Hestia: la llama interna. Número Cero

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ÍNDICE

B ienvenida

C ontra la nostalgia Marcela Gándara

l o que me prende Arely Valdés

l os infiernos Cotidianos Alba González

l a B rasa que a B raza Paola dela Torre

Paloma Lizardo

f rutas ám B ar imposi B les

a poCalipsis tlaC uaC he

K aren salazar

C uántas Cosas Ca B en en

l levo en mi nom B re el fuego Mariela de la Peña e ntrevista a l uisa fernanda

En la portada: ilustración de Paola Erre

Revista Hestia. Número Cero 2
Útera
M. Aragón i nmersión Yaneli Castillo s ully Diana Oliva
colectivo
el estómago
Gándara
de quemar Rebeca
Relato
s iento mariposas en
Sara
JessiCa vásquez t.
Yázkara Hernández
el fuego
g onzález u n Castillo rosa Nayeli Jáquez Nava 3 4 7 10 13 14 16 18 20 22 23 24 26 28 29 30 34

BIENVENIDA

En el mundo de las tinieblas lo único que nos acerca a la realidad son las palabras, las historias que se entonan frente a la hoguera y dispersan entre sahumerios. Desde Lilith, condenadas a las llamas del infierno, aquellas con el don incendiario trastocan el mundo pues no tienen ya nada que perder, vuelan cerca del Sol porque no temen ya a la caída.

Hestia es la llama que arde en la oscuridad, el fuego sagrado que protege a quienes la habitan. Esta revista pretende ser la hoguera en la que dejamos nuestras penas para que las consuma y a la que contamos nuestras luchas para que las inflame. Así, pues, que aparezcan las sacerdotisas para hacer guardia a la llama que no debe apagarse.

El fuego es una de las fuerzas más poderosas de la naturaleza, capaz de reducir años de esfuerzo e historia a cenizas en pocos minutos. Por ello se cree que, para acceder al paraíso, debes purificar tus pecados en el fuego del infierno. Sin embargo, las cenizas permiten el surgimiento de un nuevo comienzo, por eso el ave fénix muere envuelto en llamas y de las cenizas renace. De ahí la idea de encontrar en el fuego un punto de partida, de buscar en sus llamas la inspiración, el

motivo e incluso la excusa que se convierta en letras, palabras y, posteriormente, páginas. Que la literatura escrita por morras arda y que en su fuego nos reconozcamos todas.

Además de alimentarse de llamas, parte de los textos, meditaciones e impresiones que se recuperan surgen del vaho arrojado sobre las cenizas. Las vueltas alrededor de las ideas y la aparente falta de creatividad del inicio se transformó en el alimento adecuado para que algunas saliéramos a buscar inspiración en los rostros derretidos de nuestras antecesoras o en el ardor eterno de la colectividad.

Las ideas aquí expuestas son antorchas que buscan alumbrar nuevos caminos y acercar a las mentes que por aquí paseen sus ojos a repensar su realidad, su entorno y su interior. Que el humo que de aquí se eleve, comunique que, desde el arte, la participación de las mujeres ha sido y es esencial para que los cambios se maquinen dentro y fuera (¿de qué?). El fuego interior se vuelve grito y aquí hay suficiente espacio para arder.

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Carta editorial

Contra la nostalgia

Con frecuencia la memoria es fraudulenta, inventa recuerdos que no existieron salvo en el deseo, construye un pasado muchas veces idílico por imaginario. En esa fantasía que nos salva de la necedad de seguir vivas, creemos que los días de juventud irradiaban felicidad y encanto. Nada más alejado de la realidad, nada más mentiroso. Tengo la impresión de que ningún tiempo pasado fue mejor, por más que quiera rescatar del olvido los años de la infancia o la primera adolescencia. Y aunque estamos en medio de una crisis climática y en una fase cada vez más crítica del capitalismo, aun así, me atrevo a sostener que para mí –y para muchas- los tiempos pasados no fueron mejores. Esta impresión, vaga y recurrente, se sostiene en cada libro que leo. O tal vez leo lo que quiero encontrar y no soy más que una lectora oportunista, que interpreta a su gusto para confirmar las convicciones que tantos años han costado construir. Mariana Enriquez coincide conmigo –o yo coincido con ella-, como lo afirma el epígrafe que abre esta breve reflexión, lo mismo que Rosi Braidotti, quien como feminista posthumanista nos recuerda que desde el proyecto de la modernidad las mujeres ni siquiera fuimos consideradas

humanas: “hablando en mi calidad de mujer no puedo compartir fácilmente el anhelo nostálgico por un áureo pasado. Las mujeres no tienen un pasado o edad de oro: no tenemos manera alguna de salir excepto construyéndonos, esto es, hacia adelante” (Braidotti, 2004: 64-65). No me hice el propósito explícito de delimitar mis lecturas, pero desde hace algunos años, además de los materiales propios de mi trabajo como profesora, leo predominantemente autoras nacidas en las tres últimas décadas, sobre todo en la de 1970, lo sé porque llevo un diario de lecturas un poco obsesivo pero útil como registro. Yo, nacida en 1978, mexicana, habitante de un espacio periférico, quería saber qué escribían las mujeres que compartían conmigo cierta contemporaneidad. ¿Qué escribían las narradoras latinoamericanas? ¿Qué están escribiendo? Si bien existen diferencias contextuales, hay una serie de coincidencias históricas en los países de la región: las crisis económicas, las dictaduras militares, las formas locales en que se llevó a la práctica la Operación Cóndor, las políticas privatizadoras del proyecto neoliberal y sus terribles consecuencias. Me remito, por eso, a la obra de Betina González, Leila Guerriero, Gabriela Cabezón Cámara, Samanta Schweblin, Selva

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1973, Hubbard. Flickr
MARCELA GÁNDARA
Yo no siento nostalgia alguna por aquella década. La parte buena, los dos o tres años de alegría por la vuelta de la democracia, me los perdí porque era demasiado niña. Después se pudrió todo otra vez. […] Ustedes me dirán que los noventa no fueron mejores pero, como diría mi madre, ese es otro cantar. Lo que yo digo es: aunque me fuercen nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor. Mariana Enriquez, “Harta de nosotros”, El otro lado.

Almada, Dolores Reyes, Agustina Bazterrica o de la ya citada Mariana Enriquez. Y fuera del territorio argentino, a María Fernanda Ampuero, Solange Rodríguez Pape, Liliana Colanzi, Mónica Ojeda, y a las mexicanas Brenda Navarro o Fernanda Melchor. Pienso en ellas y en otras más, en sus relatos, y no me alcanza el tiempo para analizarlas o siquiera comentar sus textos.

¿Qué hicieron las narradoras con la experiencia colectiva que implica vivir en América Latina? ¿Cómo pasaron de la vivencia individual a la recreación estética? Me parece, y por supuesto no es más que una tentativa, que en gran medida la complejidad de muchas de las ficciones que se han venido publicando en el continente desde finales de la década de los noventa, tiene que ver con cierta conciencia de que las mujeres, para empezar, somos sujetas sociales. Hay un proceso de politización de la experiencia de ser mujer que se ha venido desarrollando en los últimos años, a la par de los recorridos del movimiento feminista, pero también desde el ejercicio mismo de la escritura, que se vincula con los años de formación de las escritoras. Veo la década de los noventa como un momento de crisis detonada por la ausencia de expectativas, por el desencanto de las militancias en la generación de los 60 (los padres y madres de estas escritoras, tanto simbólicos como biológicos), la falta de futuro, las devaluaciones vividas en buena parte del continente. Porque lo que se vive en este territorio del mundo no podría desvincularse de su correlato social. Los temores, los prejuicios, las supersticiones, las creencias, la pobreza, la desigualdad, la injusticia, todo ello nos acompaña en la realidad y en la ficción. En repetidas ocasiones, Mariana Enriquez menciona la pobreza como un miedo profundo en ciertos sectores de la sociedad argentina. Ese miedo, para mí, es compartido en otros países. El miedo y la culpa por ser pobres, porque no nos esforzamos lo suficiente, porque nos faltó inteligencia y constancia para “salir adelante”. La pobreza es vista como un contagio, de ahí el miedo y la parálisis a la que conduce. Ese miedo social está lo mismo en “El carrito”, cuento incluido en Los peligros de fumar en la cama (2017) como en Ese verano a oscuras (2019) de Mariana Enriquez: “me pidió perdón por estar desocupado y por ser pobre” (29). Desde la narradora en primera persona, una joven que vive la crisis y la violencia de su contexto, el fin del mundo se ve no sólo desde los discursos que provienen del universo adulto sintetizados en expresiones como hiperinflación, deuda externa o cortes en la energía eléctrica, sino desde los temores propios de su edad y de la sociedad argentina:

el miedo tanto a no tener televisión como a los feminicidas, a la misoginia, la homofobia, y el más recurrente en esos años, el miedo a ser pobre. Los mitos populares, la imaginación socialmente construida, son recreados en relatos que se salen de los parámetros de una literatura convencionalmente vista como de evasión.

