Heidi

Page 16

Heidi

Pedro la escuchó y se sentó. Juntos, vieron al águila elevarse en el aire azul y desaparecer detrás de los picos de las montañas. –¿Adónde se fue? –preguntó la niña, que había seguido el recorrido del pájaro con gran interés. –A casa, a su nido. –¿Su casa queda ahí arriba? ¡Ah, qué lindo estar tan alto! Subamos hasta allá para ver su nido. –¡No, no, no! –exclamó el chico, asustado–. Ni siquiera las cabras pueden trepar tanto. Entonces, lanzó un silbido especial, que al principio Heidi no entendió. Pero las cabras sí y, una tras otra, fueron acercándose, mientras se empujaban, se daban topetazos con los cuernos y saltaban. La nena nunca había visto jugar a las cabras y se puso a correr entre ellas. Rápidamente, las fue distinguiendo, pues cada una tenía alguna característica propia. Mientras tanto, Pedro preparó el almuerzo y ordeñó la cabra blanca para llenar de leche el tazón de Heidi, tal como había indicado el abuelo. Sin duda, las cabras eran más obedientes a su llamado que ella: estaba tan contenta y entusiasmada jugando, que no lo escuchaba. Pero él sabía cómo hacerse oír, y gritó hasta que todas 26


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.