La Jornada, 01/08/2022

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LA JORNADA Lunes 1º de agosto de 2022

POLÍTICA NOSOTROS YA NO SOMOS LOS MISMOS Los echeverristas de aquel sexenio ORTIZ TEJEDA

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OMO POCAS VECES, las comunicaciones rebotadas por parte de la multitud a la columneta de la semana fueron tan coincidentes, que la respuesta de ésta a la duda colectiva planteada es, por lo mismo, la misma (como ven, para mí la igualdad de género hasta en la redacción es respetada). Aunque sea con verdadera austeridad franciscana, en razón del “breve espacio” (saludos, don Pablo) del que se dispone, a todos los remitentes, de manera particular se les agradeció en unos cuantos renglones la lectura y el trabajo de ejercer su derecho de réplica o de aclaración y se les ofreció una ampliación de lo que la columneta había querido decir el lunes anterior, sobre un asunto entonces vigente y que, como es lo usual, ahora había sido ya sepultado por la remota antigüedad que, para una noticia significa una semana (aunque hagamos nuestra la sapiencia del maestro Manzanero y aceptemos que hay semanas que tienen más de siete días). MI INCOMPRENSIÓN Y azoro sobre las reacciones sociables que provocó el fallecimiento del ex presidente Luis Echeverría me llevó a intentar una retrospectiva a nuestra historia y cerciorarme si había antecedentes de un comportamiento como el que tenía frente a mí y del que no lograba recordar episodio siquiera parecido. ¿A qué me refiero concretamente? Pues a la reacción que ante la muerte del centenario primer mandatario de nuestro país en el sexenio 1970/76, Luis Echeverría, expresaron grupos tan disímbolos, tan opuestos desde los orígenes y en todos los momentos fundamentales de la vida de la nación (que seguimos empeñados en construir), y que esta columneta se tomó la libertad de calificar como: “las antípodas históricas del país”. ¿QUÉ DE DÓNDE saco esta aventurada opinión? Pues, por ejemplo, de su velorio y funeral, de la información en los diarios y los noticieros electrónicos. La ausencia de esquelas en los diarios: Uno puede valorar con exactitud la posición socioeconómica que guardaba el o la difunta, pero sobre todo sus deudos o séase sobrevivientes, que son los que van a leer, registrar y valorar el sincero y profundo afecto, aprecio, de los dolidos abajo firmantes (en las esquelas son los firmantes quienes encabezan los sinceros y públicos mensajes). Pues resulta que todas estas muestras de solidaridad estuvieron marcadas por esta virtud: la franciscana, que se ha expandido más rápidamente que la epidemia de covid-19, pues con la tercera

▲ Al sepelio del ex presidente Luis Echeverría Álvarez, en Cuajimalpa, sólo

recaída del presidente Joe Biden, ha quedado claro en la Casa Blanca, el covid tiene visa “triple A” y que la equidad o, piso parejo, como hoy se le conoce, empareja a los barrios del South Bronx con los jardines de la designada alcoba rosa (por la castidad que allí impera). No confundir con la mansión de aquí, qué llegó a conocerse como la Casita del pecado (película mexicana, con la maravillosa presencia de Olivia Collins y el inefable Polo Polo). REGRESEMOS DESPUÉS DE tan evitable, frívola y sugerente digresión, a la causa de nuestra conversa: la desaparición física del ex presidente Echeverría provocó una reacción inusitadamente semejante entre los sectores más antagónicos del espectro social. Desde mi personal perspectiva, todos tienen motivos, pero algunos, también, razones. RASTACUERA (PERDÓN POR la fácil y sencilla definición de un lexicón a la mano). Este vocablo significa “persona inculta, adinerada y jactanciosa”. Luis Spota exhibió en su olvidado y sin embargo inolvidable libro Casi el paraíso el pensamiento, los valores y aspiraciones de esa minoría insignificante, pero que fue, desde los inicios, beneficiaria del acrecentamiento de la riqueza producida por el trabajo de un pueblo, numeroso, trabajador e indigente pero sometido nacional e internacionalmente por el sistema neoliberal que aún nos rige, y que otorga a los violentos, los guerreros, los criminales, el cuestionable derecho de propiedad que encubre y ampara el pillaje, la explotación y la esclavitud misma. La explotación sin límites de los recursos y el trabajo esclavo no pueden tener validez en nuestros tiempos. LA BURGUESÍA CRIOLLA de los años 70, que le había perdonado a Díaz Ordaz su agresiva fealdad, su ostensible carácter violento y sus innegables desmanes autoritarios que, de alguna manera les garantizaban orden y seguridad, no provocaron a su muerte pesar alguno, ni le agradecieron sus irracionales y anticonstitucionales procederes. Con su cómplice silencio, le otorgaron la absolución. A ECHEVERRÍA, IZQUIERDA y derecha lo remataron, sus motivos y razones son diferentes. A cada quien corresponde avalar o desechar unas y otras, pero, lo que me sigue intrigando es: ¿y los echeverristas de su sexenio? ¿Sus secretarios de Estado, sus dos legislaturas de diputados, los senadores que eligió y los gobernadores que impuso? @ortiztejeda ortiz_tejeda@hotmail.com

