Guarura 5 centrales

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Jacqueries 2.0,

impresa

de la indignación global a la dignidad del hacer Miguel Arteaga

Hacer un nuevo mundo significa cortar la telaraña que nos ata a la fuerza cohesiva de la sociedad capitalista para que podamos crear algo diferente. El enemigo es la síntesis social de la sociedad capitalista John Holloway

D

esde la primera revuelta popular contra las pretensiones hegemónicas del capitalismo mundial, basado en el nuevo orden económico global, ocurrida en Venezuela en Febrero del 89 y las posteriores acciones contra gobiernos convertidos en representantes de los intereses del gran aparato corporativo internacional en toda Latino América y el mundo , hasta el grito en Argentina ¡que se vayan todos!; los actos de protestas y resistencia popular con la llegada de las llamadas redes sociales han tomado una fuerza importante en las acciones de confrontación contra el capital o a favor de intereses específicos dentro del orden político internacional. Este fenómeno global al que algunos han dado el nombre de revoluciones 2.0, comenzó a gestarse en las primeras revueltas de lo que se conoce como Primavera Árabe, dando así inicio a una escalada de manifestaciones mundiales contra situaciones específicas, pero que al mismo tiempo configuraban una red de situaciones comunes, la revuelta como principio de libertad absoluta, contra la violencia, y todas las formas represivas del orden constituido. Así, pues, queda claro que el detonante de todas estas situaciones de levantamiento popular, parten de la indignación, un decir NO a las formas de dominio, de explotación y de imposiciones económicas que afectan el vivir en su pleno significado. La indignación como punto de partida siempre lleva marcado ese perfil de espontaneidad, de supuesta desorganización, pero lo que queda claro es que la indignación siempre parte de hechos concretos, contra situaciones específicas, a veces de carácter subjetivos que pueden llegar a transformarse en situaciones comunes, con implicaciones nacionales o mundiales. La indignación fue el detonante en Túnez, luego de que el joven vendedor ambulante de frutas Mohamed Bouazizi, cansado de las escasas oportunidades laborales, tomó la

decisión de llenarse de gasolina e incendiarse como forma de protesta. Esto generó una serie de acontecimientos que llevaron al derrocamiento de Ben Alí, que había gobernado por 23 años. A esto siguió la indignación en Egipto, en parte inspirada por las revueltas en Túnez, la llamada revolución de los jóvenes salió a las calles en contra de la corrupción, el desempleo, por la libertad de expresión, contra las medidas tomadas por Mubarak , como las leyes de emergencias. En fin, contra la creciente disminución de la calidad de vida en ese país. Luego le tocó el turno a Libia, a Yemen, y es el escenario que vive actualmente Siria. Estas manifestaciones de indignación también se sintieron en Europa contra las políticas de austeridad y el creciente desempleo, los recortes en educación y salud, en países como Portugal, Italia, Francia, Alemania, Grecia y España. Siendo en estos dos últimos países donde las acciones de calle y movilizaciones constantes cobraron más fuerzas. De ahí surgieron iniciativas como La Acampada del Sol, donde se hacían asambleas populares abiertas y que luego se transformaron en Asambleas Populares de Barrios y Pueblos. Estos movimientos sin organización aparente han sido objetos de diferentes interpretaciones políticas, que van desde su justificación como fuerza material para lograr cambios estructurales importantes, como a los que ven en ellos una masa amorfa incapaz de crear propuestas organizativas capaces de proponer y llevar las acciones más allá de la indignación y la rabia colectiva, y proponer alternativas concretas para la finalidad común. Los más recientes acontecimientos que se han producido en Turquía y posteriormente Brasil, parten igualmente de hechos concretos fácilmente identificables, pero que seguramente sólo han actuado como la chispa disparadora de una cantidad de malestares acumulados a lo largo del tiempo, hechos que quedan demostrados tanto en Turquía como en Brasil. La acción disparadora de las

