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Relatos con respuesta

Relatos

con respuesta

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‘Y estaban allí’ – Miriam Ávila, 1º de Bachillerato B

Mi búsqueda de piso en Madrid había empezado ese día. Nunca hubiera imaginado acabar en una ciudad tan grande y desconocida y fue un día largo, demasiado largo. Ni siquiera encontré nada que me convenciera. Por la noche, fui a cenar a un restaurante del centro y después a dar un paseo. Iba distraído y cabizbajo, navegando sin rumbo en mis propios pensamientos, hasta que algo poderoso en mi interior me obligó a levantar la cabeza. Al contemplar uno de los bonitos edificios de la ciudad vi algo que me revolvió las tripas de golpe: era una chica apoyada en las rejas de un balcón. Estaba muy asustado por lo que empecé a chillar pidiendo ayuda, pero, lo peor de todo, es que la gente me ignoraba, y los que no lo hacían, me respondían con un «No hay nadie en ese balcón, señor», a la vez que se miraban entre ellos con mala cara insinuando que yo… Estaba tan cansado que, pese a que seguía viendo ahí arriba la perturbadora imagen de aquella mujer, me fui al hotel a dormir, decidido a olvidarme de todo. Pero no fui capaz. No paraba de darle vueltas y por la mañana regresé al lugar para asegurarme de que solo era cansancio, nada más. Pero, al llegar allí, otra vez estaba esa mujer colgada del balcón. Ya no sabía qué hacer, así que, tras pensarlo unos minutos, fui a preguntarle a un señor mayor que estaba sentado en un banco cerca. Él me contó que ese piso llevaba vacío muchos años. «Y ¿recuerda quiénes fueron sus últimos inquilinos?», le pregunté al anciano. Él me dijo que antes vivía una familia con dos hijos, pero que desaparecieron sin dar razones ni dejar rastro. A lo mejor no era una buena idea, pero no dudé en que aquel era el piso que debía alquilar. Necesitaba averiguar qué le paso a esa familia y por qué yo veía a esa mujer en el balcón y los demás no. Desde que entré en él para instalarme, sentí escalofríos. Pude apreciar lo antiguo que era, las camas, ventanas... y, sobre todo, lo que más me llamó la atención fueron los dibujos de escenas de una familia en las paredes trazados por lo que era seguro la mano de un niño. Al día siguiente, con la excusa de presentarme a la vecina, pregunté de nuevo por los antiguos inquilinos; y me habló de broncas, de que muchas veces acudía la policía y se llevaba al padre detenido, ya que tenía problemas con el alcohol. Bajé las escaleras pensativo y me fui directamente a mirar el buzón. Mi sorpresa fue que todavía estaban las cartas, mi impulso hizo que rompiera el cajetín, para así, leerlas detenidamente en el mismo descansillo. Pude descubrir la demanda de divorcio y, a la vez, una orden de alejamiento. Y, entonces, otra vez sentí el impulso del primer día por levantar la cabeza. La mujer del balcón estaba parada frente a la puerta del patio interior: «Estamos en el jardín, estamos en el jardín». Y allí estaban.

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con respuesta

Tu historia debe cumplir con estos requisitos:

- Narrador en tercera persona. - Hay un conflicto entre los dos personajes. La extensión debe ser entre 350 y 500 palabras. Dirigido a alumnos de 1ºESO, 2ºESO y 3ºESO. Inventa un relato a partir de esta fotografía.

