CE número 93

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Portada: Miguel Angel Montaño

Una publicación catorcenal de Editorial Posada, S. A.

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HIrnffimn[$ffi[$

23 de julio, 1980

SUMARIO

No.93

Aviso a nuestros lectores

Editorial En Csntacto "Contacto" con poderes psíquicos por Flita Ross

Avistamiento cercano en Ciudad Azteca por Alejandro Rovelo

El caso Zanfretta: un enigma en espera de su final por Jaime 0uiroz Como contactar con los hermanos clel espacio por Francie

Arehivo Secreto

Encuentros con humanoides en la "Zenü e*e§ Silencio" por Sant¡ago García Jr.

La extraña rnuerte de Elaine Thornas por Bob Borino

Libros

f0vninautas

en la rnitología fenicia? por Jacques Vallée Los cosmonautas ch¡nos se preparan por Alberto del Campo 38 Problemas con los nat¡vos por Arthur C. Clarke CONTACTOS EXTRATERRESTRES. Revista pubticada por Editorlat Posada, s. A. La Otra Banda No. 74, Col.f izapán San Angel, México 20, D. F. Teléfono 550-40-22. Pubticación catorcenal, Registros en trámite, Miembro de la Cámara Nacional de la lndustria Editorial. lmpresa en Victoria Litográfica, S. A, Bulevar Manuel Avila Camacho 585, Prohibida la reproduCción total o parcial del contenido de esta rev¡sta. No se devuelve material escr¡to o gráfico no solicitado. Precio del e.!emplar $ 18.00M. N. lmpreso en México/Printed in Mexico. 4 5 6 10 12 16 20 24 26 33 34 40 30

PROBLEIUAS COIT LOS ITATIUOS

tr L I platillo volador descendió verticalmente a través de las nubes, frenó a unos 15 metros de la tierra y se posó con un golpe considerable sobre un pedazo de ciénaga y brezos.

-Eso -bramó el capitán Wyxtpthll-, fue un pésimo aterrizaje.

-No es mi culpa que se haya vuelto a descomponer el automático -suspiró el- primer piloto estirando con alivio fres de sus tentáculos gue estaban sobre el tablero de control al tiempo que relajaba sus cuatro piernas-. coué puede esperarse --agregó-, de una nave que debió ser desechada hace 5,000 años?

Para los oídos humanos la con' versación eniera hubiera sido similar al cacareo de una gallina.

-Olvídalo -dijo el capitán- bajamos vivos y enteros a este planeta y eso basta. iOue vengan Crysteel Y Danstor, deseo hablar con ellos antes de que salgan!

Los dos tripulantes que acudieron ante elcapitán eran obviamente los más feos de la tripulación, sólo tenfan dos brazos y piernas y carecían de ojos atrás de la cabeza, 40.

amén Ce otras deficiencias físicas y estéticas que sus dem¡ís colegas trataban de ignorar lo mejor posible a fin de no acomplejarlos más. Pero en este caso su fealdad los convertía en los más adecuados para explorar este planeta, pues con poco trabajo se les podÍa hacer pasar como seres humanos.

-iEstán seguros -dijo elcapitán tratando de no verlos-, de que entendieron sus órdenes?

-Por supuqsto -respondió Crysteel algo molesto- no es la primera vez que trato con razas primitivas, mi entrenamiento en antropología. .

-2Y el idioma? '

-Eso corresponde a Danstor, pero no hay problema, es un lenguaje sencillo y hemos estudiado bien los programas de radio y televisión.

-Entonces pueden part¡r.

-Capitán -i nterru mpió Crystee I nervioso- hay algo más. después de ver sus programas de televisión por dos años, bueno, son una raza violenta. . . irecuerda el programa que le platiquré, aquel donde se describía una familia típica? Bueno

en la primera hora el niño más pequeño cometió dos asesinatos.. y bien, nosotros quisiéramos.

-¿Oué. .?

-Nos sentiríamos más seguros con dos Mark ll I pues.

- ¡Ni pensarlo -chilló Wyxt- pthll- si matan a alguien del Departamento de Política lnterestelar y la Junta de Conservación de Aborígenes me asarían vivo.

