Tiempos de A-Sombro #5 La Palabra

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REVISTA CUATRIMESTRAL DE LA CASA-ESCUELA. AÑO II, Núm. 5 / BUENOS AIRES, AGO- NOV 2014 / DISTRIBUCIÓN GRATUITA

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Esas palabras tiernas que nos decimos uno al otro están guardadas en el corazón secreto del paraíso. Un día, como la lluvia, ellas caerán y mojarán todo y su misterio crecerá verde sobre el mundo. Rumi

Querría sentarme silencioso al lado tuyo; pero no me atrevo, no se me vaya a salir el corazón por la boca. Por eso charlo y disparato y me escondo el corazón tras de mis palabras. Rabidranath Tagore

Arte de tapa: Carolina Scotti Tiempos de A-Sombro en www.issuu/lacasaescuela


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SUMARIO

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EDITORIAL

Voces

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/D QHXURĆŠVLRORJÂŹD \ HO LPSDFWR GH OD SDODEUD DiĂĄlogo con Liane Pinto

La fĂĄbula de la rana sorda

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Š marianela fasce

La p a l ab ra d eviene de t odo lo q ue nos compone , man i f e stĂĄnd ose en la Vid a como p otencia cread ora.


VOCES

Pluralidad de voces en una canción. Cada uno canta su nota, y esa vibración que aporta la hace única. Pero esa sola nota no compone la melodía, ni puede evocar el espíritu de la orquesta. Aunque cada órgano es vital, es el cuerpo el que danza, creando en ese movimiento su propia música. Así hablamos en la vida, entonando muchas voces en una melodía que a menudo es disonante, y nos preguntamos tal vez cuál es nuestra propia voz. La palabra puede contener tantas cosas, como nuestros interlocutores en este número señalan o dejan entrever, y con su reflexión, sus saberes y su arte nos acompañan en este viaje asombroso. Pero entendemos que la palabra, antes de ser tal, está engendrada en una idea, en el cuerpo, en un anhelo, en una emoción. Luego, es tan solo expresión. Y nos conecta. La corriente nos lleva hoy a abrirnos a más voces y nuevas formas, rozando los límites, cruzándolos, impactando, retrocediendo, volviendo a avanzar, rodando en el cambio, buscando afinarnos en este movimiento para entonar juntos con armonía. Encontrar en nuestra propia voz la voz del grupo, en todas sus escalas. Es un desafío para nosotros incluirnos en un cuerpo más amplio, entonando una nueva canción, pero vibrando siempre allí nuestra nota. Anni Schuff y Marisa Reichler FUNDADORAS LA CASA-ESCUELA

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La neurofisiología y el impacto de la palabra Diálogo con Liane Pinto En una reciente charla, Liane Pinto, docen­te a cargo de la Formación de Experiencia Somática en la Argentina, por el Somatic Experiencing® Trauma Institute de Boulder, Colorado en los Estados Unidos, nos habló de la neurofisiología y el impacto de la pa­labra. Experiencia Somática (ES) es un abor­daje terapéutico desarrollado por Peter Levine para la resolución de memorias traumáticas y otros trastornos por estrés. Basada en psicoterapias de orientación corporal, la biofísica y la etología (estudio del comportamiento animal), utiliza la sen­sopercepción como principal herramienta, permitiendo rastrear respuestas corpora­les involuntarias. El objetivo es liberar car­gas retenidas e integrar las experiencias vividas de modo que no limiten las posibilidades de expresión, expansión y bien­estar en el presente. Se establece entre facilitador y paciente un espacio de contención y confianza, y se utiliza la palabra, entre otros recursos, para guiarlo amorosamente en el reconocimien­to de sus sensaciones corporales y las emociones y memorias ligadas a ellas. Gra­dualmente el paciente se va liberando de las huellas emocionales que se instalaron en su cuerpo produciendo diversos sínto­mas, como manifestación reprimida (con­gelada) del impulso instintivo de lucha o de huida ante situaciones amenazantes en el pasado. “Como profesora de Programación Neuro­ lingüística (PNL) y de ES”, dice Liane, “co­ nozco algunos artículos que hablan sobre el impacto del lenguaje en el sistema ner­ vioso. En el instituto Brain Mind, en Palo Alto, California, por ejemplo, hicieron algu­ nos experimentos colocando electrodos en la cabeza de voluntarios y observaron qué sucedía cuando decían cier­tas frases. Vieron, por ejemplo, que ante una frase

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como: ‘Debes comer más sano’, no siente motivación para comer mejor. En cambio, si la frase es: ‘Es muy valioso comer más sano, es muy bueno para la salud’, cambia todo. Una frase así es una invitación. Des­ pués de estos expe­rimentos, determinaron que hay un len­guaje positivo y un lenguaje negativo, es decir, un lenguaje que estimu­ la la proac­tividad y otro que estimula la reactividad del oyente.”


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En el espacio terapéutico de ES, con­tinúa Liane, “tenemos un cuidado muy grande con cuáles palabras vamos a usar, qué pre­ guntas le vamos a hacer al pacien­te, por­ que hay preguntas que ya tienen un juicio. Por ejemplo, si una persona vivió un asalto y el facilitador, en vez de decir simplemen­ te: ‘Estoy contigo, qué puedo hacer por ti’, le pregunta: ‘Pero, ¿por qué estabas a esa hora en la calle?’, esta pre­gunta es como si uno estuviera culpabi­lizando a la víctima. Claro que el que dice algo así no tiene la conciencia del impacto negativo que va a crear en la persona traumada.” En el lenguaje del cuerpo existen varios aspectos que percibimos: el tono de la voz, el timbre, el ritmo, las pausas, que impactan en nosotros y en el otro de alguna manera. De acuerdo a la teoría Po­ livagal de Porges, percibimos que si hablo más suavemente, si mi timbre de voz es más bajo, no es tan agudo, si el volumen

