Revista #22 (Gener-febrer '18)

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Enero-Febrero / 2018

La trivial

La trivial Agosto 2015 · número 2

Léeme.

Léeme.

Julio 2015 · número 1

“Bajo su apariencia de rebeldía, la cultura hipster es un reflejo del capitalismo contemporáneo” Entrevista a Víctor Lenore

LA TRIVIAL La trivial

“El mundo se ha convertido en una guerra civil, generalizada, que avanza cada vez más hacia nosotros”

Noviembre 2015 · número 5

Entrevista a Fernández Liria

“Si uno no es un gran lector, no sé yo cómo se enfrenta a un libro de Laclau”

Retorna la geopolítica

¿El fin de la globalización?

Entrevista a Elvira Navarro

por Jordi Romano

ELECCIONES GENERALES 20-D

UNIVERSIDAD DE VERANO INSTITUTO 25M DEMOCRACIA

TEMA CLAVE: LAS DOS EUROPAS Y LAS DOS UCRANIAS por Pau Baraldés

LA TRIVIAL

TRIVIAL Universidad deLA Verano Instituto 25M Democracia

Núm. 10 - Abril 2016

Revista 11 - Mayo 2016

Léeme.

Léeme.

A LA ESPERA DE UN NUEVO GOBIERNO

Sobre Slavoj Zizek

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Para entender el mundo.

www.latrivial.org

Y OTRO 26J DESPUÉS

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Para entender el mundo.

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Marzo 2016

“Hay que hacer política desde los estados para construir precisamente un horizonte de cambio europeo”

#14

“Lo importante no es el consenso, lo importante es desbordar el marco de consenso”

Con entrevista a Clara Serra

Entrevista a Jorge Moruno

LA TRIVIAL

Entrevista a Jaime Pastor

LA TRIVIAL

Octubre-Noviembre 2017: La Revolución rusa 100 años después

Núm. 18

Septiembre 2017

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La triviaL - #14

latrivial.org

latrivial.org

Núm. 19

ESPECIAL POPULISMO

latrivial.org El proyecto de La Trivial tiene como objetivo contribuir al desarrollo cultural, moral, político e intelectual de una generación joven que está llamada ser aquello que Salvador Seguí llamó “el embrión político de una futura constitución dirigente”. La revista quiere contribuir al debate de la juventud ofreciendo instrumentos de análisis para alimentar las discusiones más allá de los debates en los que nos atrapa la cotidianeidad; pretende ser un foro donde reflexionar en común, construyendo altavoces colectivos y poner a dialogar las inquietudes y reflexiones con el ánimo de generar un espacio compartido desde donde hacer germinar una generación crítica. Quien se sienta interpelado/a por las líneas generales de nuestro enfoque está invitado/a a colaborar con él.

Envíanos tus textos a: latrivialrevista@gmail.com. Mándanos también un correo para conseguir la revista en papel o pásate por Cerdanyola del Vallès (Universitat Autònoma de Barcelona). Plaça Cívica, L’Àgora (Edifici R), Dinamització Comunitària o por Sabadell, Avinguda de Barberà, 142, 08203. CSA L’obrera. Portadas diseñadas y pensadas por: César Alonso Porras.


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Neo-Eurasianismo como nuevo nacionalismo ruso Por Roc Solà

“En la lucha política, deberíamos atacar al enemigo en sus puntos más débiles; en la lucha ideológica, atacamos al enemigo en su punto más fuerte”. Antonio Gramsci

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l Neo-eurasianismo podría ser definido como una “ideología que habría sabido encontrar una interacción original entre la geografía, la filosofía de la historia y el orientalismo”. Esta ideología afirmaría que Rusia ocupa la posición media entre Europa y Asia y que Rusia debería centrarse más en sus “componentes asiáticos” en vez de los europeos. Esto se debería contraponer a las concepciones geográficas que entenderían que Rusia se encuentra en la periferia europea (en todos los sentidos). En los años 90, en Rusia, habría de aparecer lo que es conocido por el nombre de Neo-eurasianismo y que sería considerado por Marlene Laruelle como una de las ideologías conservadoras más elaboradas que surgieron en ese período. Este discurso Neo-eurasianista habría desarrollado, entre sus puntos principales, una visión positiva de oriente para justificar que Rusia debería estar más cerca de Asia que de Europa. “El cristianismo ortodoxo debe ser una religión oriental; el Islam, el Budismo y el Hinduismo son apreciados por su misticismo y su fundamentalismo”. Esta posición contraria a Occidente es uno de los principios fundamentales del Neo-eurasianismo; lo es también la asunción de la existencia de civilizaciones o áreas culturales. Esta visión aprovecharía mucho los estereotipos del orientalismo europeo y eurocéntrico que vería a Oriente como un mundo lejano y exótico mientras que Occidente sería el mundo de la racionalidad, del progreso, del individuo y del mundo material. Así, los Neo-eurasianistas pretenderían resignificar Oriente como el mundo de la estabilidad, del conservadurismo y la religión, de la totalidad, el Estado y la vida espiritual. También cabe destacar cómo los Neo-eurasianistas utilizan la geopolítica en su composición ideológica. Así, consideran que el territorio, el acceso al mar o les territorios vecinos como variables independientes y que, por lo tanto, deben determinar hasta las últimas consecuencias la naturaleza de cada persona o Estado. Este determinismo culturalista o geográfico haría imposible exportar el modelo

europeo fuera de sus límites geográficos. De este modo, los derechos civiles y políticos, las libertades individuales y colectivas serían algo que Occidente habría utilizado para justificar su imperialismo y, por lo tanto, Rusia y Eurasia, requerirían, por sus características esenciales, un modelo autoritario y teocrático. Entre los autores que han tomado el concepto de Neo-eurasianismo en los años 90, se encuentra Panarin quien utilizaría este término como método de explicación de la Rusia post soviética, en el nuevo mundo ya no bipolar sino multipolar que estaba emergiendo. Así, después de la caída de la URSS, el país debía tomar decisiones que reflejaran su verdadera “naturaleza” y “esencia”. Según esta “teoría”, las culturas no-europeas se desarrollarían de manera cíclica mientras que Occidente se presentaría a sí mismo siguiendo un proceso lineal y progresivo en el tiempo; solo la temporalidad (“más avanzada” o “menos desarrollada”) serviría para valorar las diferencias entre civilizaciones. Panarin pretende recuperar una suerte de juicio espacial y así las diferencias entre naciones no serían temporales y verticales sino espaciales y horizontales. De este modo Panarin justifica su esencialismo y se apoya también en el Choque de Civilizaciones, puesto que compartiría con Huntington la noción de la civilización como absoluto explicatorio dentro de un marco pos-bipolar. Panarin también critica que, en occidente, sea el criterio económico el dominante (tanto en el liberalismo como en el marxismo) y, en su lugar, sitúa los valores culturales y religiosos de oriente. Asimismo, critica la “tecnocéntrica locura europea” como condena para toda la humanidad. A estas características “occidentales”, Panarin contrapone su modelo para Eurasia. Dice que la civilización euroasiática es una “comunidad supra-étnica animada por una idea universal” y que esta idea universal se manifiesta a través de la religión. Además, cabe destacar que la religión no es nunca una elección individual, sino nacional. Otro punto que cabría destacar es la concepción de la nación, la sociedad y el Estado. Aquí emerge la concepción del imperio euroasiático como mecanismo de asimilación corporativa de la nación y la sociedad. Así pues, llega a afirmar Panarin que “ser un nacionalista significa en pri-

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mer lugar ser un defensor incondicional del Estado ruso”. Para explicar este punto, el autor dice que, en Eurasia, el pluralismo es para las comunidades (de ahí la visión de un imperio que contenga la heterogeneidad unificada bajo el Estado y la Religión) mientras que “la visión republicana occidental entendería el pluralismo para los individuos”. De este modo, junto con la doctrina elaborada por Alexander Duguin, la visión de Eurasia de Panarin plantea una de las posibles formulaciones del nacionalismo ruso. Una concepción que enaltece la diversidad cultural, pero que, a su vez, define Eurasia solo como la identidad rusa. Así, el Estado ruso, tomando la forma de neo-imperio, sería capaz de albergar dentro de sí una heterogeneidad solo si esta, a su vez, queda subsumida en forma de la síntesis (idea Universal encarnada por el Estado) que sería la religión ortodoxa. Esta visión organicista, holística y corporativa de la sociedad rusa sería funcional a una construcción nacional neo-imperial y a una visión del conflicto donde este solo emergería entre dos (o más) “civilizaciones” diferentes por motivos culturales e inevitables. Así, cabría contraponer esta concepción del conflicto con la visión liberal-democrática donde el conflicto debería ser resuelto por el derecho y la moral y por el triunfo de la racionalidad sobre las pasiones conflictuales. Así, mientras que el consenso y el pacto racional serían aquello que haría imposible el conflicto en un modelo liberal-democrático, la harmonía social eurasiática tendría que ver con una necesaria función de ese Estado que condensaría de forma estética todas las heterogeneidades posibles. Alexander Dugin, considerado en la actualidad otro de los principales ideólogos del Neo-eurasianismo, habría sacado la mayoría de sus teorías de la “new right” del GREECE

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(Research and Studies Group on European Civilization) y de su ideólogo Alain de Benoist (quien practicaría un “gramscisme de droit”). “El Rasputín de Putin”, como llaman a Dugin, habría formulado en 2009 lo que se conoce como la Cuarta Teoría Política. En ella, se defiende la superación tanto del liberalismo como del marxismo y también del fascismo. Afirma asimismo que la civilización Occidental no es algo universal y se la debe combatir puesto que, en sus palabras, es “el mundo hipertrofiado e insolente con megalomanía, es el caso abyecto de hybris (impureza, arrogancia, orgullo)”. Para él, el mundo debe convertirse “en lo que es: la Provincia, el caso aislado histórico, la elección; no en el destino universal y normativo o el objetivo común”. Así pues, el sujeto de la Cuarta Teoría Política sería el Dasein de Heidegger, el ser-ahí contrapuesto al individuo liberal, la clase del marxismo o la Raza/Estado del fascismo y nazismo. Dugin utiliza su interpretación ficticia y panfletaria de este concepto para fundamentar esa diferenciación según la “Civilización” a la que pertenece cada sujeto. En su crítica, lo que él considera las “anteriores teorías políticas”[1], dice también que mientras el fascismo y nacionalsocialismo vieron los “cimientos de la historia” en la raza y el Estado, el marxismo había visto eso en la Clase Obrera y el Liberalismo en el individuo atomizado y separado de su herencia cultural, su “teoría” entiende como sujeto histórico al “Pueblo como Ser”, con “toda su riqueza de los vínculos interculturales, tradiciones, características étnicas y visión del mundo”. A todo ello, Alexander Dugin ha pasado desde 1985 por todo tipo de organizaciones políticas, desde la extrema derecha eurasianista a los círculos monárquicos. En 1991 estuvo cerca del partido comunista y en 1995 estuvo en el Frente Nacional-Bolchevique. Pasó también a autoconsi-


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derarse como centro radical que definía como “patriotismo científico basado en la geopolítica”. A partir del año 2001, un año después de la elección de Putin como presidente, creó un movimiento llamado “Evraziya” que en su congreso fundante hizo público su apoyo a Putin y “que tenía como objetivo no luchar por el poder, sino influirlo”. A partir de entonces, Dugin tiene una significativa influencia sobre la opinión pública en Rusia y, como ya hemos visto, sobre el entorno político de Vladimir Putin. De hecho, Dugin fue nombrado en 1999 asesor especial de la alta Duma y miembro destacado del Centro de Excelencia Geopolítica, órgano de consulta de expertos en seguridad nacional y Gennadiy Seleznev pidió públicamente que la doctrina geopolítica de Dugin formase parte del currículo escolar ruso. En la actualidad, Dugin ejerce de profesor de Filosofía en la Universidad de Moscú y el jefe del departamento de Sociología de la Relaciones Internacionales. A modo de conclusión y como anécdota, cerca del fin de siglo, Dugin escribiría un libro sobre Conspirología donde clamaría que el hecho que un número elevado de personas crean que en una conspiración global (Bilderberg/Masones/Iluminati) es interesante para la Sociología. Dugin diría que “es, cuanto menos, igual de importante saber lo que una sociedad piensa sobre lo que está sucediendo que lo que está pasando realmente o lo que digan los expertos”. Añadiría que “estudiando las Teorías de Conspiración se estudian los mitos de la gente, la cultura, los miedos y las estructuras gnoseológicas (métodos de conocer del ser humano) y cognitivas”. En 2010, una encuesta de la agencia de noticias Reuters decía que al menos un 20% de los habitantes del planeta (con un porcentaje más destacado entre los jóvenes) cree

que existen reptilianos disfrazados de personas entre nosotros. [1] Vemos como Dugin juzga como un todo homogéneo a las “teorías políticas”. Su uso de los términos “liberal”, “democrático” o “republicano” como términos prácticamente intercambiables hace visible la condición panfletaria del texto. Cabe recordar aquí la afirmación que haría el mismo Carl Schmitt para ejemplificar la simplificación de la deliberación: “bolchevismo y fascismo… como todas las dictaduras, son sin duda antiliberales, pero no necesariamente antidemocráticos”. Bibliografía «Russian Eurasianism: An Ideology of Empire», 7 de julio de 2011. https://www.wilsoncenter.org/publication/russian-eurasianism-ideology-empire. Marlène, LARUELLE: Russian Eurasianism. An ideology of Empire, Washington D.C., Woodrow Wilson Center Press, 2008. Marlène, LARUELLE: “The two faces of contemporary eEurasiansim: An imperial versión of Russian Nationalism”, Nationalities Papers, 32 (2004). Chantal, MOUFFE: El retorno de lo político, Barcelona, Paidós, 1999. Carnegie Council for Ethics in International Affairs. Marlene Laruelle: Links Between the Russian and European Far Right. Accedido 19 de noviembre de 2017. https://www.youtube.com/ watch?v=Su3ByF4daSo. Carl SCHMITT, The Crisis of Parliamentary Democracy, trad. E. Kennedy, Cambridge, Mass., y Londres, 1985, p. 34. Vernazza, Diego. «La política en la ciudad dividida. Maquiavelo, 500 años de El Príncipe.»