-lgual problema se pre§enttrá si nos matan a nosotros. Después de todo usted es responsable por nuestra seguridad.

-Oh, muy bien, pero sólo un Mark ll, no quiero que hagas dema' siado daño. Y no olviden comunicarse cada 30 minutos como se les ordenó, y no se queden más de dos horas.

El capitán los vio desaParecer tras la colina pensando desesperado en por: qué entre todos los tripulantes ten ían que haber sído seleccionados precisamente aquellos dos. Mientras meditaba, comenzó a enredar sus tentáculos con gesto de,angust¡a.

-No había más remedio -le consoló el piloto- tenían gue ser esos.

\.- <i>¿ \ (-¿, -¡ __!ln¡rfu_ - ¿S 7áP''*oo

Uru ESCRITOH DE SU ERA

Desde hace más de cinco décadas, erinur C. Clarke es una ce les ¡trimeras fiouras intelectuales de la era espacial' SL trabaio científico en el campo de la comunicaciÓn vía satélite y su labar al frente de la Sociedad Británica Ínterplanetaria, asf como Embiétt su extensa obra de divulgación sobre astronamta y astronáutica, armonizan perfectament.e con su extraorclinario talento para la literatura de ciencia ficción. Arthur .C.' Clarke ocupa una posición reconacida en el mundo científ ico, pero igualmente es considerado por unanimidad como uno de tos gigantes de ese género literario que ha suigiOa a! calor de las primeras cong u istas esPac ía I es'

Hombre íntegro de su era -científica y visionario- ha sabido comprencler lo que nos está sucediendo en el presettte y io qrc nos depara el futuro. Sus libros ya han adquiriclo un valor universal, 'como otras grandes clásicos de este siglo y del pasado, pues ett ellos hav toda una íabiduría puesta al servicio de la humanidad actual Y sus de§cendientes.

Entre los tsrnas gue más atraen a A,rthur C. Clarke como autar de ciencia ficción se encuentra el del contacto de la humanidad terrestre can otras civili' zacionos del espacio. 2001: odisea del espacio, El fin de la infancia y Cita con Rama son sus navelas más celébradas de las rrtuchas que ha escrita sobre este rcma. Pero también es autor de una va§'

-Claro, pero si no regresan Podré reportar el planeta como"peligroso para que así nadie lo visite.

-¿Y perder todos lr:s meses que hemos pasado estudiándolo?

- iDe ninguna manera, advertir a los otros no es tiempo Perdicio!

-dijo el capitán desenredándose-. iAvisaré que no venga nadie en los próximos 5,000 años" Or.rizá Para entonces el planeta esté civilizado, aunque francamente lo dudo!

Samuel Higginsbothan estaba comiendo un bocadiilo de queso cuando vio .venir a los desconocidos.

- iBuenos días! -saludó alegre'mente.

Los desconocidos se Pararon Y uno comenzó a hojear las Páginas de un pequeño libro abarrotado de

b serie de relatos corto§ -todos de primer orden- que además de ofrecer u¡ta maonifica muestra de su talento, contie' ne-reflexiones muy inteligentes sobre el choque antrcpo!ógica que entraña la pre' sencia de visitantes extraterrestres en nuestro planeta.

Y ,lentro de este ámbito tetnático que tanto intere§a a Clarke no podía7 iattar las referencias a los OVNIS, como la. revela uno de sus meiores cuentas, Problernas con los nativos, repraducido aquí en versión candensada"

La historia se inícia usantlo iustamen' te el términa "ptatillo volador", cornien' zo que introduce el rcno irénico que im' Drenna toda la narración; más adelante, -riiá iu los persanaies tetícolas apÍicará el mismo término con desprecio, en ufia clara alusión al descrédíta en que §e encontraba el tema OVNI durante los años inmediatos al incidente Arnold, época ii sir* Clarke escribe su cuento (195Ü)'

La sátira se completa al narrar el contacto -o más bien los frustrados intentos de contacto- desde el punto de vista de los visitantes y no de los visitados' Y la verciad es que pocas veces un autor de ciencia ficcíón ha conseguido, como lo hace Clarke en este cuento, fascinar y divertir a sus lectares a! misma tiempo que los induce a reflexionar sobre las contradicciones y absurCos que conlleva la confrontación entre dos civilizaciones distintas.

palabras muy comunes en la televisión, como: " iArriba las manos, lo tengo cubierto". " iE§to es un asalto". " iLlarnando a toda§ las unidades!". "Esta es la Predicción del tiempo", etc. Danstor, que dominaba mejor la lengua contestó con un acento Perfecto de la BBC: -Buen día mi buren hombre, Znos podría dirigir a la aldea, Pueblo u otra comunidad civilizada cercana ?