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es más bajo, si el ritmo es más lento, el otro va a recibir eso como una voz amiga, como una voz que está allí para apoyar, para contribuir. En cambio, si el timbre de mi voz es alto y hablo muy rápido, para una persona que está con el sistema ner­ vioso sensible, vulnerable por efectos del trauma, esa voz será recibida como una amenaza, como un estímulo que sobrecar­ ga. Y lo mismo para el que habla. El solo hecho de que una persona hable rápido, por ejemplo, ya acelera su propio sistema nervioso, aumentando la carga y la ansie­ dad. Solamente desacelerando su voz, se va a sentir más tranquila, más estable.” En relación a la cuestión del lenguaje ne­ gativo y positivo, según la neurociencia se sabe que en el lenguaje negativo, es decir, cuando una frase empieza con la palabra no, el ‘no’ es borrado y queda lo que sigue. Por ejemplo, si una mamá le dice a su hijo: ‘No tengas miedo’, el niño va a dejar de lado el ‘no’ y va a percibir: ‘Hay algo que temer’. O si le dice: ‘No pelees con tu her­ mano’, éste registra la posibilidad de pelear con su hermano. A veces somos los mis­ mos padres quienes despertamos en nues­ tros hijos la idea de hacer algo que no queremos que hagan, solamente por la manera en que se lo decimos. Atraemos muchas veces su atención hacia cosas que ellos ni habían percibido. Esto también tie­ ne que ver con nuestra propia historia, ya que antes del lenguaje viene el pensa­ miento, las creencias. El lenguaje es la expresión de todo lo que está adentro, sean las emociones, las ideas que se trae­ mos, la influencia de la educación, de la sociedad o lo recibido de generaciones anteriores. En todo caso, es interesante

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que siempre usemos el lenguaje positivo para lo que queremos que suceda, y no de aquello que no queremos que suceda.” En el trabajo de ES, el lenguaje tiene varias funciones: una función es la de di­ rec­cionar al otro. Cuando una persona está perdida, desorientada, traumatizada, el len­ guaje sirve para direccionar, llevándola a un lugar interno donde se sienta más se­ gura, más tranquila. Otras funciones son la de conectar, trayendo la atención del otro hacia uno, y también la de motivar, de estimular al otro. Para usar el lenguaje dentro de sus funciones, hay que tener conciencia de qué es lo que estamos ha­ ciendo con ese lenguaje, y en general no tenemos conciencia de lo que decimos. Hablamos sin percibir cuál fue el conte­ nido, cual fue el tono y la cualidad vocal, y cuál es el impacto.”

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En ES, para reconocer cuál es el impacto que se causa en el otro al hablarle, se rastrea la fisiología, es decir, se hace una lectura corporal y también se percibe: ¿se­ rá que el otro está entendiendo?, ¿será que el otro se está asustando con lo que le digo, o se está abriendo? ¿Cuáles son las señales que el cuerpo del otro me de­ vuelve, mostrándome si mi comunicación, mi lenguaje, está siendo efectivo y bien recibido? Pero, lamentablemente, no esta­ mos entrenados en esto, no aprendemos nada de esto en casa, ni en la escuela. Sólo desde la búsqueda del autocono­ cimiento y el desenvolvimiento personal podemos aprenderlo, para que podamos utilizar un lenguaje adecuado.” Siempre es importante recordar que el lenguaje tiene un poder magnífico de cons­ truir la realidad, sea para nosotros, sea


para el otro. Estemos muy atentos a qué decimos, cuándo lo decimos, cómo lo de­ cimos y a quién. Si yo te digo algo a ti, por ahí está bien, pero si le digo a ella, tal vez no, tal vez vaya a crear un problema.” Hay personas que tienen traumas gra­ ves causados por las palabras, una palabra que le dijo el papá, una frase que le dijo la madre. Por ejemplo: ‘Tú no vas a ser nadie cuando crezcas’. Esto va a marcar su siste­ ma nervioso, va a marcar su historia. Esta persona empieza a hacer cosas muy bue­ nas y, de pronto, lo pierde todo. Puede estar por terminar una carrera y la deja, un trabajo, una situación de éxito, y la aban­ dona. Y empieza otra cosa, y está casi por terminar y lo deja todo otra vez, o crea una situación para que no continúe, como en el mito de Sísifo, que con mucho esfuerzo empuja una gran piedra hacia la cima de una montaña y, en cuanto llega allí, la pie­ dra cae y tiene que volver a empezar. Y esto sucede porque hay como una sen­ tencia que la persona tiene que cumplir inconscientemente, porque se lo dijo el papá o la mamá. Y ellos tienen mucha importancia para la vida psíquica del in­ dividuo.” En relación a cómo o dónde se alojan las palabras en el cuerpo, Liane nos cuenta que “hay un lugar en el cerebro donde se forman las palabras, y está la memoria au­ ditiva, pero lo importante es saber que el cuerpo es un gran sistema nervioso, que aunque las palabras se generen en el lóbulo temporal o en el área de Broca en el cerebro, tienen un impacto en el sistema límbico, que responde a gran velocidad activando emociones, ganas de hacer o no hacer algo, y esto impacta también en to­ do el cuerpo. Lo vemos en las tensiones

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musculares, por ejemplo. Uno escucha una palabra como ‘peligro’, y el impacto se produce muy rápido.” Además, nuestro sistema auditivo está abierto todo el tiempo. Cuando una per­ sona está casi sin conciencia por un acci­ dente o bajo efecto de la anestesia en una cirugía, todas las palabras que se dicen allí van a impactar mucho más que en uno que está conciente, que puede decidir qué no quiere oír. Porque el oído físico está abierto, y la información queda en la me­ moria activa. Yo puedo cerrar los ojos para dejar de ver algo, como una escena de una película, pero mis oídos están siempre abiertos y, aunque me los tapone con los dedos, puedo escuchar.” Finalmente, Liane nos habla de las pala­ bras retenidas: “Las palabras son energía, y son también símbolos, representan algo, emociones, necesidades, deseos. Cuando por algún motivo no se pudieron expresar, algo queda interrumpido. Tal vez alguien no pudo decirle a un ser querido que ya no está más: ‘Yo te amo’, y esta persona se puede quedar con una gran incomodidad porque no completó esa respuesta. ES y la terapia gestáltica, entre otras, ofrecen la oportunidad de cerrar los ojos y crear una imagen interna, porque lo que ve es la mente, a través del cerebro, y no los ojos. Los ojos son sólo un filtro de captación. La visión, la imagen, se forma adentro. Yo pue­ do cerrar mis ojos y mirar a alguien a quien quise, a quien nunca le dije ‘te amo’, y de­ cirle ‘te amo’, dando lugar a que fluya toda la emoción, y la descarga emocional nece­ saria porque no lo pude decir antes, por­ que había algo retenido que finalmente pude expresar. Se completa así la respues­ ta y el cuerpo se relaja.”

