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Pablo Armesto expone en la galería H obras surgidas del binomio arte-ciencia

Ngel Vargas

La luz y la sombra, así como el afán de materializar el tiempo, conforman los elementos de los que se vale el español Pablo Armesto para desarrollar su trabajo artístico. Son esculturas lumínicas que se desprenden del binomio arteciencia, y cuyo propósito es “reflexionar sobre la complejidad del mundo contemporáneo y la huella que estamos dejando sobre éste”. Nacido en 1970 “por accidente” en Schaffhausen, Suiza, de padres asturianos, el artista prepara in situ la que será su primera exposición individual en México, ¿Y si mañana sale el sol?, que se presentará del 7 de febrero al 15 de abril en la galería Proyecto H (Guadalajara 88, colonia Roma Norte).

Al mismo tiempo, acondiciona la pieza cinemática de gran formato con la que participará en Zona Maco, del 8 al 12 de febrero, al lado de otros nueve artistas representados asimismo por esa galería –la cual tiene también sede en Madrid, España–, entre ellos sus compatriotas Isabel Alonso Vega, Juan Garaizabal, Xavier Mascaró, el inglés Patrick Hughes, el venezolano Rafael Barrios y los mexicanos Gabriel Macotela, Jorge Yazpik y José González Veites.

“Mis obras son muy viscerales, provocan mucho emocionalmente: o enamoran a simple vista y obligan a profundizar en lecturas desde filosóficas hasta místicas o de plano pueden no entenderse, porque también es un discurso muy novedoso”, explica el creador en entrevista.

“Están en la vanguardia, con tecnología, hay algoritmos, programación, muchos elementos que quedan escondidos; entonces, eso también provoca, aunque no puede entenderse a veces. Al final, lo que busco con mi obra es que no deje impasible al espectador. Eso es lo que me interesa, que provoque, para bien o para mal.”

Con estudios de ingeniería, carrera que dejó para dedicarse al arte, en un inicio dentro del grabado, el estampado y el diseño gráfico, Pablo Armesto ha centrado su propuesta escultórica en experimentar la conexión entre la luz y la tecnología, así como entre las matemáticas y la poesía.

“Como concepto, mi trabajo ahonda en la geometría en el espacio y un poco el juego de la dualidad que tiene el tiempo, el cronológico y el climatológico. La novedad desde hace dos años es la incorporación del color, antes era sólo blanco y negro; hay un color físico y un color sustractivo y aditivo, a base de luz”, describe.

“Pero, sobre todo, es geometría que habla sobre los fractales y la luz a escala, mientras el factor tiempo, que es algo que me interesa al igual que el movimiento cinético, hace referencia a lo efímero, al instante, a eso que se encuentra por azar y no vuelve a repetirse, a algo mágico.”

Materiales del siglo XXI

Para la realización de sus esculturas el autor emplea fibra óptica, energía eléctrica y programas computacionales basados en algoritmos que, en ciertos casos, posibilitan que algunas de sus obras estén en cambio constante y nunca se repitan.

“Me interesa como artista contemporáneo, de vanguardia, trabajar con los materiales de mi siglo, y la fibra óptica no olvidemos que es un material que nos relaciona.

▲ La exhibición permanecerá en el espacio de la colonia Roma Norte del 7 de febrero al 15 de abril. El escultor también participará en Zona Maco con una pieza cinemática. Foto Luis Castillo

Entonces, encierra una metáfora muy importante, muy intensa, que es la del camino de comunicarnos; eso es lo que estoy haciendo al final al trabajar con los materiales del siglo XXI. También es un discurso muy poético el materializar la luz, esculpirla o dibujar con ella.”

Finaliza Pablo Armesto: “Ese es el juego en general de mi propuesta: el cruce entre el arte, las matemáticas, la ciencia, lo filosófico y lo espiritual. Al ser piezas tan minimalistas, también resultan algo inmaterial, además de que la luz permite siempre cierto momento de azar, de algo que sorprende, que no se vuelve a repetir, y eso tiene algo de magia. De eso hablo”.

JOSÉ CUELI

Ala nana, nana / a la nanita le haremos / una chocita en el campo / y en ella nos meteremos”, escribió Federico García Lorca.

Añoranzas de noches de cante en el café Cádiz, rematadas en casa de la Nana morena. Rumor antiguo, sonar de agua de las fuentes; alegrías, jaleos y bulerías, contrapunto de malagueñas y seguidillas. Vibraciones carnales que no conocían ni frenos ni límites. Busca de un solo goce, dos en uno. Delirios animales; lácteos arrullos; posturas eróticas; altanerías gallardas; gestos lustrosos. Arranques de toro negro, negro toro terciopelo; remate por debajo de los pitones. Sacrificio de una culpa antigua, expiación que cegaba y enloquecía.

Pechos morenos, que traidoramente acechaban. Ayes y jipíos que rasgaban entrañas; ausencia y dolor. Abandonos, cantes, lamentos, aires de seguidillas gitanas, vapor de representaciones que hervían en el fondo del alma, subían y pugnaban por salir, volvían a caer. Nuevas representaciones, estallaban comprimidas, quebraban la cárcel que las aprisionaba, ocupando espacio que no era de nadie, inasible y enloquecedor, habitación de lo siniestro, confrontación con la insatisfacción.

Melancolías seniles decembrinas alrededor de lo que fuera, con quien fuera, en área protegida de toda interferencia de ambivalencias. Glorieta tejida de sombra, con encaje cabal. Deseo angustiante de otra fusión, con quien sea, donde sea. Confluir de recuerdos, experiencias, vivencias, historias, enlazadas que articulan el deseo, no por insatisfacible, menos buscado, en hombros, talle y fuego.

Nostalgia ineliminable, que resurge atormentada del principio del caos exaltado y aterrorizante, que nos separa, divi- de, descompone y envía a buscar un amor ilusorio que esconda crueldad –cuchillos sin sangre–, violencia que ingenuamente queremos eliminar una y otra vez.

Recuerdos inocentes de aquellas noches en el viejo café gaditano: donde acariciábamos el ser con jipíos, seguidillas, jaleos, martinetes de cava vieja. Juego de la vida que es aparecer-desaparecer pero, algo falta, infinita e indefinida trama de deseos. En última instancia la primera, sólo la primera, que no basta. Necesidad de algo más, sin saber qué es, ese “más” “Extranjero primero, extranjero siempre”.

Nostalgia de las noches del Camarón de la Isla contrastadas con la pesada carga de las relaciones estables en algo inalcanzable. Atrapar el cante, en el rumor de la voz que se iba, ¡aire que llevaba aire! Lamento, e intento de vocalización llama quién sabe a quién, cuándo, dónde. Indispensabilidad de ella, que no es ella y sí es ella. Revelación, que aparece para desaparecer con encaje de espuma cante por dentro.

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