Sam se limitó a gruñ¡r mirando con más atención a los dos extraños y dándose cuenta de su atuen" do, pues ni siquiera el más loco de los orates se vestiría así. El que había hablado iba más o menos normal salvo gue a su traje de ciudad había agregado una cachucha de beisbol y unas toscas bota§, Pero el otro, el del librito lleüaba un traje de etiqueta impecable salvo porque era de color verde chillón con

Y si todo resulta tan g{otes@, tan enormemente rid ícu lo coma sugiere Prcblenras con los nalivgs, ¿es fitonces imposibte el contacto, el entenci!míento, la'camprensión entre la humaniod y las seres inteligentes del espacic? Aunque Clarke no encara directamente esie dilema, slr respuesta gueda fiotanco en el ánimo del lector.

corbata roja Y también usaba unas botas enormes. Los exPloradores habían hecho lo posible Por Parer cer normales, pero siendc a ieievisión su única fuente de información taies aberraciones eran cornprensibles.

Sam se rascó la cabeza Y ies in' dicó cdmo llegar al pueblo con un acento tan tosco que n¡ngún usuario de la BBC hubiera entendido' Danstor y Crysteel entendieron obv¡amente menos, Pero captaron la idea general dirigiéndose al pueblo con serias dudas sobre su conoc¡miento del inglés. Nadie rescató para la historia ese primer encuentro entre terrícolas y alienígenas.

Lo que pudo ser el segundo se malogró a causa del exceso de Pr+ caucién de los exPloradores, que deiaron Pasar, Zcomo Poci r ia ^ saberlo?, al profesor Fitzsimn''ors

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i:lllli j r|Ef i';illffi@:# @4 -' Arthur C. Cla*e con un arn;go d1 ,ü refu-

uno de los más ímportantes f ísicos del país que vestido de manera extravagante iba meditando en un problema O.

atómica.

Little Milton era una aldea inglesa típica y a esas horas las calles estaban desiertas, pues los hombres se habían ido a trabajar y las mujeres descansaban luego de su partida.

Los exploradores se encontraron al tercer terrícola casi en el centro del pueblo. Era el cartero que iba en su bicicleta dé bastante mal humor a causa de haber tenido que pedalear tres kilómetros más de lo habitual para entregar una postal, amén de que algunos paquetes eran bastante pesados.

-Perdone -di jo Danstor amablemente con la mejor de sus sonrisas.

El cartero se limitó a enviarle una mirada asesina y siguió su camino gritando que no pod ía parar.

- iEsto es el colmo -gritó Danstor-, iserán todos asÍ?

Por primera vez se dio cuenta de que quizá el contacto no sería tan fácil como había imaginado.

Crysteel le recomendó paciencia, recordándole que las razas primitivas no siempre ofrecían facilidades para la comunicación.

-Sugíero -opinó Danstor, que toquemos en algunas casas, de esa forma no podrán huir.

Eligieron precisamente la casa de la vieja viuda Tomkins; cualquiera en el pueblo sabía que era la menos indicada pero ellos no. La viuda se emocionó mucho al ver a dos hombres jóvenes junto a su puerta y a su mente acudieron muchas ideas, desde una inesperada herencia hasta un reportaje sobre su próximo cumpleaños núrnero 100. Tomó la pizarra que estaba junto a la puerta y abrió exhibiendo su dentadura postiza en la más cordial de sus sonrisas. La pizarra decía: "Escriban lo que desean, soy sorda desde hace 20 años".

Crysteel y Danstor se miraron con desaiiento pues lo único escr!to que habían visto"eran anuncio§ de televisión. Finalmente ei segun- do reaccionó y tomando el gis escríbió lo que supuso podía sacarlo del aprieto. Los dos se alejaron desconsolados mientras la anciana

viuda trataba de descifrar lei escritura de Danstor que no era un modelo de redacción y ortografía.

