios ángulos de su rostro al mismo tiempo. Parece ser una interpretación del autorretrato pintado hacia 1640 por Velázquez. En efecto, aparte del de Las meninas, el único autorretrato del pintor que se ha conservado pertenece a la colección de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos en Valencia, España. Son visiones contrapuestas, en las antípodas de un espacio-tiempo deconstruido, vemos dimensiones superpuestas donde nos observamos a nosotros mismos en los otros. Versiones de versiones, desaparecen algunos personajes, se trastoca el espacio. Velázquez, es maestro de maestros, pero luego está la visión de Picasso omnipresente y el color de Paul Klee o de Matisse. Todo junto. Miguel Betancourt analiza e investiga desde la memoria de la tradición, repiensa el pasado colonial, transita de la historia a la identidad; es el observador, su destreza crea y recrea múltiples contextos sémicos desde una mirada erudita, observa y edita el arte del pasado.
Nuevo look de la infanta, 2017
191
Ninfa con tocado s. xvii, 2018
Mujer descifrando Ingarpirca, 2017
193
Salón de espejos, 2017 Nuevos diálogos, 2016
195
Mujeres, hombre y perro, 2015 La infanta de vista a Quito, 2016
197
Nueva imagen de la infanta M., 2016
199
El artista vagando por los arrabales, 2017
Salón con pinturas abstractas, 2017
201
Habitación azul y rosa, 2017
Velázquez y P. Klee, 2018
203
El pintor, 2015 Mirada de la infanta Margarita, 2016
205
En la página opuesta: Nueva versión de Margarita, 2015 Mujer en grises y pardos, 2016 Espejo ondulante, 2017
207
En la página opuesta: La exiliada, 2014 Retrato de Velázquez, 2018
209
En la página opuesta: El sector de la Basílica, 2018
mnemografías
En la serie Mnenografías, se hace uso de un neologismo creado por el semiólogo Humberto Montero, que alude a dibujar la memoria para ilustrar la intención del artista, quien describe esta serie como el diario pictórico de una ciudad. Aquí contrastan las evocaciones sensibles unidas a la utilización de papeles artesanales y tintas caligráficas de Asia, y al mismo tiempo, representa el recorrido de la luz del sol. El repertorio está compuesto por piezas que se enlazan con la noche, con la mañana, con el sol de mediodía y con el crepúsculo. De esta manera lo podemos observar en Ciudad con patios iluminados (2019), donde la ciudad pareciera que se despierta con un impasible parpadeo; es ese momento impreciso de la luz, que no es ni de día ni de noche, o como bellamente lo dice Octavio Paz: “entre irse y quedarse duda el día, enamorado de su transparencia1”. La tinta china sobre el papel que tiene su propio color y presencia, con pequeñas ramitas vegetales que evidencian su propio proceso e historia, desnudan la luz y la sombra. La visión de la ciudad moderna, su espíritu elusivo y resonancia, los edificios altos, intocables aparecen en El norte de Quito (2019). Se observan desde una mirada elevada; como desde un rascacielos se percibe la cotidianidad y el movimiento de los autos en las avenidas. Aquí se utiliza la tinta complementada con toques de acuarela en amarillos, azules y grises. Este espíritu nostálgico de las tintas contrasta en esta serie con acuarelas multicolores, que
recuerdan los tapices y bordados tradicionales como en Ciudad conventual (2019). La tinta china juega con la acuarela en Torreones (2019) cuya técnica incluye el uso de la cera de la vela, pues una vez pasada sobre la cartulina, evade la tinta, así queda un pulso del dibujo del artista en blanco. Es como pintar no pintando. Diseña una sinuosidad del dibujo que parte de una secuencia del negro a un esplendor de colores del mediodía. Correspondencias (2017) es una obra que pareciera ser el reflejo en un espejo que evidencia dos caras de una ciudad. Espectral teatro de reflejos: un lado es la cara prehispánica y la otra la colonial barroca. Arriba y abajo se juega con una pincelada pura a todo color que muestra un sentimiento ilimitado distanciado de la lógica racionalidad. El sector de la basílica (2018), por su parte es un óleo que representa una panorámica de la ciudad colonial de Quito vista desde el parque Itchimbía. Es una hermosa vista del preciado casco colonial andino, parte fundamental de ese patrimonio emocional en el presente de los quiteños. Se nos muestra a la Basílica del Voto Nacional, iglesia neogótica que surge mirando hacia el cielo entre un montón de pequeñas casas. La estructura pétrea difiere de los techos pequeños que se aglomeran en el perímetro. Es una visión subjetiva y caótica desde el ojo del espectador, que muestra los múltiples fragmentos que componen la ciudad.
1. Paz, Octavio. Lo mejor de Octavio Paz. EL fuego de cada día. Planeta, 1989, pp. 295-296.
211
Aldea roja al anochecer, 2019
Casas de la ciudad de Cuenca, 2016
213
Entrada al mar, 2019
Barrio enfiestado, 2016
215
La llegada, 2019
Ciudad conventual, 2019
217
Ciudad ondulante, como en los sueños, 2019
Barriada alegre, 2019
Cúpulas y tapiz, 2019
La plaza, 2020
219
Atardecer, 2019
Ciudad sumergida, 2017
221
El norte de Quito, 2019 Torreones, 2019
Aldea aguamarina, 2019 Ciudad con patios iluminados, 2019
223
Casa para pájaros, 2013
Paisaje con montañas moradas, 2013
225
Personajes y escalera, 2003 Una historia en el jardín, 2013 Ciudad roja, 2012
227
Retablo quiteño, 2014 Esperando las olas, 2014
imágenes a trasluz Esta serie surge de una necesidad empírica de trabajar con la luz y la transparencia a través del ejercicio de la acuarela. Fue una muestra que se realizó en la Alianza Francesa de Quito en 2014 y que generó un gran goce al artista y al público, ya que se crearon ensambles de acuarelas trabajadas en delicado papel de arroz y montadas entre dos láminas de vidrio sobre un pedestal, como si fueran esculturas que se podían ver por ambos frentes y donde a diferentes horas del día podíamos captar una luz distinta, y por ende, otra obra de arte surgía ante los ojos incrédulos del espectador. La luz muta y el espectador debe entonces moverse e interactuar con la obra. Al artista siempre le interesaron las transparencias, se acusa el interés renovado por los vitrales góticos, la luz transfigurada y la reminiscencia de su conmoción como espectador al asistir a tal espectáculo. La técnica de la acuarela evidentemente sirve a este propósito.
229
En la página opuesta: Hasta la vista Francis, 2005
arte pictórica
Su exposición “Arte Pictórica” (2005-2006) exhibida en el Centro Cultural Metropolitano de Quito fue una serie de 26 dibujos realizados con acrílico azul sobre papel kraft, cartón de embalaje, yute, costal de cabuya y maderas viejas. Esta serie fue bautizada por el amigo del pintor, el historiador y poeta Julio Pazos e inauguraba el uso de una técnica innovadora en Betancourt, el action painting, donde la pintura era chorreada directamente sobre la superficie de los diferentes materiales. Es la técnica del dripping, o goteado de pintura acrílica azul en este caso, a la manera del expresionismo abstracto. Esta técnica permite lograr un estilo muy espontáneo donde se capta el pulso del artista, su nervio. Esta serie revela la confianza del artista, pues no cabe lugar a una duda, un segundo pensamiento o arrepentimiento acerca de la obra. Los gestos deben ser intuitivos, la obra debe salir de la nada en un instante. Betancourt gotea la pintura, pero no usa solo pinceles o brochas, sino ramas astilladas de un árbol de limón. Es todo movimiento, velocidad y energía. También esta serie apunta hacia la temática de la sociedad del desperdicio, que crea constantemente toneladas de basura. El papel kraft usado comúnmente para embalar, y que antiguamente era el material de las fundas de las tiendas de barrio, termina en la basura después de ser utilizado. A Betancourt le interesa esencialmente este material reciclado, por su color pardo, por su rusticidad y sobre todo, emplear el papel viejo, ya usado, que tiene una historia que contar, no los pliegues recién sacados de una papelería. El sepia tiene la evocación de la tierra, el azul representa el cielo, es una confrontación de la levedad y el peso, de la materia y el espíritu, es la unión de los contrarios. El material rústico y la línea ligera, la tierra y el cielo en hierogamia perfecta.