Es necesario mencionar que ha habido una creciente manifestación de las literaturas del descontento realista, como las nombra Alejandra Amatto (2020: 207), que tienen un origen en la búsqueda por representar una postura ante la violencia que se vive en la región en otros registros ajenos al realismo dominante en Latinoamérica. Por cierto, el papel de la crítica y de la academia ha sido fundamental para el análisis y la difusión de las obras de estas escritoras. Escribir desde la irrealidad implica subvertir las convenciones que se han instaurado como irrefutables en la tradición. La literatura llamada de género no busca una justificación de su existencia, y quien persista en el prejuicio no hace más que perderse la lectura de obras que nos revelan ese borde de la realidad que se empeña en permanecer opaco. Esta emergencia, vista también como un fenómeno editorial, nos concede la oportunidad de construir interpretaciones donde el cuerpo de las mujeres se politiza; son un tema político, y no sólo privado, la menstruación, el paso por la adolescencia, la maternidad, la vejez, las pasiones, los fanatismos o las violencias que permanecían en secreto al interior del espacio doméstico. Las protagonistas del cuento “Elegidas” de María Fernanda Ampuero saben del rechazo a sus cuerpos desbordantes y deciden, en un aquelarre epifánico, que para ellas no había otra forrma de reivindicar el placer: “Vírgenes, increíblemente obscenas. Mórbidas, solas. Qué bueno hubiera sido desearnos entre nosotras: desear nuestras lengüitas amigas […] Había que haberse amado entre chicas, pero somos lo que somos y lo que somos es casi siempre brutal” (Sacrificios humanos, 2021: 62).

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Escribir desde la irrealidad implica subvertir las convenciones que se han instaurado como irrefutables en la tradición.

La menstruación en “Sangre coagulada” de Mónica Ojeda remite a una corporeidad que ha existido a pesar de haber sido negada. La práctica del aborto, además, es una constante llevada a cabo por las brujas de los pueblos, paradójicamente juzgada desde las convenciones “civilizadas”, influidas por la religiosidad occidental. En el cuento de Ojeda, las aborteras tienen una función muy específica en la comunidad, su existencia es motivada por su sentido ético, incluso cuando son rechazadas por las mismas mujeres: “Sé que las criaturas nacen y mueren y que algunas ni siquiera nacen, por eso no pueden morirse” (Las voladoras, 2020: 25). Tal vez por eso muchas de las personajes de esta narrativa son adolescentes, casi niñas, porque el descubrimiento que hacen del mundo es descarnado, nadie las prepara para la violencia de la adultez y no por ello pueden idealizar la infancia. Son adolescentes las protagonistas de “Los años intoxicados” de Enriquez, “Pájaros en la boca” de Samanta Schweblin, Las poseídas de Betina González, o Cometierra de Dolores Reyes. Cabe aclarar que el registro realista sigue aportando perspectivas críticas como en el caso de las crónicas de Ampuero, Melchor, los artículos periodísticos de Enriquez, en Chicas muertas de Selva Almada y en la no-ficción de Leila Guerriero.

No por el hecho de traer a la actualidad ciertos tópicos, las autoras olvidan el legado del que parten, al contrario, escriben desde la memoria y con la conciencia de que ha habido una tradición –y en algunos casos antitradición- anterior a ellas. Sus precursoras son retomadas con frecuencia como homenaje, porque muchas veces fueron olvidadas o vistas de soslayo, de ahí el proyecto que emprenden en talleres y charlas al tratar a autoras como Shirley Jackson, Sara Gallardo, Liliana Bodoc, Amparo Dávila o Guadalupe Dueñas, por mencionar algunos ejemplos. Tal es el tema de la maternidad, que si bien ha sido recreado por numerosas autoras, ahora se retoma constantemente desde una mirada cruda y compleja, sin el juicio contundente que pesa en la sociedad convencional. La maternidad elegida es el tema del tan estudiado cuento “Conservas” de Samanta Schweblin, y desde el realismo Brenda Navarro plantea en Casas vacías el dilema de las madres cuyos hijos han desaparecido y la exigencia social que se impone a los deseos de las propias mujeres: “Daniel era mi hijo, mi hijo. Es mi hijo… (Respira, resp…no, no, no quiero respirar). Daniel es mi hijo y quiero saber dónde está. No merezco respirar. Respiro. Mi condena es respirar” (2019: 23).

El continente está también habitado por fantasmas, por desaparecidos, huesos en las fosas clandestinas que heredamos de las dictaduras y, en el caso de México, de la llamada “guerra contra el narcotráfico”. Una política de exterminio se practica en el continente, la extracción minera, el despojo y la contaminación que deja la industria (como se puede leer en “Ustedes brillan en lo oscuro” de Liliana Colanzi). La realidad está aquí, latente, no da respiro ni hay forma de evadirla. Aun así, preferimos saber cómo es la tierra donde se plantan los pies que tendrán que seguir un recorrido. El desencanto no necesariamente conduce a la apatía, al contrario, en estas autoras, se milita la palabra desde otras fronteras, a veces desde lo descarnado o lo atroz, en ocasiones con atisbos de esperanza donde persiste la lucha (por la palabra, por los derechos de las mujeres, por la libertad o la justicia). Los tiempos pasados no fueron mejores. Hace poco más de veinte años, cuando comencé a estudiar literatura, en los programas universitarios, en las librerías y bibliotecas, las escritoras estaban ausentes, salvo las figuras de Rosario Castellanos, Elena Garro o Elena Poniatowska. Estamos frente a la emergencia de un número no menor de escritoras en los diferentes países de Latinoamérica, no podría haber un momento más fascinante para leer la literatura de la región, aun cuando el mundo que se describe en los relatos no concede lugar a ingenuos optimismos.

Referencias

Almada, Selva, Chicas muertas , Barcelona, 2019, Random House.

Amatto, Alejandra, “Transculturar el debate. Los desafíos de la crítica latinoamericana actual en dos escritoras: Mariana Enriquez y Liliana Colanzi”, Valenciana , número 26, julio-diciembre de 2020, pp. 207-230.

Ampuero, María Fernanda, Sacrificios humanos, Madrid, Páginas de Espuma, 2021.

Bazterrica, Agustina, Cadáver exquisito, Barcelona, Alfaguara, 2018.

Enriquez, Mariana, Ese verano a oscuras, Madrid, Páginas de Espuma, 2019.

Enriquez, Mariana, El otro lado. Retratos, fetichismos, confesiones , Barcelona, Anagrama, 2022.

Navarro, Brenda, Casas vacías , México, Sexto Piso, 2019. Ojeda, Mónica, Las voladoras, Madrid, Páginas de Espuma, 2020.

Braidotti, Rosi, Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade, trad. Gabriela Ventureira, excepto capítulo 8 a cargo de María Luisa Femenías, España, Gedisa, 2015. Reyes, Dolores, Cometierra , Madrid, Sigilo, 2020. Schweblin, Samanta, Pájaros en la boca y otros cuentos , México, Almadía, 2021.

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Lo que me prende: pseudobitácora del proceso de escritura

Recibí invitación para participar en el número cero de la convocatoria después de haber tenido un día de esos en los que un pequeño sinsabor se suma a otro y el total te estruja cuando vas a dormir. La invitación fue como un abrazo. Mi entusiasmo pronto fue ahogado por la indecisión. El texto que está debajo es un modo de honrar a la falta de decisión que es tan común en mis procesos.

Mi hábito de escritura padece dos fiebres. Comienzo a escribir con ligereza, fluidamente, sin saber hacia dónde voy, sin conocer qué quiero decir en realidad. Lo descubro durante la escritura o al releerme. O comienzo a escribir después de haber rumiado quizá durante semanas, incluso meses, una idea, sus referencias, sus posibilidades, la estructura más adecuada para plasmarla. Escribo entonces estudiando obsesivamente cada fraseo. Esta última es endémica. La primera me ocupa, tímida, en mis diarios, en mis experimentos.

Hace algunos años, durante un taller de cuento, alguien comentó que suele revelársele lo que desea decir mientras escribe, no antes. La mediadora en turno, reprochó extrañada que no, que para escribir tienes que conocer qué buscas comunicar, a dónde vas a llegar. Yo, fan de renegar de las reglas y las instrucciones que de cualquier modo no retengo con normalidad, después de escuchar aquello me aferré a escribir sin rumbo. Luego me enrolé en un posgrado y los lineamientos académicos me desviaron de mi rumbo sin rumbo. Pero no quité el dedo de la llaga: me interesa el acuerpamiento de la escritura y los procesos individuales y colectivos que la permiten como modos otros del acontecer literario.

Así que esto es eso: una indecisión fijada, una exploración superficial de los temas que barajé para desarrollar, un registro de los ensayos previos a la resolución: la huella del proceso, mi proceso, lo que me prende para escribir, la exhibición de instantáneas de la intimidad escritoril, porque aunque creo que es posible escribir por escribir, también creo que detrás existe siempre un móvil ignífero que nos impulsa.

En el apartado inicial se encuentran las primeras ideas que arribaron a mí para desarrollar en un texto. Son el vestigio de lo que pudo ser. En Zacatecas arde está el copy-paste de un documento de Word que inicié y con cuyo contenido finalmente no me sentí lo bastante comprometida. Una breve introducción antecede en el tercer y último apartado a imágenes intervenidas en Canva con algunos de los significados y usos que ofrece wiktionary.org para el vocablo “fuego”.

