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La Plaza Rosa de la Constitución
from 01-03-2023JAL
Francisco Báez Rodríguez fabaez@gmail.com
El Zócalo se llenó de ciudadanos que están en contra del llamado Plan B; de la reforma electoral que impulsa el presidente López Obrador y que atenta en contra de la capacidad del INE para organizar elecciones y hacerlas equitativas para todos los partidos y los electores.
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Con respecto a la marcha de noviembre, que ayudó —a través de las presiones a los partidos políticos de oposición— a que no prosperara el intento de reforma constitucional, la participación fue igual de nutrida, y tuvo mayor presencia de jóvenes y de personas de clases populares. En otras palabras, fue un poco menos clasemediera que la anterior. Eso significa que el tema está prendiendo entre grupos sociales y de edad que poco antes se sentían ajenos o poco dispuestos a participar.
La plaza y las calles aledañas se llenaron a tope, apretadamente, y sólo un interesado (ni siquiera un iluso) puede hacer el cálculo de que había una persona por metro cuadrado para que, como si fuera el Lecho de Procusto, no se cumpliera el reto de los seis dígitos que haría al presidente López Obrador tragarse sus palabras.
Pero, más allá de los números, lo importante es que la ciudadanía estaba ahí para proteger la Constitución, en la plaza que lleva precisamente ese nombre. Este hecho en sí es una novedad más en este sexenio de novedades. En ese sentido, no se debe entender como una forma de presión hacia los ministros de la Suprema Corte, sino —como lo expresó claramente José Ramón Cossío—, como un apoyo para que decidan las impugnaciones a la ley conforma a nuestra Carta Magna. Para que sepan que, ante las presiones del poder, no están solos.
La manifestación era a favor de la autonomía de las instituciones, no por ningún partido político. Tampoco, aunque la idea expresada desde la tribuna gustara a más de un participante, como un llamado a la construcción de un frente único antiobradorista rumbo al 2024. Al contrario, era expresión de una diversidad que, como la del país, no cabe en una sola ideología o en una sola papeleta. Por eso ahí compartieron espacio miles de ciudadanos, de izquierda, de cen- tro y de derecha, que tienen en común una convicción: la democracia que tanto costó construir debe ser protegida de los intentos por limitarla.
Por lo mismo, el gran momento de unidad fue durante el Himno Nacional: la convicción de compartir la ciudadanía, la pertenencia al pueblo y a la nación mexicana, que no es monopolio de un partido y menos de un caudillo.
Es poco probable que los líderes partidistas de la alianza opositora entiendan esto. Y fácil que se vayan con la finta de que esa expresión de los ciudadanos sea el principio de la gran coalición que los llevará de regreso al poder. Es fácil que no vean que es precisamente la sociedad civil la que le da fuerza primordial a estas movilizaciones, no los partidos (aunque éstos suelan ser necesarios en términos de logística y organización).
Lo que es todavía menos probable es que desde el gobierno y desde Morena se haga una lectura políticamente útil de lo sucedido.
Un problema recurrente que tienen es que, a partir de que buena parte de lo que difunden son mentiras, tienden a comportarse como si esas mentiras fueran verdades. En esa lógica ilógica, no ven y mucho menos atienden las causas reales de la movilización, y concluyen
La
absurdamente que cientos de miles de personas se movilizan en favor del dispendio, de los privilegios de unos cuantos y hasta de García Luna.
Si te intoxicas de tu propia propaganda, tomas decisiones equivocadas, cuando no estúpidas: y eso es lo que les puede estar sucediendo con las reacciones ante la manifestación del domingo. (Digo, ya les pasó que quisieron colgar una manta con García Luna y el PAN, pero son tan malhechotes que se les fue de lado y acabó convertida en jirones). www.panchobaez.blogspot.com
Lo que viene a continuación es una disputa por la narrativa, y el peligro es que se mienta una y otra y otra vez sobre lo que verdaderamente contiene la reforma electoral, se oscurezcan sus alcances y no se vea el tamaño real de sus riesgos.
Y el dato adicional, que no es menor, es que no sólo los ciudadanos mexicanos estarán atentos a las decisiones de la Suprema Corte y de las otras instancias judiciales que recibirán impugnaciones. Las movilizaciones también han obligado a que el resto del mundo vea que en México hay un intento de regresión democrática. A López Obrador, tan ajeno a lo que viene del extranjero, tal vez no le importe personalmente, pero sí puede significarle, a la postre, más de un problema.
Y tiene esa repercusión internacional, precisamente, porque el Zócalo rosa no se trató de un acto partidista de la oposición —aunque en ambos bandos hay quien insistirá en verlo así—, sino de un acto ciudadano en defensa de una Constitución democrática .
La marea rosa
José Fernández Santillán jfsantillan@tec.mx
Cuando en la mañanera del lunes 27 de febrero, el presidente Andrés Manuel López Obrador, descalificó a las manifestaciones que se llevaron a cabo el día anterior, domingo 26 de febrero, diciendo que no defendían a la democracia, sino a la oligarquía para que siguieran en el poder los ricos, cometió un doble error: en primer lugar, porque al régimen en el cual gobiernan los ricos no se le llama oligarquía sino plutocracia; en segundo lugar, pero no menos importante, porque las manifestaciones que se realizaron en más de cien ciudades, incluyendo en el Zócalo capitalino, fueron explícitamente en favor de la democracia; pedirle a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que rechacen el llamado “Plan ‘B’”. Ese Plan ‘B’ tiene como objetivo “destazar” al INE.
