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LETRAS REBUSCADAS Los nativos digitales desbordaron la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Lisboa
from 11-08-2023JAL
Fabián Acosta Rico
Profesor investigador de la UNIVA
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Las estadísticas no son indulgentes con la Iglesia católica, aunque ésta sigue siendo la religión mayoritaria en México con un 75% de la población que afirma profesar dicha fe.
Para que una religión perdure, y esto lo saben bien los hombres de la sotana o la mitra, se requiere de la trasmisión generacional de la doctrina, el ritual y la moral; lo cual implica que los adultos con efectividad y éxito leguen a los más jóvenes el patrimonio simbólico sagrado y con él las instituciones que dan esencia y estructura, respectivamente, a la religión profesada.
Lo anterior lo podemos poner en números fríos y precisos; en una encuesta encargada por la UNIVA, en el mes de enero del 2022, aplicada a 400 jóvenes nativo-digitales del Área Metropolitana de Guadalajara, con el propósito de sondear en qué creen, un primer dato que saltó fue que un 82.7% de los encuestados aún abrazan una religión, contra un 13.5% que no tiene ninguna; de los que sí están inscritos en una religión, el 76.4% se confesó católico.
Aunque este porcentaje es respetable en términos de continuidad y transmisión de la creencia hay otros datos que no son tan alentadores: véase de estos jóvenes católicos sólo el 27.1% asiste con regularidad a misa; y de este porcentaje únicamente el 19.4% pertenece a algún grupo religioso de su iglesia.
La juventud católica tapatía ya no es tan fervorosa como antes y con toda certeza en ciudades y estados más descreídos, la ausencia de jóvenes en los tem- plos debe ser mayor.
Por eso sorprende que a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se celebró en Lisboa a inicios de agosto de este 2023, de México se hayan apuntado para ir la muy significativa cantidad de 25 mil jóvenes, según estimaciones de la Pastoral Juvenil Vocacional de la Arquidiócesis Primada de México. Ir a Europa tiene su gracia e implica su esfuerzo, pero sobrellevando avatares la representación mexicana a la Jornada fue, como se ve, numerosa.
Los peregrinos partieron de las casi 100 arquidiócesis y diócesis de México muchos se inscribieron como grupos individuales que en varios casos sumaron entre 800 a mil jóvenes por jurisdicción eclesial.
La JMJ hay que entenderla como un evento que convoca a jóvenes de todo el mundo en torno al Papa; el hecho por sí mismo sorprende, tenemos a un octogenario, con todo el revestimiento de una mando y autoridad tradicional, exponer su mensaje y sus exhortos de fe y amor a Dios a una muchedumbre de nativos digitales inmersos en una cultura cada vez más materialista y hedonista; hay en el evento un encuentro entre dos generaciones provenientes de realidades temporales en buena medida disímbolas, si
El 5 de agosto en Lisboa, el Papa Francisco ofició la misa de clausura de la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud. El lugar estaba abarrotado, millón y medio de jóvenes entusiastas que desmentían la apatía religiosa tan recriminada a sus generaciones no es que antitéticas.
La Jornada es una oportunidad para patentizar que hay indicios claros de que se está logrado ese relevo del que hablamos al comienzo, en el que encontramos al joven aprendiendo con diligencia o reticencia del viejo los principios y valores de su religión.
Desde el Papa San Juan Pablo II, pasando por Benedicto XVI y ahora con Francisco, los sucesores de San Pedro se han preocupado por estar en contacto con los más rozagantes de su grey, de allí que cada dos, tres o cuatro años, con carácter internacional, tienen lugar estos encuentros en una ciudad elegida por el Pontífice. La primera Jornada tuvo lugar en la ciudad de Roma en 1986.
En estos tiempos es difícil que un joven católico vaya a misa y más complicado está que participe en la vida religiosa, artística y cultural de su parroquia, la encuesta no miente al respecto, ahora veamos qué tan complicado debe resultar mantener interesados y participativos a miles de jóvenes durante casi una semana de celebraciones, y algunas eucarísticas presididas por el Papa; sin embargo, la JMJ en todas sus ediciones ha sido un éxito y la de Lisboa no fue la excepción.
Congregar una multitud de jóvenes para un concierto por ejemplo de k-pop, reggaetón, rock o corridos tumbados no parece difícil; las celebridades del mundo de la música tienen el imán para convocar al bullicio y la fiesta; pero que un líder religioso logre superarlos resulta difícil de creer en esta nuestra postmodernidad.
El número de los convocados a la JMJ sorprendió al propio presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa; quien ante medios declaró que esperaba una afluencia de menos de 500 mil jóvenes, que veía difícil que pudieran llegar al millón; pero que para su asombro se llegó al millón y medio, una verdadera locura, algo nunca visto en Portugal y posiblemente irrepetible.
El entusiasmo del presidente luso no oculta su filiación conservadora y su catolicismo practicante. En otra de sus declaraciones apuntó que la JMJ celebrada en su país superó en todos los aspectos y en términos de proyección a la que tuvo lugar en Panamá en 2019.
En resumen, durante su visita, Francisco presidió varias ceremonias multitudinarias (jóvenes que asistieran le sobraron) se reunió con víctimas de abuso, habló con representantes de otras religiones y visitó el santuario de Fátima.
El 5 de agosto, en el Parque Trejo, el Pontífice ofició la misa de clausura del XXXVII Jornada Mundial de la Juventud. El lugar estaba abarrotado, millón y medio de jóvenes entusiastas desmentían la apatía religiosa tan recriminada a sus generaciones; ante ese público, mar de corazones atentos a las palabras del Guardián de las Llaves, éste hombre de lento andar pero de mente preclara los invitó: “a caminar en esperanza, mirando nuestras raíces, sin miedo”.
Si la Iglesia católica tendrá un futuro, la esperanza de continuar por más milenios, será gracias a estos jóvenes que forjan entrañables recuerdos en esta JMJ mismos que les ayudarán a perseverar y reforzar su fe en tiempos ambiguos en los que versa la pluralidad religiosa; pero también el descreimiento generado por una redoblada confianza en un cientificismo y una tecnofilia que muestran las posibilidades de nuevas expresiones religiosas que rompen con las formas pasadas de la religiosidad tradicional.
L“as personas, aunque sean tímidas o penosas, en el fondo siempre quieren algo. A algunos les da pena decir ‘te quiero’ a la persona que aman, y ahogan el grito. Otros se preocupan tanto por lo que dirá la gente, que dejan de lado despedirse con un beso de la persona que quieren. Y los más osados se vuelven indiferentes a su deseo de ser abrazados…”.
La noticia nos llegó de improviso, un mensaje de una estimada y querida conocida en común nos daba la siempre agradable oportunidad de acercarnos al trabajo de un autor joven. La curiosidad nos atrapó de inmediato y, sobre todo, porque el libro en cuestión proponía una notable diferencia, una alternativa a lo que el trajín de nuestras actividades cotidianas nos tiene un poco acostumbrados; pero, al mismo tiempo, y aquí la paradoja, incluía en sus páginas ciertos elementos de reconocimiento, ciertos ecos en los géneros que más nos gustan: “Es un libro muy nuevo, de junio de este año…” me comentó y llegaron en la invitación, como una alevosa sentencia, las frases que terminaron
Rogelio Vega EL CONEJO Y SU AMIGO EN LA LUNA