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ARELY VALDÉS
Escribir desde la experiencia es permitir que el texto sea atravesado por el mundo. Andrea Chapela en Grados de miopía

I. Si te mandé un fueguito es porque me tienes caliente

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Revista Hestia. Número Cero

II. Zacatecas arde

Voy con mi hermana en auto. Tenemos un acuerdo tácito. Ella conduce y yo pago, a donde sea que nos dirijamos. Hace algunos días vi un TikTok. Se trataba de un fragmento de cierto podcast cuyo tema era la relación entre hermanas. Es tu club de fans, pero sin los fans, dice la conductora. Hace algunos días también, ella volvió a tener clases en línea porque las presenciales se suspendieron en la universidad. Yo desconocía el motivo hasta que ese día por la mañana le pregunté por qué estaba en casa. ¡Por los narcobloqueos!, me respondió. Voy en el auto con ella y pienso en esto. Qué sentido tiene la escritura y la indigencia que puede provocar si te aferras a ella como medio de subsistencia cuando vives en una ciudad sitiada. Narrar el miedo y la impotencia no me atraen, ya los padezco en el cuerpo. Leí hace algunos años Suicidios ejemplares. Estaba deprimida. Fantaseé largamente con dinamitar la Catedral. Por entonces era presa de un miedo ridículo: sentía que si perdía de vista a mi hermana, aunque fuera por un instante, no la volvería a ver. Quise exprimir esto en un cuento. Mas entre La fosa de agua, El invencible verano de Liliana y la literatura de mujeres, ya acumulada, que tratan desapariciones, feminicidios, maternidades violentas, sangre, fuego y horror, rechazo volcar mi energía creativa sobre el re-trato de la realidad. No lo niego: a pesar de las carreteras que rodean a mi estado, cruzadas por fuego y pilas de cadáveres de cuerpos que aparentemente no importan, me aferro a la voz de mi hermana entonando su canción favorita en turno. Reconozco que la distancia del privilegio me respalda. Las palmas de las manos me bullen y siento miedo, de cualquier modo. ¿De dónde extraer fuerza suficiente para sujetarme a este cariño, a esta ternura, sin sentir culpa, cuando la ciudad arde? La risa de mi hermana llena el coche y el narcoestado un mal cuento con el que vamos a dormir todas las noches.

III. Fuego en gravedad cero

Me interesa el ejercicio de la escritura como parte de un proceso que aspira y no a la profesionalización y/o la publicación. También lo hace el lenguaje y lo que implica. Por ejemplo, el origen de los nombres y sus significados. La revisión de la etimología de “fuego” me condujo a emojitroacker.com, una página que registra en tiempo real los emojis usados en Twitter. Veo aumentar, titilante, el número que corresponde al emoji de flama. Cada parpadeo es una experiencia que no alcanzo a asir. Esa misma revisión me condujo a la física del fuego. La forma de las flamas que conocemos son producto de la gravedad terrestre. Se escapa de mi experiencia también la observación del fuego en gravedad cero. Así que extiendo mi brevísima investigación hasta algunas imágenes de mi contexto. Registro y extiendo lo que me prende a escribir.

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Los infiernos cotidianos

ALBA GONZÁLEZ

Desde las cenizas me levanto con mi cabello rojo y devoro hombres como el aire.

Sylvia Plath, Lady Lazarus

Cuando estaba en la escuela primaria escuché una conversación que marcaría mi estado mental y emocional desde entonces. Mi madre contaba sobre una compañera de trabajo que no había dormido la noche anterior, porque temía que el diablo fuera por ella. Para mí la revelación de que una persona adulta, funcional y respetable pudiera llegar a sentir esa clase de temor me mostró que no había una forma de librarse de él jamás. Conforme fui creciendo entendí que el miedo, como muchas cosas más, es una creación mental, y aunque sus efectos se presentan físicamente, la única forma de domarlo es domando la mente.

Muchos años han pasado desde entonces y aún tengo problemas para conciliar el sueño y manejar la ansiedad, si tengo un plazo que cumplir o algo que me inquieta en exceso, esto empeora y se hace presente durante mis sueños. Recientemente tuve uno en el que estoy dentro de la casa de mi abuela y mi madre está conmigo, entonces me dice: come algo. Frente a mí aparece un pan relleno de verduras y jamón, empiezo a comerlo y veo que a la mitad de la pieza hay un pedazo de carne crudo. Saco el filete que aún escurre sangre y hago por buscar un sartén para cocerlo, lo pongo en el utensilio, pero no enciendo el fuego, me quedo mirando la sangre del filete y entiendo que puedo comerlo así. Abro los ojos en plena oscuridad, completamente agitada y me sumerjo en mi infierno.

Trato de ser racional y pienso en el simbolismo del sueño; para la tradición cristiana medieval, la carne representa la potencia diabólica que habita en el cuerpo del hombre, es el diablo en el cuerpo (¿Quiero comerme al diablo? Ay no, ojalá mi abuela no se entere de esto). En oposición al espíritu, la humanidad es carne (¿Mi mundo físico es mayor al espiritual? Ja. Seguro). Por su parte, la sangre simboliza todos los valores solidarios del fuego, del calor y de la vida. Es vehículo de las pasiones, o del alma (¿Quiero devorar a la humanidad y de paso sus almas?

Vaya, seguro es la película que vi la semana pasada). Pese a los miles de comentarios hilarantes en torno al sueño, la realidad es que al momento de cerrar los ojos esa pequeña inquietud que por las mañanas resulta absurda, por las noches se vuelve en martirio.

Existe una pintura anónima de alrededor del siglo XVI, en la que Santa Catalina de Siena (1347-1380) aparece rodeada por cinco demonios que la asedian, mientras estos seres le estrujan el hábito y los brazos, ella parece resignada al tormento, su expresión es impasible y, si bien se ve agotada, incluso pareciera que sonríe. Sin intenciones de desacreditar la imagen beatífica, pienso en la vida de la chica y entiendo que no haga frente al sitio.

Durante su vida Catalina padece anorexia nerviosa, presencia múltiples muertes de sus hermanos, siendo afectada especialmente por la de su hermana menor favorita, quien muere al dar a luz, lo que la impulsa a renunciar a la vida familiar, vive una epidemia de peste bubónica y sufre estigmas invisibles. Con tantas tragedias a su alrededor, no es de extrañar que sus hagiógrafos sostengan que recibió visiones del infierno, pero esta no es una cualidad exclusiva de las santas. En realidad, todas las personas contamos con la capacidad de vislumbrar nuestros suplicios, de crear, reales o imaginados, nuestros infiernos privados, y lo hacemos todo el tiempo.

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Estas imágenes mentales que nos atormentan, o momentos difíciles de transitar en la vida constituyen manifestaciones de los infiernos cotidianos; la ansiedad les otorga fuerza y a menudo nublan la realidad, pero es importante analizarles, ya que, dentro de nuestros temores, en la peor de nuestras pesadillas, se guarda un pedazo de nosotros, el reflejo, consciente o no, de eso que somos y que rechazamos, esos escenarios que supuestamente representan lo peor ¿de sí misma?

En De imagine mundi , Honorio de Autum plasma una idea de lo que se concebía como verdad acerca del mundo en el siglo XII en Europa; el mundo, ese en el que todavía vivimos, se conformaba de cuatro elementos; la tierra, el agua, el aire y el fuego, la materia que todo lo constituye, cuyas propiedades son que es cálido y seco.

Para la tradición occidental el fuego se presenta como símbolo de las pasiones, particularmente del amor y de la cólera, al ser divino, tiene característica ambivalente de purificador y castigador. Posee también una significación sexual, ya que puede ser obtenido por frotamiento. Mircea Eliade afirma que, según creencias arcaicas, el fuego se engendra mágicamente en los genitales de las brujas y, según Paul Diel, el fuego terreno simboliza también el intelecto, es decir, la conciencia, por tanto, aquel que domina el fuego (o el conocimiento) se percibe como diabólico, curiosamente, el empleo del fuego fue utilizado como castigo divino contra lo herético, ejemplos como la muerte de Juana de Arco, de Giordano Bruno o la quema de brujas lo atestiguan. Derivado de esta práctica aniquiladora, el fuego adquiere mala fama y su concentración pasa a representar el peor de los sufrimientos, el infierno. Autum describe la idea que se tenía del infierno en su época y que perduraría como verdad durante siglos, era un espacio ubicado en medio de la tierra al que: “Se le concebía como un estrecho gollete que se ensanchaba en su base. Lugar de fuego y azufre, lago de muerte, o tierra de muerte, escondía en su fondo el Erebo, lleno de dragones y gusanos de fuego; el Aqueronte, la Estigia, el Flegetonte y otros lugares abrasados donde habitaban los espíritus impuros” (pág. 315).

La tercera temporada de American Horror Story1 se centra en un aquelarre de brujas, una de las siete pruebas para ser la jefa de éste consiste en ir al infierno y regresar, bajar es simple, pero, de permanecer más de veinticuatro horas ahí, la bruja muere. Al ilustrar el infierno, se infiere que este no es un lugar en el que se concentran los malos espíritus como también lo concebiría Dante en el siglo XV, sino que se presenta como

el peor momento en la vida del visitante, una y otra vez, una mezcla del castigo de Sísifo y sistema burocrático.

La realidad es más parecida a esta representación, más que un espacio físico, el infierno se recrea como un estado mental de quien lo reproduce, lo que, en consecuencia, genera muchos tipos de infierno, además de que una sola persona puede proyectar decenas de escenarios infernales, de ahí nacen los pequeños tormentos diarios, los infiernos cotidianos, estos que aparecen día sí y día también, mismos que, por temporadas, nos acompañan a cada momento y es entonces cuando aprendemos a vivir en ellos; estar en contacto con la idea infernal que cada persona concibe, puede ayudar a entender su origen, de dónde nacen y qué hacer con ellos.