Decía: ZE REA NUDARA la TR RaNZM ICION TANPR RONTO KoMo tro o:rjr:.

En la siguiente casa la persona era más joven y también mujer, pero prácticamente no hubo diálogo alguno, pues al sólo verlos ella estalló en la carcajada más insult'ante que eilos habían oído y acto seguido cerró la puerta mientras seguía riendo al borde de la histenia. Los exploradores se miraron entre sí y de haber sido humanos hubieran comenzado a llorar; algo les decía que sus caracterizaciones humanas no eran muy buenas.

En la tercera casa les fue peor, ya que la señora Smith deseaba hablar y cuando lo hacia era peor que una arnetralladora y mucho más confusa que Sam Fligginsbothan pues ella lanzaba las palabras a razón de 120 por minuto y con igual acento. Cuando los dos se fueron ella segu ía hablando sola.

-No entiendo -se lamentó Danstor- cómo pueden comprender sus programas de televisión s¡ todos hablan así.

-Ouizá bajamos en otro lugar--, di;!o Crysteel, pero realmente no lo creía y estaba perdiendo su optimismo y dignidad de antropólogo. Luego comenzó a hundirse en la desesperación cuando en rápida sucesión lo confundieron con in-

vest¡gador, payaso, candidato conservador, vendedor de aspiradoras y contrabandista del mercado negro local.

Al séptimo u octavo intento, habían perdido la cuerita, se acabaron las arnas de cESa y abrió la puerta un chiquillo larguirucho con lentes y abundante acné que ten ía en la mano una revista que hipnotizó a los visítantes;en la portada se veía un cohete elevándose de un sitio lleno de crátéres y muy diferente a la Tierra y su iituló rezaba: Histarias de ciencia ficción. Los visitantes intercambiaron entre ellos una mirada de "ipiensas lo mísmo que yo7". Sí, finalmente estaban ante alguien capaz de comprenderlos; Danstor sonrió y dijo:*Ouizá tú puedas ayudarnos pues nadie nos entiende. Acabamos Ce llegar a tu planeta y queremos hablar con las autoridades.

-¡Oh! -exclamó Jimmv Williams sin haber regresado aún de su viaje por entre las lunas de Saturno-. ZY dónde está su astronave?

La ocultarnos porque no deseamos asustar a nadie.

-iEs un cohete?

-No, ipor Dios! Esos no se usan desde hace milenios.

*Esto no nos está llevando a ningún lado -intervíno Crysteel impacíentándose por primera uez*; debemos interrogarlo para saber ddnde están las autoridades que venírnos a ver.

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Antes de que Danstor Pudiera contestar se oyó rugido desde el interior de la casa.

- iJimmy! ZOuién está ahí?

-Dos hombres. . al menos así se ven, pero han venido de Marte' Siempre dije que iba a Pasar' . Se oyó un ruido de rnovimientcs pesados y apareció una dama de corpulencia elefantina Y semblante feroz. Vío que los extraños tenían la revista de JimmY e interpretó la situación a su manera. '

- iDeberían avergonzarse -bra' nró-. dos hombres adultos engañandb a un niño bueno para nada! iseres de Marte! ZMe imagino que llegaron en un platillo volador?

-Nosotros jamás mencionamos ese planeta -dijo débilmente Danstor antes de que la puerta fuera cerrada violentamente en sus nariees. Unos instantes deSpu"ris 'r 3P0gádos por la niadcr¡ se oyeron varios ruidos: papel que se rasgaba, un golpe y unos sollozos angustiados.

-¿ Lo habrá matado? -pregun- tó tímidamente Crysteela Danstor, con la reputación que tenía aquel plarreta aquello no era dif ícil de imaginar. Pero Danstor pensaba en [Iarte, el cual, de acuerdo a los in-

formes que poseían, era todavía peor que ,u

El siguiente encuentro fue con un grupo de niños que hizo sobre i;llos todo tipo de observaciones, irrcomprerrsibles, pero evidentemente groseras, mientras los aturdidos Danstor y Crysteel se preguntaban si deberían darles regalos a los infantes o desintegrarlos. Los ¡alvó de la decisión la aparición de run policía.

