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Los alumnos de Vicálvaro querían su semáforo
Aprovechamos que el pasado 1 de junio se fue la luz de los semáforos de calle Casalarreina para recordar un incidente poco conocido que involucra a un chico y un paso de cebra, y que fue el causante de que hoy en día losalumnos del centropuedan esperara queel muñecose ponga en verde para cruzardebidamente.

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Todo ocurrió en el año 1985. Un
alumno del por entonces llamado I.B. Vicálvaro salía de clase. Al ir a
cruzar la calle por el paso de cebra que hay justo enfrente de la puerta de entrada, un vehículo que venía a alta velocidad se lo llevó por delante. Aquello pudo haberle costado la vida, pero milagrosamente el chico se salvó. Y comenzó una pequeña revolución para pedir que colocaran un semáforo en el paso de cebra para garantizar la seguridad de los peatones que cruzaban la calle. Antes del
atropello había unas vallas que el instituto colocaba ahí para que no cruzáramos indebidamente , nos cuenta María José López, antigua alumna del centro y madre de dos alumnos. Según las describe, era muy fácil colarse y pasar a través de ellas. Desde el instituto no
podían hacer más ya que en Vicálvaro no se invertía mucho por aquel entonces , nos sigue contando. Fue entonces cuando
muchos de los alumnos
decidieron manifestarse para pedir el semáforo. Manolo [Gutiérrez], que por aquel entonces era fiel a la asociación
de vecinos y que luego fue conserje del centro promovió muchísimo la manifestación . Él
y muchos alumnos se sentaban cada día durante unos 30 minutos
en la carretera y no dejaban que los coches pasaran, bloqueando la calle. Nuestro grito era: ¡Los alumnos de Vicálvaro, queremos semáforos! . Pero como aquella no era una zona muy transitada y sus actos no tenían demasiado
efecto, se fueron a la carretera de al lado del Ahorramas (aunque en por aquel entonces era otro supermercado), por la que solían pasar muchos coches y hasta camiones. Nos quedábamos allí sentados desde las 9 o 10 de la
mañana hasta que nos mandaban de vuelta al instituto . María José nos asegura que se lo pasaban bien, ya que aunque por supuesto lo hacían para protestar y porque querían más seguridad, uno de los efectos colaterales era que se saltaban clase, y, ¿a qué adolescente no le gusta saltarse clase? Por suerte, el IES Joaquín Rodrigo cuenta ya con un semáforo frente a sus puertas, y es a esta primera generación de alumnos a los que se lo tenemos que agradecer. ¡Esperemos que nada parecido vuelva a ocurrir!