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365 días con Trump por Nil Garcia

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ronto hará exactamente un año (20 de enero) que Donald Trump ocupa el sillón del despacho más conocido del mundo – este conocimiento hay que agradecérselo mucho a Hollywood y la industria cinematográfica –, que a su vez está en la casa más conocida, casa que simboliza el poder del conocido como “puesto más importante del mundo”. Un año lleno de escándalos, de caídas en las encuestas, de sonoras discusiones públicas, de tweets que nos ponen a todos los pelos de punta, de tensiones internacionales y, todo hay que decirlo, de algún que otro acierto. Trump se encuentra en su peor momento desde que llegó a la presidencia, y eso que no ha tenido ninguno bueno. Los sondeos de opinión le dan una aprobación del 35%[1], menos que a Richard Nixon poco antes de su dimisión. Las encuestas para las legislativas de noviembre de 2018 arrojan una de las peores derrotas para los republicanos en años, donde podrían llegar a perder ambas Cámaras. El escándalo del ya conocido como “Rusiagate” ha cogido una nueva dimensión tras las revelaciones de antiguos asesores del Presidente y la colaboración inesperada del antiguo Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, el General Flynn, que tan solo ocupó el puesto 24 días tras revelarse sus conversaciones con espías rusos durante las presidenciales. Las relaciones de Trump con su gabinete se deterioran por momentos: 3 de sus 15 Secretarios y el Jefe de Gabinete de la Casa Blanca han dimitido o bien por escándalos o bien por discrepancias con la Administración, ha tenido en menos de un año tres directores de prensa, cuatro portavoces y ni más ni menos de seis consejeros especiales distintos. Su Fiscal General, Jeff Sessions, ha sido recriminado por el Senado; la Secretaria de Educación, Betsy DeVos, ha sido expulsada del Consejo Nacional de Educación Pública; y el Secretario de Estado, Rex Tillerson, podría anunciar su dimisión antes de acabar 2018. Y, con todo este panorama, la gran pregunta es ¿cómo está aguantando Donald Trump? El Presidente es un hombre distinto a todos los que han ocupado hasta ahora la Casa Blanca; uno de los primeros consejeros especiales en dimitir, enfadado por la rutina diaria, filtró la jornada laboral de Trump, que, sin entrar en muchos detalles, cabe destacar que solo trabaja entre 6 y 7 horas al día y se pasa unas 5 viendo programas de

televisión[2]. Esto ya nos da a entender que su forma de ser y actuar es totalmente distinta a los anteriores Presidentes, que, seguro, que con un panorama político como el descrito, hubieran actuado rápidamente. Él es impulsivo y no tiene miedo en ofender a la gente ni a los medios; le importa bien poco lo que piensan de él, hace y deshace como le apetece. Sumado a la forma de ser del Presidente, hay otro factor muy importante: sus consejeros. Aunque haya perdido a muchos por el tortuoso camino de los 365 días en la Casa Blanca, sigue manteniendo a unos pocos fieles que son quienes le hacen el trabajo sucio, el trabajo estratégico y político de conseguir mantenerlo en el sillón. Estos son 8 altos cargos: General John F. Kelly – Jefe de Gabinete de la Casa Blanca –, Nikki Haley – Embajadora ante las Naciones Unidas –, General Jim Mattis – Secretario de Defensa –, Mike Pompeo – Director de la CIA –, Joe Hagin – subdirector de gabinete de la Casa Blanca –, Kellyanne Conway – Consejera Presidencial –, Jared Kushner – asesor jefe y yerno de Trump, por Ivanka –, Ivanka Trump – asesora política e hija de Trump –. Cada uno de estos son los encargados de mantener al Presidente en su puesto, de procurar que no la líe más de la cuenta y que, como mínimo, llegue hasta 2020. Nikki Haley, Mike Pompeo y el General Jim Mattis, son los tres altos cargos de más rango de este “G8 de Trump” (sería un buen nombre para denominarlos), la primera es la verdadera jefa de política internacional de la Administración, la cara visible de todas las discusiones que suceden y quien salvaguarda a Estados Unidos de que sus aliados no se vuelvan en su contra con las declaraciones de Trump. Pompeo y Mattis, experimentados en la política militar e inteligencia, eran definidos por POLITICO como los “Acting Chief Commanders”, debido que son ellos quienes procuran que las ordenes de Trump lleguen a los mandos de la inteligencia y de defensa – dos de los departamentos más importantes y estratégicos de Estados Unidos – de la mejor manera posible para que no sean mal interpretados. Fue, por ejemplo, el Secretario Mattis quien, tras el twit de Trump diciendo que el botón nuclear de su mesa era más grande y mejor que el de Corea del Norte, salió en rueda de prensa para intentar calmar a los medios y al propio partido republicano tras una declaración que, a simple


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vista hace gracia, pero que en el fondo debería preocupar mucho. Conway y Hagin son asesores experimentados, este segundo ya ocupó varios cargos estratégicos durante la Presidencia de Bush, otra Administración caótica pero que no le llega ni a la suela de los zapatos a la de Trump. Hagin es el político de la Casa Blanca, quien maneja los hilos y las relaciones con el Partido Republicano – todos los demás del G8 no son militantes del partido, con excepción de Nikki Haley, incluso Kushner sigue siendo militante del partido demócrata –. Estas relaciones son extremadamente tensas, sobre todo después de la salida de la Administración de Reince Priebus, Jefe de Gabinete y Presidente del Comité Nacional Republicano (jefe del partido vaya), y del polémico Sean Spicer, Portavoz y antiguamente Director de Comunicaciones del Partido Republicano. Tras su marcha del gobierno, de una manera brusca y mala, se rompieron todos los lazos con el partido, unos lazos ya muy débiles que Hagin está intentando coser aun las trabas que constantemente le pone Trump. Su aliado para conseguir esta dura tarea es el Senador Tom Cotton, de Arkansas, fiel defensor del Presidente. Jared Kushner e Ivanka son también piezas fundamentales, Kushner es el enlace con el Partido Demócrata, lo poco que puede quedar, y con la comunidad judía, tan importante y relevante en el país. Y la importancia de Ivanka no es tanto por su peso político o estrategia, sino porque ejerce de Primera Dama. Es la representante de la Administración en todos los asuntos sociales y de “etiqueta”. Abanderada de la lucha contra el acoso sexual – y eso que su padre ha sido acusado por más de 20 mujeres –, de la discriminación racial y de identidad sexual, es la única “Trump” con unos índices de popularidad similares a los de Michelle Obama.

Y por último, pero no menos importante, el General John Kelly, antiguo Secretario de Seguridad Nacional, y el hombre encargado que todo no se vaya a pique. Desde su nombramiento como Jefe de Gabinete el 31 de julio, su misión ha sido la de reorganizar la Casa Blanca. Ha cambiado a la mayoría de los jefes de gabinete de departamentos, asesores del gobierno y a buena parte de altos cargos de nombramiento colocados anteriormente – son aquellos que no requieren la aprobación del Senado para ocupar el puesto –. ¿El objetivo? Intentar dejar de mostrar una Casa Blanca caótica donde el único trabajo que tienen es la de evitar que todo se vaya al desastre. Hasta cierto punto lo ha logrado. Desde su nombramiento la estabilidad en la administración ha sido total, pero a la práctica la tensión política y estratégica siguen: Kelly no se lleva bien con el Vicepresidente Mike Pence, la baza del partido republicano para recuperar el poder si Trump cae, y las filtraciones son tan constantes como el twitter del Presidente – que llegó a filtrar información confidencial del FBI –. Todo esto nos lleva a la conclusión de que el poder se sustenta por ser un buen político sino todo lo contrario. Hoy en día, y sobre todo la Presidencia de Estados Unidos, hace más falta ser buen actor que buen político. Se aguanta debido a la gente que hay entre bambalinas, en la estrategia política que hace tirar adelante una agenda que puede suponer la destrucción en un largo plazo de todo lo que supone el Despacho Oval, una destrucción y un descredito que ni los “peores” de la historia, como George W. Bush, John Tyler, Franklin Price, Nixon o Hoover, llegaron a dejar. [1] Datos extraídos de: http://cdn.cnn.com/cnn/2017/images/12/18/rel12a.-.trump.and.taxes. pdf [2] El artículo más detallado: https://www.washingtonpost.com/news/ politics/wp/2017/02/21/how-donald-trump-spent-his-first-month-inoffice-by-the-numbers/?utm_term=.4edba520c72d

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¿Hay vida más allá del imaginario del pleno empleo? Por Cristian Mogo

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i algo conocemos de primera mano las jóvenes de mi generación es la inseguridad e incertidumbre que supone la imposibilidad de contar con unos ingresos materiales estables y suficientes. Vivimos una época, en la que ya no se nos garantiza obtener los medios de empleo, pero, incluso llegando a tenerlos, las posibilidades de alcanzar dignamente los medios de subsistencia son ínfimas. La precariedad es utilizada como el principal vector que modela nuestro modo de explicarnos lo que ocurre cotidianamente. El relato de los consensos de posguerra ha perdido su vigencia. La crisis de la sociedad del empleo no solo ha traído aparejada la crisis de unos regímenes políticos liberales que eran incapaces de canalizar las demandas de sus representados, sino que ha generado la dislocación de una identidad laboral que se había erigido en garante de nuestros derechos sociales. En nuestros días, el derecho a acceder a una vivienda digna, al suministro de agua y electricidad o a una alimentación adecuada, que habían tenido como garante el contar con ingresos suficientes a través del empleo, se nos muestran como un privilegio. El siglo de los desposeídos Hoy, el salario ya no cumple con la función integradora y de garantía de estatus que desarrollaba durante fordismo. La identidad laboral, forjada en torno a la certeza de contar con un empleo estable que te permita desarrollar tu biografía profesional de manera continuada y sin fisuras, se ha desgajado. En la sociedad postfordista, el riesgo y la responsabilidad son desplazas a cada individuo, el cual, debe ser capaz de hacer de su empleabilidad una premisa virtuosa frente a la competitividad del mercado de trabajo. Ahora, tenemos que ser flexibles, acostumbrarnos a la precariedad y a la temporalidad, pero, sobre todo, aceptar y normalizar que este es el único camino posible, que no hay alternativa. Como apunta, muy gráficamente, Jorge Moruno en su libro La Fábrica del Emprendedor: “Quieren que nuestra sociedad se comporte como Hediondo en Juego de Tronos”. El objetivo de los de arriba se traza en torno a la idea de naturalizar la precariedad y la explotación laboral. No pretenden una vuelta atrás a una especie de tiem-

po pretérito fantasioso, buscan instalar una cotidianeidad totalmente distinta, un nuevo sentido común de época, en términos gramscianos, que les permita reformular, en clave reaccionaria, los esquemas morales y lógicos a través de los cuales nos dotamos de sentido, de una explicación de lo que ocurre a nuestro alrededor. Vivimos un nuevo escenario para el que ya no nos son útiles las soluciones del pasado. El geógrafo y teórico británico, David Harvey, acuñó en su día el término acumulación por desposesión, un mecanismo a través del cual se mercantilizan ámbitos hasta entonces vedados al mercado, con el propósito de mantener el sistema actual, provocando que la crisis de sobreacumulación del capital recaiga sobre los sectores empobrecidos. Podríamos decir, tratando de simplificarlo, que de lo que se trata es de una “expropiación material”, que los de arriba nos imponen, en pos de mantener sus tasas de acumulación y concentración de capital a costa de nuestro empobrecimiento. Un ejemplo, que creo deja esta cuestión meridanamente clara, es el rescate bancario, en el cual hemos observado cómo se insuflaban casi 60.000 millones de dinero público de los que, el Banco de España, da por perdidos 42.590. Mientras en nuestro país se producen de media 185 desahucios al día (datos del CGPJ en el segundo trimestre de 2017), más del 70% del dinero público destinado a “sanear” la banca española jamás será devuelto. Como se puede advertir, la sociedad del capitalismo rentista funciona de tal modo que la riqueza se distribuye cada vez en mayor porcentaje por fuera de la esfera laboral. Por ello, a pesar de que las disputas por el salario siguen siendo un elemento medular en la lucha contra la desigualdad, resultan cada vez más insuficientes. Si cada vez que se nos “concede” una subida de salario, se anula a través de una subida todavía mayor en el IPC, es decir, generándonos una mayor dificultad para proveernos de techo, comida, agua y luz, nos están haciendo más vulnerables a la pobreza. La renta ya no se sustrae solo, y me atrevería a decir que ni fundamentalmente, a través de la producción, sino que dicha sustracción de riqueza se ha desplazado al eje del consumo y de la circulación de capitales.


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Este cambio de paradigma, nos muestra la necesidad de encontrar nuevas formas de adaptación y articulación de la multiplicidad de luchas que emergen en torno a la problemática de la desposesión. Hoy, más que nunca, las valientes de la PAH, de Coca-Cola en Lucha, de Las Kellys, del Sindicato de Inquilinas y muchas otras, necesitan encontrar un encaje común desde el que combatir, respetando las particularidades de cada lucha, la problemática que las circunscribe universalmente a todas ellas, el saqueo de los de arriba. La identidad de los derechos Recientemente, se ha abierto un debate en torno a la discusión de si “la izquierda” debe abandonar las políticas de identidad o defensa de las minorías, para centrarse en temas más universales y generalizables como hace “la derecha”. Creo que esta cuestión encierra un grave error de partida, pensar que las etiquetas políticas (izquierda, clase obrera, etc.) se materializan automática y definitivamente en identidades suturadas, creer que aquello con lo que tratamos de dotarnos de un sentido concreto tiene una esencia fundamentada en un a priori histórico. La cuestión no está en decidir entre proporcionar un “surtido a la carta” o un “pack para toda la familia”, el desafío está en cómo articulamos ambas cosas en una construcción política que pretenda alcanzar un horizonte de país más democrático y popular, va de como proporcionamos una alternativa más deseable y asumible para una mayoría social. No se trata de volver a un origen místico, sino de quebrar las delimitaciones discursivas y desbordar las identidades tradicionales. No va de abandonar las luchas sociales, sino de encajarlas en un “nosotros” que rompa con las apelaciones estrechas y marginales típicas de la izquierda tradicional. La defensa de los derechos sociales no ha de ser un punto programático de la izquierda, el reto y lo radical está en hacer de ello algo transversal, que ocupe la centralidad de la agenda política, que sedimente en una cuestión de consenso tácito dentro del pluralismo político y que genere un cierto punto de irreversibilidad. En este punto, me parece relevante retomar la cuestión de la importancia de generar nuevos sentidos compartidos,

de dar batalla en el terreno cultural. Existe todo un dogma jurídico que concibe los derechos sociales como degradados con respecto a los derechos civiles y políticos, se trata de una concepción ideológica que ha tratado, con éxito, de delimitar las condiciones de posibilidad. Para ellos, los derechos sociales no pueden alcanzar el mismo estatuto de protección que sus homónimos por cuestiones de imposibilidad referidas a las obligaciones de hacer que entrañan o a diferenciaciones histórico-filosóficas. Pero, y esto es lo verdaderamente relevante, el horizonte de una determinada expectativa de vida (dignidad, salud, autonomía, etc.) no entiende de las obligaciones que entrañan los derechos, de su carácter más o menos indeterminado o de su dimensión individual o colectiva, no se trata de una contraposición entre derechos sociales y derechos civiles y políticos, sino entre derechos socializados y derechos privatizados. La dicotomía está en apostar por derechos generalizables o por privilegios excluyentes. En este sentido, los principios de generalidad y universalidad de la ley, que exigen que en el desarrollo legal de los derechos no exista arbitrariedad o exclusión, amparan el blindaje constitucional del derecho a la vivienda, a suministros básicos de agua y electricidad o el impulso de un ingreso incondicional o renta básica. Pero decir esto resulta inútil si no somos capaces de explicarlo, de darle un sentido dentro de la cotidianeidad de la gente. Por tanto, un proyecto emancipador, que pretenda activar el deseo de cambio de una mayoría social y establecer la defensa de lo social como lo medular dentro del debate político, no puede pretender perpetuar una identidad que exalta las condiciones de su sumisión. Ningún horizonte de liberación puede encerrarse en una idea de resistencia permanente, pasar a la ofensiva es una necesidad revolucionaria. La única vía de escape a la capacidad de cooptación y dispersión neoliberal pasa por condensar, dentro de un mismo sujeto colectivo, la pluralidad de demandas que emergen arena de lo político y articularlas en torno a la idea de construir un país en el que se viva mejor y con más tiempo para uno mismo. Para ello, la batalla cultural, por la producción de nuevos esquemas morales y lógicos que nos doten de nuevos sentidos compartidos, es fundamental. Ya no sirve ponerse a la defensiva ante el “es lo que hay” de los de arriba, es tiempo de generar alternativas de

