Revista #20 (Septiembre 2017)

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Septiembre 2017

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2 Septiembre 2017

La trivial

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Léeme.

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Agosto 2015 · número 2

Julio 2015 · número 1

“Bajo su apariencia de rebeldía, la cultura hipster es un reflejo del capitalismo contemporáneo” Entrevista a Víctor Lenore

LA TRIVIAL La trivial

“El mundo se ha convertido en una guerra civil, generalizada, que avanza cada vez más hacia nosotros”

Noviembre 2015 · número 5

Entrevista a Fernández Liria

“Si uno no es un gran lector, no sé yo cómo se enfrenta a un libro de Laclau”

Retorna la geopolítica

¿El fin de la globalización?

Entrevista a Elvira Navarro

por Jordi Romano

ELECCIONES GENERALES 20-D

UNIVERSIDAD DE VERANO INSTITUTO 25M DEMOCRACIA

TEMA CLAVE: LAS DOS EUROPAS Y LAS DOS UCRANIAS por Pau Baraldés

LA TRIVIAL

TRIVIAL Universidad deLA Verano Instituto 25M Democracia

Núm. 10 - Abril 2016

Revista 11 - Mayo 2016

Léeme.

Léeme.

A LA ESPERA DE UN NUEVO GOBIERNO

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Sobre Slavoj Zizek

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Para entender el mundo.

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Y OTRO 26J DESPUÉS

Para entender el mundo.

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Marzo 2016

“Hay que hacer política desde los estados para construir precisamente un horizonte de cambio europeo”

“Lo importante no es el consenso, lo importante es desbordar el marco de consenso”

Con entrevista a Clara Serra

Entrevista a Jorge Moruno

LA TRIVIAL

Núm. 18

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Entrevista a Jaime Pastor

LA TRIVIAL

Núm. 19

ESPECIAL POPULISMO

¿Dónde puedo conseguir la revista? Cerdanyola del Vallès (Universitat Autònoma de Barcelona) Plaça Cívica, L’Àgora (Edifici R), Dinamització Comunitària.

Barcelona Carrer Viladomat, 144, 08015, Barcelona. Artefakte.

Granollers Carrer Miquel Ricomà, 57, 08401, Granollers. L’Anònims.

Madrid Calle Gobernador, 30, 28014, Madrid. CS La Ingobernable.

Envíanos tus textos a: latrivialrevista@gmail.com. La Trivial es una revista mensual escrita por y para jóvenes.

La triviaL - #14


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Revista La Trivial latrivial.org El proyecto de La Trivial tiene como objetivo contribuir al desarrollo cultural, moral, político e intelectual de una generación joven que está llamada ser aquello que Salvador Seguí llamó “el embrión político de una futura constitución dirigente”. La revista quiere contribuir al debate de la juventud ofreciendo instrumentos de análisis para alimentar las discusiones más allá de los debates en los que nos atrapa la cotidianeidad; pretende ser un foro donde reflexionar en común, construyendo altavoces colectivos y pretiende, también, poner a dialogar las inquietudes y reflexiones con el ánimo de generar un espacio compartido desde donde hacer germinar una generación crítica. Quien se sienta interpelad@ por las líneas generales de nuestro enfoque está invitad@s a colaborar en él.

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4 Septiembre 2017

Tiempos posdemocráticos por César Fuster

“Otro síntoma de nuestros tiempos posdemocráticos es el aumento del poder de lo que Mair llama “instituciones no mayoritarias”. Éstas son instituciones que carecen de legitimidad democrática directa y sobre las cuales se ha vertido poder sin ningún acto explícito de delegación que provenga de la ciudadanía”

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a transcurrido más de una década desde que Crouch (2004) advirtiera de la deriva posdemocrática en la que se había sumido la mayoría de las democracias occidentales. Con el término posdemocracia, el autor inglés pretendía describir el fenómeno contemporáneo según el cual la conservación de los elementos formales de la democracia no viene acompañada por una preservación paralela del poder de la ciudadanía. Crouch resaltaba la tendencia de las democracias representativas occidentales a engendrar en las últimas décadas una realidad marcada por la concentración tanto del poder político como del económico en las manos de unos pocos. Una realidad que, a ojos de Crouch, no puede ser calificada como democrática. Antes de adentrarnos en el análisis de los síntomas de este contexto posdemocrático, es necesario introducir un matiz teórico. No se puede hablar de posdemocracia sin antes analizar qué se entiende por democracia. El concepto de democracia es un concepto, como todo concepto político, sin un significado fijo, cuya significación es siempre fruto de una batalla de intereses y de poder. Es un concepto en disputa que, en la actualidad, se halla sustancialmente imbuido de la ideología liberal. La concepción liberal de la democracia, que es hegemónica en nuestros días, se caracteriza por subrayar la separación de poderes, la celebración de elecciones y el reconocimiento de los derechos individuales. Desde esta óptica liberal, la acumulación del

poder político y económico en las manos de una minoría no supone necesariamente una fricción con los elementos definitorios de la democracia. Así pues, la realidad descrita por Crouch no podría ser considerada como posdemocrática. Para hablar de posdemocracia es preciso, por lo tanto, alejarse de la concepción liberal de la democracia, cuestionarla y señalar algunos de sus puntos débiles, tales como el entender las elecciones como el único modelo de participación ciudadana, el concebir la sociedad de una manera individualista y el tender a mantener las desigualdades económicas y sociales. Volviendo a Crouch, la realidad posdemocrático se plasma principalmente en dos esferas: en los procesos políticos y en la economía. El analista más brillante de la primera esfera ha sido Peter Mair, quien en su magnífico libro, Gobernando el vacío, desentrañó la lógica de la posdemocracia. Aunque en ningún momento mencionó explícitamente el término acuñado por Crouch, Mair se afanó en mostrar cómo las democracias contemporáneas se caracterizan por relegar a un segundo plano el elemento popular, desincentivando la participación ciudadana. Las democracias occidentales se están resquebrajando, en opinión de Mair, debido a la creciente brecha entre los partidos políticos y los votantes: “Aunque los partidos permanecen, se han desconectado tanto de la sociedad […] que ya no parecen capaces de sostener la democracia en su forma presente” (2013: 1). Los partidos políticos han experimentado un


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proceso de cartelización, esto es, un proceso de gradual incrustación en el aparato del Estado en aras de garantizar su supervivencia, a expensas de la participación de la ciudadanía. En lugar de mirar, como en tiempos de los mass party, a la sociedad civil, los partidos se aferran al Estado, que se ha convertido en una fuente fundamental de financiación. La ciudadanía ha pasado a convertirse en espectadora del proceso político. Tanto es así que el proceso político, a ojos de Mair, se ha convertido “en parte de un mundo externo que la gente observa desde fuera” (Ibid: 43). Es interesante introducir en este punto el análisis de Manin, quien ha incorporado en el debate el concepto de “democracia de audiencia” para señalar cómo las democracias contemporáneas fomentan mayormente una actitud pasiva en el votante. El electorado actúa como “una audiencia que responde a los términos que han sido presentados en el escenario político” (1997: 233). La participación de la ciudadanía se limita, por tanto, a reaccionar frente a las elecciones establecidas previamente por la clase política. La desconexión entre los partidos políticos y los votantes ha desencadenado una crisis de representación que se puede apreciar analizando diversos indicadores. En primer lugar, la participación electoral ha descendido en Europa occidental desde 1980. De hecho, el 80% de las tres elecciones con menor participación electoral desde la Segunda Guerra Mundial ha tenido lugar desde los años noventa.

En segundo lugar, los patrones de voto de los votantes también han sufrido una erosión en los últimos años, aumentando notablemente la volatilidad electoral. En tercer lugar, la identificación de los votantes con los partidos políticos también se ha reducido considerablemente en las dos últimas décadas. Por último, la afiliación a los partidos políticos ha descendido sustancialmente desde los años ochenta, tanto en términos porcentuales como absolutos. En Reino Unido, por ejemplo, el número de afiliados a partidos políticos ha disminuido un 66.05% en términos absolutos. Otro síntoma de nuestros tiempos posdemocráticos es el aumento del poder de lo que Mair llama “instituciones no mayoritarias”. Éstas son instituciones que carecen de legitimidad democrática directa y sobre las cuales se ha vertido poder sin ningún acto explícito de delegación que provenga de la ciudadanía. La fuerza de las instituciones no mayoritarias es resultado del trasvase arbitrario de poder desde políticos elegidos democráticamente a autoridades que no se han expuesto al escrutinio electoral. Ejemplos ilustrativos de instituciones no mayoritarias son la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. En el auge de estas instituciones subyace una transformación en la legitimidad del poder político. Es posible apreciar un cambio desde la legitimad democrática a la legitimidad no popular que caracteriza a la posdemocracia.

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6 Septiembre 2017

Sexo, capitalismo y cosificación Por Sil Tomas

Autoras como Coral Herrera siempre han manifestado la capacidad transformadora y la necesidad de conseguir una sociedad donde el amor libre sea una forma digna y no tan minoritaria de amar, pero este se ha de basar en el respeto y en la capacidad de alejar el sentimiento de posesión de las personas. No en consumirlas.

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esde hace un par de años hasta el día de hoy, las aplicaciones como tinder, wapa, wapo y todas sus respectivas variables, han supuesto una revolución a la hora de las relaciones entre las personas. No hay que negar que, por una parte, esta revolución ha sido en positivo ya que desde el anonimato, la distancia y con la pantalla de un teléfono móvil como muralla, es más fácil entablar conversaciones con personas desconocidas; conversaciones que probablemente no comenzaríamos en una discoteca o un bar. Si bien es cierto que sólo la necesidad de que existan estas aplicaciones que nos ahorren el mal trago de tener que hablar en persona, son una herramienta social que el capitalismo ha construido en torno a la falta de seguridad y autoestima con el que él mismo ha pintado las vidas de toda la juventud con el fin de sacar un beneficio económico, hay que admitir que , entendiendo dicha contradicción, estas aplicaciones se han convertido en una herramienta útil y cada vez más utilizada por los y las jovenes. Ahora bien, estas nuevas formas de relacionarse también han tenido su efecto “rebote” puesto que ya no se entablan conversaciones con personas que pueden parecer interesantes sino que se ha vuelto al punto de primar la imagen frente a otras cualidades de las personas. Con esto quiero decir que, en la actualidad, todo depende del simple gesto de desplazar la imagen hacia la derecha o hacia la izquierda en función de si esa persona es atractiva o no en la fotografía de perfil. Se están perdiendo las historias de los bares, y esto es un problema. No es lo que parece a primera vista, no es que el romanticismo esté en peligro de extinción. Es que con estas aplicaciones hemos caído de lleno, con los ojos vendados, en las lógicas capitalistas que buscan la individualización de las personas frente a la posibilidad de socializar, de conocer a las personas y de compartir experiencias que pueden enriquecer ya no sólo a las personas como individuos sino muchas veces a la sociedad. Es una forma rebuscada de aprovechar esa falta de autoestima que el sistema ha implantado en nosotras para crear otro frente que dinamite las relaciones humanas que llevan a la autocrítica. Para el sistema es un problema que nos relacionemos. Una vez conseguido todo esto, no se ha quedado ahí. Toda esta situación ha calado tan profundamente en nuestras mentes que hemos deshumanizado a las personas. Estas

aplicaciones, así como estas clases de relaciones en general, sólo han servido para terminar de objetivizar a las personas como si fueran meros objetos de silicona que vibran al encenderse y que el único problema que tienen es que de vez en cuando hay que cambiarle las pilas. La sociedad, y en especial la juventud, ha caído en esta espiral de alienación patriarcal y capitalista y nos hemos creído el cuento de que rompemos los esquemas del sistema mediante el amor libre. Es cierto, sí, pero dependiendo de lo que se entienda como amor libre. Autoras como Coral Herrera siempre han manifestado la capacidad transformadora y la necesidad de conseguir una sociedad donde el amor libre sea una forma digna y no tan minoritaria de amar, pero este se ha de basar en el respeto y en la capacidad de alejar el sentimiento de posesión de las personas. No en consumirlas. Y este es el problema primordial que se ve engordado por estas aplicaciones de las que hablábamos al principio. Además esto tiene a su vez doble efecto en las mujeres pues somos nosotras las que sufrimos la objetivizacion constante de nuestros cuerpos mediante unos cánones de belleza – entre otras muchas cosas- que se ven potenciados mediante estas aplicaciones. No suficiente con eso, los hombres, por sus privilegios otorgados por el sistema patriarcal, son lo que menos perjudicados salen de este proceso de objetivizacion puesto que somos nosotras las que, siempre, acabamos aguantando conductas y comentarios que rozan la misoginia y nos denigran a ser ese objeto de placer que debe cumplir unos estándares de belleza y sexuales que al final hacen saltar por los aires nuestras autoestimas ya fracturadas por todo el sistema patriarcal. Nosotras somos sus objetos a pilas que no merecen ni respeto, ni un minino de cariño o atención, ni un sentimiento de humanidad. Estamos consumiendo personas, nos estamos consumiendo entre nosotras dinamitando nuestras propias autoestimas. Hemos destruido la imagen de humanidad y ahora solo somos maquinas, objetos de usar y tirar. Ya no buscamos conversaciones agradables que acompañen al sexo, aunque esto sólo sea sexo. No, ahora sólo buscamos un placer carnal por el que “yo me corro, tú te corres, dos besos y hasta nunqui” lo que supone un duro golpe para las relaciones entre las personas – no como parejas sino entendido esto en un nivel más amplio que repercute a la estructura social- puesto que


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si no hay conversaciones, si no hay conocidos, si sólo hay una relación material como es el dar y recibir placer sexual únicamente, no sólo deshumanizamos a las personas convirtiéndolas en vibradores sino que le estamos haciendo el juego al neoliberalismo que pretende convertirnos en máquinas individuales incapaces de relacionarse. No es ningún secreto que el devenir de la sociedad neoliberal busca la individualización de los seres humanos a todos niveles, desde lo económico con el falso espíritu emprendedor y el coaching hasta en nuestras relaciones sexuales. Retomando una de las ideas anteriormente expuestas, no es el triunfo del romanticismo lo que debemos buscar – pues este también potencia una clara relación de poder del hombre sobre la mujer así como los cánones establecidos por la sociedad patriarcal- sino que debemos perseguir el fin de conocer a nuevas personas, ajenas a nuestros círculos. Debemos conocer las historias de la gente que nos rodea, mantengamos sexo o no con ellas, pues esto significa un enorme paso en el camino de una sociedad unida y empática, la misma que el sistema neoliberal intenta destruir debido a que esta puede suponer que este sistema comience a resquebrajarse, ya que frente a su modelo individualista en el que sentimos los problemas como propios y por

lo tanto sentimos la culpa de estos, aparecerá un modelo comunitario y popular, interclasista, que sea consciente de que problemas como los desahucios o la precariedad no son culpa nuestra por no emprender sino que son problemas comunes y por lo tanto son problemas sociales. Es por esto, por la destrucción de las relaciones empáticas entre las personas, por lo que las aplicaciones como tinder tienen un peligro social real. Porque más allá de la objetivizacion de las personas y en especial de las mujeres, es una herramienta para aislarnos de la sociedad que nos alimenta y por lo tanto alejarnos de la oportunidad de conocer a otros y otras jóvenes que compartan su alegría y rebeldía. En conclusión, no pretendo decir que hay que dejar de usar estas aplicaciones, sino que debemos ser conscientes del peso para el cambio social que tienen. Es vital que para conseguir la sociedad igualitaria, solidaria y feminista que queremos no permitamos que el sistema imperante dinamite las relaciones personales. Pues el día en que dejemos de ser una persona sola para ser dos, tres, cuatro…el día en que la empatía y las redes personales surjan, ese día será el día en el que sistema capitalista patriarcal y neoliberal, tiemble.

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8 Septiembre 2017

“En cuanto al campo de la economía, la realidad posdemocrática se plasma en las desbocadas desigualdades que atraviesan las democracias contemporáneas y en el consiguiente fortalecimiento de las élites económicas”

La legitimidad que informa la realidad posdemocrática se basa en términos de eficiencia. Es el resultado del empuje de las ideas tecnocráticas abrazadas en la academia por autores como Zakaria, quien explícitamente declaró que “lo que necesitamos en política hoy en día no es más sino menos democracia” (citado en Wolin, 2010: 177). El proceso democrático es juzgado, desde esta perspectiva, como inherentemente ineficiente, pues requiere siempre de deliberaciones largas y se centra inevitablemente en el coste a corto plazo de las medidas políticas. Este predominio de una legitimidad de cariz tecnocrático ha conducido a un escenario donde se ha despojado a la democracia de su componente popular, convirtiendo gradualmente a la ciudadanía en no soberana. En cuanto al campo de la economía, la realidad posdemocrática se plasma en las desbocadas desigualdades que atraviesan las democracias contemporáneas y en el consiguiente fortalecimiento de las élites económicas. Desde los setenta, la desigualdad ha aumentado de una forma implacable, tanto en lo tocante a los ingresos como a la riqueza. Piketty y Saez (2014) han evidenciado cómo en Europa el 10% más alto en el umbral de ingresos, acumula el 35% de los ingresos de todo el continente; mientras que en Estados Unidos esta cifra se eleva hasta el 50%. En lo referente a la riqueza, el 10% de las personas más ricas concentra un 65% de la riqueza total en Europa; mientras que en Estados Unidos este valor aumenta hasta el 70%. Si se pone el foco en las élites dentro de las élites, se observa, siguiendo el Global World Report de 2015, que el 0.7% más acaudalado de la población mundial posee el 45.7% de la riqueza del mundo; mientras que el 8.1% pasa ya a atesorar el 84.6% (Ariño; Romero, 2016). Todo apunta a que la globalización también ha resultado ser beneficiosa para las súper élites. El 1% con los ingresos más altos de la población mundial ha pasado de representar el 11.5% de los ingresos globales que representaba en 1988, al 15% que representaba en 2008. Asimismo, del aumento real de ingresos que se produjo durante ese período de tiempo, el 60% fue a parar al 5% de la población mundial con los ingresos más elevados (Milanovic, 2013). Estas sangrantes desigualdades tienen un impacto per-

nicioso sobre las democracias occidentales, ya que las salvajes diferencias existentes en ingresos y en riqueza distorsionan gravemente los pilares de la democracia. La desigualdad económica muta rápidamente en desigualdad política; y el poder económico, por lo tanto, se convierte fácilmente en poder político. Esta es la razón por la que algunos autores hablan de plutocracia para describir el sistema político estadounidense. Bartels (2008), por ejemplo, ha demostrado cómo los senadores en Estados Unidos a la hora de legislar están notablemente más condicionados por los pareceres de sus votantes más acaudalados. Stiglitz (2015) viene insistiendo en describir el cambio de las premisas de la democracia estadounidense como la transformación del clásico eslogan “Una persona, un voto” al más realista “Un dólar, un voto”. La desigualdad económica acalla a los sectores más necesitados y multiplica la voz de los más privilegiados. En lugar de reproducirse la rebelión de las masas que Ortega denunció hace casi un siglo, lo que avistamos hoy en día, como explicó con lucidez Christopher Lasch (1996), es la rebelión de las élites. Unas élites que, al ver engrosar incesantemente su capacidad adquisitiva, se han desgajado de la sociedad, exonerándose a sí mismas de cualquier responsabilidad para con la comunidad. Se conciben como autosuficientes y como merecedoras de sus éxitos económicos, distanciándose así cada vez más de los ciudadanos ordinarios y sustrayéndose a las reglas mínimas de convivencia que rigen cualquier grupo humano. En conclusión, la erosión tecnocrática del proceso político, la cartelización de los partidos políticos y las ingentes desigualdades económicas han moldeado una realidad caracterizada por relegar a un papel testimonial a una vasta parta de la población. No puede calificarse como totalmente democrático un presente jalonado por el debilitamiento continuo de la dimensión activa de la ciudadanía, donde una minoría ha pasado a acumular inmensas cuotas de poder tanto político como económico. Hemos asistido en las últimas décadas a un vaciamiento evidente de la democracia. Vivimos, pues, en tiempos posdemocráticos.