Dentro del tarot, la fuerza es el arcano once, este representa con la imagen de una mujer abriendo el hocico de un león con ambas manos. La fuerza se muestra como impulso de vida. En su parte menos amable, la fuerza significa el verse atrapado en el aspecto instintivo de uno mismo, es decir, dejarse dominar por la fiera/el miedo/el infierno interior. Esta carta representa también una lucha contra el dominio del propio ser, que, de lograr vencer, puede traducirse en múltiples actos que constituyen una pequeña o gran victoria; levantarse de la cama, comer algo, ir a trabajar, sentarte a escribir, terminar esa relación, pedir perdón, dejar ir la culpa.

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.dentro de nuestros temores, en la peor de nuestras pesadillas, se guarda un pedazo de nosotros, el reflejo, consciente o no, de eso que somos y que rechazamos, esos escenarios que supuestamente representan lo peor ¿de sí misma?

Cada día se trata de sobrevivir a la idea de sí mismo y del mundo, soportar los contratiempos, el tráfico, el ruido, el calentamiento global y la propaganda antiderechos; como si no fuera suficiente tener que luchar contra los propios pensamientos, el propio fuego y los propios demonios. Por si fuera poco, la memoria se encarga de recordarlos cada que puede, sean situaciones o personas, arrepentimientos, miedos y pérdidas, la materialización de los fantasmas se efectúa puntualmente. Pero, como dije antes, lo más sorprendente de esto es salir a caminar cada día con estos a cuestas, sentarte a la mesa con ellos y ponerte a dialogar, abrirle las fauces al león y sacar esa parte tuya que está bajo su dominio. Bajar todos los días hasta ahí y, como Lady Lazarus, también a diario renacer de las cenizas.

Una noche más busco resignificar el perturbador sueño del principio y por suerte lo logro; no hay que temer de quien se es, dentro de la existencia, alma y cuerpo,

mente y pasión, no deben separarse o contraponerse, sino complementarse, son parte de un todo, la propia naturaleza humana; se es el dragón y el caballero, se es la fuerza y el león, se es Catalina de Siena y los demonios, la carne, la sangre, el fuego y hasta el sartén. Si el conocimiento es representado por el fuego, y este habita en el infierno, habrá que volverse un tanto diabólica y tratar de ver en las llamas que nos invaden otra extensión del propio ser.

Notas:

1Serie norteamericana que se centra en los horrores humanos, ganadora del Emmy.

Bibliografía

Chevallier, Jean y Alain Gheerbrant. Diccionario de los símbolos. Barcelona: Herder, 2018.

Gilson, Étienne. La filosofía en la Edad Media. Desde los orígenes patrísticos hasta el fin del siglo XIV. Madrid: Gredos, 1976.

Revista
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PAOLA DE LA TORRE

La brasa que abraza

Cuando llega la noche y las palabras adquieren un tono ligeramente siniestro, se corre el peligro de que el pensamiento inoportuno asome sus fauces para enlistar cada uno de los errores cometidos, las cosas no dichas, los pendientes y las frustraciones. Luego viene el dolor, se acomoda en una esquina y echa raíces. De a poco, se torna en un fuego que abrasa todo a su alrededor; insaciable, convierte hasta el más inocente acto en materia combustible. En este constante andar entre cenizas no hay brillo, la luz que se emana del fuego interno también ciega.

El autosabotaje puede verse de muchas maneras, pero el fuego parece condensar su esencia. Desde la música, diversas cantautoras han compartido su experiencia: las llamas se vuelven una constante para enmarcar un estado de constante tristeza, dolor, enojo, ansiedad y pérdida. Mitski, cantante y compositora estadounidense con ascendencia japonesa, se ha destacado de la escena indie y alternativa por su particular manera de señalar aquello que lastima y exponer la fragilidad de las relaciones humanas (y el ser humano en general).

En su cuarto álbum de estudio, Puberty 2, la cantautora nos brinda 31 minutos de un acercamiento a los sinsabores de la vida a través del dolor que acompaña el día a día, la incertidumbre, la enajenación, la otredad, la ansiedad, la furia y los miedos. En resumen, un paseo por la crisis de los veintes. Jill Mapes apunta: “En última instancia, Puberty 2 es para cualquiera que conozca la lucha de poder entre lo que sentimos y lo que queremos sentir. Mitski lo toca como si estuviera perdiendo este juego durante gran parte del álbum, pero sabe que es mejor que dejarnos abajo”. Mitski nos recuerda que el infierno se puede desatar, alimentarse y sofocarse sólo desde el interior. En el transcurso del álbum, entre altas y bajas, contrastes y, sobre todo, una clara exposición del dolor, la artista parece mirar hacia atrás para verse a sí misma. “A burning Hill”, canción con la que cierra, proyecta una imagen en la que también me he visto a mí misma y que ha sido pretexto para este escrito.

La canción parece una especie de rendición en la que se expresa el cansancio de un círculo vicioso que agota y que destruye. En sus primeras líneas apunta:

Today I will wear my white button-dow

I’m tired of wanting more

I think Im finally worn

For you have a way of promising things1

En esta breve introducción, la cantautora proclama una tregua ante el hastío, la esperanza y el deseo. En una atmósfera de calma, continúa: And I am been a forest fire

I am a forest fire

And I am the fire and I am the forest And I am a witness watching it2

La voz poética se ve a sí misma como un incendio forestal en conjunto y en cada uno de sus componentes, siendo víctima y victimario a la vez. Al consumirse, se ve a sí misma como fenómeno en el que no puede intervenir y sólo se observa. En la pasividad se encuentra el principal componente del autosabotaje, en la indiferencia ante el desastre, en la derrota autoproclamada.

“A burning hill” es, a la vez, una huida y un nuevo comienzo, en el que se aferra a las cosas más insignificantes para construirse otra vez y llenar el vacío:

So today I will wear my white button-down

I can at least be neat

Walk out and be seen as clean

And I’ll go to work and I’ll go to sleep

And I’ll love the littler things

I’ll love some littler things3

De esta manera, en menos de dos minutos, Mitski llega, nos lanza una cuchilla directo a la yugular y se aleja lentamente. Pero es también un abrazo cálido; en el combate tortuoso con los propios demonios, la canción acompaña y comprende, aspectos esenciales para iniciar el proceso, dar el primer paso y dejar atrás el incendio forestal (o por lo menos echarle un poquito de tierra).

Notas:

1Hoy usaré mi camisa blanca/estoy cansada de querer más/ creo que finalmente estoy acabada/ porque tienes una manera de prometer cosas.

2Y he sido un incendio forestal /Y soy el fuego y soy el bosque/y soy un testigo observándolo.

3Así que hoy llevaré mi camisa blanca/al menos puedo ser pulcra/ salir fuera y ser vista como alguien limpia/e iré a trabajar e iré a dormir/ y amaré las cosas más insignificantes/amaré algunas de las cosas más pequeñas.

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Revista Hestia. Número Cero

PALOMA LIZARDO

ÚTERA

Revista Hestia.
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Número
Revista Hestia. Número Cero 15

Frutas ámbar imposibles de quemar

La epidemia de las quemadas se expandió hasta mi país. No obstante, el método cambió. Allá en el sur usaban ramas, keroseno, fuego… acá en el norte usaron ácido, primero ellos, luego nosotras. Recuerdo cuando vimos aquel video en internet. La solemnidad con la que la chica se sumergía en las llamas, cómo salía triunfante de la hoguera: pasiva, completa y feliz. Sentimos envidia, pues supimos que no había lugar donde nosotras pudiésemos hacer algo similar. Pero anhelábamos ese poder que ella y las demás mostraban.

Aquí nunca supimos quién fue la primera quemada, para cuando nos enteramos ya había muchas, y ninguna se exhibía como la que lo hizo allá. No, aquí todas se avergonzaban de sobrevivir, tanto que terminaban con su desgracia. No recuerdo la vida sin noticias de las quemadas con ácido: el hombre celoso, extasiado, sádico, violento, solitario, los adjetivos que los describían y justificaban; y ellas, víctimas sin voz, ni labios, ojos, rostro, cabello, en ocasiones sin manos. El ácido derrite más rápido que el fuego.

“¿Dónde se compra ácido?”, preguntó una

REBECA M. ARAGÓN
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Revista Hestia. Número Cero

amiga al ver el video y entender que debíamos ser todas como ellas. Descubrimos que era por demás sencillo conseguirlo. La ventaja del ácido es que no ocupa mucho espacio ni crea tanto escándalo como las hogueras. Comprendimos que el mal no estaba en la piel agrietada y parchada, sino en ocultarla.

Ya con los galones en mi casa comenzamos a dudar. ¿Y si era otra trampa para adueñarse de nuestros cuerpos? ¿Qué tal que todo era un simple montaje para que siguiéramos siendo unas locas histéricas? El sur estaba muy lejos y el internet era tan manipulable... Pero la buena nueva llegó: la trata en el sur había terminado. Entonces no sólo era verdad, también era la respuesta. Nos preparábamos con túnicas, vendas, curaciones y rezos a diosas que no existían. Nos tomábamos de la mano en círculo y entre todas sosteníamos el galón en el rostro que dejaría de ser. Una por semana, primero, luego cada quince días, pues las sospechas y represalias comenzaron a levantarse.