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Si la robotización del empleo nos lleva hacia un escenario, en el cual se reducen de manera significativa los puestos de trabajo, la solución está en una suerte de ludismo a la inversa, que diría el ya citado Jorge Moruno, una situación en la que la inercia sea trabajar con jornadas cada vez más cortas y con un mayor reparto de las horas de trabajo entre todas.

vida que nos permitan proveernos de una nueva institucionalidad jurídico-política que ponga en el centro de su actividad el derecho al bienestar. La batalla por el tiempo La fusión entre el tiempo de vida y el tiempo de trabajo, es una característica distintiva en esta nueva era del precariado, en la cual, podría decirse, volvemos a la época premoderna, pero, en esta ocasión, con nuestro tiempo absolutamente dominado por la relación social capitalista. Foucault, nos habló, en su día, de la biopolítica para referirse a la gestión racionalizada del proceso de la vida y la muerte, y, actualmente, podría parecer que ese modo de disciplinar nuestros tiempos vitales ha sido interiorizado y naturalizado como algo inevitable, como que el único tiempo vivible es el que nos decreta el mercado. La fusión entre la producción de vida y la producción material actúa como una especie de cepo que no te permite desconectar del ámbito del trabajo en ningún momento del día, nuestra existencia es dirigida y dominada por la ligación a la empresa. Por eso, hoy, las jornadas laborales resultan interminables y trabajo y ocio se solapan, haciendo que nuestro único ámbito de sociabilidad sea el propio lugar de trabajo. En la mayor parte de los casos, tener un empleo ya no resulta dignificante ni liberador. Desligar la idea de actividad de la idea de trabajo remunerado y dejar, así, de asociar la riqueza al gasto de tiempo humano, es la única garantía que tenemos de transitar hacia nuevos modos de producción y de vida que dejen espacio a un reparto más democrático del tiempo. Para esto, será fundamental aprovechar uno de los ejes que vertebran nuestra época, la tecnología. Su avance en el mundo del trabajo es un hecho constatado y, creo, motivo de alegría. Si la robotización del empleo nos lleva hacia un escenario, en el cual se reducen de manera significativa los puestos de trabajo, la solución está en una suerte de ludismo a la inversa, que diría el ya citado Jorge Moruno, una situación en la que la inercia sea trabajar con jornadas cada vez más cortas y con un mayor reparto de las horas de trabajo entre todas. Si la tendencia es desechar cada vez más tareas indeseables en favor de la utilización del tiempo de vida en actividades que repercutan en un mayor beneficio social y una mayor satisfacción personal, ¡Bienvenido sea!

Sin duda, el auge tecnológico nos presenta otros desafíos que solucionar, entre ellos, la garantía de un nivel de vida material que nos asegure una existencia digna trabajando cada vez menos. Por ello, puede decirse, que la conquista de nuestro tiempo de vida tiene como punto de partida la necesidad de contar con un ingreso material estable y suficiente, que ya no dependa de una condición cada vez más incierta como lo es el hecho de contar o no con un empleo. Hablamos de una renta básica, universal, incondicional e individual, que nos genere la autonomía suficiente como para poder rechazar puestos de trabajo precarios, que no nos estigmatice exigiendo pruebas de que estamos bien jodidos para acceder a ella o que posibilite el desarrollo social mediante la conquista del propio tiempo de vida. Pero, de nada sirve fetichizar esta demanda si no va acompañada de otras medidas que contrapesen sus efectos o cubran espacios a los que no llega. Por eso, cuando hablamos de renta básica hablamos también de la reducción de la jornada laboral a 15 horas o de permisos de paternidad iguales e intransferibles. Porque no olvidemos lo importante, existe una brecha sustancial entre los de arriba y los de abajo, pero ningún reparto del tiempo de vida puede ser democrático e igualitario si no presenta medidas focalizadas en solventar el abismo de la desigualdad de género. Lo que aquí estamos discutiendo, tiene que ser el inicio de un proceso de cambio social mucho más amplio y para el que no existen ni manuales ni medidas predeterminadas, pero que, sin duda, tendremos que experimentar y construir entre todas, sin dejar a nadie atrás. Por todo lo mencionado hasta aquí, creo que el reto que se nos presenta tiene como punto de arranque la capacidad de lograr la construcción de imaginarios más fuertes que desplacen la cultura coaching neoliberal y hagan deseable otra forma de vida distinta. Se trata, en definitiva, de generar un horizonte colectivo de certidumbre, que apele a todas aquellas que nos estamos quedando por fuera del imaginario capitalista del pleno empleo y la sociedad de propietarios, y que, hoy, vemos que el tiempo liberado no se adapta a la vida sino a la empresa. La gran disputa de nuestra época se da en torno a la idea del dominio y el sentido del tiempo, y tenemos que ganarla.


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50 Reflejos del machismo Por Clàudia Hidalgo

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omo cada febrero desde hace 3 años a esta parte, se estrena otra nueva película de la saga de 50 sombras de Grey, y si no voy muy equivocada (y espero no estarlo) esta ya es la última. Me indigna mucho que sea la última película, y que el número de películas coincida con el numero de libros. Me indigna ya que hace preguntarme por qué la gente ha consumido este tipo de literatura y después ha ido a consumir esta tipología de películas, donde, más que 50 sombras de Grey hay una sola sombra: la del machismo, en su máximo esplendor. Lo peor del fenómeno 50 Sombras es escuchar comentarios o leer mensajes en las redes sociales de gente que dice necesitar un hombre así en su vida. No, no necesitas una pareja que te acose, ni que te haga soportar todos sus dramas y que te trate mal porque su vida ha sido más o menos agradable. No estoy aquí para criticar la literatura erótica ni determinadas prácticas o estilos de vida sexuales, ya que entiendo que, dentro de estos ámbitos, para gustos colores, y no soy quién para juzgar a nadie por sus gustos o preferencias, ya sea en un terreno u otro. La cuestión aquí es que ni en la literatura ni en el sexo todo vale. Y me explico de la peor manera que puedo hacerlo: empezando por el final y basándome en el caso concreto para generalizarlo. No voy a hacer spoiler, aunque el argumento de los tres libros es más básico que el asa de un cubo, por no hablar de la simpleza y absurdez de los diálogos de la película. La trilogía de 50 sombras de Grey nos relata la historia de una chica que decide tener una especie de relación de dominación con el típico hombre guapo, rico y terriblemente machuno que parece que por cliché nos tiene que gustar a todas. La cuestión no está, ni mucho menos, en que decidan tener una relación puramente sexual. Tampoco reside en que dicha relación se base en un contrato que firman las dos partes (Pese a que no creo que la libertad sexual de alguien pueda limitarse y encuadrarse dentro de un contrato); y tampoco está, en el hecho que la relación sexual se base en la dominación del hombre sobre la mujer. No es nada de esto, pero de hecho sí lo es. El problema de toda esta trama es que aquello que inicialmente las dos partes han pactado tiene relevancia fuera de la esfera sexual, y se materializa en una relación tóxica. La protagonista, que si mi memoria no falla se llama Anastasia, se ve invitada por parte de este señor a hacer cosas tan puramente machunas como: depilarse, empezar a hacer ejercicio, tomar píldoras anticonceptivas para así poder tener relaciones sexuales sin condón, encuentra trabajo gracias a su influencia, y lo que definitivamente más me gusta, es que le hace ir a una cena familiar sin bragas. Y me niego a que todo esto se intente hacer caber en la au-

tonomía de la voluntad y la libertad de contratar, ya que, como ya he dicho, el cuerpo de una persona (Y muchísimo menos el de una mujer) puede someterse a las banales reglas de contratos civiles, ya que no somos objetos, y mucho menos sexuales. En definitiva, esta trilogía está siendo escrita/rodada en el Siglo XXI, pero podría pertenecer al medievo. Así que, la relación que deciden pactar afecta a la vida privada de la protagonista, teniendo que aguantar los múltiples dramas que este señor le hace por cualquier cosa. Lo mejor de todo es que se justifica a lo largo de los tres libros la actitud de este hombre respecto a las mujeres, usándolas solo como objeto sexual, porque su madre biológica sufría alcoholemia y el trauma que le ha quedado parece que lo tenga que pagar con las demás mujeres. Además, en un momento de la segunda película, la chica le dice que “Eres muy complicado” cuando el hombre le hace drama porque ella decide ir a ver a su madre que vive en las quimbambas (Inciso: Viaje en el que el se presenta porque sí, sin avisar y acosándola por 272844 vez). Esta saga tiene diversas críticas. Por un lado, que parezca que sea la abanderada de la literatura erótica cuando, desde mi humilde opinión y nada experimentada, deja mucho que desear y ni de coña merece ser la primera referencia cuando pensamos en éste genero literario. Por otro lado, con películas así lo único que hacen es normalizar una serie de actitudes y comportamientos que, si bien en la esfera sexual están aceptadas, son inaceptables en una relación, ya sea puramente sexual, de pareja o una simple amistad. Logran definir y perfectamente vislumbrar una relación completamente romántica, entendiendo el romanticismo como la historia absurda que siempre nos han contado, donde tenemos que esperar que los hombres vengan a salvarnos cuando vamos muy borrachas en un bar o cuando necesitamos que nos den su aprobación para sentirnos cómodas con nuestro físico. Como ya he dicho al inicio, no quiero ni puedo criticar el género erótico ya que no tiene por qué ser machista, y de hecho creo que nos empodera como mujeres, al menos a dejar de lado todos los tabúes que hay en relación al sexo. Hay muchísimas más autoras que se dedican a escribir novela erótica, y que, aunque tal vez tampoco merezcan ser las abanderadas del género, son una alternativa al trillado 50 Sombras de Grey, como por ejemplo Elísabet Benavent o Megan Maxwell, que oye, ni tan mal. Por otro lado, tampoco pretendo rajar de todo lo romántico, que aunque no lo parezca, no tiene porqué incluir actitudes toxicas ni relaciones de dominación. Y espero que, toda esa gente que es disidente o reacia a ver la saga no sea porque hable de sexo y esté mal, sino porque es machista, denigra a la mujer y materializa todo aquello contra lo que estamos luchando.

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“Se están produciendo cambios de fondo muy importantes, que tienen que ver con cambios culturales, reflejo de cambios sociales a su vez, que están provocando la emergencia de una generación nueva que en poco tiempo se hará cargo de sus propios destinos democráticos”.

Entrevista a Joan Romero Por María Giaever & César Fuster

Joan Romero González (Albacete, 1953) es Catedrático de Geografía Humana en la Universidad de Valencia. Desde hace años viene analizando con un espíritu crítico el proceso de la globalización. Recientemente, junto con Antonio Ariño, ha escrito La secesión de los ricos, un libro que ahonda en las fracturas sociales y económicas que atraviesan nuestro mundo globalizado y que son objeto de la presente entrevista.

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l término globalización está muy presente en nuestro día a día: en los periódicos, en los telediarios, en las calles, en las campañas electorales. Sin embargo, es un concepto complejo, difícil de desentrañar. ¿Cómo definirías qué es la globalización?

La globalización es la forma, a mi juicio, de expresar lo que ha supuesto un cambio de época. La forma de organización del conjunto del sistema capitalista que, a partir de un determinado momento, mediante tres elementos, consigue abarcar por primera vez en la historia el planeta en su totalidad. Los cambios que lo propician son, en primer lugar, cambios de naturaleza política. En segundo lugar, cambios tecnológicos y, en tercer lugar, la revolución de los transportes. Muchos compañeros míos se olvidan del primer elemento que, a mi juicio, es fundamental. La globalización tiene un fuerte componente de decisio-

nes de naturaleza política que permiten que se puedan derribar fronteras y que las grandes empresas globales, el gran capital financiero, encuentren menos grado de resistencia a escala planetaria, desregulando, privatizando… Respecto al cambio tecnológico y la revolución de los transportes, éste es un proceso de larga duración que hunde sus raíces en los años ochenta. Esto es lo que yo entiendo por globalización, un cambio de era que ha tenido hasta 2008 un padre, que es el pensamiento neoliberal. Sin embargo, a partir de 2008 parece que empezamos a asistir a un final de ciclo de la gran ola neoliberal. En el siglo XX hay tres grandes momentos: uno, liberal desde inicios del siglo al período entreguerras; otro keynesiano, desde final de la Segunda Guerra Mundial hasta los ochenta; y otro neoliberal, de los años 80 hasta 2008. •

¿Quiénes son, económicamente, los beneficiarios y los perdedores de la globalización?