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Hoy ya se sabe desde la Neurociencia y la Nueva Biología que la información viaja en el cuerpo y que el cuerpo no está sepa­rado de su entorno. Este valioso conoci­miento sirve no solamente para la cura o la reversibilidad sintomática, sino para dar lugar a nuevas formas de educación, reco­nociendo cómo se produce el aprendizaje en nosotros y permitiendo vernos como seres integrados, y no fragmentados. Se va entonces construyendo la educación for­mal de las nuevas generaciones de una manera más creativa, más amplia, lúdica y efectiva, y también se nos abre un mayor conocimiento de nuestro funcionamiento como seres humanos, instalando nuevos paradigmas que nos dejan vislumbrar con asombro alcances hasta ahora impensados en nuestro potencial.

Liane Pinto, radicada en Salvador de Bahía, Brasil, es conferencista internacional, consultora e instructora en desenvolvimiento humano. Es Psicóloga, con posgrado en Psicopedagogía, y Master Practitioner en PNL. Su formación también incluye un doctorado en Salud Colectiva, formación en Biosíntesis, estudios diversos en Medicina Antroposófica y Somatic Experiencing™. Trabaja en mediación de conflictos, excelencia en comunicación, alineamiento de equipo y capacitación, en empresas y organizaciones. Da charlas sobre relaciones interpersonales y está a cargo de la formación de Experiencia Somática en la Argentina.

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Un grupo de ranas saltaba alegremente por el bosque cuando, de pronto, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo. Las demás se amontonaron alrededor a mirar. Cuando vieron lo hondo era el hoyo, ¡u-la-lá!, le dijeron a las ranas que se debían dar por muertas, que era imposible que pudieran salir de allí. Pero ellas no hicieron caso a estos comentarios. Siguieron con el intento de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas, luchando por su vida. Al cabo de un tiempo, una de las ranas, ya debilitada y cediendo ante la falta de esperanza, se rindió y finalmente cayó muerta. Pero la otra continuó saltando tan fuerte como le era posible, redoblando sus esfuerzos. La multitud seguía gritándole y le hacía señas para que dejara ya de sufrir, la pobrecita. Sus voces se encimaban: ¡ya deja de luchar!, es mejor que te entregues a este destino... Sin embargo, la rana tenaz saltó cada vez con más fuerza, hasta que por fin logró salir. Sus compañeras se acercaron, sorprendidas, y le dijeron: “Nos da gusto que hayas podido salvarte, a pesar de lo que te gritábamos”. La rana les explicó entonces que era sorda, y que en realidad pensó que las demás la estaban alentando para poder salir.

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La palabra, un cuerpo vivo Por Raquel Cané La palabra, ¿tiene cuerpo? ¿Pesa? ¿Se mide? ¿Se mueve? ¿Cambia? ¿Crea? Del lazo sanguíneo a la eterna conquista La palabra me abrió el mundo. La palabra de otros, que aprendí, que hice mía. En mi infancia fueron los relatos orales de mi abuela, de mi madre. La tradición de “con­ tarle” al otro, como quien lega en la pa­ labra la historia de los que ya no están, o viven lejos. La palabra como reserva de la memoria, como construcción de una trama que sigue viva y te incluye desde el ins­ tante en que sos oyente. Nombrar el mun­ do, poner palabra a la sensación, al objeto, al otro. La palabra familiar es la primera impresión del sentido. Después sería la literatura quien desple­ garía otros recorridos, el deseo de des­ cubrir y, por qué no, conquistar territorios. Una palabra como mojón de ese lugar al que arribo. El viaje persigue siempre un mismo mapa, el de mí misma. Así, la palabra prescinde del lazo san­ guíneo para constituir una comunión tan vasta como mi necesidad lo elija. Los autores con sus respectivas geografías, momentos históricos, políticos, traen nue­ vas voces, algunas más cercanas que otras,

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y hacen eco, o no, con lo que siento o pienso. La literatura permite cuestionar la primera impresión de la palabra, puede compararla, confirmarla, negarla, ampliarla. Creo que fue mi amor por la palabra el que me acercó a ella desde distintos luga­ res. Comprenderla era comprenderme en algún modo. Agradezco cada uno de los oficios que aprendí, y en ellos la palabra creció con­ migo. Dos voces, una obra El diseño editorial convierte a la literatura en un alimento que retribuyo. Tomo para dar. La palabra es un acertijo a interpretar. Estoy al servicio de comunicar la palabra de otro. Traducir en imágenes propias las imágenes que el autor de la palabra ofre­ ce, pero por encima de esa palabra pre­ valece el discurso construido sobre la misma. No digo para mí sino para otros. Aparece claramente la intención, la que siempre está más allá de la palabra en sí, pero aquí es la clave del decir. Concep­ tualizar, vestirse del otro para vestir al otro. La retórica visual es la herramienta


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de traducción-comunicación, de la palabra de la obra literaria a la del editor, para ser recibida por el mercado lector. Se dice lo que es pero, por sobre todo, se dice lo que el otro quiere escuchar. La impresión de la palabra en el diseño muestra la versati­ lidad, la capacidad de mutación de una palabra según su intención. Ilustrar es encontrar las imágenes de mi voz, pero en diálogo con la voz del autor del texto. La paridad de la palabra, dos voces, una obra. La palabra, aunque una, se contradice, se pregunta, se discute, se omite, se da. El autor del texto despierta con su pa­ labra las imágenes propias, que se tejieron en mis vivencias. El diálogo de palabra e imagen no es una traducción, no persigue el deseo de lo que un tercero quiera es­ cuchar, sino construye una tercer palabra, el encuentro de dos esferas de sentido, el

