La Jornada, 19/06/2022

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LA JORNADA DE ENMEDIO Domingo 19 de junio de 2022

CULTURA

NO SÓLO DE PAN

REGOCIJO LECTOR

De una reconciliación histórica YURIRIA ITURRIAGA

L

A CRUZADA POR la Milpa la haremos todos y será la argamasa que reúna la fuerza social de nuestro país en un bloque invencible, por virtuoso en sus objetivos, por claro en sus propósitos, por respetuoso de las diversidades y de cada quien como sujeto pensante y capaz. ¿Sus objetivos? Recuperar la fuerza social representada por los seres humanos más discriminados de la población mexicana desde hace más de 500 años, ¿Cómo? Recuperando sus saberes no para vitrina de museo, sino como política nacional gubernamental para recuperar la soberanía alimentaria y la calidad nutricional de sus elementos. ¿Cómo? Devolviendo a los maestros de las milpas su lugar en la estructura del saber y la cultura nacionales, con sus derechos civiles plenos y su lugar en la educación y formación laboral de las nuevas generaciones, campesinas o no. Favoreciendo así el resurgimiento de una fuerza social revolucionaria, capaz de fortalecer y mantener la solidez de la 4T. Mientras sigamos pensando que el campesinado es “retrógrada”, con la lógica del capital que convierte los alimentos y la Naturaleza en mercancías y a todos nosotros en puros consumidores, seguiremos separados de nuestros connacionales para una transformación que no será sin ellos. Así que digamos: ¡benditos los pueblos que tienen aún campesinado, incluso maltrecho por los abusos históricos! Campesinos poco confiados en sí mismos por la discriminación basada en la ignorancia y la soberbia. Pero la Cruzada por la Milpa se arma para rescatar la autoestima del pueblo en el que cree y tanto elogia el Presidente de la República, aunque todavía no nos escuche bien y siga pretendiendo que nuestros campesinos van a recuperar su autoestima con programas asistenciales dirigidos por quienes les dictan qué y cómo hacer las cosas que ellos conocen y practicaban desde hace cientos de generaciones... SÓLO CON UNA política de regeneración del campo en la que se pregunte a los campesinos tradicionales qué y cómo hacer para restaurar sus suelos y fuentes de agua, sus formas de cultivos combinados y protección de plagas, uso de insectos y yerbas, métodos de almacenaje y preparaciones en lo que ellos tengan la absoluta libertad de expresar qué necesitan, estando preparados para distinguir los métodos prehispánicos de las técnicas impuestas por la Colonia hasta ahora, sin miedo a reconstruir lo que les quitamos ni a olvidar las acciones que necesitan para la

reintegración de comunidades cuyos diferendos fueron auspiciados por caciques sostenidos por autoridades urbanas, vigilando el cumplimiento del bien común y desechando la politiquería ajena a las comunidades, los enviados del gobierno de la República cumplirían un papel realmente virtuoso y de muy útil autoaprendizaje. Para ello también se levanta la Cruzada por la Milpa. Porque de lo que se trata es de salvar a México en sus cinco niveles de mayor degradación (no exhaustivas): 1) de la pobreza alimentaria y nutricional que está basada en la producción de mercancías como política de la Sagarpa (y sus hermanas de todo el mundo neoliberal); 2) de la insostenibilidad de los criterios de propiedad donde se privilegia la titularidad privada y un sistema jurisdiccional importado y caduco que deberá ser sustituido por la propiedad, explotación y comercialización comunitarias o en cooperativas, con sus propios sistemas judiciales apegados a la Constitución nacional, 3) del cambio de los recursos aportados por decisión de las autoridades a recursos demandados y justificados por los productores más antiguos y apegados a las siembras tradicionales, de tal modo que se vaya haciendo la transición hacia la recuperación, sustentabilidad y crecimiento productivo de la agricultura nacional sin químicos, 4) del criterio de que la producción campesina es sólo autosuficiente, en el mejor de los casos, y en cambio prever su desarrollo progresivo para el mercado interno con una infraestructura moderna de almacenamiento, transporte, conservación y distribución de los productos del campo en zonas semiurbanas y urbanas, y 5) de la visión romántica sobre pueblos que necesariamente serían conservadores en todos los rubros, desde sus culturas tradicionales hasta una ética y estética incambiadas pasando por sus capacidades técnicas y científicas. Lo que es falso, porque nuestros pueblos originarios han demostrado una fortaleza que no parte del inmovilismo sino de la resistencia que sabe distinguir lo que debe conservarse de lo que gana con los cambios y porque no existen pueblos inmóviles, sino pueblos que se han ido adaptando con ventaja y virtuosismo a los cambios de Natura y de los otros pueblos, agresivos o amistosos. DEBEMOS CONFIAR EN que una nueva política social hacia nuestros campesinos tradicionales les permitirá formar una clase social que más temprano que tarde salvará a la 4T e incluso podría ser protagonista de una 5T a la que no debemos tener miedo. yuriria.iturriaga@gmail.com

