LA JORNADA DE ENMEDIO Sábado 23 de julio de 2022
ESPECTÁCULOS
5a
De la emoción de fotografiar a Meche Carreño RODRIGO MOYA
En 2009 La Jornada publicó el testimonio del fotógrafo Rodrigo Moya, quien realizó un estudio fotográfico a la actriz Meche Carreño para la revista Sucesos en 1964. Aquí presentamos un extracto del texto
Murió la actriz Meche Carreño, figura del cine mexicano de los sesenta JUAN IBARRA
Durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, México era un país donde la represión y la censura eran la norma. Sin embargo, en medio de ese contexto existían figuras que desafiaban los límites sociales mediante un erotismo que ya atraía y escandalizaba a parte de la sociedad mexicana de entonces. Meche Carreño fue uno de esos símbolos, no sólo por su belleza sino también por su manera de aparecer en el cine: casi siempre retratada de forma sensual y muchas veces dispuesta a desnudarse. Este viernes se supo que la actriz y productora falleció un día antes en un hospital de la ciudad de Los Ángeles, California, a causa del cáncer de hígado que padecía . Meche, oficialmente María de las Mercedes Carreño Nava, acababa de cumplir 75 años. Había pasado los últimos años de su vida retirada, alejada de la vida pública, salvo por las contadas ocasiones en que reapareció para recibir algún homenaje dedicado a su carrera. Mientras que en su juventud la también modelo
trabajó incansablemente, sus últimas décadas las pasó alejada de las cámaras. Meche nació en Minatitlán, Veracruz, en 1947, y a los cuatro años emigró con su madre a la Ciudad de México. En la capital mexicana, la actriz manifestaría a temprana edad su inclinación por las artes escénicas, así como su garbo y la gracia que embelesaron a tantos hombres. A sus 17 años, Carreño, consciente de su belleza, se presentó y ganó un concurso de modelaje con el que comenzaría a ser llamada la chica del monokini. Pero Meche continuaría su camino por la actuación con insistencia. Estudió en la Academia de Actuación de Andrés Soler, colaboró en un montaje teatral con Alejandro Jodorowsky, así como con Carlos Ancira en la obra El hombre y su máscara. En los sesenta, la actriz también logró hacer roles secundarios en algunas películas, y durante esa época conoció a su esposo el fotógrafo José Lorenzo Zakany, con quien fundaría su productora Uranio Films. Gracias a la colaboración de la pareja, Meche logró protagonizar
alrededor de 25 películas, su primer largometraje fue Damiana y los hombres, escrita por la misma Carreño y dirigida por Julio Bracho. A partir de entonces, la actriz comenzaría a ganar fama por su belleza física, y sería llamada a participar en títulos como Andante, La sangre enemiga y La inocente. A mediados de los setenta, llegaría a la cúspide de su carrera y sus participaciones en tramas con desnudos, violencia y la tensión sexual también se haría más explícita. Meche es especialmente recordada por La choca, cinta de Emilio Indio Fernández que le daría el Ariel a la actriz por mejor coactuación, además de pasar a la historia del cine mexicano con el desnudo visto en los primeros minutos de la película. También durante esos años, Carreño, ya separada de Zakany, se casó con Juan Manuel Torres, a quien conoció tras participar en La otra virginidad. Al lado del escritor y cineasta, la actriz protagonizó una trilogía de historias (La vida cambia, El mar y La mujer perfecta) que criticaban a la sociedad conservadora y reprimida de la época.
Después de que Meche Carreño se volvió blanco de los fotógrafos de la época, ella accedió posar para la revista Sucesos, en la que yo colaboraba… Nos reunimos una mañana para la sesión fotográfica. Mi idea no era repetir la foto con los pechos al aire, sino lograr una imagen menos desnuda, pero más provocativa. La propia Meche eligió un baby doll, aquél camisoncito de dormir sedoso y corto, una cuarta abajo de la cadera, combinado con un calzoncillo igualmente ligero y holgado… Luego cambió el volátil baby doll por un extraño vestido tejido por su amorosa madre. Era una especie de red de pescador que le ceñía brazos y piernas, con las copas y el bikini trenzado entre la misma malla de red. Era fácil fotografiarla. Se plegaba a cualquier sugerencia o ella misma proponía acciones y lugares. Era un juego placentero y creativo para ambos. Cuando un día le llevé de regalo las fotos, quedamos de hacer otra sesión más atrevida. La ocurrencia era fotografiarla desnuda sobre una caballo, parodiando la historia de Lady Godiva. Se entusiasmó, y semanas después emprenderíamos la sesión en otra ex hacienda por las laderas del Iztaccíhuatl. Había caballos, bosques, campo abierto, pajonales y un viejo caporal. Existían las condiciones para trepar a Meche
sobre un caballo, pelo contra pelo, y fotografiarla como si fuera aquella reina medieval que fue obligada por el celoso rey, su esposo, a cabalgar desnuda ante su pueblo, que prefirió darle la espalda para no deslumbrarse, o no pecar con la imaginación, según la leyenda. El vestuario esta vez era un bikini confeccionado por su mamá, con tela imitación piel de tigre… Nos aproximamos al anciano y al caballo ya listo. La toma era delicada y el hombre tranquilizaba al equino. Meche se quitó el porta busto y empezaba a despojarse del bikini, cuando el caballerango la vio en todo su esplendor. Entonces ya no fueron ujujuyes, sino verdaderos alaridos, al tiempo que doblaba el cuerpo hacia atrás, abría las piernas, y se llevaba las manos a las ingles sin dejar de gritar. El caballo se encabritó y Meche se asustó. Pero había que hacer la foto, programada para portada de la revista Sucesos. Más preocupado por la monta precaria de Meche y la lujuria del ardiente caporal, que por el proyecto Lady Godiva, apenas pude tomar unas placas en color y dos o tres en blanco y negro. Por eso Mercedes Carreño se ve un poco tensa y asustada sobre las ancas de un caballo estático, y mira al fotógrafo como diciendo ¡bájame de aquí! Fotos Rodrigo Moya