Cómo la tierra fue catarsis para las madres de Soacha

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Sábado 9 de junio de 2018

A fondo ELTIEMPO.COM Hallan las huellas animales más antiguas conocidas hasta ahora. Datan de hace 541 a 635 millones de años, pero no está claro a qué tipo de criatura corresponden.

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“Los falsos positivos no eran guerrilleros, los hijos de las Madres de Soacha, asesinados en 2008, no eran guerrilleros”. Esto es lo que este grupo de mujeres trata de decir, una y otra vez, con el ánimo de buscar limpiar el nombre de sus hijos y de obtener justicia, verdad y reparación. Con esto en mente, entre la fuerza y el dolor, se enfrentaron a sus temores cuando el fotógrafo Carlos Saavedra, invadido por los nervios y el miedo, les propuso retratarlas bajo tierra, literalmente, luego de que a él le presentaran este proyecto, titulado ‘Madres Terra’, mientras trabajaba en Soacha. “Eso fue en el 2013. Ya se conocía lo que había pasado con los ‘falsos positivos’, pero era algo ajeno a mí y me preguntaba cómo era posible que sucediera esto. Siempre me parecieron mujeres ‘berracas’, que por el amor a sus hijos se habían enfrentado a todo. Entonces, cuando me dijeron, mi respuesta fue: ‘hagámoslo’ ”. En su trabajo, anteriormente, el fotógrafo se había involucrado con la tierra y quería explorar el tema del entierro. Sabía que era algo delicado y cuando habló con ellas sobre su idea, decidió mostrarles todas las fotos que había hecho antes a mujeres cotidianas y del campo, sin adornos, solo ellas, mostrándolas reales y con su esencia. “Algunas se conectaron inmediatamente con el proyecto y las que no, me decían: ‘¡eso es brujería!’ o ‘¡yo no lo hago porque me muero allá adentro!’, porque, psicológicamente, el tema es muy duro y muchas no se sentían cómodas haciéndolo y era normal”, recuerda Saavedra, para quien este ejercicio fue una lección de vida. Jacqueline Castillo se negó a hacerlo, quería, pero las únicas palabras que salían de su boca eran de negación. “Llegó el momento en el que dije: tengo que hacerlo”, dice Castillo, quien saca de su alma la fortaleza que la acompaña desde que atravesaba, cada semana, las puertas de Medicina Legal y del CTI para buscar a su hermano Jaime, quien desapareció el 10 de agosto de 2008, en Bogotá, cuando iba a almorzar con una de sus hermanas en el barrio Álamos y nunca llegó. Luego de dos meses, en una de sus idas al CTI, la investigadora del caso le sugirió que buscara entre aquellos cuerpos hallados en Ocaña (Norte de Santander), en donde habían hallado a los jóvenes de Soacha, pues la desaparición de Jaime había ocurrido esos mismos días. Así lo hizo, en Medicina Legal le mostraron fotografías de 11 cuerpos, hallados en Ocaña y sin identificar. Allí, sin creerlo, vio el rostro de su hermano, quien tenía 42 años. No había asimilado la noticia cuando le dijeron: “pero, él pertenecía a la guerrilla”. –¿Cómo? –contestó ella. -Sí, aquí figura como guerrillero muerto en combate –le respondieron. Diez años después, con esas palabras en su mente, son incontables las veces que Jacqueline ha tenido que repetir su historia. No se rinde, sigue buscando la verdad de lo sucedido, sin importar cuántas puertas deba tocar o a cuántas personas deba ‘importunar’ para que la escuchen a ella y a las otras Madres de Soacha. Por eso, decidió hacer parte de este proyecto fotográfico, como una forma de seguir luchando por la verdad de su hermano, quien nunca había salido de Bogotá y fue engañado con promesas falsas de un trabajo en el que recogería café en una finca de Ocaña.