Al igual que en el sur, los hospitales dejaron de tomar pacientas con quemaduras por ácido, lo cual ellos usaron a su favor, pues incrementaron sus amenazas contra las que consideraban su propiedad. Aun así, resistimos y creamos zonas de curación. Después nos dejaron de vender ácido a nosotras, sólo ellos podían comprarlo y de inmediato tomaron esa ventaja. Féretros y féretros comenzaron a apilarse en las calles. Las muertas quemadas dejaron de ser noticia por ser tantas.

Para detener los funerales doblamos acciones, si te veían quemada ya no había manera de saber si eras una afortunada superviviente o una de nosotras “las voluntarias”. Con cada rostro que recibía nuestra agua asesina, nacía una nueva mujer. Y fue entonces cuando todo lo que habíamos logrado lo usaron en nuestra contra, pues ya sólo quedábamos las inmoladas. Seres impuras, no merecedoras de misericordia alguna. Sí, la trata se fue, pero porque ya no había que pagar por nada, pues para ellos dejamos de ser mujeres, ni siquiera éramos animales. Así que, deformes y paganas, nos expulsaron de sus ciudades no sin antes inflarnos los vientres a la fuerza y esperar hambrientos a nuestras crías limpias y perfectas.

Pero las diosas, que no existían, se manifestaron y encararon a su dios quien les había dicho todo lo que debían hacer para purificarnos a su modo. Los partos comenzaron y, temerosas a la tortura, al derrumbamiento de lo que habíamos fundado, las asesinamos al principio, cuando no teníamos nuestro fuego. Pero ellos

insistían, guiados por historias de bellezas tersas y brillantes. Nos buscaban, asaltaban, golpeaban y volvían a quemar. Así se fueron las estaciones hasta que, por fin, empezaron a nacer como manzanas pintas, arrugadas con tonos moreno y ámbar. Hijas de todas las violencias su piel era firme, suave y resistente al calor.

Estábamos cerca del fin, pero ellos eran más viejos, con más historias, mitos y antepasados. Por ello, cuando descubrieron a nuestras jóvenes frutas, entendimos cómo habíamos sobrevivido con nuestras pieles lisas a lo largo de los siglos, a pesar de tantas cacerías, epidemias y maleficios… Ellos las vieron, las robaron y las gozaron. Tal como lo habían hecho con nosotras, las voluntarias, décadas atrás.

En el sur, supimos no ocurrió así, las hogueras habían generado en las propias quemadas resistencia. Su diosa las abrazó desde mucho antes y las protegió de las violencias que acá, en el norte tuvimos que sopesar. Pues aquí estaba la frontera de más arriba, de donde llegaban las ideas más atroces contra nosotras.

Acá fue hasta la última generación de voluntarias, ya con los cabellos blancos y las pieles repletas de trasplantes comprimidos, que la esperanza volvió. No sin antes arrepentirnos de que la belleza de esos nuevos seres que habíamos forjado, como de barro fundido con acero, sería su nueva perdición.

Esa nueva hermosura los embriagó, nacidos y criados en la violencia, ellos ya no sabían poseer cuerpos sin destruirlos. Así que fue sólo cuestión de tiempo para que intentaran quemarlas más, pero no sabían que su color ámbar era la herencia de todas nuestras pieles juntas. En cuanto les derramaban ácido en sus dulces rostros asimétricos, ellos eran los purificados.

Primero de manera involuntaria y con respuestas más atroces, mutilaciones y despojos, pero nuestras frutas resistieron. Ellos sintieron la impotencia de ser inferiores, intentaron secuestrar pequeños ámbares, pero no sólo su piel era dura, también su amor hacia los y las suyas. Así, uno a uno fue cediendo, aceptando y ofreciendo su rostro liso a nuestra agua incendiaria para vivir como y con nosotras.

Hoy quedamos pocas voluntarias para contarles la historia de su creación a esos tiernos rostros que un dios arcaico y malvado llamó deformes e impuros. Pero ya todos saben que el inicio y el fin se encuentra en ellas y ellos, el fruto más hermoso e indestructible que jamás imaginamos crear.

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CASTILLO

YANELI

Inmersión

Mis recuerdos son vívidos, y lo sueño repetidamente, como si pagara una condena con cada pesadilla. La angustia nunca me deja tranquila, y a la par tengo una creciente repulsión que se extiende a la totalidad de lo que me rodea.

Tenía trece años el día que salí de entre los matorrales, aún desorientada, con la consciencia de lo que había pasado, pero sin idea de a dónde dirigirme. Mi cuerpo, y toda la materia que me compone, fue ultrajado de la peor manera, y claro que me opuse rotundamente a todas sus peticiones. Durante meses planté toda la resistencia posible, y usé la totalidad de mi fuerza para irme de ahí, pero no lo logré. Podía intuirse, yo era, frente suyo, solamente un amasijo de huesos, y su vigor e impulsos fueron impetuosos, además de doblarme en peso, estaba decidido a culminar sus planes conmigo en ese momento. Los hombres están educados para hacer lo que les venga en gana, y nosotras para obedecerles. Mientras, somos las culpables de sus acciones, de “despertar sus más bajos deseos”, y hasta ahora yo había hecho lo contrario; yo representaba la irreverencia y la altivez. Me parece que esa fue la razón por la que me convertí en su objetivo. Durante meses intentó -sin ningún resultado más que el desprecio- conquistar mi corazón, pero nunca podría interesarme en ese “amor” que prometía, lo que yo anhelaba era libertad, y ese sucio cabecilla sólo ofrecía una preciosa prisión, que más allá de una casa, se extendía a la esclavitud en que quería me hundiera. Él no era libre y yo, sospechaba, me convertiría en la segunda concubina, la que se mantiene en secreto, mientras es obligada a dejar todo para no levantar sospechas.

Nunca quise ser la mujer de alguien, y ese despreciable ser pretendía encontrar en mí un hogar, pero al negarme repetidas veces dejo de ser el caballero que aparentaba, comenzó a asecharme, día y noche. Me volví su única ocupación, y por romántico que pareciera, el escenario grato se tornó siniestro, y ahí comenzó mi condena. Pasé de tener mayor independencia de la que tenían mis hermanas a rogar a los hombres de la casa compañía. Lavar o bañarme en el río se

volvió imposible; sin embargo, debía mantener para mí sola la identidad del patán que mantenía hostigada, pues no quería ‘romper’ con ninguna de las casas.

Sigo sin entender cómo aquel individuo miraba tan lascivamente a la niña que cuidó durante parte importante de su infancia, que albergó durante tantos días en su hogar, por qué no asimilaba que su querida Olivia ya no estuviera en casa y tuviera las obligaciones destinadas para las mujeres.

En un instante y, aun siendo una niña, pasé a la cifra importante de personas obligadas a guardar secretos de familia, pues, aunque fui abusada, mis padres y hermanos no debían saber quién era el miserable que dañó mi porvenir. Para mi mala suerte las pesadillas no fueron la única secuela, pues contra mí voluntad comencé Revista Hestia. Número Cero 18

a gestar un hijo de aquel canalla; probé todos los tés que alguna vez escuché servían para remediar la situación, pero el destino se puso en mi contra y ninguno funcionó.

Naufragué una profunda tristeza, no había fecha en que no clamara al cielo buscando una respuesta, la razón de ser la elegida para padecer esta calamidad; mas, mi madre se ocupó a diario de mis necesidades. Nunca fui ni seré tan frágil como en ese punto. Pese a no saber quién fue responsable de mi miseria, todos se empeñaban en que debí provocar el ataque, en que alguna de mis acciones causó ese fin, aunque el único culpable era él y su inmoralidad. Mi hija, sí, una niña, nació y, contra todo pronóstico, la adoré al instante, no quería despegarme un segundo de ella, que algo malo le pasara, cuidé cada segundo de su desarrollo.

Oculté por siempre la identidad del padre de la niña y, mientras recibía miradas de compasión y completa lástima, era blanco de ataques, me sorprendía lo atroces que llegaban a ser las acciones de las personas contra mí y la pequeña.

A diario atravesé una batalla constante, mi cuerpo se convirtió en una prisión de la que no pude escapar jamás, habitar en él era un constante recordatorio de lo que había pasado, cada milímetro de mi piel tenía la memoria del toque de sus sucias manos sobre mí. No dejo de pensar en lo complicada que se torna la vida a partir de un hecho aislado.

Luego de un tiempo aprendí a vivir con lo sucedido, aunque sin olvidar por completo el episodio que cambió mi vida. Retomé de a poco la capacidad de relacionarme con el entorno y los demás; ellos dejaron de a poco la crueldad con la que era tratada. Mi hija creció y yo me volví una mujer dura y serena.

Interrumpiendo el ciclo de mi nueva vida, ocurrió el segundo hecho fortuito; un día como cualquier otro en esa gran casa, mientras me encargaba de cuidar a mis padres, tuve la curiosidad de supervisar las actividades de mi pequeña y su amiga, al salir al patio trasero encontré la escena más grotesca que pudiera imaginar entonces. Ese hombre, cuyos actos marcaron y laceraron mi vida, estaba ahí de nuevo con una nueva víctima. Me vi reflejada en ella, en sus grandes ojos llenos de angustia y clamando ayuda; aún sin entender cómo lo hice, llegué en un segundo hasta aquel sitio, alejé a la pequeña y le pedí que entrara a buscar a mi hija, lo único que quería es que estuviera a salvo, como yo no lo estuve en el pasado.