Para la ejecución del dibujo, previamente algunos de los soportes han sido texturados con una capa ligera de ceniza volcánica, o se pinta sobre un collage de periódicos o partituras antiguas, se enriquece el fondo con hilos de cabuya, es decir, finalmente, cada obra sugiere un largo recorrido e historia. Muchos de estos dibujos se inspiran en los clásicos del Renacimiento italiano, por ejemplo, Joven florentino (2005) recuerda el autorretrato de Rafael Sanzio solo que, desde la mirada heterodoxa del arte de las post-vanguardias, inspirado en Pollock, pero también en Goya, Matisse y en los dibujos de Picasso. El donaire clásico en convivencia con la expresividad de un nido de líneas, un juego dinámico, orgánico, como puede verse en Hombre pensativo (2004) o Sobre un nidal de signos (2006). En Hasta la vista, Francis (2005), Miguel Betancourt hace una referencia al famoso retrato de uno de los más influyentes y brillantes pintores del siglo xx, Francis Bacon hecho por el controversial fotógrafo británico John Deakin, en 1952. Deakin era íntimo amigo de Bacon y le hizo posar con dos trozos de un ternero desollado, colgados como si fueran las alas de un ángel caído, imagen que recordaba una obra del artista irlandés del mismo año, titulada Cabeza rodeada de carne de vaca. Bacon solía decir que su amigo Deakin fue el mejor retratista fotográfico desde Nadar y Julia Margaret Cameron. Como se sabe, Francis Bacon usó mucho el tema de la carne muerta para desarrollar su fuerte mensaje que habla, tal como lo hicieran antes Rembrandt o Soutine del memento mori y la alegoría a Vanitas; todos moriremos. El propio Bacon dijo en una ocasión: “somos carne, somos armazones potenciales de carne. Cuando entro en una carnicería pienso siempre que es asombroso que no esté yo allí en vez del animal2”.
El inicio de mi predilección por estos colores pardos se remonta a la infancia, a la época en que Cumbayá se parcelaba con los tapiales de barro. Mi
1. Betancourt, Miguel. “Arte Pictórica: El artista y su obra.” El Búho, n. 13, julio, 2005. 2. Sylvester, David. La brutalidad de los hechos. Entrevistas con Francis Bacon. Polígrafa, 2009, p. 43.
memoria se recrea con los antiguos grafitis trazados sobre esos muros por la gente del lugar1.
231
Secuencia para un film, 2005
El paso de las nubes, 2005
233
Hombre pensativo, 2004
Joven en Yasuní, 2010
235
Don Quijote, 2006
Joven florentino, 2005
237
Sobre un nidal de signos, 2006
Paseante, 2004
239
Naipe, 2006
Composición con figuras diversas, 2006
241
Piedra y firmamento, 2005
243
En la página opuesta: Un pueblo en la serranía, 2008
Un cuadro pequeñísimo de Miguel Betancourt, titulado Un Pueblo en la Serranía (Óleo sobre lienzo, 2008) de apenas 10 x 12 cm es la obra inicial e inspiradora del proyecto Imago Mundi, de la colección de Luciano Benetton, exhibido en la Gallerie delle Pringioni en Treviso, Italia. Una especie de mapa del arte actual en miniatura y un proyecto que se cristalizó en un maravilloso libro que incluye arte de 160 países, entre los cuales consta Ecuador. Bajo la tutela de la Fondazione Benetton Studi Ricerche, Imago Mundi congregó a artistas jóvenes y reconocidos, hombres y mujeres de etnias diversas, de países en paz y en guerra; múltiples voces usando distintas técnicas fueron invitadas a un diálogo en nombre del arte. Es un proyecto artístico global de un mundo sin fronteras, un caleidoscopio cultural. Se usa este formato único, de 10 x 12 cm, para artistas de todos los continentes y el resultado es un mosaico de historias, pasiones, sueños, acciones y contradicciones. Luciano Benetton viajaba a menudo por todo el mundo mientras desarrollaba su actividad empresarial y durante sus ratos libres en estos viajes de negocios, se empeñaba en conocer destacados artistas y visitar galerías. Durante una visita a Ecuador en 2006, al conocer a Miguel Betancourt, le solicitó su tarjeta de presentación; él, en cambio, le entregó en su lugar una pequeña pintura al óleo
imago mundi de 10 x 12 cm. Este acto espontáneo fue el punto de partida de todo el proyecto. Unos meses más tarde y siguiendo este ejemplo, representantes de esta parte del mundo reunieron más de 200 obras de 10 x 12 cm de artistas sudamericanos y se organizó una exposición en Santiago de Chile. Gratamente impresionado por esta inusual colección de miniaturas donadas tanto por artistas célebres como emergentes, Luciano Benetton organizó la publicación de un catálogo titulado Ojo Latino, con todas las obras de arte y biografías de los artistas. De allí vino la idea de Imago Mundi: un archivo de arte contemporáneo que incluya a todos los países del mundo. Las obras se agrupan según la nacionalidad, sin privilegiar a ninguna tendencia o moda en particular, sino más bien es una armonía de lenguajes expresivos, donde prevalece la diversidad y la libertad de expresión. En palabras del propio Luciano Benetton: Un mundo sin fronteras y sin barreras políticas, ideológicas o religiosas. Donde la gente trabaja por la belleza (…) Si fuera por los artistas, digo a menudo, no habría guerras. Nuestro Mapa del nuevo arte es un catálogo global de visiones que incluye mundos y puntos de vista opuestos. Anticipaciones del futuro que forman el futuro1.
1. Imago Mundi. “Luciano Benetton Collection – The Art of Humanity”. Google Arts and Culture, https://artsandculture.google.com/ exhibit/imago-mundi%C2%A0/zgJyEtTXE2DHLA
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1958 Miguel Betancourt nace el 5 de
enero en Cumbayá, valle cercano a la ciudad de Quito. 1972 En la fotografia de la derecha:
primera exposición en el Colegio San Patricio, Cumbayá. 1974-76 Inicia su período de aprendizaje
en la técnica de la acuarela con el maestro Oswaldo Moreno. 1976-77 Realiza un curso de pintura en
el Milwaukee Art Museum, Milwaukee 1977-82 Se forma en Pedagogía y Letras
en la Pontificia de la Universidad Católica del Ecuador (PUCE), Quito. 1988 Invitado por el Departamento de
Estado de los EE. UU. a realizar una gira cultural en ese país. 1988-89 Recibe una beca del British
Council para un posgrado de arte en la Slade School of Fine Art, University College London (UCL), Londres. 1990
Debajo: el artista con Miguel Gayo,
Mario León y Luis felipe Noé, en la
1992 Inicia una exhibición itinerante en
1993 Debajo: el artista con John Hoyland
varios países europeos.
y Chili Hawes, October Gallery, Londres.
inauguración de su exposicón "Indicios", en una galería de la ciudad de Quito.
1993 Recibe el Premio Pollock-Krasner,
conferido por la fundación homónima con sede en la ciudad de Nueva York. 1993 El artista con Oswaldo Moreno,
en casa de Eduardo Kingman.
1994 El artista en casa del maestro
Eduardo Kingman.
1994 Recibe el Premio Especial 1ª Trienal
de Arte Andinoamericana. Museo Vivo de Arte Contemporáneo, La Florida, Centro de Extensión, Universidad Católica de Chile.
miguel betancourt Es un artista innato, con naturalidad e instinto se ha logrado destacar en toda una generación de artistas ecuatorianos y latinoamericanos. Nació en Quito en 1958, en la parroquia de Cumbayá, un rincón del mundo que entonces era rural y aún tenía ese sabor a campo, a potrero, a paisaje escrito con tinta verde. De su primera infancia destaca una vida simple y gozosa, el olor de los limoneros, jugar con los perros, ver los pájaros, esperar el sereno ímpetu de la emoción ante la salida de la luna, advertir el sol puntual de cada día. Los únicos límites para esas pequeñas aventuras cotidianas eran los tapiales de barro que dividían una propiedad de otra, pero todas compartían el mismo cielo límpido, tatuado de estrellas. Se acercó al arte desde niño, espontáneamente, dibujando e interviniendo los muros de la casa de su infancia, viendo los cultivos que hacía su padre, los injertos, los colores de las flores, las guabas, las chirimoyas, el huerto. De manera autodidacta, ya durante la secundaria, realizó sus primeras exposiciones de pintura. Su educación artística comienza en los años setenta a través del estudio de la acuarela con el maestro cuencano Oswaldo Moreno Heredia, quien primero fue pintor de paisajes esenciales y luego experimentó paulatinamente con la mancha, los juegos visuales a través del ritmo y con papeles de ricas texturas desplegando un vuelo más libre. Esta figura fue una fundamental influencia en los inicios de Miguel Betancourt, no solo en relación con el arte y todos sus aspectos: la luz, la transparencia, la composición, la teoría… sino sobre la vida misma. Su enseñanza era peripatética: mientras (…) caminábamos por los páramos hablábamos de
arte. Algunas veces ni siquiera pintábamos, porque nos perdíamos o porque no encontrábamos un árbol bajo cuya sombra trabajar1.