‘Mi nuevo hogar’ –Sergio Alvarado, 4º F

Al bajar del tren que me trajo del aeropuerto de Bruselas avisté ese pequeño pueblo que no quedaba muy lejos de Gante, y que parecía sacado del más común cuento de hadas. Sus casas pequeñas y tejados parecidos a los de una casita de jengibre me hacían recordar a mi infancia. Pronto me asombró ver entre la multitud de gente una chica que colocaba en su casa un cartel de “Se vende”. Fui a preguntar después de la comida por la vivienda; a esas horas no esperaba una respuesta pero de repente la puerta se abrió. Apareció una mujer de unos treinta años, morena, y con rasgos faciales típicos del Cáucaso. Sus ojos brillaban cual vela en la noche. A todo esto, ella me había dicho que pasara al interior de la casa. Ésta estaba decorada rupestremente, y llamaban la atención sus paredes en amarillo avainillado. Después de la visita al piso cerramos el trato. No recuerdo en qué momento empecé a pensar en la disparatada idea de cerrar esta venta en un pueblo que hasta ese momento ni sabía que existía, pero estaba encantado con mi decisión. Poco después la mujer me dijo que tenía que verse con su marido en el tren en una hora. Alquilamos un coche con los pocos ahorros que me quedaban tras la compra de la casa. En el trayecto ella me contó su historia: sus aficiones, familia e hijos, de dónde era…

La respuesta de Silvia

Escribir una historia es describir realidades —reales o imaginadas—, desde diferentes puntos de vista. La escritura es una búsqueda continua de lo incomprensible y de los conflictos que puedan tener unos personajes arrojados de manera caprichosa al tablero de un espacio donde no conocen los límites.

Miriam ha llevado la imagen de una maniquí de un balcón de Oporto a su propio terreno, contextualizándola en una ciudad que conoce, Madrid: la muñeca ha pasado a ser «una persona real», pero solo para el narrador. Este giro narrativo está muy bien introducido a través de la reacción de los demás transeúntes: «No hay nadie en ese balcón, señor». Palabras que, sin lugar a dudas, crean una gran intensidad y sirven como frontera entre la conciencia del personaje, su capacidad o percepción de lo fantástico y la propia realidad. Miriam también trabaja muy bien la obsesión del personaje, y la necesidad de conocer el límite de su conciencia, lo que le lleva a volver al lugar para abrir la puerta a lo «incomprensible». Y esta decisión literaria es un acierto narrativo que lleva a un final sorpresivo y esperanzador, donde deja entrever una historia familiar de maltratos y una madre que, después de todo, ha conseguido encontrar un equilibrio en esa dimensión paralela en la que parecen encontrarse a salvo, ya que ahora se encuentra en el umbral del «patio interior»: «Estamos en el jardín». El relato de Sergio, escrito con un estilo más lírico, sitúa la historia en un pueblecito belga que evoca cierta nostalgia en el narrador. Quizás por eso apela tanto a los sentidos cuando, por ejemplo, hace referencia a «una casita de jengibre», o a «sus ojos Al llegar a la estación situada al norte de Brujas la esperaba su marido, un hombre alto, moreno, al más puro estilo militar. Cuando se juntaron se despidieron de mí y se fueron diluyendo entre la multitud cual fantasmas al morir. No sé si sabré más de ella o si volveré a verla en persona, lo único seguro es que su mirada felina se ha quedado grabada en mi memoria como cuando un bebé reconoce a su madre por primera vez. Me quedaré en este pueblo esperándola, en la casa avainillada donde desde entonces vivo y si no aparece será bonito guardarla en mi recuerdo.

brillaban cual vela en la noche», o «paredes en amarillo avainillado»… La maniquí es una mujer real que lleva al narrador a comprar una casa y residir en el lugar donde la ha conocido. El carácter lírico del relato reside en esa obsesión del personaje sobre una mujer que se marcha frente a sus ojos «cual fantasma al morir», despidiéndose de ella con una esperanza dulce y agradecida por haberle acompañado: «Lo único seguro es que su mirada felina se ha quedado grabada en mi memoria». Lo interesante es que al final la historia gira en torno a una mirada, cuyo efecto le proyecta hacia un espacio nuevo, ya sea real o imaginario. Y ese precisamente es el poder de contar historias, el de llevarnos a otros lugares, ya sean dentro de nuestra propia conciencia o hacia tierras desconocidas, y tanto Miriam como Sergio lo han conseguido.

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