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La información hooligan: desconfiemos del discurso de los medios Por Ot Burgaya Balaguer

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eorge Orwell tenía una frase que me sirve para romper el hielo, “si libertad significa algo, será el hecho de poder decir a la gente lo que no quiere oír”. Éste pretende ser un breve escrito que permita echar un vistazo crítico al actual estado del sistema comunicativo catalán. El actual descredito del periodismo, tanto en el ámbito de la prensa como el de la televisión, a medida que los medios se han ido acercando al poder (y viceversa) ha empezado a sonar la alarma de la tan exhibida independencia periodística. Aceptando la premisa que las noticias que nos llegan conforman nuestro mundo político, creo que a nivel local es importante resaltar las consecuencias nefastas que ha provocado el enfoque de dos puntos de vista aparentemente antagónicos en el momento de informar sobre la actualidad política y social catalana. Los últimos años hemos ido viendo en los medios de comunicación como si solamente existieran dos miradas posibles sobre el futuro político de Cataluña. Cada cual se ha ido haciendo fuerte en su trinchera, sin ánimo de convencer, solamente conservar sus partidarios. ¿Cuál es el papel que han tenido los medios en todo esto? Félix de Azúa tiene una muy buena frase que ilustra lo que está pasando en las tertulias e informativos que vemos diariamente: “Manifestar grandiosamente ante los colegas lo que están deseando oír, o bien atacar el adversario ante un público exclusivamente compuesto por los nuestros, no es practicar la libertad”. Empecemos por el principio, ¿cómo se ha llegado a posiciones aparentemente tan irreconciliables? En 2010 finalizó el proceso de implantación del sistema TDT a todos los hogares del país. Aparentemente fue un cam-

bio tecnológico de poca importancia, pero si analizamos lo que ha ocurrido después veremos que no solo significó una mejora en la recepción del señal de televisión. Sin ir más lejos, en nombre de la diversificación de canales se privatizó buena parte del espectro radioeléctrico para poder tener más canales. Pero no nos engañemos, la fragmentación del espectro no ha mejorado la pluralidad de los contenidos, lo que nos vendieron como “la democratización de la televisión”. Al contrario, esto provocó la aparición de nuevas cadenas privadas, que posteriormente serían abducidas por los peces gordos. A las grandes corporaciones de la comunicación les faltó tiempo para absorber las nuevas propuestas televisivas (recordemos el caso de Cuatro, propiedad de Grupo Mediaset desde 2011; y LaSexta, absorbida por el grupo A3 Media en 2012), cosa que ha reducido a pocas manos el mercado de la comunicación en España. Esto tiene un nombre y se llama oligopolio. De esta forma la independencia política de los medios se ha visto fuertemente cuestionada en un estudio del Centro para el Pluralismo y la Libertad en los Medios del Instituto Universitario Europeo, que hace unos meses publicaba en el portal Mèdia.cat. Ese estudio identificaba cuatro grandes problemas; una excesiva concentración de medios en pocas manos; poca diversidad de puntos de vista en las noticias; falta de transparencia de los intereses empresariales; y la susceptibilidad a las influencias políticas (un caso flagrante ocurrido recientemente sería el del nombramiento de Vicent Sanchis como nuevo director de TV3 el pasado mes de marzo, curiosamente después de unas semanas de cobertura impecable sobre el Caso Palau, tal y como apuntaba Monica Planas). Por lo tanto, podríamos decir que el descenso de la audiencia

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10 Septiembre 2017

de las televisiones públicas, ya sea TVE o las autonómicas como podría ser TV3, ha relativizado su rol de “servicio público”. Estamos frente a una redefinición del concepto. Tal y como apunta Ramón Zallo en su libro “Estructuras de la comunicación y la cultura”, las televisiones públicas han bajado en audiencia y se deberán acostumbrar a porcentajes de audiencia más bajos frente el brutal crecimiento de la oferta y “a buscar altos impactos solo con determinados tipos de programas”. En el caso de TV3, la fuerte deriva nacionalista de los últimos años se podría explicar, en parte, para querer asegurar una parte de la audiencia aunque sea a cuesta de perder la otra. Dónde quiero ira a parar. Uno de los motivos por los cuales la confrontación de opiniones sobre la cuestión catalana sea únicamente dual ha venido provocada, también en parte, porqué las televisiones han querido asegurar como mínimo una parte de su audiencia. En el caso de TV3, aumentando el tono del discurso y haciendo de servicio público solo para los catalanes con una determinada orientación política; o apelando a la indivisibilidad de la nación española, en el caso de TVE (un recurso que parece excitar siempre una parte importante de la audiencia). A todo esto, cabría añadir que no sería posible si no fuera tan fácil nombrar directivos afines al color del gobierno. Pensábamos que la fuerte competencia conllevaría una mejor calidad de la producción televisiva. No ha sido el caso. Los medios de comunicación han convertido la cultura en mercancía. Es como quien va al supermercado y compra la marca de un producto, pues lo mismo ocurre

con los periódicos, los informativos o los programas de entretenimiento. No vamos con la intención de dejarnos informar, los medios ya han aplicado su poder “moralizante” a priori para constituirnos como “público fiel”. Y así nos convirtieron en hooligans de un medio de comunicación y por ende de una ideología que puede acercarse más o menos a un partido político concreto. Como decía Theodor Adorno, puede que sea verdad que no estamos en un momento dramático por lo que respecta a la incultura generalizada, pero si que es verdad que el conocimiento ha pasado a un segundo plano por detrás de la sobreinformación. En una época de tantos estímulos, necesitamos agarrarnos a algo inmutable, que perdure y que no esté en movimiento. Es por eso que en vez de hablar de “sociedad del conocimiento” es preferible utilizar el concepto de “sociedad de la información”, ya que el mero hecho de recibirla no implica su asimilación. En el fondo, la mayor parte de la información y ocio que consumimos forman parte de una midcult (aparentemente productos de una cultura media, pero que no son nada más que una parodia al servicio de fines comerciales/ideológicos), y como satisface nuestras aspiraciones, todo se resuelve con la adhesión acrítica a unos valores impuestos. Ramón Zallo ya nos indicaba que “el ecosistema cultural se reproduce y desarrolla conforme a las pautas del sistema económico en el que se inscribe y que distribuye social y desigualmente los conocimientos”. Es una lástima que el poder económico y financiero no se pueda votar. Los medios han tenido un papel importantísimo en la glo-


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balización, ellos han ayudado a difuminar el paso de un sistema a otro. Pero en los noventa el cambio ya era irrevocable. Las empresas se habían internacionalizado y la concentración empresarial se convirtió en el deporte preferido de las élites económicas. Mientras tanto la estandarización de los contenidos de los medios de comunicación empezaba a ser una realidad, ya que eran inevitables los cambios en los modelos productivos, la externalización masiva de la producción en las televisiones públicas y, por si no había suficiente, los nuevos hábitos de consumo de la gente acentuados por el inicio de la digitalización. Todos estos acontecimientos han provocado una reacción directa de los estados-nación que se traduce en una (re) centralización territorial, un modo para intentar recuperar (posiblemente en vano) parte del poder perdido frente a la anarquía económica generalizada de las clases altas. Como era posible de prever, la recentralización territorial ha comportado problemas dentro de los estados plurinacionales. “Las identidades culturales minoritarias corren riesgos crecientes habida cuenta que la globalización capitalista y de los mercados culturales sustituye al discurso ilustrado del universalismo” y esto provoca lo que Zallo nombra como “repliegues civilizatorios”. Me suena. El trepidante ritmo de la actualidad se convierte en una insufrible paliza para nuestros cerebros. Dicho de forma aún más banal, estamos dopando nuestras neuronas en vano, porqué nos llega todo pero no nos enteramos de nada. Las posiciones se confrontan cada vez más y queda poco espacio para los grises y los puntos de vista intermedios o

que ofrecen soluciones fuera del marco informativo oficial: está de moda la información hooligan. Más allá que algunos periodistas intenten elevar el tuit al nivel de la noticia, puede que sea necesario poner un poco el freno y mirar el mundo con cierta calma. En definitiva, lo que sería dedicar más tiempo a la reflexión y menos a la construcción de discursos nacionales incendiarios. La televisión y los periódicos no son inofensivos. Los medios, para bien o para mal, son creadores de mitos y nosotros “nos informamos” en base a estos moldes. Compramos ideología. Aunque la audiencia se haya fragmentado y creemos que tenemos un abanico más amplio para elegir, la información y el ocio sigue pasando por el filtro de los grandes grupos mediáticos. Al final, las “diferencias” son artificiales.

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12 Septiembre 2017

Delimitant el sí crític: Candaus i sobiranismes Por Pepe Barrachina

“On són les classes populars intervenint sobre la història, com a 1978, com a 1936, com a 1917? Però; on poden estar si tot contingut social de la nova República, més enllà de les proclames de 10 diputats, es diu en termes nacionalment autocomplaents i no plantejant una alternativa al sistema? Estem trencant el candau pujolista o li estem donant una oportunitat perquè es reinventi i apuntali, de nou, els interessos de l’oligarquia –que equival, en ple s.XXI, vendre el país a millor postor –tant és que els calers vinguin de Grífols que de Rockfeller”

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l’1 d’octubre ens trobarem en una cruïlla històrica per al futur del país. Aquí (tots els aquí responen a la postura de qui escriu això, sense comprometre la línia editorial de la revista) no volem desdir-no-se’n pas, però és interessant com cada any tenim un parell de cites amb la història del país. Cada 11 de setembre és històric, cada inhabilitació del TC és històrica, el 9-N va ser històric. El que és interessant és com tots aquests afers no són històrics en el sentit que exercim la sobirania màxima a la que pot aspirar el subjecte històric, que és la de canviar el curs dels temps, sinó que és una sort de connexió amb els nostres mil anys d’història. Quan Aznar diu que “sacaremos los tanques por la Diagonal”, és en realitat l’espanyol Espartero bombejant la Barcelona catalana. Quan anem a votar al 9-N, és el pacífic poble català que resisteix als embats del tediós supremacisme espanyol, és la pròpia dignitat de 1714. El futur que s’albira és el desempallegar-nos d’Espanya; i tot el contingut amb què es pot omplir això gira entorn el mateix:

a la realització del destí de Catalunya. I res més. Salvador Seguí, Macià, Companys i, quan mori, Jaume Sisa. Ells també. També lluitaven per això. Pels drets del poble català, per la llibertat. I sí, en efecte. Però què és llibertat? I, més encara, quina és la llibertat del passat, si el passat no pot existir al present sinó és relatant-lo? Contestarem relatant nosaltres les bases del catalanisme polític actual; que no és el de Pi i Margall, ni menys encara el d’aquells subjectes resistents a l’Estat liberal que s’aixecaren lustre rere lustre al llarg del segle XIX amb unes banderes de democràcia i sobirania radical que avui ens queden com draps vells en un bagul oblidat. A principis del s.XX el projecte polític de la classe dirigent catalana, que entenia que calia escriure l’Estat espanyol en els seus termes, tenia l’essència, com tot projecte polític burgès –si no, per què carai pretendre un projecte polític?-, en fer que una part de la societat que no era la de la seva classe, es prengués els seus interessos com a propis també. És a dir, en con-

formar una societat civil cohesionada entorn uns valors que reforcessin els seus interessos. Seny, rauxa delimitada, treball disciplinat, progrés cultural, cosmopolitisme. I, en una Barcelona ferotjament industrial, aquest projecte passava en desapropiar la classe obrera de les seves formes de vida a la par que subsumir la naixent classe mitjana a la burgesia. Gràficament i simbòlica, tot això es dibuixa en el mapa de la Barcelona de 1900: l’Eixample com el barri creixent ordenat on la família respectable aspira a viure-hi, el Gòtic reestructurat per donar a conèixer Barcelona al món com a ciutat prodigi, amb una nova Via Laietana que el talla, per connectar el port (el comerç i la navegació com els puntals de la històrica burgesia catalana, des del s.XIII) amb el centre financer i aquesta modernista ciutat de Gaudí; i, a l’entorn, una ciutat que no existeix, on habiten subjectes que no han d’existir: les putes del Chino, els vaguistes de les barricades, els dandis desclassats que es barregen a les tabernes i cabarets del Raval i el Poble Sec amb els obrers que intenten oblidar les inhumanes jornades de feina,


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les dones que quan hi ha vaga assalten els comerços del centre en una sort de crit descosit que també assenyala que la taberna no és el camí de la nit sinó la cura de la manada de fills que també aniran a les fàbriques i no, dissortadament, a l’Escola Moderna del barri. Sant Andreu, Sants, i més enllà, són barris que no existeixen, amb la frontera simbòlica al Paral•lel, com la porta d’entrada a una altra dimensió moral on habiten gents deprobables que mereixen els seus carrers i el seu destí. I, no ens oblidem pas, una Església del Sagrat Cor que corona el Tibidabo per expiar els pecats de l’amoral massa barcelonina. Com entra aquí el catalanisme? Com entra aquí el relat d’una Catalunya que sempre està arribant, d’un final que tenim a tocar la punta dels dits? Potser, aquest fer-se projectiu i ideal de Catalunya, el contingut de la qual encara estava per escriure, era guant en mà perfecte d’una nova classe mitjana que també es definia així, en projecció, i en persecució del nou ideal de realització liberal i econòmic. Tot estava per escriure (relatar) en uns temps de novetat política, d’accés, per

fi, al fet polític, és a dir, a l’arena deliberativa liberal. Mentre la burgesia catalana imprimia el seny, el bon fer i la constància catalana en la geografia moral que acabem de descriure de Barcelona, la classe mitjana en relatava el sentit, amb l’empenta de l’agència d’aquells temps, el del vitalisme nietszchià que aquí bé havia importat Maragall amb el seu llenguatge, mentre que excloïa també de la història a aquells qui ja estaven exclosos de la ciutat. Les societats excursionistes anaven a omplir el que quedava entre les fronteres (eren ja les de Salses a Guardamar?) de pics amb llegenda i coves amb mite. Aquest era un visca la Terra que poc tenia a veure amb el del rabassaire i el camperol català, que sentia la terra seva perquè duia anys i segles treballant-la, en rabassa o règim d’emfiteusi. I mentre uns caminaven, els altres arribaven amb diligències a l’Empordà, i després de descartar-ne pel camí a molts d’altres, trobaven un ball genuïnament català: la sardana. Un ball assenyat i ben acompassat. O no és així aquest ball el que es balla ara? També l’era el que es ballava a Barcelona a principis

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de segle, però irònicament res a veure amb el que es ballava a l’Empordà, que era un ball desinstitucionalitzat, a voltes macabra si les collites s’anaven en orris. Les sarsueles del Paral•lel i el Raval, no eren pas catalanes (sí els himnes del nou i modernista Orfeó català), ni menys encara aquells parlars tant baixos. Les universitats catalanes que emprengueren la normalització de la llengua no s’oblidaven de “lo soez” del castellà, i reescrigueren pronoms i paraules que ens en distingissin (o potser que distingissin el vailet escolaritzat de l’Eixample del vailet obrer de Sant Martí de Provençals). Encara patim escrivint aquestes línies les conseqüències d’aquesta llengua tant artificiosa; el cas és que queda clar que parlant-la ens realitzem com a catalans, gent ben parlada i neta. I el fet que només hi hagi un parlar català, el natiu i net, significa que només hi ha un ser català possible. Mentre uns s’afirmaven políticament i escrivien la història, els altres en quedaven exclosos, i les seves afirmacions hi han quedat diluïdes, com a expressions polítiques merament quantitatives (els afiliats que arribà a tenir la