En 1976, gracias a una beca, continuó su último año de bachillerato en los Estados Unidos de América e ingresó a un curso de pintura en el New Milwaukee Art Museum de Wisconsin. Fue una época de absorber todo lo posible, de experimentar con distintas técnicas: metal, cerámica, óleo, acuarela; pero, sobre todo, lo más relevante fue visitar museos y galerías, ver de cerca a los grandes maestros, entender el arte norteamericano de los expresionistas abstractos, y tratar de ver desde lejos, con objetividad, la especificidad del arte ecuatoriano, el espíritu del Barroco, el indigenismo. Cuando visitó por primera vez la capilla de Rothko (1971) en Houston, Texas se quedó sin palabras: Lo que había visto yo aquí era el indigenismo: todos ellos eran grandilocuentes, expresionistas; ver ese vacío, sumirse en ese silencio unánime, desnudo, me armó un conflicto en la cabeza2.
Esta obra del arquitecto Philip Johnson es un santuario espiritual para personas de todas las religiones y un espacio de meditación que alberga 14 grandes lienzos de Mark Rothko pintados en color negro en distintas texturas; superficies impenetrables que sugieren circunspección y contemplación. Consecutivamente, a su regreso al Ecuador en 1977 Betancourt desarrolló estudios de Pedagogía y Letras en la Universidad Católica de Quito hasta 1982, lo que le abre a otra faceta del conocimiento y aproximación al arte desde la idea, a la vez que continuaba su pasión por la pintura que materia-
1. Michelena, Xavier. “Las secretas razones del oficio. Conversaciones con Miguel Betancourt.” Betancourt, editado por Michelena, X. y A. Querejeta, Paradiso, 1996, p. 31. 2. N. de la A. Conversación personal con el artista. Septiembre, 2020.
247
1995 Departiendo con Diego Araujo y
1997 Integra la exposición colectiva
1997 Integra la muestra Arcángeles en la
Jorge Enrique Adoum, en la presentación
"Ecuador Contemporáneo", Casa de
Tradición de América Latina, Museum of
de su muestra "Memoria vegetal", La
América, Madrid.
Latin American Art, MoLAA, California.
Galería, Quito. 1997 Por invitación del Instituto
Cultural Israel-Ibero Americano, junto a otros once artistas ecuatorianos viaja a Israel en el marco de una gira cultural por Tierra Santa. 1997 Debajo: Conformó el grupo 1998 Dos obras suyas son adquiridas
Pintando con los niños de américa evento
por la pinacoteca de La ONU: en Viena y
organizado por la Fundación Integra de
Ginebra.
Chile en la ciudad de Quito.
1997
Miguel Betancourt en su estudio
en el norte de Quito.
2000 Viaja a Australia en donde expone
2000 Recibe el premio Diógenes Taborda
2001-03 Realiza una muestra itinerante
en el Museo de Canberra. En el marco del
en el X Salón Mercosur, galería Volpe
en Centroamérica.
mismo viaje imparte dos conferencias
Stessens, Buenos Aires.
sobre arte ecuatoriano en la Western Sydney University. 2006 Miguel Betancourt
Cumbayá.
en su estudio,
2003 Presenta "Evidencias", su primera 2004 Forma parte de "Tendencias
muestra antológica, en el Centro
visuales del Ecuador vontemporáneo",
Cultural de la Pontíficia Universidad
exposición presentada en la Corporación
Católica del Ecuador (PUCE), Quito.
Andina de Fomento, Caracas. 2007 “Invitado de Honor” a la V Bienal
Internacional de Arte SIART, Museo Nacional de Etnografía y Folklore, La Paz. 2008 Miguel Betancourt
en su estudio.
lizó en nuevas exposiciones. Ya en 1988 fue invitado a exponer en Washington D.C. y un año después, viajó a Londres, donde estudió en la Slade School of Fine Art y realizó una exhibición en dicha academia. A partir de allí, ha trabajado incansablemente y expuesto su obra en los cinco continentes en múltiples exposiciones colectivas e individuales, recogiendo, sin proponérselo, muchos reconocimientos y distinciones. La propuesta de Miguel Betancourt es antagónica a la propensión postmoderna de que el artista se convierte en un filósofo o un mero productor del concepto de la obra, alejado del proceso artesanal de la misma. Nada contra la corriente cuando investiga la técnica, se adentra en la tradición, se involucra en lo matérico, estudia a los clásicos, a los maestros de maestros. Betancourt es un ejemplo en el camino de la creación artística como vía para encontrarse a sí mismo y entender el universo que le rodea sin claudicar ante las modas pasajeras. El reto de este creador es establecer una trinchera de resistencia contra la globalización y la masificación irremediable de la cultura investigando incesantemente en la creación de un lenguaje propio y auténtico y en la formación de su propia identidad. Muchos artistas ecuatorianos y extranjeros han forjado su mirada y su estética desde temprano. En una entrevista3 el artista cuenta que de adolescente espiaba desde el resquicio de una puerta un cuadro de un idílico paisaje, luego supo que era del famoso pintor Rafael Troya, y se propuso hacer una réplica del mismo, aunque carecía de los materiales y pigmentos adecuados. Al fallar en este intento sintió frustración por no poder lograr reproducir la delicadeza de esta obra, pero lo animó a continuar investigando en el campo de la técnica. Otra anécdota de esos años que le impactó y desarrolló su pasión por el arte fue descubrir la inocencia e indefensión de los rostros infantiles que pintaba Aníbal Villacís y del cual encontró en la vía del tren un pequeño catálogo allí abandonado que lo conmovió enormemente. En este catálogo pequeño pude leer un texto relacionado con los rostros sin tiempo -esos niños
con una textura de piedra- lo cual me produjo una seducción especial, un arrobamiento, una experiencia memorable (…) aunque nunca se lo haya dicho a Villacís4.
Sin duda, otros grandes maestros ecuatorianos le han inspirado: Camilo Egas, Eduardo Kingman, Enrique Tábara, Oswaldo Viteri, Ramiro Jácome, por mencionar solo algunos de los más evidentes referentes. Y en el panorama mundial, en sus obras encontramos influencias de muchos artistas brillantes: hay acercamientos claros a Matisse y al fauvismo (véase Interior Rojo, 1996 o Formas en la ventana rosa, 1993) y al intenso color de Chagall. En Interior con ventana gótica (1989) el uso que Betancourt da al color es muy subjetivo como lo hacen los fauves, igualmente la perspectiva de la mesa y la silla se ve deformada para verlas desde dos puntos de vista, como sucede en la pintura medieval o cubista. Sobre la mesa destaca una escultura prehispánica, un jarro ceremonial antropomórfico que ostenta dos cabezas y al fondo se ve un vitral estilo gótico. El papel tapiz podría recordar la imagen de los danzantes de Matisse. Esta pintura tiene una cualidad similar que la obra Armonía en rojo (también llamada La habitación roja) de 1908 del pintor francés, que representa un comedor donde una mujer está poniendo la mesa, y al fondo a la izquierda, se ve una ventana que muestra un pasijae subjetivo y naif. Se vislumbra asimismo una herencia de los maestros de las primeras vanguardias de los inicios del agitado siglo xx, sobre todo Picasso, pero sin olvidar un poco antes a Cézanne. También aparece el color de Paul Klee, la espontaneidad de Kandinsky o lo matérico de Tàpies… y por supuesto, existe también la influencia más velada de los grandes artistas barrocos españoles y latinoamericanos. El uso de la técnica en Betancourt nos muestra un amplio espectro de conocimiento y manufactura; destacan la acuarela, el óleo, el esmalte, el gouache y el acrílico. Da cabida a un variado repertorio de materiales como soporte: el papel – tiene preferencia por el de arroz– pero también por el papel de amate o el kraft. Usa el cartón, el lienzo, el cáñamo, o incluso tablas viejas halladas
3. Entrevista de José Mercé a Miguel Betancourt. Noviembre, 2010 4. Ibídem.
249
2008 A la derecha: Coordinador de
la “sección Ecuador” de “Ojo Latino” (Milán), exposición colectiva de artistas latinoamericanos, patrocinada por la Fundación Benetton. Las obras seleccionadas también fueron incluidas en el catálogo Ojo Latino, libro que forma parte de la prestigiosa colección Imago Mundi. Desde el mismo año y hasta la presente fecha, su obra es parte de la exposición itinerante "Imago Mundi", también patrocinada por la Fundación Benetton. El artista y Jacqui,
2009 Debajo: El artista en la ejecución de
2014
Montaña y el árbol, en su taller, Cumbayá.
