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La polémica del mes

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Alberto Louzán

Alberto Louzán

La evaluación extraordinaria

A favor

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El Ministerio ha anunciado la voluntad de eliminar los exámenes de recuperación en la ESO, algo que considero que es acertado por los siguientes motivos.

En primer lugar, no es muy probable que si un alumno ha suspendido el curso en junio pueda adquirir los conocimientos y competencias necesarios para recuperar en tan poco tiempo. Y los resultados tampoco eran mucho mejores cuando la convocatoria era en septiembre. Por ello, lo que debería hacerse (y es lo que se plantea en esta nueva propuesta) es identificar desde el principio al alumnado con dificultades, proporcionarles una atención más individualizada y así prevenir la evaluación negativa.

En segundo lugar, el concepto en sí mismo de “jugarse todo a un examen” es contrario al significado de realizar una evaluación “continua, formativa e integradora¨. No tiene mucho sentido mantener las recuperaciones tradicionales cuando a lo largo del curso evaluamos utilizando distintos instrumentos y observamos el progreso del alumnado.

Por último, el hecho de que la decisión para promocionar y titular la tome de forma colegiada el equipo docente implica que en ningún momento se va a “regalar” nada. Los profesores conocemos a nuestro alumnado, observamos su progreso académico y entre todos estamos capacitados para evaluar a nuestro alumnado de forma global y determinar si alguien debe o no promocionar.

Soy una firme defensora del esfuerzo, pero la evaluación no debería servir solo para medir con un número, sino para reflejar el proceso de los alumnos, y haciendo esto a lo largo de todo el año no es necesario mantener los exámenes de recuperación. En contra

Suprimir los exámenes de recuperación parece un ataque directo al alumnado y a la educación. No olvidemos que existen dos tipos de alumnos que suspenden: el que no quiere aprobar y el que sí.

Quienes no quieren ni aprovecharán la oportunidad de aprobar en la recuperación ni podrán ponerse al día de todo aquello que se ha visto durante un curso académico. Pero también se verán afectados ahora negativamente porque será el profesorado el que decida si pasan de curso o no. Esto es sinónimo de subjetividad. ¿Qué pasaría si la evaluación perdiese su valor? Daría lugar a polémicas entre los alumnos, las familias y el centro. Además, muchos estudiantes pasarían sin el nivel necesario, lo cual les haría un flaco favor. No se puede premiar al que no se esfuerza.

Y los alumnos que se esfuerzan por aprobar se verán enormemente afectados. La medida se argumenta principalmente en el viejo dicho de “es mejor prevenir que curar”, es decir, es preferible ofrecer apoyo antes de que el alumno suspenda. No suena nada mal, pero también sabemos que existen clases de apoyo por las tardes, y que los profesores disponemos de horas de atención individual. Entonces, ¿por qué suspende quien quiere aprobar? No por su capacidad ni por el apoyo que reciba en el instituto, sino por su situación personal. Cada alumno tiene su contexto. Muchos pasan las tardes solos sin ningún tipo de apoyo, y otros atraviesan momentos complicados: inestabilidad económica, separación de los padres, acoso escolar… Si estas situaciones se pueden dar en cualquier momento de la vida de un adolescente, es lógico pensar que este alumnado necesita, además de todo el apoyo para prevenir el suspenso, una oportunidad para aprobar en junio.

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