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LA JORNADA Domingo 13 de febrero de 2022
ECONOMÍA
Presidencias blanquiazules... / 13 P
En menos de dos décadas, el empresariado español, que viajaba a México con sus propios directivos y técnicos –como sigue ocurriendo hasta la fecha, al menos al más alto nivel– ha pasado a controlar sectores estratégicos y sensibles de la economía mexicana. Y todo eso ha sido gracias en buena parte a la connivencia del poder político, de los gobiernos de turno que les han abierto las puertas de par en par y les han concedido un trato de privilegio que ni siquiera recibían los empresarios mexicanos. En 2002, a tan sólo dos años de haber entrado en vigor el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, Fox hizo una visita de Estado a España, en lo que fue visto, en retrospectiva, el inicio de la gran penetración del empresariado ibérico en México. En aquella gira, Fox anunció proyectos de inversión española en el país por 293 millones de dólares en los sectores de medio ambiente, agroindustria y fabricación de piezas para automóviles. El entonces presidente mexicano recordó, además, que se había creado un fondo de financiación con capital-riesgo por 20 millones de dólares (21.6 millones de euros) para las pequeñas y medianas empresas del sector turístico.
Incremento en la balanza comercial Esa pequeña incursión provocó un incremento en la balanza comercial bilateral superior al 40 por ciento, que se fue intensificando hasta que España pasó a concentrar en menos de una década algo más de 25 por ciento de la inversión española en América Latina y con una inversión acumulada de 35 mil millones de euros y que hoy supera los 75 mil millones. Las primeras empresas españolas que arribaron a México fueron las editoriales, hace ya varias décadas, pero la avalancha se produjo en los primeros años del foxismo, con la llegada de los dos grandes bancos, Santander y BBVA, y el desembarco de las principales empresas eléctricas y turísticas. Es decir, que en todo este proceso de lo que algunos llaman la “neocolonización” de México, el sector financiero ha llevado la voz cantante, con las absorciones o compras de las entidades financieras mexicanas, como fue en su día la adquisición de Serfin en mil 500 millones de dólares por el banco Santander, y la realizada por BBVA, que en su día se comprometió a adquirir por 2 mil 500 millones de dólares la mitad de las acciones de Bancomer y que en pocos años compró de forma íntegra. Durante el foxismo, cuando inició la apertura del sector energético, también llegaron las primeras incursiones de las empresas españolas, con una inversión inicial de más de 4 mil millones de dólares en plantas generadores de energía, sobre todo de Unión Fenosa e Iberdrola, que en menos de un lustro acapararon más de 5 mil megavatios de potencia en Méxco. Igual ocurrió con las telecomunicaciones, cuando se abrieron las puertas de par en
X El rey Juan Carlos de España platica con el presidente Vicente Fox. Imagen de 2002. Foto José Carlo González
par para la entrada de Telefónica (hoy Movistar) en el mercado mexicano, que en poco tiempo se situó en el segundo lugar del negocio de teléfonos celulares.
El bazar de ProMéxico Vicente Fox, quien se había alineado abiertamente con la derecha española y con su entonces líder y presidente, José María Aznar, dejó las bases para que lo vendría después: el gran desembarco de las multinacionales españolas en México, que convirtieron nuestro país en uno de los principales objetivos de negocio de sus corporaciones. Y fue en gran medida gracias a un programa que impulsó el presidente Felipe Calderón (2006-2012), que llamó ProMéxico y que consistía en organizar encuentros que funcionaban como un gran bazar del Estado mexicano en el extranjero. En Madrid, por ejemplo, lo primero que hacía la Secretaría de Economía –de la que dependía ProMéxico–, a través de la delegación diplomática, era elegir un hotel de lujo, todos de cinco de estrellas, como el Palace, Ritz o el Villa Magna, para alquilar tres, cuatro, cinco y hasta seis salones durante un par de días para organizar encuentros sectoriales con empresarios españoles. Esos encuentros consistían en la presentación, por parte de los responsables de ProMéxico, de los grandes proyectos de infraestructuras que tenía previsto realizar el Estado mexicano en los próximos años, tanto a nivel federal como estatal y hasta municipal. Esas reuniones resultaron a la postre vitales para que esas corporaciones españolas tuvieran la información de primera mano en su entrada al mercado mexicano y conseguir, siempre vía concurso público, pero con la información previa otorgada por el Estado mexicano, los grandes contratos que buscaban.
Un largo desembarco Las presentaciones se hacían siempre de forma pormenorizada, sector por sector, estado por estado, municipio por municipio, y siempre había gráficos que mostraban la situación y hasta se entregaban dosieres con toda la información sensible. Esa fue la práctica habitual durante el sexenio de Felipe Calderón, quien se convirtió en el principal impulsor de la presencia de las empresas españolas en México, sobre todo en el sector energético, y que estuvieron listas cuando se aprobó la ley energética que impulsó su sucesor, Enrique Peña Nieto, y que permitió la entrada sin restricciones de las multinacionales al sector. Aunque con Calderón sí se puso fin a Luz y Fuerza del Centro (2009), lo que representó en realidad una fiesta de bienvenida a las grandes corporaciones energéticas españolas, que habían estado reclamando un gesto así para entrar en el mercado mexicano.