Entre los ganadores, en primer lugar, se encuentra, sin ninguna, duda China. En segundo lugar, un conjunto de países emergentes que ha encontrado una gran ventana de oportunidad histórica en la globalización. China que ha encabezado una transformación que le ha situado como la segunda potencia económica del mundo y que no se explicaría sin haber aprovechado al máximo estos grandes cambios de los que he hablado antes. Hay una anécdota muy significativa: en la última cumbre de Davos el mayor defensor de la globalización fue el primer ministro chino, de hecho, el único de los grandes dirigentes mundiales que dijo que la globalización era magnífica y que debía ser intocable. ¿Y quiénes son los perdedores? Básicamente, las democracias liberales. Mejor dicho, las personas con menos recursos que viven en las democracias occidentales. Si recordáis la curva de Milanovic, es la que, de una manera un poco burda pero estilizada, nos servi-


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ría. Hay un conjunto de regiones que se han beneficiado, especialmente las clases emergentes del Pacífico, y luego hay una gran fosa de perdedores en Europa Occidental y en Estados Unidos. Europa Occidental se encuentra entre las regiones más perjudicadas, es donde hay una bolsa más significativa de perdedores. Yo diría que de la Europa de los 15, de cada 10 regiones (NUTS 2, escala comunidad valencia), siete son perdedoras y tres ganadoras. A muchos estados norteamericanos también los incluiría en el grupo de regiones perdedoras en este proceso. •

Estas fricciones que señalas también se dan en otros planos, como el cultural. ¿Asistimos a un proceso de integración cultural o de repliegue identitario?

Claramente de repliegue. Me gusta mucho el concepto de Andrés Ortega, el politólogo español, que habla de momento vertical, como contraposición a la idea de Thomas Friedman de que la tierra es plana. La idea de vertical evoca a la fase que vivimos de repliegue con compartimentos estancos. Antón Costas habla de neonacionalismos para describir el período actual. Yo prefiero utilizar el término repliegue, ya que va más allá de la capacidad política de los Estados: tiene que ver también con la actitud de los ciudadanos. Ante la incertidumbre, la inseguridad, el temor, la vulnerabilidad, las fracturas sociales, la población tie-

ne una tendencia natural a replegarse. Y esto está sucediendo especialmente en las democracias liberales. En la dimensión geopolítica, tendríamos de alguna forma la vuelta a recuperar rasgos del Estado-nación que algunos añoran. De modo que tanto me da que sea una reacción como la de Trump, que no es más que una versión de nacionalismo de Estado, como cualquier otra versión de nacionalismo occidental. Esto nos plantea problemas que habrá que saber gestionar, pues yo creo que, contrariamente a lo que muchos piensan, estos tipos de repliegue, si se mantienen un tiempo, no traerán nada bueno para nadie. Los excesos del neoliberalismo nos han traído hasta aquí. Esto es una asignatura muy importante para Europa Occidental, sobre todo para la Unión Europea. Mucha gente puede pensar que le irá mejor desmontando parcialmente el proyecto político de la Unión Europea. Gran error. Nos irá peor a todos. No me imagino, como europeo, ni para mí ni para mis hijos, una Unión Europea anoréxica, más de lo que está ahora, con menos capacidad política y cierta devolución de competencias a los parlamentos nacionales. •

Analizando la globalización, Rodrik menciona tres elementos claves que explican las tensiones inherentes al mismo proceso, como son Estado, democracia e hiperglobalización. En su opinión, estos tres elementos no

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pueden articularse de manera conjunta. La primera globalización se caracterizó por conjugar Estado con hiperglobalización, en detrimento de la democracia; mientras que la segunda globalización, regida por las premisas del Consenso de Bretton Woods, combinaba eficazmente Estado con democracia, en perjuicio de la hiperglobalización. ¿Cómo podríamos caracterizar el proceso actual de globalización de acuerdo con los elementos destacados por Rodrik? ¿Cuáles de estos elementos prevalecen? En este momento yo creo que sigue prevaleciendo la dimensión hiperglobalizadora, porque sigue funcionando sin red, sin controles. Como suele decir Rodrik, alguien destapó la botella, el genio salió de la botella y nadie ha sido capaz de embridarlo. Y el genio era el capital financiero que opera veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Aunque también veo algunos problemas a la tentación del argumento de Rodrik en concluir que lo ideal sería “menos globalización y más Estado-nación, parlamento y soberanía nacional”. No creo que nos fuera mejor como Estado-nación a España, Alemania o Francia con menos unión. Yo, más bien, pienso que sería mejor avanzar en fórmulas de modelos federalizantes de buena gobernanza, a escala Unión Europea, que nos permitiera comportarnos


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como actor global, buscando más sofisticación entre las relaciones de las instituciones europeas con los parlamentos nacionales. Pero, desde luego, sigo pensando que, si yo tuviera que elegir, diría: gobernanza democrática supraestatal, recomposición con competencias claras de los Estado-nación y de los parlamentos nacionales, y democracia representativa cualificada. Veo difícil conjugar estos elementos, pero yo, personalmente, no sacrificaría la pieza grande: hiperglobalización. •

Y esta tesitura, ¿qué disyuntivas plantea en torno a la idea de soberanía? ¿Cómo se conjuga hoy en día la soberanía? ¿Dónde recae?

Probablemente habría que trabajar la idea de soberanías múltiples o compartidas. Creo que el término soberanía nacional ya empieza a quedarse en el siglo XX. Tendríamos que desarrollar otros tipos de soberanía. Por eso he dicho que antes “modelos más sofisticados”. Un modelo federal a la europea. Modelos en los que los ciudadanos vean que los parlamentos tienen capacidades que ahora creen que no tienen, pues algunas han sido delegadas hacia arriba. Pero hay cuestiones que en la escala supraestatal se resuelven mejor. Pensemos en paraísos fiscales, comercio internacional, regulaciones medioambientales, regulaciones del cambio climático, terrorismo global, defensa en Europa Occidental… Alguna vez tendremos que ser mayores de edad y hablar en serio de estos temas y dejar que nuestro socio, tutor de siempre, nos siga tutelando por siempre. Y eso en la escala del Estado-nación creo que no es posible. •

Vemos, además, cómo en la actualidad la desbocada globalización económica no viene

acompañada por el desarrollo paralelo de una globalización política. ¿Cuáles son las consecuencias de este desacople? Esa es una pregunta difícil. Creo que estamos en una fase en la que los liderazgos están optando por reforzar un perfil de nacionalismo político y nacionalismo económico, tanto me da la versión Trump o la versión Macron. Por ejemplo, Macron ha nacionalizado recientemente el mayor astillero de Francia para que no caiga en manos de capital extranjero. Y, además, esto es una forma de congraciarse con electorados que siguen añorando el Estado-nación. Por eso yo hablaba antes de ausencia de liderazgos políticos claros. Hay una diferencia considerable entre un dirigente político y un líder político. El primero piensa en el ciclo de cuatro años, el segundo piensa en ciclos de veinticinco años. Andamos escasos de liderazgos políticos que piensen en la Europa del 2050. Estamos en una fase de nacionalismos, en algunos sitios nunca se fueron de ahí, como Rusia; pero en las democracias occidentales estamos volviendo. Creo que esta lectura está más presente en el ámbito académico que en el ámbito estrictamente de los políticos, donde el discurso de nacionalismo económico y político prevalece. En muchos casos es así porque muchos dirigentes liberales y socialdemócratas abrazan parcialmente el discurso más populista por su derecha precisamente para no perder electorado por partidos emergentes. Por tanto, escoran hacia posiciones más nacionalistas. Veo, por tanto, una especie de distancia grande entre lo que decimos en los ámbitos académicos y lo que los dirigentes políticos actuales hacen. Por ejemplo, la Unión Europea está en una fase de bloqueo, ni para adelante ni para atrás. ¿Por qué? Porque los dirigentes de la Unión piensan más en clave de Estado-nación. Yo

creo que es un error. Lo decimos desde ámbitos académicos, pero, en fin, la política es al final la que tiene sus propias pautas. No sabría responder con más precisión a esta importantísima pregunta •

Pero, sin embargo, sí que estarías de acuerdo en que la extrema derecha está leyendo mejor las demandas que han surgido como resultado de las tensiones de la globalización.

La extrema derecha, la extrema izquierda, los relatos populistas de las democracias liberales… han sabido articular un discurso dirigido a aquellas personas que querían escuchar esto, que básicamente son los perdedores del proceso de globalización. Ello significa que han sabido construir un relato de corto plazo, diciendo cosas que los ciudadanos querían escuchar. Cuando vemos el resultado del Brexit y analizamos quién ha votado qué, te das cuenta de que han votado a favor de salir sectores del Reino Unido golpeados duramente por el proceso de globalización. Cuando tú ves cómo distritos enteros que han votado al Partido Demócrata toda la vida pasan a votar a Trump, te das cuenta de que son cinturones industriales golpeados duramente, grupos de población empobrecidos. Por cierto, hay una cierta lógica. Porque es ahí donde los temores anidan más. Cuando el Premio Nobel Angus Deaton y Anna Case publicaron hace unos pocos años el artículo sobre cómo la mortalidad de la población blanca de edad intermedia en Estados Unidos se ha disparado, te das cuenta de que es gente que muere mucho por cuestiones relacionadas básicamente con la pobreza: muere por alcohol, por ingesta de productos farmacéuticos deficientes… Yo los relaciono con los perdedores de la globalización, que


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Nunca creí ni he comulgado con la idea de que la juventud actual es nihilista, individualista, de que no se preocupan por los temas actuales. Tampoco creí que la juventud actual está menos formada o que estudia menos… Porque, además, es falso.

son principalmente los que han votado este relato de Trump que es simple, pero eficaz. Ahí yo creo que el mérito no es de los partidos populistas, sino demérito de los partidos tradicionales, liberales y socialdemócratas. Especialmente socialdemócratas, que son el gran fracaso de las últimas décadas en las democracias liberales occidentales, pues no han sabido entender qué significaba esta época, no han sabido construir un relato alternativo adecuado a este nuevo tiempo. No entendieron que había acabado la gran coalición obrera de los años sesenta, setenta y ochenta del siglo XX. Y no entendieron los grandes procesos que estaban ocurriendo. Se han quedado sin discurso y sin base social. Esta es la razón por la que los partidos socialdemócratas han pasado del 40% del voto al 20%, y algunos hasta al 6%, y otros, como en Francia, a punto de desaparecer. Esto es demérito de la socialdemocracia que, durante mucho tiempo, al menos dos décadas, se ha convertido de facto en la cara amable del relato neoliberal. La población más castigada le ha dado la espalda y ha mirado, en lo general, a la extrema derecha, salvo en un par de regiones o tres, en la periferia europea, donde ha mirado a su izquierda: Portugal, España y Grecia. •

¿Utilizarías el concepto “momento populista” para describir el mapa que señalas?

No estoy seguro. A mí me gusta poco hablar del futuro. ¿Qué tenemos sobre la mesa? Electorados muy volubles, electorados que, de cada cuatro años, pueden cambiar drásticamente de orientación. Se ha perdido la fidelidad propia del modelo industrial de los años 60 del siglo XX. Nos encontramos con un nuevo proletariado de servicios, con bases amplias de precariado en nuestras democracias, con situaciones de desamparo, con gente

que se ha quedado en los márgenes, con gente que ha sido expulsada, en el sentido que Sassen utiliza de expulsión, con fracturas sociales muy profundas… Entonces, algunos de estos sectores abrazan partidos nuevos que pueden ser de muchos tipos: partidos de una sola cuestión o partidos nuevos, por derecha o izquierda, algunos pueden ser populistas, muchos lo son, pero no estoy seguro de que hacia estas opciones se produzca una adhesión permanente. Dependerá de cuál sea el relato que construyan los partidos tradicionales que ocupan el centro de nuestras sociedades, partidos liberales y socialdemócratas. Socialdemócratas, que no partidos socialistas. Partidos nuevos que tengan un relato socialdemócrata adaptado al tiempo presente. La gente confunde socialdemocracia con partido socialista, no tiene por qué ser así. Un ejemplo es Ada Colau, que no pertenece al PSOE, pero cuyo programa, sin embargo, es socialdemócrata. A esto me refiero. La política pública de Compromís, que no pertenece al partido socialista, es también esencialmente socialdemócrata. ¿Por dónde va a evolucionar? No lo sé. Yo creo que se irá abriendo camino algún tipo de relato socialdemócrata que no tendrá necesariamente que ver con los partidos socialistas clásicos, que pueden incluso desaparecer. Tiendo más a pensar esto que no la emergencia de populismos, sobre todo de extrema derecha, que hayan venido para quedarse. Creo que la relevancia de los populismos será efímera siempre y cuando haya relatos, construidos ex novo, en clave socialdemócrata que estén articulados en torno a la justicia social, la equidad, la igualdad, la lucha contra los monopolios… Un nuevo contrato social. Aquellos partidos que sean capaces de defender un nuevo contrato social para estos tiempos, creo que tendrán un amplio y creciente apoyo electoral.

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Por último, ¿qué papel piensas que está desempeñando la juventud en todos estos procesos?

He ido haciéndome una idea después de 36 años de profesor, trabajando con jóvenes entre 18 y 22 años. A diferencia de lo que algunas personas dicen, sin pensarlo muy bien, yo creo que se están produciendo cambios muy positivos. Nunca creí ni he comulgado con la idea de que la juventud actual es nihilista, individualista, de que no se preocupan por los temas actuales. Tampoco creí que la juventud actual está menos formada o que estudia menos… Porque, además, es falso. Se están produciendo cambios de fondo muy importantes, que tienen que ver con cambios culturales, reflejo de cambios sociales a su vez, que están provocando la emergencia de una generación nueva que en poco tiempo se hará cargo de sus propios destinos democráticos. Hay un punto de inflexión en el 15M muy importante, ya escribí sobre aquello (“El 15-M: defensa radical de un moderado”). Yo creo que estamos en esta fase de inicio, completamente nueva, más difícil de gestionar que décadas anteriores. Ahora es más complejo el escenario. Por lo que veo, principalmente en la escala local, las redes organizadas, sobre todo las nuevas generaciones, buscan modelos alternativos de convivencia, de consumo, de movilidad, etc. El cambio probablemente venga por ahí, de abajo a arriba. Mi opinión es muy esperanzadora. Confío y sintonizo más con personas e intelectuales que tienen más de 80 años y con jóvenes que tienen menos de 30. Lo que está pasando es una revolución nueva, inédita, una nueva era que os tocará gestionar a vosotros.