rebeliones en Turquía fueron las pretensiones de acabar con un parque para la construcción de un centro comercial, y que el gobierno turco lejos de retroceder en sus intenciones, lo que hizo fue reprimir a las miles de personas que se oponían al proyecto. Esto causó una indignación nacional que ha crecido a lo largo de los días. Ya las protestas sobrepasaron las intenciones iniciales que era el rechazo al centro comercial, y ahora se centran en la oposición a las políticas gubernamentales del gobierno de Tayyip Erdogan. El grito indignado en Brasil se produjo contra el alza de las tarifas del transporte público, las protestas se extendieron por las principales ciudades del país, como en los casos de rebeliones anteriores. El argumento en contra del pasaje se convirtió en un grito de exigencias de mucha más envergadura, en este caso las voces populares se alzan para exigir cambios en la educación, en la salud, reforma agraria, contra la corrupción y el despilfarro de dinero invertido en

grandes obras de infraestructura que servirán para el mundial de futbol y las olimpiadas venideras. Esto sacó a flote las grandes desigualdades de la sociedad brasileña, un gigante lleno de los más altos contrastes sociales de Latino América. En Brasil las dispuestas por quien tiene el control de las calles son evidentes, el Movimento Passe Livre (Movimiento pase Libre) que aglutina a lo que se podría llamar el movimiento de izquierda ha hechos sus protestas en las periferias de las ciudades, mientras que los llamados Mudança Já (cambios ya) se concentran en las zonas de clase media y de mayor estratos sociales. La iniciativa surgida de los movimientos de base brasileños ha creado La Asamblea de los Pueblos. Habrá que seguir con atención los acontecimientos que surjan a partir de los debates y decisiones que se tomen desde este conjunto de organizaciones sociales que discuten acciones diariamente. Como dice el analista de los movimientos sociales en América Latina, Raúl Zibechi: La calle brasileña está enviando un profundo mensaje no sólo al gobierno de Rousseff, sino al conjunto de los gobiernos progresistas de la región: la pasividad llegó a su fin. Luego de una década de excelentes precios internacionales para las exportaciones y de una evidente bonanza económica –que parece estar llegando a su fin–, muy poco ha cambiado. En particular, no hay cambios estructurales. El costo humano de estas manifestaciones de indignación mundial ha sido muy alto, una gran cantidad

de personas asesinadas suman todas estas protestas, vidas de hombres y mujeres que simplemente decidieron decir Ya Basta a los modelos de opresión, impuestos desde los grandes centros de poder y hegemonía mundial. Las llamadas revoluciones del siglo veintiuno o revoluciones 2.0 presentan características interesantes, que deberán ser evaluadas con más detalles en sus marcos

nombre de jacqueries. De los feroces levantamientos campesinos europeos de los siglos XVI y XVII a las revueltas obreras espontáneas de los siglos XIX y XX. El impulso a la autodeterminación que contienen los Jacqueries, debe convertirse en un impulso ubicuo, un impulso en contra-de, y al mismo tiempo generar las alternativas a los mecanismos de explotación, de exclusión y violen-

organizativos y orientaciones antagónicas. Todas estás explosiones de rebeldía global han tenido presencia a lo largo de la historia política contemporánea, así nos lo recuerda Hardt y Negri en su último libro Common wealth: “…la fuerza y la resistencia que surgen de la indignación contra los abusos y los dictados del poder pueden parecer inmediatas o espontáneas y por ende ingenuas (aunque no por ello menos poderosas). La indignación nace siempre como un fenómeno singular, en respuesta a un obstáculo o violación concretos. En este sentido ¿es posible que haya una estrategia de la indignación? ¿Puede conducir la indignación a un proceso de autodeterminación política?” Y continúan diciendo: “En las historia de los movimientos políticos modernos, los grandes ejemplos de rebelión autoorganizada basados en la indignación han solido recibir el

cia. Estas Jacqueries de las multitudes no sólo deben ser una explosión de rebeldía, un grito de rabia, una confrontación constante y un desaparecer, debe ante todo convertirse en un grito de dignidad. Muchos gritos que rompan con la dinámica de la confrontación agobiante y desgastadora, y que pasen a tomar la iniciativa ante los grupos de poderes mundiales y sus estados nacionales. Entonces la dignidad obligaría a que planteemos nuestra propia agenda, a que fijemos el orden de las luchas, y que pongamos en evidencia que es el capitalismo quien lucha en contra nuestra, en contra de nuestras formas de vida, de nuestras formas de organizarnos, contra nuestras creencias, contra nuestras territorios ancestrales, contra nuestro hacer, contra la humanidad. Poner en evidencia al capitalismo significa tomar la iniciativa y los tiempos de la rebelión, de los jacqueries.



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