asistieron algunos familiares y amigos. Foto José Antonio López

Urgente reconstrucción del centro DAVID PENCHYNA GRUB

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as creencias de estos tiempos, dan cuenta de un ánimo social dominado por el encono generalizado, un espíritu que, como mencionaba la entrega pasada, se ha manifestado de manera nefasta mediante la violencia física y ataques armados, especialmente en Estados Unidos y otras regiones. El impacto negativo de las redes sociales no se limita, sin embargo, a dichos ataques, las agresiones no ocurren en el vacío, sino en contexto más amplio de polarización política que domina el espíritu de nuestros tiempos. A diferencia de otras crisis políticas históricas, y quizá solo comparable con las guerras religiosas europeas de los siglos XVI-XVII, la crisis financiera de 2008 coincidió con un cambio cualitativo y cuantitativo en las telecomunicaciones que amplificó sus alcances y consecuencias. En retrospectiva, la crisis financiera implicó la implementación de medidas difíciles y asimétricas que no fueron bien recibidas por amplios sectores de la población mundial. El rescate gubernamental de instituciones financieras en quiebra, las cuantiosas compensaciones de los CEO que las habían quebrado y el colapso del mercado inmobiliario, sin mencionar la frustración de millones de jóvenes endeudados que se integraban al mercado laboral por esas fechas bajo condiciones poco favorables, creó la inercia suficiente para surgimiento de movimientos como Occupy Wall Street (reconocer al otro como semejante). La baja en la demanda de petróleo y la “revolución shale” americana significó el fin del financiamiento fácil para las decenas de productores de hidrocarburos autócratas de Medio Oriente, que verían su suerte en la Primavera Árabe, movimiento que, lejos de tener un desenlace feliz, supuso un gran desplazamiento de refugiados hacia Turquía y Europa, conflictos bélicos como el de Siria y el surgimiento de juntas militares, que como en el caso egipcio, sepultaron la ilusión democrática de la revuelta. En las democracias occidentales, la resolución vertical y antipopular de la crisis financiera comenzó a revelar las grietas del sistema político desgastado, un sistema que, en aras de resolver la crisis económica, implementó una serie de medidas democráticamente insuficientes. Dicho déficit democrático ha

encontrado su punto de fuga en las nuevas tecnologías de la información, creando una crisis político-moral que ha desestabilizado el aparente exitoso antiguo statu quo. En contraste a la carencia de participación política en las instituciones públicas y supranacionales, particularmente en lo que se refiere a decisiones sobre asuntos económicos, el ciudadano contemporáneo ha encontrado en las redes sociales un mecanismo de participación constante, llenando el hueco dejado por las instituciones políticas. El proceso algorítmico que regula el consumo de información en las redes sociales, sin embargo, busca la optimización de la interacción satisfaciendo el gusto particular del usuario, invirtiendo el proceso tradicional de deliberación: no es el individuo el que se adapta y busca la conciliación con la narrativa esgrimida en el diálogo público, sino que el diálogo público se produce para satisfacer el gusto del individuo en aras de la maximización del beneficio monetario personal. Actualmente, el panorama parece ofrecer únicamente alternativas dicotómicas bajo diferentes signos: izquierda vs derecha, tecnocracia vs populismo, que parecen sucederse en una danza interminable de radicalismos, anulando paulatinamente la posibilidad de acercar posiciones. Lo que resulta más riesgoso, es que esta dicotomía parece, como lo demuestra la derogación de Roe vs. Wade que en 1973 que protegía a las mujeres para decidir sobre su embarazo, por parte de la Suprema Corte de Estados Unidos, estarse transformando en una nueva forma de hacer política, en la que el poder y el control de las instituciones,se utilizanW para irritar, humillar y hacer enfadar al otro asegurando una victoria pírrica de los propios, una victoria de índole discursiva moral, y así conservar una audiencia. En este contexto, una de las críticas más comunes que se le hace al “centro político” es su falta de compromiso ideológico y su excesivo pragmatismo. A este respecto cabe recordar que el pragmatismo responde a la función regulativa de la política y se nutre de la experiencia histórica para asegurar la convivencia. Más que exigirle un compromiso ideológico a las posiciones de centro, hay que reconocer que su valor está en liberarnos de la polarización y avanzar. Por ello, más allá de discusiones filosóficas ante nuestra realidad, hoy más que nunca, tenemos que reconstruir el centro.


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