Durante muchas ocasiones le pedí al destino una oportunidad para que él pagara el precio de sus obras, que me pusiera en una situación donde probara que no podía más ejercer su poder sobre mí y ahí tenía de frente la casualidad anhelada. El sujeto cayó al piso, temblando de terror ante mi determinación, en la mano derecha tenía un afilado cuchillo con el que un momento antes rebanaba los tomates. El fulano sabía que era capaz de todo ahora, clamaba piedad como lo hice yo, pero, de la misma forma que él, no tuve consideración. Él merecía los castigos más atroces que existieran. Hundí el cuchillo en su carne en repetidas ocasiones, mientras lloraba como un niño pidiendo perdón por lo que me hizo, por lo que hizo con otras mujeres y niñas, lo que pretendía hacer con la inocente Emma minutos antes. Con repugnancia continué haciéndole pagar, obteniendo más que una dulce venganza, la justicia que nadie más podía darme.

Fui solamente intermediaria de la situación, le ayudé a la vida a cumplir los designios, que eran tan sencillos como sólo los de un alma pequeña y herida puede pedir, pero tengo la certeza de que hice profundamente feliz a mi versión pasada. No se confundan. No. Yo no soy una asesina, para cuando llegue al patio él sabía que moriría. Le estaban buscando más personas por la misma razón por la que yo lo maté, después de todo, los secretos de familia salen a la luz en algún momento y ahora teníamos éste para guardar.

Nadie aquí sabe que yo lo hice, creen que la brutalidad con la que llegó su final pudo ser solamente ejercida por una bestia, un hombre desalmado que ‘no controla’ sus impulsos, como era ese inmundo ser que años antes disfrutaba con el sufrimiento.

Sé que todos se alegraron con su muerte, por ello nadie investigó. Sigo aquí, preguntando todas las noches cómo fui tan fuerte para llevar a cabo tan ardua labor, de dónde llegaron las fuerzas a mi débil cuerpo para terminar con ese sucio espécimen, darle el único destino que merecía, crepitar en el más profundo y vil abismo.

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DIANA OLIVA

Sully

Buenas tardes, doctora. Gracias por recibirme con tanta premura. El motivo por el que estoy aquí es algo difícil de explicar, mejor dicho, difícil de entender. Lo diré de una vez: estoy aquí porque creo que me sucede lo mismo que al Doctor Jekyll. Sí, el de la novela de Stevenson. Le dije que no me iba a creer. Está bien, le explicaré con más calma. Tengo 30 años y he pasado más de la mitad de mi vida lidiando con ese monstruo. Fui inexacta al compararme con el Doctor Jekyll, porque no me transformo como él, mi conciencia o mi alma, está atrapada en el cuerpo de este monstruo.

No sé cómo sucedió, sólo sé qué un día, al mirarme en el espejo, éste me devolvió una imagen altamente desagradable y que nada tenía que ver conmigo. Tampoco puedo decir si fue ese el momento en el que inició o sólo en el que yo me di cuenta. Lloré mucho, recuerdo que me sentaba en el suelo de mi habitación, abrazando mis rodillas y viéndome de reojo, suplicando a cualquier dios que me librara de esa extraña maldición. Ninguno escuchó mis plegarias, de lo contrario no estaría aquí.

Lo más duro fueron los últimos años de primaria y la secundaria, me esforzaba por ignorar el problema, después de todo, si no me veía no había ningún indicio de la criatura, pensaba y me comportaba igual que siempre, mi personalidad dulce y dócil contrastaba con esa apariencia. Comencé a evitar los espejos y cualquier superficie reflejante, entraba al baño con los ojos entrecerrados, y le daba la espalda a los probadores de ropa, de cualquier forma ningún tipo de vestido se vería bien en la monstruosidad del espejo. Cuando me mudé a mi propia casa evité comprar espejos y los que ya había los cubrí con tela. Le he inventado a mi sobrina que son portales utilizados con frecuencia por entidades oscuras y por eso los cubro.

¿Cuántos años tenía? No lo puedo decirlo con exactitud, creo que entre 9 y 10, porque recuerdo el sonido de las burlas de mis compañeros de primaria, en especial las de Ricardo, cuya única personalidad era señalar los defectos de otras, y a la maestra Chayo intentando que no la viera cuando se le escapaba alguna risilla. Niños como Ricardo me dificultaron la tarea de fingir que nada sucedía. Cada que entraba al salón lanzaban chistes hirientes y en ocasiones, cuando me sentaba en mi butaca, brincaban y se tiraban al suelo, simulando que el impacto del enorme

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Ilustración: Paola Erre

monstruo al sentarse provocaba una onda de choque que los lanzaba por los aires.

Claro que mis padres estaban enterados, pero nunca hicieron nada. Ni siquiera cuando les supliqué, con lágrimas en los ojos, que me cambiaran de escuela. No los juzgo, tal vez no sabían cómo afrontar el hecho de que su hija fuera mitad monstruo. No me encerraron en una torre como los papás de Fiona, supongo que eso ya es algo. Además la tenían difícil, porque mi transformación no tiene horarios específicos, sólo se presenta y ya, no sé cuándo ni por cuánto tiempo. Claro que estoy segura, tengo 20 años lidiando con ella, la prueba principal es que tú me ves normal y no te sobresaltas al verme, ni al momento de la primera impresión, lo que significa que Sully no ha aparecido. No sé si ese es su nombre, lo que pasa es que creo que se parece un poco a Sullivan, sí el personaje de Monsters Inc. Ya sabes, por lo grande y ancho, pero sin que se vea bonito o amigable.

Está bien, retomaré los momentos antes de su aparición o, mejor dicho, cuando se dieron los primeros cambios. No puedo estar segura, pero los primeros indicios fueron comentarios que decían las amigas de mi madre cuando me veían en alguna comida o en las reuniones que hacían para beber y conversar después de recogerme, a mí y a sus respectivas hijas, de la escuela. Frases como “Andrea se está poniendo bastante gorda”, “creo que heredará el físico grande de la familia de tu esposo”, “deberías servirle menos comida, o terminará siendo una ballenota”, mamá se limitaba a encoger los hombros mientras me miraba con evidente desaprobación. Su mirada adulta lograba ver las primeras manifestaciones de Sully.

Cuando los reproches se hicieron más frecuentes, mamá comenzó a servirme menos comida y cocinaba principalmente verduras. Creo que pensaba que, como los monstruos son mayormente carnívoros, ponerme una rigurosa dieta obligaría al mío a escapar de mi cuerpo ¿Te parece una medida exagerada por la edad que tenía? Bueno, quizá lo sea, pero comprende a mi madre. Ella, tan linda y pulcra, veía a su dulce niña convertirse en algo horrible, y no hay manuales que expliquen qué hacer si tu hija se transforma en monstruo. Lo que sí es que pudo haber hecho algo con sus amigas, porque seguro notó las lagrimillas que se escapaban cada que se referían a mí de manera despectiva.

No hay mucho más que contar de esos tiempos, sólo recuerdo el autodesprecio y los enormes deseos de cerrar los ojos y abrirlos como otra persona. Usaba cada vela de mis pasteles de cumpleaños bajos en azúcar para desear poder verme como la de antes. Las uvas de año nuevo también y ni hablar de la cantidad de monedas que he lanzado a fuentes mágicas, así que, además de dejar de creer en mí, también dejé de creer en la magia. Recuerdo también que, tras su llegada, relacionarme con personas se volvió más difícil también, porque nunca supe si las personas me veían a mí o a Sully y en caso de que fuera a ella ¿quién querría entablar cualquier relación con un monstruo así? Lo más probable es que se acercarán a mí por alguna broma o apuesta, sí, como en las películas.

¿Qué? ¿Se terminó la sesión de hoy? Pero no entiendes, necesito respuestas rápido. No puedo continuar fingiendo que no pasa nada. Vale, entiendo. Nos vemos la siguiente semana.

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Era horrible y andrajosa, molesta a la vista, animala de madriguera. Se movía entre los botes de basura, alcantarillas y coladeras. Usualmente se le veía en esa mina del pueblo, decían que robaba comida. No entendía por qué, si ya habían desechado lo que ella con frecuencia tomaba. Estaba hambrienta y era astuta, llevaba alimento a sus crías, no se escondía, caminaba sin miedo a los hombres, esas criaturas frías y violentas.