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CNT), o mirades nostàlgiques que no impugnen aquesta linealitat (la invocació folklòrica al a Vaga de la Canadenca). Els lleons vencen i de la presa només en queda la merda del lleó, no arriba el seu crit d’exasperació. En qualsevol cas, ens recordaven el català correcte els catalans de la lluita antifranquista? Diuen les males boques que al primer 11 de setembre convocat, al 1967, per Comissions Obreres, sota la senyera saltaven crits de “¡Viva Cataluña!”. On eren els bons catalans? De debò; on eren aquells vells –amb tota l’estima; com als nens, als vells se’ls exculpa de tot ja, la vida és una cosa que els queda llunyana...- que diuen avui amb llàgrimes als ulls que en aquells anys obscurs ja esperaven, o lluitaven, per l’alliberament d’aquest país, a la par que et recorden que algo no, que és alguna cosa? En absolut volem deixar caure que no fessin res, en absolut! Però, eren ells l’antifranquisme? Eren ells els temps de la Transició? Ens ha arribat mai la idea que l’antifranquisme era també una impugnació a l’ordre socioeconòmic del desarrollismo? I que aquesta impugnació travessa els anys de la Transició que es tancaren amb la formació d’una Espanya contemporània definida per la forma de vida, i l’Estat, neoliberal? Ens ha arribat mai la idea –aquesta per sort potser una mica més sí, encara que sigui dient-nos que era una festa i res més- que la Transició van ser uns temps d’obertura en tots els sentits, de precisament noves formes de vida en pràctica, de noves sobiranies practicades sobre el present –de realment moments històrics, ara sí; i per això podem escriure sobre ells, perquè reconèixer la seva petjada pot alimentar la nostra mà sobre 2017-? La figura de Lluís Llach és molt interessant com a paradigma de reescriptura del propi passat en termes nacionalistes: quan es corria rere els grisos es corria rere Espanya, com avui s’hi corre essent

diputat de Junts pel Sí; un fet du a l’altre. Però la memòria de les cases llibertàries d’avui ens recorda que el candau de 1978 no va ser ni la idea del “consenso y que llega Europa” ni Felipe González: va ser precisament el catalanisme, com a restauració d’un projecte d’ordre. No és estrany que la burgesia catalana, intel•ligentment equidistant els darrers anys amb el règim franquista, recuperés el seu poder i l’apuntalés amb el pujolisme, prestant els seus interessos, els del progrés de la nació, a la classe mitja. La nació econòmica; a la nació cultural i política. La nació del PSUC, projecte nacional-popular i sobiranista escrit des de la vivència de la classe obrera, com podria haver-ho estat, salvant les distàncies i de forma molt més erràtica, el de la ERC de Companys, quedava, no com Artur Mas, a la paperera de la història. A la paperera la seva nació; que no les sigles, que sí que passaven a formar part de la gran història del país que encara està per concloure, perquè Catalunya ve a ser un país transversal on esquerres i dretes s’entenen quan es tracta de l’alliberament nacional; i després de 1714 ve Companys i després l’11 de setembre de 1966. És molt interessant que la Lliga Regionalista no hi surti mai en aquesta cronologia (més enllà dels llibres de text d’història)... Amb tot, qui du anys escrivint a La Vanguàrdia i aclamat per les editorials és Quim Monzó, i no Pepe Ribas, els dos part del projecte d’Ajoblanco, portal llibertari contracultural que canalitzava la possibilitat de tantes formes de vida als 70’. Hi ha una trajectòria que és la normal en la història, i l’altra que queda diluïda, fins que mori, i se li faci un homenatge per haver estat un lluitador per la llibertat. La defecació del crit. La verdadera esquerra catalana, avui, és la CUP; uns nanos que els vells veuen amb l’estima que miren els seus néts trapelles, perquè saben deixar la

bandera roja en banda quan es tracta del bé del país. És totalment cert que les CUP venen d’una tradició independentista nítidament diferent al projecte polític pujolista, el mateix projecte que ha fabricat la Catalunya contra la quals ells duen dècades lluitant, amb una memòria municipalista que molt té a veure amb la tradició política dels subalterns catalana: la dels aixecaments, la de construir sobirania amb el veí, la de resistir des de la Casa del Poble. La mateixa en alguns sentits que la del PSUC, aquella ERC, Almirall, Pi i Margall: la de construir nació de bracet amb la resta de pobles ibèrics, amb valors antioligàrquics. En efecte, la possibilitat de la independència és també la possibilitat de trencar el projecte de l’oligarquia espanyola per la seva pota més fràgil i letal: el de la unitat de l’Estat (“antes roja que rota”, que deien). Però, de debò “estem” en un moment constituent? On són les classes populars intervenint sobre la història, com a 1978, com a 1936, com a 1917? Però; on poden estar si tot contingut social de la nova República, més enllà de les proclames de 10 diputats, es diu en termes nacionalment autocomplaents i no plantejant una alternativa al sistema? Estem trencant el candau pujolista o li estem donant una oportunitat perquè es reinventi i apuntali, de nou, els interessos de l’oligarquia –que equival, en ple s.XXI, vendre el país a millor postor –tant és que els calers vinguin de Grífols que de Rockfeller-, el que permet explicar també que la classe mitjana més enriquida hagi desbordat en el procés a l’oligarquia tradicional catalana, antiprocessista avant-la-letre, com també franquista als 50’ avant-la-letre–, integrant gradualment demandes socials fragmentades que juntes sí tenien capacitat emancipatòria? Perquè el 15-M, aquesta possibilitat de revival de l’obertura transicional, no vesteix, i encapçala, l’estelada?


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L’altura política de les forces d’esquerra i transformadores avui no passa, creiem, per demostrar-ho que ho són, sinó pensant amb la lentitud de la distància històrica la suposada velocitat d’aquests mesos, creant un nou relat del que és ser català, actualitzat en el patiment i la vida dels subalterns, el dels subalterns al s.XXI. Que són els precaris, les dones, els cossos de les quals queden travessats per una nova opressió reformada en el neoliberalisme orgànic, la classe obrera sense nom, els dissidents de gènere, l’eterna joventut que ho és no perquè tingui l’ímpetu d’aferrar-se a noves formes de vida sinó perquè altra vegada el neoliberalisme li penetra el seu temps vital idealitzant-lo en forma de mercaderia, els veïns que expulsen dels barris perquè han venut les seves ciutats... Cal fer un nou relat de ser català perquè aquelles maneres de ser-ho que queden excloses avui amb el Procés tinguin cabuda, com també tinguin cabuda la vida i futur dels morts, que ni la mort, com deia Walter Benjamin, els ha lliurat de la batalla (com la que segueixen perdent els antics reclusos de la Model, avui museïtzat; morts seleccionades i intervingudes). I perquè relatant-ho queda en fase terminal també l’envoltori que fa amable –o justificable- la Catalunya de Convergència i el projecte polític de la Transició: ambdues són les culpables de la sort d’aquests subjectes que no podem ser catalans, com de la mort dels morts, que no lluitaven per la Marca Barcelona, per vendre’ns a la Trioka, per entrar a l’OTAN, per desmantellar tot el teixit productiu i deixar de pensar-ne un a l’altura del s.XXI, per fer totxo i turisme i disciplinar la ciutadania en la precarietat i l’atur estructural. I nosaltres no volem seguir educats en la impotència i l’esperança que li dóna sentit. El Procés segueix sense apuntar això, només l’apunta molt parcialment la veu de la CUP. L’experiència de les

CUP és d’aquelles coses que aquí ens han fet sentir més orgullosos de dur la catalanitat per Europa i el món; i des d’aquí esperem que resisteixi des de la postura política subalterna que ha assumit dins del Procés, encapçalant una nova mirada a la catalanitat que el desmembri per reobrir la possibilitat constituent amb la resta de forces i experiències transformadores. I esperem que els Comuns, que se saben hereus del catalanisme popular i que, això sembla, volen escriure una nova nació des de la seva pragmàtica populista estiguin per la labor front-populista; tenint capacitat d’autocrítica per la postura política que han assumit, la contradicció de la qual passa per posicionar-se, amb cada silenci, al costat de l’Estat. És cert que la major dificultat política de la política transformadora avui és que la tradició del pujolisme s’ha escindit de la de la cultura de la transició espanyola, i que és imperatiu posicionar-se; però també és cert que els Comuns són els qui millor llegeixen aquesta contradicció a través el seu exèrcit acadèmic-universitari; per això aquí esperem que detectin ICV com el problema i es posin a disputar el Procés Constituent a Junts Pel Sí, precisament per crear un nou tauler de joc, on l’eix polaritzador deixi de girar entorn independentisme-unionisme per ser de nou popular-oligàrquic, i Suárez-Felipe i Pujol-Mas tornin a la seva naturalesa comuna, i en aquest tornar aflorin tots aquells subjectes que romanen entrelínies, i aquest nou tauler de joc pugui rebentar-se des de baix. Per últim, una pregunta naïf: per què queda tant lluny de tot plegat l’espai llibertari, refugi privilegiat de memòria i bressol de noves mirades a aquest món tan estrany? És a dir, per què no hi van la CUP i els Comuns – com el republicanisme hi anava al segle XIX i com el socialisme a la CNT-; o per què costa tant d’entendre una acràcia transversal que recuperi l’es-

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perit dels 70’? El 15-M havia vingut a conquerir la Lluna i canviar el curs del Sol. Serà la nova República un nou candau per un nou moment constituent? Un dels testimonis que queden de l’antifranquisme i la Transició és el dels cristians de base, que van prendre a l’Església institució l’església assemblea (ecclesia), per fer-ne un espai comunitari de carrer que fes, del patiment del represaliat, l’omprimit i l’explotat, font del compromís; el compromís de classe per canviar de baix a dalt el sistema. Prendre el Cel de la vida eterna i asceta burgesa, per dur-lo a la Terra. Maintenant. El candau del González els va treure la fe. Memòria. Per saber-ne més: Joan Lluís Marfany: La cultura del catalanisme: El nacionalisme català en els seus inicis (1995) Germán Labrador: Culpables por la literatura: Imaginación política y contracultura en la transición española (1968-1986) (2017). Xavier Domènech: Salvador Seguí o les tres vides d’un anarcosindicalista (sindicalisme, revolució, hegemonia i frontpopulisme), (article web, 2013). https:// docs.google.com/file/d/0B0qYVRuRboiQRGVvOWdEUnVYWmM/edit Simone Weil: Reflexions sobre la guerra (edició de 2015 de Libélula Verde) Ruiz-Doménech: Sucesión o secesión (2014). Estem a les antípodes ideològiques de l’autor, però cal reconèixer-li ser una de les ments més lúcides del país a l’hora de certes anàlisis històriques. Joaquin Romero Maura: La rosa de fuego. El obrerismo barcelonès de 1899 a 1909 (1989). El pròxim article serà: 2.Omplint el Sí crític. Una nova història per a un nou país.


16 Septiembre 2017

“La integración y la conciencia social se estructuran gracias a la capacidad de crear comunidad” Entrevista a Ariadna Alonso. Movimento Dos Trabalhadores Rurais Sem Terra. Por Blai Burgaya

Esta es una entrevista sobre un tema, o más muy dicho, sobre un movimiento social del cual se habla poco en Europa pero de los más importantes de América Latina, efectivamente, hablamos del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Terra (en portugués, Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra o MST). ¿Por qué digo que es uno de los movimientos sociales más importantes del continente americano? Básicamente porque cuenta con un millón y medio de miembros y está organizado en 23 de los 27 estados que componen Brasil. Para conocer mejor este movimiento nos ha parecido que podía ser interesando reunirnos con a Ariadna Alonso Cazorla, que es graduada en Ciencias Políticas y Gestión Pública (con mención en Relaciones Internacionales) por la Universitat Autònoma de Barcelona y autora del trabajo de final de grado: Estudio sobre el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra: Implementación de la reforma agraria para transformar la sociedad. Aun así, también es una entrevista muy personal, porque a Ariadna y a mí no tan sólo nos une el hecho de ser de la misma ciudad y estudiar en la misma facultad, sino que nos une una relación de amistad que, a día de hoy, ya hace bastante tiempo que dura. También es una entrevista personal porque he vivido con expectación la construcción de este trabajo, no sólo por el interés intelectual que me pudiera suscitar el tema, sino porque Ariadna me hizo partícipe durante las largas conversaciones que compartimos al bar de la facultad. Podríamos decir, que el objetivo de esta entrevista no es ninguno otro que recuperar los eternos debates que teníamos sobre este tema (y tantos otros, igual o más interesantes) que tanto añoro. Con su mirada crítica y audaz Ariadna consiguió que fuera capaz de mirarme el mundo de otro modo, consiguió que comprendiera que el desarrollo de una sociedad, no se tiene que medir por su grado de tecnificación, sino por el grado de felicidad de aquellos que la componen.

Blai Burgaya: ¿Para empezar, nos podrías explicar brevemente qué es el MST, y en que consisten sus ejes principales de lucha? Ariadna Alonso: Básicamente, podríamos definirlo como un movimiento de campesinos de alcance nacional que lucha por la tierra, la reforma agraria y para conseguir una transformación social, tanto a nivel nacional como global. BB: El MST es un movimiento que se inscribe bajo la etiqueta de los “movimientos alter-globalizadores”: ¿qué quiere decir esto exactamente? ¿Crees que es una etiqueta que está “desgastada”?

AA: El MST forma parte de estos movimientos que se empezaron a organizar a finales del s.xx para plantear una globalización más sostenible, solidaria, equitativa y democrática. Es importante remarcar el hecho que sea alter-globalizador y no antiglobalización. Estos movimientos no están en contra del fenómeno de la globalización, sino del hecho que se haya globalizado el capitalismo. Así, la globalización contra-hegemónica que la MST plantea –las bases de la cual se debaten al Foro Social Mundial (FSM)- se basa al aprovechar la experiencia social de todo el mundo y encontrar maneras factibles para globalizar la sanidad, la educación, la justicia, el desarrollo,


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y no sólo las mercancías. El FSM es un espacio donde se discuten las bases para construir una globalización alternativa y donde se comparten experiencias locales y nacionales de varios grupos. Se maximiza aquello que une a los participantes y se minimiza el que los divide. Es cierto que puede parecer todo muy utópico, o que tan sólo sean palabras y no se lleguen a llevar a cabo ningún tipo de acción. Pero cuando visitas cualquier asentamiento del MST te das cuenta de que esto es real, y que está pasando. Por lo tanto, no creo que sea una etiqueta que esté desgastada, sino que es una idea con muy potencial, en la que se tiene que seguir trabajando porque un día se convierta en una realidad. BB: En tu trabajo hablas de oposición a las políticas neoliberales, democratización de la tierra y de creación de nuevas identidades colectivas. En este sentido, nos gustaría que nos explicaras más concretamente, ¿qué es y qué cambios reales representaría la reforma agraria? AA: Para entender la importancia de la reforma agraria, hay que entender la situación política, económica y social de Brasil. Según la ONU, este es uno de los países con peor reparto de tierras y con más desigualdad social. Son esquemas que se vienen repitiendo desde la colonización portuguesa y

la posterior independencia. El hecho que nunca se haya llevado a cabo una reforma agraria real en Brasil es la principal causa de pobreza y desigualdad social en este país, puesto que esta crea condiciones porque el campesino salga de la pobreza y consiga independencia económica. La reforma agraria que plantea la MST se basa al democratizar el acceso en la tierra, abolir la propiedad privada de las semillas, acabar con la explotación y la opresión de los trabajadores rurales, garantizar la soberanía alimentaria, así como una educación pública, gratuita y de calidad por la población campesina. Tiene que ser una reforma donde se reconozcan los derechos sociales de los trabajadores rurales y se garanticen condiciones de vida dignas. También es imprescindible elaborar un modelo económico alternativo, basado en la agroecología, trasladar parte de la industrialización en el interior del país, eliminar las desigualdades sociales y económicas entre los trabajadores rurales y urbanos, generar cambios en la naturaleza del estado, y democratizar el poder judicial, legislativo y ejecutivo. Todas estas propuestas se encuentran recogidas en el Programa de Reforma Agraria de la MST. Es un programa muy ambicioso y a largo plazo, pero a los asentamientos que visité más de la mitad de estas propuestas ya eran una realidad.

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BB: Vamos más concretamente a tu experiencia en el trabajo de campo pues. ¿Dónde estuviste? ¿Con quien te entrevistaste? ¿Cómo funcionan los asentamientos? AA: Durante la estancia en Brasil visitamos dos asentamientos. El primero fue el Assentamento Terra Vista, fundado oficialmente el 1994, a pesar de que el proceso de ocupación empezó en marzo de 1992. Este se encuentra situado en el estado de Bahía, en el municipio de Arataca, y está formado por 55 familias de asentados, conviviendo en un espacio de 913.6 hectáreas. Se ha convertido en una referencia en cuanto a la preservación del medio ambiente, la agroecología y la producción de cacao orgánico. El segundo asentamiento visitado se encuentra en el estado de Santa Catarina, al municipio de Dionísio Cerqueira. Este es el asentamiento más antiguo del movimiento, fundado el 1990, después de tres años de ocupaciones. Recibe el nombre de Conquista na Fronteira y actualmente conviven 46 familias en un territorio de 1198 hectáreas. Toda la producción es colectiva y centralizada en su cooperativa, llamada Cooperunião, hecho que requiere mucha organización. Este asentamiento se ha convertido en el ejemplo de que la reforma agraria puede garantizar una alimentación saludable, renta y desarrollo, tanto por los asentados como para otras co-


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En el proceso de ocupación es donde se empieza a crear un sentimiento de comunidad, de unión, entre los participantes.