Ciudad de México .
2011 Con sus hijas María Fernanda y
Andrea, Cumbayá .
2013 El artista con Oswaldo Viteri y con
el fotógrafo Frank Sánchez.
2015 Integra el pabellón Arte
Contemporáneo del Ecuador en el marco de la VI Bienal Internacional de Arte de Beijing.
2016 Con el poeta chileno Pedro Lastra,
con ocasión de la presentación de El transcurrir del sueño, libro conjunto de poesía y pintura.
2015 El artista en la Asociación de
2016 Con Sonia Kraemer, autora del
Artistas de Beijing, admirando la
ensayo sobre la obra del artista.
ejecución de caligrafías.
en una esquina cualquiera de la vía, cuya rusticidad se contrapone a la delicadeza y fluidez del color. Experimenta con el costal o el yute, los embadurna con tinta y los imprime en el papel para generar esas texturas complejas; el textil genera capas, veladuras, con el deseo de enriquecer la visualidad del propio papel, que se acentúa con embestidas de tinta, tal como lo haría un calígrafo chino. Une lo antiguo y tradicional a un trazo nuevo y hace uso del collage, pinta sobre periódicos viejos, mezcla lo efímero con lo eterno. En cuanto a la temática, el artista trabaja en series. Algunos temas se han vuelto recurrentes en su trayectoria, tales como la naturaleza, sobre todo lo selvático y en particular el árbol. Luego como contraparte a lo natural, está la arquitectura prehispánica sudamericana y colonial; los muros y tapiales, las puertas y ventanas, los techos de tejas, las cicatrices del tiempo en la urbe colonial. La tipología del barroco, sus volutas, la piedra, lo monumental. Las ojivas y el gótico, que muchas veces se vuelve vegetal, una jungla de color. También aparecen los símbolos de la ciudad de Quito, algunos barrios del centro histórico, el monte del Panecillo o el volcán inactivo Ilaló, contexto natural de su parroquia desde la niñez; la iglesia de la Compañía de Jesús, sin duda la más emblemática de la capital ecuatoriana; San Francisco, San Blas, el Sagrario de la Catedral, la Basílica, la Virgen de Quito. Velos semánticos y capas de historia que
van construyendo una identidad mestiza cargada de la luz del trópico y de un color espléndido. La obra de Betancourt siempre intenta iniciar un diálogo con el interlocutor. Jugando siempre con la búsqueda de un equilibrio entre abstracción y figuración, y la deconstrucción de la figura, esta intención alude al deseo de que la obra quede siempre en suspenso y que sea el espectador quien la termine. La obra sugiere, no siempre es totalmente explícita. Hay asociaciones y referencias presentes, pero sobre todo quiere ser un boceto, está en suspenso, es inacabada. El artista compara este proceso con la experiencia que se tiene con la lectura de la poesía; la poesía es un enunciado de varios versos, pero carece del carácter acabado de una novela o de un cuento. Lo que ocurre está en la mente del lector, cómo él complementa y transfigura esos enunciados, los contextualiza, interioriza y los hace un mundo, es ya su elaboración. De forma similar, lo pretende con la pintura, nos comenta: “es una sugerencia, dejar allí algo para que el otro lo termine”, “me importa el otro, me importa esta participación5”. No se puede explicar por qué una persona se emociona o se conmueve ante una obra de arte y otra persona no, porque es una experiencia personal, única e intransferible, una especie de comunicación secreta entre artista y espectador. Cada vez que existe esta interacción, una nueva obra de arte brota.
5. N. del A. Conversación con el artista. Septiembre, 2020.
251
2016 Forma parte de "Arte 15" con motivo
2017 Da inicio a una exhibición
2017 Pared de su casa exhibiendose la
del Habitat III, Quito.
individual itinerante por varias
obra Mujeres.
ciudades asiáticas (Beijing, Nanjing, Seoul, Tokio).
2018 Exposición de "Ecuador Through
The Dreams", Superior gallery, Seul.
2018 El artista con Diego Jaramillo, en la
2018 Miguel Betancourt y su esposa,
galería del Salón del Pueblo, Cuenca.
Jacqueline Urresta, junto al artista japonés Kensuke Miyazaqui (dcha.) y otros colegas procedentes del Lejano Oriente , en casa del artista, Cumbayá.
2018 Presenta la exposición "Ninfas,
Meninas y la Mirada del Pintor" en la Alianza Francesa de Quito y en la Casa de la Cultura, Núcleo del Azuay, Cuenca. 2019 Presenta "Mnemografías" en la
galería Saladentro, Cuenca. 2020
Estudio del artista, Cumbayá.
2020 Inaugura "Transparencias del país
de la mitad". Una muestra de pintura sobre papeles en la galería Torre del Reloj, Ciudad de México. 2020 Presenta “Lecturas de Quito” en el
Foro Global de Migración, Quito. 2020 En sesión solemne, el Concejo
Metropolitano de Quito le otorga la condecoración Oswaldo Guayasamín. 2021 A la derecha: Miguel Betancourt en
su estudio, Cumbayá.