Apocalipsis

RELATO COLECTIVO: ELIZABETH ALVARADO, AMÉRICA HERRERA

Hacía el mismo recorrido todos los días, no aceptaba cómo el lugar que antaño había sido su madriguera empezara, cada vez más, a cercarse y ser invadido por las fuertes detonaciones que salían de la mina. Decidió cargar con sus hijos por temor a que aquellos, los que trabajaban día y noche, dieran con su pequeño refugio. Finalmente habrían alcanzado su territorio. La mina crecía y su hogar se extraviaba. Sabía que ya no era su lugar seguro y aquellos, los de arriba, podrían tapizar su hogar de maquinaria pesada, de dinamita o de lo que les placiera. “Me dicen que estoy enferma, cada que clavo mis dientes en quien me daña, que voy contra la naturaleza. Señalan cuando mis garras destrozan telas caras de aquellos que intentan llevarse la luz de mi cueva. Que tengo rabia, aseguran los que vinieron a quitarnos tranquilidad. ¡Rabiosa!, me gritan, porque ante el peligro no me hago la muerta, ni finjo dejar de respirar, no puedo quedarme inmóvil. Tienen razón, estoy viva, atrapo el aire, me muevo a toda velocidad, muerdo, rasguño. Tienen razón, tengo rabia, digna rabia”. Creía que iba a perder la cordura, después de su esfuerzo por esconder su secreto, ahora estaba exhibido. Tenía que planear algo rápido, una coartada creíble, algo que la eximiera del desprecio inminente que recibiría por parte de los otros. Decidió correr al cerro, hacer un ritual con sal y hacerse la loca cuando le preguntaban. Pero al llegar al sitio del destino, tropezó con una piedra, golpeó su cabeza y quedó inconsciente el tiempo exacto para que su más grande secreto fuese revelado a sus adversarios. Se quería morir.

La gente se sorprendió de sus palabras, no estaban acostumbrados a escuchar su opinión y aunque intentaron ignorarla no pudieron porque lo que expresó era verdad. Hubo quienes se intimidaron con lo que dijo y se agacharon a agarrar piedras, otros sólo asintieron con la cabeza y siguieron su camino. Cansada de sentirse ignorada, se alejó y observó la destrucción del pueblo hundido entre detonaciones y pobreza. Ya no le importaba pertenecer y conservar su secreto.

tlacuache
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ZORRILLA, NAHUI HINOJOSA, MITZI MIER IBARRA, ANDREA NAVARRO
Revista Hestia. Número
Ilustración: Paola Erre

Siento mariposas en el estómago

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SARA GÁNDARA

Poesía: Jessica Vásquez T.

Rosario

sobre el mantel de la mesa dime tu lengua antes de su inicio que anuncia mi voz que palabras mueve

Tártalo, ¿cuándo morirá mi madre? este fuego que calcina la mortaja no sirve para sentir los olores que guardan las cuentas del rosario

Entre los hilos he perdido todo bajo de mi vestido tan sólo quedan estos labios que se deshojan en un suspiro de faro entre la niebla

Si solamente hiciera fuego para quemar las cosas que se pierden

Si solamente hiciera fuego para quemar las cosas que se pierden

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Mi hogar: niña

Pesas lo mismo que tus juguetes: muñecas con pulmones de pellejo colección de insectos en el iris del otro trastocado un pájaro muerto al filo de tu ventana

No conozco la historia de tu infancia el verdadero nombre de tu niña esfinge que crece en medio de brujas y flores

No conozco la historia de tus manos agrietadas por la picazón de tus uñas que arañan tu pálido manto carnal tu piel de flor única y surcos desolados

Pero no. Conozco tu cara que rompe el amparo del viento un agujero tu boca súbitamente invadido por tus dientes

Tu cara tiene bordes en los bordes alegres como las niñas de medianoche hermosos como el suicidio

Conozco tu cara en la redondez del cero en el silencio de tu blanca indescifrable

Quiero decir unas cosas: la niña desaparece cada hora, cada día en las inscripciones de mis huesos

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Sin temor

Procura tener un avistamiento en el horizonte que no se apolillen los mapas marítimos y que en los mercados no falten las flores frescas

Procura que el café por la mañana no se enfríe y que las lenguas muertas revivan una vez a la semana cuando los caminos se llenen de abejas celebra pero ten miedo de las serpientes en medio de los matorrales

No desesperes cuando no escuches a los perros ni cuando supuren las hogueras en medio de la plaza tampoco cuando el padre se consuma a sí mismo

No temas a los lugares comunes Por supuesto que pasa el tiempo que se carcome la madera como polilla que las camas se avejentan y la humedad huele en todo el cuerpo

Por supuesto que las cabeceras se oxidan y envenenan los pensamientos de los que están muriendo no grites cuando veas que Cristo ha perdido los clavos silencio, es constante en saber permanecer quieto

Pide auxilio, pero no digas mi nombre llama a Cassandra para que prediga el futuro pero nadie le crea

Nadie sabrá que era verdad que los dioses se fueron y que la virgen se ahogó con los peces.

Poesía: Karen Salazar Mar
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Revista Hestia. Número Cero

Cuadros parabólicos

I.

¿Cuántos soles son necesarios para alumbrar al despojado? Han pasado noche tras noche dos o tres, alguna vez conté nueve ninguno me señaló

Vuelve el quejido doloroso de las terneras los árboles rompen en llanto de granadas y en mis falanges las palabras que se quedaron sin historias

II.

No soy, hace mucho que no soy yo la que bailaba nocturna y bebía entre la milpa tampoco soy la que ardía y se abrasaba con la piel hecha girones

No soy la que se peinaba en el edificio ajeno ni la que se descalzaba sin razón aparente dejé de ser la que se desprendía del vestido y celaba los telescopios contemplantes

Me volví una sombra que descansa que deshila la presencia de su cuerpo

Soy acaso el animal que se esconde tras la maleza para morir solo

III.

Retumbó mi voz como en el centro de una gruta y me rebotó en el rostro como la cachetada de Dios

No tuve oportunidad de poner la otra mejilla tres veces aguanté el sabor de hierro entre los dientes apretados rechinantes resignados tragué la sangre y un puñado de polvo como se traga el llanto la madre cuando busca a su hijo en fosas comunes

Ardían las nubes en el cielo y las gotas cayeron en mi ceño abrasado de la misericordia divina

IV.

Es mentira aquella fábula del fénix todo se consume y no renace las moscas cubren los cadáveres enfundados en flores y oraciones el olor es más penetrante que una rodaja de cebolla

¿Has visto las tijeras en la cabecera de un muerto? ¿Y sus zapatos? La piel amarillenta bajo el maquillaje barato Destellos de azul y morado que adornan bajo los ojos Los ojos opacos de quien no pudo cerrarlos a tiempo

¡Que se abra el telón rojo! Mierda para todos ¡Ha renacido el fénix!, grita la reina y entre sus manos levanta un buitre muerto.

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¿Cuántas cosas caben en el fuego?

¿Cuántas cosas caben en el fuego? ¿Cuántas vidas se pueden apilar en una hoguera?

La sangre de cuántos carneros haría falta para salvaguardar a mis hermanas mientras se incendia este país, este continente, esta realidad

Ya hemos vivido lo suficiente en las llamas y lo único que no se extingue es esta jaula, yo, moldeada por años bajo el marro de Hefesto, el exiliado, el rechazado, que hace a su imagen y semejanza, golpe tras golpe.

Cómo se libera una del cuerpo

Cuidar el hogar, cuidar la luz, es la tarea que se me ha encomendado desde el génesis, por qué habría de dejar de hacerlo El fuego no fue descubierto, sólo extrapolado; a una mujer la abrieron, como a mí, y sacaron la primera llama. Prometeo la robó pero no a los dioses del Olimpo, la extrajo de su madre al salir del útero, la apagó

Qué cruel la tarea doméstica de mantener la vida de todos a costa de la propia Pero no, no puedo ser la carne que se asa y quema, mientras divago en mis condenas femeninas; no puedo ser la mujer que espera pacientemente entre las cenizas para ser encendida, reivindicada Soy la dueña de mi propia llama, a pesar de ellos, a pesar del mundo

Al fuego se le entrega lo que una ya no quiere y yo le entregué mis ganas de morirme.

*
Revista Hestia. Número Cero 28
YÁZKARA HERNÁNDEZ

Llevo en mi nombre el fuego

Revista Hestia. Número Cero 29
MARIELA
DE LA PEÑA

Luisa Fernanda González: imágenes que cobran vida desde la oscuridad

Luisa Fernanda González transita entre la creatividad y la brujería, dos aspectos inconfundibles en sus animaciones. Originaria de Colombia, gusta abrir el diálogo en torno a temas relevantes para su contexto, así como crear espacios para que algunas voces adquieran protagonismo. Es maestra en Artes Visuales, se ha desempeñado como guionista y, dentro del campo de la animación, trabaja con técnicas como las experimentales, rotoscopia, motion graphics y cut out. Reconoce la importancia del trabajo en equipo, así como la creación de redes de apoyo en la industria. Luisa brilla por su autenticidad, la pasión que imprime en sus proyectos y la precisión de sus ideas.

Después de despertar, por coincidencia, nuestro interés en su carrera, no dudamos en contactarla. A través del diálogo indagamos en los orígenes de su vocación, los proyectos en los que ha trabajado y algunos secretos que aguardan en el mundo de la animación.

Las Sin Sostén (LSS): Antes de iniciar, queremos conocer un poco sobre ti. Si la realidad fuera una película, ¿cómo describirías al personaje que interpretas?

Luisa Fernanda González (LFG): Creo que la realidad es una película donde todos somos extras. La ventaja de ser guionista es que puedo transformarme en el personaje que yo quiera. Si este es el caso, mis personajes ideales serían Wednesday/Merlina Addams, el personaje de la muerte en la novela Intermitencias de la muerte de José Saramago o sería mi propia versión de bruja.

LSS: ¿Desde cuándo supiste que querías ser animadora?