- iUn policía! -exclamó Danstor-. Seguramenie va a investigar un crimen pero quizá pueda ayudarnos.

P. C. Hinks vio a los extraños con asombro pero logró dar a su voz el tono impersonal característico de un policía británico.

-ZSe les ofrece algo caballeros?

Con un suspiro de tranquilidad Danstor le explicó lo mejor que pudo lo que deseaba. P. C. Hinks se sorprendió, pero sólo Por unos instantes. Era lo suficientemente joven y listo para darse cuenta que si detenía sin violencia a los dos locos eso sería una buena nota en su hoja de servicios y podría valerle hasta un ascenso. Así Pues decidió seguirles la corriente. Danstor por su parte estaba encantado Pues el policía era muy comprensivo Y obviamente inteligente, Y aunque no podría -seguramente el otro comprendería- explicarle los planes a largo plazo que abrigaban para el planeta, le informó que aquella sección de la galaxia se estaba abriendo al desarrollo Y que e llos podr ían aYudar de muchas maneras a los terrícolas.

-Eso es muy gentil de su Parte -dijo P. C. Hinks-, pero creo que lo mejor será que vengan conmigo a la estación para llamar de ahí al primer ministro.

Los dos emisarios caminaron junto al amable policía hasta un edificio en cuyo interior los acomodó: se trataba de un cuarto un taÍito feo, y amablemente cerró la reja con doble vuelta de llave, recomendándoles en el mismo tono amistoso que no se preocuParan.

Pero sl'estaban preocupados, especialmente porque pensaban en las represalias que tomaría contra ellos el capitán Wyxtpthll, y así lo manifestaron en su ininteligible lenguaje, olvidándose del inglés hasta que una lánguida voz que partió de lo más oscuro de la celda les suplicó que se callaran. Ambos miraron hacia el sit¡o de donde provenía el sonido y vieron a un hombre joven, de aspecto desastroso, que los miraba nebulosamente con ojos resentidos.

-¿Será un criminal peligroso? preguntó Danstor nerviosamente.

-Muy peligroso no se ve, sino enfermo -replicó Crysteel.

-ZPor qué los encerraron? -in- quirió el individuo-. Se ven como -si hubieran ido a una f iesta de disfraces.

-Sólo le dijimos al policía quidnes éramos y de ddnde ven íamos. .

-Bueno, 2y quiénes son?

-Pues bien, verá, acabamos de aterrizar y nuestra misión. .

- iBasta! -interrumpió Crysteel-. Nadie va a creernos nunca.

-Oigan, isaben que hablan un idioma muy chistoso? ¿Cuál es?

- iOh, bien ! -se rindió CrYsteel-, cuéntaselo todo, Zqué más da?

Mientras la plática se efecutaba en la celda, P. C. Hinks estaba muy ocupado discutiendo por teléfono con el director del manicomio local que insistía en que todos sus cuartos estaban completos.

El otro prisionero, el ex borracho señor Graham, estaba ahora mucho más sobrio que al principio y comenzaba a recordar la celebración de la noche anteriorysusconsecuencias. Pero ahora se preguntaba si no estaría teniendo alucinaciones pues la plática parecía cosa de locos. En tales circunstancias lo mejor -creía él- era mantener la

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ecuaním¡dad lo más posible hasta que todo quedara bien.

-Bueno -dijo Graham-, s¡ sus compañeros están en su nave espacial seguramente podrán pedirles que los rescaten.

-Oueremos controlar esto nosotros -replicó Crysteel en su medio inglés-; además no conoce a nuestro capitán.

-En ese caso -agregó malignamente divertido Graham- ustedes mismos podrían salir de la celda con sus fantásticos adelantos técnicos.

-No es dif Ícil salir, pero no tiene idea de las complicaciones que eso lraer(a, además los policías nos atraparían antes de que fuéramos muy le1os, pasa en todos los programas de telev¡sión.

-No en Little Milton -sonrió Graharn-; si ustedes tienen manera de salir yo puedo llevarlos en mi coche que está ahí afuera hasta su nave espacial, que según me dijeron no está m-y lejos de aquí.

