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Emanación

Sandra Narai

Soy agua llorando bajo la tormenta efluvio indigno esperando ablución

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La marea que a la vida me violentó yace perdida bajo la superficie del papel se hizo carbón soy incapaz de reconocerla y no quiero hacerlo no quiero

Imbuida por el espíritu del aire puse alambradas al agua murió el agua enredada en mi corrupción dejó de correr arterias abajo se pudrió el agua atorada en cavidades muertas murió con ella la raíz del manzano el origen del bien y del mal devenido poema vida altisonante vomitando negación

Efluvio fui efluvio volveré a ser cuando los diques se rompan emanación profunda de la carne oxidada

Glorias a Neptuno daré cuando esto ocurra a los tritones a Ngen-kürrëf dueño de los vientos y también por qué no ¡Oh, capitán, mi capitán! a mi capitán

Caronte

A veces quisiera cargar en mis manos a mi madre. Llevarla a las olas, sumergirnos en el agua fría.

Y, con un respiro, convertirla en niña, lavar sus dolores, cantarle canciones de cuna que la hagan dormir hasta el alba.

Y, en el vasto mar con sus aguas profundas, heladas, nadar, desde el fondo mirar los rayos del sol colarse, iluminar la superficie, salir.

Y con una bocanada llenar los pulmones con oxígeno que transforma a mi madre en mi hija para abrazar el sufrimiento que lleva cargando días, meses, décadas.

Y decirle que el agua limpia, y restaura, y calma, y deslumbra, y abraza. Y guardar su corazón como un tesoro, como una perla, transformado después de la pena, después de que la tristeza se quedó a vivir en su rostro.

Y vamos a dejar que las olas nos lleven hasta donde sus lágrimas hagan el mar más inmenso, porque ya lleva la vida que sale de los ojos de mi madre, que ahora me acompaña y la acompaño a desandar lo andado, a recuperar lo perdido, a vaciar lo desbordado.

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