En este momento es donde se inicia la integración al movimiento y donde las familias empiezan a desarrollar una conciencia social y política sobre la importancia de transformar la sociedad y la necesidad de previamente, cambiar el Estado para conseguirlo.

munidades. Las tres entrevistas formales se llevaron a cabo con el coordinador del asentamiento Terravista, con el ex-coordinador y actual líder de familia de Conquista na Fronteira y con dos directivos de la Cooperunião y ex líderes de familia. Aun así, también se llevaron a cabo entrevistas informales a los responsables del sector de salud y de educación de ambos asentamientos. En cada asentamiento viven unas 60 familias. Se construyen las casas cerca para crear una unión entre los miembros. Hay varios sectores como el de salud, la escuela, el huerto, la administración, etc. Todo el mundo trabaja 8 horas en el día en su sector con posibilidad de cambiar, para romper con la rutina. Cada 15 días hay asambleas, donde puede asistir todo el mundo. Cada 15 familias están organizadas por dos líderes de familia que van rotando. Todos los asentamientos tienen dos coordinadores generales y una cooperativa. Porque te hagas una idea, un asentamiento es como un pequeño pueblo en medio del bosque, donde todo el mundo participa del mismo modo y recibe el mismo. BB: Para ti, ¿qué es el que mejor ha hecho el MST para crear nuevas identidades sociales y colectivas, o en este sentido qué es el que más te llamó la atención a la hora de cómo construyen las comunidades? AA: Para llegar al momento del asentamiento, los miembros del MST han tenido que pasar por procesos muy duros. Familias que pierden sus hijos por las condiciones de vida que tienen que aguantar, violencia por parte de la policía, asesinados por parte de los propietarios de la granja ocupada... Durante una media de 3 años tienen que vivir bajo tiendas de plástico, hasta que el gobierno no les cede la tierra. El hecho de aguantar todas estas dificultades hace que el grupo se una. En el proceso de ocupación es donde se

empieza a crear un sentimiento de comunidad, de unión, entre los participantes. En este momento es donde se inicia la integración al movimiento y donde las familias empiezan a desarrollar una conciencia social y política sobre la importancia de transformar la sociedad y la necesidad de previamente, cambiar el Estado para conseguirlo. Lo que me sorprendió más, es el cambio que de vida que tienen que experimentar los miembros del movimiento. Los campesinos tienen que dejar de actuar individualmente, y aprender a vivir de forma colectiva. Ya no vivirán bajo una lógica de sumisión, sino que tienen que tomar ellos mismos sus propias decisiones. También tendrán que aprender a dejar de lado una vida de estabilidad, pues tienen que abandonar sus casas para empezar una vida dentro del movimiento, que los exige actuar como colectivo, llegar a acuerdos constantes con todos los otros, arriesgar sus vidas y resistir las adversidades. Como visitante, cuando llegas al asentamiento, ya han hecho todos estos aprendizajes y realmente es muy impactante verlo. Las familias desarrollan valores de solidaridad, resistencia y cooperación entre ellas, y la vida que traen, a pesar de estar muy lejos del que estamos acostumbrados, funciona perfectamente. BB: Me ha gustado mucho un concepto que aparece en tu trabajo es el de “democratización del conocimiento” o destruir la barrera de la ignorancia. ¿A que hace referencia, nos lo podrías explicar? AA: No se puede democratizar la tierra ni democratizar los medios de producción y comercialización del campesino- y, por lo tanto, conseguir una reforma agraria-, si antes no se democratiza el conocimiento. La lucha por la tierra requiere conocimientos, y no se podrá conseguir ningún objetivo mientras la mayoría de los miem-


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bros del MST sean analfabetos y no tengan una educación básica. Por eso desde los inicios el MST ha visto la educación como una prioridad. Se trata de potenciar una educación que llegue a todo el mundo, tanto a pequeños como grandes, que sea de calidad y gratuita. Lo que se trata con la educación es poder plantear en el pueblo la situación en la que se encuentra y así empoderarlo, obteniendo una respuesta por su parte. BB: Ya para ir acabando, vista la actualidad política de Brasil actualmente, ¿Cuáles crees que son o tienen que ser las nuevas metas de la MST? O más bien dicho, ¿que falta para conseguir? Porque la lucha no se acaba... AA: El MST ha conseguido mucho para sus miembros, se les ha cambiado la vida y el destino que tenían preestablecido. Pero ha conseguido poco dentro del campo institucional. Falta más presión sobre el gobierno porque la reforma agraria no sólo se lleve a cabo dentro de los asentamientos, sino que sea una realidad nacional. Pero para poder hacer presión, hay que construir alianzas con otros movimientos, que no sólo formen parte de medio rural sino también urbano, pues la reforma agraria beneficia a toda la sociedad y no sólo a la MST. Por este motivo, actualmente los esfuerzos del MST van destinados a globalizar su lucha y crear alianzas con movimientos de todo el país y del mundo para pedir una reforma agraria real. Después de esta conversación hay una idea que me ronda por la cabeza, y creo que, en el fondo, es la idea central que tiene que transmitir cualquier movimiento social. Es la idea de que la creación de nuevas identidades colectivas y de nuevos significantes no se construye siempre a partir de grandes movilizaciones y acciones espectaculares, sino que se construye a partir del trabajo diario, con la rebelión del día a día. Cómo dijo alguien, la revolución no se acaba el 25 de octubre con la toma del palacio de invierno, sino que el trabajo importante empieza el día

26, porque los cambios reales se construyen diariamente. La integración y la conciencia social se estructuran gracias a la capacidad de crear comunidad, y es por eso por lo que la MST puede ser un buen ejemplo por una gran cantidad de movimientos y demandas sociales que defiendan los métodos de insurrección no violenta, porque han sido capaces de construir nuevas formas de socialización gracias a la convivencia y la interpelación diaria de sus miembros. Esto es, la insubordinación como forma de vida. Cómo dice Álvaro García Linera: “Una revolución no es un acto, sino un proceso, en el cual las viejas complacencias, y tolerancias morales de los gobernados hacia sus gobernantes se licúan. Donde las viejas identidades estables y conformistas de las clases subalternas se licúan. Y todo se vuelve un remolino creador, y es cómo si el espacio-tiempo einsteniano se comprimiera en un instante, en un solo segundo, y tienden a suceder cosas, y a movilizar gente con una velocidad y una amplitud que marea. Una revolución es una mezcla gráfica, en que las clases, las identidades, las tolerancias se licúan y la gente empieza a sentirse empujada a tomar decisiones, a participar.” *Para acabar, me gustaría expresar que, cuando acabo de transcribir esta entrevista, me envuelve un poco la tristeza, básicamente, porque tomo conciencia de que pasará bastante tiempo hasta que Ariadna y yo no nos volvemos a ver. ¿El motivo? Ariadna ha tenido que marchar a vivir en Bélgica en busca de un futuro más ilusionante y próspero que el que se le plantea en nuestro país. Cómo tantos otros jóvenes graduados, ha tenido que ir a buscarse la vida fuera, huyendo de la precariedad que impera en nuestra casa. ¡Es justamente por eso, que le envío un abrazo, le deseo suerte y muchos aciertos! Porque perdemos una de las mentes más lúcidas, intrépidas, irreverentes y brillantes con quienes he tenido el placer de compartir mi tiempo.

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20 Septiembre 2017

Las rosas de Lodz Por Iago Moreno

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or las calles del barrio judío de Lodz, los cristales rotos siembran el suelo de rosas de cristal. Sus espinas se clavan en los pies descalzos de quienes ya no tienen casa. Es plena madrugada, pero el oscuro de la noche se rompe. Las llamas devoran una de las casas más viejas del barrio. En un desván, una luz tintinea. El acordeón de Abraham silba con fuerza. La muerte le espera. Lo sabe. Hace 2 meses ya que se llevaron a la mayoría de los miembros de la Rote Kapelle, la mayor red de espionaje en el corazón del III Reich. Parecía increíble que hubiesen llegado tan lejos, pero aun así no fue suficiente. Él había sobrevivido a la redada, pero pronto se encontraría con ellos. El ejército Nazi ya había tomado la mitad de Polonia. Abraham cerraba los ojos, conteniendo con la curva de sus pestañas sus ganas de llorar. Con nostalgia, se abraza al recuerdo de noches mejores. ¿Donde estaría Trepper ahora? ¿Le habrían llevado también a él? Un cerebro tan inteligente, una inteligencia tan capaz, también podría ser descubierta, pensó. Pero Trepper era demasiado astuto, llevaba meses filtrando a Moscú todas, absolutamente todas, las decisiones del Estado Mayor sólo con una diferencia de 9 horas. Era probable que al caer toda la red también le pillasen a él. Abraham vió a Trepper por última vez en un café a las orillas del Vístula, cerca de Wyszogród. Por entonces, la vida aún no parecía un sueño apagado en las cenizas. Había esperanza, había razones para creer. Aquel día una bomba había volado la oficina de la comisaría local y se rumoreaba que la resistencia nacionalista estaba detrás. Trepper le contó a Abraham sus planes inmediatos, los mensajes que llegaban desde Berlín y Moscú. La resistencia florecía su orgullo plantando cara. La propaganda por los hechos y el sabotaje se habían convertido en la única salida, pero al menos existía alguna. Había una ilusión pueril en que todo acabaría antes de lo que se pensaba. Y hasta Abraham llegó a pensar que el lazo con el que ahogan la vida de esta tierra pronto se haría jirones. Qué diferente era todo ahora. ¿Por qué Trepper tuvo que elegirle a él de confesor? Le contó demasiado. Si le torturan lo contará todo. ¿Pero quién iba a pensar que allí, en Lodz, habría uno de los contactos más cercanos del más ágil de los pocos espías que se atrevían a entrar en boca del lobo?

La casa de Abraham tenía las ventanas rotas y las paredes pintadas. El barrio llevaba ya 2 semanas completamente destrozado. La lluvia había empapado el suelo y volado casi todos los papeles de la mesa. Se escuchó de pronto a un segundo camión llegar. El motor tosía un humo negro, pegajoso, que se batía en duelo con el de las llamas de la casa de enfrente. Cara a cara con la muerte, cada segundo se alargaba como una sombra negra. El incendio encogía el brillo de las pocas farolas que aún no estaban rotas o tumbadas en el suelo. El barrio era ya un esqueleto de lo que un día fue, pero solo las llamas iban a enterrarlo. Abraham apretaba con fuerza las teclas con sus dedos gruesos. Nació en sus ojos la primera lágrima de miedo: los hombres no lloran, decía su padre. Pero él había visto llorar a tantos camaradas… es imposible encerrar la ternura en un cajón en lucha por la vida. Se oyó un estruendo. La cerradura de la puerta del salón había estallado. Y portando la muerte, 4 soldados alemanes, con sus cascos grises, con su poca vergüenza, con su falta de valor, entraron en la casa. Pegaban patadas, arrancaban cajones, rompían todo a su paso. Buscaban joyas que robar, libros, banderas que quemar, y como si de objetos se tratasen, los cuerpos asustados de aquellas mujeres a las que ya ni consideraban personas; si es que alguna vez consideraron tal cosa a alguna. Abraham recordó a Agatha por un instante, pero la fuerza del corazón se le escapó entre los dedos. Su pecho se deshincha en un suspiro frágil y entrecortado. Jamás volvería a besar esos pequeños hoyuelos tímidos que le salían cuando reía. Volvió a tocar. Tan solo esperaba poder vencer el sonido del gatillo con la fuerza de sus dedos. Los muebles saltaban por los aires o caían rendidos a su paso. Abraham recordaba aquello que contaba su padre antes de que se lo llevasen en aquella manifestación contra la anexión de Teschen. Hacía ya años que el aquelarre de las bestias arrancaba más que grietas en los mapas.. En Ucrania, la penturia fascista había hecho lo mismo hace casi 20 años antes. Cualquier cosa era mejor para esos burgueses que una revolución fuerte. Allí, en L’Viv, pero también aquí, en Polonia. Por eso los mismos que agacharon la cabeza contra aquellos asesina, hoy dejan que un ejérci-


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to extranjero ocupe nuestras tierras y secuestren la voz de nuestros pueblos, decía siempre Korchaguin a Abraham. Esos “panis” no tienen patria, ni razón, ni amor por los suyos, repetía siempre. La última vez que quedaron le habló de un tal Stephan Bandera, al parecer en Ucrania el fascismo había vuelto a tronar como entonces, pero bajo una nueva bandera roja y negra. Abraham nunca tuvo claro qué llevaba a alguien a guardar el corazón en su garganta y tragarse el orgullo, siempre temió la idea de morir como un cobarde. Pero cuando escuchó las voces de aquellos soldados reir por las escaleras, pensó en arrepentirse. Un portazo cerró la puerta del salón. Los soldados reían a carcajadas. “Estamos en la casa de un comunista, chicos”; “ Genial, Siempre he querido follarme a la hermana de un traidor delante de sus ojos” se oyó entre las tablas de madera. Aquella gente no eran hombres, eran bestias. Pero sólo la historia iba a juzgarlos. Las notas salían de los dedos de Abraham, sus brazos temblaban frágiles, su voz se desgarraba en el miedo. “¿Oye, eso es un acordeón? No me fastidies, ¿está ahí arriba y cantando? Otto, sube conmigo, no me fío absolutamente nada de estas ratas miserables, el otro día encontraron armas a 3 cuadras de aquí, como sea una trampa…” “Que pasa mariquita, no tienes cojones para subir tu sólo? Es júdio, comunista y músico, ¿ahora tienes miedo de esas nenazas?” A Abraham le gustaba creer que siempre lo tenían. Debajo de esa masculinidad, sólo podía haber miedo, terror. Terror a encontrarse, a ser dueño de sus actos. Por eso les daba tanta rabia que hubiese quien le cuestionara. Habrían matado a quien fuera sólo por tener razón, y llenarían de muerte su vida con tal de no encontrarse con ella en el lado del otro. Era ya tarde para pensar en eso, demasiado tarde. Cada peldaño que separaba el desván del salón hizo gritar la madera seca. La muerte se acercaba. Pero Abraham seguía tocando, llorando, pensando, como si los minutos fuesen horas, mientras un sudor frío se deslizaba por las paredes de su cuello. Era demasiado tarde para todo. Aprendió aquella canción una de esas tardes, con los compañeros de la juventud comunista. El miedo marchitaba su voz, pero un corazón valiente siempre muere gritando. Tres balas arrancaron su vida de las teclas de aquel acor-

deón justo al acabar la última estrofa. Abraham tan solo tuvo un segundo para mirar a su público. Deseó haber seguido tocando, nunca haber visto la cara de ese hombre. Pero era tarde, demasiado tarde. Un puñetazo en la barbilla reventó contra su cara. Su cuerpo se desplomó sobre las tablas de madera. El acordeón cayó segundos antes, cuando se abrió la puerta. Huérfano, se retorció en el suelo en un estruendo de notas estridentes. Resonaba en todo el barrio el eco del final de su cancion “Kwiat ten należy, do partyzanta, Co życie swe za wolność dał.”; “Esta es la flor del partisano que murió por nuestra libertad”. Pero la sangre de su boca no hizo crecer ninguna rosa en aquella ciudad cadáver de madera enmohecida y tejas rotas. Polonia tardaría años en ser liberada por el Ejército Rojo. Años de muerte y hiel que hacen a una dudar si vale la pena luchar por algo. Sobre la mesa quedaron vario libros y el esqueleto de una manzana. Bajo el último de los libros, una carta arrugada asomaba una de sus afiladas esquinas. Era la última carta del enlace Rotte Kapelle, que acababa con una cita de Ovstrovski. “Lo más preciado que posee el hombre es la vida, se le otorga una sola vez y hay que saber vivirla de modo que al final de los días no se sienta pesar por los años pasados en vano, para que no exista una angustia por el tiempo perdido y para que al morir se pueda exclamar «toda mi vida y todas mis fuerzas han sido entregadas a la causa más noble en este mundo, la lucha por la liberación de los pueblos del mundo».” Pero aquella noche la muerte nublaba los pechos de cada uno de los revolucionarios más valientes de todo Polonia. Cara a cara con la muerte, de frente a la bestia, el terror hace a uno dudar si la gloria depende del honor o de la bajeza. La valentía se encoge, y se redoblan las ideas en pliegues estrechos y encorvados. Es invierno en todo el calendario. Pero el frío templa el acero y fragua el coraje desde el corazón de la rabia y la ternura. Ya habían perdido demasiado, ahora sólo podían vencer.

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22 Septiembre 2017

Una breve aproximación a la Transición Por Juan Manuel Martínez

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l estudio de la Transición o momento de cambio político en nuestro país ha sido sometido a un debate académico cuyas consecuencias trascienden la universidad y se adhiere a lo que en Historia llamamos “Usos sociales de la Historia”, en tanto que nuestro actual sistema político se legitima en el resultado de este proceso histórico. Por eso no resulta paradójico que este suceso ocurrido hace 4 décadas, y que muchas personas aún recuerdan, sea un tema que no tiene un único relato histórico. El relato “oficial” de la Transición es aquel en que los únicos agentes activos son los líderes y dirigentes de la dictadura y/o de la oposición democrática. La ciudadanía en general, y sobre todo a quienes se organizaron en los distintos partidos, sindicatos y movimientos sociales antifranquistas quedan silenciados en tanto no tuvieron la suficiente fuerza para incidir políticamente, o en el mejor de los casos fueron herramientas utilizadas por parte de la elite política de la dictadura o de la oposición. No obstante, existen matizaciones dentro de esta corriente. Esta es la explicación para que finalmente la Transición resulte pactada, y por tanto modélica/pacifica/ejemplo a seguir, explicando todo el proceso gracias a su resultado, como si todos aquellos que participaron en el proceso, y todos aquellos que aportaron su esfuerzo (y sus vidas) para

resquebrajar los límites legales de la dictadura supieran que finalmente se acabaría pactando una constitución con elecciones, bastantes avances sociales y monárquica. Nada más lejos de la realidad si nos atenemos en primer lugar a las diferentes propuestas de la oposición antifranquistas, y en segundo lugar si tenemos en cuenta los debates internos del régimen en su etapa final. La Transición fue un proceso histórico con una amplia participación de la sociedad a través de los movimientos sociales como elemento fundamental e imprescindible para provocar el cambio político, y el fracaso de los intentos de la dictadura de reformarse desde dentro y respetando unos intereses económicos concretos. Para ello se estudian, por ejemplo, el movimiento obrero, el movimiento estudiantil y el movimiento vecinal aportando una visión “desde abajo” de la sociedad, pero capaz de marcar la agenda a alcaldes, gobernadores civiles y gobiernos franquistas. Una cosa esta clara: la crisis que sufrió la dictadura en los años 70’ se hizo irreversible. Aunque es difícil datar el inicio de dicha crisis más allá de planteamientos económicos, la primera ocasión en la que el gobierno pierde la iniciativa es cuando se ve obligado a reprimir entre 1966 y 1969 a niveles que hacía años no se había visto con la necesidad. La dictadura quiso cortar de raíz el crecimiento organizativo de la oposición antifranquista, esencialmente


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Huelga de Sabadell. Febrero de 1976.

