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Nacional
C RÓ N I CA, S Á B A D O 4 J U N I O 2 02 2
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1. Sierra era mucho más joven que su esposa, Esperanza Iris. Se dijo que había dilapidado la fortuna de la famosa “Reina de la Opereta mexicana”. 2. Señalados como culpables del atentado dinamitero, Emilio Arellano y Paco Sierra fueron sentenciados a treinta años de prisión. 3. Dos cartuchos de dinamita estallaron en el avión que iba a Oaxaca, pero no fueron suficientes para que el avión estallara y eso salvó la vida de los pasajeros.
El atentado de Sierra y Arellano: el crimen que pudo ser perfecto Creyeron que todo fluiría de manera sencilla, eficaz, y, lo mejor de todo, sin que nadie se diera cuenta. Todo era cosa de poner un anuncio en las secciones de avisos clasificados, ofreciendo buen trabajo y mejor paga. Lo demás era cosa de paciencia y un poco de habilidad. De esa manera, aquel par de truhanes planeó algo que, de haber funcionado, habría sido una tragedia, y, al mismo tiempo, uno de los grandes hechos de sangre del siglo XX.
Historias Sangrientas Bertha Hernández historiaenvivomx@gmail.com
El avión aterrizó trabajosamente en -lo que son las cosas- la pista de la Base Aérea de Santa Lucía -sí, el actual AIFA- y de inmediato fue rodeado por un contingente de soldados. Era septiembre de 1952, y no había razón alguna para que un avión
de la compañía Mexicana de Aviación descendiera en aquella instalación del Ejército mexicano, y mucho menos sin entrar en contacto con la torre de control. De la nave descendieron una veintena de pasajeros en estado de shock. Unos minutos antes estaban seguros de que terminarían sus días en un infierno de fuego y dolor, estrellados contra las montañas de la sierra de Puebla. Pero no, el milagro había ocurrido: gracias a la pericia y a la serenidad de la tripulación, ahí estaban, de nuevo en tierra firme, sanos y salvos, desconcertados,
eso sí, por la manera en que los militares los contemplaban, con las armas en la mano, apuntándoles. —¡Por Dios, no somos delincuentes!, gritó uno de aquellos viajeros. —¿¿No ven que el avión se está quemando?? La actitud de los soldados cambió. De inmediato se dedicaron a apagar el fuego que ganaba terreno en el Douglas DC-3, XA-GUJ de Mexicana de Aviación. Controlado el incendio, el jefe de la base aérea explicó a aquellos asustados pasajeros que su presencia en Santa Lucía era completamente inusual, y por eso las tropas habían actuado como lo hicieron: solamente aviones de las fuerzas armadas tenían permiso para aterrizar en Santa Lucía. Poco a poco la comandancia de la base aérea se enteró de lo ocurrido: el vuelo de Mexicana iba de la ciudad de México a Oaxaca. De pronto, una extraña explosión en la zona de transporte de equipaje sacudió el aparato, que comenzó a incendiarse. De no haber sido por la pericia y la sangre fría de la tripulación, el viaje habría terminado en una tragedia.
Salvo una pareja de estadunidenses, Henry y Getrude Markin que tenían pequeñas lesiones, todos los ocupantes del avión estaban prácticamente ilesos: algún golpe, raspones, nada más. Notificada Mexicana de Aviación, envió un avión a recoger a aquellas personas. Algunas de ellas todavía no lograban superar la impresión, pues era la primera vez que abordaban una aeronave. A mediados de los años cincuenta del siglo pasado, los viajes en avión eran, todavía, una de las cosas más modernas que podían ocurrirle a un ser humano. Supieron los viajeros que serían devueltos a la ciudad de México. En cuanto rindieran su declaración, para dar inicio a las investigaciones para determinar el origen de la explosión, serían enviados a Oaxaca. Aunque la Secretaría de Comunicaciones y Transportes quiso ser discreta y restringir la información sobre el incidente, los reporteros del aeropuerto y los de la fuente policiaca se enteraron muy pronto del suceso. Llegaron a Santa Lucía casi al mismo tiempo que los expertos de la SCT y representantes de la policía capitalina. Para la tarde, los diarios vespertinos ya hablaban del “avión de la muerte” o el “ataúd volante”. Todavía estaba presente en la memoria de la gente la tragedia aérea de Pico del Fraile, ocurrida tres años antes, en el que habían muerto muchas personas, entre ellas Gabriel Ramos Millán, prominente político, y la muy popular y querida actriz Blanca Estela Pavón. Los pasajeros del XA-GUJ habían sido afortunados. Ya llegaban a la ciudad de México cuando los peritos de la SCT y el detective Silvestre Fernández removían los restos de la zona incendiada del avión. Entre cenizas, ropas y maletas quemadas, encontraron lo que parecía un reloj y restos de cables que no pertenecían a la instalación de la nave. De inmediato se empezó a hablar de sabotaje.