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libro ilustrado. La impresión de la palabra en la ilustración es la paridad del inter­ cambio, la conjunción que crea. La palabra se despega del papel Mi admiración por la música me lleva a cantar. La palabra se despega del papel. Tiene otro tiempo, puede medirse de otra manera. Tiene un cuerpo sonoro, cuerpo hecho de mi cuerpo. Aquí la palabra es voz. Una construcción tangible, desde las cavidades, desde el lugar que no veo. La palabra me transforma y se transforma. La palabra es táctil para después ser sonora. La intención, la duración y el color de ese sonido resignifican la palabra. La voz de la palabra del decir no es la misma voz de la palabra del cantar. En este proceso descubro que, desde la modulación hasta la respiración más pro­ funda, la palabra ata un hilo a una plomada

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interna. Despoja del sonido de otros apren­ dido en la palabra, aquellas entonaciones, interrupciones, ligados, que hicieron que “digamos” la palabra como otros lo hicie­ ron. Me encuentra con una palabra interna. Cantar es tocar con la voz el registro pri­ mero de la palabra en el cuerpo. Y aquí viene la pregunta: ¿por qué primero si el primero es aquel ligado a las voces fami­ liares? Cantar imprime la palabra como oyentes de nosotros mismos.

requiere de valentía, responsabili­dad so­ bre intención y precisión en la elec­ción para imprimir la honestidad de mi mundo. La palabra es una reserva de la me­mo­ ria. Acciona, modifica, su intención le da peso. La palabra se expande, construye tra­ mas, interacciona, omite, integra, excluye. La palabra es poder, crea o destruye. No puedo sentir-pensar la palabra como una herramienta, un código, un afuera. La palabra es mi cuerpo, o mi cuerpo es la impresión de la palabra.

Hoy me asomo a mi palabra, a mis poemas. Cuando escribo no creo imágenes para otros, no dialogo ilustrando las imágenes propias leídas en las palabras de otro autor. Hoy mi palabra escrita es un diálogo, una búsqueda, una pregunta a mí misma. Entrar en mi palabra, sentirla, escucharla, domarla, liberarla, inventarla, destruirla, reinventarla, para que sea gracias a, y a pesar de, las impresiones del recorrido que he hecho con ella. Escribir. Mi palabra está viva, la que re­ cibí, la que doy. Tiene las impresiones del legado, la reserva de mi memoria, el soni­ do de mi voz, la música de mi movimiento, las imágenes construidas desde las cavi­da­ des ciegas, donde se palpa para ver. Escribir

Raquel Cané, santafecina radicada en Buenos Aires desde 1996, trabajó en dirección de arte en Rolling Stone (asistente) y en Ediciones B (directora). Desde 2001 diseña en forma inde­ pendiente portadas de libros para diversos sellos editoriales, como Penguin Random House, Grupo Santillana, Grupo Planeta, Vergara & Riba, entre otros. A partir de 2001 ilustra también textos de otros autores, como Laura Devatach, Susana Itzcovich, Lucie Cooper, Anita Martiré, Natalí Tentori y Clarice Lispector. En 2013 publicó sus primeros cuentos ilustrados: Soy, El libro del miedo y Sopa. Trabaja actualmente en su libro de poemas, Descarne, y en el pro­ yecto de ilustración de Las ciudades invisibles, de Ítalo Calvino.

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Imprimir la honestidad de mi mundo


Lengua materna Por María Eugenia Bergera Es de creer que las pasiones dictaron los primeros gestos y que arrancaron las primeras voces… No se comenzó por razonar sino por sentir. JEAN-JACQUES ROUSSEAU (Y TAN PRECISAMENTE ÉL)

Somos concebidos, nacemos y nos des­ple­ ­gamos en y con una lengua. Nos cons­titui­ mos personas, miembros de una fami­lia y una comunidad en y con una lengua. Antes que seres hablantes, somos seres hablados. Se alude a la lengua materna como aquella lengua que es la primera en ser aprehendida por una persona. Aquella len­ gua adquirida mediante la interacción con el entorno inmediato, sin intervención pe­ dagógica y con mínima o ninguna reflexión lingüística consciente. Quienes enfatizan que se trata de la lengua del lugar o país propio postulan la denominación de lengua vernácula. Me resulta interesante observar que vernáculo viene del latín vernaculus –“nacido en la casa de uno”–, lo cual me sugiere que no se reduce a un territorio sino a una familia, como nos muestran quie­nes se trasladan y desplazan con su lengua y, con ella, mantienen su identidad comunitaria. Los niños tienen una disposición a apren­der lenguas que no tienen las crías de otras especies de mamíferos. Desde la perspectiva de Rupert Sheldrake, “se debe a la resonancia mórfica de innumerables

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individuos del pasado. [Hablamos] gracias a la resonancia de todas las personas que hablaron con anterioridad. […] La resonan­ cia mórfica general confiere a los niños una tendencia general a aprender lenguas, pero entran en resonancia mórfica con las personas a las que oyen hablar una len­ gua. Al hablar esa lengua sintonizan con otras personas que la hablan, incluyendo a los millones de personas que la hablaron en el pasado.”1 Enseguida recuerdo que Ivonne Bordelois nos invita a reconocer que “la palabra parientes significa literal­ mente los que están pariendo.”2 No sucede que primero se forme nues­ tro cerebro y luego nuestra forma de pen­ sar, sentir y hablar; por el contrario, nues­ tra lengua le da forma a nuestro paladar, define nuestro modo de respirar y con­ figura cadenas neuronales. La lengua es el filtro que atraviesa el impulso nervioso, –provocado por algo externo relacionado

1. Rupert Sheldrake: La presencia del pasado. Barcelona, Editorial Kairós, 1990. 2. Invonne Bordelois: Etimología de las pasiones. Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2006.