del movimiento obrero y del movimiento estudiantil que o expresaban una crítica indirecta a la dictadura o directamente conectaban los problemas concretos con todo el entramado dictatorial franquista. El pico de represión de 1969 afecto a los sectores organizados de la oposición, principalmente a los partidos antifranquistas de izquierda que eran quienes más implicaciones tenían en la extensión de los movimientos sociales. Pero en poco más de dos años, aquellas organizaciones y movimientos sociales descabezados protagonizaron los primeros episodios de reivindicaciones masivas. La extensión de la solidaridad, a raíz del crecimiento organizativo, fue vital para la rápida recuperación de la actividad. A diferencia del resto de periodos de la dictadura en que la solidaridad se limitaba a los sectores familiares y de partido, ahora se extendía a grupos sociales más amplios. Por ejemplo, la detención de un grupo de jóvenes que hacían actividades en el Centro Social de Torre-Romeu (Sabadell) y que estaban vinculados a las juventudes comunistas del PSUC provocó la ayuda de muchos de sus vecinos debido a la labor asociativa y a la vida que daban al barrio, también provoco la concienciación de muchos vecinos por unas detenciones injustas. En 1971 ocurrió, por ejemplo, la lucha por el ambulatorio de Santa Coloma de Gramanet en el que participaron una cantidad considerable de los vecinos. A partir de ese momento las luchas tanto vecinales como obreras fueron creciendo exponencialmente. En este punto cabe señalar que uno de los logros de los activistas vecinales y sindicalistas fue politizar a sus vecinos y compañeros de trabajo de manera implícita generando conflictos de problemáticas concretas que habían generado una tragedia pero que las autoridades podrían haber evitado, por ejemplo, la lucha por poner semáforos en la Avinguda Meridina a la altura de Torre Baró y Ciutat Meridiana en 1976. Otra clave fue la

ocupación del espacio público, como ocurrió en el último ejemplo, en que los vecinos ocuparon la vía pública para protestar. Finalmente, un tercer elemento seria la practicas interna democrática tanto desde Comisiones Obreras como desde las diferentes Asociaciones de Vecinos en un contexto político de dictadura. Los movimientos sociales (como el movimiento vecinal o el obrero) si tuvieran la suficiente fuerza como para marcar la agenda de los sucesivos gobiernos franquistas (desde 1969 ninguno duró más de 3 años hasta las elecciones de 1977). Existen varios ejemplos, focalizados sobre todo en las campañas y manifestaciones convocadas por el movimiento vecinal que a esas alturas actuaba, soportando igualmente costos represivos, como altavoz legal del antifranquismo en Catalunya. Campañas como Salvem Barcelona per la Democracia, la manifestación contra los regidores del No al Catala, las manifestaciones contra la aministia en Barcelona o la continua actividad contra los ayuntamientos franquistas que llevo a varios alcaldes a solicitar la dimisión al gobernador civil, o la desaparición durante semanas del alcalde Burrull de Sabadell por el asedio del antifranquismo local, etç, muestran una movilización social con un discurso y unas prácticas antifranquistas explicitas, haciendo suya la calle. A nivel político, la Assemblea de Catalunya defendía a fecha de 7 de noviembre de 1971 “1)La consecució de l’amnistia general dels presos i exiliats polítics 2)L’exercici de les llibertats democràtiques fonamentals: llibertats de reunió, d’expressió, d’associació -inclosa la sindical-, de manifestació i dret a vaga, que garanteixin l’accés del poble al poder econòmic i polític 3)El restabliment provisional de les institucions i dels principals configurats en l’Estatut de 1932, com a expressió concreta d’aquestes llibertats a Catalunya i com a via per arribar al ple exercici del dret d’autodeterminació 4)La coordinació de l’acció de tots els

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24 Septiembre 2017

“La ofensiva que lanzó el antifranquismo militante para provocar una ruptura y establecer un gobierno provisional puso contra las cuerdas al gobierno y conciencio por ejemplo al monarca de cambiar de gobierno si quería continuar con su reinado”

pobles peninsulars en la lluita democràtica”, este último punto siempre se suele olvidar. La Platajunta (plataforma unitaria de todo el antifranquismo a nivel de España) en marzo de 1976, ya sin Franco y en pleno proceso de Transición llamaba “a participar en las acciones y movilizaciones pacíficas necesarias para la efectiva conquista de los derechos y libertades fundamentales, y para el establecimiento, en el momento de la ruptura, de órganos de poder ejecutivo de amplia coalición, sin exclusiones ni obligatoriedades, que garanticen el pleno uso de las libertades y derechos democráticos, y la apertura y desarrollo del proceso constituyente hasta la transmisión de poderes a los órganos de poder ejecutivo o de gobierno que resulten constitucionalmente elegidos”, es decir, formalizar un gobierno que hubiera supuesto una ruptura con el gobierno franquista, un proceso constituyente y unas elecciones, entre otras cosas importantes. Por tanto, no es del todo cierto que la Transición debería acabar con una monarquía y una constitución pactada. Más bien, existían diferentes proyectos que competían entre sí y la Transición fue una lucha de fuerzas por ver quién podía ganar o si bien el gobierno franquista se podría mantener. Hasta 1973 el gobierno estaba dirigido por Carrero Blanco y los tecnócratas del Opus Dei mantenían la línea de modernizar la economía española, pero sin ampliar las cuotas de participación de la población, a la vista de los quebraderos de cabeza que había generado tal política en los años 60’ defendida por Manuel Fraga o José Solís entre otros. Esta explicación no cuadra con la que los tecnócratas eran los aperturistas, la razón fue que no había aperturistas o bunker había varias formas de mantener el franquismo sin Franco. Con la muerte de Carrero Blanco el nuevo presidente del gobierno pasó a ser Carlos Arias Navarro que duro hasta julio de 1976. En el nuevo gobierno los tecnócratas perdieron peso y lo volvieron a ganar

los sectores ligados al movimiento, que como decía Martin Villa (premiado este año por el Congreso) en un discurso de junio de 1974 “El Movimiento tiene que ensanchar sus cauces, modernizar sus estructuras, y en definitiva expansionarse. Pero siempre a partir de su cauce, no hay que olvidarlo”, y esto era en definitiva el Espíritu del 12 de febrero, a pesar que a veces se haya defendido que ese espíritu tiene como objetivo final establecer una democracia formal europea. Este argumento se cae por su propio peso cuando se pone encima de la mesa las muertes de Salvador Puig Antich y Heinz Chez (animo a los lectores a informarse del caso del señor Heinz) el 2 de marzo por parte de la policía. O también cuando se recuerda el decreto antiterrorista de verano de 1975 y las 5 últimas muertes del franquismo: José Luis Sánchez-Bravo, Xosé Humberto Baena, Ramón García Sanz Ángel Otaegi y Juan Paredes Manot. Todas estas acciones, y muchas más, bajo el gobierno del mismo hombre que dijo la famosa frase de Franco a muerto. En definitiva, se muestran dos maneras diferentes dentro del régimen de hacer sobrevivir a la dictadura más allá de la muerte de Franco que por esas fechas se creía ya inminente. Ya sin Franco, el gobierno intento imponer el proyecto que tenía en mente, aunque fuera mi difuso. Manuel Fraga decía en las cortes en enero de 1976 lo siguiente “Solo se reforma aquello que se quiere conservarse. Mas íntimamente: solo se reforma aquello en lo que de verdad se cree”. Un mes después Carlos Arias Navarro decía en la Comisión Nacional del Movimiento “Yo lo que deseo es continuar el franquismo. Y mientras esté aquí o actúe en la vida pública no seré sino un estricto continuador del franquismo en todos sus aspectos y lucharé contra los enemigos de España que han empezado a asomar su cabeza y son una minoría agazapada y clandestina en el país”. Los sucesos muestran con la forzada dimisión de Arias Navarro el 1 de julio de


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Martín Villa ha sido premiado este año por el Congreso. 1976 y el nombramiento de Suarez que su intento de reforma fracaso. Y aquí la actividad en la calle de la oposición se hace clave. La muerte de los abogados de atocha el 24 de enero de 1977, las manifestaciones por la animista del 1 y del 8 de febrero en Barcelona que aglutinaron a miles de personas sin miedo a manifestarse, o como muestra el siguiente grafico el repunte del conflicto laboral en 1976. La ofensiva que lanzó el antifranquismo militante para provocar una ruptura y establecer un gobierno provisional puso contra las cuerdas al gobierno y conciencio por ejemplo al monarca de cambiar de gobierno si quería continuar con su reinado. El nuevo presidente Suarez, proveniente directamente del Movimiento y para muchos otro intento de mantener el gobierno cerrado como un bunker, no tenía tampoco un programa claro. Lo que muestran los sucesivos hechos es que Suarez cogió el programa de la oposición y lo aplico en parte y por partes. La realidad es que desde hacía años el antifranquismo llevaba la iniciativa política y Suarez comprendió que la única manera de mantener el gobierno de forma viable era aplicar parte de las propuestas de la Platajunta, porque, aunque Fraga dijera que la calle era suya, la calle en las principales ciudades de España era un campo de batalla entre los grises y los manifestantes, sobre todo en las zonas industriales. El 30 de julio de 1976 se aprueba la primera amnistía y el 10 de setiembre se anuncia la Ley para la Reforma Política y el anuncio de elecciones. Cuando dicha ley se aprobó en Cortes el 18 de noviembre, la iniciativa política volvía a pasar poco a poco a manos del gobierno mientras que en los partidos de la oposición donde antes cundía la unidad de acción ahora cundía la confusión sobre si participar o no en las elecciones. El PCE y el PSUC fueron los últimos grandes partidos en ser legalizados tan solo 2 meses antes de las elecciones, mientras que otros partidos como el PSOE tuvieron más tiempo. En marzo de 1977 se aprobó otra amnistía y en junio se celebraron las elecciones que dejaron un resul-

tado claro: en Catalunya la izquierda arraso con mayoría absoluta y la UCD quedaba relegada muy lejos del primer puesto, en España sin una victoria contundente de la UCD se hacía necesario pactar para llegar a un acuerdo. Lo que el artículo ha querido mostrar al lector fue que ni la transición fue pacífica, ni planificada por ninguna elite, sino el resultado de dos fuerzas que no consiguieron imponerse la una a la otra, en primer lugar con una la lucha por la ocupación del espacio público, por la hegemonía cultural y por el proyecto de país y finalmente la lucha en unas elecciones generales. El proceso de Transición, no obstante, no acaba aquí y continua como mínimo hasta la victoria socialista en 1982 pero eso ya es tema para otro artículo. Si desea saber más… DOMENECH, Xavier, “El Cambio Político (1962-1976). Materiales para una perspectiva desde abajo, Historia del Presente, núm. 1 (2002), pp. 44-67. FELIX TEZANOS, Jose, “La crisis del franquismo y la transición democrática” a TEZANOS, J.F, COTARELO, R y DE BLAS, A. (eds.): La transición democrática española, Madrid, Sistemas, 1989. GARCIA PIÑEIRO, Ramón, “El obrero ya no tiene quien le escriba. La movilización social en el tardofranquismo a través de la historiografía más reciente”, Historia del Presente, núm. 1 (2002). MOLINERO, Carme (ed.), La Transición, treinta años después. De la dictadura a la instauración de la democracia. Barcelona, Península, 2006 JULIÁ, Santos, “Orígenes sociales de la democracia en España”, Ayer, núm. 15 (1994), pp.165-188 TUSELL, Javier, “La Transición a la democracia en España como fenómeno de Historia política, Ayer, núm. 15 (1994), pp. 55-76. YSAS, Pere, Disidencia y Subversión: La lucha del régimen franquista por su supervivencia, 1960-1975. Barcelona, Critica, 2004.

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26 Septiembre 2017

Una llave de retorno

La historia de los refugiados palestinos

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oy a contar la historia de un pueblo, de una tierra, de un país y ese país es Palestina. Esta historia comienza a finales del siglo XIX cuando Palestina estaba bajo el dominio del Imperio Otomano. Alrededor de 1880 en Europa, comienza a emerger una nueva fuerza nacionalista – el sionismo- que entiende que la comunidad judía no es sólo un ente religioso sino que ha de ser leído también como un ente nacional que ha sido perseguido a lo largo de la historia y que por lo tanto necesita un espacio propio donde poder desarrollar su patria judía. Bajo estas premisas, el sionismo escondía su objetivo principal que no era otra cosa que la creación de un Estado judío que tuviera el máximo de territorio y la menor población no judía posible. Tras barajar diferentes territorios como eran La Patagonia o Kenia, el sionismo decide asentarse en Palestina, pues este territorio les ofrece una justificación en clave religiosa muy útil para su estrategia política ya que bajo el discurso de que es la tierra prometida y de la que los judíos fueron expulsados hace miles de años argumentan que tienen derecho al retorno y por lo tanto a establecer allí su nuevo Estado. Ya en ese momento aparecieron los primeros asentamientos que no eran otra cosa que la creación de comunidades sólo para judíos que comenzaban ya a controlar gran parte de las tierras. Años más tarde, con la Primera Guerra Mundial y la correspondiente disolución del Imperio Otomano, Francia y Gran Bretaña firman los Acuerdos de Sykes-Picot (1916) por el cual deciden repartirse los territorios que anteriormente pertenecían a dicho Imperio, lo que supuso la traición por parte de Gran Bretaña a los pueblos árabes del Imperio Otomano ya que durante la I Guerra Mundial habían prometido ayudar en sus procesos de independencia a cambio de apoyo contra los otomanos. Tras el inicio del Mandato Británico en Palestina, “llegó el primer gran triunfo diplomático del sionismo: La Declaración Balfour (1917). No solo supuso un hito en la trayectoria del movimiento sionista- que contribuyó enormemente a que dejase de ser un fenómeno minoritario dentro del mundo judío-, sino que representó un punto de inflexión en la Palestina contemporánea.” (Jorge RAMOS TOLOSA et al (coord.): Existir es Resistir. Pasado y presente de Palestina-Israel, Granada, Comares Historia, 2017). Esta declaración de la cual celebramos su centenario este año, no era otra cosa que la aprobación británica a la colonización sionista pero también se convirtió en el primer apoyo internacional de lo que años más tarde sería el Estado de Israel. Llegados a este punto, la población palestina se encontraba bajo dos proyectos colonizadores diferentes por lo que comienzan las primeras insurrecciones en calve nacional abanderadas por los movimientos feministas de Palestina. En 1947, Gran Bretaña comienza a atravesar una gran crisis económica que se ve agravada por el gran gasto militar en el territorio palestino ya que no sólo combatía contra la resistencia palestina sino que el propio movimiento sionista buscaba la expulsión de los británicos de lo que ya consideraban sus tierras. Ante esta situación, Gran Bretaña decidió dejarle el problema a la recién estrenada ONU que puso fin al conflicto palestino con el Plan de Partición plasmado en la resolución 181 de la Asamblea de las Naciones Unidas, que dejaba menos de un 45% del territorio a Palestina. Con todo esto, el 14 de mayo de 1948 se reconoce el Estado de Israel, o como estos lo han denominado, el momento de la independencia, que a su vez dio lugar a la Primera Guerra Árabe- Israelí en la cual las potencias árabes colindantes declararon la guerra al nuevo Estado. Esta guerra acabaría con los Armisticios de 1949 por los cuales parte de estas potencias árabes deciden apropiarse de territorios que pertenecían a la Palestina histórica. Una vez más la soberanía palestina es atacada por potencias extranjeras.

Las cifras de refugiados palestinos son escandalosas, siendo un total de 13 millones aproximadamente, más de 8millones son sólo del 48 (pues a las descendientes de las personas que abandonaron su país en su momento se les reconoce el estatus de refugiado), cerca de 1.200.000 de Guerra de los Seis días en 1967 y cerca de medio millón viven actualmente en campos de refugiados dentro del West Bank.

Por STT


27 LA NAKBA En árabe, la catástrofe. El 15 de mayo de 1948, un día más tarde del reconocimiento del Estado de Israel, el nuevo Estado comienzo un proceso de limpieza étnica que perdurará hasta la actualidad. El objetivo sionista comienza a vislumbrase ya, un objetivo que poca diferencia tiene a la ambición del espacio vital de la Alemania del III Reich, máximo territorio, mínima población no judía. Durante esta limpieza étnica, Israel llevó a cabo más de 35 masacres, la destrucción de cerca de 530 municipios y de más de una decena de barrios urbanos. Esta situación de inhabitabilidad, violencia sistemática y discriminación, provocó que cerca de 750.000 personas palestinas se vieran obligadas a abandonar sus casas y sus tierras. Tal era la confusión de la población palestina ante la situación que se les presentaba delante que en el momento de abandonar sus casas apenas recogieron pertenencias, artículos de valor o recuerdos, pero hubo algo que todos llevaban: La llave. Llaves antiguas de casas con muros que cuentan historias, tal era el desconcierto y el surrealismo de la situación que la población palestina abandonó sus casas cogiendo solamente unas pequeñas maletas y las llaves pues, esa situación tan horrible era algo temporal, era algo que iba a acabar en cuestión de días o semanas. Pero no fueron dos semanas, son 69 años los que han pasado, años en los que la potencia sionista ha destruido lo que fueron sus hogares para construir un nuevo país occidentalizado y grandes parques que tildan de Parques Naturales para blindarlos ante una demanda para recuperar el terreno. Las cifras de refugiados palestinos son escandalosas, siendo un total de 13 millones aproximadamente, más de 8millones son sólo del 48 (pues a las descendientes de las personas que abandonaron su país en su momento se les reconoce el estatus de refugiado), cerca de 1.200.000 de Guerra de los Seis días en 1967 y cerca de medio millón viven actualmente en campos de refugiados dentro del West Bank. Tras el abandono de sus hogares, miles de personas

acamparon en medio del campo durante más de un año hasta que la ONU comenzó a construir campos de refugiados a base de pequeñas viviendas y escuelas gestionadas por la UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo). Campos que en la actualidad malviven debido a que se ha tenido que construir encima de las casas originarias, pues la población de estos en muchos casos triplica la que en su momento se esperaba, la situación de hacinamiento en la que viven comienza a hacer mella en las mentes de sus residentes provocando graves problemas de ansiedad debido a la imposibilidad del descanso. No suficiente con esta situación, la población de los campos está sufriendo actualmente graves cortes de agua en verano y electricidad en invierno lo que está provocando un deterioro en la calidad de vida que avanza a pasos de gigante. Pero esta no es toda la violencia que el régimen del apartheid ejerce contra los campos pues las incursiones del ejército en los campos son constantes llegando a una o dos veces por semana, tal es la situación que los propios habitantes han normalizado las detenciones de personas por las noches, los disturbios a base de lanzar gas lacrimógeno o el secuestro de niños durante horas o días o incluso la detención y encarcelamiento de estos. Pero en toda esta historia de catástrofes, masacres, apartheid y refugiados, hay un protagonista que resiste: el pueblo palestino, que a base de educar a las nuevas generaciones en la no violencia y en la resistencia en clave nacional se niega a abandonar sus casas y su tierra, un pueblo que defiende su bandera, su cultura, que sigue plantando olivos y pinta las paredes de sus campos con dibujos de llaves antiguas reclamando su derecho al retorno y el fin de los muros. Y es que, citando al poeta que le dio voz al pueblo palestino Mahmoud Darwish, “Que Palestina era, y sigue siendo”.