253
Hombre con sombrero, 1983
Paisaje y surcos, 1986
Fiesta de San Juan, 1989
Acuarela sobre cartulina
Acuarela sobre cartulina
Gouache sobre cartulina
70 x 50 cm
77 x 57 cm
36 x 56 cm
Col. privada, Quito
Col. privada, Quito
Col. privada, Quito
Quito nocturno, 1983
Ciudad que flota en la memoria, 1987
Relieve amarillo, 1989
Acuarela sobre cartulina
Acuarela sobre cartulina
Gouache sobre cartulina
65 x 55 cm
105 x 75 cm
56 x 76 cm
Col. Gonzalo Arteaga, Quito
Col. Verónica Serrano, Quito
Col. Swissotel, Quito
Paisaje en movimiento, 1984
Entre dos ciudades, 1987
Aldea, 1990
Acuarela sobre cartulina
Acuarela sobre cartulina
Óleo sobre lienzo
57 x 77 cm
110 x 80 cm
150 x 110 cm
Col. privada
Col. Bernarda Pérez, Quito
Col. Bolívar Torres, Quito
Anudaciones, 1985
Paisaje caprichoso, 1987
Ciudad a orillas del río azul, 1990
Acuarela sobre cartulina
Acuarela sobre cartulina
Acrílico sobre lienzo
57 x 38.5 cm
76 x 56 cm
150 x 150 cm
Col. privada, Quito
Col. privada, Quito
Col. privada, Guayaquil
Los sonidos de la puerta, 1985
Reminiscencia del Tomebamba, 1987
Danzante de Pujilí, 1990
Técnica mixta sobre cartulina
Acuarela sobre cartulina
Gouache sobre cartulina
77 x 57 cm
105 x 75 cm
77 x 57 cm
Col. Privada, Quito
Col. Privada, Cuenca
Col. privada, Quito
Misiva en la puerta, 1985
Andrea en Londres, 1988
Fiesta, 1990
Técnica mixta sobre cartulina
Gouache sobre cartulina
Técnica mixta sobre arpillera
77 x 57 cm
77 x 57 cm
150 x 150 cm
Col. privada
Col. privada, Zúrich
Col. Museo Vivo, Santiago de Chile
Nudos sobre un muro, 1985
Figuras vegetales, 1988
Figuras en el firmamento, 1990
Técnica mixta sobre cartulina
Gouache sobre cartulina
Técnica mixta sobre lienzo
77 x 57 cm
54 x 80 cm
186 x 145 cm
Col. Pablo Simon, Quito
Col. del artista, Quito
Col. Giovanni y Laura Angioletti, Quito
Puerta 13, 1985
Interior con ventana gótica, 1988
Resplandor, 1990
Acuarela sobre cartulina
Óleo sobre lino
Óleo sobre lienzo
77 x 57 cm
152 x 184 cm
150 x 110 cm
Col. privada, Quito
Col. del artista, Quito
Col. Museo de Arte Moderno, Cuenca
Quipus, 1985
Ciudad flotando, 1989
Sol negro, sol amarillo, 1990
Acuarela sobre cartulina
Acuarela sobre cartulina
Acrílico sobre lienzo
77 x 57 cm
57 x 77 cm
150 x 150 cm
Col. Dick Gerdes, Nuevo México
Col. Jacqueline Urresta, Quito
Col. Familia Falconí Puig
La Noche y el día, 1986
Exterior lila, 1989
Transfiguración del danzante, 1990
Acuarela sobre cartulina
Gouache sobre cartulina
Gouache sobre cartulina
105 x 75 cm
75 x 105 cm
76 x 56 cm
Col. Gina Sicles, Guayaquil
Col. Fernando Urresta, Querétaro
Col. Julio Pazos, Quito
Formas suspendidas, 1991
Tallo de colores, 1992
Paisaje de la serranía, 1993
Acrílico sobre lienzo
Técnica mixta sobre papel y tela
Acrílico sobre cartulina
150 x 110 cm
134 x 101 cm
102 x 134 cm
Col. Marcia de Gansauer, Guayaquil
Col. Andrea Betancourt, Zúrich
Col. Edgar Guevara, Quito
Sol que pinta, 1991
Ventana roja. 1992
Tallo negro, 1993
Acrílico sobre lienzo
Acrílico sobre cartulina
Acrílico sobre lienzo
150 x 110 cm
105 x 75 cm
150 x 110 cm
Col. Victor Mandini, Guayaquil
Col. Pablo Villamar, Viena
Col. del artista, Quito
Surcos en San Juan, 1991
Árbol en la Mitad del Mundo, 1993
Del monte en la ladera, 1994
Técnica mixta sobre cartulina
Acrílico sobre cartulina
Acrílico sobre lienzo
105 x 75 cm
57 x 77 cm
150 x 110 cm
Col. privada, Quito
Col. César Augusto Salazar, Quito
Col. Hernán Rodríguez Castelo, Quito
Vibración en los Andes, 1991
Desayuno al aire libre, 1993
Fondo cárdeno, 1994
Técnica mixta sobre cartulina
Acrílico sobre cartulina
Acrílico sobre cartulina
102 x 64 cm
110 x 78 cm
77 x 57 cm
Col. privada
Col. privada, Quito
Col. Fundación Leonidas Ortega, Guayaquil
Canoa, 1992
Espejo azul, 1993
Monte y árbol, 1994
Técnica mixta sobre madera
Acrílico sobre cartulina
Óleo sobre lienzo
130 x 30 cm
77 x 57 cm
75 x 105 cm
Col. Giovanni y Laura Angioletti, Quito
Col. Julian Betancourt, Zúrich
Col. Mónica Baca, Quito
Serie Selvaojival Jardines y cercas, 1992
Reverdecimiento, 1994
Acrílico sobre cartulina
Estelas delante de un cráter, 1993
Acrílico sobre cartulina
77 x 57 cm
Acrílico sobre cartulina
75 x 105 cm
Col. Andrea Betancourt, Zurich
77 x 57 cm
Col. del artista, Quito
Col. Gonzalo Arteaga, Quito Lago de fuego, 1992
Tallo amarillo, 1994
Acrílico sobre cartulina
Formas en la ventana rosa, 1993
Acrílico sobre lienzo
77 x 57 cm
Acrílico sobre lienzo
150 x 110 cm
Col. The October Gallery, Londres
110 x 110 cm
Col. Fernando Urresta, Querétaro
Col. Bolívar y Patricia Torres Motivo oriental, 1992
Velero y montaña, 1994
Acrílico sobre cartulina
Materia resplandeciente, 1993
Acrílico sobre lienzo
148 x 102 cm
Acrílico sobre lienzo
160 x 110 cm
Col. Embajada del Ecuador en Italia, Roma
150 x 110 cm
Col. Embajada de los EE. UU., Quito
Serie Selvaojival
Col. Museos Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito
Noche a punto de desbordarse, 1992
Ojival, 1993
Acrílico sobre cartulina
Técnica mixta sobre papel y tabla
Acrílico sobre cartulina y lienzo
77 x 57 cm
120 x 82 cm
130 x 112 cm
Col. Didier Lopinot, París
Col. María Fernanda Betancourt, Quito
Col. Universidad Andina Simón Bolívar, Quito
Bosque rosa, 1995
Serie Selvaojival
Desnudo y árboles, 1995 Técnica mixta sobre lienzo 75 x 105 cm Col. Diners Club del Ecuador, Quito
255
Floresta umbrosa, 1995
Calle de Quito, 1996
Río de fuego, 1997
Acrílico sobre lienzo
Acrílico sobre cartulina
Técnica mixta sobre lienzo
112 x 162 cm
77 x 57 cm
190 x 140 cm
Col. Mauricio Moreno, Quito
Col. privada, Quito
Col. Municip de Quito
La región de los cholanes, 1995
El ojo que concibe, 1996
Gótico americano, 1998
Técnica mixta sobre lienzo
Acrílico sobre lienzo
Óleo sobre lienzo
186 x 250 cm
50 x 80 cm
110 x 150 cm
Col. Giancarlo Meroni, Bolonia
Col. Joelle Chaline, París
Col. Fundación Enrique Tábara, Guayaquil
Llama vegetal, 1995
Interior rojo, 1996
Intiwatana, 1998
Técnica mixta sobre lienzo
Acrílico sobre lienzo
Óleo sobre lienzo
160 x 110 cm
110 x 110 cm
110 x 150 cm
Col. Jacqueline Urresta, Quito
Col. Gean Magali Aguirre, Quito
Col. Jorge Burgos Varela, Santiago de Chile
Otoño, 1995
Morada de los pájaros, 1996
Luz de luna, 1998
Acrílico sobre cartulina
Acrílico sobre lienzo
Óleo sobre lienzo
77 x 57 cm
120 x 100 cm
100 x 100 cm
Col. Steve Wallace, Milwaukee
Col. Hernán Ordóñez, Quito
Col. Naciones Unidas, Ginebra
Pájaros de la encina, 1995
Muchacho con pájaros, 1996
Masada, 1998
Acrílico sobre cartulina
Técnica mixta sobre lienzo
Técnica mixta sobre lienzo
66 x 103 cm
140 x 190 cm
120 x 120 cm
Col. Diario El Comercio, Quito
Col. FLACSO, Quito
Col. Giancarlo Meroni, Bolonia
Agua lunar I, 1996
Personajes de la jungla, 1996
Mujer caracol, 1998
Acrílico sobre lienzo
Acrílico sobre lienzo
Óleo sobre lienzo
70 x 50 cm
190 x 140 cm
105 x 150 cm (díptico)
Col. privada
Col. Cristina Berg, Quito
Col. Sjef y Patricia Minke, Querétaro
Árbol y pájaros, 1996
Tótem verde, 1996
Noche y agua, 1998
Técnica mixta sobre lienzo
Acrílico sobre lienzo
Acrílico sobre cartulinas
190 x 140 cm
160 x1 20 cm
77 x 115 cm (dos láminas)
Col. del artista, Quito
Col. Centro Cultural de la PUCE, Quito
Col. Naciones Unidas, Viena
Bañistas, 1996
Entrada al paraíso, 1997
El alma de una casa, 1998
Técnica mixta sobre lienzo
Acrílico sobre lienzo
Acrílico sobre cartulina
140 x 190 cm
190 x 140 cm
77 x 57 cm
Col. del artista, Quito
Col. Luciano Benetton, Treviso
Col. Horacio Sevilla, Quito
Barrio de Quito, 1996
La estación, 1997
Templo circular, 1998
Acrílico sobre cartulina
Acrílico sobre cartulina
Óleo sobre lienzo y tubos de color vacíos
57 x 77 cm
105 x 75 cm
120 x 100 cm
Col. Yang Jie, Beijing
Col. José Mercé, Buenos Aires
Col. del artista, Quito
Búhos empujando al crepúsculo, 1996
Lenguaje de agua, 1997
Frente al volcán, 1999
Técnica mixta sobre lienzo
Óleo sobre lienzo
Óleo sobre Lienzo
100 x 100 cm
190 x 140 cm
150 x 110 cm
Col. Carlos Mosquera, Quito
Col. Fidel Egas, Quito
Col. Universidad San Francisco de Quito, Quito
Magnífico furor, 1999
Pectoral, 2000
Amanecer y atardecer I, 2001
Técnica mixta sobre lienzo.