Los dos loccs carecieron animarse bajo la di'r,ertida mirada de Graham y con-,enzaron a hablar otra vez en ac !e ra lerigOnza infernal; finalme':e carecieron ponerse de acLrercc, tino de ellos sacó con cautela de una bolsa oculta un pequeño cilincro negro y lo manipuló, con la n-, isr.a confianza que tendría una soltercna asustadiza que empuña 3or or:nera vez en su vida un arma ce !rueso calibre. Al mismo tiernpo el otro loco se apartó hacia un sitio resguardado de la celda corr:c s algo terrible fuera a pasar, "Ahora eselmomento en que se cae e ieatro", pensó Graham con la serena conf ianza de un borracho que sac€ a,Jcinar.

No hubo escánda o ri mslgsl¡rr, no saltaron chispas n rayos multicolores -al fin y al cabo no se esperaba otra cosa-, oerc rna generosa porción de parec s.rnplemen- te desapareció dejancc entrar la luz del sol a la celda.

-Ahora podemos lrnos -dijo Crysteel mientras su ccrrpañero guardaba tranquilamenre el Mark //-. iDónde está su carro?

Entonces Graham s.lpc con una nauseabunda seguridad cue estaba definitivamente sobrio, q.e ie habían dicho la verdad y que ceseaba haber seguido borracho,

Por supuesto no hubo persecución ya que P. C, Hinks seguía discutiendo con el director del manicomio mientras sus prisioneros hu ían hacia el viejo Bentley de Graham. Este pensó en escapar de los exploradores, pero después de ver lo ocurrido a la pared, optó por la mansedumbre, especialmente porque ahora que les creía comenzó a notar en ellos una muy lógica calidad in humana.

Por su parte los visitantes no estaban muy a gusto con la manera

de manejar de Graham, lo cual demostraba la reiatividad de la velocidad, ya que estaban habituados a viajar en su nave mucho más rápido que la velocidad de la luz, y ahora poco más de 90 kilómetros por hora comenzaba a aterrarlos.

Pero sobreponiéndose a la impresión lograron comur:icar a la nave que iban para allá y que llevaban con ellos a un hombre razonablemente inteligente, agregando que todo había ido de maravilla, y sin que ningún problema y otras piadosas rnentiras que se acostumbran en estos casos.

Graham volteó a verlos sólo una vez llürque algo le hizo intuir que hablaban de él; y se arrepintió de haber mirado pues a pesar de que los visitantes segu ían teniendo aspecto humanoide, algunas de las partes que les habían pegado para que pareciesen personas se estaban desprendiendo con el viento y ahora Graham observó que no ten ían orejas ni pelo y, con una cierta temblorosa certeza también descubrió, que carecían de nariz. Se sintió bastante incómodo. Claro que cuando vio a los demás tripulantes de la nave sufrió un desmayo; pero en fin, a todo puede acostumbrarse un hombre y a él le sobraba tiempo para hacerlo.

El resto, por supuesto, todos lo conocen, pero la historia completa del prirner aterrizaje de extraterrestres en nuestro planeta y de las peculiares circunstancias en que el embajador Graham se convirtió en representante de la humanidad ante las demás civilizaciones del universo, nunca antes había sido contada. Los principales detalles nos fueron relatados, gracias a una buena dosis de persuasión, por los mismos Crysteel y Danstor, mientras trabajábamos con ellos en el Departamento de Asuntos Extrate rrestres.

Fue comprensible, debido a su éxito en la Tierra, que sus superiores los eligieran poco después para establecer el primer contacto con nuestros misteriosos y reservados vecinos de Marte. También es comprensible, después de conocer su relato, que Crysteel y Danstor se embarcaran a regañadientes para esta misión. Lo que no resulta nada sorprendente es que desde entonces n ellos. o se haya vuelto a saber de ?

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Esta fotografía fue tomada por un muchacho de 14 años llamado Alec Birch, el 4 de mañzo de 1962 en Mosborough, @rca de Sheffield, lnglaterra. La foto ha sido causa de polémicas entre expertos que piensan que podría tratarse de pájaros y otros que consideran que es autént¡ca. Hasta la fecha no se ha llegado a un tota¡ acuerdo.

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