Guarura N°6

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número 6 · febrero de 2014

POR QUÉ ANIBAL CASTILLO MUERE SIENDO ANARQUISTA “El anarquismo tiene bien claro que la libertad no es hija del desorden, sino madre del orden... Para el anarquismo es fundamental una teoría general de la acción. Y la prueba de la acción significativa es el rejuvenecimiento de la existencia personal. Los cambios significativos se producen únicamente mediante la confrontación directa de las clases... El acto revolucionario es útil en su naturaleza, por encima de su éxito o fracaso político, precisamente porque la acción guiada por un fin moral es redentora”. Irving Louis Horowitz

A

nibal Castillo, hermano luchador de toda la vida atravesando los sesenta años muere el 13 de Diciembre del 2013, el mismo día en que se conmemora la muerte del comandante Argimiro Gabaldon, héroe histórico de la lucha guerrillera de los sesenta y punto de inspiración en la vida de Anibal. Fueron sujetos de la misma sangre política (las legendarias Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, luego PRV-FALN) y una historia insurgente que la llevó en la memoria hasta el final de sus días. Pero a diferencia de Argimiro, Anibal no fue un comandante clásico, fue un combatiente subterráneo que se fusionó en espíritu y cuerpo entre quienes le tocó encontrarse en su vida militante (barrios, comunidades obreras, mineros, indígenas) estableciendo un solo motivo: acabar con el viejo orden de opresión que se resume sobre sí mismo la máxima de insensibilidad, arrogancia, brutalidad y opulencia vacía de los personajes que lo representan a lo largo y ancho del mundo. Ese viejo orden tiene una manera de repetirse en cada uno de los escenarios y al mismo tiempo una diferenciación particular en las mascaradas que utilizan sus connotados personajes, siendo siempre una repetición de lo mismo. Contra ellos luchó Anibal, muchas veces con armas en mano, con la violencia de la pólvora si era necesario, él y sus acompañantes. Anibal empieza su historia siendo un subversivo de armas, cuya participación en innu-

merables combates, fugas y expropiaciones deja constancia. Fue un soldado o así se asumió siempre no un jefe, y no por incapacidad de mando sino por radicalidad de sus principios militantes. El guerrillero de los comandos armados del PRV-FALN no fue jefe porque en los tiempos de su generación hasta la misma guerrilla era comandada por lo general por hombres provenientes de una pequeña burguesía formada y radicalizada que no dejó caminos y herramientas de formación para que sus bases populares mas leales pero sin los acomodos lingüísticos y culturales de esta clase asuman finalmente los mandos de una causa que en definitiva era solo suya. Aníbal aunque estudió antropología nunca quiso confundirse con esta dirigencia letrada que con el tiempo y sus fracasos fue buscando salvaciones individuales totalmente ajenas a la lucha que ayudaron a desatar. Los finales de la IV República y la aparición del chavismo lo comprobarán; tanto la izquierda como la derecha política que se acomoda en los últimos 25 años de crisis de Estado e intentos de revolución estará inundada por estos viejos comandantes. Los rencores creados, intercalados por confrontaciones entre grupos ligados al comandante mas admirado o acusaciones de traición por los otros costados y grupos formados al interno de las organizaciones, desploma la guerrilla al final de los setenta, dejando a Ani-


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