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28 Septiembre 2017

No lo sé, Rick. Este artículo parece falso Por Ignacio Lezica Cabrera

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stoy viendo Discovery Max. Emiten uno de esos programas que ahora florecen, sobre casas de empeño, tiendas de segunda mano, subastas y otras formas de pequeña empresa. El discurso común de estos programas es que ser empresario supone ganar, a través de una trepidante aventura diaria, miles de euros más al mes que esos asalariados que no se atreven a correr riesgos. El programa que estoy viendo, Empeños a lo bestia, muestra el funcionamiento cotidiano de una tienda que compra y vende artículos de segunda mano conducido por tres personas: el padre, fundador de la empresa, responsable y astuto; el hijo, ambicioso e impaciente a veces, pero heredero digno de la empresa del padre -se corregirá con el tiempo y será como su progenitor, parece ser la conclusión lógica tras cada episodio-; y la hija, con serios problemas para controlar su genio, agresiva e impulsiva. Quiere pero no puede, no le llega. En más de una ocasión sus problemas de carácter hacen perder dinero a la empresa. La acción suele transcurrir en el local de la empresa, un bajo enorme repleto de expositores cargados de todo tipo de productos, donde entran y salen personas constantemente. La composición de la clientela es para estudiarla. En contraste a otros programas estadounidenses, donde el reflejo de la diversidad racial de su sociedad suele estar ausente, en este programa salen bastantes negros.

Pero los negros que salen son de dos tipos. Por una parte, negros de dos metros encargados de la seguridad, con sobrepeso pero también sobradamente capaces de decapitar a alguien de un manotazo. Se mantienen pasivos, en silencio, hasta que alguno de los tres protagonistas, los propietarios del negocio, les da la orden de echar a la fuerza a algún cliente pesado y la acatan sumisos. Incluso mientras realizan su tarea mantienen la expresión de tedio en el rostro, cumpliendo su papel de fuerza bruta impersonal. El segundo tipo de negros son clientes que por su pobreza -se intuye en la historia que cuentan a cámara, o en su forma de vestir- se ven obligados a vender sus pertenencias para obtener dinero. Hay varios subtipos dentro de esta segunda clase de negros, pero todos tienen en común esa característica que aquí algunos insisten en atribuir con el mismo afán prejuicioso y racista a los andaluces, o sea, pobreza, pasionalidad y desparpajo. En el capítulo que estoy viendo, una negra de mediana edad acude a la tienda para vender unas antiguallas que, según ella, llevan tres o cuatro generaciones perteneciendo a su familia. En la breve entrevista en off que se muestra antes del momento de la venta la muchacha afirma, convencida, que se irá de la tienda con unos cientos de dólares en el bolsillo. Del otro lado del mostrador la espera la chica joven que he descrito antes, la hija histérica. En este mismo episodio se intuye gracias a la sutileza psicoanalítica de los guionistas


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“Creo que sería una equivocación pensar que la reflexión crítica útil de esta clase de programas pasa por señalar su carácter vacío, como si el problema radicara en la frivolidad de su contenido. Creo que la crítica a la trivialidad de la telebasura sólo puede llevarnos a pensamientos elitistas, como ése que tacha de borregos a quienes dedican su tiempo a ver MHYV, Operación Triunfo o Sálvame”

que el verdadero problema de la hija es el agravio comparativo que su padre ejerce entre su hermano y ella misma. Pero los hechos que las cámaras registran legitiman la existencia de ese agravio: ella es una inútil, y su hermano no. La mujer de mediana edad se acerca a la hija del dueño dispuesta a vender sus antigüedades, mientras ésta la espera con expresión de suficiencia y desconfianza. La música de fondo cambia para señalar la inminencia del conflicto. Tras un primer regateo, surge el tipo de momento en el que el programa despliega su contenido, aquello que mejor muestra qué reparto ideológico de roles sociales intenta naturalizar esta basura: los gritos, las peleas y los insultos cuando vendedor y comprador no se ponen de acuerdo al tasar el objeto de transacción. La negra de mediana edad insiste en la autenticidad de lo que vende, y la hija del dueño desprecia el valor de las posesiones familiares de la vendedora. La trata, en pocas palabras, de estafadora y de muerta de hambre. La tensión escala y la vendedora comienza a chillar. El resto de clientes observan el panorama de reojo, y los seguratas se acercan cautelosos, a la espera de la orden. La hija del dueño pierde también los papeles y estalla en gritos e insultos varios, hasta que llega su padre, la aparta de escena y le exige con frialdad a la señora de mediana edad que salga de su tienda. De su propiedad. Que está montando un escándalo, que no le interesa comprar lo que ella le ofrece. El empecinamiento de la vendedora fuera de sí

parece no dejar alternativas al dueño de la tienda: hace un gesto a los seguratas, éstos cogen con facilidad a la señora y la arrastran fuera, tirándola a la calle junto a sus cosas. El tono narrativo no es dramático, sino de comedia. Los clips en off y las conversaciones entre los dueños de la tienda siguen una línea muy clara: otra puta loca desesperada que se ha vuelto a colar aquí, jaja. El acto se cierra con una declaración a cámara de la expulsada, indignada pero expuesta como una lunática, asegurando que se hará rica vendiendo los bienes que allí no han querido comprarles. Creo que sería una equivocación pensar que la reflexión crítica útil de esta clase de programas pasa por señalar su carácter vacío, como si el problema radicara en la frivolidad de su contenido. Creo que la crítica a la trivialidad de la telebasura sólo puede llevarnos a pensamientos elitistas, como ése que tacha de borregos a quienes dedican su tiempo a ver MHYV, Operación Triunfo o Sálvame. Este pensamiento elitista surge de la línea siguiente: si el problema fundamental con la telebasura es que está vacía, que sólo expone contenido intrascendente y de fácil consumo, entonces sus espectadores están igualmente vacíos. Ante la (falsa) democracia televisiva -sólo sobreviven aquellos programas que tienen más audiencia-, la gente decide votar a los programas más estúpidos. En consecuencia, la gente es tan estúpida y vacía como los programas que consume. Es un versionamiento televisivo de ese discursito que enuncia los pueblos tienen a los gobernantes

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que se merecen. Esta interpretación del problema es peligrosa, alimenta la culpabilización sobre los sometidos y no sobre quienes someten, y es estéril políticamente si uno pretende subvertir el orden de las cosas. Opino que el problema es precisamente el contrario: no se trata de que la telebasura esté vacía en su contenido, sino que está llenísima de directrices ideológicas sutiles que son asumidas inadvertidamente por la población. Los programas de televisión no son el reflejo pasivo de las preferencias de los televidentes, sino que crean preferencias en los mismos y condicionan su manera de entender la realidad. Los relatos expuestos en la telebasura están tan magistralmente trabajados por los guionistas que son capaces de captar el interés de las mayorías, hacer que éstas asuman como propios los afectos y enfoques que aquéllos escriben sin se note que están describiendo formas ideológicas de organizar la sociedad. La telebasura, en resumen, naturaliza su forma particular de leer la realidad presentándola como la forma lógica, como la única posible, como aquélla que es de sentido común. Desde esta perspectiva, critiquemos el dispositivo cultural que encabeza este artículo. Discovery Max nutre buena parte de su parrilla con programas similares a Empeños a lo bestia: pequeños empresarios excéntricos que ganan pasta a toneladas viviendo vidas lejanas a la rutina, con regateos y negociaciones tensas, consultas a expertos tasadores, viajes a lo largo y ancho de Esta-


30 Septiembre 2017

“Todo intento de protesta colectiva, desde la perspectiva neoliberal, no es más que la aglutinación de mediocres que al no poder valerse por sí mismos”

dos Unidos, trepidantes subastas con otros empresarios, etc. Se trata de glorificar una figura que en otros tiempos nos parecería aburrida y sin interés: la del empresario de poca monta que se busca la vida para no morirse de hambre, ante la imposibilidad de encontrar trabajos que le den garantías de vida digna. El discurso prevalente en estos programas nos dice que la falta de seguridad laboral, la ausencia de protección por parte del Estado y la incertidumbre que generan los vaivenes del mercado no sólo no son cosas malas, sino que son circunstancias propicias para que un verdadero emprendedor salga adelante y se haga rico. Es esa basura fantasiosa de toda crisis es una oportunidad. El que pierde en el capitalismo neoliberal siempre es el otro, y si pierdes tú es porque no has sido competitivo. Por tanto, no cabe la queja ante el sistema porque la queja es cosa de débiles y siempre es ilegítima: aunque seas pobre, el capitalismo y su libre mercado ofrece cauces para que demuestres lo que vales -medido en dólares, que es la única concepción del valor humano que admite el capitalismo-. En consecuencia, si no sales de tu pobreza te jodes y te aguantas. Todo intento de protesta colectiva, desde la perspectiva neoliberal, no es más que la aglutinación de mediocres que al no poder valerse por sí mismos, necesitan lloriquear para que papá Estado les provea quitándoselo a quienes realmente producen riqueza (los empresarios, los ricos, los emprendedores diná-

micos). El colmo de la apología a la autoexplotación lo vemos en la intro de Pawn Stars, un programa con formato similar a Empeños a lo bestia, donde el protagonista Rick Harrison afirma con orgullo que lleva trabajando en el negocio familiar desde los 13 años. En un país decente, los niños de 13 años juegan, experimentan y estudian para su paso próximo a la vida adulta. En Estados Unidos, cuna del neoliberalismo, los niños son vagos comunistas si prefieren ser niños y no trabajadores. Una locura. Algunos programas de Discovery Max pretendan hacer caja apuntándose a esa retorcida forma de entender la emancipación de la mujer como ellas también tienen derecho a explotar a otras personas en el mercado -esos programas que siguen la vida de empresarias exitosas y depredadoras que se comportan como los tiburones de Wall Street, pero encargándose del trabajo doméstico cuando vuelven a casa después de un duro día de comprar y vender acciones-. Pero lo normal es que la mujer tenga un papel secundario, simplista, que reproduce todos los tópicos machistas clásicos. No se trata sólo de que el único personaje femenino fijo de Empeños a lo bestia sea representada como una histérica inestable, sino también de la relación de sumisión que tiene hacia los otros dos hombres que dominan el negocio. De ahí la facilidad con la que sale de escena la hija del dueño en cuanto aparece su padre a restablecer

el orden roto por dos mujeres chillándose. Aunque el negocio sea familiar, la transmisión del patrimonio y de la autoridad parece darse como en las monarquías: de padres a hijos, con preferencia del varón sobre la mujer. En Pawn Stars este conflicto ni siquiera es visible porque ni siquiera existen personajes fijos femeninos: el abuelo Harrison legará al padre Harrison la empresa, y éste hará lo propio con el hijo Harrison si se pliega a la ética protestante y capitalista del trabajo duro desde la infancia. Todas las actitudes disidentes respecto a esta moral del trabajo son ridiculizadas; en varios episodios de Pawn Stars el hijo Harrison, quizá un seguidor de Jorge Moruno en Twitter, prefiere quedarse durmiendo en su casa o encerrarse en el almacén a fumar porros antes que plegarse a las formas posfordistas de explotación para desgracia de su familia. Obviamente, el hijo Harrison es retratado como un gordo vago que vive del dinero ajeno, uno de esos que milita a favor de la Renta Básica Universal porque les gusta llevárselo crudo sin trabajar. Pero tal como se ilustra al comienzo de este artículo, lo más sangrante en Empeños a lo bestia es la manera surrealista de representar a los negros. En este programa puede verse a negros entrar en la tienda con atuendos de gangsta, fracasar al intentar colocar artículos robados, perder los papeles por la pasionalidad e irracionalidad inherente a su condición, ser


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arrastrado a la fuerza por otros negros amaestrados por el propietario, y cerrar la escena con el expulsado diciendo que se va al Kentucky Fried Chicken a comer pollo frito. Literalmente es imposible contener más discurso racista en tan pocos minutos de emisión. Puede parecernos lejano porque el estereotipo de negro en España no tiene las connotaciones históricas que tiene en Estados Unidos, pero formalmente es la misma reproducción de relatos racistas que vemos en programas como Callejeros, donde los niños gitanos aprenden que sólo tienen tres salidas en la vida: la música, la chatarra o la venta de droga. Como hemos visto, la telebasura genera relatos que naturalizan el orden patriarcal y la exclusión de las minorías raciales, y también reproduce una lógica neoliberal que culpabiliza al pobre por serlo, fantaseando con una igualdad de oportunidades en el capitalismo que es a todas luces inexistente. El orden conservador perpetúa el dominio de las élites dispersando y enfrentando entre sí a los de abajo: por género, por raza o por renta. Poseen para ello un fuerte aparato mediático-audiovisual que difunde su manera de ver el mundo. Culpabilizar al espectador medio sería un ejercicio de comodidad maliciosa: nos desresponsabiliza de generar una forma alternativa de ver el mundo más inclusiva, más comunitaria y menos competitiva, y culpabiliza a quienes se someten a un brutal ejercicio de bom-

bardeo de discurso, sin saberlo, sólo con encender la tele. Si nos proponemos convencer a la gente de que otro orden social es posible, el primer paso es no despreciar a quienes intentamos convencer. Quizá deberíamos pensar que si la ciudadanía española consume en masa telebasura no es tanto por su idiotez esencial, sino por la concentración oligopólica de la propiedad de los medios de comunicación en unos pocos empresarios interesados en que sean unos relatos, y no otros, los que se difundan masivamente. Somos aquéllas que queremos cambiar las cosas las responsables de disputar el orden simbólico con el que nuestro pueblo se imagina a sí mismo, ese conjunto de historias y relatos tradicionalmente difundidos a través del arte que nos permite darle sentido a lo que ocurre: ¿qué significa que dos personas sean amigas? ¿Qué entendemos por una relación de pareja sana? ¿Cuál es la actitud normal de unos empleados hacia su jefe? ¿En los barrios lo natural es que los vecinos interaccionen o que no se conozcan? ¿Ser listo equivale a cooperar con los demás o a competir para hundirles? Con las respuestas a esas preguntas que encontramos en los libros que leemos, en las películas que vemos o en la música que escuchamos todas nosotras (sí, las militantes iluminadas incluidas) vamos construyendo una manera particular de entender qué podemos esperar y qué no de la sociedad. Esas expectativas determinan

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nuestra capacidad para imaginar un mundo nuevo y ejecutar nuestra imaginación para transformar la realidad a través de la política. Por eso, señalar que la alternativa es posible ilustrándola nosotras mismas a través de la música, la danza, el dibujo, el teatro, la literatura, el cine y en general, todas las formas artísticas y audiovisuales existentes para disputarle la explicación de la realidad social al conservadurismo es una tarea imprescindible, la labor de nuestra generación. Ellos tienen más medios que nosotros, pero el boom de la creación artística a través de Internet por parte de creadores amateur demuestran que hay trincheras por ocupar todavía. Tenemos a una juventud con fuertes inquietudes artísticas, y con acceso a medios para difundir sus creaciones. Por tanto, existe margen para la actuación: basta con que logremos transmitir la idea de que transformar la realidad social y tomar las riendas de nuestro país es algo infinitamente más emocionante que quedarse en casa viendo Telecinco. Dicho así, no parece tan difícil.


32 Septiembre 2017

HAZTE OÍR: EL ESPACIO POLÍTICO QUE VIENE El colectivo Hazte Oír señala un enemigo común, el establishment progre, sobre el que intenta construir un espacio político legítimo

Por José Miguel Rojo y Alejandro Soler

U

no de los acontecimientos políticos más importantes y mediáticos de los últimos tiempos, la victoria de Donald Trump en las primarias republicanas y posteriormente en las elecciones presidenciales de EEUU, ha encontrado una de las claves de su éxito en mostrar al magnate como candidato de oposición al establishment, al sistema, en definitiva, al statu quo. El establishment, concretando más, el establishment “progre”, es el principal enemigo al que Donald Trump apela en su discurso. Para entender la efectividad de esta fórmula discursiva, uno de los elementos principales a estudiar es el concepto de exclusión, dialéctica presente en los discursos del candidato republicano, donde son frecuentes las alusiones a una masa de ciudadanos estadounidenses que son olvidados por la vida política y pública, heroificados en este olvido y, en resumen, no representados en sus demandas. La exclusión de las demandas como elemento de indignación política está íntimamente ligada a la demonización de lo políticamente correcto. Lo políticamente correcto es percibido por Trump y sus seguidores, hablando en sus términos, como una suerte de censura casi dictatorial implantada por los sectores progresis-

tas para salirse con la suya, apartando del poder y la política a todo aquel que tenga opiniones diferentes, para evitar que alguien pueda “decir las cosas como son”, sobre todo en temáticas contradicursivas característicamente conservadoras como feminismo, LGTBi o inmigración. ¿Por qué hablar de Trump en un artículo sobre la asociación ultracatólica española Hazte Oír? La importancia del ejemplo yankee para hablar de HO radica en la forma, explicada anteriormente, en la que se ha construido un sujeto y espacio político concreto: la apelación a sectores que no se sienten representados en ningún modo por lo que es percibido como un establishment progresista que ha impuesto la lógica compartida de lo políticamente correcto, una lógica que coarta y presenta como inaceptables sus demandas político-sociales. A pesar del relativo poco tiempo que Hazte Oír lleva siendo ampliamente conocido por el público general en España (desde la polémica del autobús tránsfobo) su modo de actuar parece apuntar en una similar dirección que el de Trump.