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con los significantes, las cosas y las pala­ bras, dixit Foucault)– y atomiza ese impul­ so hasta convertirlo en sonidos, que por tener sentido son metáforas y que, por un olvido de que lo son, terminamos creyendo que son la realidad. Así nos creemos que las metáforas que decimos para referirnos a la realidad son del orden de la verdad. La lengua no reproduce la realidad, si­ no que la recrea constantemente. A la vez que da cuenta de nuestra relación con esa realidad, da cuenta de nuestra concepción de la realidad y sus dimensiones. Sabe­ mos, sentimos, experimentamos el mundo en una lengua. Asimismo, toda lengua representa un horizonte de sentido, de conocimiento, de placer, de posibilidad de expansión… Y un límite. Porque la lengua no es un inventario más o menos sistemático de los diferentes elementos que parecen relevantes a todos los individuos por igual. “No es un sistema convenido de signos”, afirma categóri­ca­

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mente Walter Benjamin. Sino que el len­ guaje es una organización simbólica, cre­ ativa y compleja, que no solamente se refiere a una experiencia adquirida sin su participación sino que define para noso­ tros la experiencia, nos dice embelesado Edwar Sapir. Desde el siglo XIX se fue afianzando la idea de que el lenguaje es como un prisma, una rejilla, un sistema de lentes extendidos sobre las realidades del mundo de tal manera que cada hablante a través de su lengua (junto con su lengua) recibe una diferente “visión del mundo”. Se destaca los que oportunamente se­ ñaló Franz Boas al contar, por ejemplo, que la oración “el hombre malvado ha matado al pobre niño” se expresaría en chinook como “la maldad del hombre ha matado a la pobreza del niño” o que al decir “una mujer mete raíces en un cesto demasiado pequeño” estaría diciendo que “la mujer mete raíces en la pequeñez del cesto”.


La comprensión de la magnitud de las diferencias hizo pensar que las dificultades para comunicarnos serían insalvables, sin embargo…

El lenguaje es una piel. Yo froto mi lenguaje contra el otro: es como si tuviera palabras a manera de dedos o dedos en la punta de mis palabras. ROLAND BARTHES

Más que de hablar una o más lenguas, se trata de escucharlas. Al prestar atención podemos advertir, por contraste, aquello que algunas len­ guas dicen y otras callan; podemos intuir como conciben el mundo, como piensan y sienten los hablantes de distintas lenguas. Si nos aventuramos por este sendero, des­ cubriremos que en las lenguas hay algo así como una gran fiesta, una posibilidad de encuentro y conocimiento entre las dis­ tintas familias de la humanidad. Así, por ejemplo: en inglés las fotos se toman (to take a picture), en español se sa­ can, en guaraní se quitan. Las cosas suce­ den (happen) en inglés, llegan (arrivent) en francés y pasan en español. El francés saluda preguntando comment vas-tu (cómo vas), el inglés how are you (có­ mo estás, cómo eres) y el español “có­mo te va”. Por estos días en nuestra ciudad, so­le­ mos decir: “hola-como-te-va-todo-bien-no?” En español soñamos con alguien o algo, pensamos en alguien o algo; en cambio, en inglés to dream of… y thinks of someone or something, que podría traducirse como “acerca de” algo o alguien. El español dice mesa de luz, a diferencia de mesa de noche del inglés (night-table), el alemán (nacht-tische) y el francés (table

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de nuit), donde unos ven la oscuridad del dormir, otros ven la iluminación del sueño. A su vez, se abre otro abanico de sentido si escuchamos al portugués decir criadomudo refiriéndose al mismo mueble, pues el oído español evoca los secretos que da­ ban origen a la crianza de esos sirvientes incorporados a la familia, a quienes se valoraba y distinguía especialmente por su discreción. Es intraducible nuestra lejanía. Y Milan Kundera se interna toda una novela en la multiplicidad de sentidos que ofrecen las palabras nostalgia, añoranza, morriña, sau­dade… Mientras, Pablo Neruda nos di­ ce que ex-trañar es la condición propia del que viaja. No por conocidas dejan de maravillar­ nos las setenta palabras que los gallegos tienen para la lluvia. Cuando dicen froallo, por ejemplo, que según la Real Academia Galega es “una lluvia muy pequeña” sien­ do que el término nace del latín floccum, que significa una brizna de lana, enseguida recordamos que al esquilar las ovejas se airea la lana y ésta suelta un polvillo que se mece blanco entre la brisa y “esa ima­ gen del polvo moviéndose, se trasladó a una lluvia que se pone a caer cuando hay rayos de sol y parece medio blanca”. De un modo semejante, babuña que designa a la “lluvia débil” refleja el sonido que hacen los bebés cuando todavía no hablan y se traslada a “una lluvia muy finita, pega­ josa pero no desagradable”. Otros ejem­ plos serían patiñeira o lapiñeira, en las que pat- y lap- imitan el sonido al caminar en­ tre charcos.3 3. http://www.yorokobu.es/los-gallegos-y-sus-70palabras-para-designar-la-lluvia/.

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Es fácil imaginar el sin número de de­ bates que estimuló con esta manifestación, que se interpretó de desdén para el resto de las lenguas. Sin embargo, si considera­ mos que el español es el idioma de su fa­ milia materna y el inglés lo es de su familia paterna; que su infancia transcurrió en la casa de su madre que le habló en español, al cuidado de su abuela paterna que lo hizo en inglés; en medio de una gran bi­ blioteca de sus ancestros ingleses en la ciudad de Buenos Aires… resulta evidente que para el niño Jorge Luis estas dos len­ guas no podían sino ser complemen­tarias y que con ellas su mundo está completo. En lugar de enojo, despierta mi compren­ sión y ternura.

4. http://www.sorosoro.org/es/familia-de-las-lenguasinuit-yupik-aleutas. 5. Tiiu Bolzmann es la directora del Centro Latinoamericano de Constelaciones Familiares (CLCF).

Roza en mi boca tu lengua dibujando una palabra.

© florencia buezas

La multiplicidad de colores que la pre­ cisión de los esquimales le conoce a la nieve nos confirmando que no es la geo­ grafía ni el clima quien define las palabras, sino la lengua quien refleja ideas y emo­ ciones que entrelazan la lengua, el hablan­ te y el entorno.4 Una tarde, Tiiu Bolzman5 nos contó, ri­ sueña, que su nombre no es Tiú, como lo hemos aporteñado, sino T-i-i-u, pues en su lengua materna el énfasis se expresa con la duplicación de vocales. Le preguntamos si había palabras que tuvieran más de dos vocales reiteradas de esa forma y nos dijo que sólo una tiene tres “iii” y es la palabra hielo cuando se refiere al “hielo delgado”. Cuando la pronunció se escuchó de un modo que evoca, al mismo tiempo, el so­ nido de una patinada y un silbido de alerta. Es hermoso si tenemos presente que su lengua materna es la lengua de Estonia. Para finalizar, comparto una reflexión que me surge en torno al siguiente epi­ sodio: cuentan que en 1964, durante una conferencia en Londres, Jorge Luis Borges manifestó: “Creo que el occidente, y acaso el planeta, será bilingüe; el español y el inglés, que se complementan, serán el ha­ bla de la humanidad. [Y] no me enlutaría excesivamente si tal cosa ocurriera.”