Óleo sobre arpillera
Técnica mixta sobre arpillera
170 x 120 cm
130 x 90 cm
210 x 50 cm (móvil colgante)
Col. Diners Club del Ecuador, Quito
Col. privada, Quito
Col. del artista, Quito
Memoria del tiempo de la obsidiana, 1999
Platón, 2000
Amanecer y atardecer II, 2001
Óleo sobre arpillera
Cerámica
Técnica mixta sobre arpillera
180 x 124 cm
29 cm
210 x 50 cm (móvil colgante)
Col. Gonzalo Salvador, Quito
Col. del artista, Quito
Col. del artista, Quito
Nostalgias imperiales I, 1999
Pórtico triunfal, 2000
Casa amarilla, 2001
Óleo sobre arpillera
Óleo sobre arpillera
Técnica mixta sobre arpillera
76 x 45 cm
70 x 70 cm
130 x 87 cm
Col. Giovanni y Laura Angioletti, Quito
Col. Mirko Rodic, Guayaquil
Col. del artista, Quito
Nostalgias imperiales II, 1999
Rojo pedernal, 2000
Jugadores y el tablero, 2003
Óleo sobre arpillera
Óleo sobre lienzo
Acuarela sobre cartulina
76 x 45 cm
142 x 170 cm
50 x 70 cm
Col. Giovanni y Laura Angioletti, Quito
Col. Giovanni y Laura Angioletti, Quito
Col. privada
Piedra andina, 1999
Rojo y negro, 2000
Personajes y escalera, 2003
Óleo sobre arpillera
Óleo sobre arpillera
Óleo sobre lienzo
130 x 90 cm
100 x 55 cm
50 x 70 cm
Col. Giovanni y Laura Angioletti, Quito
Col. del artista, Quito
Col. Tito Jara, Quito
Visiones desde arriba, 1999
Tótem, 2000
Pintura, 2003
Óleo sobre lienzo
Óleo sobre arpillera
Técnica mixta sobre arpillera y collage
120 x 100 cm
206 x 55 cm
140 x 290 cm
Col. Cancillería del Perú, Quito
Col. privada, Quito
Col. privada Giancarlo Meroni, Bolonia
Ciudad del sol y la luna, 2000
Yumbos de occidente, 2000
Reminiscencia florentina, 2003
Óleo sobre lienzo
Óleo sobre lienzo
Acrílico y pastel sobre cartulina
200 x 280 cm
105 x 75 cm
100 x 70 cm
Cada uno de los 16 paneles
Col. Julio Pazos, Quito
Col. Marcelo Crespo, Cuenca
Los danzantes, 2001
Calle principal y casas con ojos, 2004
Técnica mixta sobre arpillera
Óleo sobre arpillera
La niña Mafer, 2000
196 x 60 cm cada panel
90 x 35 cm
Técnica mixta sobre arpillera
Biombo con 4 paneles movibles
Col. privada, Quito
133 x 90 cm
226 x 290 x 76 cm
Col. María Fernanda Betancourt, Quito
Col. Jacqueline Urresta, Quito
Los que veneran el fuego, 2000
Árbol de letras, 2001
155 x 57 cm
Óleo sobre arpillera
Acrílico y óleo sobre arpillera
Col. del artista, Quito
75 x 65 cm
256 x 186 cm
Col. Galería Matthei, Santiago de Chile
Col. Jacqueline Urresta, Quito
50 x 70 cm Col. Universidad San Francisco de Quito
Estela con fondo rojo, 2004 Acrílico sobre cartulinas (dos láminas)
Formas de una nereida, 2004 Acrílico sobre cartulinas (dos láminas) 155 x 57 cm Col. del artista, Quito
257
Hombre pensativo, 2004
Secuencia para un film, 2005
Rostro florentino, 2007
Acrílico sobre papel kraft
Acrílico sobre cartón
Técnica mixta sobre lienzo
130 x 90 cm
260 x 115 cm
70 x 50 cm
Col. privada, Quito
Col. del artista, Quito
Col. Daphna & Rami Amit, Quito
Luz de la noche, 2004
Composición con figuras diversas, 2006
Tallo texturado, 2007
Técnica mixta sobre arpillera
Acrílico sobre cartón y collage
Técnica mixta sobre lienzo y arpillera
240 x 60 cm
196 x 210 cm
180 x 50 cm
Col. del artista, Quito
Col. del artista, Quito
Col. privada, Quito
Pareja, 2004
Don Quijote, 2006
Cuadrilla con alas doradas, 2007
Acuarela sobre cartulina
Técnica mixta sobre cartón de embalaje
Técnica mixta sobre lienzo y arpillera
65 x 50 cm
165 x 84 cm
135,5 x 90 cm
Col. José Mercé, Buenos Aires
Col. Giuseppe Perricone, Roma
Col. Yuri Chillán, Bogotá
Paseante, 2004
Naipe, 2006
Árbol de máscaras I, 2008
Acrílico sobre papel kraft
Técnica mixta sobre lienzo y cartón
Óleo sobre lienzo
130 x 90 cm
320 x 200 cm
260 x 115 cm
Col. Ferrero Ecuador, Quito
Col. privada, Quito
Col. del artista, Quito
Símbolos mágicos, 2004
Sobre un nidal de signos, 2006
Caras invertidas, 2008
Técnica mixta sobre lienzo y arpillera
Acrílico sobre cartón
Técnica mixta sobre lienzo
125 x 130 cm (Tríptico)
130 x 100 cm
120 x 100 cm
Col. del artista, Quito
Col. privada, Quito
Col. Marco Antonio Rodríguez, Quito
Árbol rítmico, 2005
Árboles intangibles, 2007
Fragmentos, 2008
Óleo sobre arpillera
Óleo sobre lienzo y arpillera
Acrílico sobre cartulina
90 x 60.5 cm
120 x 120 cm
105 x 75 cm
Col. Carlo Civiletti, Roma
Col. Giancarlo Meroni, Bolonia
Col. Vicente Sánchez, Quito
El paso de las nubes, 2005
Calle vacía, 2007
Ideas formadas en el fuego, 2008
Acrílico sobre papel kraft
Técnica mixta sobre lienzo y arpillera
Óleo sobre lienzo y arpillera
90 x 130 cm
180 x 50 cm
120 x 30 cm
Col. Cecilia Miño, Quito
Col. del artista, Quito
Col. Thalía Flores, Quito
Hasta la vista Francis, 2005
Inundación del rojo, 2007
Tronco azul, 2008
Acrílico sobre cartón
Acrílico sobre cartulina
Óleo sobre lienzo y arpillera
260 x 115 cm
77 x 57 cm
100 x 60 cm
Col. privada, Quito
Col. Embajada de los EE. UU., Quito
Col. Luciano Benetton, Treviso
Joven florentino, 2005
Nube de hollín, 2007
Un pueblo en la serranía, 2008
Acrílico sobre cartón
Acrílico sobre cartulina
Óleo sobre lienzo
129.5 x 90 cm
152.5 x 102 cm
12 x 10 cm
Col. Giancarlo Meroni, Bolonia
Col. Museos Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito
Obra con que se da inicio a IMAGO MUNDI,
Piedra y firmamento, 2005
Obsidiana y Lava, 2007
Acrílico sobre cartón
Óleo sobre lienzo y arpillera
99.5 x 140 cm
70x50 cm
Col. César Augusto Salazar, Quito
Col. Alianza Francesa, Quito
mapeo del arte actual, Col. Fundación Benetton, Treviso
Adán y Eva, 2009
Selva II, 2009
Tótem femenino, 2010
Técnica mixta sobre lienzo
Técnica mixta sobre lienzo
Óleo sobre lienzo
110 x 156 cm (díptico)
150 x 110 cm
100 x 40 cm
Adán, col. Pablo Calero, Quito
Col. Fidel Egas, Quito
Col. Ramón Best, EE. UU.