Si bien, lógicamente, al no ser Hazte Oír un candidato a unas elecciones presidenciales o un parti-

do político, no cuenta con propuestas económicas o un programa de gobierno completo, sí podemos analizar su discurso social, que es el campo preferencial en el que se mueve la plataforma. HO defiende un modelo de sociedad y de familia conservador, basado en valores religiosos (creó la asociación antiabortista “Derecho a Vivir”) y abiertamente opuesto a lo que diversos grupos de derecha y neoconservadores etiquetan como “ideología de género”, en un intento por desacreditar a los movimientos feminista y LGTB. Enmarcado en estos valores, la asociación denuncia el ejercicio de una censura silenciosa sobre las posiciones sociales y políticas que defiende y no duda en utilizar expresiones como “dictadura de género” para expresar esta idea en su discurso. Esta última expresión, en concreto, fue usada poco después de que los Mossos inmovilizaran en Cataluña el autobús de Hazte Oír con un mensaje tránsfobo, de forma que se constituyen en movimiento revolucionario (en tanto que opuesto a lo dado). La plataforma persigue presentarse como damnificados de un discurso social progresista constituido como elemento totalitario, que impide la expresión de unas preferencias políticas que consideran perfectamente legítimas en un clima de tolerancia democrática “absolu-


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ta”. Este es el principal esfuerzo estratégico de la plataforma: plantear una cuestión de legitimidad sobre sus reivindicaciones presentándose como sujetos censurados por el progresismo y la “dictadura gay”. La libertad de expresión es esgrimida por la plataforma para abrir un hueco en el espacio político, una falla de impugnación al sistema de valores no conversadores. Su utilización del marco democrático para, en última instancia, colaborar en su destrucción, está abriendo un debate en distintos sectores sobre la legitimidad o no de ejercer acciones como la de Hazte Oír con el autobús y dónde están los límites de las reivindicaciones políticas y la libertad de expresión. La continua reacción a los avances de los movimientos feminista y LGTB de Hazte Oír encuentra sus réplicas en diversas páginas web y blogs que utilizan un lenguaje similar (la retórica del antiestablishment progre, la nominación de “ideología de género...) y apuntan también a un neoconservadurismo social, páginas todas estas que en los últimos años han crecido en visitas y número. Así, por ejemplo, podemos ver como ante la polémica del autobús tránsfobo uno de estos blogs publicaba un artículo titulado “7 cosas que hemos aprendido (o que hemos confirmado) gracias al autobús de Hazte Oír“, favorable a

la acción de la asociación y que abunda en la retórica y características anteriormente descritas. En páginas y blogs similares encontramos también artículos de apoyo al gobierno de Trump. El auge de la ideología neoconservadora social es un nuevo hecho mundial. Sus características, estrategia y retórica ha venido siendo descrita a lo largo de este artículo al hablar del ejemplo de Hazte Oír, de Donald Trump, o de las páginas web que les han dado apoyo. Estas opciones neoconservadoras tratan de construir un nuevo espacio político legítimo, cuya formulación empezaría con la activación de una base social susceptible de apoyarlo, mediante la estrategia de apelación a los olvidados o a los no representadnos por la política, estando en esa situación precisamente por la primacía de un establishment progresista que los deja sin voz mediante la acción de filtro de lo “políticamente correcto” y la legitimidad de este espacio vendría dada por la retórica de exclusión, al señalar que hay un sector y unas ideas excluidas injustamente del juego político, que deberían formar parte de él dado que no plantean nada “inaceptable”. La actual situación política en Occidente apunta a la emergencia de estos

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movimientos en algunos países, si bien ya son varios aquellos donde de hecho ya existen estos movimientos. En el caso de España, Hazte Oír es el primer movimiento que coincide con claridad con estas características y, de momento, el principal actor aspirante a la constituir un verdadero espacio político efectivo. Debemos precisar algo importante de HO, y es su carácter principalmente social, pues aunque la plataforma también se pronuncie respecto a temas como la libertad económica, la regeneración política o los nacionalismos soberanistas, su principal eje lo constituyen asuntos de índole social, olvidando deliberadamente aquellos más económicos o puramente políticos. Esto no significa que la ideología neoconservadora se defina únicamente en términos sociales, pero sí indica que, al menos en España, es el modo principal en el que dicha ideología va a tener un desarrollo. Es preciso señalar, además, la diferencia entre el neoconservadurismo y movimientos postfascistas que se han desarrollado en la actualidad (el FN de Le Pen, por ejemplo). Si bien tienen varios rasgos comunes, no son el mismo tipo de movimiento, y se dan países con distintas características y particularidades. Dentro de estas diferencias, Trump, Hazte Oír o, en menor medida, Farage y el UKIP,


34 Septiembre 2017

“Si el fenómeno neoconservador se manifiesta en España principalmente mediante aspectos sociales, ha debido haber también una cierta centralización de los partidos políticos o del espectro ideológico en lo social. Los procesos centrípetos han descrito tal grado de fortaleza que han acabado por significar un pacto ideológico por el que la izquierda se convertía al liberalismo económico mientras que la derecha abandonada el fascismo social”

caerían del lado del neoconservadurismo, mientras Le Pen, Wilders o Alternativa por Alemania entrarían en la categoría del postfascismo. Así, por ejemplo, vemos como el presidente de Hazte Oír profesa una simpatía por Trump, pero rechaza a Le Pen, pues como él mismo dijo “Le Pen me asusta y Trump me calma”. Un aspecto clave respecto a estos movimientos es la relación entre los mismos y la centralización política de los partidos tradicionales. Hemos visto a lo largo del tiempo como, desde los 70, los partidos socialdemócratas se alejaban de la izquierda en lo económico con el deslizamiento a posturas socioliberales, resultado del triunfo de ciertos postulados económicos neoliberales, que forzaron a un cambio programático-ideológico de la socialdemocracia. Para ilustrar este suceso podemos mencionar una declaración de Margaret Thatcher, formulada al hacérsele la pregunta, tiempo después de abandonar su cargo, de qué es de lo que más orgullosa se siente de todo lo que hizo en el gobierno. A esta pregunta, Thatcher contestó que “Tony Blair y la Tercera Vía”. A lo que la política británica se refería es precisamente a esta mutación de la socialdemocracia, por la vía de la derechización, como su gran éxi-

to. Desde un punto de vista gramsciano podemos decir que en el terreno económico la hegemonía había sido capitalizada por el neoliberalismo desde los 70 y 80, forzando a los partidos socialdemócratas a esa transformación económica que los llevó más a la derecha, reduciendo su distancia económica con sus adversarios. Esta es una muestra de la centralización de los partidos tradicionales a la que nos referimos. La cara económica de la centralización la constituye esta transformación de la socialdemocracia por asimilación desde los postulados neoliberales. Tras este suceso, acompañado en esa época y la anterior del surgimiento de nuevos movimientos de izquierda con reivindicaciones no económicas y postulados como los de la Escuela de Frankfurt que buscaban una atenuación del economicismo en el marxismo, diversos analistas consideran que el único eje verdaderamente importante en el que se distinguieron los partidos tradicionales (de centro izquierda y centro derecha) es el social, en temas como feminismo, derechos LGTB, valores familiares y de autoridad y orden. Si el fenómeno neoconservador se manifiesta en España principalmente mediante aspectos sociales,

ha debido haber también una cierta centralización de los partidos políticos o del espectro ideológico en lo social. Los procesos centrípetos han descrito tal grado de fortaleza que han acabado por significar un pacto ideológico por el que la izquierda se convertía al liberalismo económico mientras que la derecha abandonada el fascismo social. Esta centralización en lo social viene dada por la moderación de posturas de los partidos de derecha tradicionales. Al “abandonar” la izquierda el eje económico, centró sus fuerzas en temas sociales (temas sociales no relacionados directamente con la economía) y logró ciertos triunfos y avances que la sociedad acabó por aceptar con cierta firmeza, creando un efecto de path dependency que motivó la moderación en el eje social de los partidos de derecha tradicional. Este efecto de path dependency y aceptación de consensos en lo social en los partidos tradicionales de derecha se puede ver ilustrado en las siguientes declaraciones de Clara Serra, responsable del área de Igualdad de Podemos, sobre el Partido Popular y Ciudadanos. “Ciudadanos”, argumenta Serra, “es un partido que en algunas cuestiones es más reaccionario que el PP en materia de igualdad de género”. Es ilustrativo de este punto


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el descontento de grupos antiabortistas con la gestión del tema que hizo el PP y su anulación de la reforma de la Ley del aborto, llegando a declarar en el 2014 Benigno Blanco, presidente del Foro Español de la Familia, que “los ciudadanos estamos cansados de que se nos toree, tras tantos meses de retrasos y promesas incumplidas por parte del PP”. La oleada necesaria de posturas fuera del centro político normativo que se da en Europa y EEUU en los últimos tiempos viene favorecida por el propio hecho del centrismo como enfermedad política moderna. A la hora de llegar una crisis económica, si no es resuelta por los partidos de centro derecha/centro izquierda, las soluciones se buscan fuera del centro, e igualmente, el propio hecho de la centralización antes descrito deja insatisfechos a tantos votantes cuyas demandas se ubican externamente que, a propósito de la articulación populista, no es difícil organizar una respuesta política nueva. En este último fenómeno se pueden enmarcar movimientos neoconservadores como HO, en este caso concreto como reacción a la moderación del PP en el eje social, respecto a lo que esperarían del principal partido de derecha los votantes más conserva-

dores del país. Como manifestación del fenómeno anteriormente descrito. Así, en el blog de Ignacio Arsuaga, podemos ver artículos con el nombre de “Cristina Cifuentes, inquisidora LGTB, al ataque del disidente” criticando la votación a favor por parte del PP de Madrid de la Ley de protección integral contra la discriminación por diversidad sexual y de género. Una vez expuestos los factores que contribuyen al auge de un movimiento como Hazte Oír, queda reflexionar cómo podría configurarse el espacio ideológico que la plataforma pueda representar en un país como España. El primer punto a tratar es que Hazte Oír no es un partido político, algo totalmente medido, ya que su estrategia consiste en la negación de la política para ganar el desencanto. La transformación de Hazte Oír en un partido no es algo que se pueda descartar a la ligera, no obstante, de no parece que apunte en esa dirección inmediatamente, ni que su impacto sea de la magnitud necesaria como para que la formación se atreva a dar el paso de transformarse en un partido, o que sus afiliados monten uno. Si descartamos (de momento, por lo menos) la posibilidad de que a partir de Hazte Oír se forme un partido, solo nos queda dirigir la mirada hacia los

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partidos ya presentes en la sociedad, y preguntarnos cuál de ellos podría recoger las demandas de Hazte Oír y capitalizar un movimiento antiestablishment neoconservador. Podemos descartar de entrada el Partido Popular, pues hazte Oír se ve como rival del mismo, como hemos expuesto anteriormente. El siguiente partido más importante en el espacio de la derecha española, Ciudadanos, recibe una mejor valoración por parte de Hazte Oír que el PP según la guía de voto de la asociación (http://www.hazteoir.org/ noticia/89241-descarga-tu-guia-voto-2015), pero sigue sin distanciarse mucho en nota de los populares. La mejor opción para Hazte Oír, tanto orientándonos por la guía de voto (se llevan la puntuación máxima en todos los temas) como simplemente analizando al partido, parece ser Vox. Empezando por la máxima calificación que le da Hazte Oír en su guía de voto y siguiendo por las declaraciones de miembros del partido sobre el autobús de la asociación en la misma línea que las de Hazte Oír y el ideario del partido, coincidente plenamente con el de la organización. También son muchos quienes hablan de una relación cordial entre los presidentes de ambas organizaciones, Arsuaga y Santiago Abascal, este último premio


36 Septiembre 2017

Hazte Oír en 2012. ¿Qué apoyos y bases sociales podría tener un espacio político como el que intenta abrir Hazte Oír? Si atendemos a los barómetros del CIS (tomando los datos de febrero de 2017), en concreto a la sección de autoubicación ideológica en la escala de 1 a 10, observamos que la mayoría del electorado español se encuentra entre el 1 (extrema izquierda) y el 5, quedando en el espacio de la derecha una menor cantidad de población. Si tomamos como suposición válida que se podría dar un trasvase significativo de voto descontento con la moderación en temas sociales del PP a una opción del ideario de Hazte Oír, podemos fijar que dicha opción jugaría en un espacio (siguiendo con la escala ideológica antes mencionada) entre el 7 (donde se ubican la mayor cantidad de votantes del PP) y el 10, quedando una proporción de en torno al 11,3% en dicho espacio (dejando de lado consideraciones sobre la existencia de encuestados que modera conscientemente su autoubicación, y que distorsionarían en la realidad los cálculos). Dentro de este cálculo, podemos suponer los apoyos que tendría una opción del estilo de HO según los sectores sociales. Una de las características que guían los principios de la asociación es su defensa del catolicismo. Así, encontra-

mos que defienden la enseñanza de religión en las aulas, o que esgrimen ciertos valores religiosos para oponerse al matrimonio homosexual o el aborto. De hecho, en otros países, el movimiento neoconservador no ha mostrado una faceta religiosa similar a la de Hazte Oír, siendo esta faceta probablemente una singularidad española como consecuencia de una historia que ha favorecido la mayor pervivencia de la religión y un menor laicismo a nivel de estado que en otros países del entorno. Respecto el tema religioso, continuando con los datos del barómetro, la proporción de creyentes que declaran ir a misa y oficios religiosos varias veces al año o más es de un 26,72%, entre los cuales se hallaría un sector que podría sentirse identificado con las posturas de la asociación o de una opción política de iguales postulados. En cuanto a otros criterios de clasificación de la población, el voto a la derecha (si tomamos como muestra los datos relativos al PP y asumimos que el espacio que se abriría lo haría a partir de una fuga de votos del mismo) tiende a aumentar conforme aumenta la edad del votante, conforme disminuyen sus estudios, y a hallarse en más proporción en zonas rurales y entre clases medias autónomas. Si consideramos posible también un trasvase de voto desde un

sector de Ciudadanos, cabría incluir como sector posible, pero secundario, de voto un electorado joven o de mediana edad, con más estudios, de perfil más urbano y de clase más alta. En cuanto a la cuestión de la edad, si bien podemos imaginar que recibiría una cantidad importante de voto de la tercera edad, el discurso antifeminista del estilo de Hazte Oír y los críticos de la “ideología de género” se está abriendo un hueco entre el sector joven, con lo cual tampoco sería de extrañar que una opción de este estilo contara con apoyo en este sector poblacional. Podríamos concluir también que el programa conservador y antifeminista restaría voto urbano y femenino y ayudaría a ganar voto rural, y sería difícil de igual modo que hubiera una cantidad significativa de voto de minorías como la inmigrante o el colectivo LGBT. En cuanto a ideologías concretas, en torno a un 14,1% de la población se considera conservadora. El balance general es que podría abrirse un espacio político significativo, aunque quedándose en un tamaño más bien moderado. En el anterior punto hemos especulado sobre un posible traspaso de votos del PP a una opción electoral del tipo de Hazte Oír, y de hecho, la apertura de un espacio político significativo de esas características implicaría abrir


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una brecha a la derecha del Partido Popular, necesariamente contando con voto fugado del mismo e insatisfecho con el partido. El posicionamiento en la escala del PP según la ciudadanía general hace difícil pensar en que se pueda abrir un espacio efectivo a la derecha, pero si partimos del posicionamiento que le otorgan al PP sus votantes, menos a la derecha, sí quedaría posibilidad de que parte de estos mismos votantes optaran por pasarse a una opción que consideren algo más a la derecha. No obstante, debemos tener en cuenta la cantidad de voto fiel con el que cuenta el PP, más aún habiéndose encontrado en un sistema bipartidista durante tantos años y habiendo capitalizado en solitario la derecha nacional. Asimismo, con Vox ya hubo un intento de abrir ese espacio a la derecha del PP, pero no tuvo éxito electoral. Situándonos en el caso de que tal opción electoral se diera en España y fuera significativamente fuerte, nos encontraríamos con un supuesto hipotetizado por muchos analistas. En España habría, al mismo tiempo, un partido antiestablishment en la izquierda y otro en la derecha. Este supuesto de convivencia de opciones antiestablishment que desbordan el espectro político por ambos lados es en ocasiones rechazada bajo la base

de que el voto antiestablishment es “el” voto antiestablishment. Es decir, el descontento con el sistema solo se podría manifestar de una forma y ser recogido por un único partido o movimiento. No obstante, esta consideración suele dejar fuera de los cálculos el hecho de que los movimientos antiestablishment de izquierda y derecha son distintos y reivindican diferentes cosas, además de dirigir sus denuncias contra facetas diferenciadas del sistema, aunque utilicen la misma falla amplia de comunicación. Un movimiento antiestablishment de izquierda puede denunciar la precariedad laboral, exigir aumentos salariales, exigir un sistema económico radicalmente nuevo, reclamar una legislación progresista en temas sociales y promover una nueva idea patriótica reconociendo la soberanía de los pueblos de España, mientras que los movimientos antiestablishment de tipo neoconservador dirigirán sus ataques contra objetos como la ya citada “ideología de género”, la inmigración y los separatismos. Es cierto que entre ambos tipos de movimientos pueden darse coincidencias, como un reclamo de regeneración política (simplemente de actores y no de contenidos), o una oposición al libre comercio o a ciertas facetas de la globalización, pero de ahí a que el voto

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antiestablishment de izquierda y derecha sean equiparables, hay mucha distancia. En el caso estadounidense, por ejemplo, eran varios los analistas que hablaban para las elecciones presidenciales de un posible trasvase de votantes de Sanders a Trump, pero a pesar de algunos rasgos similares, ambas opciones eran suficientemente distintas como para que los datos posteriores y las encuestas desmintieran que se hubiera dado un significativo trasvase de votos de este tipo. HO tiene por delante la posibilidad de utilizar el espacio abierto por el 15M y Podemos, cambiando totalmente sus pretensiones. Esta situación demuestra que los tiempos políticos revolucionarios, en su vertiente dialéctica, son tan amplios que generan gran incertidumbre sobre sus finalizaciones ideológicas. La polémica como arma política y la necesidad compartida de renovar para siempre las élites españolas, no nos deben desviar de los antiguos valores de lucha contra el fascismo conservador. Y, para frenarles, hay que romper el pacto centrista, de forma que la izquierda vuelva decididamente a la economía, obligando a la derecha a devolver el debate público a las condiciones materiales de existencia política.