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‘Constitución, democracia y universalismo. Sobre ‘La confabulació dels irresponsables’ de Jordi Amat’ Por David Sánchez Piñeiro

Hay que leer a los intelectuales conservadores de La Vanguardia. Hay que leer a esa gente de orden. No sólo al omnipresente Enric Juliana, también a Jordi Amat. Su libro La confabulació dels irresponsables (Anagrama) ha sido elegido por el diario barcelonés como uno de los diez mejores de 2017 en la categoría de no ficción. La reseña de Ignacio Sánchez- Cuenca en ctxt. es identifica acertadamente la mayor virtud y el mayor defecto del libro de Amat. Virtud: ‘debería servir de modelo para el libro político que se escribe en España. No hay truculencia ni agresividad. La prosa es elegante y respetuosa, por mucho que la crítica sea dura en ocasiones’. Defecto: la sombra de la falacia post hoc ergo propter hoc. ¿En qué consiste esta falacia? En identificar una relación causal entre dos acontecimientos simplemente por el hecho de que uno sea posterior al otro. La consecuencia teórica de caer en esta falacia es que se elimina el momento contingente de toda decisión política y se dota a determinada secuencia de acontecimientos políticos de una apariencia de necesidad histórica. Según Amat, una serie de irresponsabilidades políticas nos han llevado a la situación actual: la decisión del tripartit de iniciar la reforma del Estatut, que el control de tal reforma se escapase de las manos de su impulsor Maragall, que el parlament catalán aprobase la reforma o que se rechazase desde el primer momento cualquier tipo de entendimiento con el PP en un asunto tan importante. Ahora bien, como señala Sánchez-Cuenca, no era inevitable que, como consecuencia de esas decisiones, el PP recogiese firmas contra el Estatut, que el PP modificase partidistamente la composición del Tribunal Constitucional o que la sentencia de dicho Tribunal se basase en una interpretación restrictiva de los principios constitucionales. En el fondo, subyace

al argumento de Amat una visión profundamente conservadora de la política: si el Parlament de Catalunya no hubiese emprendido el camino de la reforma del Estatut nos hubiésemos ahorrado todos los problemas y crisis que hemos sufrido en estos últimos años. En última instancia, es una visión que valora más el orden y la estabilidad que la democracia (no muy diferente de la que desarrolla Juliana en Modesta España), y que culpa a las élites, en ocasiones de forma sutil e implícita, por desencadenar un proceso político que interpela e incorpora a la ciudadanía y que pone en riesgo la arquitectura del orden constitucional. En el prefacio de La confabulació dels irresponsables queda patente la lógica conservadora que sustenta el argumento de Amat. En él se apela a la figura de Antonio Pedrol Rius, que fue (además de decano del Colegio de Abogados de Madrid y del Consejo General de la Abogacía Española durante el franquismo), senador real -designado por el rey Juan Carlos- durante la Transición. En pleno proceso de redacción de la nueva Constitución, Pedrol alertaba en un artículo publicado en el diario El País del riesgo de que el Tribunal Constitucional se convirtiese en una suerte de suprapoder constituyente. La lógica de su argumento era la siguiente: 1) algunos artículos fundamentales de la Constitución se estaban redactando de forma ambigua para conseguir el consenso de todos los partidos, 2) el Tribunal Constitucional sería el encargado de dirimir las potenciales disputas que surgiesen en torno a la interpretación de dichos artículos, 3) el TC se convertía de facto en un verdadero ‘órgano constituyente’ y 4) dado que los miembros del TC eran elegidos por los partidos políticos, serían estos quienes en última instancia determinasen el sentido de los veredictos del TC, y al hacerlo dañarían gravemente la división de poderes en nues-


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tro país (el legislativo controlaría, en última instancia, al judicial). Pedrol Rius planteaba visionariamente un caso hipotético en el cual una cuestión que dividiese a la población fuese aprobada en referéndum y después fuese recurrida al TC por un partido opositor. Independientemente de cuál fuese el veredicto, el resultado sería que el TC quedaría deslegitimado a ojos de un grupo importante de la población, con los perjuicios que esto supone para el funcionamiento del sistema democrático. La solución a este ‘punto ciego’ y a esta situación de ‘degradación institucional’ que Amat sugiere (tomándola de Pedrol) es demasiado simplista. El hecho de que el TC tenga que pronunciarse sobre la constitucionalidad de una ley antes de que esta sea sometida a referéndum (de nuevo las reticencias democráticas) simplemente traslada temporalmente el asunto a un punto temporal distinto pero no modifica sus elementos problemáticos. ¿Cuál sería la legitimidad del TC a ojos de los ciudadanos de Cataluña después de suspender una reforma del Estatut aprobada mayoritariamente en el Parlament? Parece sensato que un conflicto político de tal calibre sea gestionado por los poderes legislativo y ejecutivo, que en última instancia son los representantes democráticamente elegidos por los ciudadanos, y no por el poder judicial. Aún así, la cuestión fundamental es otra. Escribía Habermas en El discurso filosófico de la modernidad (1985) que uno de los rasgos definitorios de la modernidad cultural era la existencia de ‘fundamentos universalistas del derecho y la moral que han encontrado encarnación (por distorsionada e imperfecta que sea) en las instituciones de los Estados constitucionales modernos’. El ejemplo de Pedrol Rius que Amat menciona en su libro ilustra algunas de las deficiencias de este normativis-

mo universalista. La ambigüedad intrínseca a ciertos artículos fundamentales de la Constitución española (España está compuesta por nacionalidades y regiones, por ejemplo) demuestra la imposibilidad de contrarrestar los efectos nocivos de una Constitución excesivamente partidista por medio de una apelación a unos principios universales absolutamente inclusivos. Como señalaron Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en su réplica a Habermas, el conflicto moral e ideológico no es sólo una característica constitutiva de nuestras sociedades contemporáneas sino que además asegura el pluralismo político (lo que permite que conservadores y socialistas tomen partido en una lucha hegemónica que decante hacia un lado o hacia otro las interpretaciones de algunos- otros serán inevitablemente partidistasprincipios constitucionales). En lugar de afanarnos en la tarea imposible de diseñar una Constitución perfecta (utopía racionalista liberal por excelencia), abramos cauces democráticos que permitan dar salido a los conflictos políticos consustanciales a nuestras sociedades contemporáneas. En el caso de Cataluña esto pasa irremediablemente por un referéndum pactado con el Estado, con una Ley de Claridad que establezca con antelación las reglas del juego y con múltiples opciones de voto que reflejen el pluralismo político del país. No tengamos miedo a la democracia.

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Ni víctimas ni hérores Por Frederic Sala Mauri

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n conversaciones que he tenido con algunos compañeros y amigos, o en las mismas redes sociales, me han llegado opiniones que vienen a decir (siempre desde de lo llamado izquierda) que los artistas tienen que comprometerse políticamente. Esto es un debate interesante, y por ahora mi forma de ver esta cuestión, es a través de dos artistas que me dispongo a presentar a continuación: -Helen LevittHelen Levitt fue una fotógrafa, directora de fotografía y guionista que nació en agosto de 1913 en Nueva York, ciudad donde empezaría parte de su obra pocos años después. Gran parte de la obra de Levitt es en blanco y negro, aunque encontramos también fotografías a color en su estada en México. Tanto en la obra a color como en blanco y negro, hay algo que sí que define la obra de la fotógrafa; sus protagonistas y las localizaciones. En todas las fotografías, tanto en sus primeros trabajos como en los últimos, encontramos como protagonistas la clase trabajadora, pero en concreto los niños de las clases más bajas y marginadas, por ejemplo; en sus primeros trabajos, la mayoría de fotografías son de niños y niñas de los barrios más pobres de la ciudad de Nueva York, como el Spanish Harlem, formado en su mayoría por inmigrantes hablantes de español que provienen de sur américa. Otro barrio también muy fotografiado, es el Lower East Side donde conviven los blancos y negros socialmente más marginados de la ciudad y con muy pocos recursos económicos.

Se podría sospechar que el objetivo de Levitt era la reivindicación de las desigualdades sociales o la crítica social, sin embargo, no es así. En sus fotografías tampoco encontraremos tristeza. Lo que quiere Levitt es mostrarnos la vitalidad de la calle, la comunidad y las actividades cotidianas. La realidad de la cotidianidad tal y como es. En ningún momento veremos en sus fotografías a víctimas o héroes imposibles. Como dice Jorge Ribalta: “Sus interacciones son formas de resistencia diaria […] Los niños juegan y bailan, luchando por el instante, consolando después las penas prójimo, trepando a son de la música el precipicio que es el umbral de una puerta, aprovechando los muebles que hay tirados en la calle y creando nuevas fantasías a partir de trozos de un espejo del que alguien se deshizo: son los métodos que la calle tiene para convertirse en un recurso político para la supervivencia individual y de grupo.” En la década de los años cuarenta, Levitt iría a México donde dejaría un poco la fotografía de lado y se iniciara en el cine, trabajando al lado de Luis Buñuel, al que ayudaría a realizar algunos trabajos. Levitt fue una resistente al clima ideológico de sus tiempos y se negó de hacer de su talento un arma de propaganda vacía. – Raymond Mason – Raymond Mason fue un escultor que nació en Birmingham (Gran Bretaña) el 1922 en una familia humilde. En sus inicios sus esculturas eran de bronce, pero se dio cuenta de que esas esculturas les faltaba algo cuando quería representar a


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lo que él más conocía; la gente de clase obrera y humilde. Es entonces cuando deja el bronce atrás y empieza a usar resina y así poder pintar luego encima de la escultura. Mason hacía y pintaba sus esculturas tal y como se ve la clase obrera a sí misma. Mason podía hacer eso porque era hijo de taxista y él conocía como es la gente, la gente común que había observado y amado. Según Berger, Raymond Mason es un escultor fiel al proletariado “Ser fiel, como escultor, al proletariado no están sencillo como puede parecer o como afirman ciertos idiotas y ciertos fanáticos. En primer lugar, se necesita mucha capacidad de observación y mucho amor. Aunque parezca extraño, el amor es la mejor garantía contra la idealización”. La escultura de Mason, ponía como protagonista la clase obrera, pero en ningún caso, se pretendía ser una idealización o propaganda propia de la guerra fría como por ejemplo 1965, fecha de la que data la obra Salida de la fruta ya la verdura del corazón de París. Lo que hace Mason con los colores al pintar sus obras, no es más que intentar acercar la obra a lo que sus ojos ven; que es la gente normal, la gente común de la calle con sus ropajes y su forma de vestir con más o menos elegancia, anteponiendo la comodidad ante la estética o si se me permite, adecuando su estética a la comodidad y los recursos disponibles, sin la necesidad de aparentar nada.

no vemos a héroes ni a penosos personajes, sino que vemos a personas en su cotidianidad. Y si eso es así tanto en la obra de Levitt como de Mason, es porque ellos eran fieles a sí mismos. Levitt fotografiaba la belleza de las calles y la cultura urbana emergente, Mason hacía y pintaba sus esculturas tal y como veía las gentes. Si ambos eran capaces de hacer su obra así de sincera es porque amaban lo que representaban y lo conocían muy de cerca. No creo que podamos pedir que un artista ponga su talento a disposición de los más necesitados o pobres, por motivos políticos, ya que si hacemos esto, estaremos pidiendo que dejen de ser fieles a lo que ven, empiecen a ser publicistas y dejen de ser artistas. Bibliografía • • •

MACBA. (s.f.). Recuperado el 13 de 01 de 2018, de Helen Levitt: http://www.macba.cat/ca/helen-levitt Ribalta, J. (2010). Helen Levitt, Lírica Urbana. Madrid: La Fabrica. Wikipedia. (26 de 11 de 2016). Wikipedia. Obtenido de https://ca.wikipedia.org/wiki/He-

len_Levitt Berger, J. (2017). El tamaño de una bolsa. Madrid: Alfaguara

Si hay algo que crea, es que lo que hace buenos testimonios a estos artistas, es que en los dos casos

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El país i els projectes nacionals postelectorals Por Àlber Blanc

S taula.

ens dubte la lectura de les eleccions del passat dijous 21 de desembre es fa més difícil que mai, ara bé això no treu la evident visibilització de diferents projectes de país que tenim sobre la

És a dir, el que mostra l’auge de Ciutadans amb la seva pole position en les eleccions de dijous és la d’una proposta conservadora i reaccionària, de país enganxat a Espanya per la força del 155. Proposta conservadora i neoliberal que té el seu exotisme tant per la proposta de país en sí com en la pròpia campanya electoral. Per una banda, perquè Ciutadans ha tingut la capacitat d’aglutinar les classes treballadores metropolitanes, i no només dins de la seva construcció nacional. Construcció nacional definida per una afirmació no democràtica, i per tant autoritària, de la unitat d’Espanya. Per l’altra banda, aquesta proposta nacional seguia aquella lògica exercida ja per la pròpia Convergència al dissociar l’eix social de l’eix nacional en els inicis del procés. Així en el debat electoral just abans de les eleccions es va poder constatar l’estratègia electoral de Ciutadans consistent en seguir justament aquesta contraposició entre les “polítiques socials” i la reclamació de sobirania nacional. Enfront del que representa l’auge de Ciutadans tenim l’ampli bloc del sobiranisme dins del qual no s’ha produït l’esperat sorpasso d’Esquerra Republicana de Catalunya i a més a més, desafortunadament, s’ha produït un retrocés en vots

i escons de la Candidatura d’Unitat Popular i de Catalunya en Comú-Podem. És a dir, la hipòtesis d’un relleu dins del sobiranisme en favor del sobiranisme popular tampoc s’ha produït. Deixant en stand by aquell ‘nou nosaltres’ que Sergi Picazo registrava a partir de la mobilització desencadenada a partir de l’1 d’octubre ¨(1). El problema dels grans capitans del sobiranisme, principalment ERC i PDeCat, és que aquest espai polític continua, almenys electoral i institucionalment, sota el lideratge del nou espai del PDeCat: Junts per Catalunya. Aquí el problema rau en què la tercera refundació de Convergència, malgrat l’abandonament del neoliberalisme, almenys formal i discursivament, l’eix social està inclòs en termes corporatius, sectorialistes i en definitiva com un pegat postís de meres polítiques públiques. Com a un maquillatge que pot servir per presumir d’uns pressupostos suposadament més socials pel fet de que no agreugen el saqueig del país, marca de la Convergència d’Artur Mas, però que no reverteixen l’espoli social que era la Llei Òmnibus d’aquell “govern [tecnòcrata] dels millors” (2). Així doncs, si del que es tracta es parlar de projectes de país, més enllà de les batalles conjunturals i institucionals, la proposta republicana només pot partir d’un angle que sigui inequívocament catalanista i popular. Perquè la clau de l’èxit que pot seduir a les classes populars del país és aquella proposta que faci de l’eix social l’eix patriòtic cosa que significa que la construcció d’una pàtria nova i republicana ha de tenir