Eva, col. Sjef y Patricia Minke, Querétaro Aparición de Venus, 2010
Cangahua, 2011
Copa de un árbol con insectos, 2009
Técnica mixta sobre lienzo
Técnica mixta sobre lienzo y arpillera
Acuarela sobre cartulina
120 x 30 cm
120 x 120 cm
57 x 38.5 cm
Col. Carlos Guaipatín, Ciudad de México
Col. del artista, Quito
Árbol con imagen, 2010
El páramo, 2011
El paraíso está en los Andes, 2009
Técnica mixta sobre lienzo y arpillera
Técnica mista sobre lienzo y arpillera
Óleo sobre lienzo
180 x 50 cm
140 x 190 cm
80 x 100 cm
Col. Privada, Quito
Col. del artista, Quito
Col. Rodrigo Villacís, Quito
Col. Jorge Soto, Quito Caras y símbolos sobre una llamarada, 2010
Ilusión de abril, 2011
Esbozo, 2009
Técnica mixta sobre yute
Acuarela sobre cartulina
Técnica mixta sobre lienzo
140 x 290 cm
77 x 57 cm
120 x 30 cm
Col. Fidel Egas, Quito
Col. Rosy de Gutiérrez, Quito
Col. Alianza Francesa, Quito Contrapunto de árboles y montañas, 2010
La Diva, 2011
Hombre sentado 1, 2009
Óleo sobre lienzo
Técnica mixta sobre lienzo
Técnica mixta sobre lienzo
80 x 120 cm
120 x 120 cm
120 x 30 cm
Col. Steve Wallace, Milwaukee
Col. del artista, Quito
Col. Carlos Guaipatín, Ciudad de México Figura en su laberinto, 2010
Transfiguración, 2011
Hombre sentado II, 2009
Técnica mixta sobre lienzo
Técnica mixta sobre lienzo y arpillera
Técnica mixta sobre lienzo
120 x 30 cm
150 x 100 cm
120 x 30 cm
Col. Carlos Guaipatín, Ciudad de México
Col. Fidel Egas, Quito
Joven en Yasuní, 2010
Ciudad roja, 2012
Idilio en el árbol rojo, 2009
Laca sobre lino
Técnica mixta sobre lienzo
Técnica mixta sobre lienzo
150 x 100 cm
103 x 153 cm
120 x 100 cm
Col. privada, Quito
Col. Paolo Legnaioli, Italia
Col. privada
Col. Marco Antonio Rodríguez, Quito La Montaña y el Árbol, 2010
Hoja de maguey, 2012
Marilyn, 2009
Técnica mixta sobre lienzo y arpillera
Óleo sobre lienzo
Técnica mixta sobre lienzo
140 x 290 cm
120 x 30 cm
120 x 100 cm
Col. Diners Club del Ecuador, Quito
Col. María Augusta Falconí, Quito
Col. Daniela Canabal, Quito Mampara, 2010
Apariencia de la montaña, 2013
Retrato con Flora y Fauna, 2009
Óleo sobre lienzos
Óleo sobre lienzo
Técnica mita sobre lienzo
120 x 30 cm cada panel
90 x 70 cm
110 x 78 cm
Biombo con 3 paneles movibles
Col. del artista, Quito
Col. Magdalena Santeli, Quito
165 x 104 x 40 cm Col. Giovanni y Laura Angioletti, Quito
Ciudad con islas, 2013
Selva I, 2009
Óleo sobre lienzo y arpillera
Técnica mixta sobre lienzo
103 x 153 cm
150 x 110 cm
Col. Jean Baptiste Main de Boissiere, París
Col. privada, Quito
259
Casa para pájaros, 2013
Retablo quiteño, 2014
Ciudad mujer, 2015
Acuarela sobre papel artesanal
Acuarela sobre papeles de fibra de arroz
Óleo sobre lienzo
50 x 71 cm
90 x 61 cm
100 x 115 cm
Col. Irma Rebeca Monzón Rojas, Guatemala
Armazón con vidrio metal
Col. José Luís Iturralde, Quito
120 x 76 x 15.5 cm La nueva ciudad de Quito, 2013
Col. Miguel y Carolina Puente, Quito
Técnica mixta sobre lienzo.
El pintor, 2015 Óleo sobre arpillera
70 x 90 cm
Atardecer en el castillo, 2014
100 x 120 cm
Col. OFID (OPEC Fund for International
Acuarela sobre papel de arroz
Col. privada, Quito
Development), Viena
92.5 x 61.5 cm Col. Erick Medina, Quito
Paisaje con montañas moradas, 2013
El volcán, 2015 Técnica mixta sobre cartulina
Acuarela sobre cartulina
Atardecer tropical, 2014
77 x 57 cm
62 x 93 cm
Óleo sobre lienzo
Col. Hernán Hervas, Quito
Col. Cecilia Echeverría, Quito
40 x 40 cm Col. privada, Quito
Políptico intercambiable, 2013
Escena con viento, 2015 Óleo sobre lienzo
Técnica mixta sobre lienzo y arpillera
Celebración I, 2014
70 x 90 cm
120 x 240 cm
Acrílico sobre cartulina
Col. David y Cynthia Sperber, Quito
Cada panel
75 x 53 cm
120 x 30 cm
Col. Erick Medina, Quito
Col. Jorge Grijalva, Quito
Mila, 2015 Óleo sobre lienzo
El río, 2014
90 x 70 cm
Quito a la luz de la luna, 2013
Óleo sobre lienzo
Col. Sofía Luzuriaga, Quito
Óleo sobre lienzo
90 x 70 cm
70 x 90 cm
Col. Marcos Miranda, Guayaquil
Col. Organización de las Naciones Unidas, Nueva York
Técnica mixta sobre lienzo y arpillera Guápulo y persiana roja, 2014
190 x 140 cm
Óleo sobre lienzo
Col. privada, Quito
Una historia en el jardín, 2013
90 x 70 cm
Acuarela sobre papel
Col. David y Cynthia Sperber, Quito
61 x 91 cm Col. Jean Baptiste Main de Boissiere, París
Mujer y árbol, 2015
Mujeres, hombres y perro, 2015 Óleo sobre lienzo
La exiliada, 2014
90 x 70 cm
Técnica mixta sobre arpillera
Col. del artista, Quito
Vuelo y éxtasis, 2013
180 x 51 cm
Acuarela sobre papeles de seda
Col. Olivia Betancourt, Zurich
70 x 48 cm
Muro apostillado, 2015 Técnica mixta sobre lienzo y arpillera
Armazón con vidrio y metal
Quito Marrón, 2014
140 x 190 cm
100 x 60 x 15.5 cm
Técnica mixta sobre lienzo y arpillera
Col. del artista, Quito
Col. Francoise Gauthier, París
50 x 180 cm Col. Edwin Urresta, Quito
Esperando las olas, 2014
Nueva versión de Margarita, 2015 Óleo sobre lienzo
Acuarela sobre papeles de fibra de arroz
Árbol de guabas, 2015
90 x 70 cm
90 x 60 cm
Técnica mixta sobre lienzo y arpillera
Col. privada, Quito
Armazón con vidrio, metal
140 x 190 cm
120 x 76 x 15.5 cm
Col. Jacqueline Urresta, Quito
Col. César Augusto Salazar, Quito
Ojo de buey I (interior), 2015 Ojo de buey II (exterior), 2015 60 cm de diámetro Ventana en casa del artista Col. del artista, Quito
Barrio enfiestado, 2016
Ciudad pez, 2017
Mujer descifrando Ingapirca, 2017
Óleo sobre lienzo
Óleo sobre lienzo
Acuarela sobre papel entelado
30 x 50 cm
70 x 90 cm
57 x 77 cm
Col. Elena Kudelina, Moscú
Col. Steve Wallace, Milwaukee
Col. privada, Quito
Casas de la ciudad de Cuenca, 2016
Ciudad sumergida, 2017
Nuevo look de la infanta, 2017
Acuarela sobre cartulina
Acuarela sobre papel fibroso
Óleo sobre lienzo y arpillera
57 x 77 cm
93 x 61.5 cm
160 x 110 cm
Col. privada, Quito
Col. Edwin Urresta, Quito
Col. privada, Quito
La infanta de visita a Quito, 2016
Correspondencias, 2017
Salón con pinturas abstractas, 2017
Óleo sobre lienzo y arpillera
Óleo sobre lienzo
Acuarela sobre papel de hilo
180 x 240 cm
Obra para colgarse en sentido
92 x 61 cm
Col. Sjef y Patricia Minke, Querétaro
