No 22 minificcionario

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No. 22


La pluma en la piedra: En este número tan especial, rendimos homenaje al cuerpo editorial de esta publicación que tanto ha hecho por ella. Así mismo, loamos a todos los colaboradores que no detienen su trabajo creativo.

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Derechos Reservados. La

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pluma en la piedra , Toluca, México, No. 22, septiembre 2013.

La pluma en la piedra es una publicación bimestral e independiente de distribución gratuita por internet. Todos los artículos, ensayos, escritos literarios y obras publicadas son propiedad y responsabilidad única y exclusiva del autor y pueden reproducirse citando la fuente.


Escribieron en esta edición

Alejandra C. L.

Luna Ibtesam

Sergio Fernando Palacio Pérez

Moreliana Negrete

Karina Posadas Torrijos

Serena Torres Peralta

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Ha llegado a sus computadoras nuestro minificcionario (volumen 1). Esperamos sea de su agrado y que cada uno de los escritos que se presentan, despierte en ustedes la vena creativa, motivándolos a enviar sus colaboraciones a esta ponderada revista. Sin más, porque las cosas claras se dicen en pocas palabras y cada palabra se envuelve de misticismo, los dejamos con este cúmulo de minificciones, cuentos cortos y demás textos de índole pequeña. Cambio y fuera.

La pluma en la piedra 4


Alejandra C. L.

E

n el silencio, Miku soĂąaba con parar el tiempo para no desaparecer

tan rĂĄpido de la memoria del espacio. Alejandra C. L.

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Sergio Fernando Palacio Pérez

R

obert, a sus 23 años, prefiere quedarse en casa y disfruta de estar horas en el internet. No tiene amigos, además de los virtuales, y jamás ha estado con una mujer.

Un día conoció a una chica de origen español por medio de la red social Facebook. Se hicieron amigos rápido y compartieron múltiples secretos. Hasta una tardé que le pareció extraño no verla conectada. Pasaron días y Robert no dejó de visitar el face de la chica. Miró cómo sus contactos le escribieron preocupados, pero sin respuestas, todos dejaron de hacerlo y con el tiempo se olvidaron de ella. Solo una persona continúa visitando su muro, Robert. Que al vivir del otro lado del mundo, ignora que aquella chica de la cual sigue enamorado, murió en un accidente de auto mientras le escribía un mensaje. En el cual le decía que también estaba enamorada y había conseguido la manera de viajar para conocerlo.

Fantasía de cibernauta, Sergio Fernando Palacio Pérez

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Alejandra C. L.

L

a reina decidi贸 cortar cabezas, enfurecida porque su caballero Humpty Dumpty cay贸 por la barda, a causa de los deseos de Alicia. Alejandra C. L.

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Karina Posadas Torrijos

M

oisés se tardó algunos años en regresar a su pueblo. Como todo, éste ya había cambiado en infraestructura: calles pavimentadas, drenaje, la plaza… y desde allí podía ver un pilar con un

vellocino de oro en la punta. Suenan las campanas y mira que todos se dirigen con entusiasmo a ver aquel ídolo. “Apúrale carnal, ya empezó la misa”, le dice alguno. Y Moisés se dio cuenta de que todos disfrutaban de los más deliciosos placeres. Envuelto en la indignación, maldijo a todos los presentes por sus osadías durante su ausencia. Desesperado, trepó al monte de siempre para pedirle ayuda al Señor. Escuchó la entrada musical de costumbre, vio el cielo abrirse, aquella luz enceguecedora y al levantar la mirada, apareció el dorado borregote.

El vellocino de oro, Karina Posadas Torrijos

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Alejandra C. L.

L

a marioneta, al saberse enamorada del titiritero no supo si era por la

voluntad de ella o por los hilos que su amo manejaba. Al final, decidi贸 cortarse los hilos al no soportar tanta pasi贸n. Y descubri贸... que hay otros hilos que nos mueven al amar. Alejandra C. L.

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Luna Ibtesam

E

lla se llama Luna, es una nueva mujer.

Solía llorar con la llegada del atardecer, pues extrañaba a su joven amado que la

acompañaba hasta el amanecer. Se ha marchado, se ha ido ya, pero dijo que no iba a tardar. Mi linda Luna seca tus lágrimas ya, sabes que de nada te sirve llorar. Quitó las viejas cartas que en el tocador solía guardar, las metió en una caja y la lanzó a alta mar, se despidió de las cartas de su inocente amor. Creció la pequeña, ya no llora más, dolida está pero no pretende dejar de cantar, está en espera que regrese su amor y si nunca vuelve no piensa su vida acabar. Ésta es la pequeña Luna que ahora creció, dejó de ser una niña y comenzó a cambiar, ha dejado de llorar por errores que en su vida quedaron atrás. 10


Luna Ibtesam

Luna sabe que es especial, no es arrogancia, es la verdad, quiere cambiar. ¿Por qué no ya empezar? Secó sus lágrimas y se puso a rimar, cosa que más ama pero no más que su inocente amor, inocente amor que la cambió sin dudar, perdió lo inocente y reveló su nuevo hogar. Perdió lo inocente, esa palabra en su vocabulario no existe más. La pequeña creció. Su amor cambió, él no era tan inocente y eso fue lo que la hizo cambiar. Resultó distinto, pero eso que reveló le llegó a encantar y así su cambio logró alcanzar Luna, Luna Ibtesam

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Alejandra C. L.

A

l volverse, ella seguĂ­a durmiendo. Dibujaba sueĂąos. Alejandra C. L.

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Moreliana Negrete

E

l día que perdí la capacidad de sentir, deje de ser relegada por todos:

compañeros, amante, familia, amigos, personas en general. El día que perdí la capacidad de sentir, no sirvió de nada que la frágil margarita me suplicara que no la arrancara con brutalidad y la dejara muerta sobre un vaso de cristal. Capacidades, Moreliana Negrete

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Alejandra C. L.

T

ocó su rostro de porcelana, admirando su belleza. Suspiró: —Si tan sólo tuviera

vida y sentimientos. Sería perfecta. Alejandra C. L.

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Serena Torres Peralta

L

os zapatos rojos andan mientras mi bolígrafo lo escribe.

No sé si es sólo casualidad. Entonces experimento y escribo que se detengan. Se

detienen. Demasiada coincidencia. Ahora los zapatos rojos saltan frente a un coche en movimiento, azul, y los destroza por completo. Una casualidad más... Coincidencias, Serena Torres Peralta

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Alejandra C. L.

L

a rosa le dijo: Antes de deshojarme, primero descubre bien mi perfume. Si te

gusta, puedes quitarme mis pĂŠtalos. Si no, ÂĄni te atrevas! Alejandra C. L.

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Karina Posadas Torrijos

L

a arena se subía por las piernas. Cubría su cuerpo. Mientras más luchaba, la playa

lo devoraba con mayor rapidez. Desesperación. Gritos. Nada. Sandman, Karina Posadas Torrijos

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Alejandra C. L.

U

na princesa ten铆a el cabello tan largo que necesitaba mil duendes para que se lo peinaran. Una vez se lo quiso pintar de rojo. S贸lo un duende se atrevi贸 a realizar

la tarea. Alejandra C. L.

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