Edición #42 La Gaceta del Pensamiento

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:abecederario A trasluz

Silueta de mar

Conocí a un corazón, era blanco y por dentro contenía todo lo que el pasado puede guardar. Una sirena nadaba entre sal y olvido; con su nado suave recorría este lugar atravesado por una flecha. Mujer que con sus hermosos ojos miraba las sombras para luego quedarse en la silueta de una medusa. Por las tardes, cuando todo era calma, comía una manzana para luego ir a dormir la siesta en un barco de papel, uno muy pequeño que reposaba en lo más alto de aquel músculo de esperanza. En el tiempo, cuando no existían recuerdos, alguien, un ser oscuro y sonriente, puso a esta mujer en su corazón. Sin una razón clara, su trabajo es vaciar de a poco aquel sitio con tentáculos y peces ángeles. Un trabajo inútil o no sé, teniendo en cuenta que todo corazón tiene como última aspiración el vacío.

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I GACETA DEL PENSAMIENTO Enero-febrero 2018

¿Qué puedo hacer con este insomnio? ¿Qué con la noche cuando llega tan lenta? Me refugio a trasluz y persigo vuelos nocturnos. Acabo con la vida y de mi puño a veces escapa un poco de polvo. Afuera, se escucha lluvia, pero son las hojas de mi árbol que bailan una danza de estrellas. ¿Acaso la lluvia no se fragmenta en pequeñas chispas de luz? Vuelvo a mi conflicto, cierro los ojos y un pensamiento pasa, se abre, pero todo es oscuro. Desde este punto, el agua sube por la raíz, la vuelve alimento. Me niego a permanecer en el mundo, mi bostezo alcanza dimensiones de sueño, me acomodo y un armadillo brinca desde el buró y escapa bajo la cama; lo escucho, murmura cosas en idioma de selva. La oscuridad habita y me señala con sus ojos de ámbar: pequeñas luces que ubican a los aparatos inertes; me estiro y ya estoy en una ola que sumerge y revuelca mi cuerpo dentro de su turbio constante. Supongo que cuando despierto de golpe no es porque vaya a caer de algún sitio, es la tierra que se mueve en la conciencia de lo inconcluso. Siempre queda un pendiente para mañana, la cita de las cinco, el café que no se bebe, el deseo en la mirada. A estas horas, el refrigerador es la única cita que tengo, atravieso la pared, siento la pesadez en mis hombros, la magia de la luz al abrir la puerta, agua por mi garganta... Regreso de la noche y en mi cama encuentro a alguien, tiene mi cuerpo, la mirada perdida y se pregunta: ¿Qué puedo hacer con este insomnio?

Las cosas

Te pienso guardando cada cosa, las que elegiste. Las que llegaron a tus manos y sostuvieron un deseo, el perfume que recuerda que la vida es bella, el sostén blanco de resortes gastados, el maquillaje que acaricia la pequeña brocha que luego va a tu mejilla. Coges algo y lo metes en una caja, en una bolsa, y así vas acomodando cada cosa. Desde aquí, te miro ordenando cada uno de tus utensilios de uso, objetos de los que nadie habla, de los que nadie escribe. La tierra gira en el olvido de lo inservible, de relojes sin tiempo, de bancas con hojas de otoño, de juguetes que permanecen entre el polvo, en lugares húmedos, en la sombra. Ahora eres el objeto de lo que traes puesto, vas por la calle y compras y compras. Diógenes caminaba por mercados y se reía, porque no ocupaba ninguna de esas cosas. Tú lo compras todo, eres la mina de los empresarios y el sostén de la economía local. El griego compraría un paraguas y una marquesita, y reiría a tus espaldas. También pienso en las cosas que te miran, en las que te eligieron, en aquella que se acercó en silencio y se interpuso a tu paso para que fueras suya. Esas cosas son las que más valen, porque les perteneces. Los zapatos que más te gustan: regalo de la abuela, el pantalón que se te ve increíble, la cartera de noche que sostiene tu andar. ¿Somos cosa de un momento? En la arena nos vamos desgastando, frente al mar caminamos para sentir una brisa de luna. Vuelvo y te siento como lo más lindo. Cosita, suspiro pequeño. ¡Qué cosas digo!


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