LFG: Creo que desde niña me interesaba el cine y la idea de crear mundos, sin embargo, mi inicio en la animación fue un encuentro inesperado en la carrera… recuerdo que en primer semestre me daba muchísima pereza la idea de repetir 12 dibujos sólo para ver 1 segundo y dije que nunca me iba a dedicar a esto. Cuando me enfrenté a la clase de animación experimental aprendí a jugar con el movimiento, a meter diferentes

elementos y a conocer una nueva forma de contar historias y expresarlas, sin las limitaciones de nuestra realidad. En la animación no hay imposibles.

LSS: ¿Dónde realizaste tu preparación profesional y hasta dónde te ha llevado el conocimiento que has adquirido?

LFG: Creo que mi mayor ventaja ha sido la “ñoñez”, yo empecé estudiando Artes visuales con énfasis en audiovisual en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Cuando terminé Animación experimental 1, empecé a trabajar como monitora de esa clase y otros cursos relacionados al tema. Ahí empecé a trabajar en el estudio de un profesor, Carlos Smith, en la serie Cuentos de viejos con Hierro Animación y, a partir de ahí, trabajé con distintas series y proyectos sociales, televisivos y publicitarios. La ventaja de la animación digital es la necesidad que existe actualmente por este contenido y su versatilidad. Un mes puedes estar haciendo una publicidad para Facebook, al mes siguiente trabajando en un proyecto de serie con enfoque social y dos meses después estar trabajando en un video musical. Después

Revista Hestia. Número Cero 30

de casi 10 años de estar trabajando como animadora y motion grapher empecé en 2022 a trabajar como productora ejecutiva y project manager con Mero Estudio.

LSS: ¿Cómo definirías tu estilo de animación?

LFG: De lo general a lo particular, me gusta la animación digital en donde hay ciertas metáforas o poesías, ya sean visuales o narrativas. Tengo un particular amor por los documentales animados en los que he participado, ya que tienen estos rasgos y además son proyectos donde se le da una voz significativa a temas que creo que se deberían conversar y discutir más.

LSS: ¿Cuáles temas abordas en tus creaciones?

LFG: Hay que tener en cuenta que para hacer animación el 99% de las veces necesitas a un equipo que te apoye y que te dé la mano, no sólo al momento de ilustrar, diseñar, escribir y animar, sino que te ayude a ver esos puntos ciegos que existen siempre en estos procesos. Hasta ahorita estoy empezando como productora (ojalá más adelante directora) y todavía me siento muy inmadura en la industria para hablar de mí misma como “creadora”, más bien me reconozco como parte de diferentes creaciones que han sido visión de muchas personas y que han dado impactos enormes, en cierto sentido creo que es más satisfactorio. Ya con esto más claro, amo participar en proyectos en los que personas o discursos “invisibles” obtienen una voz y se vuelven algo definitivo, son proyectos con contenido y valor social. Algunos ejemplos de esto son:

-Médulas, sanando de raíz: Es una serie de 20 relatos sobre la violencia de género en diferentes campos (profesional, sexual, médico, etc.) y la resiliencia de las personas que la experimentaron.

-Animalxs : Una serie donde chicxs adolescentes relatan su despertar sexual y la forma en que lo viven, como un proceso de autodescubrimiento.

- Cuentos de viejos : Tiene cuatro temporadas en la que personas mayores hablan de experiencias y recuerdos de cuando eran niños, tocando temas como el holocausto, mitos y leyendas, el bogotazo, etc.

-Niñas de la guerra: Una serie que habla sobre cómo las mujeres y adolescentes experimentaron el conflicto armado en Colombia.

Estos proyectos los amo porque siento que son algo más grande que yo misma, aunque obviamente trabajo en mis tiempos libres en cosas mucho más pequeñas. En mis animaciones personales, me encanta jugar con ensayos introspectivos que he escrito previamente, o jugar con la temática gótica y ocultista en todos los sentidos, tanto artísticos como esotéricos. Actualmente mi idea es empezar a generar un nuevo proyecto que integre la animación con temáticas darks por medio de la historia del arte.

LSS: ¿Quiénes son tus principales influencias? ¿De dónde obtienes inspiración?

LFG: Creo que si uno trabaja en el mundo del arte, en el área que sea, debe consumir todo tipo de arte y la inspiración llega casi de cualquier lado. Afortunada-

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mente, mi familia siempre me impulsó a explorar el mundo audiovisual desde distintas experiencias, no creo que baste sólo con sentarte a ver Netflix o HBO todos los días.

A nivel narrativo yo creo que mis autores favoritos son José Saramago y Gabriel García Márquez. Mi deseo es poder traducir visualmente la poesía que ellos son capaces de expresar en palabras. A nivel estético me encanta Tim Burton, series con estética muy gótica como Penny dreadful, The Addams Family, Sabrina , las películas de A24 como The Witch… en ese ámbito siento que soy muy predecible.

A nivel de historia del arte me fascina El jardín de las delicias del Bosco y, claramente, las ilustraciones de la danza macabra, populares en los siglos XIII y XIV, así como las pinturas del romanticismo de Caspar Friedrich. Todas estas obras gráficas, a pesar de tener un tinte oscuro y desesperanzador, mantienen una belleza que pareciera salirse del cuadro.

A nivel de animación soy fan de los cortos animados de Gobelins, son verdaderas obras de arte hechas por personas muy talentosas. La animación europea de Michaela Pavlatova me parece divertidísima e interesante, en el punto de vista femenino, muy única. Obviamente recomiendo cualquier película del Studio Ghibli… y otra serie que me encanta es una desarrollada por NY times, Conception , donde a modo de documental las personas hablan de su experiencia con la maternidad, quitándole el típico tinte romántico.

Como punto aparte me encantan los ballets de Christian Spück con el ballet de Zurich, son auténticas obras de arte no sólo por el baile, sino por la puesta en escena que se mueve entre lo hermoso y lo macabro.

LSS: ¿Por qué crees que es importante que otras mujeres conozcan historias como la tuya?

LFG: Creo que cuando uno está empezando es difícil encontrar una red de apoyo. En el mundo del arte el gran enemigo es el ego, propio y ajeno. Es un mundo en donde si quieres mejorar es necesario vivir bajo constante crítica y correcciones, sin importar cuanta trayectoria tengas, y es normal vivir cuestionando si

realmente es lo tuyo. La verdad, de quienes he recibido grandes halagos y oportunidades ha sido de otras mujeres que llevan más tiempo que yo en este camino y han visto en mí potencial, ganas de aprender y mejorar. Yo también quiero ser un apoyo para todas las nuevas artistas que vienen en camino.

LSS: ¿Qué le dirías a la pequeña tú sobre el camino que has recorrido?

LFG: Le daría un abrazo enorme, le diría que es hermosa, que esos sueños sí se van a cumplir y que lo que duele lo trato de sanar día con día, que esté tranquila y ojalá se ame más a sí misma. Sí se puede Lu, sí se puede.

LSS: ¿Qué recomendarías a las chicas que planean seguir pasos similares a los tuyos?

LFG: Consejos que sigo tratando de seguir al día de hoy:

-No compares tu proceso con el de nadie más. -Cuestiona si el éxito profesional para ti es lo mismo que felicidad, eso determinará las decisiones más importantes en tu vida.

-La disciplina es más importante que el talento. -Nunca dejes de compartir tu cv/hoja de vida/ portafolio/reel.

-Sé organizada con las carpetas de tus proyectos. Nada de guardar todo aleatoriamente y no uses nombres de archivos tipo “versión final”, “esta sí es”, “me lleva la chingada”.

-Aprende inglés. No sólo por trabajo, sino para la vida.

-Duerme bien, come bien, haz ejercicio, yo reco-

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miendo bailar ya que es otra arte que te puede servir; medita o ten alguna práctica espiritual que te llene, yo brujeo. -No importa lo que estudies, siempre vas a terminar usando Excel.

Ronda de Preguntas rápidas

Aprovechando el momento, quisimos averiguar algunos detalles sobre la vida de Luisa, más allá de lo profesional.

LSS: ¿Cuál es tu comida favorita?

LGF: El chocolate, guayaba, café y plátano macho/plátano maduro. Menos mal que nací en Colombia.

LSS: ¿De qué se trata el sueño más loco que has tenido?

LGF: Fue la base de mi creencia en los viajes astrales. Estaba en Ciudad de México y había temblado, yo estaba en la cima de un edificio que se estaba derrumbando, caminando entre columnas y vigas de hierro, y sabía que me iba a caer y morir.

Me caía, sentí que moría y seguía cayendo, y llegaba al cielo y decía “yo no pertenezco a aquí”. Seguía cayendo y veía el infierno y decía ”tampoco soy de aquí”. Seguía cayendo y todo se volvía negro, oscuro, y empezaba a ver estrellas, todo era enorme, veía la Tierra, y yo sabía

que no era nada y al mismo tiempo era parte de absolutamente todo esto… Me desperté.

LSS: ¿Con qué tipo de edificio te sientes identificada?

LGF: No sé si cuente, pero estoy enamorada del reloj astronómico de Praga, por fuera sería ese edificio… por dentro sería el Osario de Sedlec en Chechia con sus guirnaldas y candelabro hechos de huesos humanos.

LSS: Si pudieras vivir en una película, libro o cuento, ¿en cuál sería?

LFG: Harry Potter, ¿quién no querría estudiar en Hogwarts? Además adoptaría un thestral.

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