Catarsis Ahora, sentada en las escaleras del Centro de Memoria, en Bogotá –donde se expone este proyecto como parte de la exposición ‘Mafapo’–, junto a Saavedra, a quien mira con cariño, cuenta que, en el momento en el que fue sepultada, “fue una experiencia bastante dura (...) Con cada palada de tierra que me caía encima sentía cada

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Cómo la tierra fue catarsis para las madres de Soacha A través de las artes plásticas y la fotografía, las mamás de las víctimas de ejecuciones extrajudiciales lograron atenuar su dolor, en medio de un ejercicio que las enfrentó a sus miedos. @The_uptowngirl

LAURA GUZMÁN DÍAZ - EL TIEMPO

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1. Gloria Castillo, hermana de Jaime Castillo. 2. Zoraida Muñoz, madre de Jonny Soto. 3. Idalí Garcerá, madre de Diego Tamayo. 4. Carmenza Gómez, madre de Víctor Guerrero y John Gómez. 5. Ana Páez, madre de Eduardo Garzón. 6. Gloria Martínez, madre de Daniel Martínez. 7. Luz Palacios, madre de Javier Palacios. 8. Elvira Vásquez, madre de Joaquín Castro. 9. Flor Hernández, madre de Elkin Verano. 10. Beatriz Méndez, tía de Edward Rincón y madre de Weimar Castro. 11. Rubiela Giraldo, madre de Diego Marín. FOTOS: CORTESÍA CARLOS SAAVEDRA.

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Fue una experiencia bastante dura (...).

Con cada palada de tierra que me caía encima sentía cada disparo que recibió mi hermano y cómo se nos iba yendo la vida ahí mismo, a ambos”. Jacqueline Castillo

HERMANA DE JAIME CASTILLO, FALSO POSITIVO.

disparo que recibió mi hermano y cómo se nos iba yendo la vida ahí mismo, a ambos”. Mientras se desarrollaba la obra y ella estaba ahí, vulnerable bajo la tierra, Saavedra hacía su trabajo, invisible. La única que intervino fue la directora de arte para acomodarle el pelo con delicadeza o para mover la tierra; era vital que esto lo hiciera una mujer para que ellas se sintieran cómodas. “Sentí una conexión con la tierra que germina, y que broté de ella, como la mujer que da vida. Salí con más energía y claridad de seguir con mi lucha para buscar la verdad. Esa es mi experiencia, pero ha sido diferente para cada una”, cuenta.

Luego, mira a su izquierda, en donde está el fotógrafo, a quien le toca la cabeza como si fuera un niño y dice: “A mí, este Carlitos me liberó bastante del dolor, de los malos pensamientos, porque uno vivía con la idea de querer matar a esos miserables. Mientras que, hoy en día, hasta me he tomado fotos con ellos y hemos tenido encuentros con militares”, dice con calma. Para otras de las madres, según cuenta Saavedra, quien ahora tiene una relación de amistad con ellas, fue un proceso de empoderamiento. “Sabía que el proyecto iba a ser poderoso. Ellas dicen que, cuando estaban debajo de la tierra, se sentían como sus hijos, pero cuando salían, sentían que

dejaban cosas adentro, como un ejercicio de catarsis. También, como algunas eran campesinas y la tierra era su casa, se sintieron empoderadas”, explica Saavedra. Y esto que dice se evidencia en las fotografías: hay unas que se ven más melancólicas y hay otras que se ven más fuertes. Allí se refleja la experiencia que tuvieron las 15 mujeres que participaron en esta obra y, también, vive la memoria de sus hijos y hermanos, entre las más de 10.000 ejecuciones extrajudiciales que se han podido documentar en Colombia. Con este proyecto, Carlos Saavedra se convirtió, el año pasado, en el primer fotógrafo colombiano en recibir el Everyday Heroine Award Grant, de la Fundación Youmanity de Londres, por capturar y convertirse en la voz de mujeres comunes y corrientes, cuya historia pasa desapercibida, cambiando la forma en la cual se perciben las heroínas del día a día. “Lo que más me interesa es que los proyectos se den a conocer y, en este caso, que quien vea la obra conozca la historia de estas mamás. A ellas lo que les interesa es mostrar lo qué pasó y dejar claro que sus hijos no eran guerrilleros”, dice Saavedra, contundente.


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