RAMÓN MARÍA VADILLO CARAZ

María Eugenia Bergera. Arqueóloga y antropóloga; con estudios de posgrado en Ciencias Polí­ ticas y Políticas Públicas; ha profundizado el estudio de teorías de género, sistemas de parentesco y genealogía. Su recorrido ha continuado por la psicogenealogía, la mirada trans­ generacional del trauma y las Constelaciones Familiares y Sistémicas.

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¿Qué llevas escrito en tu corazón? Por Ana Sirinian

Subestimamos el poder de la palabra, pe­ro además desconocemos aquello que le da origen. ¿Pensamos alguna vez de dónde salen nuestras palabras? Usamos algunas y no otras, les ponemos tono, intención, emoción, usamos metáforas y eufemismos, y también las teñimos de ironía y sarcasmo Brotan de nosotros como si tuvie­ran vida pro­pia, y aun con la firme in­tención de re­ te­ner­las o alterarlas se abren paso y sa­l­en igual a su modo. Su fuerza va incluso más allá de nuestra vo­luntad conciente cuando, en el mejor de los casos, ésta está presente. Sentido viene de “sentir” La palabra es la pronunciación final, visi­ ble, de algo que la antecede, y respresenta además sólo una pequeña parte de nues­ tra comunicación: la postura y actitud cor­ po­ral, los gestos y expresiones, la mirada, el tono de voz, el volumen, todo esto tiene mucho más peso en los mensajes que emi­ timos. Seduci­mos, some­te­mos, manipula­ mos, nos des­car­ga­mos y en­gañamos con la palabra. Podemos tam­bién con ella ins­ pirar, guiar, contener y sanar. Todo depende de nuestra intención, del propósito que nos motiva. ¡Muéstrame qué dices (y cómo lo dices) y te diré quién eres! La palabra es un

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buen in­dicador y, en ese sentido, no mien­ te. En un nivel muy bá­­sico, da cuenta de contex­tos sociales, cul­turales, ideológicos, gene­­ra­cio­nales. Es­to es fácil de percibir. Pero tam­bién en la pa­labra se esconde lo más importan­te: el sen­tido genuino que se des­prende de la inten­ción. Esta es la parte de la que sole­mos estar menos concientes y es la que mayor impacto produce. Vale sub­rayar que la palabra que emitimos im­ prime un efecto en nosotros incluso antes que en el otro. La lengua y la cultura de origen son fun­ damentales en nuestro modo de expre­ sarnos, señala Eugenia Bergera en la nota “Lengua materna” de esta edición, así co­ mo la propia historia, construida desde lo que nos constituye familiarmente, nuestra naturaleza y nuestra experiencia de vida. Todo esto define una configuración y des­ de allí hay una sola emi­sión posible. Tam­ bién escuchamos según nues­t ra propia con­figuración y, así, inter­preta­mos. Dice Humberto Maturana, biólogo y fi­ ló­­sofo chileno, que uno es enteramente res­pon­sable de lo que dice pero carece de toda responsabilidad sobre la escucha del otro. Ser responsable al hablar significa ser con­ciente de que lo que uno expresa tiene

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© anita sanfelippo

consecuencias, más allá de las po­sibles interpretaciones del otro, o inclu­yéndolas. Desde esta concep­ción, no hay objetivi­ dad posible. Cada pa­labra tiene múltiples niveles de lectura y de significado, y las comprensiones son siempre subjetivas. Aun cuando creemos estar de acuerdo, po­ demos estar compren­d iendo cosas muy dis­tintas. No podemos conceptualizar en un símbolo aquello que no esté íntimamen­ te ligado a nuestra expe­riencia, es decir, no podemos nombrar ni comprender lo que no conocemos. Chauncey Gardiner, el protagonista de Des­de el jardín1, tiene dos únicas realidades en su vida: cuidar el jardín de un anciano y 1. Jerzy Kosinski, Desde el jardín. Barcelona: Anagrama, 2004. También llevada a la gran pantalla, interpretada por Peter Sellers (Being there,1979).

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mirar televisión. El lenguaje aparece aquí en primera escena para mostrar, entre otras cosas, que Chauncey solamente pue­ de ha­­blar en términos de sus experiencias con las plantas y reproducir lo que ha escu­ ­chado y visto en TV. Para él la pantalla es el mundo real y es desde donde aprende. Curiosamente, cuando el azar lo lleva a un contexto com­pletamente dierente, una so­ ­­ciedad de mi­llonarios en una esfera de alto poder, que tiene, claro, otra construc­ ción de la “reali­dad”, se producen situacio­ nes asom­brosas a partir de los diálogos. Sus dichos se leen como metáforas y Chaun­­cey pasa a ser una de las figuras más po­dero­sas y entrevista­das de los Estados Unidos, inclu­­sive por el presidente, sin que este hom­­bre incom­pren­dido tenga la mínima idea de lo que su­cede. Él sólo quiere agradar.


Habla en forma directa, simple, sincera y escueta, pero como los que lo escuchan no conocen esa forma de comunicación, y no pueden entonces tomarla como tal, nece­sitan asignarle otro sentido, el que les es familiar. “Juegas con las palabras para protegerte”, le dice, por ejemplo, un mag­ nate. O le hacen preguntas muy complejas a las que responde simple y serenamente: no entiendo. Y esa respuesta es en este ca­ ­so interpretanda como una sabia reflexión. También a través del lenguaje nos que­ damos fijados en nuestros sistemas de creencias, corriendo como ratones en la rueda de la fortuna. En otras palabras, al hablar estamos continua y mecánicamente reafirmando lo que pensamos. Todo el tiem­po confundimos la realidad con nues­ tra percepción de la realidad, muchas ve­ ces construida a partir de lo que nos han dicho, y hemos creído, en ideas plantadas como semillas en nuestra mente.2 De una nueva semilla surgirá, indudablemente, una nueva flor Enseñanzas milenarias de distintas cultu­ ras invitan a hablar poco, lo mínimo ne­ cesario y con la mayor precisión posible. Entre otras cosas, la emisión de palabras produce una fuga de energía, y la emisión de palabras innecesarias es contaminante, en especial aquellas con carga negativa (juicios y crítica, agresión verbal, palabre­ río, falsedad, etc.). Por otra parte, si habla­ mos menos podemos escuchar con más nitidez, al otro y a lo que surge en nosotros 2. Ver “El Primer Acuerdo: Sé impecable con tus palabras”, en Dr. Miguel Ruiz, Los cuatro acuerdos, Un libro de sabiduría tolteca.