vertical u horizontal
Col. privada, Quito
110 x 150 cm La Virgen del Panecillo, 2016
Col. del artista, Quito
Óleo sobre lienzo
Salón de espejos, 2017 Acuarela sobre cartulina
40 x 50 cm
El artista vagando por los arrabales, 2017
75.5 x 105 cm
Col. Julio Pazos, Quito
Acuarela sobre cartulina
Col. del artista, Quito
76 x 55 cm Mujer en grises y pardos, 2016
Col. Lucía Vegas, Quito
Óleo sobre lienzo
Vigilantes, 2017 Óleo sobre lienzo
50 x 40 cm
Espejo ondulante, 2017
100 x 200 cm (díptico)
Col. Dorota Kossak, Quito
Óleo sobre lienzo
Col. privada, Quito
35 x 30 cm Nueva imagen de la infanta M., 2016
Col. privada, Quito
Óleo sobre lienzo
Virgen y templo de Quito, 2017 Acuarela sobre papel de arroz
70 x 180 cm (díptico)
Habitación azul y rosa, 2017
202 x 96 cm
Col. privada, Quito
Gouache sobre papel de arroz
Col. del artista, Quito
71 x 141 cm Nuevos diálogos, 2016
Col. del artista, Quito
Técnica mixta sobre cartulina
3 visiones de Quito, 2018 Óleo sobre lienzo, arena y retazos de madera
77 x 57 cm
Ingapirca y los enigmas, 2017
50 x 180 cm (por panel)
Col. Olivia Zhang, Beijing
Óleo sobre lienzo
Col. Leonardo Valencia, Quito
100 x 120 cm Techos y fachadas rojas, 2016
Col. del artista, Quito
Óleo sobre lienzo y arpillera
El sector de la Basílica, 2018 Óleo sobre lienzo
50 x 180 cm
La Virgen del Panecillo I, 2017
100 x 100 cm
Col. Carlos Ávalos, Quito
Gouache sobre papel de arroz
Col. privada, Quito
142 x 77 cm Tres mujeres, 2016
Col. Embajada del Ecuador en China, Beijing
Óleo sobre lienzo
Flor de un día, 2018 Acuarela sobre cartulina
90 x 210 cm (tríptico)
Labrado sobre piedras azules, 2017
77 x 57 cm
Col. Familia Egas Calisto, Quito
Acuarela sobre cartulina
Col. privada, Quito
102.5 x 153.5 cm Barrio de San Blas, 2017
Col. María Fernanda Pereira, Lisboa
La natura es un templo, 2018
Acuarela sobre papel
Óleo sobre lienzo
75.5 x 105 cm
120 x 100 cm
Col. privada, Quito
Col. Manuel Boullosa, Galicia
261
Ninfa con tocado s. xvii, 2018
Ciudad conventual, 2019
Silueta revoloteando en una ventana, 2019
Acuarela sobre cartulina
Acuarela sobre papel de arroz
Óleo sobre lienzo
57 x 77 cm
142 x 76 cm
70 x 90 cm
Col. privada, Quito
Col. del artista, Quito
Col. privada, Quito
Rememorando a Cézanne, 2018
Ciudad ondulante, como en los sueños, 2019
Torreones, 2019
Óleo sobre lienzo
Acuarela sobre papel de arroz
Tinta china y acuarela sobre cartulina
30 x 45 cm
76 x 142 cm
58 x 76 cm
Col. Galería Saladentro, Cuenca
Col. del artista, Quito
Col. Privada, Quito
Retrato de Velázquez, 2018
Cúpula y tapiz, 2019
Ventana y cielo, 2019
Técnica mixta sobre lienzo y yute
Acuarela sobre papel de arroz
Óleo sobre lienzo
120 x 120 cm
76 x 142 cm
120 x 100 cm
Col. privada, Quito
Col. Manuel Boullosa, Galicia
Col. privada, Quito
Velázquez y P. Klee, 2018
El norte de Quito, 2019
Composición con helecho, 2020
Acuarela sobre cartulina
Tinta china y acuarela sobre papel de arroz
Óleo sobre lienzo
75 x 105 cm
67 x 96 cm
120 x 100 cm
Col. privada, Quito
Col. del artista, Quito
Col. privada, Quito
Entrada al centro histórico, 2019
Entrada al centro histórico, 2019
La plaza, 2020
Óleo sobre lienzo
Óleo sobre lienzo
Acuarela sobre papel de arroz
119.5 x 80 cm
119.5 x 80 cm
76 x 142 cm
Col. privada, Quito
Col. del artista, Quito
Col. del artista, Quito
Aldea aguamarina, 2019
Entrada al mar, 2019
Pase del Niño en rojos, 2020
Tinta china sobre cartulina
Acuarela sobre papel de arroz
Óleo sobre lienzo
55 x 76.5 cm
76 x 142 cm
120 x 100 cm
Col. del artista, Quito
Col. Olivia Betancourt, Zúrich
Col. arte del BID, Washington DC
Aldea roja al anochecer, 2019
Gótico tropical, 2019
Unidos por la naturaleza y el arte, 2020
Óleo sobre lienzo
Acuarela sobre cartulina
Óleo sobre lienzo
70 x 90 cm
56 x 77.5 cm
70 x 90 cm
Col. del artista, Quito
Col. del artista
Col. privada, Quito
Atardecer, 2019
La llegada, 2019
Venus nace en los mares, 2020
Tinta china sobre papel fibroso
Acuarela sobre papel de arroz
Óleo sobre lienzo
80 x 58 cm
142 x 76 cm
70 x 50 cm
Col. Humberto Montero, Quito
Col. privada, Quito
Col. del artista, Quito
Barriada alegre, 2019
Nueva versión de la ventana azul, 2019
Acuarela sobre papel de arroz
Óleo sobre lienzo
76 x 142 cm
120 x 100 cm
Col. Enrique Ponce de León, Quito
Col. Diego Moscoso, Quito
Ciudad con patios iluminados, 2019
Sendero con brumas, 2019
Tinta china sobre cartulina
Óleo sobre lienzo
59 x 80 cm
120 x 100 cm
Col. del artista, Quito
Col. Diego Moscoso
Del silencio al color de Miguel Betancourt se terminó de imprimir en el mes de julio de 2021 en la Editorial Pedro Jorge Vera de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Las obras mostradas en este libro son solo una parte del amplio catálogo de la labor perenne del artista; incansable cual artesano medieval, es pertinaz en su vinculación a una serie de conceptos base o leitmotivs de su obra. La iconografía de Miguel Betancourt viaja a través de inspiradoras exégesis al pasado desde la sombra de un sincretismo mestizo, curtido por el sol de la mitad del mundo. Betancourt es el hacedor de una antología pictórica de creaciones que se intercalan en capas sémicas, donde la inspiración seduce a través de la candidez, la ilusión y la nostalgia. En su perseverante carrera artística, su pintura se hincha de gran diversidad de color matizada y el uso de variadas texturas y materialidades. Aplica el color de manera que tintinea en nuestros ojos, esa disolución de la luz en una paleta amplia y gozosa es un exceso para los sentidos. Hereda una simbología universal que persevera en sugerencias del ayer, retrospectivas que se esquematizan con su creación sorprendente. Miguel desciende al país mítico de la infancia en la búsqueda de testimonios que den fe del pasado y de una reminiscencia familiar, de los recuerdos, de la interpretación de los sueños, de la reconstrucción de una memoria latinoamericana, andina e incluso prehispánica tratando de hallar las raíces de sí mismo desde una manifestación plástica que pacta en un punto justo entre la abstracción y el realismo. Sonia Kraemer