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en el seu centre les classes populars i mitjanes. No es tracta pas de “fer pedagogia” ni de subalternitzar les classes populars als actuals lideratges del procés sinó extreure’n totes les conseqüències dels fets d’octubres. I aquí la tasca necessària és la d’una tasca d’articulació a l’estil del millor PSUC (3). El treball d’articulació, per cert, és qualsevol cosa excepte fàcil ja que no només entranya una dimensió discursiva sinó que en termes de pràctiques socials significa un treball pacient i militant per lligar diferents espais socials mobilitzats; com el sindicalisme alternatiu, els Comitès de Defensa de la República (o de la Revolució?) i del conjunt dels moviments socials. De forma semblant a l’expressió que vam veure en les mobilitzacions inequívocament nacionals i populars de l’1 i del 3 d’octubre. D’altra banda correm el risc de veure aquest esdeveniments orfes d’expressió política, amb el risc afegit de quedar encallats com a país entre un sobiranisme, més cultural que polític, que recela dels que no se sumen a certes tradicions, front a un nacionalisme, ataronjat i reaccionari, que es reivindica orgullosament com a nou príncep modern del règim. Malgrat que les condicions i la situació política, són avui més adverses que mai, la necessitat d’un patriotisme plebeu i popular es fa, justament, més patent que mai. Per tant, la consumació d’una hipòtesis nacional-popular catalana, i catalanista, ha de materialitzar necessàriament un poble com a agent històric i com a subjecte polític si volem

fer efectiva la sobirania popular com a eix de ruptura destituent amb el règim del 78. La tasca que resta pendent és la de construcció d’un poble català, fundat en els de baix, que pugui esdevindre aquella font de creació constituent d’una República que sigui patrimoni dels darrers, i no de les elits, tal i com ha reivindicat el catalanisme popular en les seves hores més brillants. Notes 1. Picazo, Sergi (2017). L’Esperit d’Octubre: un nou ‘nosaltres’ d’esquerres. El Crític. Publicat el 23 d’octubre de 2017, disponible a https://www.elcritic.cat/blogs/ sergipicazo/2017/10/23/lesperit-doctubre-un-nou-nosaltres-desquerres/ 2. Llibertat.cat (2011). El Parlament aprova les retallades. Llibertat.cat. Publicat el 22 de juliol de 2011, disponible a: https:// www.llibertat.cat/2011/07/el-parlament-aprova-les-retallades-14543 3. L’articulació equivalencial d’un conjunt de demandes que en aquest cas estan guiades per una aspiració de dignitat nacional que requereix d’una mediació que només pot ser fruït del treball polític i militant, com assenyala el politòleg argentí Martín Retamozo. Veure Retamozo, Martín (2017). La teoria del populismo de Ernesto Laclau: una introducción. Estudios Políticos, novena epoca, núm. 41 (mayo-agosto, 2017); pp. 157-184.

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Parellada y lo real Por Jordi Romano

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o quisiera hablar como especialista en Parellada. Más bien me gustaría dar testimonio de lo que Parellada ha hecho conmigo, de los efectos que su lectura ha ejercido sobre mí. Podría decir, literalmente, que Parellada fue el primer escritor que vi. Y digo “literalmente” porque a la edad de diez u once años, jugando un 3×3 de baloncesto un amigo me señaló a alguien que entró en la pista y me dijo: “Ese es Enric Parellada”. Naturalmente, yo pregunté que quién era y él me respondió que era un loco, sin que yo tuviera en aquel entonces una idea muy clara de lo que significaba ser un loco, y sin que pudiera siquiera imaginar que la pregunta “¿qué significa ser loco?” era la que, precisamente, habitaba en Parellada de un modo singular. En la España contemporánea, mi amigo Víctor Tarruella indagó y desarrolló esa singularidad hasta sus últimas consecuencias éticas y estéticas. Me ha tocado participar de una generación que lo discutirá infinitamente, que incluso se desvelará con Parellada ya que, por mucho que una y otra vez intentemos situarlo, nunca lo encontramos donde suponíamos, pues siempre se halla en un límite que él mismo ha construido. Es inútil querer clasificarlo, transformarlo en un objeto literario o acceder a una lectura sociológica, antropológica o estructuralista de su obra. Hay algo en el procedimiento literario de Parellada que siempre se sustrae. Toda nuestra generación quedará marcada por este problema. ¿Cómo ser parelladiano? Imposible. ¿Cómo no serlo? Imposible también. La máquina literaria que ha constituido Parellada genera tal cantidad de dilemas y disyunciones, construye un horizonte de preocupaciones literarias tales que, queriendo salir, nos encontramos con él. Queriéndolo interpretar, es él quien nos interpreta. Aquí y ahora, frente a ustedes, siento de nuevo el vértigo de que, al intentarlo leer, es él quien me está leyendo a mí.

Esta es la impronta que dejará en nuestra generación, por la sencilla razón de que Parellada no es un paso más de la literatura que una conmemoración podrá petrificar en un homenaje póstumo. Parellada es, más bien, una pregunta que atraviesa su obra, una indagación acerca de cómo es posible la existencia de algo así como la literatura. Por eso no podemos situarnos frente a él como si se tratase de un objeto literario que vamos a desentrañar. Parellada constituye un campo de experiencia literaria en el cual se ficcionalizan todos los saberes. Busca deliberadamente sorprender, combina el pastiche popular con la erudición clásica, produce textos totalmente abiertos a la temporalidad retroactiva de su interpretación. No solo desborda las expectativas y oscurece nuestros brillos dándole un barniz a lo oscuro que ya quisiera el sol brillar de tal manera, sino que, como dice un sabio, piensa las cosas. En su obra encontramos innumerables referencias y homenajes a otros escritores y libros. Tantas y tan sutiles que las siguientes generaciones de estudiantes chinos tendrán que esforzarse en abrir los ojos para estudiarlas. En definitiva, genera una extraterritorialidad que le permite estar siempre en un límite – él mismo es la Decepción- que lo hace inaprensible y que, por lo tanto, nos atrapa en la propia red que urdimos para apresarlo. Esta es, pues, la primera cuestión que quería destacar. Mi generación estará siempre frente a un Parellada que jamás permitirá encontrar un lugar fuera de él. Estando en contra, nos volvemos inconsistentes; estando a favor, nos estereotipamos. Pero el mayor impacto que genera Parellada sobre mí y sobre mi generación es uno muy distinto: nos ha destrozado la vida. Enric conoce perfectamente nuestra verdad, a saber, que la muerte es inminente. Y tiene claro que al terminar de leer un libro bueno tienes ganas de morir.


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Exactamente lo que ocurre cuando lo leemos. Su obra es la puesta a punto del suicida, un libro durillo. Nos recuerda constantemente que no hay mayor error que amar la vida. Hacerlo es imposible, como una esfera cuyo centro ésta en todas partes y cuya circunferencia es inaccesible. He aquí el descubrimiento del cual España todavía no ha tomado nota, probablemente porque sigue siendo pre-parelladiana, y esto no es tan raro como podría parecer: es difícil que un país esté a la altura de sus hombres de genio. Hasta aquí tan solo he querido mostrar el impacto que ejerce Parellada sobre mí y mi generación, para pasar ahora al tema que da título, tentativo, a este artículo: Parellada y lo real. Hay una imagen de Parellada que en mayor o menor medida todos compartimos: la de los espejos, de las ficciones, de las decepciones, de los hostales, el Parellada clásico, el de las grandes lecturas. Todo el campo semántico de la erudición, el trap y los homenajes se juega en esta caracterización que no quisiera desmentir, pero sí atenuar proponiendo otra clave interpretativa: Parellada no está del lado de la ficción, sino que está absoluta y violentamente preocupado por lo real. Lo real no es la realidad. La realidad es la trama simbólica en la que estamos despiertos aparentemente y a la vez dormidos en nuestra propia vigilia. En la realidad fluyen los símbolos, se organizan las palabras y todo tiene un sentido. Lo real, en cambio, es lo que se sustrae a la realidad, a todo intento de pensamiento, nominación o conceptualización. Lo real es un vacío, un agujero que ninguna palabra, ninguna construcción conceptual y ningún ejercicio de pensamiento, logra nunca capturar, a lo sumo contornear el borde que localiza ese vacío. Ahora bien, esta es solo una versión de lo real. A veces lo real, o alguno de sus fragmentos, se empeña en manifestarse, y el resultado no tiene ninguna gracia. Cuando lo real se

manifiesta, la realidad se disloca. Lo real aparece siempre en forma de locura, de trauma, de pesadilla o de experiencia fantástica. Lo real puede llevar a un escritor, como en el caso de Joyce, a transformar todas las coordenadas de la lengua, a forzar todo su aparato lingüístico en función del neologismo con el improbable objetivo de domesticar lo real, y puede llevar a un pensador a dar un paso al límite que siempre se paga. Todas las criaturas parelladianas, sean apócrifas o reales – El señor Amorartesanal, Alfonso Dañabeitía, el Señor E, Roas- están desgarradas por este problema. Todos ellos fueron hombres de razón que, por querer tratar de incorporar lo real a su propio razonamiento, lentamente empezaron a enloquecer. Su locura, pues, no es ajena a la razón, sino que es una locura de la razón, es el pensamiento enloqueciendo desde sí mismo. Todos los personajes parelladianos descarrilan, se salen del gozne y muestran que es el intento mismo de pensar lo real lo que provoca esa salida de quicio. En el corazón mismo de los razonamientos más fríos, sutilmente, algo empieza a desviarse, a descarrilarse, a salirse de los goznes y, de golpe, nos encontramos con un sistema de signos que ha enloquecido. Esta es la otra versión de lo real: o es lo imposible que se sustrae o es su manifestación violenta, dislocada. Me gustaría terminar ofreciendo dos ejemplos que pueden mostrar esta vertiente del tema “Parellada y lo real”. El primero es un cuento apasionante: Renata. Parellada comienza hablando indirectamente sobre una secta. ¿Qué es una secta? Es un conjunto de personas que comparten en exclusiva un secreto. La protagonista del cuento, Renata, vivía en un hostal de Londres. Pero fijémonos en que Parellada habla del secreto de Renata, una persona que piensa que solo ella tiene acceso a ese conocimiento. Aunque el cuento solo tiene tres páginas, lentamente, a medida que avanza, comenzamos a sospechar que la secta está en todas partes, todos lo saben. El secreto es, únicamente, que toda

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relación social es producto de la necesidad de esconder el secreto. Un secreto que se esconde también en los rituales de iniciación de las ordenes cerradas, en el caso de Parellada, los hostales, y que consta de una serie de preguntas conocidas por todos los nuevos miembros. “¿Trabajas o estás aquí́ de vacaciones? o bien, ¿de dónde eres?”, pero como bien dice Parellada “en realidad estos dos secretos albergaban dos secretos más en el interior suyo como por ejemplo, cuál era su lengua materna”. En este punto se inscribe la dimensión real de la lengua materna, profundamente ligada a lo que vehiculiza la separación del niño de la madre. Y esto tiene mucho que ver con los hostales y con, obviamente, las sectas. No puede haber intimidad desde el momento en el cual nadie habla la lengua materna. Pero en el momento en que se pregunta: “¿De dónde eres?” se está preguntando por la lengua materna, en un lugar donde todo el mundo está separado de su madre y, no hablando la lengua materna, se está más unido que nunca a ella. Así, yo tampoco voy a nombrar el secreto de Renata porque, como sugiere Alán Barroso, el secreto es una estrategia de lo real, imposible. Este punto, el rechazo de la castración como rasgo de época, es crucial para entender la proliferación actual de las sectas (Hostales, en la obra de Parellada). Esta es, pues, una de las vías que podrían mostrar la vinculación de Parellada con lo real en donde lo real aparece en su primera versión, como mera sustracción: los textos, la historia, los autores, todos están en relación con el vacío de este secreto innombrable. Pero incluso si cometiéramos ahora la torpeza de nombrar este secreto, tampoco sería el secreto lo que estamos nombrando, ya que el mismo que lo nombra, y que está bajo sus efectos, lo desconoce. Veamos ahora la otra versión de lo real: la que, en lugar de sustraérsenos, se manifiesta de forma violenta. El ejemplo, en este caso, es el cuento Querida princesa que, lejos de ser

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una muestra de romanticismo edulcorado, es la demostración de que ningún sistema simbólico, por muy perfecto y contractual que sea, ningún orden institucional, ninguna relación política contractual formalizada, logra eliminar del todo el resto de violencia que la fundación de todo lazo social conlleva. Querida Princesa, pues, no es una descripción de lo romántico edulcorado sino un éxtasis temporal en donde los participantes quedan fuera del tiempo –si entendemos el tiempo como una sucesión lineal de puntos, categoría que Parellada ha querido deconstruir en el cuento El reloj de Maupa–. Querida Princesa es, pues, el estado de excepción que supone la irrupción de la violencia que ninguna historia logra metabolizar nunca. El hecho de intentar entablar una relación con otra persona es siempre violento porque, diciéndolo con Lacan, la relación social es imposible. Es decir, las relaciones humanas cambian siempre a los sujetos que interaccionan y Parellada lo lleva hasta las últimas consecuencias en este cuento. El secreto no existe, sino que insiste. Habría otros muchos ejemplos de esta manifestación de lo real, pero las palabras que me vienen a la mente son del propio Parellada: “Pasa que vosaltres us estimeu la vida” *. Y yo, que estoy intentando hablar de él, a duras penas, con suerte quizá, conseguí que Él hable a través de mí. *Delante la imposibilidad de la traducción de la cadena de significantes en catalán solo se me ocurre citar la perspectiva de Borges sobre la traducción: “La traducción no solo es posible, sino que además es esencial para la comprensión de la literatura. Ningún problema es tan consustancial con las letras, con su modesto misterio, como el que propone una traducción”.