▲ El problema de la piratería de libros en México “amerita una discusión larga, porque los piratas se nutren de las propias imprentas que editan a la industria editorial tradicional, hacen sobretiro clandestino y lo sacan al mercado paralelo”, dijo Paco Ignacio Taibo II, director del FCE en una charla

de fomento a la lectura entre jóvenes en la Universidad Autónoma de Zacatecas. En la imagen, Taibo II muestra el libro La guerra de Florencia: A sangre y fuego los cárteles se disputan Zacatecas de Alfredo Valadez Rodríguez, corresponsal de este diario. Foto Alfredo Valadez Rodríguez

RELATOS DEL OMBLIGO El joven “Viejo de Agua” JUAN BECERRA ACOSTA

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O HAY ÁRBOL en México que nos identifique más que el ahuehuete, tenemos otras especies, sin duda, pero sólo el “Viejo del Agua” nos significa tanto más allá de sólo ser una especie vegetal; posee significados místicos, históricos, patrios y hasta religiosos. A los ahuehuetes vamos a bailar y con ritmo pedir un milagro, son testigos del pasar de los siglos y, con ellos, de las vidas de quienes hicieron para que nosotros estemos. Bajo sus frondosas ramas nuestros enemigos lloraron ante la derrota, son símbolo de una resistencia que hoy continúa y, alrededor suyo, se suman nuevos símbolos que nos identifican pues es justo un ahuehuete quien remplaza a la vieja palma de Reforma, un árbol joven con viejos significados que transforma la fisonomía de la Ciudad de México y que nos lleva a lo más recóndito de nuestras querencias mientras construimos el futuro que forjamos y no el que se nos quiere imponer. TEZOZÓMOC, SEÑOR DE Azcapotzalco, gobernó a los tepanecas que dominaron al Anáhuac; nació en cuna de oro pues su abuelo fue el rey chichimeca Xólotl; ascendió al poder cuando tenía 26 años y, al ser heredero de una importante dinastía, decidió que aún mejor que pasar a la historia como un junior precolombino debía forjar la suya propia. Bajo su mando Tenochtitlan se fundó y, vasalla de los tepanecas, comenzó a desarrollarse. Mandó a plantar ahuehuetes por todos los dominios que conquistó y con ello dotó de sombras sabias a Coyoacán, Tacuba, Tlatelolco, Chimalhuacán, Culhuacán, Tepozotlán y, por supuesto, Azcapotzalco. ANTES DE QUE del otro lado del mundo llegara el buey que con el arado sustituyó a la chinampa, y cuando todavía no ponían sus pies sobre suelo mexicano aquellos que cruzaron los mares para encontrar tierra y desecar el agua de los lagos para conseguirla, los antiguos mexicanos no conmemoraban los sucesos importantes con monumentos, como lo hacemos nosotros, sino con la siembra de un árbol que de preferencia fuera un ahuehuete, pues el viejo de agua es sagrado y ceremonial y, al encontrarse generalmente a la orilla de un río, manantial o lago, su existencia es señal inequívoca de que alrededor suyo hay agua, por lo tanto vida.

EN 1460 SE reconoció a Tepozotlán como un altépetl, ciudad-Estado con independencia propia, hecho que mereció ser marcado para las generaciones posteriores por lo que Quinatzin III –su primer gobernante– mandó a plantar un ahuehuete que hoy se llama, por alguna razón que muchos no acaban de comprender, Lanzarote –igual que aquel personaje de la Mesa redonda que tan poco tiene que ver con el valle de México–. Aunque los vecinos conocen su nombre prefieren llamarlo “El Viejo del Agua” y con ello traducir la palabra ahuehuete del náhuatl al español. Con 560 años de edad todavía da sombra a las personas que alrededor de su tronco se dan cita para esparcirse en días de campo, y es uno de los muchos ahuehuetes a los que los capitalinos podemos acudir para que ese viejo de agua nos dé consejo. A TEZOZÓMOC SE le reconoce, entre mucho más, porque sabía recibir consejos, como tenía claro que su linaje provenía de las hermosas tierras que hoy conocemos como Michoacán –lugar de ahuehuetes– y que la sombra de los viejos de agua son buenas consejeras, mandó traer ejemplares y semillas para plantarlos. En Azcapotzalco varios de los ahuehuetes sembrados por Tezozómoc continúan vivos, se dejan tocar, oler, sentir y hasta escuchar. De 200 de ellos que hay en tierra chintolola uno es el consentido de los pobladores, quienes saben que representa un símbolo ancestral que es testigo de lo que los libros de historia marcan en sus páginas y también de lo que, aunque en ellas se obvió, permanece en el imaginario colectivo desde los abuelos de nuestros abuelos; se trata del ahuehuete del pueblo de Santa Catarina, primo del Árbol del Tule en Oaxaca y del árbol de la Noche de la Victoria en el que Cortés lloró después de haber sido derrotado por los mexicas. AL AHUEHUETE DE la Noche de la Victoria, también al sembrado en Palacio Nacional como homenaje a los muertos por covid19 –regalo del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco–, y a los de Azcapotzalco, se suma hoy el ahuehuete de Reforma que, sin importar los lamentos de los agoreros, se adapta a su nueva ubicación y con ello es muestra viva del triunfo de una resistencia cuyas raíces son más fuertes que cualquier plaga y que suma nuevos significados que enriquecen la identidad de quienes al reconocer nuestro pasado no queremos regresar a él.


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