38 Septiembre 2017

Nosotras, Andalucía Por Isabel Serrano Durán

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a historia del pueblo andaluz es la de un pueblo castigado por unos señoritos, que utilizando sus políticas caciquiles, sometían a unos jornaleros que trabajaban de sol a sol por llevarse un trozo de pan a la boca. A pesar de ser un pueblo luchador, siempre han denigrado y desprestigiando todo lo que brotaba de nuestras tierras. Este tratamiento al que hemos estado sometidos durante siglos se justifica entorno a unos tópicos y prejuicios que intentan aducir el atraso económico provocado por la difamación de todos aquellos que nos veían únicamente como un lugar de “risas y panderetas”, de siestas, pereza y analfabetos. Sin embargo, estos tópicos interesados, nada tienen que ver con la verdadera Andalucía, la Andalucía que conozco, la de mis padres y abuelos. La Andalucía que ruge y lucha por su futuro, la que no se deja pisotear. Para apreciar esto, tan solo hay que observar el desarrollo histórico-social, tanto de las ciudades y pueblos andaluces, para ver cual es el verdadero valor de esta tierra rica y expoliada. En la caricatura creada de lo que somos, con su imagen interesada y distorsionada de la realidad, nos encontramos con la idea que atormenta a cada andaluz donde quiera que vaya: la vagancia. Pensar en Andalucía es pensar en personas sin ganas de trabajar, sin motivación,

sin ganas de emprender o estudiar. La palabra siesta y andaluz, muchas veces van juntas. Pero, sin embargo, la historia de Andalucía está escrita con el sudor del trabajo de los jornaleros, sometidos a “señoritos” que paseaban a caballo por sus latifundios robando el fruto de nuestras manos. Miles de andaluces y andaluzas, cuándo nuestra tierra no les brindaba las oportunidades que necesitaban, tuvieron que hacer las maletas y marchar. Nuestro pueblo ha sufrido, tanto o más que el resto de España, el fenómeno de la emigración. ¿Qué sería de Cataluña sin el esfuerzo de tantos obreros que tuvieron que marchar para allá? En cambio tenemos que aguantar como Artur Mas realiza declaraciones desprestigiando al pueblo andaluz. Mas en sus declaraciones afirmaba que “allí hablan en castellano, efectivamente, pero a veces no se les entiende”. Con esto ponemos en relevancia el segundo tópico que persiste en el ideal andaluz: la incultura. El acento andaluz se asocia a la ignorancia, al “no saber hablar” que tanto nos echan en cara. Pero, realmente, nuestro “dialecto” es el más rico y evolucionado, pues, si tenemos en cuenta el desarrollo y el progreso del lenguaje, éste siempre tiende a la economía lingüística. Además, el andaluz cuenta con más vocales, con un vocabulario más rico debido al intercambio de culturas que a nivel histórico se ha dado en nuestras tierras y muchas veces, con me-


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“Esta fuerza, ilusión y lucha con la que gritaron nuestros padres y madres sigue vigente, sin olvidar esos días donde la bandera blanca y verde decoraba los balcones”

nos palabras, somos capaces de decir lo mismo. Muchas veces, las tasas de abandono escolar son utilizadas como ejemplo de incultura. Sin embargo, nadie pone el foco de atención en la precarización de la educación andaluza, en las clases masificadas, en la falta de presupuestos, los recortes de profesorado o las aulas con materiales obsoleto. Disociar el abandono escolar con la falta de recursos en la educación pública es esconder que son ellos quienes frenan el futuro de nosotros, los jóvenes; imposibilitando el crecimiento de una Andalucía donde haya hueco para la cultura, investigación, educación y el saber. Del mismo modo nos hablan de que no apreciamos la cultura. Esto tan solo puede afirmarlo aquel que ignora la pasión con la que nuestro pueblo ha sentido, y siente, el arte. ¿Qué sería de España sin los versos de Machado, Lorca o Alberti; sin el llanto de reivindicación que cada febrero se disfraza de carnaval; sin la voz de Morente, Camarón o el punteo de Paco de Lucía, sin la filosofía de Zambrano o los lienzos de Picasso o Velázquez, entre otros? Grandes personajes que llevaron a Andalucía por bandera, demostrando que la cultura y el arte se escriben con A de Andalucía. El tercer, pero no último tópico, que acecha a los andaluces es la sumisión. Cierto es que tiempo atrás tuvimos que agachar la cabeza y seguir trabajando cuando pasaban los señoritos por nuestro lado. Y cierto es, también, que seguimos tolerando las políticas de Susana Díaz. Esas que producen un estancamiento de nuestro futuro, a pesar de ser una tierra rica, formada por gente humilde y trabajadora; pero, a pesar de ello, no nos dejan labrarnos un mañana propio ni ser protagonistas de nuestro presente. Sin embargo, las calles de Andalucía, se pintan de blanco cuando la “marea blanca” sale a la calle exigiendo un mayor desarrollo de la sanidad andaluza, que no se cierren hospitales o que se mejoren las condiciones de los trabajadores en sanidad. Estas mismas calles se pintan de verde cuando toda la comunidad educativa sale a exigir más presupuestos en educación, la bajada de la ratio, que no se clausuren escuelas rurales o el aumento de las becas para que todas y todos los andaluces tengan acceso

a una educación pública, gratuita y de calidad. No solo tenemos que agarrarnos al presente más inmediato para ver ejemplos donde el pueblo andaluz luchó por sus intereses. Basta con tornar la mirada a lo que significó para Andalucía y el resto de pueblos de España un 4 de diciembre de 1977. Ese día luchamos en contra de unos estatutos de autonomía que nos relegaban a una comunidad de segunda sin tener en cuenta nuestro recorrido histórico en las luchas autonomistas, intentando robar nuestra identidad. Esa mañana de invierno del 77, cerca de dos millones de andaluces tomaron las calles de todo el país para exigir los derechos que nos negaban, derrumbando el mito de que el pueblo andaluz no tenía un sentimiento diferenciador, ni intención de tener unas instituciones políticas propias, ni espíritu, fuerza o ganas de luchar por su propio futuro. Ese domingo de diciembre Andalucía se reafirmaba como tal, luchando por sí y para sí; caminando sin miedo a perder, sabiendo que lo que se podía ganar era muchísimo más. Esta fuerza, ilusión y lucha con la que gritaron nuestros padres y madres sigue vigente, sin olvidar esos días donde la bandera blanca y verde decoraba los balcones. En conclusión, Andalucía es un pueblo construido por el sudor de sus trabajadores, los versos de sus artistas y las luchas de su gente. Nuestra tierra sigue construyéndose, fijando sus intereses. Nosotros y nosotras, las jóvenes, debemos seguir haciendo crecer nuestra tierra, convirtiéndola en el lugar que queramos. Construir, así, una Andalucía donde quedarse. Construir una Andalucía orgullosa de nuestro acento, de nuestras tradiciones y nuestro arte. Una Andalucía de nosotras y para nosotras. Cada vez que suena el himno andaluz, con orgullo lo cantamos, lo sentimos y vibramos. “¡Andaluces, levantaos!” y seguimos en pie, como en aquel 4D, exigiendo lo que es nuestro; reivindicando la verdadera Andalucía, la que merecemos, la real, la de la gente, la que día a día seguimos construyendo todos y todas desde abajo. Porque Andalucía somos nosotras, porque nosotras, somos Andalucía. La Andalucía que queremos, siendo lo que somos; sabiendo que somos, porque fuimos.

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40 Septiembre 2017

Creando un nuevo sujeto capitalista: Juventud y Des-empleo (Parte I) Por Francisco José Suárez Fernández y Samuel Daza Cáceres

“Sólo se puede salir de la crisis trabajando más y ganando menos.” Gerardo Díaz Ferrán, expresidente de la CEOE, condenado por vaciamiento patrimonial del grupo Marsans, alzamiento de bienes continuado, concurso fraudulento continuado, blanqueo de capitales e integración en organización criminal y por fraude a Hacienda en la compra de Aerolíneas Argentinas, entre otras causas aún pendientes

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ara entender el trabajo tal y como hoy en día lo entendemos debemos remontarnos a su evolución histórica. El término trabajo tiene su origen etimológico en la palabra “tripalium”, un instrumento de tortura de “tres palos” que se utilizaba para inmovilizar y castigar con látigos u otros instrumentos —incluido fuego—a los esclavos rebeldes que cesaban en las actividades para las que habían sido adquiridos. De esta palabra surge “tripaliāre”, forma verbalizada de “torturar”, “atormentar”, “penalizar”, asimilado por tanto al sufrimiento, la penalidad o la fatiga. De la fatiga o el sufrimiento asimilados a las actividades cotidianas se derivan otros términos, como la forma francesa deformada por el romance “travail” —trabajo— y su forma anglosajona “travel”, pues éstas actividades se desarrollaban en lugares con alojamientos en penosas condiciones y requerían de largos desplazamientos. Curiosamente en Italia el término utilizado para referirse a trabajar actualmente es “laborare”, cuyo origen se vincula al latín “laborare” que significa sufrir esfuerzo o el paso de penalidades para alcanzar una meta, mantenerse en pie o sin caerse ante situaciones

deslizantes o dificultosas pues ello se vincula al verbo latino “labi”, “deslizar”, “rebalar”, “caer”. Todo este proceso semántico se construye sobre tres bases fundamentales, tres momentos claves en los que surge la posibilidad de disputa en la creación del discurso y su posterior hegemonía: • Impugnación del nombre • Resignificación del nombre • Resemantización o invención de nuevos nombres Sin necesidad de remontarnos —aunque sin obviar algún apunte— a anteriores sociedades en las que el principio moral básico y general no era la productividad, pues las actividades que actualmente entendemos como trabajo tienen su origen entre el siglo XII y XIII. En este aspecto, en las sociedades griegas sólo se veía como trabajo digno las actividades agrícolas y aquellas desarrolladas por artesanos. Concretamente en la Grecia clásica el concepto sufrió algunos cambios y pasó a verse como indigno todo aquello que se realizase con el fin de satisfacer las necesidades más básicas a través del trabajo, pues esto restaba tiempo para las actividades que ocupaban el centro de dicha sociedad y que requerían enorme disposición


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temporal para la observación y el pensamiento, como la política y la filosofía. Incluso en la antigua Roma, quienes trabajaban —obviamente aquellos que no tenían otra opción— lo hacían durante menos tiempo que lo hacemos en la actualidad, 168 días al año, pues el trabajo se desarrollaba hasta satisfacer las necesidades más básicas y no para acumular una mayor riqueza. Podemos afirmar por tanto que en sus orígenes, el trabajo no era una actividad voluntaria, tampoco era satisfactoria ni digna, tampoco se realizaba para acumular riquezas y ocupaba mucho menos tiempo que actualmente para satisfacer las necesidades más básicas, por tanto, ¿cómo logra el trabajo— empleo en su concepción actual— su posición central en el desarrollo vital de nuestra sociedad?. La respuesta resulta sencilla a la par que realmente compleja en su desarrollo, si el trabajo se desarrolla para satisfacer necesidades, es necesario que se creen nuevas necesidades, que se vinculen las necesidades más básicas al trabajo individual, naturalizar el trabajo y que además se creen nuevos sujetos que no cuestionen dicha naturalización.

La sociedad empleocentrista y el fantasma del desempleo, evolución del Estado Social ¿Por qué hemos llegado a dignificar el trabajo como único medio de sustento de las personas y ocupa el centro de nuestras vidas? La sociedad entendida en términos actuales es una sociedad creada en torno al trabajo como elemento central y segunda naturaleza del individuo, como una esencia propia del ser humano. Para poder explicar el nacimiento del empleo debemos analizarlo como la politización del trabajo, es decir, algo que puede cambiarse a través de la intervención puesto que las políticas se convierten en productoras de sujetos y dispositivos de autogobierno de las personas como sujetos sociales. Por ello, nos centraremos en la intervención política para realizar una nueva categorización de la pobreza como responsabilidad colectiva a través de un nuevo sujeto, el sujeto desempleado. El desempleo surge como nueva categoría a finales del siglo XIX, pasando a ver el tiempo de no trabajo de problema moral consecuencia de unas situaciones personales individuales a problema social-polí-

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¿Por qué hemos llegado a dignificar el trabajo como único medio de sustento de las personas y ocupa el centro de nuestras vidas?


42 Septiembre 2017

“Durante este período, el desempleo se entendía como un problema individual del propio sujeto excluido, por tanto, único responsable de su situación”

tico consecuencia de la injusticia que, además, puede entenderse en términos generales o en términos de concepción estadística. Es importante señalar que a medida que se va construyendo e introduciendo la categoría de desempleado y se va diferenciando de las de pobreza y de inactividad, las políticas de empleo se reorientan hacia la exclusión de dicha categoría a sujetos que no “merecen” ser ayudados y que antes ni siquiera era cuestionable su inclusión en la misma. Esto marca notablemente nuestro modo de relacionarnos con el propio problema y, con ello, nuestras formas para afrontarlo. Se formulan diferentes visiones del desempleo al mismo tiempo que se desvinculan de la desempleabilidad para la aplicación de diferentes medidas políticas, sin que éstas puedan cuestionarse: Activación / Empleabilidad / Flexiseguridad Analizaremos a un modo muy resumido el vínculo entre empleo, exclusión y la evolución del Estado Social sobre una reconstrucción genealógica —según estudios de la profesora Amparo Serrano Pascual (UCM)— a través de

3 paradigmas: el paradigma asistencialista, el paradigma asegurador y el paradigma empleocentrista. •

Paradigma asistencialista (siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial) Durante este período, el desempleo se entendía como un problema individual del propio sujeto excluido, por tanto, único responsable de su situación. Se politiza la pobreza y según su responsabilidad sobre la misma se distinguía entre “buen pobre” —cuya pobreza se entendía involuntaria, un déficit físico— y “mal pobre” —cuya pobreza derivaba de su irresponsabilidad social sobre el empleo, un déficit moral—. Por tanto, las políticas de intervención también se distinguían de dos formas: la tradicional de la caridad y el socorro como un acto benéfico-caritativo basado en la misericordia con el buen pobre a quien su vulnerabilidad y dependencia le hacía merecedor de ayuda; y el trabajo forzado para la domesticación y disciplina de aquel sujeto problematizado y conocido como mal pobre o pobre “voluntario”(antesala del desemplea-

do), pero orientado a que aprenda a auto-disciplinarse. Se multiplican los trabajadores pobres que congestionan las grandes urbes y concentran en ellas una gran cantidad de miseria, lo que desvincula progresivamente la pobreza con un déficit moral y da lugar a sujetos superfluos (según señala Castel) y pobreza no integrada, empezando a pensar a los pobres involuntarios como des-empleados. Surgen los primeros pasos de un incipiente Estado Social con la Ley de Seguro de Enfermedad de Otto Von Bismarck (1883), vinculando la vulnerabilidad social con el desempleo y transformando las relaciones entre Estado, empleo y familia. •

Paradigma asegurador (desde la Segunda Guerra Mundial a década 70-80) Se complementa el modelo anterior, introduciendo una red de protección frente al desempleo. Con el modelo de Beveridge (1942), el Estado asume el papel del bienestar de la sociedad del trabajo centrado en el pleno empleo, es decir, siendo capaz de prever el desempleo masivo. Las prestaciones por


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desempleo pasan a verse como un derecho individual cuya responsabilidad corresponde al Estado y al conjunto de la sociedad, como parte del discurso redistributivo que reivindica la institucionalización de la interdependencia de aquellos que sufren las disfunciones del mercado. Estos Estados de Bienestar tenían su fundamento en el modelo productivo fordista, los derechos de ciudadanía y estas medidas de protección social (desempleo, invalidez, vejez…) se vinculan directamente a la condición de asalariado —varón, cabeza de familia, principal sustentador del hogar—, asentando así la figura de la mujer como “ama de casa” proveedora de los cuidados al mismo tiempo que se excluye de los derechos de ciudadanía por su condición de no asalariadas (Esping-Andersen, 1993). De este modo se naturaliza el empleo como norma social al mismo tiempo que se convierte en el instrumento de integración y el Estado se vuelve omnipresente en el orden social y económico al asumir una doble función ordenadora: ordenando el mercado de trabajo —ajusta oferta-demanda al prever el desem-

pleo— y ordenando a los sujetos, más dóciles y disciplinados —nace el “buen empleado” y el sujeto “empleable” en función de unas capacidades que se jerarquizan y la atribución de responsabilidades y merecimiento en función de ello—. Todas estas medidas se basan en términos numéricos —desempleo en términos de concepción estadística— y se orientan a reducir las tasas de desempleo obviando los problemas estructurales que lo generan. Cabe señalar que surgen entonces las primeras rentas mínimas o básicas en forma de transferencia monetaria sin límite temporal. ** En una segunda parte trataremos el paradigma empleocentrista como modelo actual hegemónico y el discurso de la “juventud” para la integración en éste como creación de nuevos sujetos autorregulados dada la importancia de los cambios intergeneracionales y su posición como elementos de disputa del discurso neoliberal imperante.

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para saber más

libros

Este análisis de sus prácticas de resistencia resulta central en aspectos todavía poco explorados en la lucha por un horizonte postcapitalista: la crítica práctica al salario en tanto forma de

Revolución en punto cero.

descompuesto en sus tradicionales funciones soberanas. El capitalismo exacerbado, producto de una modernidad-colonialidad nunca superada, se descarga ahora en las nuevas guerras contra las mujeres, destruyendo la sociedad al tiempo que sus cuerpos. Comprender este nuevo giro violento del patriarcado, que Segato considera acertadamente la primera estructura de dominación en la historia de la humanidad, implica desplazarlo «del borde al centro».

Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas

Silvia Federici.

Traficantes de Sueños (Madrid), 2013. Tres grupos son los protagonistas de este libro: las mujeres, las campesinas y las comuneras. Sobre las primeras recae un trabajo ingente que, por ser imprescindible para la acumulación capitalista, es devaluado y naturalizado como «propio de las mujeres». Las segundas sufren el robo y la contaminación de sus tierras por parte del neoliberalismo (a menudo en forma de guerras) con el objeto de eliminar la agricultura de subsistencia, fuente de autonomía social. El tercer grupo está formado por todos aquellos que generan formas de cooperación no mercantilizadas, relaciones sociales basadas en la solidaridad y la corresponsabilidad.

división social, así como el reconocimiento de todos los trabajos no asalariados que sirven de sustento para la vida en común.

La guerra contra las mujeres. Rita Laura Segato.

Traficantes de Sueños (Madrid), 2016. Las últimas décadas, periodo de neoliberalismo y de giro autoritario de las formas de gobierno, han venido igualmente marcadas por una creciente violencia contra las mujeres. Los asesinatos sistemáticos de Ciudad Juárez se han convertido en un ensayo a escala planetaria, desbordándose allí donde el Estado se ha

De acuerdo con la autora, sólo a partir de una revitalización de la comunidad y de una repolitización de lo doméstico será posible detener el femigenocidio hoy en marcha. Se juega en ello nada menos que el futuro de la humanidad.

Mujeres náufragas Los consultorios feme-

ninos en la España de los 60 y 70

Pura Sánchez.

Edicions Bellaterra (Barcelona), 2016. Un análisis de la vida de las mujeres comunes y corrientes, en la España desarrollista y «moderna» del tardofranquismo, a través de las cartas que enviaban a los consultorios de las revistas, llamadas «femeninas», y al Consultorio para la Mujer de Elena Francis. Estas cartas constituyen un relato, en la voz de las propias mujeres, de sus condiciones de vida, pero también de las contradicciones que percibían en el discurso hegemónico y de los efectos emocionales que ello les ocasionaba. Mujeres «modernas y perfectas», mujeres «nuevas», cuya imagen se pretendió convertir en una metáfora de la modernización del régimen franquista. Náufragas de la modernidad desarrollista, enviaban sus mensajes a los consultorios con la esperanza de encontrar comprensión y empatía. Sus cartas, un acto de rebeldía contra el silencio impuesto de mujeres sumisas, son también una indagación sobre la propia emotividad. Gracias a ellas se ha podido construir este relato histórico del tiempo presente.


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