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Apuntes desde nuestra trinchera por Cristina García

No sospechan siquiera que su historia pueda tener alguna importancia y que tenga algún valor dejar rastros documentales de ella. Antonio Gramsci

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L’Obrera bajo la mole n abril de 1919, plena guerra civil contra conservadores y liberales, algunos humildes trabajadores rusos comenzaron a reparar locomotoras averiadas en sábado, día no laborable por tradición. Así nacieron los Subbótniki o sábados comunistas, durante los cuales la gente realizaba actividades por el bien común y sin recibir dinero a cambio. Según el historiador Christopher Hill, en 1920 los Subbótniki ya contaban con 15.000 miembros del partido comunista y 25.000 obreros no afiliados [1]. “Evidentemente, esto no es más que un inicio, pero un inicio de una importancia extrema. Es el inicio de una revolución más difícil, más esencial, más radical y más decisiva que el derroca-

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miento de la burguesía, porque es una victoria sobre nuestra propia rutina, nuestra pereza, nuestro egoísmo pequeño-burgués, sobre aquellas costumbres que el capitalismo ha legado al obrero y al campesino. Cuando esta victoria se consolide, entonces y sólo entonces, la nueva disciplina social habrá sido creada”, dijo Lenin [2]. Ya celebrado el centenario de la Revolución rusa y desde un mundo profundamente opuesto, estudiar sus iniciativas populares abre todavía reflexiones y caminos. Corre el mes de marzo de 2017 en la ciudad de Sabadell, Barcelona. Es domingo - día de descanso por tradición - pero toca jornada de faena y adecuación del espacio en el centro social. Arturo pasa el rodillo cargado de pintura blanca y fresca por la fachada envejecida mientras anima a unas vecinas que pasean por la avenida a participar; Óscar y Hamza ponen luces nuevas en el gimnasio; Pingo y su familia hacen un mural en la pared; David y Cristina limpian y pintan la cocina; Dani estudia los nidos que las palomas han hecho bajo el tejado subido en una grúa que nos ha conseguido Ari; Laia me ayuda a pintar de negro la tarima que hace de escenario; a Maricarmen la recuerdo con un pincel en la mano y un pañuelo morado en el pelo; Conxita y Rosa


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Enero-Febrero / 2018 barnizan ventanas y clasifican los libros de la biblioteca; Gerard y Adrià pintan paredes y reparan puertas. Hay paella y vino para 50 personas a la hora de comer: 50 personas que se han quitado de encima la pereza, o que sencillamente han asumido que valdrá la pena ir a trabajar el lunes con agujetas.

el de la Plataforma de afectados por la hipoteca y la crisis; los cine-fórums; un grupo de juegos de rol; las cenas y las fiestas de los viernes... además de las veladas de deportes de contacto, las charlas formativas y las colaboraciones de barrio con la Asociación de Vecinos y centros cívicos de la ciudad.

El centro social es todavía muy joven. Fue en el Primero de mayo de 2015 cuando una plataforma de vecinas y vecinos de Sabadell llamada Recuperem l’espai comú se apropió del edificio, que llevaba 8 años vacío y sometido a la degradación. Aquel día comenzó una lucha por llenar de vida y de actividad no asalariada y asamblearia los más de 2.000 m² del inmueble, contra las rutinas de un barrio trabajador y sin prácticamente tejido asociativo. El espacio - antiguo concesionario y prostíbulo - rescató el nombre de L’Obrera, sede del movimiento obrero de Sabadell desde 1887 y desmantelado durante la Transición a la monarquía con la complicidad de la izquierda institucional.

Todas las personas que estén dispuestas a proponer, colaborar y a aprender en igualdad tienen un lugar aquí. Tal y como explicaba Albert una tarde: lo que tenemos en común es que vendemos nuestro tiempo de vida para sobrevivir. L’Obrera tiene que servir para poner sobre la mesa ese factor y actuar contra él de forma consciente, aunque sea a través de pequeñas iniciativas.

Hoy, bajo la mole del capitalismo, las entidades propietarias del edificio - la corrupta Cajamar y los salvajes fondos buitre Haya Real Estate y Cerberus, gestionados por la familia Aznar, el clan Pujol y el asesor económico de Donald Trump [3] - han iniciado un proceso judicial de desalojo, valorando L’Obrera en más de 3.000.000 de euros. Una vez más, vecinos humildes y trabajadores en un espacio común contra banqueros y explotadores, lógicas y costumbres enfrentadas y en lucha. Ocio y lucha de clases La creatividad y la satisfacción en la actividad misma deberían ser características básicas de cualquier alternativa al capital. Manuel Cañada, de los Campamentos Dignidad de Extremadura y que recientemente visitó L’Obrera junto con otros militantes de la Marea Básica, escribía que “el ser humano es sistemáticamente desposeído de su humanidad. De su humanidad posible sólo quedan ecos, destellos, las astillas que, a pesar de todo, se escapan de la dictadura capitalista” [4]. En este sentido, L’Obrera ha supuesto una fuente de pequeños destellos creativos en la vida cotidiana de muchas personas; actividades organizadas colectivamente y desde abajo que ya no son mero medio para conseguir dinero. Clases de capoeira para niños y adultos; el Gimnasio Popular Rukeli donde aprender boxeo, kick boxing, muay thai y judo; clases de salsa, swing y breakdance; una recién nacida plataforma de conflictos laborales; el grupo excursionista La Màquia; un grupo de teatro y otro de artistas; el Taller de lecturas políticas; un taller casero de serigrafía; el Grupo de Mujeres de L’Obrera y

Somos conscientes de que toda aquella gente que no tiene sus necesidades básicas cubiertas y las de los suyos tal vez dispondrá de poco tiempo o fuerzas para implicarse en una iniciativa como L’Obrera. Pero permitir que personas con pocos recursos se ganen la vida en nuestro centro social, sin alquiler ni reglamentación, supondría una competencia desleal hacia mucha otra gente y generaría dinámicas distintas a las actuales. Todas y todos tenemos en común la necesidad de ganarnos la vida como buenamente podamos, y aportamos a L’Obrera igualmente lo que podemos. Y cada vez somos más. Es cierto que se trata de actividades que afectan principalmente a las formas de ocio y tiempo libre de los centenares de personas que las organizan y practican, pero también es cierto que, aunque tan sólo sea en esa parcela de la vida, los límites entre el habitual consumo privado y la construcción colectiva se han visto profundamente transformados. Pier Paolo Pasolini exponía en 1975 el genocidio de culturas populares que había supuesto el desarrollo del capitalismo de consumo [5]. La misma Margaret Thatcher, en los 80, hablaba de la necesidad de conquistar la vida cotidiana, el alma, de las clases desposeídas. Heredera de esta coyuntura, L’Obrera se ubica en la lucha por un tiempo libre lo menos manipulado posible y que, siguiendo la crítica de Georg Lukács [6], asocie tiempo libre con actividad conscientemente creadora y no con ocio de consumo. Así, nuestro centro social ha conseguido poner en evidencia la falta de espacios comunes de barrio, la imposibilidad de pagar alquileres de locales en los que desarrollar libremente actividades, la dificultad para mucha gente de pagar cuotas de gimnasios o locales de ocio de consumo y el malestar que puede llegar a generar la falta de control y de compañerismo por parte de los usuarios de estos espacios. Ha conseguido generar una hiperactividad y una emoción nada


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menospreciables en el ámbito de la organización social de ocio alternativo y el descubrimiento de nuevas capacidades. Carlos y Juanma nunca se habían imaginado que aprender boxeo sería una herramienta útil para la organización popular. Jessica nos cuenta que si L’Obrera desaparece su espacio de socialización más plena le será extirpado y no está dispuesta a ello. Camilo friega los platos mientras piensa qué personas y colectivos pueden sumarse a nuestro proyecto. Estas actitudes suponen un primer paso importante, pero todavía siguen teniendo mucho peso la desmovilización general y la falta de cultura política promovidas por el sentido común de consumo alienado de nuestras sociedades.

flexivas ni atajos. En palabras de Hegel, filósofo de la historia, “la impaciencia pide lo imposible [...] lo verdadero es el devenir [...] seriedad, dolor, paciencia y trabajo de lo negativo” [7].

¿Cómo seguir potenciando y ensanchando L’Obrera hasta llegar a nuevas gentes y necesidades más allá de todo lo que ya hacemos? ¿Cómo conseguir que los centenares de personas que se acercan al centro social semanalmente para practicar deporte, tomar una cerveza o participar en un espacio de debate terminen asumiendo activamente la organización cotidiana y tomen consciencia de que de sus ideas y sus manos dependerá la construcción de esta realidad nuestra? ¿Cómo pasar del ocio alternativo al compromiso contra el capitalismo salvaje y el colapso ecológico de nuestro presente y de nuestro futuro? Estos retos se corresponden con debates que no son fáciles de resolver actualmente. Y también se corresponden con un trabajo de trincheras que no acepta prisas irre-

Educándonos: disciplina, reflexión, solidaridad y bravura

El presente y el futuro no son desplegables predefinidos, son terrenos de lucha y hay que pelear y aprender por cada nueva persona que quiera integrarse en nuestro proyecto. Como dice Joaquín Miras, sólo cuando la gente encuentre en su vida cotidiana y hombro con hombro cuadros políticos más honestos se atreverá a abandonar su vida anterior.

Volvamos ahora a la humildad de los proyectos concretos de L’Obrera. Me gustaría reflexionar en más profundidad sobre dos de los que más conozco y valoro: el Gimnasio Popular Rukeli [8] y el Taller de lecturas políticas [9]. Durante dos años ambas actividades han crecido y se han ido concretando a base de grandes dosis de paciencia, de debates difíciles, de avanzar y retroceder, de estar a punto de abandonarlas y rescatarlas de nuevo, de rupturas y de nuevas alianzas, porque así es como se construye siempre. Una nave inmensa y vacía en la parte trasera del centro social. Las plazas del barrio llenas

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bién constituyen una herramienta interesante de convivencia y respeto. Además, el Gimnasio arremete de forma inesperada contra la tradicional presión estética hacia el cuerpo de las mujeres: aprendemos a valorar las posibilidades y volúmenes de nuestro cuerpo, nos sentimos más fuertes y seguras, aprendemos entre nosotras y de los hombres pero también les enseñamos. Evidentemente, el camino hacia unas relaciones de igualdad satisfactoria entre mujeres y hombres es todavía largo, pero en el Gimnasio la disciplina, la amistad, la reflexión y la organización colectiva comienzan a transformar realidades. A pesar de no establecer una jerarquía personal entre alumnos y entrenadores -la gestión del Gimnasio es colectiva y entre iguales- me gustaría hablar brevemente sobre los primeros. Es el cumpleaños de uno de los entrenadores y le llevamos un pastel adornado con unos guantes de boxeo de chocolate; nos lo agradece loando la labor de organización popular y compromiso que todos los alumnos llevamos a cabo en L’Obrera. Otro de ellos trasciende su figura de entrenador queriéndose integrar en el Taller de lecturas políticas y nos propone un seminario sobre ecología marxista. Un tercero nos transmite los valores del boxeo cubano no-profesionalista y, como aquel campesino de John Berger [11], al terminar los entrenamientos recapitula y reflexiona sobre todo lo hecho para decidir cómo vamos a mejorar, tanto en el deporte como en la vida cotidiana y las relaciones sociales que estamos creando. El Gimnasio Popular Rukeli es una relación estrecha entre deporte y organización popular. Nos gusta ver los grandes combates de boxeo profesional, pero tenemos muy presente que esos luchadores viven para boxear, están bien

cuidados y alimentados milimétricamente, dan rienda suelta al individualismo feroz y se lucran a base de millones. Todos nosotros trabajamos, estudiamos, no obtenemos beneficios económicos del deporte, pasamos frío en invierno y calor en verano, tenemos goteras cuando llueve, nos alimentamos como podemos y entrenamos al anochecer después de largas jornadas. Pero estamos orgullosísimos. Justin Trollmann Rukeli, boxeador gitano de los años 40 que da nombre a nuestro gimnasio, luchó contra las vejaciones, torturas y reclusiones del régimen nazi hasta que terminaron con su vida.

Sin voluntad de establecer límites irreconciliables entre el trabajo intelectual y el trabajo neuro-muscular - ambos componentes están siempre presentes en la práctica humana -, toca dejar el Gimnasio para hablar ahora del Taller de lecturas políticas de L’Obrera. Nació como escisión de una moribunda comisión de formación de un colectivo socialista, escapando así de la rigidez y el desinterés que le dedicaban la mayor parte de sus militantes. Desde hace dos años y con paciencia y dedicación, se han llevado a cabo diversos seminarios abiertos a los que han asistido personas con gran variedad de edades, procedencias y sensibilidades: una lectura crítica y detenida de El segundo sexo de Simone de Beauvoir [12], el Manifiesto Comunista, Dimitrov sobre el fascismo, una antología de textos de Antonio Gramsci y La revolución rusa de Christopher Hill. La lectura y los debates se suceden con naturalidad y respeto, hasta el punto en que los domingos por la tarde del Taller se han convertido para algunas personas en una rutina interesan-