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Desde el registro corporal, tenemos la posibilidad de la percepción y la empatía. Son formas de comunicación no verbal. Como la compren­sión corporal no pasa por la mente (que inter­preta y juzga), es más pura. La mente sí puede organizar e integrar lo que se ha comprendido a través de la ex­periencia, y traducirlo mediante del len­guaje: el cuerpo sabe, la mente cree. a partir de lo que escuchamos, que es lo que realmente importa. En otras palabras, podemos rastrear el origen de aquello que nos limita –o nos expande– siguiendo el camino de las sensaciones asociadas a las palabras que escuchamos o emitimos. La necesidad de hablar suele cubrir, además, espacios incómodos. Sirve muchas veces para rellenar vacíos o fabricar escudos. Sin darnos cuenta, nos quedamos atrapa­dos en el código. Para ingresar como aprendices a la es­ cuela de Pitágoras, los discípulos debían aceptar un voto de silen­cio de cinco años. ¿Es posible de imaginar? Eso solamente producía una inmensa trans­formación en ellos. Y los antiguos fun­dado­res de religio­ nes plasmaban en el rezo el método y la vocalización de la pa­labra por­que conocían el poder de la ener­gía vocal y los sonidos (que el lenguaje representa con una com­ binación de letras, que a su vez tienen una cualidad numé­rica). En prácticas como las Constelaciones Familiares, por ejemplo, se usan mucho

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las frases sanadoras y también otras que provocan o “despiertan”. Esto se basa en que a lo que pronunciamos le damos vida, o lo que afirmamos se hace realidad. Tam­ bién, la palabra hablada per­mite a veces sacar afuera algo retenido, y en ese sentido es liberadora. El hecho de que en este contexto se nos invite a decir ciertas palabras hace que veamos, primero, si podemos hacerlo, y qué nos sucede y le sucede a otros cuando lo hacemos. En esos breves ejercicios po­ demos comprobar el efecto que tienen las palabras, cuando tal vez podemos decirlas

pero sólo mecánicamente, sin sentirlas, o a veces ni siquiera podemos pronunciarlas. Cuando las repetimos en forma con­ ciente, atentos a lo que decimos mientras percibibimos nuestra respuesta corporal, podemos ser testigos de que algo se va transformando en nosotros, y la palabra se hace carne. Va llegando así gradualmente la comprensión del verdadero sentido de aquello que esta­mos diciendo, cuando esa nueva expresión ha creado una huella que antes no existía en nosotros, convirtiéndo­ se en experiencia.

Ana Sirinian. Con gran sensibilidad a los valores estéticos y formada en Diseño Gráfico (UBA, 1988), explora también la escritura, la jardinería, la gastronomía y la naturaleza humana. Desde lo profesional, tiene particular interés en el desarrollo y la producción integral de libros.

Frases sanadoras en las Constelaciones Familiares Las frases sandadoras son un recurso utilizado en este trabajo para ayudar a crear un nuevo surco, una nueva huella en nuestra estructura, de mo­do que el pensamiento, la fuerza vital, la fuerza motora, comiencen a encauzarse en una nueva dirección. Llevan así a res­table­cer el orden, recuperando el respeto, la aceptación, la humildad, y ayudan a soltar lo que es del otro para poder tomar lo propio (fuerza, recur­sos, responsabilidad). Cuando los padres se rechazan a través del hijo, por ejemplo, fomentando la creación de alianzas y bandos, se puede hacer un reconocimiento por medio de una frase así: “Tu padre y yo somos ambos buenos y adecuados para ti, cada uno a su manera. Tú estás hecho de los dos por igual y no tienes que ver con lo que sucede entre nosotros.” Y el hijo puede decir: “Dejo en ustedes lo que es de ustedes, y los tomo a los dos por igual”. Si no, queda divido internamente, incompleto, y así funciona y se relaciona en su vida. Para poder integrarse y permitir que la vida fluya con toda su fuerza a través de él, es necesario que una a sus padres en su corazón, dejando en ellos aquello que los divide. A veces es tan simple como reconocer a alguien que ha sido excluido, diciendo, por ejemplo: “Te veo y te reconozco. Te respeto y te doy un lugar.” Este reconocimiento es liberador tanto para el que reconoce como para el que es reconocido. O cuando un perpetrador puede decir a la víctima: “Lo siento, yo lo hice”, esto produce un gran alivio, también para la víctima cuando puede tomar este reconocimiento, soltando el rencor.

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La fuerza de la palabra: imagen y materia Por Ananké Asseff La palabra escrita como obra de arte siem­ pre esta relacionada con otros lengua­ jes y elementos, como la forma (tipografía, estilo), el material con el que está escrito (neón, pintura de graffiti, carteleria LED, bordado, hielo, etc.), la superficie o soporte que la contiene, así como el contexto. Todos estas partes construyen el sentido de lo que nos comunica. Esto es muy fami­ liar en publicidad, que básicamente utiliza

estos componentes como recursos. El arte también lo hace, pero desde otra óptica, y sobre todo con otra finalidad. Una artista referente es Jenny Holzer1. Entre otros medios y espacios, son muy co­ nocidas sus vallas electrónicas y señales LED. Ella utiliza el lenguaje escrito como arte visual, combina textos poéticos con 1. Estadounidense.