La rapiña de las empresas españolas en América Latina MARCOS ROITMAN ROSENMANN
Qué esconde la marca España? Existe un estrecho vínculo entre las empresas trasnacionales españolas y los gobiernos de la monarquía. Seamos serios, las relaciones entre el Reino de España y los países latinoamericanos no se caracteriza por estrechar vínculos culturales, menos aún por las reciprocidad comercial, empresarial o la transparencia en las inversiones. Tras la retórica de la hispanidad se encubren negocios fraudulentos, comisiones, lavado de dinero, cuentas en paraísos fiscales y un sin número de ilícitos, cuya lista es interminable. Cada viaje de los presidentes de gobierno y los reyes se acompaña de un séquito de empresarios ávidos de pingües beneficios. Así, apoyan reformas neoliberales en el continente. Posteriormente, conceden medallas y agradecen a gobernantes corruptos, los servicios prestados a la marca España: Zedillo, Uribe, Piñera, Macri, Calderón. La lista es amplia. Hoy las relaciones comerciales con Iván Duque, en Colombia; Alejandro Giammattei, en Guatemala; Sebastián Piñera, en Chile; Jair Bolsonaro, en Brasil; Guillermo Lasso, en Ecuador, y Mario Abdo, en Paraguay, cuentan con el adjetivo de seguridad jurídica para los inversionistas españoles. Para que no exista equivoco, la expropiación de YPF-Repsol en Argentina, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, fue considerada un ataque a España. La prensa y el gobierno tacharon la acción de populismo izquierdista, robo y una sinrazón política. Una década más tarde, con el gobierno de Mauricio Macri, Felipe VI cambia el discurso en su viaje a la Argentina: “apoyamos todos los programas de reforma que están en marcha”. Los empresarios españoles se frotaron las manos. Macri impulsó recortes salariales, despidos y exenciones fiscales a los empresarios españoles. Así, pudieron repatriar sus beneficios y empobrecer a los argentinos. Pero Felipe VI lo tenía claro: “España cuenta con empresas punteras, competitivas, modernas e innovadoras, exponentes de la marca España, que representa calidad y excelencia”. Olvidó el expolio y etnocidio en Chile, contra el pueblo Pehuenche, cometido por Endesa en la construcción de la presa Ralco. Hecho constatado por el informe a Naciones Unidas redactado por Rodolfo Stavenhagen. Felipe VI tampoco recordó cómo los empresarios españoles compraron a precio de saldo bancos, compañías de aviación, tierras, ríos, bosques, construcciones, puertos, etcétera, obteniendo su padre grandes comisiones. La marca España se caracteriza por realizar megaproyectos eólicos, mineros, de explotación turística, donde prima la destrucción medioambiental, la violación de los derechos humanos, la criminalización de las protestas y los movimientos de resistencia. Sirva como ejemplo la actuación de ACS en
Guatemala, en Alta Verapaz. Allí, han sido entubados 30 kilómetros del río Cahabón, equivalente a 80 por ciento del tramo que cubre las poblaciones de los pueblos mayas que habitan el entorno. El 20 por ciento restante, señala Vladimir Soto, abogado del Colectivo Madre Selva, corre entre dos muros de cemento. Cincuenta mil son las personas afectadas por el proyecto. Mientras tanto, en España se invisibiliza el desastre ecológico y humano causado por el presidente de ACS, Florentino Perez, considerado un empresario ejemplar. Nada escapa a la voracidad empresarial de la marca España, destruyen todo cuanto supone un estorbo. Sin ruborizarse, extorsionan, desplazan población, pagan a bandas paramilitares, contaminan ríos, destruyen reservas naturales y violan los derechos humanos. No importa el precio a pagar. Todo por el beneficio. No hay ministro de Industria, Economía, Turismo o Relaciones Exteriores español que no acuda en defensa de sus empresarios cuando emergen escándalos. El ex ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, en el gobierno de Mario Rajoy, sintetizó el espíritu de la marca España: “el gobierno de España defiende los intereses de todas las empresas españolas, dentro y fuera. Si en alguna parte del mundo hay gestos de hostilidad hacia esos intereses, el gobierno lo interpreta como gestos de hostilidad hacia España y hacia el gobierno de España”. Bajo este principio actúan gobierno, medios de comunicación y políticos. Son una piña. Niegan, mienten y se escandalizan cuando provocan desastres medioambientales. Así entrelazan el discurso político con los intereses de las plutocracias a ambos lados del Atlántico. Repsol, Iberdrola, Telefónica, BBVA, Santander, Endesa, Zara, Sacyr, ACS, Prosegur, Ferrovial y Meliá, entre otros, pero son sólo la punta de iceberg, tras éstas, hay una pléyade de empresas que viven de esquilmar los recursos en América Latina. (Véase el Observatorio de Multinacionales Españolas en América latina. OMAL) Por último, la guinda la pone el secretario de Estado para Iberoamérica y el Caribe, Juan Fernández Trigo. El 1/1/ 2022, declaró: “América Latina no es precisamente un lugar ajeno al modelo de sociedad en el que nos desenvolvemos las sociedades europeas, las sociedades llamadas del primer mundo... En América Latina se abusa mucho del concepto integracionista y se hace poco en realidad para llegar a integraciones reales entre las economías y los sistemas políticos. Es verdad que el mito de Bolívar es algo que está muy presente en las conversaciones... pero es importante, algo más que declaraciones, por eso nos parece importante trabajar con la OEA”. En esta dirección, podemos interpretar la elección de Andrés Allamand –un golpista, defensor de la dictadura de Pinochet, coordinador de la campaña de Pinochet para el referéndum de 1988, con las manos manchadas de sangre– al frente de la Secretaría General Iberoamericana. Así entiende España la dignidad de los pueblos latinoamericanos. Arriba España. Una, grande y libre.