29 de chicos y chicas pasando la tarde con sus perros, con sus historias y con sus porros. Como el decidido Dennis de The Wire pero sin la épica absurda de las series de televisión, siguiendo la larga tradición de gimnasios populares y el auge de los deportes de contacto, alguno de los nuestros vislumbró lúcidamente la posibilidad de inaugurar un gimnasio de boxeo en L’Obrera. Formiga, la profesora de capoeira, confirma que practicar deporte colectivo tiene sobre el cuerpo los mismos efectos que tomar antidepresivos. Gracias a la negociable cuota de 20 euros trimestrales y a la faena constante y entusiasta de muchas personas, aquella nave industrial abandonada renació llenándose con un tatami, un ring y todo el material necesario para practicar los deportes que se ofertan sin tener que comprar nada. Más allá de la preparación reglamentaria del espacio, las contradicciones y los conflictos han servido para avanzar en la organización. Inmersos en un sentido común machista, racista y capitalista, se nos plantean las siguientes dudas: ¿cómo hacer de un gimnasio de barrio de deportes de contacto y en principio abierto a todo el mundo un espacio de transformación social? ¿Dónde están los límites entre lo tolerable y lo intolerable? ¿Con qué gente estamos dispuestos a construir proyecto político y a qué ritmo? La firme determinación de L’Obrera de ensanchar, con reflexión y cuidado y aprendiendo de los errores, el perfil de gente que normalmente forma parte de los movimientos sociales juveniles autodenominados revolucionarios ha traído escisiones y duros posicionamientos públicos por parte de algunos colectivos locales, pero también ha traído nuevas alianzas impensables antes y valiosísimas hoy. Alejarnos de la parafernalia de las consignas épicas pero vacías nos ha forzado al pensamiento y trabajo concretos y constantes, a hundirnos humildemente en la realidad de un centro social de barrio que no tiene hojas de ruta diseñadas por expertos en política. Los entrenamientos de boxeo son la actividad más consolidada actualmente, con una treintena de alumnos en cada clase (aunque comienzan a coger volada otras disciplinas como el el kick boxing o el judo). ¿Qué tipo de gente asiste a los entrenamientos? Chicas y chicos que en el Gimnasio aprenden nuevas formas de hacer las cosas y de vivir su tiempo. Luis, mientras se quita los guantes, nos cuenta que siempre que sale de fiesta con sus compañeros de instituto todos terminan metidos en peleas arbitrarias de calle y él se aleja asqueado; entrenar tranquilamente le produce más satisfacción que la violencia individualista de las selvas del ocio nocturno. Hamza está triste porque tiene el brazo lesionado de descargar camiones durante el día y no puede entrenar con la intensidad que querría. Andrés nos abraza feliz al despedirse; si no fue-

ra por el Gimnasio nunca nos habríamos conocido ni habría participado en un proyecto colectivo, y eso le aporta una felicidad nueva. Marc, Óscar y Pol, chicos que llevan años entrenando en gimnasios reglamentarios y que luchan muy bien, asisten ahora a los entrenamientos de un gimnasio okupado y ponen su tiempo y sus conocimientos al servicio del resto. Los y las que veníamos de militar en los clásicos movimientos sociales juveniles, dedicados principalmente a las performances supuestamente transgresoras y a las consignas que a menudo no conseguían articular proyecto sólido, nos hemos transformado también de arriba a abajo gracias al torrente de aire fresco y el sudor del Gimnasio, a las relaciones en bruto y a los retos que hemos vivido. El Gimnasio Popular Rukeli ha sido una escuela para nosotros, porque, como escribe Joaquín Miras, “los cuadros no son las personas surgidas del aparato de formación de un partido político [...]. Por contra, son el conjunto de individualidades, surgidas de la propia lucha, formadas en la actividad cotidiana, que se han sostenido en continuidad dentro de la actividad organizada, que han generado pacientemente nuevas capacidades [...]. La actividad que ellos protagonizan da un sentido diferente a la vida. [...] Asumen preservar y transmitir o democratizar el nuevo saber hacer que va generándose en común; asumen no olvidar [...]. Son los que están en primera línea, tanteando el terreno, equivocándose [...]. Individualidades que se sienten más interpeladas por las relaciones sociales cotidianas [...] Pero no son diferentes de la inmensa mayoría, toda ella formada por biografías singulares con capacidad inherente de reflexionar sobre su propia experiencia de vida” [10]. ¿Y qué ocurre con las mujeres? También las hay, cerca de una veintena y cada vez más. Helena, Júlia, Lorena, Eli o Meni pegan fuerte y con un control que impresiona a las principiantes; Sara, Virgi, Mireia y Paola están comenzando a ordenar su cuerpo, a descubrir su propia fuerza y a ver que no pasa nada por tocarle la frente a la contrincante con un buen jab durante los ejercicios. Las que llevan más tiempo en el gimnasio acogen y acompañan a las más nuevas. La experiencia me ha enseñado que para muchas mujeres y para mí misma no resulta fácil ni natural aprender a pegar, pero a la vez termina siendo interesante y grato desfogar en un ring la violencia cotidiana que muchas de nosotras almacenamos debido a años de desprotección y ataques sin respuestas contundentes. Desde L’Obrera hemos apostado por convertir el Gimnasio en un espacio feminista, es decir, en un espacio de lucha, reflexión y autoconsciencia sobre las discriminaciones hacia las mujeres, un espacio en el que el trabajo no se termina nunca. Los deportes de contacto pueden ser un barrizal en estos aspectos, pero tam-

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te. Conxita, antes de recluirse en el infierno de la preparación de oposiciones, siempre traía meriendas caseras buenísimas para acompañar los coloquios. Con paciencia se fue constituyendo un espacio humilde y cálido en el que aprender colectivamente y plantarle cara con orgullo al elitista mundo de la lectura, la historia, la filosofía, la política o la economía. Apareció un espacio de tranquilidad y reflexión en medio del mundo caótico y precario en el que vivimos y en el que, en soledad, muchas veces no tenemos valor ni tiempo para realizar según qué lecturas y debates. Poco a poco hemos llegado a ser 15 personas un domingo por la tarde, día de descanso por tradición, leyendo a Gramsci o a Hill. Compañeros como Arturo o Juanma, brillantes personas que han estudiado la carrera de historia, democratizan sus conocimientos para iluminar entresijos y contextos del siglo XX; luego está Sion, estudiante de filosofía, y David, con sus aportaciones sobre qué entendemos por fascismo, y las horas hablando con los encantadores hermanos Anglès, el uno físico y el otro trabajador de la viña, sobre cómo aplicar nuestros aprendizajes del Taller a L’Obrera en general. Algo muy importante es que todo el mundo participa en los debates, porque todo el mundo se siente cómodo para plantear dudas o aportar cualquier reflexión sobre coyunturas actuales o aspectos de la vida cotidiana. Como decía Antonio Gramsci: nos hemos dado cuenta de que todo hombre (y mujer) es un filósofo [13]. Nuestras concepciones del mundo y nuestra praxis han cambiado gracias a este espacio. Pol se ha peleado como un pit-bull contra las teorías biologicistas de la naturaleza humana, Rosa ha comprendido de nuevo qué mecanismos organizativos generan la conciencia de clase, Glòria ha reconsiderado sus ideas sobre la necesidad de tener élites políticas. Bajo mi punto de vista, este tipo de estudio crea modos de aprender distintos a los que se dan por buenos oficialmente en la escuela o la universidad. La lectura y reflexión colectivas son la herencia recogida de personas como las que participan del colectivo Espai Marx, que velan por democratizar la investigación y la conservación de la tradición política que comprende y toma partido en la lucha de clases. El Taller también se ha preocupado por organizar gratas reuniones de intercambio de experiencias. Hace un año nos visitaron las vecinas y vecinos del barrio combativo de La Chanca, Almería [14]; Manel Márquez y Nando Zamorano celebraron el 25 de marzo con nosotros hablándonos de las okupaciones de tierras de los jornaleros extremeños en 1936; Joan Tafalla nos contó sus investigaciones sobre la cultura

popular de la Revolución rusa de 1917 para celebrar su centenario; hace pocos días nos visitó el mencionado Manuel Cañada acompañado de otros militantes de la Marea Básica de distintas ciudades del Estado español; Miguel Ángel Doménech acaba de hacernos una interesante introducción a la Teoría Política Republicana. Todos estos encuentros han sido profundamente emocionantes y no han dejado indiferente la praxis cotidiana de L’Obrera. Todavía queda mucho trabajo honesto por hacer para seguir democratizando todas estas costumbres, para volver nuestras ideas coherentes, lúcidas y útiles. Sería positivo que todas las actividades que se llevan a cabo en L’Obrera terminasen interesándose por la formación, y sobretodo tomasen conciencia de los valores y educación populares que ellas mismas están generando; que la gente que viene a bailar salsa o a cenar los viernes comience a dilatar su potencial transformador. La última iniciativa del Taller de lecturas, que comienza en el presente mes de febrero en colaboración con la entidad local Sabadell per la República, consiste en un seminario compuesto de pequeños fragmentos que repasen la tradición republicana desde la antigua Grecia hasta la actualidad. Gerard lo ha preparado con gran paciencia y afecto, y con la esperanza de que sirva para trascender la reflexión sobre los límites de la democracia electoralista. Y es que L’Obrera sirve para ir más allá de la política comprendida como maniobras y tempos electorales y representativos; sirve para capacitarnos a nosotros mismos en la soberanía de ciertos ámbitos de nuestras vidas, es decir, en convertir la política, la deliberación y el auto-gobierno, en costumbres cotidianas. No me extiendo más. La casa del barrio Edu es un currante incasable; en la cocina, un viernes mientras preparamos pinchos para cenar, me dice que estamos llenos de amor y de dedicación. Poco a poco nos hemos ido uniendo en forma de intelectual colectivo, pero sabemos que falta mucho por construir. Debemos muchos conocimientos de contra-poder y agradecimientos a la gente de la PAHC de Sabadell: Rosa, Julio, Mari, Juan y tantos otros. También a los comprometidos abogados que nos apoyan. Harían falta una Obrera y una PAHC en cada barrio para generar un tejido de alternativas mucho más sólido. Y regresando ahora a la desmovilización social actual, Edgar y yo comentábamos con tristeza cómo muchos de los paseantes atomizados a los


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que repartíamos octavillas o parábamos para hablarles de L’Obrera y del proceso de desalojo huían con desconfianza. L’Obrera tiene entre sus manos la titánica tarea de despertar ideas y conceptos que han sido radicalmente extirpados del sentido común actual: organización popular, comunidad, auto-abastecimiento, política cotidiana, solidaridad de clase, dirigidos que se convierten a sí mismos en dirigentes...y no es fácil hallar un modo eficiente de hacerlo. Antes de un entrenamiento de boxeo, Marc me decía con tranquilidad que no podía ser que una iniciativa como L’Obrera terminase desalojada, que aquello era sencillamente imposible. Esa naturalización es el problema; nos falta capacidad de acción. Luchar contra el desalojo implicará apoyo social, y apoyo social significa hacer cosas por mucha gente y con mucha gente; ser un lugar de referencia que resulte útil a la gente y donde la gente se sienta útil. Si logran desalojar L’Obrera y no hallamos una alternativa eficiente significará que hemos sido subsumidos por el capitalismo. Pero nosotros sabemos que tan sólo somos semillas plantadas en los procesos de larga duración histórica, y que, más allá de las paredes de un edificio concreto, nuestra Atenas estará donde estén los atenienses. Este artículo pretendía abandonar los complejos estudios sobre la mole capitalista para alumbrar un poco qué hacemos en nuestra pequeña trinchera. Escribo para dejar rastros documentales de nuestra labor y de nuestra vida, para mis compañeros y para todos. Pero los destellos de nuevos mundos son limitados en medio del capital, y por eso nuestras reflexiones al respecto también lo serán.

Referencias [1]. Hill, Christopher (1981): La revolución rusa. Barcelona, editorial Ariel. Pág. 187. [2]. Lenin, V.I. (1961): Obras escogidas - Tomo III. Moscú, editorial Progreso. Pág. 122. [3]. Dosier L’Obrera vs Cajamar: https://issuu.com/lobrerasabadell/ docs/4_5938287852931514927 [4]. Cañada, Manuel (2017): La dignidad, última trinchera. Barcelona, editorial El Viejo Topo. [5]. Pasolini, P.P. (1975): Cartas luteranas. Madrid, editorial Trotta. [6]. VVAA, (1971): Conversaciones con Lukács. Madrid: Alianza editorial. Pág. 107. [7]. Hegel, G.W.F. (2014): Fenomenología del espíritu. Madrid: Gredos. Pág. 21. [8]. https://www.facebook.com/gimnaspopularlobrera/ [9]. https://www.facebook.com/lecturespolitiquesobrera/ [10]. Miras, Joaquín (2016): Praxis política y Estado republicano - Crítica del republicanismo liberal. Barcelona: editorial El Viejo Topo. Pág. 201. [11]. Berger, John (2016): Puerca tierra. Barcelona: editorial Alfaguara. [12]. La teoría feminista y las subculturas femeninas. Apuntes tomados después de la lectura y debate de algunas obras de Simone de Beauvoir. Puede consultarse aquí: http://catxipanda. tothistoria.cat/blog/2016/07/13/la-teoria-feminista-y-las-subculturas-femeninas-apuntes-tomados-despues-de-la-lectura-y-debate-de-algunas-obras-de-simone-de-beauvoir-per-cristina-garcia-i-gerard-marin/ [13]. Gramsci, Antonio (1974): Antología. Madrid: Siglo veintiuno editores. Pág. 437. [14]. Aquí la crónica de su visita: http://www. espai-marx.net/es?id=10303

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para saber más

libros

CTXT, (Madrid), 2018. El ensayo de Ignacio Sánchez-Cuenca, prologado por Íñigo Errejón, analiza las raíces morales de la política y las ideologías, defendiendo que las fortalezas y debilidades de la izquierda proceden de su superioridad moral.

sino el trato que se le dispensa al propio recuerdo. Lo que importa —formulado apenas con otras palabras— es que, mantenga uno las antiguas canciones como puntos de referencia tutelares o las abandone como se va abandonando el pasado, lo haga con inteligencia y buenas razones. Cuando ello ocurre, como en el caso César Rendueles, el resultado solo puede ser clarificador. Tan clarificador como matizado, porque, según sabemos de antiguo, en el gusto por el matiz se reconoce al filósofo.

Contra el elitismo

Gramsci: Manual de uso

Maite Larrauri, Dolores Sánchez

Ariel (Barcelona), 2018. La rotundidad y el vigor de las tesis de Gramsci vuelve a estar de actualidad, especialmente en España, donde una buena parte de la izquierda reivindica de nuevo sus enseñanzas. Pero, ¿realmente se conoce bien a Gramsci? Este libro se nos presenta como un más que oportuno «Gramsci para todos». Ofrece una selección y análisis de aquellos de sus textos y conceptos de mayor actualidad así como una guía de sus posibles aplicaciones.

La superioridad moral de la izquierda Ignacio Sánchez-Cuenca

Lengua de Trapo &

En bruto

Una reivindicación del materialismo histórico

César Rendueles

Catarata (Madrid), 2016. Haber sido acunado con canciones revolucionarias, como el autor empieza confesando que le sucedió en su más tierna infancia, no es garantía de nada. Tanto puede ocurrir que uno conserve de por vida la fidelidad a las estrofas que le permitían conciliar el sueño, como que sus versos le funcionen como antídoto inolvidable frente a esas mismas creencias. En cierto modo, tanto da. Lo importante no es el desenlace,

¿Reconocimiento o redistribución? Un debate entre marxismo y feminismo

Judith Butler, Nancy Fraser

Traficantes de sueños (Madrid), 2016. Forma parte la regulación

heterosexual normativa del proceso de acumulación capitalista hasta el punto de resultar imprescindible para su propia supervivencia? Esta puede ser la pregunta en torno a la cual se organiza el debate entre estas dos importantes teóricas feministas a finales de los años noventa del siglo XX. Se trata de una pregunta eminentemente política. La discusión comienza con la propuesta de Nancy Fraser de distinguir entre dos polos analíticos presentes en las luchas del momento: las luchas por el reconocimiento (prototípicamente, las luchas LGTB) y las luchas por la redistribución (protípicamente, las luchas de clase). La aguda contestación de Judith Butler a Fraser, inspirada en la crítica feminista y marxista a la familia, plantea una serie de cuestiones que todavía siguen presentes en el debate contemporáneo. Se trata del complejo problema de la relación entre lo económico y lo cultural en las formaciones capitalistas y de la hibridación de estas dos dimensiones en lo que se refiere a la producción del género y la sexualidad en esas mismas sociedades.


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