1. “PROTÉGEME DE LO QUE QUIERO.” | jenny holzer (1983-1985)

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crítica política y social. Al modificar el contenido del texto, por ejemplo en las bandas electrónicas destinadas a publici­ dad y noticias, la artista filtra su propuesta ante un receptor acostumbrado y despre­ venido. Imaginemos estar caminando por la ca­ lle de una ciudad, en un auto o ver desde la ventana de un edificio un gran cartel luminoso (destinado a publicidad) ubicado entre rascacielos, con la frase: “Protégeme de lo que quiero”. Hay muchas maneras de recibir esta frase, y dependerá también de la construcción subjetiva de quien lo lee, pero lo que seguro sucede es que logra in­ terrumpir un ritmo. Puede ser invitándonos a mirar hacia nosotros mismos, es decir que cambia el foco de atención de lo que buscamos en el afuera, o bien (dependiendo del contexto) podríamos relacionar esta

frase, por ejemplo, con alguna campaña política o comercial. También podemos pre­guntarnos a quién va dirigido ese pe­ dido: “protégeme”. ¿Será a un Dios? ¿Será a nuestro Ser? Las preguntas que nos abre, las reflexiones que nos propone, son parte de lo que una obra busca generar en el espectador y, en el mejor de los casos, lo logra. (Imagen 1) Otra artista, Gillian Wearing2, pide a per­ sonas en la calle que escriban lo que quie­ ran en un papel para luego ser fotografia­ dos. Esta artista pone en relevancia al individuo y su intimidad en relación con la esfera publica. Vemos por ejemplo a un ciudadano que escribió: “Estoy desespe­ rado”. Si bien, y como menciono antes, el contexto es muy importante en la lectura 2. Británica.

2. “Todo está conectado en la vida. El punto es saberlo y comprenderlo.” y “Estoy desesperado.” | Gillian Wearing (1992-1993)


de una obra, sobre todo cuando utiliza la los materiales. Iuso toma objetos de la esfera pública, considero que la artista vida familiar y los interviene con pintura, nos propone mirar las personas (en la con escritura. Pueden ser partes de un calle) como individuos, que tienen senti­ auto, un barril, la bandeja donde comía su mientos, creencias, como uno mismo. Este madre. Iuso “verbaliza lo que habitual­ trabajo se titula: Signs that say what you mente no se nombra”.3 Hay obras que se reciben desde el want them to say and not Signs that say cuerpo, desde lo sensorial, otras desde la what someone else wants you to say (Letre­ idea, o las emociones. “Pasarla bien es el ros que dicen lo que quieres decir y no compromiso que más me oprime” (la obra letreros que dicen lo que alguien más Iuso aquí presentada) me genera una de quieren que tú digas), conocido más bre­ sensación física, que se amalgama y trans­ vemente como Signs (letreros). (Imagen 2) En estos ejemplos vemos algunas posi­ bilidades de uso de la palabra escrita que 3. Eduardo Grossman, “Dos, tres, muchos Vietnam”, incluyen el entorno del espacio público y tomado de: Guillermo Iuso, Buenos Aires: Editorial dialogan con él y, como menciono al ini­ Mansalva, 2014. cio, podemos ver la relación que se establece entre dichas palabras-frases con la materia con que están escritas, su forma y todos los elementos que las conforman y contextualizan. Así, desde la propuesta del artista, la palabra adquiere y emite di­ ferentes sentidos, que a la vez se completan y definen con la mirada, con la subjetividad de quienes lo reciben. Otro posible abordaje es cuando el artista utiliza frases o expresiones en primera perso­ na. Guillermo Iuso, artista local, trabaja con su mundo emocio­ nal mediante frases autorrefe­ renciales, incrustándolas, amal­ gamándolas en sus objetos, esculturas y dibujos. (Imagen 3) Hay algo (o bastante) del orden de lo "incorrecto" en estas obras, algo "trash" en su manera 3. guillermo iuso (2010). pintura en relieve, acrílico, gel gestual (y minuciosa) de utilizar medium, barniz sintético, metal y madera. 110 x 65 cm.

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forma en una reflexión, y esta reflexión incluye lo que me despierta físicamente. Esto me hace pensar en cómo el artista integra la idea, la materia y la forma, y cómo esto de alguna manera es análogo a lo que me provoca. Qué emitimos. Qué recibimos En la construcción de una obra de arte, no todo es cuestión de conceptos o deci­ siones conscientes. Los artistas trabajamos en un gran porcentaje con lo que llamamos

intuición, o también desde el ámbito de la expresión. Estas nociones, en general, re­ fieren a una idea o “fuerza” que nos insiste internamente. En lo personal (si bien son aspectos con los que he convi­vido como artista desde un lugar natural y valorado), hace tiempo comencé a refle­xionar acerca de estas nociones: ¿A qué llamamos intuición? ¿A qué responde esta “fuerza”? ¿Qué estamos expresando? ¿Qué le proponemos al receptor?

Ananké Asseff. Artista visual. Buenos Aires,1971. La obra diversa de Ananké Asseff incluye: fotografía, instalación, video, interactividad, escultura, objeto e instalación en espacio especí­ fico. Trabaja alrededor de la construcción personal (subjetiva), teniendo en cuenta las influen­ cias del contexto social, y cómo percibimos y vivenciamos el mundo. Su obra forma parte de destacadas colecciones nacionales e internacionales. Ha recibido importantes distinciones y premios, y ha participado en numerosas exposiciones individuales y colectivas en la Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Bolivia, Perú, México, Colombia, Cuba, Alemania, Holanda, México, España, Estados Unidos, Francia, Suiza y China. Más información en www.anankeasseff.com

La Casa-Escuela - Herramientas de trabajo interno - Conciencia corporal - Participación comunitaria - Formación en Constelaciones Familiares Malabia 1117, Buenos Aires, Argentina (+54 11) 4772 9489 | info@lacasaescuela.com.ar www.lacasaescuela.com.ar | facebook.com/lacasaescuela


© nicanor araoz

tiempos de a-sombro - revista cuatrimestral de la casa-escuela. año ii / núm. 5. buenos aires, argentina: agosto-noviembre 2014. distribución gatuita. // coordinación editorial y diseño: ana sirinian / desarrollo y producción de contenidos: ma. eugenia santa coloma / participación especial: carolina scotti / colaboración: eleonora cardoso / redacción: ana sirinian / arte de tapa: carolina scotti / ilus­traciones: nicanor aráoz, florencia buezas, marianela fasce, anita sanfelippo // versión digital en inglés. traducción: teo wainfred //


REV

Con la Palabra recibimos el mundo y nos damos al mundo. Carolina Scotti


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