La táctica utilizada por López Obrador, además de mostrar su ignorancia respecto de la Teoría de las Formas de Gobierno, puso en evidencia las marrullerías propias de los propagandistas de los regímenes nazi-fascistas, es decir, desviar la atención: allí en la mañanera del lunes, mostró en pantalla los nombres y fotografías de algunas de las personas que organizaron las manifestaciones, como si se tratara de delincuentes. Fue un ataque “ad hominem” para tratar de ocultar la sustancia: la expresión masiva de descontento contra su gobierno; el número sin precedente de ciudadanos que, libremente, salieron a las calles y plazas a expresar su rechazo a la regresión autoritaria y, al mismo, su respaldo a los ministros de la SCJN.
Se calcula que en el Zócalo de la Ciudad de México y las calles aledañas hubo cerca de medio millón de personas. Súmese a este número la gente que acudió a la cita en las ya mencionadas cien ciudades en la república y en el extranjero: fueron, más o menos, un millón de personas. Esta cifra sobrepasa la que se alcanzó el 13 de noviembre, cuando se realizó la primera marcha ciudadana en contra del Plan ‘A’, y en defensa del INE, lo cual significa que la “marea rosa” va en aumento.
Es curioso y no carente de significado que se esté registrando un acercamiento entre la sociedad civil y el Poder Judicial, cosa que, hasta donde mis conoci- mientos alcanzan, no se había dado con anterioridad, o sea, no hay antecedentes de este engarce entre la ciudadanía y la rama del Estado que se encarga de impartir justicia.
Tal cosa me recordó un hecho poco conocido: la democracia ateniense generalmente es concebida como un régimen en el cual los ciudadanos (“polites”) participaba en la asamblea popular. Pero a esto hay que agregar que la participación ciudadana se extendía a los tribunales, vale decir, donde se impartía justicia (Aristóteles, “Constitución de los atenienses”, Madrid, Gredos, 1984, p. 68).
De los atenienses heredamos muchas cosas, entre ellas, el ejemplo de Solón quien, como recordé hace poco, fue llamado para que fungiera como arconte, árbitro en la rivalidad que sostenían ricos y pobres. Hizo una constitución; sin embargo, a cada rato lo iban a consultar para preguntarle el sentido de tal o cual artículo. Fue entonces cuando Solón llamó a los atenienses y los comunicó que emprendería un viaje a Egipto; les dijo que mientras él estuviera ausente debían obedecer las leyes.
Se auto desterró: dio paso del gobierno de los hombres al gobierno de las leyes. La democracia, en efecto, es el gobierno de las leyes. Y así lo recordó el ministro en retiro José Ramón Cossío, orador principal en la manifestación del domingo pasado. Dijo, “estamos aquí en el Zócalo, Plaza de la constitución”. Su alocución estuvo centrada en el imperativo de que se respete la ley y de que los ministros de la Suprema Corte hagan va-
¿Para qué quisiera López Obrador apoderarse del INE, si estuviese tan seguro de la victoria de Morena en 2024? Pero, como no lo está, por eso desea adueñarse de la autoridad electoral. Sabe que el descontento social y la marea rosa lo pueden hacer naufragar ler la norma jurídica: “Desconocer el papel de la justicia, tal como lo promueve la Constitución, y argumentar la mera prevalencia de un proyecto político que nos puede ser impuesto a todos, implica ponerse fuera del orden jurídico.” (Reforma, 27/02/2023) “Ese proyecto político que nos puede se impuesto a todos”, no es más que la ambición personal de López
Obrador de imponer una tiranía. Dicho, en otros términos: retroceder al gobierno de un hombre y no de la ley.
Hasta antes del 13 de noviembre de 2022, al tabasqueño le parecía que todo iba viento en popa según lo planeado; pero, de repente todo se le descompuso: la clase media irrumpió en la política; tomó los espacios públicos para mostrar su rechazo al proyecto obradorista y decir “aquí estamos para defender la democracia y al INE”. Y la irrupción fue masiva. Ahora sabemos que ese surgimiento no fue flor de un día. La presencia de la clase media como bloque social defensor de la democracia se mostró una vez más, y con mayor fuerza, el 26 de febrero.
Otra vez viene en nuestra ayuda Aristóteles: “Es evidente que la comunidad política mejor es la constituida por la clase media, y que es posible que sean bien gobernadas esas ciudades en las que el elemento intermedio es numeroso y más fuerte que los otros dos, o si no, que cada uno de los otros, pues añadiéndose a un elemento produce el equilibrio e impide que se produzcan los excesos contrarios.” (Aristóteles, “Política”, Madrid, Gredos, 2008, pp. 250-251 &1295 b).
¿Para qué quisiera López Obrador apoderarse del INE, si estuviese tan seguro de la victoria de Morena en 2024? Pero, como no lo está, por eso desea adueñarse de la autoridad electoral. Sabe que el descontento social y la marea rosa lo pueden hacer naufragar.
Mail: jsantillan@coljal.edu.mx
Luis Alberto Güemez Ortiz Universidad Panamericana
Hoy conversaremos acerca del fenómeno económico/financiero al que se ha dado en llamar: “Súper Peso” y que, a fin de cuentas, intenta describir la cotización de la moneda mexicana frente al dólar americano durante los últimos meses donde ha mostrado la divisa mexicana una aparente fortaleza inédita de la que hablaremos a continuación sobre todo en causas y efectos.
El Súper Peso no es resultado de políticas económicas brillantes o destacadas como muchos seguidores de los actuales gobernantes de México buscan por todos los medios hacer parecer.
No tiene que ver nada con el estado de miseria económica que viven los servicios públicos como salud y educación ni con haberle dado prioridad a las 3 o 4 obras faraónicas de la administración pública sobre las que se refieren a satisfacer las necesidades básicas de la población mexicana más pobre.
Comencemos describiendo la postura de hawkish que describe a la orientación de una política monetaria restrictiva, o sea, el hecho de subir la tasa de interés en búsqueda de la estabilidad económica.
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